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Segunda parte

Bibliografía

     Varios son los escritores que nos han conservado la noticia de las obras de Fray Toribio Motolinía; pero habiéndolo hecho los más por incidencia, y los otros con la vaguedad o descuido con que hasta hace poco tiempo se cultivaba la bibliografía, las variantes se presentan a cada paso, y con ellas las dificultades o incertidumbres, no sólo para discernir un escrito de otro, sino aun para identificar su autor. -La dificultad se aumentó con el número. Los últimos, copiando indolentemente a sus predecesores, nos extraviaban con sus discrepancias, dando motivo aun para dudar si se trataba de una misma obra, anunciada con títulos diferentes, o bien eran en realidad dos diversas. La noticia más antigua que conozco de los escritos de nuestro autor, se encuentra en una compilación de fines del siglo XVI (194); y como ella sea la fuente donde han bebido los más puntuales, y por otra parte se haya hecho rara, copiaré a la letra el párrafo que consagro a aquel asunto, para que así se puedan calificar con más acierto las varias copias que de él nos han dado los bibliógrafos posteriores. Ese párrafo forma el final de la biografía del Padre Motolinía, y dice así: Scripsit libros nonnullos UT de Moribus Indorum; Adventus duodecim Patrum, qui primi eas regiones devenerunt, et de eorum rebus gestis; Doctrinam christianam mexicano idiomate; Alios item, tractatus spiritualium materiarum et devotionis plenarum qui maximo in pretio apud Indos fideles habentur, passim lectitantur, ex illisque maximum fructum spiritualem sibi hauriunt ac depromunt, etiam edidit. -Vetancurt afirma (V. 2) que la obra de donde se ha tomado esta noticia, la escribió Fray Pedro de Oroz, contemporáneo del Padre Motolinía, en la misma provincia y convento. Torquemada no hizo más que copiarla, volviéndola a su original castellano, con excepción de un tratado al que conservó su título latino De Moribus Indorum.

     Pocos años después (1598), Fray Luis Rebolledo, otro religioso de la [CXXI] misma orden, aumentó el catálogo con la noticia de un tratado sobre la guerra de los Indios, y otro de materias espirituales.

     A principios del siglo siguiente (1601), Fray Juan Bautista, guardián que fue mucho tiempo del convento de Tlaltelolco, imprimió una traducción mexicana de la vida y muerte de los niños indígenas denominados Mártires de Tlaxcala. -En 1606, Henrico Martínez, el desgraciado inventor y director del Desagüe de Huebuctoca, dando razón del calendario mexicano, menciona por incidencia una explicación de él escrita por el Padre Motolinía.

     En el mismo siglo (1615), dos de nuestros más famosos historiadores, Fray Juan de Torquemada en México, y el cronista Antonio de Herrera en Madrid, citaban con el propio título una obra, que por la vaguedad de su enunciación pone en gran perplejidad para identificarla. Torquemada, según se verá en el 9, habla varias veces de los Memoriales del Padre Motolinía; y como en su historia corrigió con tal cual acritud algunos pasajes de Herrera, ofendido éste le contestó en el mismo estilo, deprimiendo sus autoridades. Abonando en seguida las suyas propias, decía haber seguido para la redacción de sus Décadas, entre otros, los Memoriales de Diego Muñoz Camargo, de Fray Toribio Motolinía y otros muchos (195). Lo que deba juzgarse de esta obra, se dirá en su propio lugar. Algunos años después (1629) publicó Don Antonio de León Pinelo su Epítome de la Biblioteca Oriental, Occidental, Naútica y Geográfica, que aumentó las noticias bibliográficas de nuestro autor con la Relación de las cosas, idolatrías, ritos y ceremonias de la Nueva España. El bibliógrafo añade haber visto este libro; circunstancia inapreciable que no se encuentra en ninguno de sus predecesores. Cita otros tres artículos ya conocidos.

     Muy adelantado el siglo (1672) dio a luz Don Nicolás Antonio su famosa Bibliotheca Hispana Nov., haciendo a las letras el importante servicio de reunir en un cuerpo las noticias que hasta entonces corrían dispersas. Pero no aumentó el catálogo, y con su crítica comenzaron las incertidumbres.

     Fray Agustín de Vetancurt, religioso y cronista de este convento franciscano, cerró el siglo XVII (1697) con una noticia que se me hace sospechosa por su forma y concisión. De ella me encargaré en el 10.

     El siglo XVIII nada adelantó, porque el nuevo editor de la Biblioteca [CXXII] de León Pinelo (1757) no hizo más que seguir el ejemplo de Don Nicolás Antonio. Robertson (1777) y Clavigero (1780) solamente nos dieron un nuevo y más extenso título de una obra ya conocida.

     Más afortunado nuestro siglo, vio salir (1805) de entre el polvo secular de los archivos de Madrid largos fragmentos de un importante documento; de la Carta del Padre Motolinía a Carlos V. (V. 12).

     No mucho tiempo después (1816-21), el Dr. Don José Mariano Beristain reproducía en nuestras prensas, aunque descuidadamente, el catálogo de sus predecesores, omitiendo los Memoriales y los Tratados espirituales, olvidando la Carta a Carlos V, y aumentando, en vez de esclarecer, las incertidumbres que habían sembrado los Bibliotecarios españoles.

     En 1833 repitió el ilustre Don Manuel José Quintana la publicación de los fragmentos de la Carta a Carlos V, en menor número y con un espíritu enteramente opuesto, siendo el suyo defender la ultrajada memoria de Don Fray Bartolomé de las Casas.

     Diez años después, el insigne historiador de la Conquista de México, Mr. W. H. Prescott, dio a conocer por primera vez el mérito e importancia de la obra anunciada dos siglos antes por León Pinelo, elogiándola en una de las interesantes noticias biográficas y bibliográficas que exornan aquella historia.

     En 1848 salió a luz la mayor parte de esa misma obra, en la espléndida y rica colección de Antigüedades Mexicanas que emprendió el magnífico y malogrado Lord Kingsborough; pero sorprendido por la muerte a la mitad de su carrera, y convertido después su generoso pensamiento en mera especulación de librería, esa obra, lo mismo que otras de su colección, quedó truncada en el volumen póstumo publicado el dicho año.

     En fines de 1834 la tenía ya impresa, completa y aumentada con la Carta a Carlos V, el Sr. García Icazbalceta; pero como sólo ha trabajado en ella en sus ratos de ocio y por mero solaz, se le adelantó en la publicación de la Carta, mi excelente amigo e infatigable investigador de MSS. americanos, MR. BUCKINGHAM SMITH, secretario que fue de la Legación de los Estados-Unidos en esta República, y actualmente en la corte de Madrid. Ha dádola a luz el año próximo pasado en el tomo I de su interesante y bella Colección de Documentos para la Historia de la Florida. Ahora aparece también en la presente. Y se anotan las ligeras variantes que ha dado su colación.

     Si en los párrafos que preceden hemos podido seguir paso a paso y con datos seguros la enfadosa cronología de las noticias adquiridas sobre los escritos del Padre Motolinía, no sucede otro tanto con respecto a la de la redacción de los escritos mismos, porque con excepción de los últimos mencionados, todos los otros solamente se conocen por las vagas indicaciones de los bibliógrafos. En tal deficiencia, formaré mi catálogo, siguiendo el orden de estas y de su mención.[CXIII]



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-  I -

De Moribus Indorum

     Esta es lo primera obra mencionada en la noticia del Illmo. Gonzaga. León Pinelo la cita con su título en castellano (De las costumbres de los Indios), aunque anotando estar escrita en latín. Don Nicolás Antonio repite la especie, enunciando la duda de si sea la misma obra que la de los Ritos, idolatrías &c. (V. 11), y Beristain añade que de ella se aprovechó mucho Torquemada, como antes lo hicieron el dominico Fray Diego Durán y el Padre José Acosta, jesuita. Yo conjeturo que ninguno de estos bibliógrafos la tuvo a la vista y que escribían por noticias, particularmente el último, cuya aserción, por lo que toca a los Padres Durán y Acosta, me parece enteramente divinatoria.

     La suposición de que haya sido escrita originalmente en latín, no tiene, en mi concepto, otro fundamento que el haberse anunciado por primera vez en esta lengua, como que en ella se publicaron las biografías de los misioneros franciscanos que vinieron a anunciar el Evangelio. En ella se dieron también los títulos de sus escritos; y aunque Torquemada lo haya conservado en su obra castellana, nada prueba, por la costumbre que aún duraba en su siglo, de citar en latín algunos títulos de obras castellanas, especialmente cuando en ella se presentaban con mayor concisión, y antes se habían anunciado en dicha lengua. Fundo mi conjetura en un pasaje del mismo Torquemada (196), donde exaltando el progreso que hacían los Indios en la perfección cristiana y los dones singulares con que Dios los favorecía, menciona varios casos, tomados, según dice, de esta obra, que cita con el propio título latino De Moribus Indorum. Ahora bien; cotejado ese pasaje con los dos últimos párrafos del cap. 8, Tratado II, de la Historia de los Indios, se ve que el uno es copia casi literal del otro; congruencia que persuade la comunidad de origen. Si la obra que nos ocupa era un tratado especial, o bien un cartapacio que formaba parte de los Memoriales de que más adelante hablaré (V. 9) y que sirvieron para escribir la mencionada Historia, son problemas de resolución muy difícil, o imposible, sin tener a la vista los originales, hoy perdidos.



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- II -

Adventus duodecim Patrum, qui primi eas regiones devenerunt, el de eorum rebus gestis

     Así el Illmo. Gonzaga. Torquemada tradujo al castellano este título. (Venida de los doce primeros Padres, y lo que llegados acá hicieron). León Pinelo lo abrevió, y Don Nicolás Antonio copió a Gonzaga con una ligerísima [CXXIV] alteración gramatical. Beristain lo subvirtió escribiéndolo Actas de los doce primeros Varones Apostólicos, que del orden de San Francisco pasaron a la conquista espiritual de la Nueva España. Don Nicolás Antonio dudó si esta obra fuera la misma que la de los Memoriales (9), o la de la Guerra de los Indios que menciona Rebolledo (4); pero no me parece fundada su incertidumbre. Es muy probable que perteneciera a los Memoriales, y que sirviera de material para escribir la Parte cuarta de la Historia de los Indios, que no conocemos. Los fundamentos de esta conjetura son; 1 que en su título, que veremos adelante (11), se anunciaba comprendería esta materia: 2 que el Padre Motolinía prometía formalmente una Parte cuarta (197), con indicaciones del mismo asunto. Es igualmente muy probable que esta obra formara la base de las dos siguientes, que dice Vetancurt existían en su poder: Un cuaderno escrito por el R. P. Fray Gerónimo de Mendieta, con las fundaciones de conventos, vidas de algunos varones ilustres y singulares; casos que sucedieron en el viaje de los primeros padres, con día, mes y año, y lo que se decretó acerca del modo de administrar los santos sacramentos (198). -Un libro escrito en cuarto por el R. P. Pedro de Oroz.... sobre la fundación de la provincia y vidas de religiosos, que dedicó el año de 585 a la marquesa de Villamanrique (199). De este escritor, añade Vetancurt, es todo lo que está en el libro del Illmo. Gonzaga, al pie de la letra sin discrepar palabra, en latín lo que él escribió en romance. -Lo que yo he notado es, que el asunto y distribución de materias de la crónica del Illmo. Gonzaga, son absolutamente los mismos que los del Cuaderno del Padre Mendieta, en lo relativo a fundaciones y biografías, alcanzando hasta el año de 1585.

     Entre las preciosas noticias que debo a la generosa amistad del Sr. Smith, hay una que parece propia de este lugar. -En carta que me escribió de Madrid con fecha 10 de Febrero de 1856, me envió a París varios apuntes de los MSS. que posee la biblioteca de la Academia de la Historia; y a continuación de la noticia de los del Padre Motolínia hay el siguiente, que copio a la letra: -Legajos &c. -La relación del Padre Toribio de Benavente Motolinía está en un tomo folio, letra del tiempo, ij X 21. -Cap. 2 de los Frayles que han muerto en la conversión de los Indios. -Hay 20 capítulos -Es ésta una obra del Padre Motolinía? Será un fragmento de la del Padre Mendieta, o de la del Padre Oroz? Si, como podría presumirse, el autor del MS. o el Sr. Smith escribieron [CXXV] por distracción Capítulo 2, en lugar de Libro o Tratado 2, puesto que se dice tiene 20 capítulos, entonces podría conjeturarse muy fundadamente que perteneciera a la obra que nos ocupa del autor, y que el Libro o Tratado de la Venida de los primeros Padres, fuera el primero de ella. -Solamente la inspección ocular y un detenido cotejo podrían resolver esta duda.



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- III -

Doctrina christiana, mexicano idiomate

     Así el Illmo. Gonzaga, copiado por Don Nicolás Antonio. En la noticia que da Torquemada (200) de los eseritores franciscanos, menciona como el segundo a nuestro autor, con las siguientes palabras: Tras él (Fray Francisco Ximénez) hizo luego una breve Doctrina Christiana Fray Toribio Motolinía, la cual anda impresa. -Como se ve, no dice que fuera en mexicano; mas esta opinión puede considerarse suplida por Gonzaga. A pesar de mis exquisitas investigaciones, no he logrado ver un ejemplar de ella.

