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ArribaAbajo- II -

Barranca abajo


 

Monte espeso al fondo; a la derecha un extenso pajonal; se oyen tiros lejanos y rumor de gente que corre a caballo. Es de mañana.

 

Escena I

SALDAÑA.-    (Llega a caballo en pelos, al tranco, y mira con atención al monte de donde parte el rumor.)  De esta ves no te me escapás, matrero; ¡si te agarro te via dejar destabao con la estaquiada pa que no te queden ganas de juir otra ves!...

 

(Pausa.)

 


Escena II

SARGENTO.-    (Con SILVESTRE, gritan adentro.) ¡Capitán!, ¡capitán!... ¡Se nos escapó el pájaro!  (Entran.) 

SALDAÑA.-  ¿Por dónde, mandrias, si le atajamos la salida?...

SARGENTO.-    (Sonriendo.)  Por el fondo de la trampa... como las lauchas.

SALDAÑA.-    (Con ira.)  ¿Cómo ha sido?...

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SARGENTO.-  En cuanto vido que le habíamos formao manguera, enderesó juyendo al seibal de la rinconada. «¡Ya caiste!», le gritamos. Éste que era el mejor montao, le iba pisando los garrones con las boliadoras prontas pa fajarselás en cuanto saliera del pajonal a lo limpio; pero comprendió la intensión y castigando nos aventó lejos y se ganó al monte.

SALDAÑA.-  ¡Siga, pues!...

SARGENTO.-  Lo seguimos quemando a tiros pa que se rindiera, pues ya tenía adelante el río serquita y nosotros atrás meniandolé chumbo y chumbo...

SALDAÑA.-  ¿Y qué sucedió?

SARGENTO.-    (Riendo.)  ¡Qué ese mosito es el mesmo Mandinga!...

SALDAÑA.-    (Rabioso lo amenaza con un lanzazo.)  ¡Desembuche de una ves, viejo retrucador!...

SARGENTO.-  ¡Pues entre morir en la estaca o augao, prefirió lo último! ¡Y echandolé el poncho a la cabesa del flete le apretó las espuelas y lo enderesó barranca abajo!

SALDAÑA.-  ¡Qué bárbaro!...

SARGENTO.-  Lo mesmito dijimos nosotros al gritarle: «¡Dios te ayude!», mirando el borbollón que lo tragó.

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SALDAÑA.-  ¿Se augaría entonses?...

SARGENTO.-    (Riendo.)  ¡Qué pucha!, si había sido como biguá pa el agua, y al ratito nomás aparesió en medio del río; brasiando con una mano y golpiandosé la boca con la otra, ganó la orilla.

SALDAÑA.-  ¿Y el caballo?

SARGENTO.-  A ése no lo vimos, capitán.

SILVESTRE.-  De seguro se reventó con el porraso... como cayó primero...

SARGENTO.-  Ansina ha de ser.

SALDAÑA.-  ¡Pobre mi caballo! ¿Y era muy alta la barranca?

SILVESTRE.-   (Señalando uno de los árboles.)  Del altor de ese laurel.

SARGENTO.-  ¡Y a pique sobre un remanse, que ni los carpinchos se le animan!

SALDAÑA.-  ¡Ah, gaucho, te me escapaste!... ¡Pero aonde irá el güey que no are...! Vamos, muchachos, que han tocao a reunión en el campamento.

 

(Se alejan rápidamente al galope.)

 



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ArribaAbajo- III -

La tapera


 

En la lomada de una cuchilla se ve la tapera de un rancho, junto a un ombú seco, al pie, una cruz rústica; al fondo lejos, se divisa la ceja de un monte. Noche de luna muy clara.

 

Escena I

CALANDRIA.-   (Aparece por la izquierda, se acerca despacio con el caballo de la rienda, lo ata en un tronco y llega lentamente hasta la puerta de la tapera, que contempla un instante con la frente inclinada y el sombrero en la mano; se da vuelta, va hasta la cruz y exclama con acento de profunda tristeza.)  ¡Triste destino el mío!... ¡Sin un rancho, sin familia, sin un día de reposo!... ¡Tendré al fin que entregarme vensido a mis perseguidores!... Y ¿pa qué? ¿Por salvar el número uno?... ¿Por el plaser de vivir?... ¡No, si la libertad que me ofresen no hade ser más que una carnada! No; no agarro. ¡Qué me van a perdonar las mil diabluras que le he jugao a la polesía! ¡Me reido tanto de ella y la he burlao tan fiero!...  (Riendo.)  ¡La verdá que esto es como dice el refrán: andar el mundo al revés, el sorro corriendo al perro y el ladrón detrás del jues!... ¡Bah... si el que no nació pa el cielo al ñudo mira pa arriba!...

 

(Pausa.)

 

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Escena II

BOYERO.-    (Se acerca lentamente con el caballo de la rienda, lo ata junto al de CALANDRIA, y después de contemplarlo un instante le dice con voz cariñosa.)  ¿Ya acabó de despenarse, compañero?... Mire que ha resao largo.

CALANDRIA.-  ¡Qué quiere! ¡Me estaba despidiendo de estos terrones queridos, que tal ves no veré más!... ¡Pobresita madre! ¡La mató la pena de ver a su hijo perseguido como un bandido; el dolor y la miseria la doblaron al pie de ese ombú que habían plantao sus manos, y en cuyas ramas colgó la cuna de esta infelís Calandria que ya no canta más que pesares!...

