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En Nuestro Tiempo, I, núm. 1, pp. 95-96. Este hace contraste muy fuerte con los dichos de dos mandones reaccionarios, que eran el general O'Donnell, quien dijo que «España era un presidio suelto», y el estadista Cánovas del Castillo, cuya definición de España era de que «es una tribu con pretensiones».

 

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En El Liberal, 13-II-01.

 

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«Galdós y sus Episodios Nacionales», España, Buenos Aires, 2-VIII-03, p. 8.

 

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«Un poco de crítica / Estatua en vida», ABC, 27-I-19.

 

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En BolRAE. VII, cuaderno XXXII, 140.

 

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Véase E. Ramírez Ángel, en ABC, 2-XI-24. A estos actos les corresponde también el hecho de que los barcos le fascinaban. De niño tenía tanta admiración por las naves en miniatura que poseía la confraternidad de San Telmo en Las Palmas que en 1894 teniendo él más de cincuenta años le regalaron una (El Correo, 16-XI-94). Ya maduro este gran hombre niño había merecido el apodo que le diera algún santanderino del «gran chiflado por los barcos»; en el dorso de una foto dedicada a Galdós de un pequeño barco de velas que poseía D.ª María Pérez Galdós de Verde se lee: «Al gran chiflado por los barcos el propietario del mas pequeño de los de Santander. Ángel F. Pérez».

 

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Puede leerse en Entre canarios. Homenaje a Benito Pérez Galdós. Recuerdo del banquete celebrado por la colonia de Madrid, en honor de su insigne compatriota el 9 de diciembre de 1900, Madrid, Est. tip. viuda e hijos de Tello, 1900.

 

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«Galdós en su tierra», ABC, 5-1V-31. Se lee en un reportaje anónimo que la administración de las Obras de Pérez Galdós en la calle de Hortaleza «se convirtió... en una 'canariora', por la que desfilaban cuantos paisanos del insigne escritor venían a Madrid» («Galdós y Canarias», La Acción, 5-I-20). Y Miguel Sarmiento contó que Galdós había dicho: «¿A qué he de volver a Canarias? Mi familia más próxima, mis amigos más íntimos, todos han muerto» («Galdós y su país nativo», en el libro Galdós y Canarias [fecha del capítulo: octubre de 1919]). Pero, desde mucho antes Galdós había jurado, con motivo del amargamente frustrado noviazgo con Sisita (véase mi texto más abajo) según María Teresa León, «no pisar más aquella isla donde le hicieron pagar a su juventud tan alto portazgo» («Una mujer de Galdós que no está en sus novelas», p. 93). Josette Blanquat asegura que en el hogar de Galdós «una vez a la semana se comen platos canarios» («Lecturas de juventud», Cuadernos hispanoamericanos, Madrid, núms. 250-252, octubre 1970-enero 1971, p. 177).

 

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«Galdós íntimo», pp. 71-72. Se acordará de que el doctor Marañón frecuentaba la casa de Galdós desde muy niño, en el principio como hijo de un buen amigo de la familia, el abogado D. Manuel, y después como médico y amigo personal de D. Benito.

 

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Pocos detalles se saben de esta vida, más bien que por otra razón por la naturaleza y las costumbres de la vida familiar de los españoles que la guardan como retraída en el recinto y la seguridad de un castillo. El doctor Marañón aseguró que a D.ª Carmen «su hermano profesaba un respeto sin medida. Yo estoy seguro de que la persona a quien más quiso fue su hermana» (Elogio y nostalgia de Toledo, p. 73).

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