     El Dr. Beristain conjetura que este opúsculo se sacó del Libro de la Doctrina xpiana.... instituida nuevamente en Roma con auctoridad de la Sede apostólica para instrucción de los niños y mocos &c. &c., impreso en Sevilla, 1532. -Y me funda esta conjetura, añade, el haber yo hallado en la librería del convento de San Francisco de Tezcuco, un ejemplar de esta obra, que en su frontis o carátula tiene del mismo puño deV. e Illmo. Zumárraga estos renglones: Esta Doctrina envía el obispo de México al Padre Fray Toribio Motolinía, por donde doctrine y enseñe a los Indios, y les basta. Fray Juan, obispo de México. -Yo tengo un ejemplar de la misma obra y edición que cita Beristain; pero careciendo de la Doctrina del padre Motolinía, me parece imposible formar una conjetura fundada sobre su procedencia. Al contrario, se notan ciertas discordancias con las de los antiguos misioneros, que arguyen diverso origen. Prescindiendo de las de ordinación, una de las más notables se encuentra en el número de los que hoy denominamos cinco mandamientos de la Santa Madre Iglesia, que en aquel antiguo catecismo romano se intitulan los diez mandamientos de la Ley canónica, que son dichos preceptos de la Iglesia. La única congruencia que se advierte entre ambas obras, es la concisión de la primera parte de su doctrina, conservada hasta hoy en nuestro catecismo popular con el nombre de oraciones, formando la segunda la denominada declaraciones. La primera se tradujo luego al mexicano con el título mixto de Doctrina tepiton (Doctrinita, o Doctrina pequeña). De ambas tengo a la vista varias copias impresas y MSS., siendo muy curioso y digno [CXXVI] de reparo, que su estructura, su ordinación, y en gran parte su contexto mismo, se ajustan al famoso Catecismo del Padre Ripalda, mejor que a ningún otro (201). [CXXVII]



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- IV -

Guerra de los Indios de la Nueva España

     La más antigua noticia que he visto de esta obra es en Fray Luis de Rebolledo, franciscano, quien la da en el Catálogo de los sanctos y varones notables desta apostólica orden de nuestro seráfico y bienaventurado Padre Sant Francisco, que puso al fin de la Primera parte de la Chrónica general de N. S. P. Sant Francisco y su apostólica Orden: Sevilla, en el convento de San Francisco, en la emprenta de Francisco Perez, 1598, fol. -Aquel catálogo comprende otros varios, siendo el terciodécimo el de los Escriptores así antiguos como modernos (de la misma orden) con cuya doctrina resplandece la Iglesia. El último de los mencionados es Fray Toribio Motolineas (sic), quien, dice el bibliógrafo, escribió la Guerra de los Indios de la Nueva España y un tratado del Camino del espíritu, en lengua castellana. -Hasta aquí el cronista. Don Nicolás Antonio (202) lo copió en su Biblioteca, insinuando una duda que, por sus términos, podría inducir a creer que León Pinelo había dado noticia de esta obra; pero ella no se encuentra mencionada en ninguna de las dos ediciones de su Biblioteca Oriental y Occidental. También dudaba si fuera la misma que los Memoriales, o la de la Venida de los doce Padres, según insinúo en el 2.



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- V -

Camino del espíritu

     Rebolledus laudat, dice Don Nicolás Antonio; pero yo no he visto en el cronista franciscano más que las palabras que literalmente he copiado en el artículo anterior. Beristain, que ciertamente no conoció este opúsculo, alteró su título por una de aquellas fatales licencias tan frecuentes en sus descripciones. Intitúlalo Camino espiritual o del espíritu. -Él probablemente formaba parte de los Tratados de materias espirituales, vagamente [CXXVIII] citados por Gonzaga, y de los cuales, si algunos han llegado a nosotros, no es fácil reconocerlos, por la costumbre generalmente adoptada entre los primeros misioneros de no poner su nombre en sus escritos. De esta clase existen muchos.



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- VI -

La Vida y Muerte de Tres Niños de Tlaxcala que murieron por la confesión de la fe: según que la escribió en romance el Padre Fray Toribio de Motolinía, uno de los doce religiosos primeros &c.

     Así aparece este título en la noticia que nos da Fray Juan Bautista de sus propias obras impresas (203), aunque la publicación se hizo en mexicano, siendo el traductor y editor el mismo Padre Bautista. Como yo, a pesar de las más exquisitas investigaciones, no he logrado descubrir ningún ejemplar de esta obra, me he abstenido, a ley de fiel narrador, de dar su título en mexicano, no obstante tener a la vista una copia suya que perteneció a Boturini. Consérvase en el Museo Nacional en 18 fojas 4, MS; y aunque aquel dice en el Catálogo de su Museo Indiano, que tenía un ejemplar impreso, desapareció hace muchos años, según puede juzgarse de los inventarios posteriores. Adelante copiaré el título mexicano que tiene en aquel MS.

     Don Nicolás Antonio da noticia de este opúsculo con ligeras variantes, y dice se imprimió en 1601, en la oficina de Diego López Dávalos, en un vol. 8. También lo menciona el adicionador de la Biblioteca de León Pinelo, con el siguiente título: Vida y Martirio de Christóbal Indio, Niño, hijo del cacique Acxotecatl, en Tlaxcala, MS. Esta lección indica que el bibliógrafo conoció solamente una de las dos partes en que está dividido; o bien que olvidó trascribir el título de la otra.

     Vetancurt dice que de la Relación del viaje del Padre Motolinía a Guatemala, copiaron los más autores el martirio de los Niños de Tlaxcala. El Dr. Beristain prohijó la noticia, expresándola con tal confusión, que de ella se deduce que el Padre Bautista fue quien la extrajo, virtiéndola después al mexicano. El opúsculo, por consiguiente, sería una simple excerpta sacada de aquella relación. Todas estas aserciones me parecen enteramente infundadas (204), pues la obra misma que nos ocupa ministra [CXXIX] datos incontestables de que ella formaba un tratado especial sobre su asunto.

     Las pruebas de esta aserción son muchas, y según decía, se encuentran en la Historia misma. Hállase la primera al principio de la obra, en una Exhortación que falta en el MS. del Museo, y que se encuentra en la traducción impresa de que daré razón en el artículo siguiente. Allí se leen las siguientes palabras: Esta Historia que aquí se refiere es la misma que escribió en lengua castellana el Padre Fray Toribio Motolinía... y se tradujo en la mexicana por el Padre Fray Juan Bautista, guardián del colegio de Santiago de Tlatilulco. -Todo lo referido (dice en el final de la primera parte) (205) lo escribió el Padre Fray Toribio Motolinía: E yo Fray Juan Bautista lo traduje al idioma mexicano, dividiéndolo en varios capítulos, para que no les sirva de molestia a los que leyeren esta historia.- En el párrafo penúltimo de la de los niños Juan y Antonio, repite la misma idea con las siguientes palabras: Esta historia, como llevo dicho, la escribió en castellano el Padre Fray Toribio Motolinía; e yo Fray Juan Bautista la traduje al idioma mexicano, dividiéndola en distintos capítulos (206) (con el fin de que no se mezclaran con la del martirio del niño Cristóbal), arreglándola y poniéndola en método para que su lectura no fastidiara a los que se dedicaran a ella. -He trascrito estos pasajes con sus mismas repeticiones, porque ellas convencen la equivocación de Vetancurt y Beristain, que aun parecía despojar la obra de su originalidad, atribuyendo su redacción al Padre Bautista. Ella, incuestionablemente, es original de nuestro autor, y si alguna duda quedara, la disiparía el final del cap. 10 de la historia de Cristóbal: E yo (dice) el autor desta historia, Fray Toribio Motolinía, digo: que trasladé los huesos del bienaventurado niño a la expresada iglesia (de Santa María). Él mismo dio también un resumen de su leyenda en la Historia de los Indios (207), y comparando ambas narraciones, puede deducirse, muy claramente, que aquella se escribió en 1538, un año antes que la de los Niños, pues que en ésta habla ya de la traslación de sus cenizas, mientras que en la otra decía, refiriéndose al testimonio de Fray Andrés de Córdoba, que el cadáver de Cristóbal estaba seco, mas no corrompido.

     La copia MS. de la traducción mexicana, que según dije antes perteneció a Boturini, y hoy se conserva en el Museo, comprende la historia de los tres niños, siendo la primera la de Cristóbal, y la otra la de Antonio y Juan. Sus títulos respectivos son como sigue: [CXXX]

     a) Nican mitohua motenehua ininemilitzin ihuan itlaiyohuilitzin in piltzintli Christobalito; ca oquimo tecpanilli caxtillancopahuic in teopixcatzintli Fray Thoribio Motolinia. Auh oquinio náhuatemili in totatzin Fr. Ju Bautista, Guardian catqui Santiago Tlatelolco. Nican Mexico oquitecpan ipan matlactli ome capitulo tepitzitzin noce ocno ipan chicuey capitulo oquitlalli inin tlayoltuilitzin Juan ihuan Antonio oquichpiltin Tlaxcallan.

     b) Antonio ihuan Juan oquichipipiltotontin Tlaxcalteca Pipiltin in itlahiyohuiltiloca ihuan in tonehuaca pololoca. In yuh quimicuilhui zano huei yehuatzin Padre Fr. Thoribio Motolinia San Francisco Teopixqui. Auh in axcan nahuatlatolcopa quimo tecpanilia Pe Fray Juan Bautista San Francisco Teopixqui. (La ortografía del MS. está bastante corrompida, y se ha enmendado bajo la direccion del Lic. Don Faustino Galicia, profesor de la lengua.)

     El complemento de las noticias de este opúsculo se encuentra en el artículo que sigue.



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- VII -

Traducción de las Vidas y Martirios que padecieron Tres Niños principales de la ciudad de Tlaxcala, la cual practicó el intérprete general de esta Real Audiencia (Don Vicente de la Rosa Saldivar), en virtud de lo mandado por el Exmo. Sr. Conde de Revillagigedo, Virrey, Gobernador y Capitán General de este Reino. -México, por Vicente García Torres, 1856, fol., apud Documentos para la Historia de México, Tercera Serie, Tomo I.

     El contexto de esta portada nos instruye claramente de que ella fue escrita por el intérprete de la Audiencia, y que el texto castellano que poseemos no es el original del Padre Motolinía, sino el del mismo intérprete que lo tradujo del mexicano del Padre Bautista; así es que lo debemos al trabajo de una doble versión. A esta portada sigue una nota del intérprete, precedida del siguiente epígrafe: Vida de tres Niños Tlaxcaltecas, y los martirios que padecieron por la Fe de Cristo; el cuál, por la manera con que se enuncia, podría considerarse como el título original con que el Padre Bautista publicó su traducción mexicana. Su enunciación en la lengua castellana no es una objeción, porque los antiguos misioneros la usaban muy frecuentemente para los títulos, no sólo de sus libros, sino aun para los de los capítulos de las obras escritas en otras lenguas; práctica singular, pero muy común.

     En esa nota del intérprete se encuentran todas las noticias bibliográficas que nos faltan de la edición del Padre Bautista. Por ellas sabemos que su traducción mexicana estaba concluida desde el año de 1595 en que dieron su aprobación los censores: que la licencia para la impresión la concedió el virrey conde de Monterrey; y aunque allí se expresa que la del ordinario eclesiástico fue en 14 de Setiembre de 1701, este guarismo está errado por descuido del copiante, debiendo leerse 1601, en el cual se hizo su impresión. El intérprete concluye advirtiendo que no copió a la letra las licencias, pareceres y censuras, por estar en castellano; y sólo lo ejecuto [CXXXI] (continúa) de lo que puramente se halla en mexicano, a saber, la Dedicatoria, Exhortación e Historia, cuyo tenor, uno en pos de otro, es en la forma y manera siguiente. &c.

     La Dedicatoria no es, con ligeras variantes, más que la repetición del título que ya conocemos, y termina con las siguientes palabras:-Dedicado a Don Cristóbal de Oñate (208), encomendero de Santiago Tecali, por Cornelio Adriano César. Año 1601. -Por la distribución que dio el Padre Bautista a la obra original, resultó dividida en dos partes o relaciones, cada una con su respectivo epígrafe, según antes se ha visto en sus títulos escritos en mexicano. La primera contiene la historia de Cristóbal, con once capítulos. La segunda la de Antonio y Juan, con ocho, terminado con la atestación del intérprete, formulada a estilo de escribano en 28 de Febrero de 1791.

     El texto que sirvió de original para esta edición se conserva en el tomo II de la Colección de Memorias Históricas del Archivo General, intitulado Varias piezas de Orden Real, formada por disposición del ilustre virrey conde de Revillagigedo. No puede dudarse que el intérprete hizo su versión directamente de un ejemplar impreso de la traducción mexicana del Padre Bautista.



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- VIII -

Calendario Mexicano

     Henrico Martínez es el primero que habló de esta obra, y eso por incidencia, en la noticia que da del sistema que empleaban los mexicanos para la distribución del tiempo y formación de sus calendarios en figura circular. Yo tengo en mi poder, decía, una rueda de estas con toda su declaración, hecha por Fray Toribio Motolinía (sic), de la orden de San Francisco (209). Torquemada repitió textualmente la especie, y diciéndose, por supuesto, poseedor de otro ejemplar. Las noticias de ambos son tan superficiales, que hoy no es Posible discernir entre los varios calendarios que han llegado hasta nosotros, cuál fuera el ejemplar que sirvió de texto a la explicación del Padre Motolinía.



