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921

Así, R. de Mesonero Romanos, en el art. cit., p. 303, nos dice: «... Las traducciones de los modernos repertorios francés e italiano eran diarias y hechas ya con buen gusto en la elección y esmero en el desempeño».

 

922

Así lo ve Menarini, art. cit., p. 572, quien señala que por ellas pasaron todos o casi todos los autores luego aplaudidos.

 

923

Ello sin contar las obras aún consideradas anónimas ni piezas musicales, que según Ch. M. Lorenz, completarían un 50% para los años 1808-1818. Cf. art. citado, p. 378.

Para la segunda época aludida, véase P. Menarini, art. cit., p. 751.

 

924

«De las traducciones», BAE, 128, p. 180.

 

925

«Reflexiones acerca del modo de hacer resucitar el teatro español», BAE, 127, p. 123-124.

 

926

«Teatros», BAE, 128, p. 157.

 

927

«El verdugo de Amsterdam», BAE, 127, p. 395.

 

928

«De las traducciones», BAE, 128, p. 180.

 

929

Creemos que Azorín da en el clavo (y disipa las sombras con que él mismo se topa en relación con la actitud de Larra respecto a Anthony) cuando al tratar de su carácter lo define como «un espíritu de rebeldía» que evoluciona con el cambio de las circunstancias. No se puede esperar desde esta perspectiva -pensamos- una coherencia estática ni una evolución en sincronía perfecta con los acontecimientos. Se producen los lógicos desajustes, desfases, que se solucionan luego en nueva adaptación. Véase Azorín, Rivas y Larra, Espasa-Calpe, 3.ª ed., Madrid, 1974, pp. 95 y 142. Este problema -así como otros muchos- de la personalidad de Mariano José de Larra se plantea igualmente en el excelente estudio de José Luis Varela Larra y España, Espasa-Calpe, Madrid, 1983.

 

930

«Catalina Howard», BAE, 128, p. 186.