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Esta obra, aunque no es una autobiografía, contiene
una representación autobiográfica de su autor. Ver Canavaggio
(1981) 29-41, y Elias L. Rivers, «Cervantes' Journey to Parnassus»,
MLN, 85 (1970): 243-48, y «Genres
and Voices in the
Viaje del Parnaso», On Cervantes: Essays
for L. A. Murillo, ed. James A. Parr (Newark, Delaware: Juan de la Cuesta,
1991): 207-25. El Saffar cree que Cervantes se resiste a emplear la primera
persona por mucho tiempo: en los prólogos al
Quijote introduce a un
«amigo» (I) y pasa a narrar anécdotas (II); en el del
Persiles también introduce un
interlocutor. En sus novelas picarescas, y no obstante que la
autobiográfica era la estructura típica del género, el
protagonista-narrador aparece situado en relación a un interlocutor.
Todo lo cual demuestra para la crítica el absorbente interés de
Cervantes en «el Otro», es decir, el marginado, lo reprimido, y su
cuestionamiento de «the autonomy of the self,
the absolutisms of language and the univocity of cultural
codings»
([1988] 191). Vale notar que a
todo novelista le interesa siempre «el otro» y «lo
otro», los seres que quiere representar y sus circunstancias. (N. del
A.)
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Novelas ejemplares, ed. Julio Rodríguez-Luis, Clásicos Taurus (Madrid: Taurus, 1994). Todas las citas de las Novelas provienen de esta edición. (N. del A.)
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Algunos ejemplos: «que la hermosura en la mujer
honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda, que ni él
quema ni ella corta a quienes a ellos no se acerca»
(El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Andrés
Murillo, Clásicos Castalia [Madrid: Castalia, 1978] I: 186);
«que la boca sin muelas es como molino sin piedra, y en mucho
más se ha de estimar un diente que un diamante»
(227); «[el oficio de alcahuete] es oficio de discretos y
necesarísimo en la república bien ordenada, y que no le
debía ejercer sino gente muy bien nacida»
, etc. (...)
«Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan
mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro
albedrío, y no hay yerba ni encanto que lo fuerce»
(269); «Dios hay en el cielo, que no se descuida de
castigar al malo, ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados
sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello»
(273). (N. del A.)
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La Galatea, ed. Juan Bautista Avalle-Arce, Clásicos Castellanos (Madrid: Espasa-Calpe, 1968) I: 30. (N. del A.)
25
Juan de Flores, Grimalte y Gradissa, ed. Pamela Waley (London: Tamesis, 1971): 14. (N. del A.)
26
Diego de San Pedro,
Obras completas, I,
Tractado de amores de Arnalte y Lucenda.
Sermón, ed. Keith Whinnom, Clásicos Castalia (Madrid:
Castalia, 1973): 178. Un poco antes hallo un comentario más
próximo en tono a los cervantinos: «porque ya tú sabes
que el desconfiar consuela, y el entretener enlaza»
(108). (N. del A.)
27
Lope de Vega, Novelas a Marcia Leonarda, ed. Francisco Rico (Madrid: Alianza Editorial, 1968): 33. (N. del A.)
28
Doña María de Zayas y Sotomayor. Novelas amorosas y ejemplares, ed. Agustín G. de Amezúa (Madrid: Artes Gráficas, 1948): 146. (N. del A.)
29
Jorge de Montemayor, Los siete libros de la Diana, ed. Enrique Moreno Báez (Madrid: Real Academia Española, Biblioteca Selecta de Clásicos Españoles, 1955): 44. (N. del A.)
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«Abunda en repeticiones, en languideces, en hiatos,
en errores de construcción, en ociosos o perjudiciales epítetos,
en cambio de propósito»
(ibid.). Esta curiosa
convicción de que el estilo cervantino es defectuoso ya la
expresó Borges en el ensayo «La supersticiosa ética del
lector», de
Discusión (1932), y proviene de
dos admirados autores, a quienes cita allí, Lugones, y Paul Groussac.
Ver Julio Rodríguez-Luis, «Nota adicional sobre Borges y el
Quijote»,
NRFH 39, 2 (1991): 1067-1070; p. 1070,
y «El
Quijote según Borges»,
NRFH, 36, 1 (1988): 477-500. (N. del
A.)