Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoDiálogo Nono

Breve noticia de las antiguas fábulas


Metrófilo. La conferencia de hoy, mi Sofronia, es muy contra mi genio. Te he de hablar de un asunto ridículo, en que me paran a cada paso el desorden y la indecencia.

Sofronia. Pero ya en esto no hay cuestión. Estamos ya convenidos, en que te has de vencer.

Metrófilo. Voy a darte esta satisfacción, ya que la quieres. La historia fabulosa es larga, es obscura, y es maliciosa. Pondré todo mi cuidado en dártela con brevedad, claridad, y honestidad.

Sofronia. Comiénzala enhorabuena: qué breve o larga, como fuere, no me cansaré de escucharla.

Metrófilo. Empezaré por el primer desatino, que es el de suponer al mundo criado sin Criador. La historia de las fábulas antiguas nombra por primer principio de todos los Entes a un Personaje fantástico, llamado Demogórgones; bajo cuyo nombre parece, que los ciegos gentiles no entendían otra cosa, sino aquella primera materia desordenada, a que solemos dar la denominación de Caos. Este Dios Caos, o Demogórgones, es el origen primero, y más antiguo, del cual descendieron sucesivamente todos los demás Dioses, principales Personajes, y casi únicos, de todo el romance fabuloso. Para dar algún orden a la historia de dichas Divinidades la dividiré en seis Generaciones, sin distinguir (como se suele hacer) entre Númenes, y Divos, ni entre Dioses, y Semidioses, ni entre Divinidades de primer orden y de segundo; porque estas distinciones son frecuentemente arbitrarias, e inútiles del todo para la poesía.

Jefes de la Generación Iª. Érebo y Noche.

Jefes de la 2ª. Cielo y Tierra.

Jefes de la 3ª. Saturno y Rhea.

Jefes de la 4ª. Jove y Juno.

Jefes de la 5ª. Sol y Luna.

Jefes de la 6ª. Pan y Panisco.

Estas Generaciones bajan, por orden, la una de la otra, la sexta de la quinta, la quinta de la cuarta, la cuarta de la tercera, la tercera de la segunda, y la segunda de la primera.

Sofronia. Hasta ahora no hallo enredo ni confusión. Espero, que de cada una de dichas Generaciones hablarás con igual claridad.

Metrófilo. La primera Generación no comprehende, sino dos parejas de Dioses una de las cuales pudiera apellidarse nocturna y la otra diurna.

Iª. Pareja Érebo y Noche. Los primeros hijos, que tuvo Demogórgones, fueron un varón y una hembra; Érebo, que quiere decir Subterráneo; y Noche lo mismo que Tiniebla. Estos dos obscuros hermanos celebraron sin testigo alguno el primer matrimonio del mundo, del cual tuvieron una hija llamada Tierra.

2ª. Pareja Éter y Luz. El Éter o Aire, y la Luz o Día fueron hijos asimismo de Demogórgones, y también se casaron. De estos segundos esposos, como más claros que los primeros, nació el anchísimo Cielo, de donde nos viene la luz.

Sofronia. ¡Oh que casta de casados! ¡Oh que locuras!

Metrófilo. ¿No te lo dije yo? Lo peor es, que por fuerza, o por amor, es preciso perder el tiempo en el estudio de estas necedades.

Sofronia. Sirven, sin embargo, de alguna diversión.

Metrófilo. Pues prosigamos en divertirnos. De la primera Generación, que ya queda explicada, descendió la segunda. En esta deben comprehenderse no sólo el Cielo y la Tierra, sino también algunos espíritus imaginarios, destinados, por el capricho de los gentiles, para cuidar del género humano, el cual, (como se verá más abajo) nació del barro, y volvió después a nacer de las piedras. Las Divinidades de esta época pueden reducirse todas a seis clases.

. Cielo y Tierra.

2ª. Los Genios.

. Los Hados.

4ª. Las Parcas.

. Las Furias.

. Los Manes.

Sofronia. Algo más tiene esta segunda Generación, que la primera.

Metrófilo. Y las que vendrán después de esta, irán creciendo todavía más, como sucede puntualmente en nuestras familias. Pero no nos apartemos de nuestro asunto, y volvamos a las seis clases, que acabo de nombrar.

Iª. Cielo y Tierra. El Señor Cielo, a quien los griegos llaman Urano, fue hijo del Éter, y de la Luz; y la Señora Tierra, a quien otros han dado el nombre de Vesta mayor, tuvo por padres al Érebo, y a la Noche; aunque algunos escritores, confundiéndola con dicho Érebo, la han llamado hija de Demogórgones. Habiendo el Cielo y la Tierra contraído matrimonio, tuvieron (comodespués se verá) varios hijos, de los cuales el primogénito, que se llamó Saturno, por su impaciente deseo de subir cuanto antes al celeste trono del padre, le quitó prodigiosamente el espíritu vital, echándolo a la mar.

2ª. Los Genios. Estos hijos del Éter y de la Luz, eran Dioses tutelares de la generación de los hombres, criadores del diverso natural de cada uno, y custodios perpetuos de su vida. Fue antigua opinión, que cada hombre tenía dos Genios, uno bueno, que lo estimulaba a las obras buenas; y otro malo, que lo inclinaba a las malas: idea, que los gentiles pudieron aprender del pueblo hebreo. Los griegos daban al Genio en su lengua el nombre de Demonio, y le brindaban en la mesa con el último vaso que bebían.

3ª. Los Hados. Por Hado o Destino entendían los gentiles una cierta necesidad inevitable, la cual no sólo ocasionaba en los hombres toda fortuna, o toda desgracia, que tuviesen, pero los estimulaba también, y aun los obligaba a obrar de este modo, o del otro, a pesar de su propia libertad: bellísima invención para excusarse, a cara descubierta, de cualquiera error, o vicio, o delito.

4ª. Las Parcas. Eran tres hermanas, hijas del Érebo y de la Noche; y árbitras y dueñas de la vida de los hombres. Cloto sacaba el hilo de la rueca: es decir, que daba la vida a los que nacían. Láquesis lo recogía en el huso: esto significa que conservaba la vida. Atropo cortaba el hilo y dejaba caer en tierra el hilado: símbolo de la muerte, y de la sepultura.

5ª. Las Furias. También estas eran tres hermanas, Tisífone, Alecto, y Megera. Nacieron de un parto solo de la obscurísima Noche, y tuvieron el encargo de castigar a los malvados desde el cielo, desde la tierra, y desde el infierno, con las penas del remordimiento, y de la desesperación. En el cielo se llaman Diras o Iras de Dios; en la tierra Furias o Furibundas; y en el infierno Euménides o Malévolas.

6ª. Los Manes. Daban este nombre los gentiles, no (como algunos creen) a las almas de los muertos, habitadores del infierno o del Elisio; sino a ciertos espíritus invisibles, que habitaban en los sepulcros, y protegían las cenizas de los difuntos. No parece, que deban confundirse los Dioses Manes ni con los Genios, de que he hablado antes; ni con los Lares o Penates, de que trataré en la sexta Generación; ni con aquellos imaginarios espíritus vagabundos, a quienes dan los latinos el nombre de Lémures, y nosotros el de Duendes.

He aquí acabada la historia de la segunda Generación.

Sofronia. Prosigue, Metrófilo; que esto para mí es mejor que una Comedia.

Metrófilo. En la tercera Generación podrían tener lugar muchas más Divinidades, que en la antecedente: pero dejando a varias como inútiles, porque no son sino copias de otras; puedo reducirlas absolutamente a solas cinco parejas.

Iª. Saturno y Rea.

2ª. Titán y Titea.

3ª. Océano y Tetis.

4ª. Japeto y Asia.

5ª. Hermes y Afrodite.

Sofronia. Me figuro, que las vidas de estos Dioses no serán menos gustosas, que las antecedentes.

Metrófilo. Te gustarán todavía más. Escucha; que quizá te harán reír.

I.º Saturno y Rhea. Fueron hijos y sucesores del Cielo y de la Tierra; y se casaron, aunque hermanos, según la costumbre de entonces. Es muy extravagante la fábula, que se cuenta de estos Dioses. Tenía Saturno, un hermano llamado Titán o Titano, a cuyos hijos prometió la herencia paterna, dando palabra de tragarse vivos a todos los varones, que le naciesen, para no tener sucesión. Verdaderamente el buen viejo tenia ánimo de cumplir su promesa: pero le engañó su mujer, salvando primeramente por exceso de amor la vida del primogénito Júpiter, y luego después las de Plutón y Neptuno. El hecho sucedió así: Cuando estuvo Rea para parir, llamó a los Curetes, o Dáctilos, o Galos, o Ideos, o Coribantes; que todos estos nombres tenían sus Sacerdotes: les mandó que hiciesen un gran ruido de tímpanos y panderos, y cantando y sonando se llevasen fuera de casa al niño Júpiter, para que su padre no lo oyese llorar: luego dio orden a sus doncellas, que fajasen una muñeca de piedra, y la presentasen a Saturno, marido y padre de tan buena ley, que desde luego se la tragó, padeciendo después, como era natural, una gravísima indigestión. Pasado algún tiempo, Titán descubrió el engaño: armó a todos sus hijos; movió guerra a Saturno y a Rea; y los venció y aprisionó. Cuando Júpiter hubo crecido en edad, renovó la guerra, domó a los Titanes, libró de la cárcel a su padre, y volvió a colocarlo en el trono. Pero poco le duró a Saturno el nuevo reinado; porque manifestándose poco agradecido a los beneficios, que su hijo le había hecho, por obra de este mismo perdió nuevamente la corona, y hubo de andar vagabundo de tierra en tierra por muy largo tiempo, hasta que siendo ya muy viejo, lo recogió el Rey Jano en la corte del Lacio, y lo honró con la mitad de su trono. Esta fue la época, en que Saturno desbastó y civilizó a los italianos, dandoles aquel caprichoso siglo de oro, en que no se robaba, ni pecaba, ni había mío, ni tuyo, y vivían todos los hombres en común, y en perfectísima igualdad. En tiempos tan buenos y dichosos fue sumamente infeliz un hermoso Joven llamado Atis; pues habiendo él manifestado alguna mayor parcialidad por la ninfa Sangaritide, que por la Princesa doña Rea, esta celosa Señora le infundió por castigo un interno furor y despecho, y no contenta aun con esto, le convirtió después en un pino. Los Sacerdotes romanos de Saturno, en las fiestas saturnales del mes de diciembre, hacían representar la quimérica igualdad del siglo de oro con públicos bailes y banquetes, en los que danzaban los criados con los amos, y estos segundos servían en la mesa a los primeros. También los Sacerdotes de Rhea honraban con fiestas a su Diosa; y en memoria de la plausible invención, con que ella burló a su marido, la cortejaban en los sacrificios con una furiosa música de tímpanos y panderos.

