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Catálogo de libros árabes existentes en el Cairo en la biblioteca del Khedive

Francisco Codera y Zaidín





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Desde hace algunos años conocía el primer tomo del catálogo de libros árabes existentes en el Cairo en la Biblioteca del Khedive, catálogo comenzado á publicar en el año 1309 de la hégira (1883 de J. C.); así es que al emprender mi viaje á la Argelia y Túnez, llevaba conmigo las notas de los manuscritos árabes españoles descritos en dicho primer tomo, por si me era posible prolongar la expedición hasta el Cairo en los seis meses de que podía disponer.

Posteriormente, varias veces pensé en que se habría publicado la continuación de dicho catálogo, y aun creo haber preguntado á quien pudiera darme noticias concretas, aunque me extrañaba el no verlo anunciado en los catálogos de la librería extranjera, que recibo con frecuencia, hasta que hace poco tiempo, habiendo sabido que se habían publicado hasta seis tomos, pero que no se habían puesto á la venta, escribí á nuestro cónsul general en el Cairo, el Sr. D. Carlos Ortega Morejón, encargándole procurara proporcionar un ejemplar para la biblioteca de la Academia.

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El Sr. Ortega Morejón, como ya manifesté verbalmente á la Academia hace quince días, gestionó con tanta actividad mi encargo, que habiéndole escrito en 14 de Marzo, con fecha 10 de Abril me remitió los cinco tomos, que en su nombre tengo el honor de presentar á la Academia después de estudiados: en su carta acompañaba el Sr. Ortega Morejón copia del despacho que con fecha del día anterior había recibido del señor ministro de Negocios extranjeros, en cuya comunicación se le decía que el ministro de Instruccion pública se apresuraba á remitirle los cinco volúmenes del catálogo, que con mucho gusto ofrecía á la Real Academia de la Historia, añadiendo su Excelencia Alí Pacha Moubarek, que estando agotado el primer volumen de dicho catálogo, se apresurará á remitir un ejemplar en cuanto se haga una nueva edición.

Examinados los cinco tomos del catálogo y hechas las papeletas de todos los libros de autores españoles, me voy á permitir dar cuenta de su contenido, ocupando por algunos momentos la atención de los señores académicos.

En primer lugar, debo advertir que en estos seis tomos se trata solo de los libros árabes existentes en dicha biblioteca, y que se han publicado además otros dos catálogos, uno de los libros turcos y otro de los franceses, aunque no sé si con este nombre se designa solo los libros propiamente franceses: dichos catálogos están impresos en el año 1306 de la hégira, según consta en el tomo V, pág. 103 del catálogo árabe: ambos parecen estar solo en lengua árabe.

La organización de la biblioteca del Khedive, bajo la dirección superior del Dr. Volers, es sin duda muy acertada, y los subalternos no secundan mal tan inteligente dirección; pues en el catálogo figuran notas bibliográficas de libros publicados hasta en el mismo año de la publicación de cada sección, indicándose también, respecto á los autores contemporáneos, si vivían ó no, al imprimirse la descripción bibliográfica de las obras debidas á cada uno de ellos.

La presente edición, comenzada en 1301, me parecía ser la primera, cuando en realidad debe de ser la segunda, ya que en la pág. 164 del tomo VI, encuentro la existencia de otro Catálogo   —475→   anterior, impreso en el año 1290 de la hégira, y un Apéndice publicado en 1292: á continuación figuran multitud de catálogos impresos y manuscritos de bibliotecas de Constantinopla y otros puntos del mundo musulmán, no figurando los de las bibliotecas europeas, probablemente, porque no estando redactados en árabe, figurarán en otros catálogos.

Los fondos disponibles para la adquisición de libros deben de ser cuantiosos, según el número de obras muy recientes que posee la biblioteca; y el cuidado por tener conocimiento de lo publicado debe de ser muy grande, pues hay allí libros muy recientes publicados desde Calcuta á Madrid, figurando catalogados y á disposición del público seis de los siete tomos de la Bibliotheca Arabico-hispana, á pesar de lo poco que se ha anunciado.