BOYERO.-  Tiene rasón en lamentarse: ¡no hay amor como el de madre! Pero usté siquiera tuvo la suya niaunque ya duerma en el campo santo; ¡en cambio yo nunca he conosido a quien dar ese nombre!...  (Cambiando de acento.)  Pero recuerde amigo que estamos jugando una partida media peliaguda, que la polesía nos viene pisando el rastro, que aurita se dentra el lusero y pueden sorprendernos en esta lomada, lejos del monte.

CALANDRIA.-  Hase bien en despertarme; el dolor me tenía medio abombao. Usté de puro gusto se ha alsao pa hacerme compañía, y sería una mulita si lo dejara en el pantano.  (Con voz resuelta.)  ¡Qué diablos! ¡Pa qué gritó «macho» la partera!...  (Se dirige al caballo y mientras aprieta la cincha y acomoda el recado, canta.) 

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A mí me llaman Calandria
porque burlo los pesares
cantando alegres cantares
en la rueda del fogón.
Porque cruso los senderos
sin temor a la partida,
porque alegro mi guarida,
bordoniando un pericón!...

BOYERO.-  Ansina me gusta verlo. El que canta, las penas espanta.

CALANDRIA.-  Es que yo no sé si lloro o canto, porque siento que algo muy hondo y doloroso se me añuda en la garganta.

BOYERO.-  ¡Ah, criollo pintor!, siempre floriandosé, lo mesmo pa escurrirselé como iguana entre las pajas a la polesía, que pa echarle una relasión a su consentida.

CALANDRIA.-   (Sonriendo.)  ¡Como si usté fuera tan lerdo!

BOYERO.-  En el arao se hase el güey; ¡y tengo un maistro superioraso!

CALANDRIA.-  Güeno; le propongo una diversión pa despuntar el visio. Ayer encontré pescando en la laguna al negro Rosales y me avisó que la partida que nos anda persiguiendo cai de noche a dormir a su rancho. ¿No se anima que les vamos a pegar un trote?...

BOYERO.-   (Con resolución.)  ¡Cómo no amigo!, vamos.

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CALANDRIA.-  ¡Pero no se vaya a calentar y se trense a puñaladas, como lo hiso el otro día; si se empaca y lo llegan a echar al medio, se nos puede volver velorio la chacota! ¡Y no se les arrime mucho, que no son palenque de atar terneros!...

BOYERO.-  ¡Oh!, si a mí no me dentra la bala; soy retobao.

CALANDRIA.-    (Sonriendo.)  ¿Retobao?... como el peludo; pero si lo tienden pansa arriba, le tocan el violín lindamente.  (Señalando el pescuezo.) 

BOYERO.-  Cuando llegue la ocasión se convenserá, compañero.

CALANDRIA.-  Vea mosito: usté es muy manso pa las moras y está engañao porque le habrán pegao de refilón algún trabucaso; pero el día en que se le afirmen de frente con esos remintones que han sacao aura, ¡adiós Boyerito! ¡No te van a quedar ni las plumas!...

BOYERO.-    (Con desdén soberbio.)  ¡Eso... lo veremos!... ¡De todos modos, yo no he quedar pa semilla!

CALANDRIA.-  Muente entonces y rumbiemos pa el rancho del negro Rosales a buscar la partida, y vamos al tranquito, ¡no sea que nos vayan a sentir y la vaca se nos güelva toruno!

 

(Montan a caballo y al pasar frente a la cruz se descubren y se alejan despacio en silencio.)

 



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ArribaAbajo- IV -

Vida de matrero


 

De noche. Rancho pobre a la derecha; caballos desensillados en el palenque, a la izquierda; bajo la ramada, grupo de SOLDADOS durmiendo junto al fogón; contra un árbol, al fondo, un CENTINELA emponchado está dormido. Llegan CALANDRIA y el BOYERO cautelosamente, apresan al CENTINELA, le tapan la boca con un poncho y lo atan con un maneador; después van a la ramada y les roban las armas a los SOLDADOS, que ocultan entre el pasto; luego les sueltan los caballos.

 

Escena I

CALANDRIA.-    (Dándole un chirlo en el anca a uno de los caballos.)  ¡A la querensia, sotretas!  (Riendo.)  ¡Y con estas lauchas querían alcansarnos!...  (Montan en sus caballos y se acercan con dos carabinas de las que quitaron a los SOLDADOS.) 

BOYERO.-  ¡Pobres melicos!, los tenemos de un lao pa el otro, hasiendolés pelar la... chala al cuete.

CALANDRIA.-    (Bromeando.)  ¡Y vigilantes, los mosos!... Vealós apelotonaos durmiendo como cuscos friolentos junto al rescoldo.

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BOYERO.-    (Riendo.)  ¡Ya lo creo! Si de esta ves no va a quedar un matrero, ni pa remedio. ¡Ja, ja!...

CALANDRIA.-  No se ría tan juerte, que pueden despertarse. ¡Ya sabe que no hay más que alborotarles el avispero y disparar, porque este comisario disen que es medio cosiador!  (Atropellan a los SOLDADOS haciendo, dos disparos al aire para despertarlos; los SOLDADOS se levantan, buscan sus armas y se revuelven, acosados por los MATREROS que los desafían y burlan.)  ¡A ver esa partida brava!... ¡Aquí está Calandria y el Boyero, maulas!...

BOYERO.-
¡Atropellen que es güen campo,
no hagan el viaje debalde,
tirenmé unos tarascones
que no me hande sacar sangre!...

 (Alcanza a un SOLDADO y le da unos rebencazos.) 


CALANDRIA.-  ¿Y ese comisario tan mentao, en qué cueva se habrá metido? ¡Vaya un guapo pa... la risa... compré un mono!...



