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Volumen 7 - carta nº 386

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Madrid, 3 diciembre 1885

Mi muy querido amigo D. Juan: No entiendo lo que pasa con mis cartas. Hace más de veinte días escribí a Vd. una bastante larga, que, por cálculo prudente, debe de haber llegado ya a sus manos. Yo he recibido todas las de Vd. con las bellísimas traducciones adjuntas, y me ocupo en corregir las pruebas del tomo de sus Poesías, del cual ya van tirados cinco o seis pliegos. La edición sale a mi gusto, y creo que ha de parecerle a Vd. bien. Las notas que irán al final saldrán, si Dios quiere, amenas e instructivas.

Libre ahora Catalina de sus obligaciones de director general, podrá dedicarse con más ahinco y formalidad a los trabajos de su biblioteca, que había tenido un tanto abandonados en esta última temporada.

Aun no he podido ver a su mujer de Vd. Estuve en su casa, pero en ocasión en que había salido. Sólo vi a Carmencita, que me pareció muy crecida y muy guapa.

La muerte del Rey ha producido aquí singular estupor e incertidumbre. Nadie puede adivinar lo que acontecerá. A mi entender, la situación no es tan grave y calamitosa como algunos propalan. La gente está cansada de todo, carece de fanatismos de cualquier especie y no se moverá si le dan paz y orden, de cualquier modo que sea. Supongo que Vd. seguirá ahí mientras le convenga, aunque, por otra parte, todos deseamos verle pronto por acá. Los versos de Whittier son bellísimos: llenos de elevación mística y de fervoroso sentimiento cristiano. Alabo el proyecto que Vd. tiene de recoger en un volumen lo más selecto de la moderna poesía norteamericana o lo más susceptible de imitación en castellano. Pero como la edición del tomo de Poesías, muchas de ellas podrán entrar en él, sin perjuicio de aparecer luego en esa nueva forma, a la cual darán especial interés noticias biográficocríticas de cada uno de los autores, o bien un estudio preliminar sobre el desarrollo, variedades y tendencias de la Poesía en los Estados Unidos.

Puesto que está Vd. en vena de traducir y de hacer versos hermosos, no debe Vd. desperdiciar esta ocasión, sino, antes bien, sacar de ella todo el jugo posible. No deje Vd. de enviarme algunos libros de ahí, especialmente las poesías de Russell Lowell, y aun las de Whittier, así como alguna rareza filosófica o religiosa que en esas tierras se publique. Yo enviaré a Vd., en cambio, las publicaciones de aquí que le interesen.

Los últimos versos de Vd. que he recibido se intitulan Praxíteles y Fryne, y brillan con escultural y mágica belleza. Son un primor de forma.

Nuestros amigos de la Academia se han empeñado en elegir para la plaza vacante a un señor don Eduardo Benot, autor o refundidor de los métodos Ollendorff . Me parece detestable nombramiento. ¿Por qué no elegir a Galdós, que trae consigo una verdadera popularidad literaria y méritos, positivos de narrador?

Mi muy querido D. Juan, celebraré que esta carta tenga mejor suerte que la anterior, y que le lleve a Vd. la expresión del afecto cada día más profundo y agradecido que le profesa su amigo de corazón

M. Menéndez y Pelayo

 

Valera-Menéndez Pelayo, p. 239-240.