Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Apuntes sobre la filosofía práctica del gaucho en el «Martín Fierro»

Giovanni Meo Zilio





En los años setentas del siglo pasado, cuando José Hernández escribió su Martín Fierro, el gaucho tradicional estaba cediendo ya su lugar a la nueva civilización urbana, implacable en imponer sus normas y métodos en buena parte contrastante con los tradicionales, la peonada rural y ganadera que justamente se llamaba gauchaje.

Hernández, que desde joven participó junto con su padre en aquel tipo de vida de gauchesco, tuvo tiempo de vivir desde adentro sus condiciones y modalidades, adhiriendo substancialmente a la realidad, aunque sea transfigurada literariamente.

En esta transfiguración poética, que se considera el summum de la literatura argentina, en la que sendos episodios se llevan generalmente en un nivel de alta tensión estilística (justamente dentro del lenguaje y del estilo gauchesco que el poeta domina plenamente), se puede decir que el eje que atraviesa toda su obra está en la actitud del gaucho frente a lo real, en su filosofía de la vida, A su vez, en cuanto a contenidos ideológicos e icónicos (esto es de las ideas-fuerza y de las imágenes que representan su soporte poético), esta filosofía halla su eje en las máximas, sentencias y proverbios, desparramados acá y allá (casi siempre al final de la estrofa), los que recogen y sintetizan poéticamente la tradicional sabiduría del hombre de campo que justamente compensa por ella su ignorancia (aunque sea como defensa frente al contexto civil que él siente como enemigo).

El examen sistemático de todo el material filosófico que pulula en el poema en varios niveles, en la boca de distintos personajes, rebasaría los límites de estas notas. Me limito por lo tanto al examen de una selección sintomática. Por suerte el poeta había realizado é1 mismo una selección emblemática de máximas y sentencias filosóficas ya sea por boca de uno de sus personajes más impresionantes (el viejo Viscacha que, de vez en cuando, educaba, a su manera, al joven hijo, segundo de Martín Fierro), ya sea por boca del mismo Martín Fierro que, al final del poema, ofrece sus consejos a los dos hijos y al joven Picardía. Especialmente en las primeras hallamos concentrada buena parte de la filosofía empírica del gaucho. Veámoslas tratando de agruparlas orgánicamente.

Si el eje de la filosofía gauchesca se halla ante todo en el tupido bagaje de máximas y sentencias, a su vez, dentro de éstas, el eje, la actitud fundamental relacionada con las conocidas condiciones sociales y económicas del gaucho, además de las históricas de cepa hispano-árabe cruzada con el indio, es su fatalismo-pesimismo, con especial atención al status del rico frente al pobre, del patrón frente al siervo, de la autoridad oficial frente al individuo: en suma, del poderoso frente al humilde... (Las citas se refieren a mi edición bilingüe, Martín Fierro, Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 1985, 2 vols.).

He aquí entonces el pobre quien paga por el rico que lo explota (acá se inserta una sugestiva imagen, tomada ella también como suele suceder con otras imágenes gauchescas, del lenguaje rural de la ganadería):


Ansí se alimentan muchos,
Mientras los pobres lo pagan:
Como el cordero hay quien lo haga
En la puntita, ni niego;
Pero otros, como el borrego,
Toda entera se la tragan


(vv. 2385-90)                


La consecuencia más inmediata de este pesimismo es justamente la de la defensa frente al contexto hostil (la autoridad ante todo, política, administrativa, militar, económica, pero también el europeo inmigrado, más que nada el italiano, que le hace competencia, y hasta el negro por el sólo hecho de ser distinto a). Defensa que se concreta en la acentuación de ciertas virtudes utilitarias como la tendencia al ahorro:


Los que no saben guardar,
Son pobres aunque trabajen.
Nunca, por más que se atajen,
Se librarán del cimbrón:
Al que nace barrigón,
Es al ñudo que lo fajen


(vv. 2415-20);                


la prudencia en evitar los ranchos donde no hay para llenarse la barriga (es notable la imagen de los perros flacos y las hormigas que no entran en recipientes vacíos...):


Jamás llegués a parar
Ande veás perros flacos.


