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ArribaAbajo¡Invocación!



    Trágicas musas mías, Euménides rugientes
que enloqueció la Vida con su indecible horror,
llenad las almas todas de fiebres insurgentes,
¡Verted, verted la roja ponzoña del rencor!

   ¡Irritad, irritad los nervios de las gentes
que pudren en el ocio, que aplasta la labor!
¡Envenenad la sangre de todos los conscientes!
¡Verted, verted la roja ponzoña del rencor!

   Puesto que a la Natura haceros mías plugo
lograd que los sumisos deshielen su sopor,
dad fuerzas al esclavo para trozar su yugo,

   Haced de cada paria su propio redentor;
y para que en el Orbe no quede ni un verdugo
¡Verted, verted la roja ponzoña del rencor!




ArribaAbajoA un Precursor

A ALMAFUERTE, PAMPERO DE LA LÍRICA CONTINENTAL.



    Non curarti se molti gridano il nome tuo, e non t'intendono, o fratello;
   Io non grido il tuo nome, ma t'intendo:
   Io ti noto con gioia per salutarti e per salutare quelli che sono con te, prima e dopo che tu fosti, e quelli che verranno:
   Poiché noi lavoriamo insieme per trasmettere il medesimo compito e l'eredità medesima,
   Noi, pochi, eguali, non curanti di regioni, no curanti di tempi,
   Noi, compassionevoli, intendenti, vincolo fra gli nomini.
   Udiamo il chiasso e il vocio, siamo attaccati da tutte le divisioni, recriminazione e gelosie, d'ogni lato,
   Pur avanziamo franchi, liberi sopra la terra intera, su e giù, finchè avremo segnata la nostra orma indelebile sul tempo e le diverse ere;
   Finchè avremo saturato di noi il tempo e le ere; sicché gli uomini e le donne di tutte le razze e delle età avvenire, diventino amanti e fratelli come noi siamo.


WALT WHITMAN, Canti Scelti; A colui che fu crocifisso.                





ArribaAbajoA un precursor


    Chimborazo tronador
del numen continental,
cráter inmenso, fanal
de brillo enceguecedor,
¿por qué tu vasto clamor
no atruena la inmensidad?
¿La super Humanidad
bien no vale un cataclismo?
¡Si eres la voz del Abismo
anuncia la tempestad!

   ¡Ah! Si en tu enorme cantar
aunando los elementos
aullaras como los vientos,
gimieras como el pinar
si supieras remedar
en tu cósmico cordaje
la grandiosa vibración
de la selva y del oleaje,
el ronco fragor salvaje
de la mar y el aquilón.

   Tu canto no es wagneriano
maguer sus magnos tesoros;
no hay dúos, tríos ni coros
en tu clamor sobrehumano.
Eres el bardo pampeano
lleno de un vago humanismo,
cultor del misoneísmo;
y si por la Chusma, penas,
crees trozar sus cadenas
con opio de misticismo!..

   Tú traes de un mundo muerto
el perturbante sahumerio;
utopías del misterio
que halagan al más despierto.
pontífice de lo incierto,
de lo dudoso y lejano,
de lo eternamente arcano,
de lo que nunca sabrás,
vives mirando hacia atrás
ajeno al trajín humano.

   ¿Recuerdas, oh solitario,
majestuoso soñador,
el indecible fervor
con que acudí a tu Calvario?
¿Cómo iba de ofrendario
mi nómade corazón
en busca de inspiración
de arte augusto y de Ideal?
¿Recuerdas, bardo genial,
mi emoción y tu emoción?

   Augustas noches aquellas
en la ciudad desolada
en que iba a las estrellas
la unánime llamarada
de nuestra fiebre sagrada.
Coloquios de poesía,
juegos de la fantasía,
arte de hacerse mejor,
¡oh mágica epifanía
de mi adolescencia en flor!

   (Cuando andaba tu nación
-Mesalina callejera-
manoseada por cualquiera
villano rufián o histrión,
estalló tu indignación
como cráter torrencial
contra la pestilencial
putrefacción de la altura:
y aún tu yambo perdura
como los de Juvenal).

