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Véanse, por ejemplo, la mencionada Economía social de Marruecos, de Tomás García Figueras y Eduardo de Roda Jiménez, o el posterior volumen colectivo Los veinticinco años de paz en la España africana (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1964), en donde también brilla por su ausencia cualquier referencia al cine como instrumento de propaganda colonial. El hecho de que todos ellos hagan, en cambio, cumplida referencia al papel de la radio confiere a aquella ausencia un significado todavía más preciso.



 

21

Marruecos, 4 de junio de 1943, p. 7. El titular hace referencia a las adaptaciones de obras de Alarcón, Unamuno o Paso por cineastas argentinos.



 

22

Diario de África, 30 de diciembre de 1951, p. 3.



 

23

Aquí Marruecos, año I, n.º 1 (16 de diciembre de 1954), p. 14.



 

24

Aquí Marruecos, año I, n.º 2 (23 de diciembre de 1954), p. 14.



 

25

Aquí Marruecos, año II, n.º 10 (17 de febrero de 1955), p. 14.



 

26

Marruecos, 31 de mayo de 1943, p. 7.



 

27

Diario de África, 23 de abril de 1950, p. 6.



 

28

Diario de África, 31 de diciembre de 1950, p. 6. Los problemas de orden público en las salas parecen haber sido relativamente frecuentes, si hemos de juzgar por la insistencia con que la prensa se hace eco de los mismos. Así, España (1 y 3 de agosto de 1939) se hace eco de una gran bronca derivada de la excesiva afluencia de público a una proyección, pero aprovecha para exigir el cumplimiento del reglamento que prohíbe fumar en los cines y denunciar el carácter insalubre y falto de la necesaria ventilación de algunos de ellos. Más explícito es el Diario de África en su edición de 31 de diciembre de 1950, en la que el anónimo cronista -luego de restar importancia a las quejas de un lector por las molestias ocasionadas por la falta de puntualidad de muchos espectadores- denuncia en cambio «este extraño ruido que producen los "devoradores de pipas" que asemeja al de diminutos roedores», así como los habitales comentarios en voz alta o los «aullidos» desencadenados ante cada beso o cuando las estrellas muestran parte de sus encantos. No hay que pensar, sin embargo, que este comportamiento se diferenciara en exceso del de los espectadores de la Península, por lo que su mención aquí no tiene otro carácter que el anecdótico.



 

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En su edición de 29 de octubre de 1951 una lectora española de Casablanca pregunta cómo ganarse la simpatía de los chicos. La respuesta del periódico, aconsejando naturalidad y sencillez, es suficientemente ilustrativa del vigor del star system norteamericano entre el público local: «¿Conoce a la artista de cine Teresa Wright? Tengo entendido que el término medio de los muchachos norteamericanos la consideran la novia ideal. Fíjese que es la más sencilla y natural de todas las "estrellas de la pantalla"» (p. 2).



 
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