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- IX -

Memoriales

     Aunque Herrera y Torquemada los mencionaron simultáneamente en sus historias impresas el año de 1615, el segundo fue ciertamente el primero, y quien lo hizo con más especificación, pites el otro sólo habló de ellos por incidencia. León Pinelo copió probablemente sus noticias, porque no dice haberlos visto. Cuál fuera el carácter de esta obra, es un problema [CXXXII] envuelto en dificultades inextricables. Por los datos que existen puede conjeturarse que eran lo que anuncia su título; una especie de cartapacio o libro de memoria en que el autor consignaba sus observaciones y recuerdos, distribuidos en sus principales secciones; conviene a saber, prácticas y ceremonias religiosas, usos y costumbres, propagación del cristianismo, notas geográficas, físicas, de historia natural &c. &c., escritas con más o menos orden y coherencia, y en diversos tiempos y lugares. Éstos también fueron los materiales de sus otros tratados especiales, particularmente del más acabado e importante que, aunque incompleto, ha llegado hasta nuestros tiempos: la Historia de los Indios.

     Varias son las menciones específicas que de ellos hace el Padre Torquemada. En tres lugares los cita con el simple título de Memoriales; en dos con el de Memoriales de mano (210); y en uno con el de Libros escritos de mano. Cotejados los pasajes que allí se copian, con sus relativos de la Historia de los Indios, se ve que cuatro de ellos están más o menos textualmente en ésta (211). Los dos restantes no los he podido identificar, ni aun con el auxilio del Sr. García Icazbalceta, colector, editor e impresor a la vez de aquella obra. El mismo historiador cita otros varios, aunque sin asignarles procedencia, que igualmente se encuentran en la mencionada Historia, siendo aún considerable el número de las remisiones a que no se les halla correspondencia. Quizá un más detenido examen pudiera dar el de algunas, aunque muchas faltan indudablemente (212). De estos antecedentes se puede deducir una de dos conjeturas igualmente probables: o que hayan en efecto existido esas Memorias, como apuntes o cartapacios de que el autor sacó después su Historia; o bien que fueran esta misma, antes de su final arreglo, y cuando todavía estaba desparramada en los varios cuadernos o tratados que después el autor coordinó y retocó, dándoles la forma en que hoy los vemos. Entre ellos se encontraban, o a ellos pertenecían ciertamente, los tratados De Moribus Indorum, las biografías de los primeros misioneros, el material de la Parte cuarta de la Historia, que nos falta, y los otros pasajes de Torquemada a que no encontramos sus correlativos. Quien sabe si entre ellos se hallaría también el artículo que sigue. [CXXXIII]



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- X -

Relación del Viaje a Guatemala

     Aunque en el orden cronológico que he dado a mis noticias, esta debía ser la penúltima, su débil importancia y la conveniencia de no cortar el hilo que enlaza los dos artículos siguientes, me decidieron a sacarlo de su lugar. El que nos ocupa, solamente se conoce por la mención que de él hizo Vetancurt a fines del siglo XVII, y de la cual di razón en el artículo consagrado a los Mártires de Tlaxcala (6). Las equivocaciones y descuidos que allí le noté me hacen muy sospechosa la noticia.



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- XI -

Ritos antiguos, sacrificios e idolatrías de los Indios de la Nueva España, y de su conversión a la fe, y quiénes fueron los que primero la predicaron. - Impreso apud Antiquities of Mexico, by Lord Kingsborough. Vol. IX. London, published by Henry G. Bohn, York Street, Covent Garden. MDCCCXLVIII. Fol. máx.

     León Pinelo fue el primero que a principios del siglo XVII dio noticia de esta obra, la principal y más importante del Padre Motolinía, con la advertencia de haberla visto, y con el siguiente título: Relación de las cosas, idolatrías, ritos y ceremonias de la Nueva España, MS. fol. -Don Nicolás Antonio lo reprodujo textualmente en su Biblioteca. -Robertson la menciona en el Catálogo de libros y manuscritos que consultó para escribir su Historia de la América (213); mas como lo hace sin expresar el nombre del autor y con un título diferente, podría dudarse si se trataba del mismo manuscrito. He aquí literalmente el que le dio: Historia de los Indios de Nueva España dividida en tres partes. En la primera trata de los Ritos, Sacrificios y Idolatrías del Tiempo de su Gentilidad. En la segunda de su maravillosa Conversión a la Fe, y modo de celebrar las Fiestas de Nuestra Santa Iglesia. En la tercera del Genio y Carácter de aquella Gente, y Figuras con que notaban sus Acontecimientos, con otras particularidades; y Noticias de las principales Ciudades en aquel Reino. Escrita en el Año 1541 por uno de los doce Religiosos Franciscos que primero Pasaron a entender en su Conversión. MS. fol. pp. 618. La ortografía de este título indica una copia sacada a mediados del siglo XVII, siendo muy reparable que citándola Robertson con los caracteres de anónimo, mencione específicamente [CXXXIV] en el cuerpo de su historia los escritos de Fray Toribio, aunque sin indicación de obra ni de lugar. Algunos de los pasajes que copia, concuerdan exactamente con el MS. de los Ritos (214).

     En la Noticia de los escritores de la historia antigua de América, que puso Clavigero al principio de la suya, se encuentra la de esta obra con el simple título de Historia de los Indios de Nueva España, que forma el período inicial del que lleva el MS. de Robertson. Lo demás lo agregó en forma de extracto o noticia del asunto de la obra. Por el mismo historiador sabemos que de ella había algunas copias en España. No se concibe cómo escaparon al ojo lince y pesquisidor de Don Juan Bautista Muñoz, que reunió la más vasta y rica colección de monumentos históricos de América, pues no he podido reconocerla en el catálogo que de ellos publicó Don Justo Pastor Fuster en su Biblioteca Valenciana (215). El antiguo MS. que se conserva en la biblioteca del Escorial lleva un título que difiere, en la forma, de los anotados, aunque en la sustancia concuerda con todos. Helo aquí según me lo comunicó el Sr. Smith en la carta de que antes hablé, y copiado de su puño con vista del original:

     T. 2.= Anonymi Rel. = idolatrías y ritos de los Indios de N. E. de la conversión y aprovechamiento de los Indios... y de los Frailes que han muerto en su conversión -con la vida del P. Fr. Martín de Valencia de Sn. Juan. -M. II. 21. p. 427. -1 tomo fol. letra del tiempo.

     El Sr. García Icazbalceta le ha dado en su colección el compendioso título con que la anunció Clavigero; el mismo que traía en el MS. que le ha servido de original en su edición (216). Debió éste a la ilustrada liberalidad (harto rara entre literatos) del eminente historiador Mr. W. H. Prescott, que le permitió sacar una copia de la suya (217); y éste obtuvo la que posee, de Mr. O. Rich, cónsul de los Estados-Unidos en Menorca. Tal es la procedencia, filiación y variantes que ha sufrido el título de la obra que ahora ve la luz pública por segunda vez, con aumentos que mejoran muy notablemente la primera. [CXXXV]

     La intención y voluntad de su humilde autor era dejarla entre los anónimos. -Si esta relación (decía en su Epístola proemial al conde de Benavente) saliere de manos de V. I. S., dos cosas le suplico en limosna por amor de Nuestro Señor: la una que el nombre del autor se diga ser tan Fraile Menor, y no otro nombre ninguno &c. Sin él se publicó en la edición de Kingsborough. Después se le ha agregado, no sé por quién.

     El detenido cotejo que ha hecho el Sr. García Icazbalceta de aquella copia con la del Sr. Prescott, contenida en este volumen, ha dado la convicción de que ambas reconocen una fuente, salvas las variantes inevitables que introduce el descuido de los copiantes, y que el editor ha notado con una minuciosa escrupulosidad. Ese cotejo ha descubierto que la edición de Kingsborough está incompleta. Fáltanle casi la mitad del que allí es capítulo 9, y el 10 del Tratado II, con todo el Tratado III. El encargado de la impresión anduvo tan precipitado y mezquino en esa operación, que aun truncó el periodo, colocando un punto final en el lugar de un colon imperfecto. La misma suerte cupo a otras de las obras que forman los dos últimos volúmenes de aquella preciosa colección; porque convertida, después de la muerte del noble editor, en mera especulación de librero, ya no se trató más que de darle fin, aprovechando el material impreso, sin cuidarse de completarlo.

     El valor literario de este escrito ha sido apreciado por una de las autoridades más competentes en la materia; por el ilustre autor de la Historia de la Conquista de México. El Sr. Prescott nos da razón de su asunto, de su mérito y de sus defectos en las siguientes palabras: La Historia de los Indios de Nueva España, escrita por Fray Toribio, se divide en tres partes: 1 Religión, ritos y sacrificios de los Aztecas: 2 Su conversión al cristianismo y manera con que celebraban las fiestas de la Iglesia: 3 Índole y carácter de la nación; su cronología y astronomía, con noticias de las principales ciudades y de los productos de mayor tráfico en el país. La obra, no obstante su disposición metódica, está escrita en la forma vaga e incoherente de un libro de memoria o cartapacio, en el cual el autor hacinaba confusamente las noticias de lo que observaba y le parecía más interesante en el país. No perdiendo jamás de vista su misión, corta bruscamente el hilo del asunto que inmediatamente le ocupa, cualquiera que sea, para dar cabida a una anécdota o acontecimiento que pueda frustrar sus afanes eclesiásticos. Los sucesos más estupendos (218) los relata [CXXXVI] con toda aquella grave credulidad que es de tan poderoso efecto para captarse el crédito del vulgo; y el historiador da fe y testimonio de una copia de milagros más que suficiente para proveer al consumo de las nacientes comunidades religiosas de Nueva España.

     No obstante, en medio de ese cúmulo de piadosas inverosimilitudes (219), el investigador de las antigüedades aztecas hallará muchas noticias importantes y curiosas. El largo e íntimo trato que mantuvo Fray Toribio con los indígenas, le colocó en situación favorable para adquirir todo el caudal de los conocimientos que poseían en su teología y ciencias; y como su estilo, aunque algún tanto escolástico, es llano y natural, sus ideas se comprenden sin dificultad alguna. Sus deducciones, en que se reflejan las supersticiones de la época y el carácter peculiar de la profesión del autor, no pueden adoptarse siempre con entera confianza; pero como su integridad y medios de instrucción son indisputables, su autoridad es de primer orden para el estudio de las antigüedades del país, y para el conocimiento del estado que guardaba al tiempo de la conquista (220).

     El juicio crítico del Sr. Prescott me parece perfectamente exacto, lo mismo que su comparación de esta obra con un cartapacio, pues que examinándola atentamente se ve que fue escrita a retazos, en diversos tiempos y circunstancias; calidades que podrían conducirnos a conjeturar lo que fuera la primera, intitulada Memoriales, quizá refundida en esta misma. En efecto, y ateniéndonos solamente a las indicaciones que hace el autor con una fecha precisa, veremos que aunque él dató su dedicatoria al conde de Benavente, en Tehuacán el día del glorioso apóstol San Matías (24 de Febrero) de 1541, sus materiales se habían comenzado a reunir algunos años antes.

     El Padre Motolinía dividió o tuvo intención de dividir su Historia en cuatro partes, de las cuales solamente conocemos tres, con el título de Tratados, y con las particularidades que voy a notar.

     PARTE 1. -Contiene quince capítulos en esta edición, y catorce en la de Kingsborough, que duplicó por descuido la numeración del 9, resaltando de aquí que el último lleva el número 13. -Su asunto, resumido en el epígrafe, son las idolatrías, ritos, ceremonias &c. El Sr. García ha advertido en una nota al cap. 14 el enredo y revoltura de la edición inglesa, que intercala aquí un largo párrafo que por su asunto corresponde al cap. 15. Éste es en aquella el cap. 8 del Tratado II, notándose además la omisión de trozos que abrazan algunos renglones. El Sr. García juzga [CXXXVII] que tales descuidos proceden del editor inglés; mas parece que lo son de la copia que le sirvió de original, y que los de ésta remontan a la época en que el MS. del autor aún no recibía su última compaginación (221).

     PARTE 2. -Contiene diez capítulos, de los cuales solamente hay ocho en la edición inglesa, aunque el último lleva el número 9. La discrepancia consiste en que el 8 de aquella, forma en ésta el 15 de la primera parte, notándose en esas permutaciones el mismo truncamiento de textos. El editor inglés, por dar fin a su volumen, cortó el texto de la manera brusca que antes se ha notado. A esta Parte 2 pertenece el cap. 20 de la 3, según nos lo advierte el mismo Padre Motolinía, debiendo formar probablemente su cap. 1. -El asunto, según su epígrafe, es la predicación del Evangelio.

     PARTE 3. -Comprende veinte capítulos, aunque el último, según se ha advertido, pertenece por su asunto a la 2. -No tiene epígrafe, omisión que indica que tampoco se le había dado la última mano. Su asunto es una mixtura de las materias más discordantes; historia civil, eclesiástica, natural, geografía &c., &c., todo se trata indistintamente, resaltando como un notable episodio, la Vida de Fray Martín de Valencia, anunciada en alguno de los títulos puesto a este MS.

     PARTE 4. -El autor la promete explícitamente en el cap. 9 de la anterior; pero falta. Véase lo que sobre ella dejo expuesto en el 2. Su asunto era, probablemente, la biografía de los primeros misioneros; conjetura que adquiere grande probabilidad comparando el plan de esta historia con el de la Monarquía Indiana del Padre Torquemada, donde se encuentra copiado o extractado lo más interesante de ella.

