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Los textos de Feijoo -Cartas XX, XXI y XXII de las Eruditas- sobre el Ars Magna luliana, desencadenan, en 1742, una polémica, en la que intervienen seguidores de Lulio, y entre ellos: B. Fornés (Liber apologeticus Artis Magnae B. Raymundi Lulli, Salamanca, Eugenio García Honorato, 1746); F. de Soto y Marne (Reflexiones crítico-apologéticas sobre las obras de Feijoo, Salamanca, Eugenio García Honorato, 1748-1749) y A. R. Pascual (Examen de la Crisis de el Rmo. Padre Maestro D. B. Gerónimo Feijoo, Madrid, Lorenzo Francisco Mojados, 1749).

 

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Carta XXII «Sobre el Arte de Raymundo Lulio», en Cartas Eruditas.

 

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Una síntesis de todos estos textos, en sus aspectos mnemotécnicos, la realiza tempranamente Paepp en su Artificiosae memoriae fundamenta ex Aristotele, Cicerone, Thoma Aquinate aliisque praestantissimis doctoribus, Lyon, Bartholomeum Vincentium. 1619.

 

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En este sentido, la Ecclesiasticae Rhetoricae, Olyssipone, A. Riberius, 1575, de Luis de Granada es el primer paso hacia la construcción de un corpus retórico dirigido al orador sagrado. Hay que recordar la definición que, pocos años después de la aparición de la obra de Luis de Granada, da B. Jiménez Patón: «La Rhetorica es un arte que enseña a adornar la oración» (Elocuencia española en arte) Toledo, Thoms [sic] de Guzmán, 1604, pág. 148.

 

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Se trata en realidad, como escribe Boncompagno de Signa en su Rhetorica Novissima, de «recordar con asiduidad los gozos invisibles del Paraíso y los tormentos eternos del Infierno» (cit. por F. A. Yates, El Arte..., 77), y según Ortiz: «La memoria del Infierno es tan provechosa que la mayor recomendación della es el darla a conocer. Descienden los vivos al Infierno dize por boca de David el Espíritu Santo, con que sólo el descender allá con la Memoria es tan eficaz y tan provechoso remedio que, según la sentencia del Santo, es bastante para librarnos de él» (Memoria, Entendimiento y Voluntad. Empresas que enseñan y persuaden su buen uso en lo moral y en lo político, Sevilla, Juan Francisco de Blas, 1677, pág. 20. Villava, en el prólogo al lector de sus Empresas espirituales y morales, Baeza, Fernando Díaz, 1613, defiende la eficacia de estas imágenes mnemotécnicas: «Fundado un pensamiento en una similitud cobra fuerça de alentar y recrear el entendimiento, y bien se ve lo que un símil vivo recrea y adorna una oración, y cuán bien se persuade lo que al vivo se representa (fol. 3r.).

 

256

Como es evidente en el tratado de F. Panigarola, L’art de prescher et bien faire un sermon avec la mémoire locale et artificielle, ensemble L’Art de mémoire de H. Marafiote, París, G. Chappis, 1604.

 

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Es curioso constatar el esfuerzo realizado por los oradores sagrados en separar la mnemotecnia del mundo de la retórica e integrarla en la órbita de las virtudes morales, como parte de la Prudencia: «No faltó quien quiso al juicio hacerlo sesta parte de la Retoria [sic] con hallarse tan junto con las demás, que casi ninguna es sin él por ser para todos necesario, y con este poco fundamento también hacían la memoria parte de la Retórica, lo qual es falso como emos probado, y porque es potencia del alma mediante la qual todas las facultades se desprenden, y no parte dellas...» (B. Jiménez Patón, Mercurius Trimegistus, Madrid, Petro de la Cuesta Gallo, 1621, cap. XXIV, de la Memoria, pág. 146).

 

258

«Un arte memorativa castellana...», pág. 190.

 

259

Sobre el tema de la articulación de «la vista» o «composición viendo el lugar» de los Ejercicios ignacianos y su conexión con la memoria artificial, cf. R. Barthes, Sade, Loyola, Fourier, Caracas, Monte Ávila, 1977, págs. 58-62 y mi trabajo: «La Compañía de Jesús: imágenes y memoria», Hiperión 3, 1979, 62-72. El tema, en sus implicaciones con las artes plásticas -imaginería, pintura...- ha sido tratado por S. Sebastián, Contrarreforma y Barroco, Madrid, Alianza, 1981, págs. 62 y ss. En un sentido más general cf. J. R. Spencer, «Ut Rhetorica Pictura», Journal of the Warburg and Courtland Institutes, 20, 1957, 26-44.

 

260

Véanse los estudios de A. Egido, «La configuración alegórica de El castillo interior», Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 10, 1982, 69-94, y J. F. Chorpenning, «The Literary and Theological Method of the Castillo interior», Journal of Hispanic Philology, III, 2, 1979, 121-34.