2.º Titán y Titea. He aquí otro par de hermanos y esposos, hijos también del Cielo y de la Tierra. De ellos nacieron seis poderosísimos Titanes, hombres muy célebres por la guerra que movieron a Saturno, y más todavía por haber sido padres de ciertos Gigantes formidables, que renovaron las hostilidades contra Júpiter, levantando tres montes, uno sobre otro, el Olimpio, el Ossa, y el Pelio, para poder llegar con tan extraña escalera hasta lo más alto del cielo. La temeridad de estos hombres tuvo el desgraciado fin, que se les debía. Júpiter con sus rayos acabó con todos ellos, menos con Tifeo el más alto y feroz de todos; porque quiso que éste tuviese la pena de quedar eternamente semivivo en el vulcán de Sicilia, desde donde insulta todavía con inútil esfuerzo, vomitando perpetuas llamas de la boca. ¡Locuras verdaderamente gigantescas!

3.º Océano y Tetis. También estos fueron hijos del Cielo y de la Tierra, y hermanos de Saturno y de Titán. Se les atribuye una numerosa descendencia de personas divinas, de algunas de las cuales hablaré después. Los Poetas, además de esto, entendiendo por Océano en general a todo el mar, y por Tetis a sus olas, suponen haber nacido de este aguado matrimonio todas las aguas del mundo, fuentes ríos, arroyos, canales, lagunas, y pantanos.

4.º Japeto y Asia. La Señora doña Asia, de cuyos padres se habla con variedad, es aquella misma porción de tierra, que forma ahora la cuarta parte de nuestro mundo. Con esta Matrona de tan admirable grandeza se casó Japeto hijo del Cielo y de la Tierra, y tuvo en ella cuatro hijos bien conocidos en el mundo, Héspero, Atlante, Prometeo, y Epimeteo, Personajes, que volverán parecer sobre las tablas en la siguiente Generación.

5.º Hermes y Afrodite. La Venus griega (diversa de la latina, que tardó mucho a nacer) se llamó Afrodite, como si dijéramos Espuma, porque según las acostumbradas tonterías de los antiguos tuvo por madre a la espuma del agua, y por padre aquel espíritu vital del Cielo, que arrojó Saturno a la mar, como dije antes. Esta ridícula Diosa, considerada por los Poetas como símbolo de la hermosura, y también de la deshonestidad, se dice haber sido mujer de Hermes, que es el Mercurio griego, diverso también del romano, de quien volveré a hablar. Tuvo la Diosa tres hijos: uno se llamó Hermafrodito, voz compuesta de los dos nombres Afrodite y Hermes: y los otros dos se llamaron Ero y Antero, en castellano Amor y Contramor, símbolos muy propios de la vida de los amantes, en quienes va siempre unido el placer con la desazón, y la pasión con el remordimiento.

Sofronia. Veo, que de las antiguas fábulas puede sacarse también alguna buena moralidad.

Metrófilo. No hay ponzoña alguna, de la cual no pueda aprovecharse la medicina para buenos efecto: pero si una vez los venenos dan la vida, cien veces a lo menos dan la muerte. Esta puntualmente es la maligna calidad de las fábulas gentílicas: pero a pesar de ser tan malas, es preciso continuar su historia.

Sofronia. Has acabado de explicar la tercera Generación. Síguese ahora la cuarta, cuyos Jefes son Júpiter y Juno.

Metrófilo. Pide esta época diez artículos.

I.º Júpiter y Juno.

2.º Plutón e Hiperión.

3.º Neptuno y Amfitrite.

4.º Nereo y Doris.

5.º Vertumno y Pomona.

6.º Ceres y Vesta menor.

7.º Hermafrodito y Flora.

8.º Iris y Nube.

9.º Prometeo y Epimeteo.

10.º Héspero y Atlante.

Sofronia. Muchos son los Actores en esta cuarta Comedia.

Metrófilo. Uno tras otro, todos harán su papel.

I.º Júpiter y Juno. El supremo Júpiter o Jove, hijo de Saturno y de Rea, conservado en vida por su madre, como dije antes, fue trasladado por los Curetas al monte Ida de Creta; donde lo criaron con miel, y leche de cabra, las tres doncellas Amaltea, Melisa, y Cinosura, a quienes en premio el mismo Júpiter convirtió después en estrellas, transfiriéndolas a la constelación, que llamamos Osa menor. Este divino hijo de Saturno, se apoderó, como queda dicho, del trono de su padre: cedió a sus hermanos menores Plutón y Neptuno los dominios del infierno y de la mar, y él se quedó con los del cielo y tierra: se casó con su hermana Juno, que había sido criada por Tetis: dio a su nueva mujer el mando del aire, y de todos los animales de pluma: y tuvo en ella a Vulcano, que fue el único hijo de este principal matrimonio. Hablo en estos términos, porque cada Dios entonces, según la costumbre gentílica de aquella edad, además de su primera mujer, tenía otras de segundo orden; y asimismo cada diosa otros maridos de más baja esfera. Júpiter no solo adoptó este uso general; pero como Criador que era, dio vida por sí solo a varias Divinidades; como a la sabia Minerva, que le salió del seso; a la rigurosa Némesis, que fue obra de su justicia; y a las nueve Musas, que fueron criaturas de su memoria. Juno, por no ser menos de su marido, crió también ella de la nada al guerrero Marte, y a la hermosa Hebe, como se verá en la siguiente Generación.

2.º Plutón e Hiperión. Eran primos hermanos, hijo el primero de Saturno, y el segundo de Titán. El sabio Hiperión se dedicó a la Cronología, que es el estudio del tiempo; lo dividió en años, meses, días, noches, y horas; y señaló al Sol y a la Luna, entrambos hijos suyos, el camino y carrera, que habían de hacer. Plutón al contrario, como Dios del infierno, y de todos los subterráneos, tenía cuidados mucho más bajos y terrenos, y gustaba por esto, que le ofreciesen víctimas de toros, por ser los que rompen con el arado las entrañas de la tierra, en cuyas hondas cavernas habitaba.

3.º Neptuno y Amfitrite. También estos eran primos; y habiéndose casado, fueron padres de muchísimas hijas, que se llamaron Ninfas. Ella descendía del vastísimo Océano; y el de Saturno y Rea, de quienes heredó, en el concordato hecho con Júpiter, los dominios de la mar. Se dice que Neptuno es protector de los coches y caballos, y autor de los terremotos.

4.º Nereo y Doris. He aquí otro matrimonio de marinos, hijos entrambos de Océano y Tetis, y padres también de muchas Ninfas, como Glauca, Melite, Climena, Oritia, Amaltea, Galatea, y otras, a quienes se dio en general, por el nombre de su padre, la denominación de Nereides.

5.º Vertumno y Pomona. El griego Proteo, llamado Vertumno por los latinos, hijo de Océano y Tetis, se distinguió entre todos los Dioses por la singular habilidad, que tenía, de mudar de semblante y figura; y de aquí le vino el título de Dios de la fruta, por lo mucho y pronto que ésta se muda, ora verde, ora madura, y ora podrida. Estando él enamorado de Pomona, Diosa de las manzanas, se transfiguró en una vieja para ir a hablar con ella, y persuadirla a casarse con él. Como no le saliese bien esta tramoya, se disfrazó en forma de joven, pero tan lindo y hermoso, que ella por sí misma quedó prendada de él, y lo pidió por marido. Nacieron de este matrimonio Idotea y Melanta.

6.º Ceres y Vesta menor. Eran hermanas, hijas de Saturno y de Rea, pero muy diferentes la una de la otra. Vesta, Diosa del fuego y de los hogares, se mantuvo virgen: y por esto la veneraban en Roma las vírgenes Vestales, que mantenían encendido el fuego perpetuo en el retiro de sus claustros; de donde jamás salían ni aun para las célebres fiestas vestales en que iban dando vueltas los jumentos por toda Roma coronados de flores. Ceres o Pales, al contrario, escogió el estado matrimonial, y tuvo a lo menos dos hijos; Pluto el Dios de las riquezas, a quien muchos distinguen de Plutón; y Proserpina la Diosa del infierno, cuya principal habitación estaba según unos bajo la isla de Sicilia, y según otros en lo subterráneos de España. Era respetada Ceres, como inventora del uso del trigo; como primera legisladora de la vida culta y social; y como particular protectora de las dehesas y demás pastos, por cuyo motivo la cortejaban los pastores romanos en las fiestas palilias del mes de abril.

7.º Hermafrodito y Flora. Junto estos dos personajes, porque sus historias, aunque diversas, son entrambas en un mismo género, ridiculísimas. Hermafrodito muy bello mozo, hijo (como sabes) de Hermes y de Afrodite, fue tan amado de Salmace, Ninfa de una fuente de la Caria; que los Dioses, para contentarla, formaron de él, y de ella un hombre solo, denominándolo por esto el Andrógino, que es decir, el compuesto de varón y hembra. La Diosa Flora o Clori, mujer del viento Céfiro, fue tan descarada; que habiendo adquirido con sus malas artes un riquísimo caudal, tuvo la desvergüenza de dejarlo en testamento a la ciudad de Roma con el peso de una anual fiesta floral, en que se renovasen sus famosas proezas.

8.º Iris y Nube. Se llama Iris propiamente el Arco celeste, que suele después de la lluvia anunciar la serenidad: pero los gentiles para honrar la memoria del dominio del aire, y de todos los fenómenos celestes, concedido por Júpiter a su mujer; formaron del Iris una Diosa, y la intitularon la Embajadora de Juno. Como después ellos mismos considerasen, que la materia del Iris es la Nube, condecoraron también a esta con los honores de la Divinidad.

9.º Prometeo y Epimeteo. Eran dos hermanos, hijos de Japeto y de Asia, a quienes Júpiter dio la nobilísima comisión de cubrir de vivientes toda la haz de la tierra. El primero crio a los hombres, y el segundo a las bestias, formando de barro sus cuerpos, y de éter, más o menos puro, sus almas. Prometeo después de haber ejecutado su comisión tuvo la animosidad de subir al cielo, tomar allí un poco de lumbre, y regalarla a los hombres. Enojados los Dioses, dieron orden a Mercurio en la siguiente Generación, para que lo atase de pies y manos en el monte Caucaso, de modo que quedase indefenso contra la fiereza de un águila, destinada a roerle el corazón.

