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«En esto hemos conocido la caridad, en que Él dio su vida por nosotros, y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos» (I San Juan 3:16) cita que se usaba para comparar a la víctima pro patria (fratribus) y a Cristo, según Kantorowicz, 241, n. 148.

 

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Como sabemos, la Eucaristía servía para despojarse de la vieja humanidad y para introducir una nueva humanidad con Cristo. Como señala Whitby «[Lira] accepts Marandro's sacrifice, not to sustain her physical self, but, figuratively, to nourish her soul» (209).

 

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Kantorowicz comenta la idea de la masacre patriótica defendida por algunos humanistas y cita el ejemplo de Coluccio Salutati, de quien nos da el siguiente texto: «Thou knowest not how sweet is the amor patriae; if such wouldbe expedient for the fatherland's protection or enlargement [sic], it would seemneither burdensome and difficult nor a crime to thrust the axe into one's father's head, to crush one's brothers, to deliver from the womb of one's wife the premature child with the sword» (245); y como muy bien señala el mismo estudioso unas líneas más adelante «horrors justified by the names of God or patria are as old as they are new» (246).

 

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Es oportuno el comentario que L. B. Smith ofrece sobre la muerte de Jesucristo: «His death was his own self-decreed decision even, it has been argued, a suicide» (85). Asimismo el mártir cristiano esperaba con su muerte unirse a la comunidad de los santos y elegidos en el cielo.

 

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Hermenegildo analiza la muerte de Teógenes y concluye: «El método de Teógenes, que de modo tan teatral evita el suicidio directo y, en realidad, más honroso, resulta ser un proceso ineficaz, puesto que deja inacabada la operación» (923).

 

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Para Casalduero la caída de la torre de Bariato «es la caída y levantamiento que España y el Duero habían expuesto en la primera jornada. Es el sentido de la obra que se había confiado al tema muerte-vida» (281). Lewis-Smith señala que la muerte de Bariato «reflects his precocious awakening to his inherited moral capabilities and exemplifies the origins and nature of perfect patriotism» (17). Por otra parte, y en relación con el nacionalismo moderno, dice Jon Juaristi que «la muerte por la patria redime al patriota, lo salva, lo enaltece, le asegura un lugar en la memoria del pueblo» (209).

 

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Para entender la continuidad que existe entre el sacrificio numantino y el nacionalismo moderno, es oportuno el comentario de Jon Juaristi que observa que en el nacionalismo hay un retorno de la visión sacrificial que «contribuye a fortalecer la retórica religiosa de los nacionalismos, que prometen a las masas de los países civilizados una nueva forma de salvación mediante la entrega de la vida en los frentes de batalla. La esperanza de resurrección personal se transforma así en expectativa nacionalista de gloria eterna de las patrias terrenales» (230). Y, también, como asegura al final del libro, «los espíritus de los muertos sólo se aplacan con sacrificios. La tierra sólo puede redimirse con sangre» (385).

 

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«The original quasi-religious aspect of death pro patria as a 'martyrdom' clearly derived from the teaching of the Church, from the adaptation of eclesiastical forms to the secular bodies politic» (Kantorowicz 249).

 

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El artículo de Sito Alba tiene dos versiones, una en español y otra en inglés; de las dos utilizo la primera.

 

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En palabras de Bajtín: «El mundo infinito de las formas y manifestaciones de la risa se oponía a la cultura oficial, al tono serio, religioso y feudal de la época... Esto creaba una especie de dualidad del mundo, y creemos que sin tomar esto en consideración no se podría comprender ni la conciencia cultural de la Edad Media ni la civilización renacentista» (10-11).

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