Escena II

COMISARIO.-   (Apareciendo por la puerta en mangas de camisa con una pistola, hace un disparo al BOYERO que lo atropella.)  ¡Ya verán saltiadores!... ¡Carguen, muchachos!  (Los SOLDADOS se agrupan junto a la puerta haciendo pie, pero no le obedecen.) 

CALANDRIA.-    (Al BOYERO.)  ¿Te ha herido?

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BOYERO.-    (Riendo.)  ¡Me erró el sonso!

CALANDRIA.-  Vamonós entonces, que ya los hemos acorralao como a viscachas en la cueva.

BOYERO.-  ¡Los galopiamos en pelos y con medio bosal!

CALANDRIA.-  ¡Adiosito, mosos! Cuando gusten. ¡El desquite!, ya saben; no se hande morir de antojo.

 

(Dan vuelta y se alejan burlándolos.)

 

COMISARIO.-   (Sale corriendo y grita a los SOLDADOS.)  ¡A caballo, pronto, antes que ganen el monte!

SARGENTO.-   (Desde el palenque con un bozal en la mano.)  ¡Si nos han soltao los matungos!...

SOLDADO 1º.-   (Buscando las armas bajo la ramada.)  ¡Oh! ¿Y las garabinas?...

SARGENTO.-    (Sonriendo.)  Se habrán alsao con los mancarrones.

COMISARIO.-    (Con ira.)  Y el bombero, ¿cómo no los ha sentido? ¿Dónde está ese bruto?

SARGENTO.-  ¿Y qué iba haser el pobresito? ¡No lo ve, si lo han maniao como a borrego pa la trasquila!  (Lo desata.) 

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COMISARIO.-   (Sonriendo.)  ¡Nos han amolao lindo!

SOLDADO 1º.-    (Al que castigó el BOYERO.)  ¡A mí me está ardiendo el lomo!

SOLDADO 2º.-   (Riendo.)  Han de ser picaduras de vinchuca, che.

SOLDADO 3º.-   (Amenazándolo en broma con el rebenque.)  ¡Sí, picaduras de... cáscara de novillo!...

SARGENTO.-  ¡Friegate... hermano... con saliva y... sebito de oveja, pa que se te quite la roncha!

COMISARIO.-  ¡Tengan pasensia, muchachos! A estos locos se les está hasiendo el campo orégano; ya las hande pagar tuitas juntas. Güeno; vos Goyo, andá a campiar los caballos, y ustedes registren ese matorral, que por ai hande haber tirao las armas.

SOLDADO 2º.-  ¿Y vamos a perseguirlos?...

SARGENTO.-  ¿Paqué, si ya se estarán riyendo por la loma del diablo?

COMISARIO.-    (Soltando una carcajada.)  ¡Nos hemos lucido!

SARGENTO.-
Sí; como la negra Rufina,
que le echó güevos a un gato
¡creyendo que era gallina!...




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ArribaAbajo- V -

La Flor del Pago


 

Al caer la tarde. Rancho a la izquierda; al fondo una lagunita con sauces; junto a un horcón del rancho, ÑO DAMASIO está trenzando un lazo; la VIEJA criba un calzoncillo; al lado del pozo, su hija, LA FLOR DEL PAGO, lava en una batea; cerca de ella, su HERMANA pisa maíz en un mortero; al lado del fogón, un GAUCHITO está cebando mate.

 

Escena I

LUCÍA.-

  (Canta mientras lava.) 

Nubesita blanca
      ¡vidalitay!
que crusás el sielo,
dime si en los montes
      ¡vidalitay!
has visto a mi dueño;
dime si en los montes
      ¡vidalitay!
has visto a mi dueño...
Dile que llorando
      ¡vidalitay!
me sorprende el día,
y hasta que no vuelva
      ¡vidalitay!
no tendré alegría...
Y hasta que no vuelva
      ¡vidalitay!
no tendré alegría...

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ROSA.-  ¿Entonses no has sabido nada de Calandria?

LUCÍA.-  Nada.

ROSA.-  ¿Y ño Flores no malisea por dónde anda?

LUCÍA.-  ¡Tampoco! Lo han empesao a perseguir de tal modo que ha ganao los montes, y aunque tiene amigos que le avisan por donde va la partida pa que no lo sorprendan, sin embargo, el corasón me dise que le va a suseder algo!...  (Con tristeza.) 

ÑA TRIFONA.-  Sí, hijita; dende que se ha juntao con el Boyero, yo también reselo. Es un muchacho loco, sin esperensia, que ya lo ha comprometido varias ocasiones.

ÑO DAMASIO.-  ¡No tengás cuidao, vieja! En Montiel y en el moro Pico Blanco... ¡Bah! A ese charabón no le van a fajar las tres marías tan fásilmente. En cuanto al Boyero, si se mete a peliarlos, no lo hande dijuntiar ansí nomás, porque el tapesito, cuando atropella a cuchillo, ¡es más cortador que paja brava!...

LUCÍA.-  ¡Dios lo oiga, tatita!

ROSA.-  Tal vez se ha ido a la Banda Oriental, como ya lo ha hecho otras ocasiones, cuando se veía muy acosao.

LUCÍA.-  Me lo hubiera hecho saber.

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ÑA TRIFONA.-  Será pa no comprometernos; como la polesía anda siempre ronsiando por aquí...

ÑO DAMASIO.-  No te aflijás, muchacha; vos lo tenés muy amadrinao, y en cuanto menos pensés va cair al tambo trotiando.