10.º Héspero y Atlante. Estos dos hermanos de los dos antecedentes, e hijos de los mismos padres, fueron también honrados por el Dios Júpiter con dos empleos de la mayor importancia. Héspero tuvo a su cargo la dirección astronómica de las estrellas, lo cual lo obligó a largos viajes por Italia, España, y Mauritania. Atlante estuvo encargado de sostener con sus hombros toda la bóveda del cielo, para que no se aplome sobre la tierra; y no teniendo el pobre para esto ni bastante fuerza, ni suficiente estatura, se le concedió, que se convirtiese en un monte de los más altos y fuertes que es el que tomó de él el nombre de Atlante y lo comunicó al mar Atlántico. Ambos hermanos tuvieron sucesión. Héspero fue padre de las tres doncellas, que se llamaron Hespérides; y Atlante tuvo catorce hijas tan lucidas, que pararon finalmente en estrellas, y son las siete Híades, y las siete Pléyades.

Sofronia. No puedo avenirme con fábulas tan locas, y disparatadas. Si las hubiese inventado mi abuela, no me hirieran tanto la fantasía: pero me sorprende14 el que hayan salido de la mollera de hombres grandes, y que las hayan adoptado las naciones más celebres del mundo.

Metrófilo. El hombre el más grande, el más ingenioso, el más sabio; si llega a dejarse dominar de una pasión, cualquiera que sea; él es el más expuesto a caer y estrellarse en los mayores derrumbaderos, en las más necias locuras, en las más enormes impiedades. ¿Y sabes, Sofronia, por qué? Porque tiene más ingenio para inventar extravagancias: porque tiene más doctrina para sostener falsedades: porque tiene más crédito y autoridad para vender por virtud el vicio, y por oro el oropel. Pero no es tiempo ahora de discursos morales, porque la quinta Generación, que nos llama nos ocupará mucho tiempo más, que la pasada.

Sofronia. No quiero interrumpirte, Metrófilo, ya que tienes tanta paciencia conmigo.

Metrófilo. Nos presenta la quinta Generación diez y ocho clases de Divinidades.

. Sol y Luna.

2ª. Apolo y Diana.

3ª. Proserpina y Trivia.

4ª. Febo y Lucina.

5ª. Mercurio y Árcade.

6ª. Minerva y Némesis.

7ª. Marte y Belona.

8ª. Vulcano y Venus.

9ª. Cástor y Pólux.

10ª. Osiris e Isis.

11ª. Baco y Ninfas.

12ª. Hebe y Ganimedes.

13ª. Victoria y Gracias.

14ª. Musas y Hespérides.

15ª. Deucalión y Pirra.

16ª. Jano y Pico.

17ª. Minos y Radamanto.

18ª. Éaco y Hércules.

Sofronia. La lista es larga. No sé a que hora acabaremos.

Metrófilo rolo. Si no perdemos tiempo, acabaremos más pronto.

I.º Sol y Luna. Estos dos Planetas divinizados fueron hijos de Hiperión, y de Eurifesa, o Tia. Ambos corren por el aire en carroza; el Sol con cuatro caballos más ligeros, que el viento; y la Luna con dos solos, uno negro y otro blanco. Tuvieron entrambos sucesión: el Sol fue padre de las Horas, y también de Circe, Faetonte, y Fetusa: y la Luna, mujer del Aire, parió al Rocío. El Sol lleva el título de Dios del día: es tenido por protector del arte balística por los rayos de luz, que dispara; y por esto lo llaman Pean o Flechero: gusta de las víctimas de caballos, como símbolos de la velocidad de su carrera. La Luna es la Diosa de la noche: fue cortejada singularmente por el Dios Pan, quien la regaló un blanquísimo vellón: fue tan amante del Pastor Endimión, que una vez, para poderlo contemplar, lo adormeció con sus rayos. Los antiguos, cuando veían a la Luna cerca del Ocaso, hacían un gran ruido con una especie de panderos de bronce, para que no oyese las voces de los Magos y Encantadores, que en aquel punto (decían ellos) la atormentaban.

2.º Apolo y Diana. Estos dos hermanos, y gemelos, nacieron de Latona, una de las mujeres de Júpiter de segundo orden. La medicina, la música, la poesía, y el arte divinatoria, o de pronósticos y agüeros, reconocen a Apolo por protector. Este sabio Dios fue padre y maestro del gran Médico Esculapio; y tuvo desde niño la fortuna de matar al gran serpiente Pitón, que hacía grandes estragos; por cuya proeza se denominó pitónico el arte arriba dicho de adivinar, que desde entonces se le concedió. Fueron famosos sus amores con la Ninfa Dafne, la cual, para no casarse con él, quiso más bien transformarse en un laurel; y este es el motivo, porque suele coronarse Apolo con las hojas de dicha planta. Amó también él mismo al niño Jacinto; y habiéndole casualmente dado la muerte a tiempo que jugaba con él a la pala, hizo nacer de su sangre las flores, que llevan su nombre, para que quedase su memoria en el mundo. Diana, hermana de Apolo, fue siempre virgen, y amante de la caza: por el primer respeto las famosas enemigas de los hombres, llamadas Amazones, le dedicaron un gran templo: y por el segundo, consiguió el título de protectora de los bosques, y de los perros, y cazadores.

3 Proserpina y Trivia. La primera de estas Diosas fue hija de Júpiter y de Ceres. Estando ella en Sicilia, de repente Plutón se la llevó, a sus estados, la declaró Reina del infierno, y se casó con ella. Su madre, que nada sabía de lo sucedido, se paso a buscarla con el mayor afán, se entró con antorchas encendidas por los boquerones del monte Etna, bajó por aquellas sendas subterráneas hasta el negro calabozo, de las almas; y habiéndola por fin encontrado, obtuvo de la benignidad de Júpiter, que viviese su hija con el marido en el infierno seis meses solos del año, y los otros seis con ella en el cielo. La segunda Diosa, que tiene el nombre de Trivia, y también el de Hécate, no es sino un monstruo fantástico, en quien se han unido poéticamente tres diversas Diosas, la Luna presidenta del cielo, Diana presidenta de la tierra, y Proserpina presidenta del infierno. Esta tríplice Divinidad, a quien se hacían fiestas en los trivios con públicas cenas, se pintaba con tres cabezas, de caballo, de perro, y de jabalí.

4.º Febo y Lucina. He aquí otros dos monstruos poéticos, compuestos cada uno de ellos de dos diferentes personas. Apolo y Sol concurrieron a formar un Febo; y Juno y Luna a formar una Lucina. Los Poetas consideran en esta última una protectora, de la fecundidad y por esto la pintan aveces con muchos pechos unos bajo de otros. La llaman Prónuba, como presidenta de las bodas; Matrona, como protectora de los matrimonios; Dea genital, como amiga de la generación; y Lucina, por ser la que ayuda a las madres para dar luz y vida a los hijos.

5.º Mercurio y Arcade. Fueron hijos de Júpiter, pero de diferentes madres. Mercurio, intitulado el Trismegisto, que quiere decir el tres veces máximo, nació de Maya hija de Atlante; y obtuvo de su padre el empleo de embajador del cielo: él es el Dios de los Oradores, Mercaderes, y Ladrones: él es el conductor de las almas desde la tierra al infierno: él el inventor de la lira, y de otros instrumentos de cuerdas: él el protector de la música, poesía, y palestra, y generalmente de todas las ciencias y artes. Árcade nació de Calixto, hija de Licaón Rey de Arcadia, Princesa infeliz, que transformada por Juno en osa vivió quince años bajo un semblante tan brutal, hasta que Júpiter por compasión la transportó juntamente con Árcade al cielo, colocándolos a entrambos en la constelación, que llamamos Osa mayor.

6.º Minerva y Némesis. También estas fueron hijas de Júpiter. La severa Némesis, símbolo de la venganza de Dios, nació de Temis o Astrea, que es la divina Justicia; y la veneraron los griegos bajo dos títulos; bajo el de Ramnusia, en memoria del templo, que le erigieron en Ramnunte de Ática; y bajo el de Adrastea, que quiere decir la Inevitable, porque ningún malvado puede librarse de ella. Minerva símbolo de la sabiduría, nació de la frente de Júpiter, abiértale por Vulcano con una hacha para librarlo de un gran dolor de cabeza, que le daba calentura. Ella fue la inventora del aceite, del lanificio, de la arquitectura, de los carros militares, y de otras muchas cosas; y fue también, no menos que Mercurio, la protectora general de las artes y ciencias.

7.º Marte y Belona. El Dios de la guerra, llamado Marte o Gradivo, nació de Juno en las olorosas campiñas Olenias de la Diosa Flora. Se casó con su hermana Belona, que también era guerrera y tuvo por hijos a los famosos Rómulo y Remo, fundadores de Roma, los cuales dieron después al mes de marzo el nombre de su padre. Los animales, más amados de Marte, son el caballo, el lobo, el gallo, y el que los latinos llamaban Pico, y nosotros pájaro, carpintero símbolos del coraje y de la vigilancia.

8.º Vulcano y Venus. De Júpiter y Juno nació Vulcano o Mulcibero, niño tan feo, que por su deformidad lo arrojaron del cielo sus padres, y cayendo en tierra desde lugar tan alto, tuvo la desgracia de quedarse cojo. Lo crió en la isla de Lemnos la Ninfa Eurinome, hija de Océano y de Tetis. Siendo ya mayor, pasó a las islas Eolias cerca de Sicilia, y allí se puso a trabajar de herrero al servicio de Júpiter, tomando por sus mozos, o ministros, a los Cíclopes, que eran gigantes con un ojo solo en la frente. Aunque tan feo, y de tan bajo oficio; consiguió casarse con Venus, que por su singular belleza se intitulaba la Diosa de la hermosura. Esta célebre mujer de Vulcano tuvo otros maridos de segundo orden, y de ellos a varios hijos. Como esposa de Anquises, parió al famoso Eneas: como mujer de Baco, dio a luz al licencioso Príapo: y, como casada con Marte, fue madre del loco niño Cupido, a quien llaman los Poetas Dios del amor. Fueron célebres los amores de Venus con Adonis mozo de singularísima hermosura. Yendo a caza este joven, lo mordió y mató un jabalí. Venus, después de haber llorado su muerte inconsolablemente; para que se conservase en el mundo la memoria de su amado, tiñó con su sangre las amapolas. Yendo después ella misma a enterrarlo, se hirió el pie casualmente con las espinas de un rosal; y desde entonces las rosas, que habían sido siempre blancas, tomaron el color de la sangre de Venus.

