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11

Merecerían un estudio aparte las circunlocuciones, las manifestaciones de sarcasmo (como a propósito de la asamblea de Cámaras reunidas en Zaragoza: «Bueno fuera que ahora que nos hemos quedado sin Ultramar, empezaran a gobernarnos los ultramarinos» (M.C., 26-XI-98)) o las formulaciones como «Todo mostrador» (vs «No más mostrador», claro está), el comentario de una poesía publicada en Germinal («con la colaboración de Dios» (Her., 3-VIII-97)), la técnica del switch (difícil de coger hoy): como «los partidos se disuelven como las compañías», la resurgencia de tema que da unidad y placer (por ejemplo el estuche/los dos estuches para el Papa (Her., 14-III-97), o cómo llega por acumulación de artículos o expresiones a amasar en una especie de climax expresivo elementos aparentemente tan dispersos como el Congreso católico, los harineros y Grant (cf. Pub., 16-X-99), y, en general, todo lo que Rutherford llamó «el desafío del lenguaje», incluso cuando resulta imposible decir las cosas y que sólo queda el púdico eufemismo: «todas las tristezas por que está pasando España» (Pub., 28-VII-1898).

 

12

A la visión por Navarro Ledesma de un Clarín «metido en la baraúnda de poetas chirles y de escritorzuelos de pan llevar, que pululaban por el arroyo» (apud Sotelo, 1988, 197), es preciso oponer el fatalismo y perseverancia del que lucha contra los poetas de «ripios en ristre» (Pub., 1-I-99) y afirma: «Los ataques de la chusma literaria no me molestan ni espero que me perjudiquen en la opinión de los discretos.

Por eso no hay mérito ni peligro en lo que hago. Pero me lo pide la conciencia» (M. C., 17-IV-97).

 

13

Cf. lo que escribe el 6-VI-1897 a propósito de la confirmación de Cánovas como Presidente del Gobierno y la apuesta perdida (Pub., 11-VI-97).

 

14

Cf., por ejemplo, el palique «Hortus inclusus» (Her., 29-V-97), difícilmente comprensible hoy, al menos para mí.

 

15

Cf. Her. 20-VIII-97 y M.C., 21-VIII-97, por ejemplo.

 

16

Véase, por ejemplo, esta puntualización: «he sentido que por culpa del modernismo, la gente nueva y otros motes por el estilo se daban por aludidos y despreciados escritores muy dignos de aprecio» (Her., 17-VI-97).

 

17

Cf. M.C., 20-II-97 y Publ., 9-III-97.

 

18

Cf. M.C., 20-II-97 y Saeta, 25-II-97; M.C., 5-VI-97 (palique) y Pub., 11-VI-97 (revista mínima); Don Quijote, 29-IX-99 y Pub., 24-IX-99 (a propósito de Brañas), con a menudo una doble expresión: para Madrid y para Barcelona...

 

19

Cf., por ejemplo, la explicitación de los silencios a propósito de gente nueva y por qué habla de los veteranos (Lunes, 1-III-97) o los comentarios a los reproches de Maeztu sobre su presunta ignorancia de la gente nueva (M.C., 21-X-99).

 

20

«Hemos descubierto el Paraíso... que resulta orador. Aquí no se descubre más que oradores y chanchullos. Y esto en España es como llevar hierro a Bilbao. Los montes parieron un ratón y las Cámaras de Comercio un orador».