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ArribaAbajo 9 artistas del exilio

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ArribaAbajo El revés del cuadro

Joan Jordà


En aquellos tiempos, pintábamos en las cocinas, allí también vivíamos y dormíamos. No sabíamos nada o casi nada sobre Historia del Arte. Sin revistas, sin libros. Hubiera sido necesario poder viajar, visitar museos, pero no teníamos ninguna posibilidad de desplazarnos. A veces, utilizábamos una vieja bicicleta que teníamos que reservar para ir al trabajo, a las obras, a los talleres. Estaban siempre lejos y por la noche, el huerto, siempre lejos, con el viento en contra, la lluvia todavía más contraria a causa de la ropa enseguida empapada y que teníamos que conservar por falta de poder cambiarnos, un solo jersey para pasar todo el invierno.

Salíamos apenas de la tormenta de las dos guerras.

Para nuestra sorpresa conseguimos salir del apuro y con muchas historias que contar. Los adultos las evocaban con exaltación y polémica en las cocinas, una noche en casa de unos, el domingo en casa de otros.

Para comprender la pintura de estos artistas, basta con darle la vuelta al cuadro. Es ahí, es en ese lado donde se representa el drama, donde se encuentra la poesía y la nobleza de estos hombres.

Manipulando los lienzos de la mayoría de estos pintores me ha vuelto a la memoria la precariedad de nuestro exilio y confieso que la cara oculta de la realidad me ha conmovido. La mayoría de estos lienzos están armados sobre bastidores caseros, fabricados con cualquier cosa después de las horas de duro trabajo.

En aquellos tiempos éramos materialmente verdaderos pobres, pero ricos de tantas cosas vividas, que en lugar de matar en nosotros la ingenuidad había exacerbado la aspiración a una existencia sosegada y harmoniosa. Puede que esto fuera una explicación de la producción esencialmente paisajística por parte de los pintores, por una necesidad de recuperar la naturaleza tranquilizadora y consoladora, una pintura «de aire libre» después de los años de traqueteo, de infierno y de encierro. Durante mucho tiempo hemos sido parias privados de calma y de lujo. En cuanto a la voluptuosidad, nos hemos inspirado en la rabia de sobrevivir, en los sueños irracionales, en la exaltación de la fraternidad y también, por qué no, en la ascesis impuesta por el desenlace y la fidelidad hacia una ética que no debía contar con Dios.

El ateo también busca su misticismo.