9.º Cástor y Pólux. La Reina Leda, mujer de Tíndaro Rey de Esparta, viendo que Júpiter por gana de volar se había convertido en Cisne, le pidió la gracia extravagantísima de que pudiera ella poner huevos, como las gallinas. Efectivamente puso dos: de uno de ellos nacieron dos Mortales, Cástor y Clitemnestra; y del otro salieron dos Divinidades, Pólux y Helena. El Dios Pólux, por el mucho amor que tenía a su hermano Cástor, le cedió la mitad de su divinidad; y trasformados los dos en estrellas, fueron colocados por Júpiter en la constelación de Gémini. Mientras estuvieron los dos hermanos en la tierra, Pólux se ejercitó en la lucha, y Cástor en el arte de cabalgar: y este es el motivo, porque los Cocheros romanos, en sus juegos circenses, tomaron por sus protectores a estos Dioses, dándoles la denominación general de Dioscuros o Terapneos.

10.º Osiris e Isis. Ínaco Rey de los Argivos, tenía una hija llamada Isis o Jo, a la cual el Dios Júpiter, por un extraño estro de locura, convirtió en novilla. La Diosa Juno, admirada de ver una bestia tan humana, la quiso tener en su rebaño, y la entregó al cuidado del Pastor Argos, hombre de cien ojos, que la maltrataba mucho. Viendo esto Júpiter, arrepintiose de haber dado naturaleza bestial a la doncella; y para que no tuviese tan mal trato, mandó a Mercurio, que matase al Pastor: de lo cual, ofendida vivamente la Reina del cielo, perpetuó en el pavo-real los cien ojos del difunto Argos, y fijó bajo la cola de la infeliz novilla un tábano tan cruel; que no hallando ella reposo en ninguna situación ni lugar, se puso a correr como desesperada, hasta llegar por fin al Egipto. Allí el benignísimo Júpiter la volvió a revestir de forma humana; escribió su nombre en el celeste catálogo de sus segundas mujeres; tuvo en ella un hijo, que se llamó Épafo; y la honró después con la corona egipciaca, dándola en esposa al Rey Osiris, hijo del mismo Júpiter y de Níobe. La nueva Reina enseñó a sus vasallos la agricultura, y el uso del lino, y vivió felizmente en el trono, hasta que su cuñado Tifón cometió el sacrílego delito de dar la muerte al Rey; a cuyo cuerpo (escondido por el homicida) fue ella buscando con largos viajes bajo la dirección de su confidente el sagacísimo Anubi, Divinidad retratada por los Poetas con hocico de perro. Osiris e Isis consiguieron después de su muerte los honores divinos. Creían los Egipcios, que el alma del primero (como buen marido de una, que había sido novilla se había entrado en el cuerpo de Sérapis o Apis nombres de un antiguo buey, muy distinguido entre los demás por las bellísimas manchas de su pelo. Adoraban ellos por este motivo a un buey manchado como aquel; y cuando lo veían viejo, lo ahogaban en una fuente, y lloraban su muerte con gritos, hasta que encontraban a otro del mismo pelo para llevarlo, como lo hacían, con alegres aplausos a la ciudad de Memfis. También Isis era muy venerada así en Egipto, como en Roma. Los Sacerdotes egipcios, que de ella se llamaban Isiacos, se vestían de lino para los sacrificios, y la aplacaban sus enojos con el agudo sonido del sistro, que era una especie de pandero de metal. Los romanos la cortejaban en el campo Marcio con tan escandalosas indecencias, que varias veces el Senado, para impedirlas, hubo de mandar, que se cerrase su templo.

11.º Baco y Ninfas. El Dios del vino, y de los borrachos, cuyo nombre Baco es lo mismo que gritador o voceador, fue hijo de Júpiter y de Sémele. Habiéndolo llevado a la India un elefante, sujetó allí aquellos pueblos bárbaros, y corrió después victorioso por la Siria, por el Egipto, y por todo el Oriente. Se le atribuye la invención de los diademas y triunfos , y aun la de la navegación, que es más honrosa. Tuvo este Dios por maestro al viejo Sileno; por confidentes a los brutales Sátiros; por animales de su diversión a los machos de cabrío; por compañeras de su libertinaje a todas las Bacantes, o Ménades, o Tíades, mujeres de ruido y tumulto; por amigas finalmente a las Ninfas, nombre genérico de unas mozas vagabundas, hijas las más de ellas de Dioses marinos. Habitaban dichas Ninfas no sólo en la mar, y en fuentes, y ríos, pero también en montes y bosques. Las marinas, y de otras aguas se llamaban Nereides; las montañesas, Oréades; y las silvestres, Dríades o Hamadríades.

12.º Hebe y Ganimedes. Una lechuga, comida por la Diosa Juno en la mesa de Apolo, se convirtió maravillosamente en una graciosa niña, llamada Hebe; la cual consiguió más adelante el título de Diosa de la juventud, y el honroso cargo de servir a Júpiter la taza. Este Dios, por su natural volubilidad, se cansó de la doncella o camarera; y tomando, el pretexto de que Hebe con la copa en la mano se había caído casualmente con poca decencia delante de todos los Dioses; la despidió de su palacio celestial; y luego dio providencia, para que subiese al cielo, sobre las alas de su águila un hermosísimo joven, llamado Ganimedes, a quien confirió el empleo de copero, Señalándole para habitación el celeste signo del acuario.

13ª. Victoria y Gracias, La Diosa Victoria hija de Aqueronte y de Estige, era doncella pero muy valerosa, de suerte que gustaba de ir a la guerra; y con su invisible poder decidía de las batallas. Se instruyó en el arte militar en la escuela de Minerva, y aun bajo la dirección de Júpiter, de cuyo lado no se apartó un momento en la famosa guerra de los Gigantes. También eran doncellas las tres Gracias, hijas todas de Júpiter, y compañeras de Venus: la primera de ellas se llamaba Aglea15, o Esplendor; la segunda Talía o Hermosura; y la tercera Eufrosine, o Alegría.

14.º Musas y Hespérides. He aquí otras dos clases de doncellas, a las que uno por esto bajo un mismo título. Las Hespérides, hijas de Héspero, de quien hablé antes, eran tres, Egle, Aretusa, y Hesperetusa. Poseían estas hermanas en la Mauritania un amenísimo jardín, en que había un bosque de manzanas de oro, fiadas a la vigilancia de un fiero dragón, pero robadas sin embargo por el sagaz y valerosísimo Hércules, de quien te diré después muy grandes cuentos. Las doncellas, que llamamos Musas, hijas de la memoria de Júpiter, y por consiguiente cultísimas y, eruditísimas, nacieron en el monte Pierio de la Tesalia, y habitaron después con variedad, ora en el monte Citerón, o en la vecina Aonia de la Beocia; ora en el monte Parnaso de la Fócide, en cuya falda nacía la limpidísima fuente Castalia; y ora en el cercano monte Helicona, celebrado por su fuente Hipocrene, donde ellas bebían, y se bañaban; fuente, que hizo brotar de una pena el alado caballo Pegaso, hijo de Medusa y de Neptuno, abriéndola con un golpe de uña. Eran las Musas nueve hermanas, instruidas y dirigidas en la literatura por el Dios Apolo; y cada una de ellas era maestra y protectora de un particular estudio: Talía de la comedia, Melpómene de la tragedia, Polimnia del gesto teatral, Calíope del verso heroico, Érato de los cantares amorosos, Euterpe del sonido de la tibia, Tersícore del baile, Clío de la historia, y Urania de la astronomía.

15.º Deucalión y Pirra. Te dije poco antes, que los dos hermanos Prometeo y Epimeteo, poblaron de vivientes toda la tierra. Pues has de saber, que de allí a no muchos años padeció todo el linaje humano un formidable Diluvio, del cual no escaparon sino los dos casados Deucalión y Pirra, hijos de los dos hermanos, que acabo de nombrar; y debieron ellos su fortuna a una triste barca, que los echó prodigiosamente en una cumbre del monte Parnaso. Estos dos felices residuos de la especie humana, por consejo de la Diosa Temis, a quien se encomendaron, fueron echando tras las espaldas todos los cantos o piedras, que hallaban por tierra y vieron con increíble estupor, que los que arrojaba Deucalión se convertían en varones, y los que Pirra en hembras. ¡Así pervertían los gentiles las verdaderas historias de nuestra divina Escritura!

16.º Jano y Pico. Fueron dos Príncipes de origen incierto, divinizados por los italianos. Jano, antiquísimo Rey de Italia, conocido en Grecia con el nombre de Enotrio que quiere decir el introductor del vino, fue honrado por Júpiter con el celoso empleo de portero del cielo y de la tierra; y por esto lo retratan con una llave, y una vara en las manos, y lo intitulan Patulcio, que es decir el que abre, y Clausio, el que cierra. Como a portero del tiempo, pasado y futuro, lo solían pintar con dos caras, y lo llamaban Bifronte: y considerándolo algunos como a quien tenía las llaves de las cuatro estaciones, primavera, estío, otoño, e invierno, le aumentaban los rostros hasta el número de cuatro. Los romanos lo intitulaban en general portero del año; y esta razón tuvieron para dar su nombre al primero de los doce meses, denominándolo Januario. Juzgaban también, que él abría las guerras y las paces; y en consecuencia de esto, tenían abierto su templo, durante la guerra, y cerrado en tiempo de paz. Tuvo Jano una hija, que se llamó Canente, y la dio en esposa al Rey Pico, cuyos súbditos, hombres de muy extraña genealogía, se llamaban Aborígenes, porque habían nacido de la tierra, como hongos, sin padre, ni madre. Este célebre Jefe y Monarca de hongos humanos, por no haber correspondido a los amores de la Maga Circe, tuvo la desgracia de ser privado de su natural figura, y convertido en la de un pájaro de su nombre, que se divierte con su pico en taladrar los árboles, y sacar de sus escondrijos a las hormigas.

