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Colección de viajes y expediciones a los campos de Buenos-Aires y a las costas de Patagonia

portada



  —I→  

ArribaAbajoDiscurso preliminar a las expediciones a los campos del sud

Son tan escasas las noticias que tenemos de la región austral del Río de la Plata, que no debe mirarse con desprecio la serie de documentos oficiales que presentamos al público. No debe esperar el lector de hallar en ellos datos, y observaciones científicas. Los más de estos diarios han sido llevados por oficiales que no tenían más conocimientos que los de su profesión: pero, sin pretensión y sin orgullo, relataban sencillamente lo que veían, y describían con una fidelidad apreciable los parajes que exploraban. Estas relaciones suelen a veces presentar detalles nuevos e importantes, como los cantos populares que brillan por rasgos insólitos de una vulgar poesía.

Tienen también el mérito de conservarnos la fisionomía original de una naturaleza inculta, y del hombre de la creación, cuyas costumbres en vano se esforzaron de indagar los filósofos, en el silencio de sus gabinetes.

A pesar de los grandes progresos que ha hecho la geografía, ¿cuál es el hombre, versado en estos estudios, que deje de explorar las relaciones de los primeros viajeros, para comparar, y rectificar a veces las especies de los que marcharon después en sus huellas, con más   —II→   instrucción y auxilios? ¿Cuánta luz arroja aún sobre el Asia su primer historiador Herodoto, y su más antiguo viajero Marco Polo? ¿Y qué otra cosa son los geógrafos menores que recogió e ilustró con tanto afán Hudson, sino nuestros Cardiel, Hernández, Pavón, y Amigorena?

Si hay una ciencia que procede lenta y paulatinamente, es ciertamente la geografía. ¿Cuántas observaciones para determinar la verdadera situación del Cabo de San Antonio, y calcular con acierto la latitud del de Santa María? Y sin embargo los más ilustres navegantes han pasado delante de estos promontorios, y cada uno de ellos reincidió (para enmendarlos después) en los errores de sus predecesores. Así se perfeccionan los conocimientos, que hubiera sido imposible llevar de otro modo al grado de madurez que han adquirido en nuestros días. Y cuando a las causas que suelen retardar estos adelantamientos se agregan otras que los paralizan, se percibe entonces toda la importancia de estos ensayos, que son como los arranques que se dejan en los edificios para continuarlos.

Algunos de estos documentos disfrutaban de una celebridad que están lejos de justificar: tales son los informes de Sa y Farias, y Villarino sobre los puertos y establecimientos de la costa patagónica. Más interesante nos parece el diario de Amigorena, y el de Hilario Tapary, que, sin recursos y escoltado por dos perros, emprendió el viaje más largo y desastroso que haya sido ejecutado hasta ahora en nuestras pampas.

En su estilo sencillo expresa al vivo las sensaciones que experimentó al aspecto del desierto, y cuando tuvo que separarse de su compañero, y de uno de sus perros, que, en su desamparo, habían llegado a ser parte necesaria de su existencia. Estos incidentes no pertenecen a la geografía; pero ¿cuál es el alma insensible que nos condene por haberlos reproducido en nuestra colección?

Todos estos documentos nos han sido franqueados por el señor canónigo doctor don Saturnino Segurola, a cuya generosidad debemos   —III→   también la Descripción de las Misiones de Tarija que encabeza el presente volumen.

Buenos-Aires, setiembre 4 de 1837.

Pedro de Angelis





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ArribaAbajo- I -


ArribaAbajo Extracto o resumen del diario del padre José Cardiel, en el viaje que hizo desde Buenos Aires al Volcán, y de éste siguiendo la costa Patagónica, hasta el Arroyo de la Ascensión

Dice que de Buenos Aires al Volcán habrá como 100 leguas. Que desde el Volcán, caminando por cerca de la costa del mar, hay como 100 leguas hasta el Río Colorado, que en éste y en el de Sauce, que está como 30 leguas más allá, y en su intermedio, habita la nación Tehuelches, que tiene muy poca comunicación con los cristianos, y que por aquella parte puebla esta nación las orillas del mar. Que más allá de él, habitan otras muchas naciones hasta el Estrecho, no por la costa del mar, que es tierra estéril, sino por tierra adentro, según las noticias dadas por los serranos, aucaes y tehuelches.

Que los pampas de Buenos Aires hicieron su población a 43 leguas de esta ciudad, y tres leguas del Río de la Plata, en que se juntaron 300 almas.

Que fue dicho padre al Volcán1 en el año de 1747, y que empezó a formar un pueblo con el nombre de Nuestra Señora del Pilar del Volcán. Que en esta ocasión se comunicó con unos pocos puelches del Río del Sauce, que estaban cazando yeguas baguales; que le pareció nación más bien dispuesta para el evangelio que los serranos y aucaes; y que unos y otros indios le habían dado muchas noticias del gran número de gente que había entre los ríos Colorado y Sauce, y de   —4→   los bosques y otras utilidades que allí había, necesarias para fundar pueblos, y de que carecían los dos pueblos de pampas y el Volcán.

Que partió de Buenos Aires a mediado de marzo de 1748, con un estudiante para ayudar a misa, y cuatro mozos que conducían las cargas, y que llegaron al pueblo de los pampas, que se intitula la Concepción.

Que salieron de este pueblo a 17 de abril; que no hallaron agua en 25 leguas por la mucha seca; y que cuando ésta no es mucha, se halla en cada jornada, de lagunas, que no hay arroyos hasta una jornada antes de las Sierras del Volcán.