     Si las observaciones que preceden manifiestan suficientemente que esa obra se escribió a retazos, sirviendo así de original a otras copias, las variantes que tan escrupulosamente ha anotado el Sr. García en su actual edición, prueban que en los tiempos sucesivos tuvo todavía enmiendas y adiciones (222). También hay datos inequívocos de que muchas de estas se perdieron, porque quizá se encontraban en fojas sueltas, que dejó extraviar la incuria de aquellos tiempos. Esto quizá también nos explica esas trasposiciones que cortan y desfiguran el texto, obra de copiantes indolentes que no se encargaban de su asunto. Las alternativas con que se hicieron aquellas enmiendas, se percibirán más claramente echando una ojeada [CXXXVIII] sobre el siguiente cuadro de la disposición ordinal de sus páginas, comparada con los años en que fueron escritas.

2 1 101 Escribíase en el año de ..................................................... 1540
y según la variante de Kisgsborough, en 1536.
2 2 106 En ..................................................................................... 1536
2 3 109 En penúltimo se escribía en el mismo de....................... 1536
y el siguiente se añadió, lo más tarde, en el de................. 1538
La variante de Kingsborough señala el de 1537.
2 6 122 En Tlaxcala, el Viernes de Ramos de .............................. 1537
2 10 141 Escribíase en fines de Febrero de .................................... 1541
3 5 171 Id. en principios de .......................................................... 1540
3 8 186 En ..................................................................................... 1540
3 14 220 En Atlihuetzia, en Marzo de ............................................ 1539
La Dedicatoria, último trabajo, en 24 de Febrero de ....... 1541

     Las variantes anotadas y las épocas a que se refieren son tan notables, que no es posible atribuirlas a descuidos del copiante: así, es necesario conjeturar que proceden de diversos traslados, sacados también en diversos tiempos y propagados aun en vida del autor, antes de que sufrieran la última revisión.

     Para dar fin a esta parte de mis observaciones y facilitar la inteligencia de las apostillas que el Sr. García Icazbalceta ha puesto a su edición, copiaré en seguida los párrafos conducentes de una esquela que me escribió explicándolas. Dice así:

     Cuando la lección que seguí en el texto es la del MS., la variante al pie lleva la señal K., que denota ser la que presenta la edición inglesa de Kingsborough.

     Si por el contrario, se adoptó la lección de Kingsborough, entonces la variante va anotada MS.

     Pero si ni una ni otra lección pareció buena, se tomó una tercera, y en tal caso se anotan ambas variantes con sus respectivas señales, es a saber, K. y MS., según se ve en las págs. 23, 27, 36 &c.

     Desde la pág. 131 hasta el fin, ya no se pudo consultar el texto de Kingsborough, por no estar completa su edición, y hubo que atenerse únicamente al MS., corrigiéndolo por su contexto mismo; en cuyo trabajo me fue de grande utilidad el auxilio que tuvo la bondad de prestarme nuestro amigo el Sr. Lic. Don Manuel Orozco y Berra.

     Todos los nombres mexicanos se han impreso conforme a la corrección que hizo de ellos el Sr. Don Faustino Galicia.

     Por regla general, siempre que ha sido necesario suplir en el texto una palabra que evidentemente hacía falta, se ha impreso con letras VERSALITAS.

     Pero no obstante el cuidado y esmero que el editor ha puesto en su [CXXXIX] trabajo, todavía se escaparon algunas incorrecciones y oscuridades, que tampoco podía evitar, porque se encuentran en su original; cuyo texto, a fuer de concienzudo editor, ha seguido con la nimia escrupulosidad de que da plena fe su misma edición. Algunas son de importancia para los estudios americanos, y otras no carecen de interés. De ambas me he encargado, para dar su complemento al empeño del editor, en las siguientes



Enmiendas y esclarecimientos

     EPÍSTOLA PROEMIAL. -Pág. 9. -Oaxyecac.

     Debe leerse Huaxyacac, nombre de la ciudad denominada hoy, corruptamente, Oajaca. En la antigua ortografía se escribe Oaxyacac.

     TRAT. I, CAP. 3. - Pág. 27. -Sólo Aquel que cuenta &c.

     El editor ha advertido muy justamente que este párrafo y el que sigue no tienen relación con el asunto de que ofrecía hablar el autor. Ellos, probablemente, fueron una adición destinada al cap. 1, y colocada en éste por inadvertencia o descuido del copiante.

     TRAT. 1, CAP. 5. -Pág. 36.- ... al nono (día, llamaban) nueve águilas.

     El noveno día del calendario mexicano no era Águila (Cuauhtli), sino Agua (Atl); así es que este pasaje debe leerse, según la nomenclatura adoptada por el autor, nueve aguas.

TRAT. I, CAP. 6. -Pág. 59. -En aquellos días de los meses que arriba quedan dichos, en uno de ellos que se llamaba Panquetzaliztli, &c.

     La construcción de esta frase da a entender que se habla de un día cuyo nombre es Panquetzaliztli. Éste no existe en el calendario mexicano; pero sí lo es de uno de los diez y ocho períodos de a veinte días en que se repartía el año solar, y que los escritores, por analogía, han denominado meses. La construcción es la defectuosa, y su sentido se rectifica relacionando la frase en uno de ellos, con la palabra meses.

     TRAT. I, CAP. 7. -Pág. 44. -El día de Atemoztli ponían muchos papeles pintados y llevábanlos a los templos de los demonios, y ponían también Ollin, que es una goma de un árbol &c.

     Atemoztli no es nombre de día, sino de mes, en el calendario mexicano. (V. la nota anterior.) Quizá falta un signo o voz numeral antes de la palabra día. En la descripción que hace el Padre Sahagún de las solemnidades de este mes, dice que en la noche de la vigilia de la fiesta... que era a los veinte días de este mes, toda la noche gastaban en cortar papeles de diversas maneras, y que todos los papeles estaban manchados con ulli (223). La palabra Ollin del texto es incorrecta; y como aun en algunos escritores se encuentra con la misma ortografía el nombre del 17 día del mes mexicano (Olin), esta aparente homonimia podría inducir alguna vez en graves equivocaciones.

     TRAT. 1, CAP. 7. -Pág. 45. -A aquellos cabellos grandes llamaban Nopapa, y de allí les quedó a los Españoles llamar a estos ministros Papas &c.

     Esta observación etimológica del Padre Motolinía demanda alguna explicación.

     Uno de los principales distintivos del sacerdocio mexicano era el cabello largo, enmarañado [CXL] y mechoso, porque la ley no permitía peinarlo sino en determinadas ocasiones. Su nombre propio era Papatli, que el Vocabulario de Fray Alonso de Molina traduce cabellos enhetrados y largos de los ministros de los ídolos. Por una de aquellas locuciones trópicas, tan comunes en todas las lenguas, el nombre del símbolo se trasladó al individuo, y el vulgo denominó también Papatli a sus sacerdotes; pero como la sintaxis peculiar del mexicano exige en un gran número de casos, que al sustantivo se acompañe precisamente el pronombre posesivo respectivo, con la calidad de prefijo o conjuntivo, de aquí es que el nombre genérico de los sacerdotes, usado en singular, se expresaba con la palabra Nopapa, compuesta del posesivo No (mi), y Papatli, elidida la final tli, por la regla común de los compuestos. A los sacerdotes, pues, y no a su cabellera, se daba vulgarmente el nombre Nopapa; y como en la pronunciación de esta palabra dominaba el sonido de sus dos últimas sílabas, los escritores contemporáneos de la conquista, particularmente Bernal Díaz del Castillo, denominaron constantemente Papas a los ministros del antiguo culto mexicano.

     IBID. -Hueytozoz1li. Este día era &c. -Pág. 46. -Tititl. Este día otro &c.

     En vez de día, léase mes, por las razones expuestas en la nota a la pág. 44.

     TRAT. I, CAP. 9. -Pág. 52. -Contaban, si no me engaño, diez y ocho veces ochenta, porque cinco días del año no los contaban, sino diez y ocho meses, a veinte días cada mes.

     Los dos primeros guarismos, 18 y 80, son indudablemente los factores del período cuatrienal que duraba el ayuno impuesto al sacerdocio de Tehuacán, cuya descripción se encuentra en la página anterior; el mismo también que se guardaba en Tlaxcala y Cholollán, con el nombre de Año de Dios; porque 18 x 80 = 1440 + 20 (de los complementarios) = 1460 da el mismo producto que 4 (años) x 365 (días) = 1460, sin computar el día intercalar del bisiesto. -El año común, como lo advierte el mismo Padre Motolinía en el pasaje notado, se componía de 18 meses de a 20 días, y 5 complementarios: 18 x 20 = 360 + 5 = 365.

     TRAT. III, CAP. 10. -Pág. 197. -...Ahuilizapán.... que en nuestra lengua quiere decir Agua blanca &c.

     De los elementos constitutivos de la palabra Ahuilizapán no puede deducirse absolutamente la significación que le da el Padre Motolinia; mas como su autoridad sea tan respetable en la materia, preciso es dar una idea, aunque somera, de los fundamentos de mi desacuerdo. El uso de la voz que nos ocupa se conserva hasta hoy entre los indígenas, y la aplican a los baños que toman en la laguna durante los meses de Mayo y Junio, en medio de algazaras, retozos y alegrías, de las cuales deriva su significación vulgar, que es la de alegrarse o regocijarse en el agua, braceando, nadando, zabulléndose y ejecutando todos los otros retozos que todavía acostumbra nuestra gente popular. El Lic. Don Faustino Galicia (mexicano de origen y profesor de su lengua en esta universidad), a quien debo estas noticias, dice que la radical de aquella voz compuesta es Ahuiliztli (diversión, regocijo &c.); palabra que, como otras muchas, falta en el Vocabulario de Molina.

     Ahuilizapán es el nombre primitivo de la población que hoy, corruptamente, llamamos Orizaba. El grupo trópico-ideográfico que lo sustituye en la escritura jeroglífica de los antiguos mexicanos, se encuentra notado dos veces en el Códice Mendocino (224): represéntase allí una figura humana, con los brazos levantados y metida hasta la cintura dentro de un depósito de agua a manera de alberca. -Este símbolo, que debe considerarse como la letra escrita del nombre, destruye completamente la interpretación del Padre Motolinía. Quizá un examen escrupuloso de la disposición y forma de sus caracteres, aun autorizaría la conjetura de una alteración en su ortografía primitiva, introducida, por el uso. [CXLI]

     TRAT. III, CAP. 11. -Pág. 204. -...hay.... unas aves muy hermosas, a que los Indios llaman Teocacholli, que quiere decir Dios Cacholli.

     Aquí también hay un error en la ortografía de la voz mexicana, y por consiguiente en su versión castellana. Nótola con entera confianza. porque tomo la enmienda del Padre Sahagún, una de las autoridades más competentes en materia de lengua mexicana. Describiendo las aves de México, dice: hay otra que se llama Tlauhqechol o Teuhquechol, vive en el agua y es como pato (sigue la descripción), dicen que esta ave es el príncipe de las garzotas blancas, que se juntan a él donde quiera que le ven (225). Esta noticia, y la calidad de príncipe que se le atribuye, corroboran la exactitud ortográfica de la radical Teuh, harto diversa de la otra Teo. Aquella lo es de Tecuhtli o Teuhtli (señor, príncipe, caballero &c.), y ésta de Teotl (Dios). Así, Teuhquechol quiere decir literalmente el señor de los Quecholli, y metafóricamente el príncipe de las aves de plumaje rico y vistoso, o que sobrepuja en esta calidad; pues a las de su clase daban genéricamente el nombre Quecholli.



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- XII -

Carta al Emperador Carlos V

     Este documento se ha copiado del que posee la Real Academia de la Historia de Madrid. Encuéntrase en las fojas 213-52 del vol. 87 de su Colección de MSS. históricos, con las siguientes indicaciones y marcas: -Simancas. Indias. J o Cartas de N. España, de Frayles: de 550-70. -Visto: MUÑOZ. -Esta última razón manifiesta claramente que él perteneció a la colección del famoso historiógrafo de América, bien que no se mencione en el catálogo que de ella nos dio Fuster. El Sr. García Icazbalceta lo adquirió por conducto de nuestro excelente y obsequioso amigo el Sr. DON FRANCISCO GONZÁLEZ DE VERA. La primera noticia que tuvo el mundo literario de su existencia, la debió A un anotador de la traducción castellana de la Historia eclesiástica de Ducreux (226), y no ciertamente por un sentimiento simpático hacia el obispo de Chiapa, sino más bien con aquel otro de amargura con que la susceptibilidad castellana ve todavía los escritos del ilustre prelado, considerando en ellos ajado el pundonor de su nación. El adicionador de Ducreux copió solamente los párrafos más prominentes y que mejor cuadraban a su intento, suprimiendo enteramente la larga e interesante posdata (tan larga casi como la carta) que comienza en la pág. 267 de esta Colección.

     Fragmentos también, y en menor cantidad, dio a luz Don Manuel José Quintana en el Apéndice a la Vida del V. Casas, siendo ésta la segunda publicación que se ha hecho, o mejor dicho, noticia que se ha dado, del documento que nos ocupa.

     La primera publicación del texto íntegro la debemos a la ilustrada e infatigable laboriosidad de otro amigo que ya he mencionado; -a Mr. Buckingham Smith, que le dio lugar en el tomo I de su interesante y [CXLII] preciosa Colección de varios documentos para la historia de la Florida y tierras adyacentes (227). Él me comunicó también las indicaciones relativas al MS. que le sirvió de original, y que se encuentran perfectamente concordes con las del Sr. González de Vera.