   Nos conmueve la belleza
de tu arduo individualismo;
tu Niágara de idealismo,
tu austeridad, tu nobleza;
celebramos la grandeza
de tu vivir solitario,
el prometeano Calvario
en que tu orgullo se inmola,
¡y te ceñimos la aureola
del prócer y del beluario!

   Tú eres mi precursor:
eres plegaria, blasfemia,
unción, delirio, hiperemia,
Soberbia, piedad, dolor,
con redobles de tambor
fluye tu sangre arterial;
te imaginas sin igual,
apóstol de toda gente;
lapidario, iridescente,
volcánico y zodiacal.

   No has podido inocular
como una potente savia
el extracto de tu rabia
en la linfa popular;
ni has sabido soñar
en tus horas de utopía
una era de armonía
en que réprobos y electos
serían los predilectos
de la futura Icaría.

   Tu Musa es hiedra que oprime
el tronco del Ascetismo;
hiedra de borde de abismo,
inaccesible, sublime.
En vano jadea y gime
por ascender a la cumbre
sin alcanzar la vislumbre
de la ilusión que la inmola;
¿qué haría, mórbida y sola
lejos de la muchedumbre?

    Sueles sufrir la obsesión
del dolor y el hambre ajena;
tu alma es un alma llena
de piedad y compasión,
por ello tu inspiración
a veces ruge enconada
contra la infame majada
que recogida en el ocio
sólo piensa en el negocio
de folgar y no hacer nada.

   Tú pones de manifiesto
las llagas y los errores,
las vilezas, los horrores
de nuestro tiempo inhonesto.
tienes el arte y el gesto
de exponer y concretar,
y el genio de fulminar;
ignoras las soluciones
de las modernas «cuestiones»:
tú admiras, ¡yo hago temblar!

   Tu Musa en parte es cristiana,
ascética y retraída;
mira con asco la Vida,
sin fe, sin amor, sin gana.
La mía es libre y humana
solidaria fraternal,
y subjetiva y mundial,
por la Ciencia redimida,
rebelde tiranicida,
compleja y emocional.

   En ti palpita algo inmenso
como la luz sideral,
mirra en flor, beato incienso,
armónium de catedral.
Mas, te hechiza lo ancestral;
por la fe transfigurada
tu inspiración retrograda
al establo de Belén;
la absurda Hierusalén
te atrae, como una amada.

   Tu Verbo truena y retumba,
el mío relampaguea;
monocorde el tuyo zumba
cual colmenar de la Idea.
Tu tardo numen procrea
cosas que hacen sonar.
Mi Verbo es aurisolar
como el padre de los Orbes;
absorbe lo que tú absorbes,
y sabe profetizar!

   Yo soy el bronce augural
de retumbante badajo,
que anuncia el alba triunfal
de las greyes del Trabajo.
Campana de germinal,
verbo de las redenciones,
cuyos formidables sones
en arrebato, de guerra
atruenan, la sorda Tierra,
despertando corazones.

   Cuyos ecos como obuses,
redimen a los galeotos,
a los ingentes e ignotos
arrastradores de cruces;
para que gocen las luces
que ennoblecen la existencia,
y perezca la inconsciencia
madre de la esclavitud,
y sea honor y virtud
la irreligión de la Ciencia.

   En medio de la metralla
del cuotidiano guerrear
¿qué supistes predicar
a la trágica canalla
que sufre, labora y calla?
Te soñaste defensor,
mesiánico redentor
de la excomulgada Casta:
¡Ni fuistes iconoclasta
ni fuistes reformador!

   ¿Hasle arrancado la venda
de alguna superstición?
¿Le has dado alguna lección
sapiente para que aprenda?
¿En qué ha variado su senda
desde que escucha tus cantos?
Tú le hablas de sus quebrantos,
jamás de su redención.
A veces tu inspiración
es Réquiem de campos santos!

   ¿Y hemos de seguir así,
como los parias de antaño
sin que ningún zahorí
augure el feliz buen año?
Que nadie se llame a engaño
ni a regalada quietud;
la soberana virtud
es toda cooperación;
hay que hacer del corazón
tabla redonda y laúd.