Que a 20 de abril llegó al comenzado pueblo del Pilar, donde estaba el padre Tomás Falkner2 y el padre Matías Strobel; que del pueblo de los pampas a dicho Pilar hay cosa de 60 leguas; las 40 de solas campañas, sin árboles ni matorrales, y están pobladas de infinidad de yeguas silvestres, cimarronas o baguales, como acá dicen; hay en ellas abundancia de venados, cerdos, avestruces, quirquinchos y perdices.

Que del pueblo del Pilar llevó por guía e intérprete a dos infelices serranos por una considerable paga adelantada, y salió de dicho pueblo en 6 de mayo. Que se ponían de marcha a las diez, y sin parar a mediodía, se hacía alto antes de ponerse el sol, en paraje de leña, agua y pasto, que no siempre le encontraban, caminando seis o siete leguas cada día.

Que hasta el día 9 se detuvieron por varios azares en el corto espacio de ocho leguas, que hay del pueblo al propio Volcán o abertura, del cual salió el día 10, rumbo casi a poniente, habiendo caminado en él ocho o nueve leguas.

El día 11 salieron a medio día, y a dos leguas de distancia encontraron un arroyo de tres palmos de hondura, y después a poca distancia entre sí, otros tres que estaban secos, luego otro de más de tres palmos de agua. Que salieron de las cuestas enderezando algo hacia el mar, por ver que los arroyos, a causa de la seca, no estaban tan crecidos como lo pensaban. Caminó cosa de tres leguas.

El día 12, a distancia de cuatro y media leguas del último arroyo, pasaron otro de poca agua; tres leguas más adelante otro de dos pies de   —5→   agua; una legua, más allá, otro de una vara de ancho con grandes barrancas de ocho y diez varas en alto, y hallaron vado con dificultad; cuatro leguas más adelante otro más hondo y de más altas barrancas, donde hallaron vado, y caminaron cosa de nueve leguas.

El día 13, a dos leguas, pasaron un cerro algo alto; dos leguas más adelante un arroyo de poca agua. Desde cerca de este arroyo escaseaba mucho el pasto y leña que hasta aquí era abundante; tres o cuatro leguas más adelante hicieron noche junto a un charco. Caminaron como siete leguas,

El día 14, caminando al SE por acercarse al mar, a dos leguas entraron sin pensar en una tierra sin pasto ni yerba, como campaña recién quemada, algo arenisca, y todo el día fue de la misma calidad. Siguiendo el rumbo del S, por dar pronto con el mar, hallaron unas piedras menudas, entre las cuales algunas coloradas y otras blancas, muy duras y redondas; y algunas tenían alrededor una raya como canal y como para atar un cordel: los indios las llaman piedras del Diablo. En tan mala tierra hicieron noche, habiendo caminado como siete leguas.

El 15, después de haber caminado por aquella tierra pelada cosa de legua y media al S, llegaron a tierra de pasto, y luego a un pequeño arroyo, de donde se veían altos cerros de arena, que era la orilla del mar: había cerca de ellos arenales, mucho pasto y mucha leña de los matorrales que llaman Margarita. Pararon tres días para descansar las cabalgaduras.

El 19 partieron del lugar antecedente, y a las dos leguas de distancia encontraron un mediano arroyo; y cosa de cinco leguas más adelante hicieron noche.

El 20, a tres leguas, pasaron un buen arroyo, y por él había una abertura sin arenales hasta el mar como de 600 pasos, y los montones de arena no eran tan altos. Aquí se perdió el padre, saliendo a buscar agua, leña y pasto.

El día 21 lo abandonaron el guía y el intérprete, y se resolvió hacer la vuelta por la playa del mar hasta el pueblo de los pampas.



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ArribaAbajoAdvertencia del padre

Quédese, pues, sabido para todos, que este camino desde las Sierras del Volcán hasta cuatro leguas más allá del Arroyo de la Ascensión, de donde se volvió, es como de 70 leguas. Es camino no sólo para cabalgaduras, sino también para carretas, sin pantano alguno, con pasos por los ríos, aun por los dos grandes de las Barrancas, con leña para pasar; porque, aunque en algunas partes hay muy poca, se puede cargar en las que la hay; con abundancia de agua, de manera que casi siempre se puede hacer mediodía en un arroyo, y noche en otro camino de tierra adentro y a la orilla de los arenales.

Para llegar al Río Colorado, que dicen ser grande y con mucha abundancia de sauces altos y gruesos, no faltaban, según lo que pude averiguar, sino cosa de 30 leguas. Este trecho debe ser de las mismas calidades que el de 70 leguas andado.

Del Colorado al Río Sauce, habitación de las tolderías de los Tehuelches, debe haber otras 30, y hablan mucho los indios de su fertilidad: conque seguramente se puede ir con carretas hasta el Río del Sauce, y si se quiere adelantar aun hasta la otra banda, con el arte con que pasan los españoles con carretas los grandes ríos que hay desde Santa Fe al Paraguay, pasando la carga en pelotas, tiradas de un caballo nadando con su jinete, y tirando los bueyes las carretas unidos y nadando; y lo hacen con facilidad, según he visto.

Mejor camino es, y más fértil en todo este trecho, desde el Volcán al Río del Sauce, (siendo lo poco que resta que andar, de las calidades de las 70 leguas, como se presume), que el que hay desde Buenos Aires al Volcán: pues en este falta muy frecuentemente el agua, por no haber arroyos más que uno de agua buena, y dos de salobre, y son pocas y no permanentes las lagunas y muchas salobres; y también falta leña y no poco pasto.