En la confección material del catálogo se ha seguido una disposición menos cómoda y clara que en los de Constantinopla, de que dí cuenta á la Academia, y cuyo estudio me fué mucho más fácil, pero menos instructivo: en los de Constantinopla, los datos bibliográficos de título-nombre de autor-fecha de la muerte de éste y de la composición de la obra, figuran en columnas separadas con su correspondiente encasillado, de modo que al buscar autores españoles, no tenía necesidad más que de fijarme en la columna destinada al nombre de los autores, ó al ver en la sección de historia, que un autor era muy moderno, podía prescindir de leer su nombre y el título de la obra, pues no interesaba á mi objeto.

En el catálogo del Cairo la nota bibliográfica está toda seguida, habiendo solo la separación no muy marcada para cada obra pero en cambio la descripción es más detallada ó instructiva, dejando muy poco que desear al más exigente bibliófilo: por regla general, respecto á cada obra, constan los datos siguientes: título, -nombre del autor, -año de nacimiento y muerte, -fecha de la composición del libro, -propósito del autor y primeras palabras después de la invocación de Alá, -división de la obra, -fecha y carácter de la copia con el nombre del copista, y fecha en que terminó la copia, si constan en ella estos datos, y por fin, número de hojas del volumen: si la obra está impresa, se indica   —476→   el lugar y fecha de la impresión y nombre del editor, que si es europeo, cuesta trabajo reconocer en la transcripción árabe.

Las obras históricas de autores españoles no sol, muy abundantes en la biblioteca del Khedive, de modo que prescindiendo de las publicadas en Europa y muy conocidas, solo he tenido que hacer once papeletas, resultando nuevas por el nombre del autor, solamente cuatro: dos tienen importancia, aunque todas merecían estudiarse.

1. La obra titulada Árabe El libro que contiene cosas curiosas acerca de los ornamentos ó virtudes de la gente del Occidente: el título de esta obra varía algún tanto en los autores, y aun pudiera sospecharse que varias de la obras que se citan como de este autor, en las que figura el nombre Árabe, son una sola, ó partes de la misma, que constaba de muchos volúmenes ó libros: según alguna cita del mismo autor, entre esta obra y la de nombre contrapuesto Árabe El libro esplendente acerca de la historia del Oriente, tenía 150 tomos: sea de esto lo que se quiera, el tomo que se conserva en el Cairo es el décimoquinto de la obra en cuestión, escrita en el espacio de ciento quince años en Alandalus por individuos de la misma familia: la nota bibliográfica dice así:

«Tomo décimoquinto de El libro que contiene cosas curiosas acerca de los ornamentos ó virtudes de la gente del Occidente, cuya composición heredaron en Alandalus en el espacio de ciento quince años los individuos siguientes: 1.º Abu Omar el de Hichaz, -2.º Abdelmélic ben Çaîd, -3.º Ahmed y 4.º Mohámed, hijos ambos de Abdelmélic, -5.º Muza ben Mohámed, y 6.º y último, Alí ben Muza, el conocido por Abén Çaîd, que murió en Damasco en el año 673, aunque se dice que su muerte ocurrió en Túnez en los límites del año 685. Lo que en este volumen se encuentra, es desde el principio del libro segundo, que trata del reino de Todmir y llega hasta fin del libro: este tomo es de letra del terminador de la obra Alí ben Çaîd, quien en el año 647 lo escribió para la biblioteca del Sultán en la ciudad de Alepo, la guardada: el volumen consta de 189 hojas de carácter magrebí».


(Tomo V del catálogo, pág. 155.)                


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Que sepamos, de esta obra no se conoce en Europa ejemplar alguno aunque es bastante probable que haya dos, pues el señor Dozy (Loci de Abbadidis, tomo I, pág. 215) hace referencia á tres ejemplares, cuyo paradero ignoraba, y dice: «El antiguo cónsul de Inglaterra en Túnez, el noble Tomás Reed poseyó un ejemplar de esta obra: en la mezquita mayor de Tánger, según noticia comunicada por el conde Graberg de Hansö, había otro ejemplar, y por fin añade que otro había caído en manos del cónsul de Francia, Rousseau, sospechando que dicho libro pudiera estar en Rusia con los demás manuscritos que poseyó dicho señor».