     La segunda copia íntegra, en el orden de publicación, es la que ahora da a luz el Sr. García Icazbalceta, bien que en el de impresión sea la primera, según ya lo advertí en la noticia cronológica. Cotejada escrupulosamente con la anterior, sólo se han notado las diferencias contenidas en la siguiente tabla comparativa, procedentes todas de descuidos de pluma.

EDICIÓN DEL SR. GARCÍA. EDICIÓN DEL SR. SMITH.
Pág. Lin.
254 5 i este nombre lo tomaron i este nombre tomaron
254 6 ídolo ó principal dios ídolo i principal dios
255 5 i toda esta tierra puesta en paz i toda esta tierra questá en paz
255 11 subiendo no se ganó mas que de echar no se ganó mas de echar
256 14 por escritura i dar caucion por escribano i dar caucion
256 9 sub. entre los frailes menores, i los di entre los frailes é yo busqué todos los que habia entre los frailes menores, i los di
257 3 principales de toda esta nueva principales de esta nueva
258 15 sub. i estava bien i estava muy bien
260 7 para que siquiera perseverara para que si quisiera perseverara
260 12 sub. Españoles procuraran Frayles Españoles procuran Frayles
261 1 se hallarian mas delitos se hallarán mas delitos
265 7 Itemachalco (228) Itemachalco
267 1 i lo que tienen ó lo que tienen
268 6 i que le quedara i que quedara
268 13 llamárselo cien veces ciento, más de la poca caridad llamárselo cien veces ciento, demás de la poca caridad
268 6 sub. á se oponer á morir a se oponer y morir
269 5 punir ni castigar punir i castigar
269 2 sub. pecho i tributo pecho ó tributo
273 20 que no ha salido de México no ha salido de México
274 14 en San Francisco con Frayles en San Francisco con los Frayles
274 19 que murmuraron que murmuran

     Decía antes que el anotador castellano de Ducreux había dado a conocer la carta del Padre Motolinía con el sentimiento puntilloso que distingue al común de los escritores de su nación; no así el Sr. Quintana, quien examinando el documento a la altura de su elevada inteligencia y con una crítica aún demasiado severa, lo produce para formularle su proceso, fulminándole [CXLIII] un fallo tan riguroso, que no obstante mi sincera adhesión y profundo respeto al Illmo. Casas, me es imposible suscribir. -Furioso y temerario, llamó el ataque que le dirigió Fray Toribio en esa carta; y abismado en la contemplación de los motivos, sin poder conciliar sus evangélicas virtudes con sus destemplados discursos, creyó encontrar la clave del enigma en aquellas fragilidades mismas, que, como la funesta túnica de Neso, no abandonan al hombre sino con la vida. -Probablemente, decía el ilustre Quintana, debajo de aquel sayal roto y grosero, y en aquel cuerpo austero y penitente se escondía una alma atrevida, soberbia, y aun envidiosa tal vez. A lo menos la hostilidad contra el obispo de Chiapa presenta estos odiosos caracteres. Pues no bien llegaron a América los opúsculos que el obispo hizo imprimir en Sevilla por los años de 1552, cuando este hombre audaz (Fray Toribio) se armó de todo el furor que suministra la personalidad exaltada, y en una representación (229) que dirigió al rey en principios del año de 1555, con achaque de defender a los conquistadores, gobernadores, encomenderos y mercaderes de Indios, trató a Casas como al último de los hombres. Pocos renglones adelante, insinuando el crítico la duda de si nuestro obispo tuvo o no conocimiento de ese rudo ataque, califica más duramente a su adversario, observando que aun en caso de saberlo, aquel que en otro tiempo supo mirar con tan noble indiferencia las sátiras y calumnias que los vecinos de Ciudad-Real vomitaron contra él, en desquite de sus rigores, no debería comprometerse con un fraile descarado que nada tenía que perder, y que aspiraba a darse importancia con el exceso mismo de su insolencia (230).

     Tal es el juicio que una de las más brillantes lumbreras de la literatura española ha formado de nuestros beneméritos campeones, fallando entre sus dos compatriotas con el desinterés e imparcialidad que en un juicio de familia. Sin embargo, repito; el falto contra el Padre Motolinía me parece excesivamente duro, pues que ciertamente se puede explicar su conducta por motivos más naturales y mejor fundados, que acrisolen la verdad histórica, sin mengua del mérito ni del honor de sus actores; porque tal cual hasta hoy se nos presenta, o el obispo de Chiapa era un genio inquieto, turbulento, hipócrita, interesado &c., &c., o el Padre Motolinía un fraile envidioso, grosero, insolente, y un atrevido calumniador. Tales son los miembros de la disyuntiva en que se nos precisa a escoger.

     Para juzgar acertadamente de los hombres y de sus actos, es absolutamente necesario trasladarnos a su época y revestir sus ideas, sus pasiones y sus intereses, porque éstos han sido y serán en todos los tiempos y en todos los lugares el resorte secreto de las acciones. Por abandonar ese único y seguro criterio, se pronuncian tantos fallos falsos y se escriben [CXLIV] romances fantásticos o caricaturas con el nombre de historias. Fray Bartolomé y Fray Toribio pertenecían a dos célebres órdenes monásticas, divididas por contiendas seculares y por la natural rivalidad de corporación; dividíanlas en la doctrina, las famosas escuelas Tomista y Escotista; en los puntos de creencia, el de la Concepción; en el ministerio, las competencias sobre la defensa y la propagación de la fe, y en la política, la cuestión mixta que surgió con el descubrimiento de la América, donde dominicos y franciscanos se dieron rudos y repetidos combates con ocasión del tremendo problema que los separaba, y que, según hemos visto, resumía uno de los mismos contendientes en una figura retórica; conviene a saber: si la espada debía abrir primero, el camino al Evangelio, o bien debía seguirlo. Ardua y grave cuestión, siempre que se discuta con conciencia y buena fe!... Y no se olvide que aquel era el siglo de las contiendas literarias en que la resolución de un punto de ciencia solía tener más importancia que la conquista de un reino; especialmente si afectaba la religión, por el carácter profundamente devoto de aquella sociedad.

     Otra de las facciones distintivas de la época era la aspereza del lenguaje, inseparable, ya de la rudeza de las costumbres, ya de la consiguiente energía del carácter, ya en fin del calor de las disputas mismas y de las pasiones exaltadas. Sin ir más lejos, podríamos encontrar en nuestros días y entre nosotros mismos la plena solución de esos problemas sicológicos. Qué hemos visto y oído en la lucha encarnizada y fratricida que nos destroza ha casi medio siglo? Cuál es la buena fama que ha quedado limpia? cuál el prelado que no sea hipócrita y corrompido; el magistrado no venal; el sabio no estúpido; el patriota no interesado, y el administrador no concusionario?... Nuestro retrato, trazado por nuestras propias iracundas plumas, no encontraría su igual ni en un banco de galeras.... y tales arranques de pasión salen de quienes hacen o debieran hacer profesión de dominarla, aunque por dicha de la humanidad lleven el remedio en su exceso mismo.

     La filosofía y la crítica, que ven aquellos descarríos de más alto y tomándolos solamente como accidentes que no alteran la esencia de las cosas, los desprecian o los perdonan, considerándolos como flaquezas a que no han escapado los más eminentes genios, y ni aun los santos que la Iglesia expone a la veneración pública en sus altares. Quién no conoce las ardientes querellas de la teología, de la filosofía, de la jurisprudencia y aun de las ciencias exactas, que en manera alguna podían autorizar tanto mal como hombres verdaderamente distinguidos y respetables se han dicho y se han hecho? Cuáles injurias olvidaron los jesuitas en su polémica con nuestro V. Sr. Palafox (231), y cuáles perdonaron a aquella ilustre y benemérita [CXLV] orden religiosa sus apasionados enemigos? El gran Bossuet, ese astro radiante de la elocuencia y de la Iglesia, qué hizo con el eminente Fenelon, más eminente aún por su humildad y por su virtud, que por su ciencia? Cómo se trataban entre sí los Padres de la Iglesia en sus cartas, en sus apologías y aun en sus santas reuniones conciliares, durante la tormentosa infancia del cristianismo (232)? Quién podría contar las difamaciones y calumnias que durante el siglo III se derramaron por todo el mundo cristiano contra el célebre San Atanasio (233)? Qué vemos en las controversias suscitadas entonces con motivo de la validez del bautismo administrado por los herejes? Vemos que el papa San Esteban calificaba de herética la doctrina de los que la negaban, apellidando con tal motivo a San Cipriano, que la contradecía, seudo sacerdote, seudo apóstol y doloso ministro (234). San Cipriano, quejándose con su amigo Pompeyo de este duro tratamiento, tachaba con muy áspero lenguaje la conducta y aun doctrina del Pontífice (235); devolvíale sus reproches haciéndole los más severos cargos (236), rematando con inculpaciones que no nos atrevemos a reproducir en lengua vulgar (237). Firmiliano, obispo de Cesarea en Capadocia (238), grande amigo de San Cipriano y que profesaba su misma doctrina, se expresaba [CXLVI] en términos todavía más punzantes contra la defendida por el papa San Esteban, no perdonando tampoco ni a su ciencia, ni a su persona (239).

     Ahora bien, y qué han perdido ni en la estimación, ni en la veneración pública, las personas o corporaciones así difamadas?... Acaso el V. Palafox, Bossuet, Fenelon y los otros varones ilustres y santos de la Iglesia son menos respetados y honorificados de lo que reclaman sus merecimientos y sus virtudes?... No; porque a cada uno en su caso podía aplicarse, con más o menos propiedad, la observación que Brotier y Vauvilliers hacían con motivo de la violenta diatriba (240) que uno de los más bellos genios de la Grecia disparó al justamente aclamado Padre de la Historia. -Es imposible al hombre, decían, no pagar el tributo que debemos a la malignidad, la debilidad y a las pasiones que son el triste patrimonio de la humanidad. Por consiguiente, añadían (y yo repito con ellos), nuestro esfuerzo y empeño para repeler y desenmascarar la injusticia, deben ser tanto más grandes, cuanto que proceden de quien no puede sospecharse que consienta en ser su instrumento.

     La observación que precede cuadra especialmente al Padre Motolinía, porque su respetabilidad, su ingenuidad y sus eminentes virtudes, han sido precisamente la poderosa palanca que ha dado una fuerza casi irresistible a las acres censuras y opinión desfavorable sembradas en el mundo contra su venerable antagonista Fray Bartolomé de las Casas. No pudiéndosele sospechar intereses privados, ni miras rastreras, sus palabras y juicios se tomaron como la sincera expresión de la verdad, y como el severo fallo de una concienzuda opinión. Sin embargo, y quién lo creyera! el mismo Padre Motolinía viene a ministrar con su autoridad y con sus revelaciones históricas, la prueba plena y flagrante de todos y de cada uno de [CXLVII] los hechos que el Padre Casas invocaba en apoyo de las fulminantes filípicas que lanzaba a los conquistadores.

     Dos fueron los principales intentos que se propuso Fray Toribio en su famosa Carta al Emperador: 1 vindicar a los conquistadores y encomenderos de las inculpaciones de Don Fray Bartolomé: 2 desacreditar la veracidad de sus narraciones, y subvertir su recta intención, llevándose de calle al narrador. Para lo primero asienta que las adquisiciones de aquellos eran por medios legítimos; que los Indios estaban bien tratados; que sus tributos eran muy moderados; que los antiguos abusos habían desaparecido, y que a los Indios se hacia entera y pronta justicia contra sus mismos dominadores; que éstos eran muy celosos por la propagación del cristianismo, más y mejor aún que el mismo Casas; en fin, insinuaba que la despoblación procedía principalmente de las epidemias que habían afligido a las razas indígenas. Esto decía al Emperador en su Carta. Veamos ahora lo que antes había dicho al conde de Benavente en su Historia de los Indios.

     Comienza con las siguientes melancólicas palabras, que forman el epígrafe del trágico obituario de las familias aztecas. Hirió Dios y castigó esta tierra, y a los que en ella se hallaron, así naturales como extranjeros, con diez plagas trabajosas (241). Las tres primeras fueron la peste, la guerra y el hambre que trajo la conquista, La cuarta los calpixques (242), o estancieros y negros, que luego que la tierra se repartió, los conquistadores pusieron en sus repartimientos y pueblos para cobrar los tributos y para entender en sus granjerías... Hanse (añadía) enseñoreado de esta tierra, y mandan a los señores principales y naturales de ella como esclavos; y porque no querría descubrir sus defectos, callaré lo que siento con decir que... a do quiera que están todo lo enconan y corrompen, hediondos como carne dañada, y que no se aplican a nada sino a mandar; son zánganos que comen la miel que labran las pobres abejas, que son los Indios.

     La quinta plaga fue los grandes tributos y servicios que los Indios hacían... y como los tributos eran tan continuos... para poder ellos cumplir vendían los hijos y las tierras a los mercaderes, y faltando de cumplir el tributo, hartos murieron por ello, unos con tormentos y otros en prisiones crueles, porque los trataban bestialmente, y los estimaban en menos que a bestias.

     La sexta plaga fue las minas de oro, que además de los tributos y servicios de los pueblos a los Españoles encomendados, luego comenzaron a buscar minas, que los esclavos Indios que hasta hoy en ellas han muerto no se podrían contar.