 

(Se oyen voces alegres por el camino, sones de guitarra y una voz que canta adentro.)

 
1.ª VOZ.-
Por entre totorales,
      formando espuma,
va corriendo el arroyo
      pa la laguna.

2.ª VOZ.-
Ansina mis amores,
      como el arroyo,
van buscando dos lagos
      que son tus ojos...

CORO.-
A la huella, huella,
huella sin cesar,
abrase la tierra,
vuelvasé a cerrar...

ÑO DAMASIO.-    (Entusiasmándose.)  ¡Ah!, ¡güeya linda!... ¡Bah! No puedo dar con la trensa; en cuanto sentí la música, ya se me pusieron a bailar los dedos y se me han mesturao los tientos...  (Deja el lazo.)  ¿Te acordás, vieja, de cuando era moso y te andaba pastoriando? ¡Qué triunfitos los que puntiaba, pisando la bordona!... ¿Y vos? ¡Tan ruda que eras pa la güeya! ¡Si entuavía me paese verte, arisquiandomé la cadera y hasiendo dengues con tu pollerita floriada!

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ÑA TRIFONA.-  Dejáte de eso, Damasio.



Escena II

 

Aparece un grupo de PAISANOS paquetes, con caballos bien empilchados y guitarras.

 

PAISANOS.-  ¡Güenas tardes!

LOS DEL RANCHO.-  Güenas tardes.

SILVESTRE.-  ¡Ah, criollitas guapas!

MARTÍN.-  ¿No quieren que les demos una manito?

MAURO.-   (A LUCÍA.)  ¿Ni aunque sea baldiandolé agua?...

EZEQUIEL.-   (A ROSA.)  ¿O aventandolé la masamorra?...

LAS MUCHACHAS.-   (Sonriendo.)  Muchas grasias.

ÑO DAMASIO.-  ¿Y pa ónde va esa mosada, tan alegre?

SILVESTRE.-  A lo de ño Peñalva; como ha terminao la trilla, da esta noche un bailesito a sus relasiones.

ÑA TRIFONA.-  Es verdá; nos ha convidao.

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MARTÍN.-  ¿Y no piensan dir?...

MUCHACHAS.-  ¡Quién sabe!...

MAURO.-  Y usté, ño Damasio, ¿qué dise?

ÑO DAMASIO.-    (Riendo.)  Lo que disponga la patrona; yo pa estas cosas soy como terrón en patio limpio, que lo llevan pande quiera de una patada.

SILVESTRE.-  ¡Cómo nos van a faltar estas flores... y usté que pa bastonero naides le pisa el poncho!

ÑO DAMASIO.-  Eso era enantes, hijito; pero aura la suerte me tiene más arrastrao que guasca de lechera.

SILVESTRE.-  ¡Bah! Dejesé de haser el chancho rengo, y que se apronten las mosas, porque venimos resueltos a quitarselás y alsarlas en ancas.

ÑO DAMASIO.-    (Sonriendo.)  ¡A la juerza no me resisto! Bajensé entonses y tomarán un verde mientras las chinas se ponen los trapitos de cristianar.  (A las HIJAS.)  Ma ver si andan ligero y no hasen esperar mucho a estos... gavilanes.

 

(Las MUCHACHAS y la VIEJA entran al rancho corriendo, alegres; los PAISANOS se bajan, atan los caballos en la ramada y se acercan al fogón donde está ÑO DAMASIO.)

 
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ÑO DAMASIO.-    (Al MUCHACHO.)  ¡Ep, charabón! Echale otra ensillada al simarrón.  (A los PAISANOS.)  Tiemplen, pues, y toquen algo pa desentumirse los dedos. A ver, Silvestre y Martín, hagansé una topadita con un canto por sifra.

SILVESTRE.-  Con mucho gusto, ño Damasio; ¿y vos Martín, te animás?...

MARTÍN.-  ¡Cómo no, amigo! Haga gemir el encordao cuando guste.

SILVESTRE.-

  (Preludia y canta.) 

Con la guitarra en la mano
yo soy como parejero:
¡No respeto pelo y cancha,
al que le metan el freno!...

ÑO DAMASIO.-  ¡Jué... pucha! ¡Qué bufido! Si paese redomón en el palenque.

MAURO.-   (Aludiendo a MARTÍN.)  Denle cancha al charabón, que se divierte el gauchaje.

MARTÍN.-

 (Canta.) 

Ya que se tiene por quiebra
y está balaquiando fama,
contestemé a esta pregunta:
¿Por qué los pájaros cantan?...

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SILVESTRE.-

  (Canta.) 

Cantan porque es el lenguaje
que Dios les puso en el pecho;
con él aman, con él ríen,
con él lloran sin consuelo.

EZEQUIEL.-  ¡Ahi... juna, el criollo ladino!

ÑO DAMASIO.-  Asigurate las lloronas y escupí el cojinillo Martinsito, porque se miase que este bagual te va a basuriar...

MAURO.-  No se hade cair del primer corcovo; ¡si éste cuando muenta y se priende, es como garrapata!

ÑO DAMASIO.-  Pero el otro es canchero viejo y le lleva la media arroba a ese poyo que tuavía tiene los puyones blanditos.

MAURO.-  No importa; ¡facón nuevo se duebla, pero no se quiebra!

MARTÍN.-  Vengasé nomás, amigo, que ya lo estoy aguardando.

SILVESTRE.-

 (Canta.) 

Aura a mi ves le diré
que me conteste, deseo;
¿cuál es la cosa más bella
que el hombre pierde primero?...