Todos los arroyos de dichas 70 leguas son de agua buena, y los demás hasta el Río del Sauce, dicen los indios que son así; todas las lagunas, que se retiran una legua de los arenales por donde los hay, son asimismo de agua buena. Donde no hay arenales son así, aun las que están a la orilla de la costa. Las arrimadas a los arenales son de agua salobre, excepto tal cual entre los arenales, que es de agua muy buena; y también hay algunas de buena agua de las así arrimadas por donde   —7→   se angostan los arenales. Todos los arroyos entran explayándose en el mar con mucho menos fondo que por más arriba, dando paso a las cabalgaduras, excepto el río y Puerto de San José, en creciente de marea. El mar está muy furioso, con soberbias olas de cinco y más varas en alto en todas las orillas de la costa, aun en tiempo de calma, sin dar lugar a desembarco sin gran peligro.

La costa no va al SO, como la ponen comúnmente los mapas, sino al O SO. Desde el Río del Sauce debe delinear al SO, y después casi al S, de otro modo no podremos componer la longitud que notó el padre Quiroga, cuando navegamos aquellas costas el año de 1745.

41º 30' latitud
45º longitud
Río Negro o Bahía sin fondo
155 leguas abajo del Río de la Plata
20 leguas después del Río Colorado

Nota 1.ª El Padre Cardiel, en su regreso por la costa, tomó tres alturas, y ninguna cuando marchaba al Río Colorado, porque no las expresa en su diario; y así la distancia de 70 leguas del Volcán al Arroyo de la Ascensión y cuatro leguas más al S, son arbitrarias por estimación, en que puede haber mucha diferencia. Las que observó son las siguientes:

Río San José38º20'
Entre ríos de San Pablo y San Clemente36º30'
Río de San Clemente 35º45'3

Nota 2.ª El padre Cardiel cuenta 70 leguas, desde las Sierras del Volcán hasta cuatro leguas más al S del Arroyo de la Ascensión, y según las leguas expuestas en su diario, no pasan de cuarenta y ocho y media; por lo que el dicho arroyo queda más al N. Él las cuenta en el orden siguiente:

Del pueblo del Pilar al Volcán8leguas
El día 11 de mayo 6
El día 129
El día 137
El día 147
El día 15
El día 197
El día 203
48½





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ArribaAbajo- II -


ArribaAbajoViaje que hizo el San Martín, desde Buenos Aires al Puerto de San Julián, el año de 1752: y del de un indio paraguayo, que desde dicho puerto vino por tierra hasta Buenos Aires

Diario, que yo Jorge Barne, Piloto práctico de la costa de Guinea, del navío rebajado nombrado San Jorge, que con licencia de Su Majestad, y la Casa de Contratación a Indias de Cádiz, llegó con carga de ropas y negros esclavos a este Puerto de Buenos Aires, desde el cual fue despachado por don Domingo de Basabilbaso, vecino de esta dicha ciudad en el bergantín nombrado San Martín (alias la tartana San Antonio), que también con licencia de Su Majestad vino a este dicho puerto; el cual hace viaje por cuenta de dicho don Domingo al Puerto de San Julián, a cargar sal y pescado, con licencia del señor don José de Andonaegui, Mariscal de Campo de los Reales ejércitos de Su Majestad, y Gobernador y Capitán General de las Provincias del Río de la Plata, por cuya orden y encargo he de ir llevando puntual diario de ida, reconociendo la costa; lo mejor que pueda, y el tiempo me ayudare, hasta dicho Puerto de San Julián, estada en él y vuelta de dicho viaje hasta los Pozos, enfrente del Convento de Nuestra Señora de la Merced de esta dicha ciudad de Buenos Aires, los que están a poco más de tiro de fusil de la lengua del agua; que, empezando desde la Boca, o salida de este Río de la Plata, es como se sigue:


1752


Diciembre 16, sábado

Estas 24 horas hemos tenido buen tiempo, con vientos del N a NE. Al ponerse del sol, la sierra alta que había al E de Maldonado, estaba NNE; distancia media legua, de donde cuento la distancia meridional rumbo, corregido de ello; S 40 grados al E: distancia 58 millas; distancia meridional, 37 minutos al E: longitud echo 43 millas al E; altura por observación, 35 grados y 44 minutos al S.



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Domingo 17

Estas 24 horas hemos tenido buen tiempo, con vientos del E al NE. Sondeamos dos veces, pero no hallamos fondo con 16 brazas: rumbo corregido, S 30 grados al E; distancia 88 millas; distancia meridional 87 millas al E; longitud echo 90 millas al E; altura por observación, 37 grados y 18 minutos al S.




Lunes 18

Estas 21 horas tuvimos tiempo apacible, con viento del N a E, un cuarto al NE, y una mar muy alta; rumbo corregido, S 12 grados al E; distancia 105 millas; distancia meridional, un grado y 41 minutos al E; longitud echo 2 grados y 3 minutos al E; altura por observación 32 grados y 52 minutos al S.




Martes 19

Estas 24 horas tuvimos muchísimo viento del N al O, un cuarto al SE, con el tiempo por la mayor parte nublado y la mar muy alta; rumbo corregido, S 10 grados al O; distancia 120 millas; distancia meridional, 80 millas al E; longitud echo un grado 42 minutos al E; altura por observación, 40 grados y 50 minutos al S.




Miércoles 20

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido mucho viento del S, un cuarto al SE, SO con turbonadas, mucho frío y mar alta; rumbo corregido E; distancia 49 millas; distancia meridional 2 grados y 9 minutos al E; longitud echo 2 grados 47 millas al E; altura por observación, 40 grados y 52 minutos al S.