     La séptima plaga fue la edificación de la gran ciudad de México, en [CXLVIII] la cual los primeros años andaba más gente que en la edificación del templo de Jerusalem... Allí murieron muchos Indios (243).

     La octava plaga fue los esclavos que hicieron para echar en las minas... de todas partes entraban a México tan grandes manadas como de ovejas para echarles el hierro... y por la prisa que daban a los Indios para que trajesen esclavos en tributo, tanto número de ochenta en ochenta días, acabados los esclavos traían los hijos y los macehuales (244)...y cuantos más haber y juntar podían... y como el hierro (245) andaba bien barato, dábanles por aquellos rostros tantos letreros, demás del principal hierro del rey, tanto que toda la cara traían escrita.

     La novena plaga fue el servicio de las minas, a las cuales iban de sesenta leguas y más a llevar mantenimientos los Indios cargados.... destos y de los esclavos que murieron en las minas, fue tanto el hedor, que causó pestilencia, en especial en las minas de Oaxyecac (246), en las cuales media legua a la redonda y mucha parte del camino, apenas se podía pasar sino sobre hombres muertos o sobre huesos; y eran tantas las aves y cuervos que venían a comer sobre los cuerpos muertos, que hacían gran sombra al sol, por lo cual se despoblaron muchos pueblos.

     La décima plaga fue las divisiones y bandos que hubo entre los Españoles que estaban en México, y que remataron con suplicios y matanzas de Indios.

     Los párrafos que preceden se han tomado de UN SOLO CAPÍTULO; del primero de la Historia del Padre Motolinía, y van copiados con sus propias palabras (247). Ahora pues, respóndase con franqueza y buena fe, si el V. Casas [CXLIX] ha dicho ni podía decir más en sus escritos, y si no es evidente que los del mismo Padre Motolinía ministran la más robusta prueba, ya de la sinceridad y verdad de sus narraciones, ya de la justa indignación con que fulminaba a los conquistadores.

     Si el Padre Motolinía ha sido harto desgraciado en sus apologías y defensas, y por consiguiente en sus censuras contra la veracidad de Don Fray Bartolomé, no le cabe mejor suerte en el segundo y más grave punto de su intento; en el de hacer sospechosas sus diligentes y desinteresadas investigaciones, no menos que su recta intención. Píntanoslo como un frenético, enemigo de sus compatriotas, siempre a caza de chismes y de enredos, lince para lo malo, topo para lo bueno, y caminando de acá para acullá con veinte y siete o treinta y siete Indios cargados y fatigados, todo lo más con procesos y escrituras contra Españoles, y bujerías de nada (248). Esta pintura es falsa por la exageración de sus formas y crudeza de su colorido. Don Fray Bartolomé hacía, en efecto, todas las investigaciones que le proporcionaba la ocasión, porque así lo exigían los deberes de historiador y de protector de los Indios. No haciéndolo, habría incurrido en una verdadera y grave culpa; pero ni averiguaba despreciables enredos, ni menos acogía ligeramente cuanto se le contaba. Nimiamente prudente y concienzudamente circunspecto en esta parte, exigía siempre que las relaciones se le dieran por escrito y autorizadas por los que las enviaban. Concienzudo he dicho, y lo prueba su estudiada reserva en no mencionar el nombre de las personas cuyos crímenes delataba, a menos que lo exigiera la narración, o fueran tan conocidas que nada tuvieran que perder. Este solo rasgo de circunspección bastaría para absolverlo plenamente del reproche que sin fundamento ni justicia se le ha hecho de difamación. Nuestro obispo observaba escrupulosamente el precepto -dicere de vitiis, parcere personis.

     Comprendo que las precedentes aserciones causarán alguna extrañeza, merced a las falsas ideas tan generalmente propagadas sobre el carácter y escritos de Don Fray Bartolomé, y por eso lamentaré siempre que las fatigas de un prolongado trabajo y las pesadumbres de la expatriación, durante mi residencia en Europa, no me dejaran tiempo ni aliento para producir hoy íntegro un documento de que solamente puedo dar un brevísimo extracto (249). Refiérome al testamento del V. Casas, del cual se conserva en la Biblioteca Imperial de París, calle de Richelieu, un testimonio [CL] jurídico, compulsado quince días después de su muerte. En esa ocasión solemne, en que aun los perversos, rompiendo la esclavitud de sus terrestres ataduras pagan su tributo a la verdad, Don Fray Bartolomé se manifestó como se le había visto siempre; franco, sincero, entusiasta y profundamente convencido de la justicia de la causa y de la rectitud de los principios que había defendido durante su larga y congojosa vida; tan convencido de ellos, que en esos momentos lo vemos reunir sus últimos esfuerzos para dirigir a su patria un apóstrofe a que tres últimos siglos van dando el melancólico tinte de una tremenda profecía. Lamento, vuelvo a decir, no haber copiado íntegro ese precioso e inédito documento, que hallaría hoy su propio lugar. Pongo a continuación los apuntes y extractos que saqué de él en la misma Biblioteca Imperial, a fines de Noviembre de 1855. Su concisión está indicando que, lo mismo que algunos otros, los tomé solamente para conservarlos como un recuerdo de viaje.



HOJAS 302 A 306

     Testimonio jurídico de una cláusula del testamento del Illmo. Fray Bartolomé de las Casas, compulsado en Madrid en 14 de Agosto de 1566. -De él aparece que el 17 de Marzo de 1564 se presentó el escribano Gaspar Testa en el monasterio de Nuestra Señora de Atocha, del orden de Predicadores, para autorizar el testamento cerrado del obispo, y que el 31 de Julio de 1566 compareció Fray Juan Bautista ante el Licenciado Palomino, teniente de corregidor de la villa, avisando la muerte del prelado, y pidiendo, como albacea, que se procediera a la apertura del testamento. -En una de sus cláusulas dice el obispo: - hice esta escritura por fin de febrero de 1564. &c.

     Su asunto es el que formó el objeto de todos los trabajos y votos del prelado, expresados con su mismo entusiasmo y vehemencia, según se comprenderá por el siguiente rasgo: e creo que por estas impías y celerosas e ignominiosas obras tan injusta, tiránica y barbáricamente hechas en ellas (en las gentes de América) y contra ellas, Dios ha de derramar sobre España su furor e ira, porque toda ella ha comunicado e participado poco que mucho en las sangrientas riquezas robadas y tan usurpadas y mal habidas y con tantos estragos e acabamiento de aquellas gentes, si gran penitencia no hiciere, y temo que tarde o nunca hará &c. -Una de sus mayores recomendaciones al prelado del monasterio, era que conservara sus papeles con el mayor cuidado, sin permitir extraerlos, especialmente su Historia general de las Indias. Igualmente encargaba que se reunieran en volúmenes todas las cartas e informes que se le habían escrito comunicándole los atentados que cometían los conquistadores -porque (decía) estas cartas son testimonio de la verdad que yo siempre y por muchos años por misericordia de Dios he defendido, e de las injusticias, injurias, e violencias, e prisiones, e calamidades, e muertes, que aquellas gentes de nosotros han padecido, e será e vivirá como historia probada por muchos...; por ende pido por caridad al M. R. P. Rector... que se haga un libro con todas, por la orden de los meses e años que se me enviaban y de las provincias que venían, y se pongan en la librería del dicho colegio ad perpetuam rei memoriam, porque si Dios determina destruir a España, se vea que es por las destrucciones que habemos hecho en las Indias, y parecerá la razón de su justicia. Esta compilación comenzó a hacer un prudente colegial, puesto que no hubo lugar para acabarla.

     El documento que describo presenta en muchas partes apostillas de letra del V. Fray [CLI] Alonso de la Veracruz (250). Una, autorizada con su firma, es la siguiente: -Digo yo Fray Alonso de la Vera (251) que oí al doctor Cerrano, oidor de S. M. en esta ciudad de México, que estando en corte de S. M. en España, y siendo relator allí de lo que el fiscal oyó pedía contra Pizarro de los males y tiranías que había hecho en el Perú, se le probó haber muerto más de veinte mil niños tomados de los pechos de sus madres, porque sin embarazo dellos pudieran en las madres llevar las cargas de los que iban en compañía del dicho Pizarro y suyas. -FR. ALONSO DE LA VERA (252).

     No es ésta, según ya advertía, la única apostilla que se encuentra en aquel precioso monumento; hay otras muchas, sumamente breves, pero todas confirmatorias de las especies asentadas por el ilustre testador, como de un testigo que daba fe de su verdad (253). Qué podrá entonces oponerse, en buena crítica, a la fidelidad de sus narraciones y a la sinceridad del narrador?... Contra esta, nada absolutamente, y si las otras claudicaban, no era suya la culpa; por eso recomendaba tan encarecidamente y aún pedía por caridad al rector del monasterio, que conservara las relaciones que se le habían enviado, haciéndolas encuadernar en un libro, porque esas cartas eran testimonio de la verdad que siempre había defendido. Quien así se expresaba tenía su conciencia tranquila, no temía el juicio de la posteridad, y patentizaba hasta en sus últimos días los recios y desinteresados sentimientos de un buen obispo y de un buen ciudadano; porque un sincero y acendrado patriotismo entraba también en todos los actos del perseguido obispo de Chiapas.

     Iguales o mayores elogios que los que le tributaba el venerable escritor agustiniano, ha merecido a los historiadores de las otras órdenes religiosas. Pero hable por todos el ilustre franciscano Fray Juan de Torquemada, ardiente defensor de la honra de sus hermanos, historiador el más diligente y sincero, que encontró aún fresca la memoria del V. Fray Toribio Motolinía (254)

y disfrutó de todos sus papeles. Ni una sola palabra vierte [CLII] sobre sus contiendas con el V. Casas, ni tampoco menciona entre sus escritos la famosa carta que nos ocupa, y que seguramente tenía a la vista. En oposición de este silencio, proclama al obispo hombre santo y grande inquisidor de verdades (255); apostólico y singular varón (256). Tejiendo en otra parte el elogio de los personajes ilustres de la orden de Santo Domingo, decía: Y pues que hacemos memoria de los que la merecieron por haber trabajado fiel y apostólicamente en la obra de la conversión de los Indios, razón será que se haga de quien entre otros religiosos más que otro alguno trabajó y más hizo por su conservación y cristiandad. Éste fue el obispo de Chiapa Don Fray Bartolomé de las Casas. Haciendo en seguida un breve resumen de sus afanes y trabajos por la defensa de los Indios, y para los cuales, advierte el historiador, que sus mismos hermanos franciscanos de México le enviaban noticias y documentos, concluye con la siguiente piadosa y sentida peroración. Tengo para mí (sin alguna duda) que es muy particular la gloria que goza en el cielo y honrosísima la corona de que está coronado por el santísimo celo que con perseverancia hasta la muerte tuvo de padecer por amor de Dios, volviendo por los pobres y miserables destituidos de toda ayuda y favor. Émulos hartos ha tenido por haber dicho claramente las verdades: plega a la majestad de Dios que ellos hayan alcanzado ante su divina presencia alguna parte de lo mucho que él mereció y alcanzó, según la fe que tenemos! (257)

     Estas palabras en boca de un hombre de la alta virtud y ciencia histórica que reunía el Padre Torquemada; de un Español, de un coetáneo y de un religioso franciscano de la provincia y del convento que había ilustrado el V. Motolinía con sus virtudes y con sus escritos, es una respuesta contundente a todos los argumentos y difamaciones lanzados contra su igualmente venerable antagonista. Yo podría multiplicar hasta lo infinito las remisiones a autoridades igualmente respetables; pero cuál pudiera ser mayor? qué más podrían decir?... Por lo demás, esos mismos acres y punzantes escritos del obispo de Chiapas; esa grande libertad y energía con que hablaba al más absoluto y poderoso monarca del mundo; esa paciencia con que éste lo escuchaba; esa pronta docilidad para atender a sus representaciones; esa abnegación para sobreponer los intereses religiosos a los políticos; esa imparcialidad y justificación del Consejo; y esas otras mil y flagrantes muestras del interés con que la corona veía la suerte de sus colonias, forman ciertamente el más grandioso monumento [CLIII] que la antigua monarquía española pudo elevar a su gloria, y le dan un timbre que puede ostentar con orgullo a las generaciones pasadas y venideras, segura de que difícilmente encontrará su igual, y jamás su superior.



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- XIII -

Fragmentos

     Si Gómara, Herrera y Torquemada nos hubieran citado con la escrupulosidad debida las fuentes de sus trabajos históricos, hoy podríamos recobrar, si no el todo, la mayor parte de lo que nos falta del Padre Motolinía; pero el primero ni aun lo menciona, y el segundo sólo hizo una vaga remisión. El último es el único que le conservó su propiedad en un gran número de pasajes, según hemos visto en la pág. CXXXII. Allí dije también que las remisiones que me quedaban sin concordar eran treinta, que debemos reputar como otros tantos Fragmentos. Éstos son de dos clases. Los unos propiamente tales que parecen reproducir el texto literal. Los otros que presentan las noticias tejidas con la narración del historiador. Como su interés no es sostenido, y engrosarían demasiado ésta, ya bastante abultada parte de mi trabajo, omitiré su inserción, bastando para satisfacer el empeño del curioso, que le indique los lugares de Torquemada donde puede encontrarlos. Este intento desempeña la siguiente tabla de remisiones. Advierto que todas se refieren a la edición de Madrid, 1723, fol., que es la común.

