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ArribaAbajoI. Islas españolas de la Oceanía

Javier de Salas


Excmo. Sr.:

Para los efectos del Real decreto de 12 de Marzo de 1875 y Real orden de 23 de Junio del año siguiente, remite la Dirección de Instrucción pública á informe de la Academia un libro de 512 páginas en 4.º menor, esmeradamente impreso é ilustrado con dos mapas, que D. José Montero y Vidal ha sacado á luz é intitulado El Archipiélago Filipino y las islas Marianas, Carolinas y Palaos, su historia, geografía y estadística.

Tras un prólogo, de que la Academia no puede hacerse cargo por tratar del régimen actual de gobierno y otras materias ajenas de su instituto, se lee una reseña del descubrimiento de las Islas de Oceanía y conquista é incorporación á España de las Filipinas, resumiendo en dos pliegos de impresión las expediciones de Magallanes, Loaysa, Saavedra, Villalobos y Legazpi, hasta ocurrir la muerte de este insigne patricio, pero proponiéndose el autor continuar en otro libro el relato de los sucesos más importantes de la historia de aquellas islas, según declara en nota final.

Con buen estilo y redacción apropiada al asunto, ajústanse tales páginas á lo consignado por los primitivos historiadores de aquella vasta región; y aunque los documentos recientemente publicados por la Academia habrán de modificar en época oportuna   —432→   las narraciones de aquellos sobre el período de la conquista; con especialidad en su historia externa, solo podrán afectar á este resumen de los hechos más salientes en pequeños detalles que á veces se salvan variando la forma de la expresión.

En esta reseña, por ejemplo, después de manifestarse la renuncia de la corona de Castilla á las Molucas mediante la indemnización pagada por la de Portugal, se dice que: «En vista de ello el emperador resolvió mandar otra expedición á las islas de Poniente y el virey de Nueva España D. Antonio de Mendoza recibió orden de reconocer el paso que conducía á estas islas.»

Revelada en todas las páginas de este libro la conciencia de su autor, no se puede dudar que la inexactitud que haya en el párrafo y de la cual no será responsable si la escuda con autorizados historiadores, aparecerá rectificada en las ediciones á que esté llamada la obra, que muchas merece, de modo que no se entienda que el emperador tomó la iniciativa ni otra resolución que acceder á lo solicitado y ajustar capitulaciones; dado que lo compendioso del escrito no permita detallar que aquella corresponde al famoso Adelantado de Guatemala y la ejecución á D. Antonio de Mendoza que á la muerte de Alvarado quedó como armador único hasta el extremo de aprestar toda la flota, nombrar los capitanes incluso á Villalobos por general, dictar las instrucciones, y en suma, enviar toda la armada á su costa y misión según frase de los mismos documentos.

Nada diré de la lección tan infundada como extendida de haber dado los expedicionarios de Magallanes al grupo de las islas de los Ladrones ó de las Velas Latinas el nombre de San Lázaro; porque el mismo autor, al tratar de las Marianas en el curso de su obra (pág. 438), corrige lo expuesto sobre este punto en la reseña haciendo constar que dicho nombre fué aplicado al Archipiélago Filipino. Basta con efecto leer el diario de Albo y el extracto de Navarrete para confirmar esta versión.

A la parte histórica de este libro sigue la geográfica y estadística consignándose datos bastante detallados sobre la situación, límites y extensión del Archipiélago y de cada una de sus islas. Los meteorológicos que se toman de las observaciones practicadas por Jagor en 1865, y de las termométricas del Observatorio   —433→   de Manila en 1874, bastan, no obstante la diversidad y atraso de las fechas, para conocer la presión media atmosférica, humedad del aire, temperatura, y dirección y velocidad de los vientos periódicos ó monzones.

Continúa enumerandolos productos minerales de aquel suelo, y con alguna extensión trata de su portentosa y riquísima flora, para lo cual el autor ha tenido presente la obra del P. Blanco, los trabajos de los PP. Mercado y Llanos, y las recientes publicaciones de los ingenieros de Montes, Jordana y Vidal. Al describir la fauna, designa las especies preponderantes en cada isla y las comunes á todas, sembrando la narración de curiosas noticias sobre las más útiles al hombre. Análogo sistema emplea en la parte etnológica. Si habla poco de los aborígenes por ser para su obra asunto incidental, presenta en cambio una estadística minuciosa de las razas é idiomas hablados por cada una, y tan cumplida y exacta descripción del actual indio como era de presumir de las felices disposiciones del autor y de la competencia que le da su larga residencia en aquellas islas. De mano maestra describe la colonia china apuntando los peligros que puede ocasionar su preponderancia. Un comentario lamentable consigna el Sr. Montero sobre la estadística en el siguiente párrafo.

«Resulta, dice, que más de tres millones de indios hablan los dialectos visaya y tagalo; el ilosano, visol, pangasinan, pampango, ibanag, zambal y otros; y el castellano escasamente ¡doscientos mil indios! lo cual ni es disculpable al cabo de tres siglos y medio de ocupación ni prudente bajo el punto de vista civilizador y político.» (pág. 154).

A seguida del censo de población que corresponde al año de 1877, trata de la organización política y administrativa, presupuestos, instrucción pública, estadística judicial y agricultura detallando los principales productos y medios para fomentarla, y dedica algunas páginas á la industria y al comercio del cual reseña su historia desde la llegada de los españoles hasta fijar los datos generales del último quinquenio sin omitir sus observaciones sobre los aranceles de aduanas.

Hasta aquí la mitad del libro: en la otra mitad particulariza el autor sus descripciones á las islas más importantes: división geográfica   —434→   y política, situación y área, clima, orografía, volcanes, terremotos, hidrografía, población, propiedad urbana y rústica, educación primaria, producción, ganadería é industria, administración civil y eclesiástica, y cuantos datos la estadística proporciona, hállanse consignados con método en cada una de las islas comenzando por la de Luzón y sus principales adyacentes, siguiendo con las Visayas, luego con Mindanao, Archipiélago de Joló, Calamianes, Paragua y Balabac, prosiguiendo con las Marianas y Carolinas y terminando con las Palaos que motivan un apéndice referente al conflicto hispano-alemán.

De este brevísimo sumario se infiere la utilidad de la obra para todos los que deseen conocer el Archipiélago filipino y cada una de sus islas; y el deseo pasa á ser necesidad para los que directa ó indirectamente deban intervenir en la administración de aquellas hermosísimas posesiones. Si además se considera la exactitud en la descripción, el juicio atinado en el comentario, el acierto en las observaciones, y el levantado sentimiento que las mueve, se podrá concluir que este libro por tantas y tan estimables condiciones, por su método y especial estructura llena un vacío tan grande como importante ha sido su aparición.

No es, pues, extraño que la haya saludado la prensa española por sus principales órganos, ni que esta y la extranjera por conocidos periódicos y Revistas literarias lo elogien, aun las escritas en el idioma de una nación preponderante, sin embargo de las prevenciones que contra las miras de ella hace el autor animado por el más puro espíritu de patria.

Por todo lo que ha tenido el honor de exponer; cree el que suscribe que la Academia pudiera considerar el libro comprendido en las condiciones del Real decreto de 12 de Marzo de 1875 y significar á la Dirección de Instrucción pública la conveniencia de adquirir el mayor número de ejemplares, en la seguridad de que repartidos entre las bibliotecas, difundirá la obra el conocimiento de una provincia cuya riqueza é importancia suelen desconocer la inmensa mayoría.

La Academia resolverá como siempre lo más acertado.

Madrid, 26 de Marzo de 1887.

JAVIER DE SALAS.