   Ya, los réprobos no van
a prosternarse en los templos;
anhelan otros ejemplos,
dejan a Cristo por Pan.
Ormuz destierra a Arimán
de la tradición famílica;
el alma se vuelve idílica
lo propio que el corazón.
La Natura es la basílica
de toda Humanización.

   Mas, el Pueblo ha menester
iluminar su ignorancia;
ser todo perseverancia
para al fin llegar a ser.
Conciencia, audacia, saber,
y heroica impetuosidad.
La humana prosperidad
es mujer, ama a los bravos;
¡mientras existan esclavos
nadie tendrá Libertad!

   Yo no predico el sermón
de la fe ni del sosiego,
ni enseño el cobarde juego
que llaman resignación.
Proclamo la libre unión,
la «buena nueva» ascendente
entre la perduta gente
de cada Infierno social.
Si mi canto es infernal
también lo es el presente.

   Canto de clase marcial
que combate por la Vida,
himno de casta aguerrida,
solemne salmo coral;
alarido universal,
marea de antiguas penas,
explosiones de cadenas
que van subiendo, subiendo,
en tempestuoso crescende
como el mar por sus arenas!
 

 Envío 


   Por el amor de la Tierra
abrazaos como hermanos
¡Oh siervos de los tiranos!
¡Oh víctimas de la guerra!
Por el amor de la Tierra,
del sol, de la libertad,
del saber, de la equidad,
¡Alegrad con vuestros cantos
los mundiales campos santos
de la vieja Humanidad!

   ¡Atreveos! ¡Atreveos!
Formad los nuevos Zodiacos
¡Oh plebeyos Espartacos!
¡Harapientos Prometeos!
Ecce-homos: ¡atreveos!
Clamad, rugid, aprestaos,
relampaguead, rebelaos,
a sangre y fuego imponeos.
Ante el rojo perihelio
os anuncio mi Evangelio:
¡Miserables, atreveos!




ArribaAbajoOda a las dos Subjetivas

A LA AURISOLAR SOROR

Tu, o femminilità divina, signora e sorgente di tutte le cose, d'onde scaturiscono vita e amore, e qualsiasi cosa che porta seco l'amore e la vita.


W. WHITMAN, Il canto dell'albero dei legno rosso.                




    Dos huríes más bellas que las más bellas ánforas,
dos nupciales querubes vibrantes como arpas.
-blondas como las llamas de los cirios pascuales,
como los cirios, blancas-,
sonríen en la tienda nómade del Ensueño
donde el moderno Job cura sus viejas llagas.

   La tentadora Cipris y la celeste Lumen,
la Beatriz eterna, la eterna Lindaraja
gloriosas le sonríen:
dos huríes más bellas que las más bellas ánforas.

   Sus sonrisas alegran la soledad mortuoria
como los soles dobles, que en lo infinito pasan.
A su luz el desierto florece sus mirajes,
el interior desierto que nunca, nunca acaba,
más vasto y asfixiante que todos los desiertos
por donde van los pueblos en luengas caravanas.

   La tentadora Cipris y la celeste Lumen
gloriosas le sonríen;
la una con sus labios, la otra con su alma:
dos huríes más bellas que las más bellas ánforas.

   Y el ululante aeda,
el formidable paria,
que audaz interlocuta con la Ananké que
las Potencias Arcanas;
que extrae de las cosas los míticos sentidos,
e intuye el gran secreto de la universa Maia;
el lívido leproso de Verbo que remeda
la voz del Aquilón sobre las marejadas;
cuya lírica evoca
el fragor de los cráteres y de las cataratas;
el rapsoda augural «devorador de hambres
y bebedor de sed», cual todos los «schandalas»,
a las dos Subjetivas que le sonríen, canta:


ArribaAbajoLa terrestre Cipris



    ¡Oh! ¡Venus de Anacreonte de Epicuro y Boabdil!
Palmera de suaves dátiles en el desierto olvidada
que guardas, en blando estuche,
el inmortal vellocino del Deleite y del Nirvana;
con ser tú la más amable de las terrestres deidades
Tu reino no es de este Mundo, de este Mundo que es tu patria.

   En vano dicen que animas, moléculas y Universos,
en vano sensibilizas y coloras la substancia;
tú, no imperas en el Orbe, no alegras los corazones:
los tristes hombres te ignoran, te ignoran las tristes Razas.