Jueves 21

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido vientos frescos entre el OE y SE, con aguaceros algunas veces; rumbo corregido, S 20 grados al OE; distancia 119 millas; distancia meridional 83 millas al E; longitud echo 110 millas al E; altura por observación, 42 grados y 38 minutos al S.




Viernes 22

Al principio de estas 24 horas tuvimos vientos frescos, después no   —10→   había tanto, pero el tiempo siempre nublado; rumbo corregido, S 3 grados al OE; distancia 95 millas; distancia meridional 1 grado y 23 minutos al E; longitud echo 103 al E; altura por observación, 44 grados y 12 minutos al S.




Sábado 23

La mayor parte de estas 24 horas estuvimos en calma con tiempo nublado; rumbo corregido, S 81 grados O; distancia 53 millas; distancia meridional 31 millas al E; longitud echo 30 millas al E; altura por observación, 44 grados y 17 minutos al S.




Domingo 24

Estas 24 horas hemos tenido buen tiempo, con viento del S, un cuarto al SO a O un cuarto al NE. Sondeamos dos veces, pero no hallamos fondo con 80 brazas de sondaleza; rumbo corregido, S 67 grados al O; distancia 99 millas; distancia meridional, 60 millas al O; longitud echo un grado 37 minutos al O; altura por observación, 44 grados 56 minutos al S.




Lunes 25

Todas estas 24 horas ha sido nublado, con vientos del NE, un cuarto al O a S cuarto de SE. (Vimos muchas yerbas, y en tres días pasados hemos visto lo mismo); rumbo corregido, S 46 grados al O; distancia 91 millas; distancia meridional 125 millas al O; longitud echo 3 grados 9 millas O; altura por observación, 45 grados y 53 minutos al S.




Martes 26

Estas 24 horas tuvimos tiempo claro, con vientos del O al SE, vimos yerbas como ayer: rumbo corrido, N 54 grados al O; longitud echo 4 grados 8 millas O; altura por cuarta, 45 grados 23 minutos S.




Miércoles, 27

Estas 24 horas tuvimos vientos frescos con turbonadas grandes; a veces el tiempo nublado, y solamente dos horas antes de medio día aclaró; rumbo corregido N 29 grados al O; distancia 115 millas; distancia meridional 3 grados; 41 millas al O; longitud echo 5 grados, 25 millas al O; altura por observación, 43 grados 50 minutos S.



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Jueves 28

Estas 24 horas tuvimos vientos frescos del S al OSE, con algunas turbonadas; el tiempo nublado; rumbo corregido N 23 grados al O; distancia 82 millas; distancia meridional 4 grados 19 millas al O; longitud echo 6 grados 17 millas O; altura por observación 42 grados 33 minutos S.




Viernes 29

La mayor parte de estas 24 horas el tiempo ha sido nublado con vientos del NNE al SO, y mezclado con calma; rumbo corregido S 66 grados O; distancia 50 millas; distancia meridional 7 grados 26 millas O; longitud echo 10 grados, 36 millas O; altura por observación 44 grados, 3 minutos S.




Sábado 30

Estas 24 horas tuvimos buen tiempo, con vientos del NO al SO rumbo corregido S 38 grados O; distancia 125 millas; distancia meridional 6 grados 40 minutos al O; longitud echo 9 grados, 32 millas al O; altura por observación 43 grados, 55 minutos al S.




Domingo 31

Todas estas 24 horas hemos tenido el tiempo apacible con poco viento del ONO al SO, mezclado con calma; rumbo corregido S 66 grados al O; distancia 50 millas; distancia meridional 7 grados, 26 minutos O; longitud echo 10 grados, 36 millas O; altura por observación 44 grados, 3 minutos al S.




1753


Enero, lunes 1.º

Estas 24 horas hemos tenido vientos fuertes del NNO al ESO, mezclado con turbonadas y el tiempo nublado; rumbo corregido S 38 grados al O; distancia 87 millas; distancia meridional 7 grados, 32 millas O; longitud echo 10 grados, 44 millas O; altura por cuenta 45 grados, 8 minutos al S.



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Martes 2

Estas 24 horas los vientos han sido frescos con turbonadas, y el tiempo nublado; rumbo corregido S 38 grados al O; distancia 57 millas; distancia meridional 8 grados, 7 minutos al O; longitud echo 11 grados, 31 minutos al O, altura por cuenta 45 grados, 53 minutos al S.




Miércoles 3

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido frescos del O al S, con el tiempo nublado. Sondeamos en 58 brazas, arena fina, mezclada con lama verde; rumbo corregido N 54 grados al O; distancia 67 millas; distancia meridional 9 grados al O; longitud echo 12 grados, 51 minutos O; altura por observación 45 grados y 10 minutos al S.




Jueves 4

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido el tiempo nublado, con los vientos alguna cosa frescos, mezclados con turbonadas fuertes; muchos relámpagos y aguaceros; rumbo corregido S 81 grados al O; distancia 75 millas; distancia meridional 10 grados; 13 minutos al O; longitud echo 14 grados, 33 minutos al O; altura por observación 45 grados, 24 millas al S.