17.º Minos y Radamanto. Queriendo Júpiter llevarse consigo a Creta una de sus segundas mujeres, llamada Europa, hija de Agenor Rey de los Fenicios; y no hallando pronto ningún navío para ejecutar la navegación con la solicitud, con que convenía a fin de que no se supiese en la Corte; tomó un expediente el más ridículo, que se pueda imaginar: se convirtió en buey, y asentando sobre sus espaldas a la mujer, se fue con ella nadando hasta llegar a la isla. Europa en su nueva residencia tuvo dos hijos Minos y Radamanto; los cuales, habiendo crecido en edad, reinaron juntos en su patria con la mayor prudencia y justicia; de modo que cuando les vino la muerte, y se los tragó el infierno, les dio Plutón el nobilísimo empleo de supremos jueces de las almas. Mientras vivía Europa en la isla de Creta, su hermano Cadmo la buscó por orden del padre por todo el mundo: más no habiéndola hallado, ni atreviéndose a volver a casa sin ella; se situó cerca del monte Parnaso, y construyó en aquel lugar la ciudad de Tebas. Para poblarla, como era necesario, sembró en tierra, por consejo de Minerva, los dientes de un serpiente, que él mismo había muerto: y efectivamente nació de ellos un ejército muy cumplido de combatientes armados, que se pusieron desde luego a pelear, matándose unos a otros terriblemente, hasta que no quedaron sino cinco, que fueron los pobladores de la ciudad. Cadmo, después de mucho tiempo, cuando ya no pensaba a lo hecho, pagó la pena del serpenticidio; ni solo él la pagó, sino también su mujer Hermíone o Harmonía; pues se hallaron entrambos de un golpe convertidos en serpientes.

18.º Laco y Hércules. También estos fueron hijos de dos mujeres de Júpiter. El primero nació de Egina hija de Asopo Rey de Beocia, y reinó después en Cenopia con tan inflexible severidad, que Plutón lo quiso por compañero de Minos y Radamanto en la judicatura infernal. La madre de Hércules el Tebano (pues se inventaron otras muchos) fue Almena esposa de Amfitrión, mujer de singular fortaleza de ánimo, y digna por esto de tal hijo, que tanto se distinguió en el mundo por su valor. Juno, como rival de Almena, y enemiga de Hércules, mandó a Euristeo Rey de los Micenios, que lo expusiera a los mayores peligros, para apresurarte la muerte. Pero él salió con mucha felicidad y gloria no solo de las doce famosas proezas ordenadas por el Rey, sino también de otras muchas, que le abrieron el camino para conseguir la divinidad. Un hombre de tanta fortuna y valor, a quien nadie pudo quitar la vida, se mató finalmente por sí mismo. El hecho sucedió así: Uno de los formidables Centauros, medio hombres, y medio caballos, por despecho de verse vencido por Hércules, regaló a Deyanira mujer de su vencedor un vestido ensangrentado, diciendole, que si su marido se lo ponía, no podría dejar de amarla a pesar de cualquiera desabrimiento. La pobre mujer se lo creyó, y mandó dar aquella ropa a su marido, a sazón que estaba prendado de la Ninfa Jole. Pero el vestido estaba emponzoñado; y penetrándole a Hércules el veneno hasta las entrañas, entró en tan grande furor y desesperación, que por sí mismo se echó a morir en las llamas.

Sofronia. Estarás cansado, Metrófilo, de tanto hablar. ¡Pobre Hércules! Y qué fin tan desdichado que tuvo ¿Mas por qué no me has contado sus grandes proezas, siendo tan famosas y tantas?

Metrófilo. Por lo mismo, porque son muchas. Te insinuaré sin embargo las principales, ya que no todas. Él sujetó en Erymanto a un formidable jabalí, y en Creta a un toro furiosísimo, y vivos los presentó al Rey. Él encadenó en el infierno al Can-Cerbero, y sacó de aquel obscuro calabozo a todas las almas que quiso. Él venció en guerra a muchísimos pueblos, aun al de las Amazonas tan temidas, haciendo prisionera a su Reina Hipólita. Él conquistó en España los ganados del Rey Gerión, abrió el estrecho de Gibraltar, separando el África de la Europa. Él dio la muerte al poderosísimo ladrón, llamado Caco, al gigante Anteo de la Libia, al terrible león Nemeo, a los indómitos Centauros, a las espantosas aves Estimfálides, al águila devoradora de Prometeo, a la velocísima cierva de las astas de oro, a la hidra de las siete cabezas, al fiero dragón del jardín de las Hespérides. ¿Qué más quieres, Sofronia? Él llegó a sostener el cielo, cuando Atlante, ya cansado de tanto peso, estaba para dejarlo caer sobre la tierra.

Sofronia. Es cierto, que es lo más que se puede inventar. ¿Hasta dónde llega la locura de los hombres?

Metrófilo. Deja por ahora las reflexiones, que todavía hay mucho que andar.

Sofronia. Me parece, que ya no te queda que hablar, sino de la sexta Generación.

Metrófilo. Pero de ella hay mucho que decir; pues se han de comprehender bajo este título veinte y cuatro familias.

Iª. Pan y Paniscos.

2ª. Príapo y Cupido.

3ª. Aurora y Portumno.

4ª. Faetonte y Faetontiades.

5ª. Esculapio y Circe.

6ª. Términos y Hermas.

7ª. Lares y Penates.

8ª. Imeneo y Talaso.

9ª. Eolo y Vientos.

10ª. Dédalo y Minotauro.

12ª. Teseo y Ariadna.

13ª. Caco y Polifemo.

14ª. Midas y Pandora.

15ª. Paris y Helena.

16ª. Jasón y Medea.

17ª. Rómulo y Eneas.

18ª. Orfeo y Amfión.

19ª. Dioses de los niños.

20ª. Dioses de los casados.

2Iª. Dioses de objetos virtuosos.

22ª. Dioses de objetos viciosos.

23ª. Dioses de objetos indiferentes.

24ª. Romanos divinizados.

Sofronia. Te escucharé. Metrófilo, sin hablar palabra.

Metrófilo. I.º Pan y Paniscos. La Reina Penélope, mujer de Ulises, y madre de Telémaco, tuvo por segundo marido al Dios Mercurio, y por hijo de este matrimonio al Dios Pan, niño feísimo, con astas y piernas de cabra, tan temido de todos los demás niños por su extraña figura, desde entonces se introdujo el uso de llamar pánico a todo vano temor. Habiendo nacido Pan en Arcadia, tierra de mucho ganado, los pastores lo tomaron por su Dios; le hacían muy a menudo oblaciones de leche y miel; lo cortejaban en febrero con las fiestas lupercales; y solían también divertirlo con la fístula o flauta de siete canas, que él había inventado. Los Poetas han forjado después otros Dioses o Semidioses, con astas y piernas, como las de Pan; y aunque les han dado el nombre general de Paniscos, los han distinguido sin embargo en tres diferentes clases, denominando Sátiros a los de los bosques, Silvanos a los montañeses, y Faunos a los de las campiñas y llanuras. Del Silvano primero y más antiguo, que llaman por esto el viejo, dicen, que tenía mucha afición al joven Cipariso y que habiendo este mozo fallecido de pena por la falta de un ciervo, que el mismo Silvano mató por casualidad, el buen viejo, para restituirle de algún modo la vida, lo convirtió en ciprés. El primero, y más célebre Fauno, que tuvo también los nombres de Fatuo y Egipan, se casó con su hermana Fauna, o Fatua, o Buena Diosa; la cual, aunque buena y amante de su marido, mereció sin embargo, que éste la azotase un día con varas de mirto o arrayan, porque la halló tomada del vino. Estos son los principales hechos de los Paniscos.

2.º Príapo y Cupido. El Dios de las huertas Príapo, y el Dios de los amores Cupido, nacieron entrambos de Venus; pero el primero fue hijo de Baco, y el segundo de Marte. Uno y otro fueron famosos por su deshonestidad y desvergüenza; y a los dos hacían votos los que andaban en amores. A Príapo en particular se hacían sacrificios de asnos, en memoria del amo de Sileno (maestro de Baco) cuyo rebuzno le impidió el cortejo, que estaba haciendo a la Ninfa Lótide.

3.º Aurora y Portumno. Del Sol y de Tetis nació la Diosa del Alba, que se llamó, Aurora, o Matuta, o Metralia, o Leucotea; y de ésta nació el Dios de los puertos de mar, que tuvo los nombres de Portumno, Melicertes, y Palemón. La bella Aurora (que fue madre también del guerrero Memnón, muerto por Aquiles en la guerra Troyana) tenía en otros tiempos la costumbre de levantarse tarde de la cama para no despertar su marido Titón, que en su juventud dormía mucho: pero cuando lo vio en adelante más vicio, y más desvelado, empezó a tomar el uso de madrugar, como lo hace ahora todas las mañanas. Téseo en honor de Portumno hijo de la Aurora instituyó los juegos Ístmicos, que tomaron el nombre del Istmo del Peloponeso, y se repetían, como los Olímpicos, cada quinto año.

4.º Faetonte y Faetontiades. El Sol y Climene fueron los padres de Faetonte, y de las tres hermanas Faetontiades, que tuvieron los tres particulares nombres de Faetusa, Lampetusa, y Lampecia. Habiendo conseguido Faetonte por un día el carro solar de su padre, lo guio por su poca experiencia tan desconcertadamente, quemando el cielo y la tierra, que Júpiter, viendo el desconcierto, lo hirió con un rayo y lo precipitó en el Pó de Italia, en donde se ahogó. Sus tres hermanas corrieron luego a la playa del río a llorar su muerte, y tanto allí se detuvieron, que habiendo sus pies echado raíces en tierra, poco a poco se fueron transformando en álamos blancos, y prosiguen todavía después de tantos siglos derramando lágrimas en forma de ámbar.

5.º Esculapio y Circe. El Dios de la medicina fue Esculapio hijo de Apolo; y la Diosa de la botánica fue Circe hija del Sol. Instruido Esculapio por su padre, hizo tan grandes progresos, que en lugar de matar a los vivos, según la costumbre de los demás Médicos, resucitaba los muertos; tanto que Júpiter un día lo hirió con un rayo como a perturbador de los hados. Tuvo Esculapio dos hijos Pedalirio y Macaón, que adquirieron fama en la guerra de Troya. Por su virtud médica fue venerado en muchas partes del mundo, principalmente en Epidauro de la Grecia, y en la isla Tiberina de Roma. La Diosa Circe fue mujer de espíritu diabólico: ambiciosa del trono, dio la muerte a su marido Rey de los Sármatas: cruel en el gobierno, fue desterrada por sus mismos vasallos: fugitiva por el mundo, se detuvo en el monte Circeo de Italia para hacer experimentos botánicos: inclinada al mal, se valió de los jugos de las yerbas para brujerías: maestra en su malvada arte, tomó la magia como por diversión, deleitándose en dar figuras de bestias a los hombres: así transformó al Rey Pico en un pájaro, a los compañeros de Ulises en cerdos, y a la Ninfa Escila su rival en un monstruo marino.