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EZEQUIEL.-    (A MARTÍN.)  ¡Tomá, ésa es como pa dotor!

ÑO DAMASIO.-    (Riendo.)  Che, Silvestre, aflojale el sobeo pa que resuelle ese ternero, que lo está augando la sangre.

MARTÍN.-

  (Canta.) 

No es muy fácil la respuesta
pero veré si rumbeo,
que aunque soy medio mamón
en las cuartas no me enriedo;
y usté dirá si he asertao
con su pregunta, aparsero:
¡La madre, el que nace guacho,
y la juventú, el que es viejo!

ÑO DAMASIO.-  ¡Tenés rasón, hijo!, que lo diga si no este pobre rancho, tuito lleno de buracos y goteras.

SILVESTRE.-

  (Canta.) 

No te vengás agachando
lo mesmo que terutero;
ya sé que pa el contrapunto
no sos manco del encuentro;
y si te tenés confiansa,
bordoniá lo que te guste,
triste, sielito o milonga,
que no hay cantor que me asuste.

EZEQUIEL.-  ¡Me gustó la ronca!

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ÑO DAMASIO.-    (Sonriendo.)  ¡Ansina no saldrán disiendo los mirones... que les han robao la plata!

MARTÍN.-

 (Canta.) 

Yo no me tengo por güeno,
ni me creo de los piores,
que ande hay yeguas, potros nasen
y todos somos cantores.
Mas dispense que le endilgue
una pregunta tan fiera:
¿Por qué, si no tienen ubre
dan leche el molle y la higuera?...

EZEQUIEL.-  ¡Metele una cuarta a esa carreta que está peludiando!

SILVESTRE.-

  (Canta.) 

Para alvertir que a su sombra
naides se duerme imprudente,
sin que se le brote el cuero
o se le abombe la frente;
y al que de puro angurriento
coma, sin pelar, la breva...

 (Riendo.) 

¡Lo apuren los... simarrones
y se le paspe la jeta!

MAURO.-    (Riendo.)  ¡La pu... jansa qué retruque! ¡Si se le dejó cair con los dos pares!

EZEQUIEL.-  ¡Se le vino sobre el laso!

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ÑO DAMASIO.-  ¡Lindaso, muchachos! En la variada no se han sacao ni la oreja. Pero hay salen las chinas y los están aguardando.



Escena III

 

Se acercan las MUCHACHAS y la VIEJA, muy paquetas; LUCÍA le trae a ÑO DAMASIO un sombrero de paja y un pañuelo de seda que se lo ata de golilla; ROSA le trae un ponchillo de vicuña, y la VIEJA un rebenque de plata.

 

LUCÍA.-  A ver, tata; lo voy a poner güen moso.

ÑO DAMASIO.-    (A LUCÍA mientras le arregla el chiripá.)  ¡Ah, chinita! Con esa pollera de sarasa seleste, esos ojasos y esas trensas negras, paresés una flor de biricuyá enredada al tronco carcomido de este tala viejo...

ROSA.-    (Alcanzándole el poncho.)  Con su ponchillo de vicuña, va a quedar más paquete.

ÑO DAMASIO.-   (A ROSA.)  Y vos, una florsita morada de los macachines, de ésas que se escuenden entre el pastisal, media agriesita, pero sabrosa.

MARTÍN.-   (Entusiasmado.)  ¡Deme de esa flor un gajo!

ÑO DAMASIO.-   (Riendo.)  Cortá si podés; pero ¡cuidao! no te vas a ensartar en las espinas de esta penca...  (Señalando a la VIEJA, con el rebenque que ésta acaba de alcanzarle.) 

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SILVESTRE.-    (Riendo.)  ¡Viejo más taura y cosquilloso!...

ÑO DAMASIO.-    (Haciendo una figura como si bailara el pericón.)  ¿Viejo?... ¡Sacale la hilacha!... ¡Si tuavía da juego este yesquerito!... Güeno; el que tenga caballo más manso, cargue con esas maletas;  (señalando a las HIJAS porque a mi vieja no se la confío ni a Cristo.

SILVESTRE.-    (Adelantándose hacia las MUCHACHAS.)  ¡El mío!

MARTÍN.-  ¡El mío es de anca!

EZEQUIEL.-  ¡El mío es más mansito!

MAURO.-  ¡Conmigo, patronsita!

ÑO DAMASIO.-  No se amontonen como gaviotas en la carniada.  (Los separa del lado de las MUCHACHAS.)  Si no alcansa pa todos, hagan como las cabras cuando tienen tres cabritos: ¡Mientras dos están mamando... se lambe el otro el hosico!...

SILVESTRE.-  Lucía: mi pangaré le está destinao.

MARTÍN.-  Y mi escuro, Rosita.

ÑO DAMASIO.-  Y mi petiso viejo, ña Trifona.  (Se dirige a donde están los caballos y las alzan en ancas.) 

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ÑO DAMASIO.-    (Al PEONCITO.)  Che charabón, tené cuidao del rancho.

CHARABÓN.-    (Aparte.)  ¡Eso es! Ellos de baile y yo enserrao como borrego en el chiquero... ¡Pero algún queso de la vieja ña Trifona va pagar el pato!  (Riendo.) 

ÑO DAMASIO.-   (Saliendo con la VIEJA en ancas.)  Que suenen esas vigüelas.

SILVESTRE.-    (Con LUCÍA, poniéndose al frente para marchar.)  ¡Abranlé cancha a este... pavo. Que lleva la Flor del Pago!

 

(Se alejan cantando la huella.)