Viernes 5

Estas 24 horas tuvimos el tiempo por la mayor parte nublado, con vientos de SSO, y mar alta; a media noche sondeamos y hallamos fondo en 45 brazas; lama azul; y al ponerse del sol vimos tierra sobre el rumbo de O, cuarto al SO; distancia 4 leguas, y al levantarse del sol vimos tierra otra vez sobre el rumbo de O SO; distancia 7 leguas. A las ocho del día vimos tierra al NO y al SO, cuarto de S; distancia de la mar cerca de 4 leguas. A medio día la tierra más al N estaba N cuarto de NE. Una isla que hace la entrada del S de la Bahía de los Camarones, estaba E SO; distancia de la tierra firme, milla y media; rumbo corregido S 78 grados al O; distancia 29 millas; distancia meridional 10 grados y 41 millas al O; longitud echo 14 grados, 59 millas O; altura por observación 45 grados 5 minutos al S.




Sábado 6

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido pocos vientos, con buen tiempo, y mar muy recia. A las dos y media de la tarde dimos   —13→   fondo en 15 brazas de agua en la Bahía de los Camarones. La isla más al E, E cuarto de SE; otra isla S, la tierra firme más al S, cuarto de SO; dicha más al N, NNE, distancia milla y media. A las siete de la tarde nos levamos y salimos bordeando afuera de la bahía, con un vientecito al NE. A las diez de la noche arribamos; a las cuatro por la mañana vimos la tierra sobre el rumbo de NO, cuarto de N; distancia 6 a 7 leguas, de donde cuento la distancia meridional; rumbo corregido S 26 grados al O; distancia 43 millas; distancia meridional 7 millas al O; longitud echo 8 millas O; altura por observación 46 grados y 2 millas S.




Domingo 7

Estas 24 horas tuvimos pocos vientos, mezclados con calma y buen tiempo; y a las dos de la tarde sondeamos en 48 brazas; lama blanca, azul; y a mediodía vimos Cabo Blanco; estaba S SO; distancia 7 leguas. Parecía como una isla no muy lejos de la tierra firme; rumbo corregido S 12 grados al O; distancia 39 millas; distancia meridional 15 millas al O; longitud echo 17 millas al O; altura por observación 46 grados, 37 minutos S.




Lunes 8

Estas 24 horas tuvimos buen tiempo, con vientos del N cuarto del NO a NE cuarto del N, mezclado así a lo último con turbonadas y tiempo nublado; y a las cuatro de la tarde vimos tres peñas muy grandes que están SSE, distancia 5 leguas; y a las seis vimos también el cuerpo de Cabo Blanco que estaba OSO, distancia 4 leguas, y al mismo tiempo sondeamos en 17 brazas en fondo de piedritas, conchuelas y arena; a las seis y media vimos alguna cosa que parecía aguas quebradas; orzamos y anduvimos arrimados a ellas, sondeando, y hallamos 15 de brazas a 5, y 4 y media, piedritas, y tres veces vimos peñas: distancia de la tierra firme 5 leguas, rumbo corregido, S 18 grados O; longitud echo 48 millas O, altura por observación, 48 grados 39 millas al S.




Martes 9

Por la mayor parte de estas 24 horas hemos tenido pocos vientos, con algunos aguaceros y relámpagos, y a la postre turbonadas al NO y a las 5 de la tarde pasamos entre una isla y la tierra firme, y la distancia entre las dos es de 5 leguas. Hay muchas peñas por toda la costa: fuimos sondeando, y tuvimos de 15 brazas a 10, 6, 51, 2, 7, 10, 15, y después no hallamos fondo, y por la orilla toda es tierra recia y arena; pero cosa   —14→   de 2 millas por dentro, es tierra muy alta por toda la costa. Altura por observación, 49 grados el S, y a mediodía nos hallamos 10 leguas por el N del Puerto de San Julián.




Miércoles 10

Estas 24 horas tuvimos el tiempo muy nublado, los vientos entre el N y NE. A las cinco de la tarde vimos la sierra mayor, que estaba O SE, distancia de la tierra más cerca de una legua. A las seis dimos fondo porque el agua era muy baja, y estuvimos en 6½ brazas, el fondo duro; distancia de la tierra más cerca de 2 millas, y a la media hora de haber dado fondo se nos partió el cable, y luego inmediatamente largamos el foque y el velacho, y después de tener 5 brazas de agua, gobernamos a entrar en el puerto; pero en poco tiempo nos hallamos en 8 pies de agua, y entonces tocó la embarcación y conocimos se había lastimado, y experimentamos fuertes reventazones. Empezaba a crecer con fuerza la marea con lo que en poco tiempo nos zafó de una barra que hay a la entrada de dicho puerto, que si no hubiéramos perecido. Y esta desgracia, nos sucedió por habernos gobernado por el mapa que llevamos hecho en la expedición de don Joaquín de Olivares; pues en él no se señala la dicha barra tan grande que hay a la entrada del puerto, que en baja mar queda en 8 pies de agua, aunque en pleamar hay tanta agua que el mayor navío puede entrar sin riesgo por encima de dicha barra, y las mareas son regladas; a las once y media, el flujo máximo en confusión y oposición; a las siete entramos en el río de San Julián, y dimos fondo en 4½ brazas. Lama negra, y por la mañana nos levamos y fuimos más arriba a la canal del SE y dimos fondo en 3 brazas. Lama blanda, y amarramos la embarcación entre dos anclas, una por el NE y la otra por el SE: distancia de la tierra del E un tiro de escopeta.

La primera cosa que hicimos, fue de ir en busca de las salinas y estuvimos día y medio, antes que hallásemos la menor de las dos, y la grande la hallamos después. Agua buena: no pudimos hallar más que un pocito en el camino de la salina grande. Si llueve hay paraje adonde el agua se junta, pero si no se toma pronto, se seca.

Leña, como algarrobo y otras calidades, toda madera recia, bastante gruesa, pero baja, hay en todas partes y bastante; la mayor y mejor está por la banda del E.