(vv. 2311-12)                



Yo voy donde me conviene
Y jamás me descarrío.
Lleváte el ejemplo mío,
Y llenarás la barriga.
Aprendé de las hormigas:
No van a un noque vacío


(vv. 2373-78);                


la defensa de su propio pellejo, relacionada con la experiencia de los que, como el diablo o el viejo (más bien el diablo que es el más viejo), saben muchas cosas de la vida:


El primer cuidao del hombre
Es defender el pellejo.
Lleváte de mi consejo,
Fijáte bien en lo que hablo:
El diablo sabe por diablo,
pero más sabe por viejo


(vv. 2313-18).                


Y, además, la prudencia (que, como es sabido, es la mejor defensa) la cual enseña, entre otras cosas:

a) a no atacar al enemigo si no se poseen adecuadas garras:


En las riñas he aprendido
A no peliar sin puyones


(vv. 2431-32);                


b) a no dejarse ganar de mano por nadie:


No dejés que hombre ninguno
Te gane el lao del cuchillo


(vv. 2407-08);                


c) a saber esperar la ocasión favorable, husmeando primero el aire, como lo hace el zorro y mascando bien las cosas, sin apuro, como lo hace la vaca rumiante:


El zorro que ya es corrido,
Dende lejos la olfatea.
No se apure quien desea
Hacer lo que le aproveche:
La vaca que más rumea
Es la que da mejor leche


(vv. 2361-66);                


d) a no entremeterse con envidia en la ganancia ajena, respetando el orden y su propio turno para chupar:


A naides tengás envidia:
Es muy triste el envidiar.
Cuando veas a otro ganar,
A estorbarlo no te metas:
Cada lechón en su teta
Es el modo de mamar


(vv. 2379-84);                


e) a comer su propia parte en silencio y sin llamar la atención, ¡porque... nunca se sabe!


El que gana su comida
Güeno es que en silencio coma.
Ansina vos ni por broma
Querás llamar la atención:
Nunca escapa el cimarrón
Si dispara por la loma


(vv. 2367-72);                


f) a no contrastar a los que mandan; más aún hacerse amigo del juez (recuérdese que entonces el juez era la principal autoridad que juntaba en su persona el poder administrativo y a la vez el judicial:


Nunca le llevés la contra,
Porque él manda la gavilla...


(vv. 2325-26),                



Hacete amigo del Juez,
No le dés de qué quejarse;
Y cuando quiera enojarse,
Vos te debés encoger,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse


(vv. 2319-24);                


g) a no cambiar su propio terruño, imitando al ratón;


No andés cambiando de cueva,
hacé las que hace el ratón:
Conserváte en el rincón
En que empezó tu existencia:
Vaca que cambia querencia
Se atrasa en la parición


(vv. 2337-42);                


h) a ser desconfiado con las mujeres, puesto que con su fidelidad no se puede contar y, además, tienen el corazón helado como la barriga del sapo:


Si buscás vivir tranquilo,
Dedicáte a solteriar;
Mas si te querés casar,
Con esta advertencia sea:
Que es muy difícil guardar
Prenda que otros codicean


(vv. 2391-96).                



Es un bicho la mujer
Que yo aquí no la destapo.
Siempre quiere al hombre guapo;
Mas fijáte en la elección;
Porque tiene el corazón
Como barriga de sapo


(vv. 2397-402);                


y de todos modos no hay que creer a sus lágrimas:


[...] el hombre no debe crer
En lágrimas de mujer
Ni en la renguera del perro


(vv. 2346-48).                