¿Estos ejemplares eran completos? ¿Se conservaban algunos volúmenes, ó uno solo? Nada sabemos de esto.

Por las citas que de la obra ú obras de Abén Çaîd hacen los autores posteriores, resulta que no era puramente histórica, sino que contenía muchas noticias geográficas y arqueológicas, y que nos ha conservado indicaciones que no constan tomadas de otra parte.

De las muchas obras que de Abén Çaîd se mencionan, solo conocía la existencia de otra, que por cierto no cita Hachi Jalifa: titúlase Árabe Embriaguez de la tristeza (ó alegria) acerca de la historia del paganismo de los árabes, obra cuyo autógrafo figura bajo el núm. 1 entre las obras compradas en Damasco por el Dr. Wetzstein. (Catalog. ar. ms. in Damaskus gesammelt von Dr. Wetzstein).

Otra obra de Abén Çaîd, que tampoco cita Hachi Jalifa, á no ser que esté confundida con otra de título algo parecido, ha sido publicada en el año 1286 de la hégira, en la Imprenta general de Almarrif (de los conocimientos) ¿en el Cairo? su nombre ÁrabeÁrabe Título de las bailarinas y cantatrices, no parece muy serio, si es que las palabras árabes tienen aquí esta acepción: la obra figura en la sección del adab ó de literatura; en Hachi Jalifa figura otra obra del mismo autor con el título el Danzante y cantante acerca de la historia de Occidente. Si bien los títulos pudieran hacer sospechar algo de común en ambas obras, y aun que fueran una sola, hay razones para creer que sean diferentes, y que la predilección de los árabes por títulos que hoy   —478→   nos parecen estrafalarios y de mal gusto, hizo que obras muy diferentes pudieran parecer una sola, con variantes en el título.

Dan noticias de Abén Çaîd entre otros, Abén Aljathib en la Ihatha (tomo III, folio 149 del manuscrito de nuestra Academia), y muy detalladas, ó más bien extensas, Almakkari (tomo I, página 634 á 707).

La otra obra histórica de autor español ó importante, que se conserva en la biblioteca del Khedive, es un tomo de la obra de Abén Aljathib, mencionada en el párrafo anterior, de cuya existencia había dado noticia Dozy en la tercer a edición de sus Recherches: se conserva el primer tomo que consta de 122 hojas y termina con la biografía del segundo de los reyes de Granada, cuya biografía termina al folio 143 en el códice de nuestro querido maestro D. Pascual Gayangos, y al folio 180 del tomo I del ejemplar de nuestra Academia.

Cromo era de esperar, en la biblioteca del Khedive son muy numerosas las obras históricas de autores orientales, tanto antiguos como modernos: según la nota puesta al terminar la impresión de esta parte del Catálogo, el número de copias ó libros llega á 1184 y á 1844 el de los volúmenes, número igual, con muy corta diferencia, al total de manuscritos árabes, turcos y persas, que constan en nuestra biblioteca del Escorial.

Por no haber tenido tiempo para ello, no tengo hechas las papeletas de los muchos historiadores antiguos no españoles, que figuran en el Catálogo, y por tanto no puedo decir si son muchos ó pocos los libros, que hasta ahora fueran desconocidos en Europa: lo que sí puedo asegurar, es que de muchos me parece leer sus nombres por primera vez, y que son bastantes los impresos; de todos los autores anteriores al año 1000 de la hégira me propongo tomar nota sin levantar mano, y al efecto, para mayor facilidad, me he permitido anotar con lápiz al margen de la descripción respectiva la fecha de la muerte del autor, para no tener necesidad de leer de nuevo toda la sección histórica.