 



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ArribaAbajo- VI -

El bailecito


 

Interior de rancho, puerta al fondo, a la derecha grupo de GUITARREROS, a la izquierda GAUCHOS BAILARINES conversando con PEÑALVA, el dueño de casa y el bastonero, ÑO DAMASIO; a un lado, mujeres. De noche.

 

Escena I

ÑO DAMASIO.-  ¿Ya están templadas las guitarras, muchachos?

GUITARREROS.-  ¡Cómo pa un triunfo, ño Damasio!

ÑO DAMASIO.-  Güeno; entonces comensaremos por un gato, si les parese.

MAURO.-  Como guste, viejo.

SILVESTRE.-  Mande nomás, bastonero.

ÑO DAMASIO.-  Vos, Silvestre, ma ver como te portás pa el escobillao; y aura la mosa... es un compromiso entre tanto clavel. Mirá, elegila vos; es mejor.

  —68→  

SILVESTRE.-  ¿Me acompaña, Lucía?

LUCÍA.-  ¿Y si me pierdo?... Mire que no soy muy baquiana.

ÑO DAMASIO.-  Si te perdís... yo te viá chiflar pa que caigás a la güeya; pero vas bien acompañada; no tengas cuidao.

JUANCITO.-    (Poniéndose delante del BASTONERO para que le designe compañera.)  ¡A mí bastonero!

ÑO DAMASIO.-    (Riendo.)  Retirá el cuero de la puerta; sos muy tiernito pa estos calores, y a las muchachas no les gusta el tapichí; ¡hasete a un lao, vacaray!

MAURO.-  ¿Quiere que saque a Rosita?

ÑO DAMASIO.-  Pero no te vas a arrimar mucho a los... palos como lechera al maisal.

GUITARREROS.-

  (Tocan el gato y cantan mientras las parejas bailan.) 

Esa mosa que baila
merese un beso,
y el que baila con ella...
que lamba un güeso.

ÑO DAMASIO.-    (Riendo.)  ¡Pa qué oreja será esa florsita de cardo!...

GUITARREROS.-

  (Cantan el estribillo.) 

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Vuela la infeliz madre
vuela la inferior,
que se la lleva el gato,
el gato rabón.



Escena II

 

Aparece CALANDRIA en la puerta del fondo y le grita a SILVESTRE que baila con LUCÍA, su novia.

 

CALANDRIA.-  ¡Deme un barato, aparsero!

TODOS.-  ¡¡¡Calandria!!!

CALANDRIA.-  Saludo a la reunión.  (A LUCÍA, apretándole la mano con pasión.)  ¡Mi vida!

LUCÍA.-  ¡Servando!

CALANDRIA.-    (A los GUITARREROS.)  Siga la música, que el gato no ha terminao y mi aparsero Silvestre me ha sedido esta linda compañera.

PEÑALVA.-  Que siga la música.

GUITARREROS.-

 (Tocan y cantan:) 

Las muchachas bonitas
son perseguidas,
como la asucarera
—70→
por las hormigas.
Vuela la perdís madre
vuela la perdís,
que se la lleva el gato
el gato; mis, mis.
Que vení, vení, vení,
baticopa chirindí.

PEÑALVA.-  Aura viene la relasión.

 

(Las parejas dan una vuelta y se paran en rueda frente a los GUITARREROS para decir la relación.)

 
MAURO.-
Yo te quisiera querer
pero sofreno mi pingo,
al pensar que otro dichoso
tal vez gose tu cariño.

ROSA.-
Al ñudo andás gambetiando
como avestrús charabón;
si no te quiero nadita,
¿a qué me contás tu amor?

MAURO.-  ¡Amarga, la china!

ÑO DAMASIO.-   (Riendo.)  Che, Mauro, rascate y volvé por el güelto...

PEÑALVA.-  A ver ese pico, cumpa Calandria.

CALANDRIA.-

  (A LUCÍA.) 

No pensés que por no verte
mi amor se ha desvanesido;
—71→
yo soy un gaucho constante,
y cuando quiero no olvido.

SILVESTRE.-  ¡Ah, criollo! ¡Si es como ñudo en la pata!

MAURO.-  Aguardate que la morocha es medio ladina.

LUCÍA.-
Aunque la ausencia te aparte
y me enlute el corazón,
podré morir por no verte,
pero olvidarte, ¡eso no!...

PEÑALVA.-  ¡Hija de tigre hade ser, manchada!... Veanló al bastonero, cómo le rejusilan los ojitos de alegría.

ÑO DAMASIO.-  Ansina me gustan las chinas; querendonas hasta la muerte. ¡De éstas dentran poquitas en libra, amigaso!

SILVESTRE.-  Se la merece aparsero.

CALANDRIA.-  ¡Pobresita! Bastantes lágrimas le cuesta este desgrasiao amor.

PEÑALVA.-  ¿Y díande sale, cumpa? ¿Sabe que créibamos que se lo había tragao la tierra? ¡Se corrían malas mentas de usté!...

SILVESTRE.-  Si hasta anotisiaron las gasetas que se había augao al bandiar el Uruguay.

  —72→  

CALANDRIA.-  Es verdá. Cuando me reserté del batallón provinsial, disparé en un matungo y los soldaos, que iban muy bien montaos, me alcansaron en la costa y tuve que disparar de a pie por entre un sarandisal; ¡y me meniaron bala de serquita, los locos!

PEÑALVA.-  ¿Y lo hirieron, no?...

CALANDRIA.-  Sí; aquí en la paleta; pero sangullendo como nutria, pude ganar la isla, y aí unos carboneros me tuvieron escondido hasta que una lancha me pasó a la costa Oriental.