     TOMO PRIMERO. -Pág. 175, col. 2 -323, 2 (258). -324, 2. -327, 2. -329, 2.-331, 1.-336, 2.-531, 2. -613, 1.

     TOMO SEGUNDO. -301, 2. -379, l. -400, 2. -420, 1.-441, 2. -444, 1. -474, 2.- 475, 1 y 2. -478, 1. -556, 1. -558, 1 y 2. -564, 2. -565, 2.-566, 2.-597 (259). -612, 1.-618, 1. -623, 1.

     TOMO TERCERO. -605, 1.

     Al dar fin a esta tabla y a mi tarea, repito la advertencia que antes hice, conviene a saber: que es muy posible se encuentre alguno de estos fragmentos en la Historia de los Indios, pues ni mis ocupaciones me permitían hacer un tan minucioso examen, ni puedo confiar enteramente en mi memoria; por lo mismo he descansado principalmente en la del editor.

     México, Setiembre 10 de 1858.

JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ. [1]



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Historia de los indios de la Nueva España

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Epístola proemial de un Fraile menor al Illmo. Señor Don Antonio Pimentel, sexto conde de Benavente, sobre la relación de los ritos antiguos, idolatrías y sacrificios de los Indios de la Nueva España, y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado. Declárase en esta Epístola el origen de los que poblaron y se enseñorearon de la Nueva España

     La paz del muy alto Señor Dios nuestro sea siempre con su ánima. Amen. Nuestro Redentor y Maestro Jesucristo en sus sermones formaba las materias, parábolas y ejemplos según la capacidad de los oyentes; a cuya imitación digo: que los caballeros cuerdos se deben preciar de lo que su rey y señor se precia; porque lo contrario hacer, sería gran desatino: y de aquí es, que cuando en la corte el emperador se precia de justador, todos los caballeros son justadores; y si el rey se inclina a ser cazador, todos los caballeros se dan a la caza; y el traje que el rey ama y se viste, de aquel se visten los cortesanos. Y de aquí es, que como nuestro verdadero Redentor se preció de la cruz, todos los de su corte se preciaron más de la misma cruz, que de otra cosa ninguna, como verdaderos cortesanos que entendían y conocían que en esto estaba su verdadera salvación. Y de aquí es, que el hombre de ninguna cosa se precia [2] más que de la razón, que le hace hombre, capaz y merecedor de la gloria, y le distingue y aparta de los brutos animales. Dios se preció TANTO de la cruz, que se hizo hombre y por ella determinó de redimir el humanal linaje: y pues el Señor se precia del fruto de la cruz, que son las ánimas de los que se han de salvar, creo yo que Vuesa Señoría, como cuerdo y leal siervo de Jesucristo, se gozará en saber y oír la salvación y remedio de los convertidos en este Nuevo Mundo, que ahora la Nueva España se llama, adonde por la gracia y voluntad de Dios cada día tantas y tan grandes y ricas tierras SE DESCUBREN, adonde Nuestro Señor es nuevamente conocido, y su santo nombre y fe ensalzado y glorificado, cuya es toda la bondad y virtud que en Vuesa Señoría y en todos los virtuosos príncipes de la tierra resplandece; de lo cual no es menos dotado Vuesa Señoría que lo fueron todos sus antepasados, mayormente vuestro ínclito y verdadero padre Don Alonso Pimentel, conde quinto de Benavente, de buena y gloriosa memoria, cuyas pisadas Vuesa Señoría en su mocedad bien imita, mostrando ser no menos generoso que católico señor de la muy afamada casa y excelente dictado de Benavente, por lo cual debemos todos sus siervos y capellanes estudiar y trabajar en servir y reagradecer las mercedes recibidas; y a esta causa suplico a Vuesa Señoría reciba este pequeño servicio quitado de mi trabajo y ocupación, hurtando al sueño algunos ratos, en los cuales he recopilado esta relación y servicio que a Vuesa Señoría presento; en la cual sé que he quedado tan corto, que podría ser notado de los prácticos en esta tierra, que han visto y entendido todo o lo más que aquí se dirá. Y porque esta obra no vaya coja de lo que los hombres naturalmente desean saber, y aun en la verdad es gloria de los señores y príncipes buscar y saber secretos, declararé en ésta brevemente lo que más me parezca a la relación conveniente.

     Esta tierra de Anáhuac, o Nueva España (llamada ASÍ primero por el Emperador nuestro señor) según los libros antiguos que estos naturales tenían de caracteres y figuras, que ésta era su escritura; Y a causa de no tener letras, sino caracteres, y la memoria de los hombres ser débil y flaca, los viejos de esta tierra son varios en declarar las antigüedades y cosas notables de esta tierra, aunque algunas cosas se han colegido, y entendido por sus figuras, cuanto a la antigüedad y sucesión de los señores que señorearon y gobernaron [3] esta tan grande tierra; lo cual aquí no se tratará, por parecerme no ser menester dar cuenta de personas y nombres que mal se pueden entender ni pronunciar; baste decir cómo en el tiempo que esta tierra fue conquistada por el buen caballero y venturoso capitán Hernando Cortés, marqués que ahora es del Valle, era supremo rey y señor uno llamado Moteuczoma, y por nombre de mayor dictado llamado de los Indios Moteuczomatzin.

     Había entre estos naturales cinco libros, como dije, de figuras y caracteres. El primero habla de los años y tiempos. El segundo de los días y fiestas que tenían todo el año. El tercero de los sueños, embaimientos, vanidades y agüeros en que creían. El cuarto era el del bautismo, y nombres que daban a los niños. El quinto de los ritos, y ceremonias, y agüeros que tenían en los matrimonios. De todos éstos, al uno, que es el primero, se puede dar crédito, porque habla la verdad, que aunque bárbaros y sin letras, mucha orden tenían en contar los tiempos, días, semanas, meses, y años, y fiestas, como adelante parecerá. Y asimismo figuraban las hazañas y historias de vencimientos y guerras, y el suceso (260) de los señores principales; los temporales y notables señales del cielo, y pestilencias generales; en qué tiempo, y de qué señor acontecían; y todos los señores que principalmente sujetaron esta Nueva España, hasta que los Españoles vinieron a ella. Todo esto tienen por caracteres y figuras que lo dan a entender. Llaman a este libro, Libro de la cuenta de los años, y por lo que de este libro se ha podido colegir de los que esta tierra poblaron, fueron tres maneras de gentes, que aun ahora hay algunos de aquellos nombres. A los unos llamaron Chichimecas, los cuales fueron los primeros señores de esta tierra. Los segundos son los de Colhua. Los terceros son los Mexicanos (261).

     De los Chichimecas no se halla más de que ha ochocientos años [4] que son moradores en esta tierra, aunque se tiene por cierto ser mucho más antiguos, sino que no tenían manera de escribir ni figurar, por ser gente bárbara y que vivían como salvajes. Los de Cohlua se halla que comenzaron a escribir y hacer memoriales por sus caracteres y figuras. Estos Chichimecas no se halla que tuviesen casas, ni lugares, ni vestidos, ni maíz, ni otro género de pan, ni otras semillas. Habitaban en cuevas y en los montes; manteníanse de raíces del campo, y de venados, y liebres, y conejos, y culebras. Comíanlo todo crudo, o puesto a secar al sol; y aun hoy día hay gente que vive de esta manera, según que más larga cuenta dará a Vuesa Señoría el portador de ésta, porque él con otros tres compañeros estuvieron cautivos por esclavos más de siete años, que escaparon de la armada de Pánfilo de Narváez; después se huyeron, y otros Indios los trajeron y sirvieron camino de más de setecientas leguas, y los tenían por hombres caídos del cielo; y éstos descubrieron mucha tierra encima de la Nueva Galicia, adonde (262) ahora van a buscar las siete ciudades. Ya son venidos mensajeros y cartas como han descubierto infinita multitud de gente. Llámase la primera tierra la provincia de Cíbola; creese (263) que será gran puerta para ir adelante.

     Tenían y reconocían estos Chichimecas a uno por mayor, al cual supremamente obedecían (264). Tomaban una sola por mujer, y no había de ser parienta. No tenían sacrificios de mugre, ni ídolos; mas adoraban al sol y teníanle por Dios, al cual ofrecían aves y culebras y mariposas. Esto es lo que de estos Chichimecas se ha alcanzado a saber.

     Los segundos fueron los de Colhua. No se sabe de cierto de adónde vinieron, mas de que no fueron naturales, sino que vinieron treinta años después que los Chichimecas habitaban en la tierra; de manera que hay memoria de ellos de setecientos y setenta años; y que eran gente de razón, y labraron y cultivaron la tierra, y comenzaron a edificar y a hacer casas y pueblos, y a la fin comenzaron a comunicarse con los Chichimecas, y a contraer matrimonios, y casar unos con otros; aunque se sabe que esto no les duró más de ciento y ochenta años. [5]

     Los terceros, como hice mención, son los Mexicanos, de los cuales se tratará adelante. Algunos quieren sentir que son de los mismos de Colhua, y creese será así, por ser la lengua toda una; aunque se sabe que estos Mexicanos fueron los postreros, y que no tuvieron (265) señores principales, mas de que se gobernaron (266) por capitanes. Los de Colhua parecieron (267) gente de más cuenta y señores principales. Los unos y los otros vinieron a la laguna de México. Los de Colhua entraron por la parte de oriente, y edificaron un pueblo que se dice Tollantzinco, diez y siete leguas de México; y de allí fueron a Tollán, doce leguas de México, a la parte del norte, y vinieron poblando hacia Tetzcoco, que es en la orilla del agua de la laguna de México, cinco leguas de travesía, y ocho de hojeo. Tetzcoco está a la parte de oriente, y México al occidente, la laguna en medio. Algunos quieren decir que Tetzcoco se dice Colhua por respeto de éstos que allí poblaron. Después el señorío de Tetzcoco fue tan grande como el de México. De allí de Tetzcoco vinieron a edificar a Coatlichán, que es poco más que legua (268) de Tetzcoco, a la orilla del agua, entre oriente y mediodía. De allí fueron a Colhuacán, a la parte de mediodía; tiene a México al norte dos leguas, por una calzada. Allí en Colhuacán asentaron, y estuvieron muchos años. Adonde ahora es la ciudad de México eran entonces pantanos y cenagales, salvo un poco que estaba enjuto como isleta. Allí comenzaron los de Colhua a hacer unas pocas de casas de paja; aunque siempre el señorío tuvieron en Colhuacán, y allí residía el señor principal.

     En este medio tiempo vinieron los Mexicanos, y entraron también por el puerto (269) llamado Tollán, que es a la parte del norte respecto a México, y vinieron hacia el poniente poblando hasta Azcapotzalco, poco más de una legua de México. De allí fueron a Tlacopán, y a Chapultepec, adonde nace una excelente fuente que entra en México, y de allí poblaron a México.

     Residiendo los Mexicanos en México, cabeza de señorío, y los de Colhua en Colhuacán, en esta sazón se levantó un principal de los [6] de Colhua, y con ambición de señorear mató a traición al señor de los de Colhua, el cual era ya treceno señor después que poblaron, y levantose por señor de toda la tierra; y como era sagaz quiso, por reinar sin sospecha, matar a un hijo que había quedado de aquel señor a quien él había muerto, el cual por industria de su madre se escapó de la muerte y se fue a México, adonde estando muchos días, creció y vino a ser hombre, y los Mexicanos, visto su buena manera, trataron con él matrimonios, de suerte que casó con veinte mujeres, unas en vida de otras, y todas hijas y parientas de los más principales de los Mexicanos, de las cuales hubo muchos hijos, y de estos descienden todos los más principales señores de la comarca de México. A éste favoreció la fortuna cuanto desfavoreció a su padre, porque vino a ser señor de México, y también de Colhuacán, aunque no de todo el señorío; y dio en su vida a un hijo el señorío de Colhua, y él quedo ennobleciendo a México, y reiné y señoreó en ella cuarenta y seis años. Muerto este señor, que se llamaba Acamapitztli, sucediole un hijo de tanto valor, y más que el padre, porque por su industria sujetó muchos pueblos, al cual después sucedió un otro hermano suyo, al cual mataron sus vasallos a traición, aunque no sin gran culpa suya, porque vivía con mucho descuido.

     A este tercero señor sucedió otro hermano llamado Itzcoatzin, que fue muy venturoso, y venció muchas batallas, y sujetó muchas provincias, e hizo muchos templos, y engrandeció a México.

     A este sucedió otro señor llamado Huehue Moteuczoma, que quiere decir Moteuczoma el Viejo, que fue nieto del primero señor. Era entre esta gente costumbre de heredar los señoríos los hermanos si los tenía, y a los hermanos sucedía otra vez el hijo del mayor hermano, aunque en algunas partes sucedía el hijo al padre; pero el suceder los hermanos era más general, y en los mayores señoríos, como eran México y Tetzcoco.

     Muerto el viejo Moteuczoma sin hijo varón, sucediole una hija legítima, cuyo marido fue un pariente suyo muy cercano, de quien sucedió y fue hijo Moteuczomatzin, el cual reinaba en el tiempo que los españoles vinieron a esta tierra de Anáhuac. Este Moteuczomatzin reinaba en mayor prosperidad que ninguno de sus pasados, porque fue hombre sabio, y que se supo hacer acatar y temer, y así fue el más temido señor de cuantos en esta tierra [7] reinaron. Esta dicción tzin, en que fenecen los nombres de los señores aquí nombrados no es propia del nombre, sino que se añade por cortesía y dignidad, que así lo requiere esta lengua.

