11
«Insultante mote [escribe Ezama, art. cit., p.
776], con todo lo que ello implica, ya que la escritora francesa
representa el modelo de mujer escritora, desafiante en sus maneras
externas (de una masculinidad incontestable), emancipada, y con una
concepción heterodoxa de la vida conyugal y
doméstica»
.
12
Cfr. E. Sánchez, art. cit. en nota 2.
13
Cfr. los datos de Adolfo Posada y las sugerencias de Francisco Pérez Gutiérrez, aducidos por Oleza en la nota 54 del capítulo IV de su edición (I, 271), y que confirma con otro texto clariniano, del relato Cuesta abajo. Vid. también G. Sobejano, «Clarín y el sentimiento de la Virgen», en: M. Rössner - B. Wagner (eds.), Aufstieg und Krise der Vernunft: komparatistische Studien zur Literatur der Auflärung und des Fin-de-siêcle, Viena, Herman Böhlaus, 1984, pp. 157-172.
14
Cfr. Sobejano, «La inspiración de Ana Ozores», pp. 225-226.
15
G. Sobejano, «La inadaptada. (Leopoldo Alas, La Regenta, cap. XVI)» en: El comentario de textos, I, Madrid, Castalia, 1973, pp. 126-166.
16
Ed. cit., I, 303, n.º 26.
17
Cfr. Ezama (art. cit., pp.
776-778), a propósito de lo que llama «imaginación creadora»
, y el
papel de la citada George Sand como modelo.
18
Cfr. Urey, art. cit. en nota 2, pp. 34-35.
19
En la
introducción a su imprescindible antología
crítica sobre La Regenta, refiriéndose a
este mismo motivo, apunta que «al lado
de lo que los personajes leen aparecen también referencias a
lo que escriben [...] o incluso a lo que algunos habían
pensado escribir»
(op. cit.,
74-75); precisión esta última muy interesante para el
objetivo de mi ensayo, pues uno de los mecanismos, que en él
atiendo es el de la escritura posible o la
imaginada, que, generalmente, funcionan como mecanismo
sustitutivo o sublimador de aspiraciones secretas del
personaje.
20
En el estudio
introductorio a su edición de La Regenta
dedicó algunas páginas (16 a 19) a comentar un
interesante aspecto del recurso que nos viene ocupando: la
escritura como posibilidad, como una manera -realizada o desechada-
de llevar a cabo, siquiera sea imaginativamente, alguna de las
hondas aspiraciones de realización del personaje; un motivo
cuya raíz cervantina supo poner de relieve el llorado
maestro al advertir cómo don Quijote, si en algún
momento piensa ser novelista, desecha tal posibilidad «ya que el hidalgo prefiere vivir
aventuras caballerescas a escribirlas»
(p. 16).