Pastos hay muy buenos, y fuertes para el ganado, con bastante abundancia.

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Y por dos semanas en dicho Puerto de San Julián, no tuvimos otros vientos sino N y NE muy fuertes, y el resto del tiempo que estuvimos en el expresado puerto, eran del ONE al O y OSE; solamente un tal vez algún viento N o S, pero nunca vino a E del S, solamente en airecitos, que no duraban mucho tiempo.

Animales no hay sino guanacos, zorros, gaviotas, batutues, muchos patos de varias layas, y otros pajaritos chicos muchísimos, como también bastantes avestruces.

El 24 de enero fuimos al arroyo, adonde acabamos de carenar la embarcación, y cargamos de sal; también cortamos dos pies del palo del trinquete porque estaba demasiado largo.

Un día que estuvimos en busca de la ancla perdida, fuimos más adentro por tierra, y vimos 2 ó 3000 casitas o sepulturas con una pared que corre entre ellas, las que están del desembarcadero sobre el rumbo del N, distancia cosa de 12 millas o 4 leguas.

Los peces de dicho Puerto de San Julián son pescada, pejerrey y sardinas: de todo lo expresado con abundancia.

En la serranía inmediata a dicho puerto, como cosa de 2 a 3 leguas, hallamos bastante bosta de caballos; por lo que se infiere anden en algunas temporadas del año algunos indios por aquellos parajes.

También entre dichos cerros hay un charco o laguna bastantemente grande, de agua llovediza buena, adonde vienen a beber los guanacos, avestruces y demás pájaros que antecedentemente expreso, y discurrimos que se mantenga en dicha laguna agua todo el año, y que en dicha sierra haya agua de manantiales, que por no tener tiempo no pudimos reconocer, y alrededor de dicha laguna había vestigios de muchos fogones adonde hacían fuego, y al lado de ellos bastantes huesos de guanacos y de avestruces, como también cáscaras de huevo de avestruz, y se conoce por esto que no hacía mucho tiempo que había andado gente en dicho paraje.

También del puerto expresado de San Julián, como cosa de una legua al S, hallamos un sombrero negro que todavía no estaba muy podrido, y al lado del N del expresado puerto, distancia fuera de la barra como cosa de 2 leguas, hallamos lastre y maderas de roble de alguna embarcación que se perdería en el paraje.



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Marzo, martes 13

Este día, hallándonos prontos para hacer nuestro regreso a Buenos Aires, nos juntamos todos, y proponiendo el que era conveniente se quedase alguna gente para cuidar de los animales y demás avíos para el tráfico de la sal, tres de los que se hallaban presentes se ofrecieron a quedarse de su propio motu y voluntad: que el uno es nombrado Santiago Blanco, natural de Galicia, en el reino de España; otro nombrado Hilario, natural de la provincia del Paraguay, y el otro, José Gombo, natural de las Indias Orientales; que reflexionando a sus patrias, se puede decir que se quedan en esta tierra uno de cada parte de las cuatro del mundo; porque además de los tres arriba nominados, se nos queda un negro de nación Angola, que habrá veinte días que se nos huyó, tierra adentro, y no ha vuelto a parecer. Y para resguardo nuestro y de nuestro armador, se dispuso que los tres que quedaban, hiciesen una contrata, cuya copia es la siguiente:

«En el río de San Julián, lunes, marzo 12 de 1753. Nosotros que tenemos los nombres aquí apuntados, prometemos cumplir con los artículos seguidos, y si no hemos de perder la soldada, desde que se vaya el bergantín nombrado el San Martín, hasta que vuelva del Río de la Plata, con la voluntad de Dios.

»El primero: para tener una carga entera de sal, sacada en tierra en el embarcadero, pronta para cuando llegue aquí otra vez, y que sea la mejor que podamos procurar, y a tener cuidado cuando llueva que la sal no se gaste.

»El segundo: a tomar cuidado con los bueyes, carretas, chanchos, pipas, barriles, maíz, pan, carne, tocino, lona, ollas, escopetas, pólvora y balas, etc.

»El tercero: para hallar agua fresca, si es posible, con hacer pozos o cualquier otro modo, y cuando llueva a llenar todas las pipas y barriles, y para tenerlos afuera del sol para que no se caigan en piezas, y también que no se descubran por los indios.

»El cuarto: para no ir muy lejos de la casa, sin tener cada hombre su escopeta o trabuco bien limpio y cargado pronto.

»El quinto: para tomar cuenta cómo están los vientos, y también cuando llueve, y en tiempo de la luna lo que sucede.

  —17→  

»El sexto y último, para vivir hermanablemente y a convenirse en todas cosas por el provecho de los dueños del barco».

Santiago Blanco, natural de Galicia en el reino de España.- Hilario, natural de la provincia del Paraguay.- José Gombo, natural de las Indias Orientales.- Testigos, Tomas Cary y Juan de Acosta.




Miércoles 14

Estas 24 horas tuvimos pocos vientos del NO cuarto de O al NE, y todas las dichas horas nos llovió, y a las ocho del día salimos del arroyo, y dimos fondo en 6 brazas de agua en la canal del O, en donde en el fondo hay bastante lama.




Jueves 15

Pocos vientos tuvimos estas 24 horas del NE al NNE, con repetidos aguaceros, (al principio con vientos del norte).




Viernes 16

Estas 24 horas hemos tenido el tiempo nublado, también con aguaceros, al principio con vientos del N, y después del NE, cuarto de N al NE, cuarto de E.