ÑO DAMASIO.-    (Riendo.)  Por eso sería que te creyeron dijunto; como te vieron coloriar el lomo...

CALANDRIA.-  Pero cosa mala nunca muere;  (sonriendo)  y me les escapé otra ves, y hasta que pueda meniar las tabas les via dar que hacer... Pero que por mí no se afiambre la diversión, porque si estorbo also el vuelo pa... otra rama.

VARIOS.-  ¡Qué esperanza, amigo!

PEÑALVA.-  Siga la música.

CALANDRIA.-  Además, la polesía ni malisea que ando por aquí -ya creo que me ha olvidao- y por eso vengo a empesar la jugada.

ÑO DAMASIO.-   (Con aire receloso.)  ¡No es güeno descuidarse, que las carga el diablo!

  —73→  

PEÑALVA.-  Che, Juansito, montá y ponete a bombiar por el lao de la picada del Tala, y en cuanto sintás rumor, pegá la güelta a media rienda.

JUANCITO.-  ¡Cómo no patrón!  (Se va.) 

CALANDRIA.-    (A los GUITARREROS.) ¡A ver si gime esa prima y si llora esa bordona!

ÑO DAMASIO.-  ¿Un periconsito o un sielo, muchachos?...

SILVESTRE.-  ¡No, no; que cante la Flor del Pago!

MAURO.-  Sí; que cante la güena mosa.

VARIOS.-  ¡Que cante, que cante!...

CALANDRIA.-    (Ofreciéndole una guitarra.)  No se haga de rogar, mi prenda; yo también se lo pido. Mire que traigo hambre de oír sus dulses asentos.

LUCÍA.-

Ya que usté lo desea...  (Se sienta al medio, acompañada de los GUITARREROS y canta un triste.) 

Yo soy la blanca paloma
que en el cardal de la loma
canta con tristes asentos,
penas que llevan los vientos;
yo soy la blanca paloma.

  —74→  

SILVESTRE.-  ¡Ah, chinita! ¡De qué pago será criolla!

LUCÍA.-
Soy la florsita olvidada
que tapisa la cañada
en las mañanas de estío;
la que abate el viento frío;
soy la florsita olvidada.
Soy la gota de rosío
que llora el sause sombrío
en las lagunas serenas;
la que muere en sus arenas;
soy la gota de rosío.

PEÑALVA.-  ¡Y llora lindaso!...

LUCÍA.-
Soy la doliente plegaria.
Que en la noche solitaria
se alsa en los cañaverales;
la que gime en los juncales;
soy la doliente plegaria.

MAURO.-  ¡Oiganlé cómo se queja!

LUCÍA.-
Soy el eco del quebranto,
la vos anegada en llanto
del cantar entristecido;
de la guitarra el gemido;
soy el eco del quebranto.
Soy la estrella que ilumina
de la tapera la ruina;
—75→
soy el rumor que en las hojas
cuenta las hondas congojas;
soy la estrella que ilumina.

ÑO DAMASIO.-  ¡Si no vale nadita, la montielera!

LUCÍA.-
Soy la ilusión, soy la vida,
la dulce prenda querida
del errante payador;
la que comprende su amor;
soy la ilusión, soy la vida!...

CALANDRIA.-  Gracias, Lucía, ¡qué felís me has hecho con tu triste! ¡Siento como si un rosío del sielo me hubiera refrescado el corazón!

SILVESTRE.-  Hay que contestar al envite, aparsero.

ÑO DAMASIO.-  Sí; que no se diga que esa Calandria ya no trina.

CALANDRIA.-

  (Señalando a LUCÍA con pasión.)  Por ella ¡la vida entera!...  (Se sienta, rasguea la guitarra y canta unas trovas.) 

Cuando en la noche callada,
a solas con mi amargura
atravieso la espesura
y el pajal de la cañada,
sobre la verde lomada
de las barrancas del río,
como un vapor de rosío,
—76→
que duerme en los trebolares,
murmurando tus cantares
se alsa una sombra, bien mío.

ÑO DAMASIO.-  Amor con amor se paga.

CALANDRIA.-
Un rumor estremesido
del achiral se levanta
y entre los seibales canta
el boyero junto al nido.
Lansa la sombra un gemido
al alejarse llorando,
mientras la aurora borrando
va las negruras del sielo,
y mi dolor sin consuelo
¡doy al viento sollosando!...

SILVESTRE.-  ¡Se está portando, aparsero!

CALANDRIA.-
Brilla el sol resplandesiente
desde el bajo a la cuchilla,
y chispea en la gramilla
una llamarada ardiente.
Inclino triste la frente
contemplando la llanura,
porque miro allá, en la altura,
de tu rancho la totora,
y una torcasa que llora
cantando su desventura.
Al arroyito de plata
que conserva entre su arena
las huellas de mi morena
y en sus aguas la retrata,
—77→
del juncal a cada mata,
y al camalotal florido,
bajo a confiar dolorido,
de mi vida la tristesa;
¡y del monte a la malesa
vuelve el gaucho perseguido!...

 

(Todos aplauden palmoteando; las mujeres felicitan a LUCÍA, cuando de pronto se abre la puerta del fondo y aparece JUANCITO que grita muy alarmado a CALANDRIA.)

 

JUANCITO.-  ¡Por la picada he sentido gente; venían al tranquito como pa sorprenderlo!

PEÑALVA.-  Dispare, cumpa; no se comprometa.

SILVESTRE.-  ¡El monte está serquita y con esta noche ni el bulto le van a ver!