6.º Términos y Hermas. Estuvieron en uso antiguamente ciertas estatuas informes, sin brazos, ni pies; algunas con cabeza, y otras sin ella. Se colocaban siempre en lugar descubierto, y tenían diferente denominación según el diferente paraje, en que se ponían. Las que estaban cerca de sepulcros, o en caminos públicos, se llamaban Hermas, y se respetaban como imágenes del Dios Hermes, de quien he hablado antes. Las que se plantaban como mojones, en los confines de las provincias o territorios, o haciendas, se tenían por Términos, y por retratos del Dios Término, a quien se ofrecían vasos de vino, y pastas de miel, principalmente en el mes de febrero, que era el tiempo de las fiestas Terminales.

7.º Lares y Penates. Así se llamaban los Dioses protectores de cualquiera región, o ciudad, o calle, o casa, o familia. Se veneraban en los Penetrales o Lararios, que eran una especie ele Oratorios domésticos. Sus imágenes eran de cera, adornadas de flores, y vestidas de pellejo de perro: se les ponía un perro de guardia, y se les tenía lumbre o fuego perpetuo. Una tal Lara, o Larunda, pasaba por madre de ellos; y una Diosa, llamada Mania, por abuela. En las calles y vecindarios se les hacían unas fiestas con el título de Compitales, y se les ofrecían en sacrificio las primicias de las cosechas.

8.º Himeneo y Talaso. Vivió en la ciudad de Atenas un joven bellísimo, que se llamó Himene o Himeneo, hijo, no se sabe de cierto, si de Baco y Venus, o de Apolo y Calíope. Unos Piratas o Cosarios que hicieron prisioneras un día a muchas doncellas Ateniesas, que estaban celebrando en la playa del mar las fiestas de Ceres; se lo llevaron también a él casualmente, porque estaba entre ellas en traje de mujer para no perder de vista a su enamorada, con quien no se le permitía casarse por la desigualdad de sus familias. Habiéndose entregado al sueño los Cosarios en una playa desierta, Himenea los degolló a todos; y dejando, allí a sus compañeras, marchó luego a presentarse al Magitrado de Atenas, prometiendo, que todas las prisioneras volverían con él a la patria, con tal que se le permitiese casarse con la que él quería. Efectivamente él volvió con ellas, y no solo se casó, sino que mereció también, que los griegos lo divinizasen, intitulándolo Dios de las bodas. Bajo este mismo título veneraban los romanos a otro imaginario Numen, que llamaban Talaso, a cuyo nombre dio motivo el rapto de las Sabinas, por haberse librado una de ellas de todo insulto con el falso supuesto de que estaba prometida al General Talasión. Lo cierto es que según el ceremonial de los antiguos matrimonios, cuando la novia salía de su casa paterna, la acompañaban a gritos por las calles los niños y niñas, invocando a Himeneo; y luego que entraba en la casa del marido, resonaba en las bocas de todo el pueblo el nombre de Talaso.

9.º Eolo y Vientos. Nació Eolo de Sergesta o Acesta, hija de Hipoto, y moraba en las islas sicilianas de Lípari, que tomaron de él el nombre de Eolias. Como él hubiese reflexionado mucho sobre la variedad de nubes, que se iban formando con los vapores marítimos y terrestres de aquellas islas, y se valiese de estos indicios para hacer pronósticos sobre los vientos; juzgó el pueblo ignorante, que era él, quien los formaba, y mandaba soplar; y de aquí le vino sin otro mérito el título de Dios de los vientos, y de hijo de Júpiter. Aumentaron después los Poetas esta misma fábula, añadiendo, que los Vientos tomaron partido contra el cielo en la famosa guerra Titánica, y que habiéndolos Júpiter vencido, los encarceló en las cuevas subterráneas de la provincia Eólide, y los fio al gobierno de Eolo, mandándole, que sucesivamente los fuese soltando, y volviendo a cerrar, según conviniese al buen orden del universo.

10.º Dédalo y Minotauro. Se llamaba Dédalo un excelente artífice ateniés, inventor de la sierra, azuela, barreno, y plomada, y de otros muchos instrumentos y mecanismos. En ocasión, que se hallaba este hombre en la isla de Creta, la Reina Pasifae tuvo la desgracia de parir un monstruo, que llamaron Minotauro, medio hombre, y medio buey. El Rey Minos marido de Pasifae, encargó a Dédalo la construcción de un enredado laberinto, donde pudiese tener preso a Minotauro con la seguridad de que el monstruo no hallase salida alguna. Obedeció el ingenioso, Arquitecto: pero cansado de vivir en la isla de Creta, de donde el Rey no quería dejarlo marchar; entretejió dos alas para sí, y otras dos para su hijo Ícaro, y escaparon entrambos a vuelo. El padre hizo su viaje felizmente: pero el hijo, arrimándose sobrado, a la esfera del Sol, tuvo la desgracia de que se le derritiese la cera, con que estaban aseguradas las plumas, y cayéndose abajo como un plomo, murió ahogado en la mar.

II.º Teseo y Ariadna. Los Atenienses, en pena de la huida, que acabo de contar, de su paisano Dédalo, se obligaron a dar anualmente siete de sus ciudadanos al Rey de Creta, para alimento del Minotauro. Tocó esta mala suerte al joven Teseo hijo de Egeo Rey de Atenas. Ariadna hija de Minos y de Pasife, se movió a compasión por la desgracia de tan bello mozo, y le dio secretamente un puñal, y un ovillo de hilo, el primero para matar al monstruo, y el segundo para salirse del laberinto. Habiéndose logrado todo, como se deseaba, huyó el joven con Ariadna, se la llevó a la ciudad de Atenas, y de allí a la isla de Chio, donde con exceso de ingratitud la desamparó por deseo de granjearse gloria con otras proezas. La infeliz mujer se casó entonces con Baco, pero habiéndola aun este abandonado, y dejado sola por una gloriosa guerra indiana, a que quiso ir; tanto lloró la pobre, y tanto gritó desde la playa del mar; que el marido finalmente, para no oír más sus lamentos, la transformó en una constelación celeste.

12.º Perseo y Medusa. Acrisio Rey de los Argivos habiendo sabido por pronósticos, que había de morir a manos de un hijo de su hija Dánae, la mandó encerrar en una torre muy segura, para que no se casase. El gran Júpiter, para vengar la inocencia de la prisionera, transformado en lluvia de oro se entró por los tejados de la cárcel, y dio la mano a aquella desdichada, declarándola su mujer de las de segundo orden. Noticioso el Rey de que su hija no sólo tenía marido, sino también un hijo llamado Perseo, mandó echar a la mar así al hijo, como a la madre, cerrados entrambos en una caja. Mas no por esto se libró él de la muerte, que le habían pronosticado: pues habiendo un pescador de Pulla recogido la caja, y dado parte del hallazgo al Rey Pilumno; Perseo, que se halló vivo en ella juntamente con Dánae, después de haber estado muchos años en aquella Corte, se volvió a la patria, y mató allí, sin advertirlo, a su propio abuelo. Otras muchas cosas se cuentan de Perseo: pero la más singular es la muerte de Medusa, hija de una Ballena, y de un Dios marino, que se llamaba Forco. Vivía esta Diosa con sus hermanas Gorgónides en las islas Górgonas, o de Cabo verde; y habiéndose allí casado, a pesar de Minerva, con el Dios Neptuno, parió al caballo Pegaso, de quien he hablado antes. Minerva, para vengarse, convirtió los bellísimos cabellos de oro, que tenía Medusa, en horribles culebras, y la infundió además de esto una tan maligna magia, que todo hombre, que la miraba, se moría de repente, y se volvía de piedra. El valiente Perseo, para condescender a los ruegos de muchos pueblos, que deseaban la muerte de tan dañosa mujer, se cubrió con el resplandeciente escudo de Minerva, y habiéndola de un golpe degollado, se llevó como en triunfo su cabeza.

13.º Caco y Polifemo. Así se llamaban dos divinos ladrones famosísimos, el primero de los cuales se gloriaba de ser hijo de Vulcano, y el segundo de Neptuno. Eran entrambos tan fuertes y temidos, que Caco cerca de Roma, y Polifemo en Sicilia, robaban impunemente, cuanto querían: pero a la postre (según el fin regular de semejantes malvados) pagaron la pena de sus delitos, cuando menos se lo temían. Caco hombre de tres cabezas, que respiraba humo en lugar de aire, hurtó los bueyes de Hércules los mismos que había robado éste en España y aunque tuvo la advertencia de arrastrarlos a su cueva por la cola, y cerrarse dentro con ellos sin dejar señal alguna de puerta; sin embargo Hércules, por los bramidos que se oían, entendió donde estaban; rompió la cueva con su clava; entró en ella impetuosamente; degolló al formidable ladrón; y recobró con gloria su ganado. Polifemo era un terrible Gigante de los de un ojo sólo, hombre tan cruel, que mató de una pedrada al inocente jovencito Acis, no por otro motivo, sino porque la Ninfa Galatea lo quería más que a él. Hallándose un día este bárbaro con toda su grey (pues era pastor) en una profunda cueva cerca de la mar, recibió en ella a Ulises, que había naufragado allí cerca con doce compañeros. Cada día por almuerzo se tragaba un par de sus huéspedes; y luego cerrando a los demás en la cueva, se iba a pasear con sus ovejas hasta la noche. Ulises, viéndose al segundo día con cuatro compañeros menos, y temiendo de la muerte de los demás, y aun de la propia; le presentó una cuba, que tenía, de precioso vino, suplicándole, que se lo bebiese; y habiendo, así conseguido, que quedase cargado de licor, y de sueño, le metió un tizón por el ojo, y lo dejó ciego. Al otro día el Gigante se puso a la puerta de la cueva a palpar a sus ovejas una por una antes de sacarlas a pacer, para que no saliesen con ellas sus huéspedes pero éstos, cubriéndose con pellejos, se echaron afuera, como pudieron, y lo dejaron burlado.

