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251

En un pasaje de sus memorias, observa al respecto: «Federico García Lorca no fue fusilado; fue asesinado [...] La incidencia de aquel crimen fue para mí la más dolorosa de una larga lucha». (Confieso que he vivido, op. cit., pág. 173). (N. del A.)

 

252

Acaso cabe recordar que en este volumen abundan las formas verbales hay, sucede, etc. (N. del A.)

 

253

Me limito a reproducir sólo algunos versos significativos de «Walking around»: «Sucede que me canso de ser hombre./ [...] Sucede que me canso de mis pies y mis uñas / y mi pelo y mi sombra./ Sucede que me canso de ser hombre» (I, pág. 219). (N. del A.)

 

254

Me refiero principalmente a «Bruselas», «El abandonado» y «Reunión bajo las nuevas banderas». En el primer poema mencionado son patentes su deseo de salir de la incomunicación que le acosa (pensemos, por ejemplo, en estos versos de «Vals»: «Yo toco el odio como pecho diurno, / yo sin cesar, de ropa en ropa vengo / durmiendo lejos. // No soy, no sirvo, no conozco a nadie, / no tengo armas de mar ni de madera, / no vivo en esta casa». I, pág. 259) y su leve pero perceptible gesto de ofrecimiento: «De todo lo que he hecho, de todo lo que he perdido, / de todo lo que he ganado sobres altadamente, / en hierro amargo, en hojas, puedo ofrecer un poco» (I, pág. 260). En «El abandonado», la búsqueda del contacto y el intercambio es aún más explícita: «Yo no sé, yo sólo sufro de no saber quién eres / y de tener la sílaba guardada por tu boca, / [...] // Te busco, busco tu efigie entre las medallas / que el cielo gris modela y abandona, / no sé quién eres pero tanto te debo / que la tierra está llena de mi tesoro amargo./ [...] Qué hoja al caer no fue para mí un libro largo / de palabras por alguien dirigidas y amadas? / [...] // Eres, eres tal vez, el hombre o la mujer / o la ternura que no descifró nada.» (I, págs. 261-262). En «Reunión bajo las nuevas banderas» queda, en fin, claramente manifiesta la metamorfosis: «No, ya era tiempo, huid, / sombras de sangre, / hielos de estrella, retroceded al paso de los pasos humanos / y alejad de mis pies la negra sombra! // Yo de los hombres tengo la misma mano herida, / yo sostengo la misma copa roja / e igual asombro enfurecido: / un día / palpitante de sueños / humanos, un salvaje / cereal ha llegado / a mi devoradora noche / para que junte mis pasos de lobo / a los pasos del hombre. / Y así, reunido, / duramente central, no busco asilo / en los huecos del llanto: muestro / la cepa de la abeja: pan radiante / para el hijo del hombre: en el misterio el azul se prepara / para mirar un trigo lejano de la sangre./ [...] // Juntos, frente al sollozo! / Es la hora / alta de tierra y de perfume, mirad este rostro / recién salido de la sal terrible [...]» (I, págs. 270-271). (N. del A.)

 

255

Si bien este poema aparece en el libro, precedido por otros, hemos de tener presente que éste era el primero del libro que publicaba firmado, y además, precisamente, en una revista destinada a los combatientes y editada, como sabemos, por la Alianza de Intelectuales Antifascistas. (N. del A.)

 

256

Cfr. por ejemplo, «Galope muerto» (I, pág. 173), y el poema número 5 («Amiga, no te mueras») de El hondero entusiasta (I, pág. 163). En cuanto a la lluvia -evocadora para Neruda de la infancia- cfr. «Infancia y poesía», en Confieso que he vivido, op. cit., pág. 15: «Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nacía a la vida, a la tierra, a la poesía y a la lluvia. Por mucho que he caminado me parece que se ha perdido ese arte de llover que se ejercía como un poder terrible y sutil en mi Araucanía natal. Llovía meses enteros, años enteros». (N. del A.)

 

257

I, pág. 275. (N. del A.)

 

258

«Yo vivía en un barrio / de Madrid, con campanas, / con relojes, con árboles. // Desde allí se veía / el rostro seco de Castilla / como un océano de cuero. / Mi casa era llamada / la casa de las flores, porque por todas partes / estallaban geranios: era / una bella casa / con perros y chiquillos. / Raúl, te acuerdas? / Te acuerdas, Rafael? / Federico, te acuerdas / debajo de la tierra, / te acuerdas de mi casa con balcones en donde / la luz de junio ahogaba flores en tu boca? / Hermano, hermano! / Todo / eran grandes voces, sal de mercaderías, / aglomeraciones de pan palpitante, / mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua / como un tintero pálido entre las merluzas: / el aceite llegaba a las cucharas, / un profundo latido / de pies y manos llenaba las calles, / metros, litros, esencia / aguda de la vida, / pescados hacinados, / contextura de techos con sol frío en el cual / la flecha se fatiga, / delirante marfil fino de las patatas, / tomates repetidos hasta el mar» (versos 7-39). (N. del A.)

 

259

«Bandidos con aviones y con moros,/ bandidos con sortijas y duquesas, / bandidos con frailes negros bendiciendo / venían por el cielo a matar niños» (versos 47-50); «Chacales que el chacal rechazaría, / piedras que el cardo seco mordería escupiendo, / víboras que las víboras odiaran!» (versos 53-55); «Generales / traidores: / mirad mi casa muerta, / mirad España rota: / pero de cada casa muerta sale metal ardiendo / en vez de flores, / pero de cada hueco de España / sale España, / pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,/ pero de cada crimen nacen balas / que os hallarán un día el sitio / del corazón» (versos 60-71). (N. del A.)

 

260

Por ejemplo: «El rostro seco de Castilla / como un océano de cuero» (versos 11-12); «[...] con su estatua / como un tintero pálido entre las merluzas» (versos 28-29). (N. del A.)