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911

A. Rumeau, «Le théâtre à Madrid à la veille du Romantisme, 1831-1834», en Hommage à Ernst Martinenche, 1939, pp. 330-346. No deja de sorprender que, frente a Andioc, José Subirá señale entre los gustos predominantes del público en los años 1763-1771 a Lope, Calderón, Tirso, Moreto, Rojas Zorrilla y Solís («Repertorio teatral madrileño», BRAE, n.º 39, 1959, p. 460).

 

912

Como muestran los 16 vols. del Theatro Hespañol de García de la Huerta (1785-1786).

 

913

Guillermo Carnero, en Los orígenes del Romanticismo reaccionario español: el matrimonio Böhl de Faber, Univ. de Valencia, 1978, p. 260, nos dice: «[...] para Bölh y compañía no se trata sólo de reivindicar en el dramaturgo la España del pasado, sino de dar pautas de ‘regeneración’ para la del presente. En efecto: mientras los Ilustrados y Filósofos abogan por el progreso político y científico, nuestros calderonianos opinan que el futuro de España está en hacer que rebroten las antiguas virtudes que, según su punto de vista, hicieron la grandeza del país bajo los Austrias. Virtudes que la Filosofía pugna por desterrar, y cuya cátedra es Calderón: propagarlas es la verdadera Ilustración, en contra del cosmopolitismo francés, enemigo de las peculiaridades nacionales».

 

914

Ramón de Mesonero Romanos, «Rápida ojeada sobre la historia del teatro español. Época actual», Semanario Pintoresco Español, Segunda Serie, 1842, IV, en Ricardo Navas Ruiz, El Romanticismo español-Documentos, Anaya, Salamanca, 1971, p. 304.

 

915

«Primera representación de El sí de las niñas», en Artículos de crítica literaria y artística, 7.ª ed. Clásicos Castellanos, Madrid, 1975, p. 114, donde un poco más adelante nos dice: «[...] parece que se complace con amargura en poner a la boca del precipicio a su protagonista [...] o en hundirle en él cruelmente [...]. Un escritor romántico creería encontrar en esta manera de escribir alguna relación con Víctor Hugo y su escuela, si nos permiten los clásicos esta que llamarán blasfemia».

 

916

Por no extendernos demasiado, ilustramos tan sólo la menos frecuentemente considerada postura patriotera del bando clasicista con las siguientes palabras de José Joaquín de Mora, «Artículo comunicado», Mercurio Gaditano, n.º 143, octubre 1814: «Este espíritu es para la poesía lo que para la guerra: un ilustrado patriotismo lo suple con ventaja, como lo experimentaron la Grecia y Roma. Los prodigios recientes de los españoles que se hallan hoy tan distantes de aquellos tiempos romancescos, tienen en su patriotismo, en el honor nacional, que es de todos los tiempos en España, y en el odio a la dominación extranjera, igualmente que en su pasión decidida por su siempre perseguido y afligido Fernando VII, una explicación más obvia, más natural y más noble que en el espíritu quijotesco y de caballería, cuya aplicación se haría más verosímil a las aventuras y desconcertadas empresas del caballero de Córcega, Napoleón». En R. Navas Ruiz, op. cit., p. 26.

 

917

En «Imperio y virtud, o el seductor confundido», BAE, 127, p. 397.

 

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No nos sorprende, por tanto, como a Ramón Solís, el criterio de los críticos teatrales gaditanos, que lógicamente responde a principios ilustrados: «Estas críticas no aparecen, como fuera de esperar, ante los fracasos rotundos. En su mayor parte son una reacción contra el aplauso que se consideraba injusto. [...] El criterio de los comentaristas teatrales no siempre es digno de tenerse en cuenta, ya que ni Lope ni Calderón se libran de sus ataques». El Cádiz de las Cortes, Alianza, Madrid, 1969, p. 359.

 

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«El público, más que los autores, sufría un fuerte afrancesamiento cultural [...]. No iba al teatro si no veía propagandadas como francesas las obras en cartel». P. Menarini, «El problema de las traducciones en el teatro romántico español», VII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Venecia, 1980, p. 754.

 

920

Vide Ch. M. Lorenz, «Translated plays in Madrid Theatres 1808-1818», Hispanic Review, 9 (1941), pp. 376-382.