14.º Midas y Pandora. El hombre más rico de todos fue Midas, y la mujer más perfecta fue Pandora. A ésta la formó Vulcano a martillazos sobre el yunque por orden y dirección de Júpiter, y con asistencia de los demás Dioses. Venus la perficionó con su hermosura, Minerva con su sabiduría, Mercurio con su habla, Apolo con la dulzura de su canto; y así concurrieron los demás Dioses a hacerla perfectísima. Esta misma Mujer, aunque tan privilegiada, es la que destinó Júpiter para inficionar a todo el género humano. Mandó el sumo Dios, que ella cargase con una cajita cerrada, y la entregase, así como estaba a Prometeo, que había sido (como dije antes el criador de los hombres. La cuñada de éste la abrió por curiosidad, y de ella salieron volando todas las enfermedades. Midas Rey de Frigia, en recompensa de haber hospedado a Baco en su casa, neciamente le pidió, y obtuvo, que todo lo que él tocase, se le convirtiese en oro, con la esperanza de conseguir todos los caudales y riquezas, a que podía aspirar. Efectivamente lograba ser de este modo el más rico hombre del mundo, pero al mismo tiempo era el más infeliz de todos, porque aun la comida y la bebida se le volvía oro; de suerte que fue menester, que acudiese otra vez al Dios Baco, para que le quitase el don, que le había dado; y de hecho lo perdió con sólo bañarse en el río Pactolo, cuyas arenas desde entonces se han quedado siempre doradas. Mereció el mismo Midas por otra tontería suya otro castigo aun peor. Nombrado juez por los Dioses Pan y Apolo en una contienda, que tuvieron, de música, decidió el buen hombre en favor del primero; por cuya injusta sentencia ofendido el segundo, le hizo nacer en la cabeza dos orejas de asno. Es cierto, que él por vergüenza las llevaba siempre tapadas: pero el barbero, que se las vio; como no pudiese contenerse de decirlo a pesar de la prohibición que él le hizo; se desahogó con gritos en un foso, donde nadie lo oyese, y luego lo cubrió de tierra. Nacieron por casualidad en aquel mismo lugar unas cañas: y sacando éstas por sus cañutos las voces, que había enterrado el barbero, el viento las esparció al derredor, haciendo saber a todos, que Midas tenía orejas de asno.

15.º Paris y Helena. Los Reyes de Troya Príamo y Hécuba, fueron los padres de Paris, hombre acreditado por su buen modo de pensar. Comiendo un día en casa de Peleo las tres Diosas mayores Juno, Venus, y Minerva; Júpiter, acostumbrado a divertirse, echó desde el cielo sobre la mesa una manzana de oro, en que estaban escritas estas palabras: Dese a la más hermosa. Se suscitó entre ellas, como era regular, una muy grande discordia; pero por fin se convinieron en tornar por juez al prudente Paris, a quien Juno en caso de vencer prometió un reino, Minerva un tesoro de ciencias, y Venus una esposa, que fuese superior en belleza a todas las demás mujeres. Esta última que se llevó la manzana, cumplió su palabra pues proporcionó de modo las cosas, que Paris, enviado a Grecia con el pretexto de una embajada se llevó consigo ocultamente a la hermosa Helena mujer de Menelao Rey de los Espartanos; burla tan pesada para los Griegos, que por sólo este motivo emprendieron la famosa guerra Troyana.

16.º Jasón y Medea. En Colcos región de Asia, se guardaba un vellocino de carnero, apreciado mucho por su bellísimo color de oro, y fiado por este motivo a la guardia de un fiero dragón, y de dos extraños y formidables toros, que tenían los pies de metal, y arrojaban fuego por la boca. Estando Jasón para heredar el reino de Tesalia por muerte de su padre; su tío y tutor, con el fin de apartarlo de la Corte para no dejar el mando, le propuso, como muy noble hazaña, la conquista del vellocino de oro, ofreciéndole para esta empresa una magnífica nave llamada Argos, y la compañía de los más ilustres jóvenes de la Grecia, que son los que por el nombre de la nave se apellidaron Argonautas. El valiente joven se encargó de la expedición; y habiendo llegado a Colcos con muy larga y penosa navegación, tuvo la fortuna de que Medea hija del Rey se le aficionase, y aun le enseñase lo que había de hacer para sujetar a los toros, y adormecer al dragón. Habiendo pues conseguido felizmente el vellocino, se casó con la Princesa y volvió glorioso a su reino, donde la nueva soberana, excelente en el arte mágica, hizo resucitar a su difunto suegro para dar este consuelo al marido.

17.º Rómulo y Eneas. Los dos hermanos Rómulo y Remo, hijos de Marte y de Ilia, y criados (según dicen) por una loba, fundaron la ciudad de Roma. En tiempo de esta fundación murió Remo; y su hermano Rómulo, a quien otros llamaron el Quirino, o el armado de lanza, consiguió el título de Rey, y dictó las primeras leyes a los romanos. Los vasallos con exceso de ingratitud le dieron la muerte; pero después ellos mismos como arrepentidos, lo divinizaron. No fue menos célebre en la antigua Roma el nombre de Eneas hijo de la hermosa Venus, y del infeliz Anquises. Navegando él para Italia después de la guerra Troyana, tuvo la gloria de que sus naves, incendiadas por Turno, se transformasen en Ninfas; y él mismo, cuando después se ahogó desgraciadamente en el río Nemi del Lacio, mereció, que se escribiese su nombre en el catálogo de los Dioses.

18.º Orfeo y Amfión. El famoso Orfeo, hijo de Apolo y de Calíope, heredó de sus padres una habilidad tan singular en la música; que con su canto, y su lira atraía a los árboles, arrancaba las peñas, paraba los ríos, y amansaba a las fieras. Habiendo muerto su mujer Eurídice mordida de una sierpe, se bajó a los infiernos para recobrarla, y tanta dulzura esparció con su instrumento por aquella región del llanto y del dolor, que Plutón en recompensa le restituyó la mujer con sola la condición, que durante el viaje no la mirase. Más él la amaba tanto, que no supo poner freno a sus ojos: volvió por consiguiente a perderla, y se dejó caer por esta nueva desgracia en tan profunda melancolía, que ya no quiso en adelante tomar la lira en sus manos, ni aun para dar gusto a las Bacantes, que se lo pidieron; mujeres tan locas, y desatinadas, que mataron por venganza al infeliz Orfeo, haciéndolo mil pedazos. Las nueve Musas, afligidas por tan bárbaro acontecimiento, recogieron con la mayor piedad todos los miembros del difunto, y los depositaron en magnífico sepulcro: aun más hicieron: transportaron al cielo su milagrosa lira, para que recrease a los altos Dioses con eterna armonía. Merece acompañarse con Orfeo el celebrado Amfión, hijo y discípulo de Mercurio, bajo cuya dirección salió tan aventajado en el canto, y en el manejo de la lira, que cantando y tañendo arrastró empos de sí con admiración general a todos los cantos y piedras que se necesitaron para construir las murallas de la ciudad de Tebas.

19.º Dioses de los niños. Son diez los principales. Natío los protege en el nacimiento: Levana los levanta de la tierra: Cunina los defiende en la cuna: Cuba los pone a dormir: Carmenta los divierte con el canto: Pavencia les quita el miedo: Rumina les abre la boca para tomar el pecho: Edusa los acostumbra a comer: Potina los ayuda a beber: Fabulino los hace hablar. De estas Divinidades, y de las siguientes, basta saber los nombres y los empleos.

20.º Dioses de los casados. Estos son siete. Domiducto acompaña a la novia a casa del novio: Yugatino los junta en matrimonio: Manturna los mantiene en paz y concordia: Viriplaca aplaca al marido, cuando está enojado: los Nisos dan vigor a la mujer de parto: Prosa asiste a los partos fáciles y naturales: Posversa a los extraordinarios y difíciles.

21.º Dioses de objetos virtuosos. Pongo bajo este título a trece Divinidades. Ayo Locucio da buenos consejos: Conso los mantiene secretos: Angerona enseña a callar. Estrenua infunde coraje: Fe inspira lealtad: Fiducia conforta la esperanza. Paz forma las amistades: Concordia tiene unidos a los amigos: Clemencia suaviza los corazones; Piedad purifica el espíritu: Honor ennoblece las almas: Pudicicia hace castos a los hombres: Virtud los hace generalmente virtuosos.

22.º Dioses de objetos viciosos. Ocho Divinidades malas. Andacia vuelve temerarios a los hombres: Pavor los hace pusilánimes: Vacuna los debilita en el ocio: Murcia los abisma en la pereza: Laverna los incita al robo: Voluptad los estimula a la lujuria: Libertad los convida al libertinaje: Lubentina los deja en poder de sus propios caprichos.

23.º Dioses de objetos indiferentes. Estos son diez y seis. Estercucio conserva el estiércol para las tierras: Rubigo libra del tizón a los trigos: Mefitis aparta los malos olores: Felicidad prepara las prosperidades: Averrunco aleja las desgracias: Horta se ocupa en exhortar: Hipona asiste a los jinetes: Vibilia acompaña a los viajadores: Mente da vigor al entendimiento: Polencia fortifica el cuerpo: Salud conserva sanos a los hombres: Morfeo les concilia el sueño: Quietud los tiene en reposo: Fiebre los pone enfermos: Muerte los mata: Nenia los entierra.

24.º Romanos divinizados. La antigua Roma, en tiempo de la república, dispensaba el título de Dioses a los hombres más beneméritos, honrándolos con altares, con templos, con sacerdotes, con sacrificios, y con fiestas. Mudado el gobierno republicano en monárquico, se concedió en Roma la Divinidad a Julio César, y consecutivamente a todas las demás personas de las familias imperiales. En los retratos de los Emperadores, para indicar su Divinidad, se añadía el águila de Júpiter, y en los de las imperiales Augustas el pavo real de Juno.

Sofronia. Tienes ya concluida, me parece, la historia de las Divinidades gentílicas, que es ridícula a la verdad, cuanto puede serlo.

Metrófilo. Pues no está acabada todavía; porque para entenderla del todo, te faltan dos noticias: la de los renombres y títulos, que tuvieron algunas particulares Divinidades: y la de los más conocidos retratos, que se han hecho de ellas tanto en pinturas, como en poesías.

Sofronia. Me parece, que una y otra noticia son igualmente necesarias.

Metrófilo. Acerca de las varias denominaciones de los Dioses antiguos ya te he dicho algo en sus lugares respectivos: pero me queda que decir todavía de los siguientes.

I.º Saturno. Se consideraba este Numen, como el Padre del Tiempo, que roe y consume todas las cosas, por fuertes que sean. Por esta razón los griegos lo llamaron Crono, sinónimo de Tiempo; y los latinos Saturno, que es como decir el que jamás se sacia.

2.º Rea. El primer nombre, que tuvo esta Diosa, fue el de Tierra, pero Tierra cultivada y habitada, distinguiéndose en esto de su madre, que fue Tierra inculta y desierta: 2.º nombre Rea como si dijéramos madre de la fluidez y abundancia: 3.º Ops, voz latina, que significa riqueza: 4.º Idea, porque sus primeros Sacerdotes salieron del monte Ida de Frigia: 5.º Cibeles, de Cibela, país de la misma Frigia donde se le hicieron los primeros sacrificios: 6.º Berecintia, del famoso templo, que tenía en el monte Berecinto de Asia: 7.º Madre de los Dioses, porque todos descienden de ella.