Sábado 17

Al principio de estas 24 horas era calma, después vino el viento al SO con tiempo nublado; y a las seis de la mañana nos levamos y fuimos por la canal del O con la marea crecida, y a las siete el Puerto de San Julián estaba NNE; y a las ocho pasamos la barra con una mar muy alta, fuimos sondeando y tuvimos de 10 brazas a 9½, 9, 8½, 8, 7½, 7, 6½, 5 menos un cuarto 6, 7, 8½, 9 etc. A las once el Puerto de San Julián estaba SO poco más al O; distancia 6 leguas, el monte mayor SO cuarto de O poco más al O, la tierra más al N estaba NNE, variación de la aguja, 19 grados al E.




Domingo 18

Estas 24 horas hemos tenido el tiempo nublado, con aguaceros y los vientos variables, del SSE al E y N. La distancia meridional   —18→   contada de ayer a las once; rumbo corregido, N 85 grados al E; distancia 75 millas; distancia meridional 75 millas E; longitud echo 1 grado; 57 millas al E altura por cuarta, 49 grados y 24 minutos al S.




Lunes 19

Estas 24 horas tuvimos vientos frescos del NE al NNE, con turbonadas y una mar muy alta; rumbo corregido, S 77 grados al E; distancia 46 millas; distancia meridional 2 grados al E; longitud echo 3 grados 6 minutos E; altura por cuarta, 49 grados 34 millas al S.




Martes 20

Estas 24 horas tuvimos vientos de NO, cuarto de O al SSE y tiempo nublado, con aguaceros y la mar muy alta; el rumbo corregido, N 18 grados al E; distancia 117 millas; distancia meridional 2 grados 37 millas al E; longitud echo 3 grados 59 millas al E; altura por observación, 47 grados y 39 minutos al S.




Miércoles 21

Estas 24 horas tuvimos vientos alguna cosa frescos, mezclados con turbonadas y mar alta; rumbo corregido, N 15 grados al E; distancia 135 millas; distancia meridional 3 grados 12 minutos al E; longitud echo 4 grados 50 minutos al E; altura por observación 45 grados 29 minutos al S.




Jueves 22

Estas 24 horas tuvimos pocos vientos al principio, y al postre vientos frescos de NO a SO cuarto de S, y turbonadas de cuando en cuando; el tiempo nublado con algunas gotas de agua; rumbo corregido, N 16 grados al E; distancia 104 millas; distancia meridional 3 grados 39 millas al E; longitud echo 5 grados 29 millas al E; altura por cuenta, 43 grados y 37 minutos S.




Viernes 23

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido vientos frescos de O, cuarto de NO al ONO, mezclado con algunas turbonadillas; la mar alta, y a medio día el banco francés estaba por la cuenta nuestra NE cuarto de N, 5 grados al E; distancia 142 leguas; rumbo corregido,   —19→   N 8 grados al E; distancia 141 millas; distancia meridional 3 grados 59 millas al E; longitud echo 5 grados 57 millas al E; altura por observación, 41 grados y 8 millas al S.




Sábado 24

Estas 24 horas tuvimos vientos del N, cuarto de NO al O, cuarto de SO; el tiempo nublado, y 5 medio día sondeamos y hallamos 49 brazas, arena parda y negra; rumbo corregido, N 40 grados al E; distancia 50 millas; distancia meridional 4 grados 56 millas al E; longitud echo 6 grados 46 millas al E; altura por observación 40 grados 28 millas al S.




Domingo 25

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido el tiempo nublado, con relámpagos todo redondo; los vientos pocos del O SO al S, cuarto de SE; rumbo corregido, N 30 grados al E, distancia 30 millas; distancia meridional 4 grados 46 millas al E; longitud echo 6 grados 50 millas al E; altura por observación, 39 grados y 58 millas al S.




Lunes 26

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido los vientos al S SO y SE, cuarto del S, el tiempo nublado, y a las siete de la mañana vimos tierra sobre el rumbo de O, 5 grados al NO; distancia, 7 leguas, y a las nueve estaba O SO, distancia 9 leguas; rumbo corregido N 27 grados al E; distancia 151 millas; distancia meridional 5 grados 56 millas al E; longitud echo 8 grados 29 millas al E: altura por observación, 37 grados 47 minutos al S.




Martes 27

La mayor parte de estas 24 horas tuvimos vientos frescos del O a NNO y O otra vez con frecuentes turbonadas, y a las dos de la tarde sondeamos en 22 brazas, arena parda con conchas quebradas, y a las tres de la mañana otra vez 37 brazas, arena fina parda con granizos negros y conchuelas; rumbo corregido, N 66 grados al E; distancia 70 millas; distancia meridional 6 grados 59 millas al E; longitud echo 9 grado, 49 minutos al E; altura por cuenta, 37 grados 18 millas al S.



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Miércoles 28

Estas 24 horas tuvimos pocos vientos con calma y buen tiempo, sondeamos de 35 brazas a 25, arena parda y negra con conchuelas; rumbo corregido, N 20 grados al E; distancia 55 millas; distancia meridional 7 grados 18 millas al E; longitud echo 10 grados y 12 millas al E; altura por observación, 36 grados 26 millas al S.




Jueves 29

Estas 24 horas tuvimos pocos vientos, mezclados con calma y tiempo nublado; solamente a las ocho de la tarde nos vino una turbonada muy fuerte, y duró cosa de una hora, con truenos y relámpagos, todo en redondo, y también nos llovió hasta una o dos de la mañana, cuando sondeamos en 18 brazas hasta 12; rumbo corregido, N 50 grados al O; distancia 25 millas; distancia meridional 6 grados 59 millas al E; longitud echo 9 grados 49 millas al E; altura por observación 36 grados y 9 millas al S.