   En vano brindas tus frutos a las viles muchedumbres,
en vano entreabres tus brazos a la canalla que pasa,
en vano aromas el ámbar nupcial de tu cabellera
y purificas tu cuerpo en ablución cuotidiana.

   ¡Oh! Cipris dio pies veloces que Pan atrapó en la selva
y a quién Silvano ofrendara sus caramillos de caña;
Cipris de gesto halagüeño para los férvidos faunos
y los garridos efebos y los majestuosos Atridas!
¡Oh Cipris, conquistadora de insignes conquistadores,
musa de las poetizas, diosa de las cortesanas,
errante en la lejanía fabulosa de la Arcadia,
cabe las islas de Jonia, los cármenes medioevales
de la florida Granada,
los serrallos del Oriente y los oasis de Arabia!

   ¡Cipris, tornada del fondo luctuoso del ostracismo,
Cipris sin nobles cortejos de hieródulas sagradas;
no ya ostentando la augusta desnudez de la apoteosis
sino vestida de sedas, con corsé, y hasta enguantada!

   ¡Cipris, cubierta la testa con un bizarro penacho!
¡Cipris, ornada de joyas como una hetaira bárbara!
¡Cipris, velando la olímpica magnolia de su semblante!
¡Cipris, teñida y con dote, casamentera... y cristiana!...

   ¡Tú, convertida en la Clara que amó el seráfico Asís,
la Clara del Florilegio, mimosa ardiente y beata:
en la felina Lucrecia que alió la sangre de Cristo
con las mieles del Himeto y el falerno de Campania!

    Tal eras, brasa votiva de místicos incensarios,
maravillosa custodia de doble lente vedada,
más ígnea que los rubíes de incandescentes reflejos
que acribillaban el sol que hace prosternar las almas.

   Tal eres, en lo objetivo nauseante de nuestro tiempo,
en las variedades múltiples de la vida cuotidiana,
en el hogar, en la calle,
en los lechos, en las aras,
en las telas y poemas, los mármoles y pentagramas.

   ¡Tal eras y eres aún, para los «civilizados»
y preclaros pieles blancas,
que llevan, como un oprobio, los atributos viriles,
y la espantosa ignominia de amar... como todos aman!...

   Tal eres tú, ¡Venas Victrix! cúpula de las especies,
prodigio de la Natura, obra maestra pagana,
apenas si comprendida
en los heroicos Infiernos de raros Decamerones,
y en las tórridas antípodas donde supuran mis llagas.

   Favorita de los dioses, por los dioses redimida...,
liberta la más paciente entre las fieras humanas,
los atavíos no igualan tu desnudez sacrosanta,
Ni las prisioneras cebras de tus golosas pupilas,
ni la expresión pigmaliónica de tu boca ensangrentada,
ni los rosados pompones de tus muelles pectorales,
ni la adorable molicie de tus flancos de sultana;
¡Oh Cipris tangible y mía!
¡Domus aurea desolada!




ArribaAbajoLa celeste Lumen



    Lumen, celeste Lumen,
Encarnación perfecta de la intuición innata:
noble porfirogénita de brujas y sibilas,
heredera exquisita de vestales y magas:
de todas las «posesas» que fueron ascendiendo
-por la infelice escala
del hórrido Ascetismo-
a los radiosos éxtasis, a la inasible gracia».
De cuantas retorcieron
sus míseras entrañas,
para extraer de ellas el virus demoníaco,
la postrimer partícula de su fecunda savia:
esponjas fosforentes
del congelado acuario de la «virtud» cristiana.

   Lumen, celeste Lumen,
virgen omnisidérea
en quien el sexo adquiere idealidad de estatua.
Cofre de cinamomo lleno, de esencias finas,
capaz de perfumar la podre de mil llagas;
columna luminosa
que orientas en la noche la errante caravana.
Ornato de los pórticos, madona de los claustros,
Temis de los pretorios, egida de las plazas;
musa del ocio noble y la gentil sapiencia
privilegio de eupátridas:
orgullo de los Cínicos, gesto de los Estoicos,
brisa de la Academia, «ironía Socrática».
De las Mil y Una Noches austeras de la Ciencia
radioanímica lámpara.