Si como hemos visto, los libros históricos de autores españoles no abundan en la biblioteca del Khedive, en cambio los de otros géneros literarios, en especial de religión, de literatura y de gramática, no escasean; de 95 autores me resultan las papeletas   —479→   hechas, habiendo anotado varias obras en muchas de las papeletas, no bajando de 60 las debidas á la fecunda pluma de Mahieddin Mohámed ben Alí ben Mohámed ben Ahmed ben Abdalá, conocido por Abén Alarabí el sufi, nacido en Murcia en ramadhán del año 560 (12 de Julio á 11 de Agosto de 1165), y muerto en rebia postrero de 638 (20 de Octubre á 18 de Noviembre de 1240).

Acerca de la importancia que este autor debió de tener en el mundo musulmán, me permití en trabajo anterior llamar la atención de los señores académicos, y no la ha debido perder por completo, según parece indicar el número considerable de sus obras, que en las bibliotecas se conservan, habiéndose publicado varias de ellas en estos últimos años: Abén Arabí fué un verdadero escritor polígrafo, pero sus obras son principalmente exposición de las doctrinas de los sufíes ó iluminados, de cuya secta puede considerarse como jefe, y por eso ha dado ocasión á tantos comentarios y á no pocas impugnaciones de sus doctrinas: lástima que no haya un murciano ó un aficionado á los estudios filosófico-religiosos que pudiera dedicar algunos años al estudio de las obras de este personaje.

Pudiera citar multitud de obras de autores célebres entre los musulmanes españoles, cuyo conocimiento, si por hoy no interesa gran cosa á nuestra historia general, vendría muy bien á los cultivadores de la historia regional ó local ó de ciencias particulares.

Por el interés local de la población en que vivimos, me permitiré dar cuenta, de dos autores madrileños y de otros dos de Badajoz, ya que estos interesan especialmente á nuestro compañero el Sr. Barrantes.

Abu Mohámed Maslama ben Ahmed ben Omar ben Wadhâ, natural de Madrid, llamado el filósofo y el príncipe de los matemáticos españoles, escribió varias obras, de las cuales se conservan dos en la biblioteca del Khedive.

Titúlase la primera Árabe Escalón del sabio acerca de la Alquimia (tomo V, pág. 381 del catálogo), y según lo que de ella dice Hachi Jalifa, el autor se propuso escribir un tratado   —480→   elemental ó introducción por ver que sus contemporáneos profesaban la sabiduría y trataban la filosofía vagando por el desierto del estupor.

En el catálogo se dice que el autor comenzó á escribir esta obra á principios del año 439, y que la terminó en 442: debe suponerse que hay un error en la fecha, y que está equivocada la centena; pues Hachi Jalifa dice constantemente al citar sus obras que murió en el año 395, y lo mismo dicen los autores del catálogo al citar la obra siguiente: además, por estos años escribía sus obras, según consta en la descripción de una que se conserva en la biblioteca de Santa Sofía (pág. 146 del catálogo), cuya obra se compuso en el año 348.

Abén Abu Osaibiya, que encarece los conocimientos astronómicos de Abu Mohámed Maslama, calificándole de príncipe de los matemáticos españoles, en el artículo que le dedica en la Historia de los médicos (tomo II, pág. 39 de la edición Müller), dice que vivió en tiempo de Alhaquem II, y que murió antes del principio de la guerra civil en el año 398, debiendo entenderse, en mi sentir, que la guerra comenzó en este año, no que en él muriera Maslama.

El otro autor madrileño, de quien encontramos una obra en el catálogo de la biblioteca del Khedive, es Mohámed ben Ibrahim ben Abdeddaim, que escribió una obra titulada Árabe Árabe Los pesos acerca de la ciencia de la balanza: no sabemos á qué tiempo pertenece este autor; el catálogo (tomo V, pág. 376) no lo dice, sin duda porque no habrán podido averiguarlo los bibliotecarios del Cairo, sin que hayamos sido nosotros más afortunados.