     Este Moteuczoma tenía por sus pronósticos y agüeros, que su gloria, triunfo y majestad no había de durar muchos años, y que en su tiempo habían de venir gentes extrañas a señorear esta tierra, y por esta causa vivía triste, conforme a la interpretación de su nombre; porque Moteuczoma quiere decir, hombre triste, y sañudo, y grave, y modesto, que se hace temer y acatar, como de hecho éste lo tuvo todo.

     Estos Indios demás de poner por memorias, caracteres y figuras las cosas ya dichas, y en especial el suceso y generación de los señores y linajes principales, y cosas notables que en su tiempo acontecían, habían también entre ellos personas de buena memoria que retenían y sabían contar y relatar todo lo que se les preguntaba; y de éstos yo topé con uno, a mi ver harto hábil y de buena memoria, el cual sin contradicción de lo dicho, con brevedad me dio noticia y relación del principio y origen de estos naturales, según su opinión y libros entre ellos más auténticos. Pues éste dice, que estos Indios de la Nueva España traen principio de un pueblo llamado Chicomoztoc, que en nuestra lengua castellana quiere decir Siete cuevas; y cómo un señor de ellos hubo siete hijos, de los cuales el mayor y primogénito pobló a Cuauhquechollán y otros muchos pueblos, y su generación vino poblando hasta salir a Tehuacán, Cozcatlán, y Teutitlán.

     Del segundo hijo llamado Tenoch vinieron los Tenochcas, que son los Mexicanos, y así se llama la ciudad de México, Tenochca.

     El tercero y cuarto hijos también poblaron muchas provincias y pueblos, hasta adonde está ahora la ciudad de los Ángeles edificada, adonde hubieron grandes batallas y reencuentros, según que en aquel tiempo se usaba, y poblaron también adelante, adonde ahora está un pueblo de gran trato, adonde se solían juntar muchos mercaderes de diversas partes y de lejas tierras, y van (270) allí a contratar, que se dice Xicalanco. Otro pueblo del mismo nombre me acuerdo haber visto en la provincia de Maxcalzinco, que es cerca [8] del puerto de la Veracruz, que poblaron los Xicalancas; y aunque están ambos en una costa, hay mucha distancia del uno al otro.

     Del quinto hijo llamado Mixtecatl vinieron los Mixtecas. Su tierra ahora se llama Mixtecapán, la cual es un gran reino: desde el primer pueblo hacia la parte de México, que se llama Acatlán, hasta el postrero, que se dice Tototepec, que está en la costa del mar del sur, son cerca de ochenta leguas. En esta Mixteca hay muchas provincias y pueblos, y aunque es tierra de muchas montañas y sierras, va toda poblada. Hace algunas vegas y valles; pero no hay vega en toda ella tan ancha que pase de una legua. Es tierra muy poblada y rica, adonde hay minas de oro y plata, y muchos y muy buenos morales, por lo cual se comenzó a criar aquí primero la seda; y aunque en esta Nueva España no ha mucho que esta granjería se comenzó, se dice que se cogerán en este año más de quince mil libras de seda; y sale tan buena, que dicen los maestros que la tratan, que la tonotzi es mejor que la joyante de Granada; y la joyante de esta Nueva España es muy extremada de buena seda (271).

     Es esta tierra muy sana. Todos los pueblos están en alto en lugares secos. Tiene buena templanza de tierra, y es de notar que en todo tiempo del año se cría la seda, sin faltar ningún mes. Antes que esta carta escribiese en este año de 1541, anduve por esta tierra que digo, más de treinta días; y por el mes de Enero vi en muchas partes semilla de seda, una que revivía, y gusanicos negros, y otros blancos, de una dormida, y de dos, y de tres, y de cuatro dormidas; y otros gusanos grandes fuera de las panelas, en zarzos; y otros gusanos hilando, y otros en capullo, y palomitas que echaban simiente. Hay en esto que dicho tengo, tres cosas de notar; la una, poderse avivar la semilla sin ponerla en los pechos, ni entre ropa, [9] como se hace en España; la otra, que en ningún tiempo mueren los gusanos, ni por frío ni por calor; y haber en los morales hoja verde todo el año: y esto es por la gran templanza de la tierra. Todo esto oso afirmar porque soy de ello testigo de vista, y digo: que se podrá criar seda en cantidad dos veces en el año, y poca siempre todo el año, como está dicho.

     En el fin de esta tierra de la Mixteca está el rico valle y fertilísimo de Oaxyecac, del cual se intitula el señor marqués benemérito Don Hernando Cortés, en el cual tiene muchos vasallos. Está en el medio de este valle, en una ladera edificada, la ciudad de Antequera, la cual es abundantísima de todo género de ganados, y muy proveída de mantenimientos, en especial trigo y maíz. En principio de este año vi vender (272) en ella la fanega de trigo a real, que en esta tierra no se estima tanto un real, como en España medio. Hay en esta ciudad muy buenos membrillos y granados, y muchos y muy buenos higos, que duran casi todo el año, y hácense en la tierra las higueras muy grandes y hermosas.

     Del postrero hijo descienden los Otomíes (273), llamados de su nombre, que se llamaba Otomitl. Es una de las mayores generaciones de la Nueva España. Todo lo alto de las montañas, o la mayor parte, a la redonda de México, están llenas de ellos. La cabeza de su señorío creo que es Xilotepec, que es una gran provincia, y las provincias de Tollán y Otompa casi todas son de ellos, sin CONTAR que en lo bueno de la Nueva España hay muchas poblaciones de estos Otomíes, de los cuales proceden los Chichimecas; y en la verdad estas dos generaciones son las de más bajo metal, y de gente más bárbara de toda la Nueva España; pero hábiles para recibir la fe, y han venido y vienen con gran voluntad a recibir el bautismo y la doctrina cristiana.

     No he podido bien averiguar cual de estos hermanos fue a poblar la provincia de Nicaragua, mas de cuanto sé que en tiempo de una grande esterilidad, compelidos muchos Indios con necesidad, salieron de esta Nueva España, y sospecho que fue en aquel tiempo que hubo cuatro años que no llovió en toda la tierra; porque se sabe que [10] en este propio tiempo por el mar del sur fueron gran número de canoas o barcas, las cuales aportaron y desembarcaron en Nicaragua, que está de México más de trescientas y cincuenta leguas, y dieron guerra a los naturales que allí tenían poblado, y los desbarataron y echaron de su señorío, y ellos se quedaron, y poblaron allí aquellos Nahuales; y aunque no hay más de cien años, poco más o menos, cuando los Españoles descubrieron aquella tierra de Nicaragua, que fue en el año de 1523, y fue descubierta por Gil González de Ávila, juzgaron haber en la dicha provincia quinientas mil ánimas. Después se edificó allí la ciudad de León, que es cabeza de aquella provincia. Y porque muchos se maravillan en ver que Nicaragua sea y esté poblada de Nahuales, que son de la lengua de México, y no sabiendo cuándo ni por quién fue poblada, pongo aquí la manera, porque apenas hay quien lo sepa en la Nueva España.

     El mismo viejo, padre de los arriba dichos, casé segunda vez; la cual gente creyó que había salido y sido engendrada de la lluvia y del polvo de la tierra; y asimismo creían que el mismo viejo y su primera mujer habían salido de aquel lugar llamado Siete cuevas, y que no tenían otro padre ni otra madre. De aquella segunda mujer Chimamatl, dicen que hubo un hijo sólo que se (274) llamó Quetzalcoatl, el cual salió hombre honesto y templado, y comenzó a hacer penitencia de ayunos y disciplinas, y predicar, según se dice, la ley natural, y enseñar por ejemplo y por palabra el ayuno; y desde este tiempo comenzaron muchos en esta tierra a ayunar: no fue casado, ni se le conoció mujer, sino que vivió honesta y castamente. Dicen que fue éste el primero que comenzó el sacrificio, y a sacar sangre de las orejas y de la lengua; no por servir al demonio, sino en penitencia contra el vicio de la lengua y del oír: después el demonio lo aplicó a su culto y servicio.

     Un Indio llamado Chichimecatl ató una cinta o correa de cuero al brazo de Quetzalcoatl, en lo alto cerca del hombro, y por aquel tiempo y acontecimiento de atarle el brazo aclamáronle Acolhuatl; y de éste dicen que vinieron los de Colhua, antecesores de Moteuczoma, señores de México y de Colhuacán, y a dicho Quetzalcoatl tuvieron los Indios por uno de los principales de sus dioses, y llamáronle dios [11] del aire, y por todas partes le edificaron infinito número de templos, y le levantaron su estatua y pintaron su figura. Acerca del origen de estos naturales hay diversas opiniones, y en especial de los de Colhua o Acolhua, que fueron los principales señores de esta Nueva España; y así las unas opiniones como las otras declararé a Vuestra Excelentísima Señoría.

     Los de Tetzcoco, que en antigüedad y señorío no son menos que los Mexicanos, se llaman hoy día Acolhuas y toda su provincia junta se llama Acolhuacán, y este nombre les quedó de un valiente capitán que tuvieron, natural de la misma provincia, que se llamó por nombre Acoli, que así se llama aquel hueso que va desde el codo hasta el hombro, y del mismo hueso llaman al hombro (275) Acoli. Este capitán Acoli era como otro Saúl, valiente y alto de cuerpo, tanto que de los hombros arriba sobrepujaba a todo el pueblo, y no había otro a él semejante. Este Acoli fue tan animoso y esforzado y nombrado en la guerra, que de él se llamó la provincia de Tetzcoco Acolhuacán.

     Los Tlaxcaltecas que recibieron y ayudaron a conquistar la Nueva España a los Españoles son de los Nahuales, esto es, de la misma lengua que los mexicanos. Dicen que sus antecesores vinieron de la parte del norueste, y para entrar en esta tierra navegaban ocho o diez días; y de los más antiguos que de allí vinieron tenían dos saetas, las cuales guardaban como preciosas reliquias, y las tenían por principal señal para saber si habían de vencer la batalla, o si se debían de retirar con tiempo. Fueron estos Tlaxcaltecas gente belicosa, como se dirá adelante en la tercera parte. Cuando salían a la batalla llevaban aquellas saetas dos capitanes, los más señalados en esfuerzo, y en el primer reencuentro herían con ellas a los enemigos, arrojándolas de lejos, y procuraban hasta la muerte de tornarlas a cobrar; y si con ellas herían y sacaban sangre, tenían por cierta la victoria, y animábanse todos mucho para vencer, y con aquella esperanza esforzábanse para herir y vencer a sus enemigos; y si con las dichas saetas no herían a nadie ni sacaban sangre, lo mejor que odian se retiraban, porque tenían por cierto agüero que les había de suceder mal en aquella batalla.

     Volviendo al propósito: los más ancianos de los Tlaxcaltecas tienen [12] que VINIERON de aquella parte del norueste, y DE allí señalan y dicen que vinieron los Nahuales, que es la principal lengua y gente de la Nueva España; y esto mismo sienten y dicen otros muchos. Hacia esta misma parte del norueste están ya conquistadas y descubiertas quinientas leguas, hasta la provincia de Cíbola; y yo tengo carta de este mismo año hecha, cómo de aquella parte de Cíbola han descubierto infinita multitud de gente, en las cuales no se ha hallado lengua de los Nahuales, por donde parece ser gente extraña y nunca oída.

     Aristóteles, en el libro De admirandis in Natura, dice que en los tiempos antiguos los Cartagineses navegaron por el estrecho de Hércules, que es nuestro estrecho de Gibraltar, hacia el occidente, navegación de sesenta días, y que hallaban tierras amenas, deleitosas y muy fértiles. Y como se siguiese mucho aquella navegación, y allá se quedasen muchos hechos moradores, el senado cartaginense mandó, so pena de muerte, que ninguno navegase ni viniese la tal navegación, por temor que no se despoblase su ciudad. Estas tierras o islas pudieron ser las que están antes de San Juan, o la Española, o Cuba, o por ventura alguna parte de esta Nueva España; pero una tan gran tierra, y tan poblada (276) por todas partes, más parece traer origen de otras extrañas partes; y aun en algunos indicios parece ser del repartimiento y división de los nietos de Noé. Algunos Españoles, considerados ciertos ritos, costumbres y ceremonias de estos naturales, los juzgan ser de generación de Moros. Otros, por algunas causas y condiciones que en ellos ven, dicen que son de generación de Judíos; mas la más común opinión es, que todos ellos son gentiles, pues vemos que lo usan y tienen por bueno.

     Si esta relación saliere de manos de Vuestra Ilustrísima Señoría, dos cosas le suplico en limosna por amor de Nuestro Señor: la una, que el nombre del autor se diga ser un fraile menor, y no otro nombre ninguno: la otra, que Vuestra Señoría la mande examinar en el primer capítulo que en esa su villa de Benavente se celebrare, pues en él se ajuntan personas asaz doctísimas, porque muchas cosas después de escritas aún no tuve tiempo de las volver a leer, y por esta causa sé que va algo vicioso y mal escrito. [13]

     Ruego a Nuestro Señor Dios que su santa gracia more siempre en el ánima de Vuestra Ilustrísima Señoría.

     Hecha en el convento de Santa María de la Concepción de Tehuacán (277), día del glorioso Apóstol San Matías, año de la redención humana 1541. -Pobre y menor siervo y capellán de V. I. S. -MOTOLINÍA, FRAY TORIBIO DE PAREDES (278). [14]

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