   Espíritu volátil que todo lo penetras,
ritmo relampagueante, neurona inexplorada,
que creas las sublimes corrientes intuitivas,
los géisseres geniales de altísima ideocracia.

   Flora, carbón, diamante, polvo, calor y lumbre,
lumbre, calor y flora, incombustible brasa,
que alumbras, a tu hora, ya lenta o de improviso,
las grandes vocaciones y las empresas magnas.

   Madreperla de imágenes, joyel de, inspiraciones
que duplicas el Kosmos, forjas el Superhombre,
y en la mundial barbarie instituyes la Acracia.

   Tal me apareces tú
a la diestra del alma;
coronadas de insomnio, las lunáticas sienes,
con la banda del Iris al pecho atravesada,
en la actitud de aquella que sabe y que confía,
y la sonda del Genio en todas las miradas.

   Tal como te soñaron los antiguos videntes,
-Budas y Zoroastros
de nuestra estirpe aria-;
en las noches azules en que la altura ríe,
las selvas fosforecen de fúlgidos insectos,
los ríos asordinan el fluir de sus aguas,
y en los silentes valles los ecos se adormecen
junto a las fatigadas y mudas caravanas.

   Tal como te soñaron los líricos Orfeos
en las albas doradas,
en que la Tierra entreabre los labios de sus flores,
y una emoción augusta hacia la luz nos alza.

   Lumen, celeste Lumen, ¡oh, cuán bella es tu frente!
Tu frente, más sublime
que los horizontes de las montañas.
Lírica y anchurosa
ascensional y pálida:
blancura boreal y sensitiva
tersura floreal y aristocrática.

   ¡Bien haya el alto pórtico del templo de los templos,
blasón inaugural de la sapiente heráldica,
escudo de los nuevos torneos humanistas,
pantalla de Aladino de las modernas lámparas!

   ¡Como la media luna para los musulmanes,
como la cruz del Gólgota para la fe cristiana,
es para mí, tu frente, de zodiacal blancura,
insignia de idealismo, lábaro de entusiasmo,
flor de perseverancia!

   Almohadón de las ínclitas quimeras,
de las tremendas pesadillas, lápida;
lírica y anchurosa
ascensional y pálida:
de la nave intangible de tu cuerpo,
insignia capitana!

   Grácil como Selene.
Como Selene clara,
cruzas sobre los locos vaivenes de mis horas,
sobre los torbellinos anárquicos del alma,
-grácil como Selene
como Selene clara-
sobre los horizontes sombríos de la Tierra,
sobre las pantomimas sin fin de los homúnculos,
y los hirvientes mares que encrespan las borrascas.

   ¡Oh voluptuosa Cipris! ¡Lumen paradisial!
No me digáis: «¡Elige, decídete, separa!».
Jamás me susurréis:
¿A quién de Nos más amas?...

   Predilectas y únicas
-tú, sol de mis sensorios, tú, luna de mi ánima-
las dos me sois vitales,
inseparables ambas.

   ¿Quién pudiera fundiros
en una sola estatua,
sensitiva y parlante
jovial y sobrehumana?

   ¡Yo os glorifico!
Id por la inmensa Tierra ¡Pasad de raza en raza
con vuestras dos Efigies impresas en el oro
amonedado y regio de mis sonantes cláusulas!

   Reverdeced perennes los altos optimismos,
viveros cerebrales de ubérrima esperanza.
Enseñad a los hombres el juego de la Vida
por y para la Vida, no para sus fantasmas.

   Desterrad de Occidente los últimos fermentos
de la demencia hebraica:
la ilusión del «pecado»,
la «pobreza de espíritu» como suprema «gracia».
Y el craso escepticismo, la ociosidad eunuca
que el Eclesiaste ensalza.

    Sed las Evangelistas del renacer humano
en el triunfal deshielo de la barbarie atávica.
Enseñad el divino arte de la Sonrisa
a los marchitos labios babosos de plegarias.

   ¡Id, transformadlo todo, cread el porvenir,
aunque olvidéis en ello, aquel que os adorara.
Y os consagró su ciencia, su ingenio y sus amores
¡ay! antes que os nacieran vuestras solares alas.