Del gramático Abu Bequer Ásim ben Ayyub el literato, nacido en Badajoz, se citan exposiciones de los poetas anteislámicos, que sin duda han sido muy apreciadas: del Divan de Amrulcais hay una Exposición-comentario hecho por Asim y publicado en el Cairo en 1282 de la hégira (de 27 de Mayo de 1865 á 15 de Mayo de 1866) (tomo V del catálogo, pág. 268).

Hachi Jalifa, al citar este autor, le supone muerto en el año 194, y por cierto que nos llamaba la atención el que en época tan   —481→   primitiva de nuestra historia musulmana hubiera habido un cultivador de los estudios gramaticales de la importancia de Asim ben Ayyub; pero estudiados otros datos, resulta ser de tiempos bastante posteriores, y que murió en el año 494, como dice Abén Pascual en su biografía; y aunque pudiera decirse que la equivocación estaba en éste, y no en Hachi Jalifa, el tiempo en que vivieron los personajes con quienes le suponen en relación Abén Pascual y Abén Alabbar, que le citan varias veces como discípulo ó maestro de otros literatos, no dejan lugar á duda.

Pocos años después vivía en Badajoz otro gramático no menos ilustre, expositor también de poesías ajenas, y más conocido hoy por la influencia que en la filosofía de los judíos ejerciera en época posterior, al ser traducida al hebreo una de sus obras: llamábase Abu Mohámed Abdalá ben Mohámed ben Assaid, citado generalmente con el sobrenombre de Abén Assaid el de Badajoz.

De las muchas obras que escribió Abén Assaid, de las cuales cita catorce Hachi Jalifa, varias se conservan en Constantinopla y otros puntos: en la biblioteca del Khedive existen tres ejemplares de la parte tercera de la primera citada por el bibliógrafo turco, bajo el núm. 338: es un comentario á la obra de Abén Kotaiba, titulada Institución del escritor: al hablar de los comentarios de esta obra dice Hachi Jalifa: «Hay muchos comentarios de este libro, siendo el más célebre y útil para aprender el que escribió el benemérito filólogo Abu Mohámed Abdalá ben Mohámed, el de Badajoz, conocido por Abén Assaid, muerto en el año 421 (léase 521): comienza con las palabras Alabanza á Alá señor é inspirador de la elocuencia: después añade que se propuso explanar la introducción (de Abén Kotaiba); reseña los géneros y órdenes de escritores, y pone de manifiesto las cosas que á estos son necesarias para ejercer su profesión; luego pasa á las cuestiones sutiles del libro, cuyos errores pone de manifiesto, explicando después sus versos; el libro, al que puso por título Extracto acerca de la institución de los escritores, se divide en tres partes: la primera contiene el comentario al prefacio del autor; en la segunda se ponen de manifiesto sus errores, y en la tercera se explican sus versos».

De lo que se dice en esta nota bibliográfica resultaría que Abén   —482→   Assaid, el de Badajoz, había muerto en el año 421; pero como ha probado nuestro sabio correspondiente extranjero, Mr. Hartwig, Derenbourg (Revue des études juives, núm. 14, Octubre-Diciembre, 1883), con la autoridad del mismo Hachi Jalifa, de Abén Pascual y otros, hay error en la centena, debiendo leerse 521: los bibliotecarios del Cairo aceptaron la fecha equivocada, quizá porque acudieran á esta cita de Hachi Jalifa; los de Constantinopla, en cuyas bibliotecas existen otras obras de este mismo autor, anduvieron más acertados, probablemente porque al redactar las notas bibliográficas correspondientes verían si las obras estaban mencionadas en el gran Diccionario bibliográfico, y como Hachi Jalifa solo se equivocó (ó mejor dicho, se le fué la pluma) una vez, de las catorce que puso la misma fecha, siguen el error los que solo tienen que evacuar la primera cita.