3.º Júpiter. Se apellidó el Óptimo, el Máximo, el Omnipotente, títulos propios del más alto Numen: el Fulminador,o el de los rayos, porque se supone, que con estos castigaba: el Capitolino, porque era singularmente venerado en el Capitolio de Roma: el Olimpio, por su gran templo en Olimpia, de donde los juegos Olímpicos tomaron su denominación: el Laciál, porque era el protector de las fiestas latinas, o del Lacio: el Estator, porque todo a su mando se paraba y estaba quieto: el Dios del pedernal, porque los romanos, cuando juraban por Júpiter, tomaban esta piedra en la mano. Tuvo además de esto otros muchos nombres, como son los de Belo, Ammón, Lucecio, Feretrio, Elicio, Marcio, Pluvio, Conservador, Tonante, Trióculo, y Dodoneo.

4.º Juno. Títulos de esta Diosa: la Reina, como mujer del Rey de los Dioses y hombres: la Amable, porque mereció ser amada de Júpiter: la Diosa del aire, por ser el dominio que la cedió su marido: la Sospes, que es decir, la madre de la salud: la Diva Lacinia, en memoria de su insigne templo, mandado construir por Hércules en el promontorio Lacinio del Abruzo: la Argiva, la Februal, la Perfecta, la Partenia, la Moneta, la Calendaria, la Populonia, y de otros muchos modos.

5.º Plutón. Se intitulaba el Dite o el Dis, por las riquezas subterráneas: el Mágico, porque era protector de la magia: y el Orco, que significa juramento, porque juraban por él todos los demás Dioses. Tomaba también otras denominaciones de los tres ríos infernales Estige, Aqueronte, y Cocito, por los cuales el barquero Caronte llevaba las almas al infierno.

6.º Ceres. Tuvo tres renombres: el de Alma Diosa, porque con los trigos y yerbas alimenta a los hombres, y a las bestias: el de Diva Eleusina, por tener este nombre los sacrificios, con que la honraban los Áticos: y el de Madre Casta, porque las matronas, que se preciaban de su castidad, la veneraban en Roma en el mes de abril con ocho dias de fiestas.

7.º Apolo. Los Poetas lo apellidaron el Pitio, en memoria del serpiente Pitón, a quien dio la muerte: el Délfico, por el oráculo de este mismo nombre, que se atribuye a él: el Padre de las Musas, como presidente de la música y poesía: el Delio, porque nació en la isla de Delos, y habitaba en ella los seis meses de calor: el Patareo, porque pasaba los seis meses de frío en Pátara ciudad de la Licia: el Rubio, por el color de sus cabellos, que lo distinguía de los demás Dioses.

8.º Diana. Esta Diosa, por su continuo ejercicio de cazar, no sólo tuvo los renombres de Cazadora, Diosa de los bosques, y Amiga de los perros, sino también el de Jana, o Diva=Jana, que es lo mismo que decir, la Andariega, o la que siempre camina. Se llamó también Latonia, porque fue hija de Latona; y Artemis, o Artemisia, porque era virgen.

9.º Proserpina. Sus apellidos más conocidos son tres: la Libre, como antigua compañera de Baco: la Diosa de los muertos, como Reina del infierno: la Juno profunda, como Soberana de los abismos.

10.º Minerva. Sus títulos más esclarecidos: la de los ojos azules, porque por esta calidad de sus ojos se distinguía entre las demás Diosas: la Quincuatria, porque sus fiestas en marzo duraban cinco días: la Tritonia, porque se hizo ver en traje de doncella cerca de la laguna Tritónide de África: la Diosa Palas, porque afrentada por el gigante Palante, le dio la muerte.

11.º Venus. Se denominó la Cipria, la Pafia, la Gnidia, la Citerea, la Ericina, por los famosos templos, con que la honraron sus devotos en Chipre, Pafos, Gnido, Citera, y Erice. La intitularon también los Poetas Diosa de la hermosura, del amor, del placer, de la generación, de la vida, y aun del mes de abril. Los romanos la distinguieron con el renombre de Libitina, porque en uno de sus templos de Roma se vendía todo lo necesario para los entierros.

12.º Cupido. Cuando se nombra en poesía el Amor, el Ciego, el de la venda en los ojos, el niño alado, el loquillo el flechero, el hijo de Venus; todos entienden que se habla de Cupido.

13.º Baco. Este Dios del vino se llamó Liber o Libre, que es decir el desenfrenado Orgio, que es lo mismo que el furioso: Leneo, o el inventor de los lagares: Biforme, por los dos efectos diferentes, que produce el vino, ora de alegría excesiva, y ora de profunda melancolía: Ditirambo, porque el beodo es como una casa de dos puertas donde es difícil la seguridad, y el buen orden Dionisio finalmente, porque fue educado en Nisa país de la Arabia.

14.º Musas. Por los países y lugares, en que ellas solían residir, adquirieron los renombres de Pierias, Aonias, Citereas, Pimpleas, Parnasias, Castalias, Heliconias, e Hipocrenias. Tuvieron también el de Pegasas por el caballo Pegaso, y el de Apolineas por el Dios Apolo.

No quiero cansarte más con la fastidiosa historia de nombres. La de los retratos, aunque más larga no te parecerá tan pesada.

Sofronia. Pesado no debe llamarse, aunque lo fuera, lo que puede de algún modo aprovechar.

Metrófilo. Pues ahora te haré ver hasta veinte retratos de Divinidades. Muchos más encontrarás en cuadros y en poesías, y más todavía podrás formar con el tiempo por ti misma.

I.º Saturno. Un viejo en ademán de tragarse a un niño. Algunos le ponen en la mano una hoz, símbolo de la muerte, que con el tiempo nos llega a todos: y otros le ponen una culebra, que se muerde la cola, símbolo del mismo Tiempo, que aun a sí mismo se come y se consume.

2.º Rea. Matrona de semblante respetable; con corona de torres en la cabeza, símbolo de los edificios de la Tierra; con vestido bordado de frutas, símbolo de las producciones de la misma; en coche tirado de leones, símbolo de las bestias, que la Tierra mantiene.

3.º Afrodite. Mujer desnuda dentro de una concha marina, tirada de cisnes o palomos, símbolos de la hermosura y lascivia, que eran sus calidades características.

4.º Júpiter. Príncipe majestuoso, asentado en trono de marfil, con el cetro en la izquierda, y un rayo en la diestra. A su rededor un águila, un joven y una encina: el águila es su ministra, el joven es su copero, la encina es el árbol consagrado a él.

5.º Juno. Reina de hermoso aspecto, asentada en trono, con corona y cetro. Sobre ella un iris, que es su ministra: a sus pies un pavo-real, que es entre todas las aves la de su mayor cariño.

6.º Plutón. Soberano en trono; con cara severa, y ojos turbios; con cetro y corona de ébano; con las llaves del infierno en la una mano. Cerca de él en cadenas el famoso Cerbero, perro de tres cabezas.

7.º Neptuno. Viejo venerable; con un tridente en la mano; en coche tirado de Tritones o Delfines.

8.º Ceres. Mujer con cara alegre, y corona de espigas en la cabeza: en una mano una hoz, y en la otra una hacha encendida.

9.º Sol. Joven en carro de oro: lo rodean rayos de luz: lo llevan por el aire cuatro caballos ligerísimos.

10.º Luna. Mujer en cielo estrellado; asentada en carro ligero; tirada por dos caballos, uno blanco y otro negro.

11.º Apolo. Mozo rubio y sin barba: el cabello suelto sobre los hombros: corona de laurel en la cabeza: cítara o lira en las manos: un falcón o cuervo a sus pies.

12.º Diana. Doncella cazadora, con traje corto y recogido, con coturno en los pies, sueltos los cabellos, media luna en la frente, arco y flecha en las manos, un ciervo por delante, perros al rededor, un pino a su lado.

13.º Mercurio. Joven con gorra o sombrero; con alas en los talones y en la cabeza; en la mano un caduceo, que es decir una vara con dos sierpes enroscadas en ella.

14.º Minerva. Moza guerrera; de bello aspecto, pero serio; con ojos azules, pero vivaces; armada de un grande escudo, en que se ve de bajo relieve la cabeza de Medusa.

15.º Vulcano. Hombre cojo, feo, ahumado, dando con un martillo sobre un yunque.

16.º Venus. Mujer hermosa, pero deshonesta. Se puede pintar desnuda, como se veneraba en Gnido; o cubierta de velo, como en la isla de Coo.

17.º Cástor y Pólux. Dos mancebos valientes, sobre caballos blancos: en la cabeza una gorra, que representa la mitad del huevo, de donde nacieron; y en la frente una estrella, imagen de la constelación, en que se transformaron.

18.º Baco. Se pinta niño, porque el vino quita el uso de la razón: desnudo, por las indecencias a que se expone el borracho: coronado de yedra, porque se tiene esta yerba por remedio contra la borrachera: armado de una lanza, que aunque cubierta de pámpanos, tiene punta para herir; porque el hombre, que se entrega al vino, aun en las burlas es temible.

19.º Esculapio. Médico en edad avanzada, símbolo de la experiencia; teniendo en la mano un bastón, con una sierpe, que lo ciñe, símbolos d la seguridad, y de la prudencia.

20.º Cupido. Se supone niño, porque quien ama no tiene juicio: desnudo, porque le agrada la deshonestidad: tapados los ojos, porque no ve los defectos de la persona amada: con alas en los hombros, porque vuela de amor en amor sin firmeza: armado de flechas, porque en sus mayores delicias suele hallar punzadas y heridas. Quiero hacer punto, Sofronia, porque ya bastante te he llenado la cabeza de locuras fabulosas. Te dejaré antes de irme, un catálogo de todos los Dioses y Semidioses, de que te he hablado; para que, si tuvieres algun día un ejemplar escrito de este nuestro Diálogo, puedas hallar en él con facilidad todo lo que te he dicho de ellos en diferentes lugares.

Sofronia. Siendo tantas y tan disparatadas, las cosas, que he oído hoy no querrás obligarme naturalmente a la acostumbrada repetición.

Metrófilo. Sería indiscreción el pretenderlo, ¿pues cómo te has de acordar de tantos nombres, y de cuentos y novelas tan diferentes? Lo que te encomiendo, es: que repases y estudies muchas veces este último Diálogo, y también los antecedentes: que no te canses de leer y releer a los buenos Poetas: que te emplees en imitar sus mejores piezas, o las que más te agradaren: queprocures fijarte finalmente en un género particular de poesía; y que éste sea el que más se conforme con tu genio. Si tomas estos consejos; yo te abono la protección de las Musas; te prometo el estro de Apolo; te aseguro el dominio de la Poesía.