CALANDRIA.-  Si ando ganoso de hacerles una entradita pa verles la cara.  (Riendo.) 

ÑO DAMASIO.-  ¡Por mi hija, te lo pido! ¡Dispará!

LUCÍA.-   (Le toma las manos suplicante.)  ¡Servando! ¡Yo quiero que vivás!...

CALANDRIA.-  Te obedesco, mi prenda; ¡adiós! Hasta muy pronto, compañeros.  (Sale corriendo; a los pocos instantes se escucha adentro su voz de burla provocativa, que grita a los SOLDADOS.) 

  —78→  

¡¡Aquí está Calandria!! ¡¡No se asusten, maulas!!...

 

(Se siente ruido de sables que se chocan peleando y luego la voz del COMISARIO que grita: «¡Prendanló!, ¡prendanló! ¡Por aquí va! ¡Alcansenló!». Suena un tiro.)

 

SILVESTRE.-    (Saca el facón y corre, diciendo.)  Yo no dejo que achuren a mi aparsero.

 

(Se oye la voz de CALANDRIA que se aleja burlando a la partida: «¡Qué van a alcansarme, sotretas!». Se golpea en la boca y se va.)

 
 

(Los GAUCHOS y las CHINAS salen precipitadamente por la puerta del fondo y lateral.)

 

Partitura




  —79→  

ArribaAbajo- VII -

La burla


 

Delante del rancho donde tuvo lugar el bailecito, las MUJERES y PAISANOS comentan el incidente; a la izquierda, en el fondo, SILVESTRE y MAURO, tendidos en el suelo, están escuchando los rumores del campo. LUCÍA llora rodeada por las mujeres, y ÑO DAMASIO la consuela. Paisaje nocturno con poca luz.

 

Escena I

ÑO DAMASIO.-  No estés lloriqueando, chinita; si no le hade pasar nada... ¿Qué has bichao, Silvestre?...

SILVESTRE.-  ¡Nada!... Pero callensé, que por el arroyito, están gritando los teros: si no es una comadreja que les anda ronsiando el nido, a la fija son cristianos.

MAURO.-    (Con aire receloso.)  ¡O la lus mala!... Fijate en ese jueguito colorao que se arrastra por el pasto...

SILVESTRE.-    (Riendo.)  ¡No seas bagual! ¡Si es uno que viene pitando!

ÑO DAMASIO.-   (Riendo.)  ¿No viste la escupida?...

  —80→  

SILVESTRE.-  Ya me soltó un pial, ño Damasio.

MAURO.-    (Con admiración.)  ¡Si había sido el comisario!

ÑO DAMASIO.-  ¿Cuál? ¿Ese virgüeliento grandote, con la cabesa como nido de cotorra?

SILVESTRE.-  El mesmo, Masacote; y viene serquita.

ÑO DAMASIO.-    (Riendo.)  Metansé los ponchos, muchachos, que el aguacero va chusiar juerte.



Escena II

 

Llega MAZACOTE, tipo de comisario compadrón, de gran melena crespa y rubia tirando a colorada, con muchas picaduras de viruela; viste bombacha, bota de charol y chambergo descansando a un lado sobre la oreja; habla a gritos, echándola de bravucón.

 

MAZACOTE.-    (A un SOLDADO que entra por la derecha.)  ¿No lo alcansaron, cabo?...

CABO.-  ¡Qué esperansas! Si iba en un flete como lus, y en cuanto dentró al espinillal, ya era al ñudo perseguirlo: si no se vían ni las manos.

MAZACOTE.-  ¡Bandido!... ¡Te me has escapao raspando!

  —81→  

ÑO DAMASIO.-    (Aparte sonriendo.)  ¡Miá qué uña pa pelar mondongos!

MAZACOTE.-    (A PEÑALVA.)  Y usté, ¿por qué no dio aviso a la autoridá que ese canalla andaba por aquí?

PEÑALVA.-    (Con altivez.)  ¡Yo no soy relator, ni bombero suyo!

MAZACOTE.-  ¡Porque tenés cuatro riales andás muy orgulloso, no! Pero yo sé bajar el cogote a los altaneros; y otro día que querás estar de farra, no te olvidés de pedir permiso. ¡Y ustedes, cuidadito con la chupandina si no quieren ir a dormir la mona en el sepo!...  (Se da vuelta sin saludar y dirigiéndose a los SOLDADOS les dice:)  ¡Vamos!

MAURO.-    (Sonriendo.)  ¡Pero qué humos echa esa leña!

SILVESTRE.-  ¡Lo que es parada y lengua, no le escasea!

ÑO DAMASIO.-  ¡Y más gritón que chimango en la osamenta!...

PEÑALVA.-  Siento, amigos, que mi fiesta haiga terminado tan fieramente; pero en cuanto me dé lisensia ese... taita, los via convidar con una vaquillona con cuero, pericón y mate amargo!...

ÑO DAMASIO.-    (Despidiéndose.)  Güeno; entonces, cada chancho a su estaca.

MAURO.-

  (Canta en la guitarra por despedida:) 

Viva el paisano rumboso,
—82→
Y vivan las lindas criollas;

 (Riendo.) 

      Y abajo ño Masacote
¡que no se paina la porra!...

 

(Se sienten gritos de burla de CALANDRIA que viene huyendo a media rienda; llega hasta el grupo, saluda con la mano cariñosamente a sus amigos y a LUCÍA, y vuelve a huir burlando al SOLDADO que lo sigue de lejos taloneando un mancarrón reyuno.)