De autores de primera nota como Alí ben Ahmed ben Hazam, Alhomaidí de Mallorca, Abu Alwalid ben Roxd (Averroes), Abu Hayyán Mohámed ben Yúçuf de Granada, del murciano Abén Assaida y otros, se conservan varias obras, de cuya importancia no podemos juzgar, y que, por no ser de historia, por de pronto interesan menos á esta Real Academia, aunque de todas ellas podría sacarse mucho para el conocimiento del modo de ser y pensar de nuestros moros españoles: del último autor mencionado, Abén Assaida, de Murcia, se conservan en la biblioteca del Khedive varias obras, de una de las cuales nos quedan al menos dieciocho tomos, en los que trata de lexicología, de cosas extrañas de los escritores, de tradiciones, de gramática y de bellas letras, y en las que de seguro se encontrarán cosas muy curiosas.

Por algunas publicaciones extranjeras tenía noticia vaga de los muchos libros antiguos, algunos de ellos españoles, que en Oriente se habían publicado, habiendo adquirido algunos de ellos; por el Catálogo de la biblioteca del Khedive veo que se han publicado bastantes más de autores españoles, cuya larga lista no me atrevo á poner aquí.

De tales libros casi podría asegurar que no hay un ejemplar en España, y creo es mengua que esto suceda, y que al menos en una de nuestras bibliotecas debía existir una colección lo más completa posible de todos los autores árabes españoles publicados,   —483→   y de los libros más notables de la literatura árabe, que alguna vez habría necesidad de consultar, ya que difícilmente podrá pasar plaza de arabista de primer orden quien no conozca estas obras un poco; y si yo, por mi parte, renuncio á este título, no quisiera que nuestros jóvenes renunciaran á aspirar á él, y mucho menos que si tienen ánimo para tan noble empeño, hubieran de renunciar á él por falta de libros.

El estudio de los catálogos de Constantinopla y el Cairo produce en mí una especie de decaimiento, no porque me canse ni renuncie á trabajar en la medida de mis fuerzas, ni porque esto me pruebe lo poco que de estas cosas entiendo, que para esto no necesitaba de pruebas externas, sino porque veo cuánto hay que trabajar para poder aprovechar lo mucho bueno ó malo que nos legaron los árabes españoles, y que la vida de uno es muy breve para tales aspiraciones.

Aunque poco amigo en principio de que el Estado lo haga todo y con poca fe en la eficacia de su intervención, en estos estudios me parece que solo un impulso directo ó indirecto por parte del Estado puede hacer que adelanten lo suficiente para que algún día tengan nuestros sucesores los elementos necesarios para escribir la historia de los árabes españoles.

Si no se consigue pronto que el número de los iniciados en estos estudios sea numeroso, ó al menos mucho mayor, lo que hagamos muy pocos será algo más de nada, y por cierto resulta, que por la afición que en favor de estos estudios se va desarrollando, se pretende por el público que se lo demos todo hecho; y cuantos se dedican con interés á investigaciones históricas de cualquier género, quisieran que los arabistas dedicáramos atención preferente á sus estudios, para que les dijéramos cómo pensaban los árabes españoles en medicina, en derecho, en administración, en economía política, en hacienda y en todo.

Creo que á esta necesidad podrían subvenir los intérpretes de nuestros consulados en Oriente y África, cuyo papel, como tales intérpretes de árabe y turco, va desapareciendo por la introducción de las lenguas europeas en sus Cancillerías; pero que no pueden desaparecer, y aun quizá debieran aumentarse, por lo que en momentos supremos pueda ocurrir.

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Si los intérpretes estuviesen previamente en condiciones de dedicarse con fruto á los estudios árabes, no dudo que tendríamos siempre quienes en Oriente y África trabajasen por poner de manifiesto la cultura de los árabes españoles: mientras no consigamos esto ó cosa parecida, para que haya siempre en los centros musulmanes quienes cultiven los estudios arábigos con el fin de ilustrar nuestra historia en cualquiera de los ramos, y procure con conocimiento de causa adquirir ó hacer copiar los manuscritos de los muchos autores españoles, que no conocemos, y creo que han de aparecer, en tanto que esto no suceda, la Academia no tendrá los medios que necesita para llenar por completo la misión de su instituto.





Madrid, 8 de Mayo de 1891.



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