Esta filosofía pragmática, utilitarista, corriente, banal si queremos, pero basada en la experiencia popular milenaria, se relaciona con la constatación realística, una vez más pesimista, que el hombre, aun el más soberbio, el más áspero, al final de cuentas se revela como un ser débil, como una mantequilla, si se encuentra en ascuas y si llega la mala suerte:


El hombre, hasta el más soberbio,
Con más espinas que un tala,
Aflueja andando en la mala
Y es blando como manteca:
Hasta la hacienda baguala
Caí al jagüel en la seca


(vv. 2331-36).                


¿Cómo el gaucho logra salir de este pesimismo existencial?

Por un lado, mediante su tradicional evasión alcohólica, la fuga de 1o real conseguida mediante el «trago», para olvidar la tristeza; acompañada, de todos modos, por la evasión locativa, por un fatalístico dejarse llevar del viento, como las hojas, por aquel sentirse cómodo así, libre de vínculos y responsabilidades:


Donde los vientos me llevan
Allí estoy como en mi centro.
Cuando una tristeza encuentro,
Tomo un trago pa alegrarme:
A mí me gusta mojarme
Por ajuera y por adentro


(vv. 2421-26);                


por otro lado haciendo oído de mercader, sin hacerse nunca mala sangre, dejando que se las arreglen los demás, limitándose con conseguir su propio interés y llenarse la barriga sin tantos escrúpulos:


Dejá que caliente el horno
El dueño del amasijo.
Lo que es yo, nunca me aflijo
Y a todito me hago el sordo:
El cerdo vive tan gordo,
Y se come hasta los hijos


(vv. 2355-60);                


en suma, quedando imperturbable, pase lo que pase, sin afligirse nunca, aunque el mundo se venga para abajo...; lo importante es lograr ganarse el pan y saber encontrar siempre el camino del pesebre...:


No te debés afligir
Aunque el mundo se desplome.
Lo que más precisa el hombre
Tener, sigún yo discurro,
Es la memoria del burro,
Que nunca olvida ande come


(vv. 3249-54).                


Es la filosofía substancialmente materialista, utilitarista, a-moral, si queremos, del gaucho en su estado bruto, primitivo, así como ha ido formándose en la dura vida de la pampa, en las adversidades de toda clase, en la lucha por el subsistir (por un lado, contra los indios feroces y, por el otro, contra la implacable civilización que está desalojándolo): así como se encarna emblemáticamente en aquel vivo de Viscacha, dentro de un marco de pesimismo existencial sin retorno.

Pero no es esta toda la filosofía del gaucho. Hay otra filosofía en Martín Fierro, menos pesimista y menos amoral, proyectada con esperanza hacia el futuro, basada en los tradicionales valores de la civilización cristiana a la que el gaucho, en el fondo, sigue perteneciendo: confianza en Dios (puesto que es difícil tenerla en los hombres...), tolerancia por los errores ajenos, conducta honrada, solidaridad para con los pobres, respeto para con el prójimo, amor por el trabajo (el pan de todas maneras tendrá que ganárselo...), confianza en sí mismo, prudencia, honestidad, fraternidad, respeto para con los viejos, cautela en frecuentar determinadas compañías, amor por los padres, obediencia hacia los que mandan. Aún más: no perder tiempo, no robar, no pelear, no emborrachar, ser humilde, respetar a la mujer, cantar con el corazón (y no solamente con las palabras)...

Esta otra filosofía la encontramos declarada, por boca del mismo Martín Fierro, en otra serie de consejos que, al final del poema, ofrece a sus hijos (Vuelta, vv. 4595 y ss.). Pero, esta vez, es más la filosofía del autor que la del gaucho tradicional. Es substancialmente el pensamiento del mismo José Hernández, el hombre culto y el político que prefigura el rescate del gaucho, pero dentro de la nueva sociedad que lo ha desplazado y sólo con la aceptación de los códigos formales de esta última.

De todas maneras, el tema tendría que profundizarse también por el hecho de que no es posible un corte neto entre los dos mundos filosóficos que se asoman en el poema y que en parte se cruzan, se completan y se iluminan recíprocamente.





Indice