Viernes 30

La mayor parte de estas 24 horas hemos tenido buen tiempo, los vientos del S SO al ESE, y a las siete de la mañana vimos la tierra del O, cuarto de SO al SSE; distancia 4 leguas; es tierra baja con árboles en partes; anduvimos costeando cosa de 4 millas de la tierra; rumbo corregido, N 73 grados O; distancia 81 millas; distancia meridional 5 grados 39 millas E; longitud echo 8 grados y 10 millas E; altura por observación, 35 grados y 35 minutos al S.




Sábado 31

Estas 24 horas hemos tenido buen tiempo, con vientos del SSE, al SE, a las seis de la tarde vimos la tierra que estaba del N, cuarto del NO, 5 grados al E o ESE, distancia de la mar cerca; cosa de una legua; la tierra más al O era punta de piedras. A las siete de la mañana vimos los navíos de la Ensenada de Barragán, y a las tres de la tarde dimos fondo en los pozos enfrente de esta ciudad de Buenos Aires a poco más de tiro de fusil de la orilla del agita, en tres brazas y media.

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El bergantín nombrado San Martín, (alias la tartana San Antonio), volvió de segundo viaje al Puerto de San Julián, al descubrimiento de aquella costa, y conducir sal para el abasto de esta ciudad de Buenos Aires, de cuenta de su armador don Domingo de Basabilbaso, vecino de ella. Saliendo de este puerto el día 7 de octubre, de 1753, llegó a su destino el día 17 de noviembre de dicho año, a los 24 días de su salida; y habiendo hecho su carga de sal, a los 27 días de haber salido de aquel puerto, el día 9 de enero de 1754, entre diez y once de la noche naufragó a distancia de dos millas, enfrente de la fortaleza de esta ciudad, en el viril del banco que está a la entrada del paraje que llaman los Pozos, salvándose toda la gente, y ninguna parte de su carga, equipajes de la tripulación, ni el casco, por haberle brevemente cubierto las arenas; y no habiéndose libertado ningún diario de los pilotos, declaran estos y la demás gente de su tripulación, lo siguiente:

Primeramente; que cuando llegaron a dicho Puerto de San Julián, no encontraron ninguno de los cuatro hombres que dejaron el viaje antecedente, ni tampoco sal alguna arrimada al puerto, como contrataron cuando se quedaron; y que de las armas, bastimentos, canoa, carreta y demás cosas que les dejaron, encontraron sólo la carreta cerca del puerto y la canoa varada y atravesada en tierra, con dos escopetas dentro, y en la isla se hallaron cuatro sacos de maíz y uno de afrecho y un marranito; y se discurre que dichos tres hombres se hubiesen ido tierra adentro, llevando consigo las demás armas, municiones y bastimentos, sin poderse hallar ningún vestigio.

A los siete días de haber llegado a aquel puerto, andando ocho hombres en solicitud de agua, encontraron a distancia de tres leguas varias lagunas de agua dulce, que corría en abundancia, y en este tiempo se hallaron con 150 indios a caballo, y pensando les pudiesen hacer daño, procuraron retirarse a su embarcación. Estos los atajaron sin hacerles daño alguno, antes sí muchas demostraciones de amigos, y los llevaron en sus caballos hasta el puerto.

A pocos días después, en las expresadas lagunas hallaron más de 1400 indios e indias, con sus hijos, y les recibieron con la misma paz y cariño que antecedentemente, y dicen son de grande estatura, tanto hombres como mujeres, y que entre ellos habría como 600 hombres de pelear, y tienen tres caciques, uno de ellos españolado; que tenían sus tolderías de cueros de guanacos, de cuyas pieles hacen mantas para taparse, y cojinillos para andar a caballo en recados o albardones de cuero de caballo; y las dichas mantas y cojinillos   —22→   teñidos de varios colores muy alegres, y otros de pinturas más ordinarios. Tienen bastantes caballos, fuertes y buenos, y gastan frenos de palo, y tal cual indio con espuelas grandes de fierro a la moda de las que gastan en el reino de Chile. La situación de las tolderías estaba a dos o tres leguas del puerto, entre unos cerros grandes, en una hoyada o valle, donde tenían agua, llovediza en unos zanjones hechos de la misma lluvia, o con su industria, y el agua era muy abundante y buena. No tenían otras armas que bolas, y de los arcos de fierro de los barriles y pipas, que quedaron el viaje antecedente, habían hecho cuchillos y sables. La ocupación de los indios es todo lo más del tiempo cazar todo género de animales que hallaban, como son, huanacos, avestruces, quirquinchos y otros, que es lo que abunda en aquel paraje; y aunque hay muchos patos de varias clases, gaviotas y otros pájaros, no los podían tomar, porque sus armas no les ayudaban, y se admiraban mucho de ver que con la escopeta, con que solían tirar algunos de la tripulación, mataban tres o cuatro pájaros de un tiro. Lo que hacen es en bajamar tornar muchos huevos de dichos patos y pájaros, de que hay mucha abundancia, y se los comían crudos llevaban a sus tolderías.

Las indias tienen su ocupación en levantarse por la mañana temprano, ir a traer los caballos a sus tolderías y ensillarlos, para que los indios vayan a cazar, dándoles primero su almuerzo de carne azada o cocida de aquellos animales, y entredía se ocupan en descarnar las pieles y cocerlos con nervios de los mismos animales, con alesnas de espinas pintarlas y adornarlas para el uso de ellas, de los toldos, y para sobre los caballos en que andan los indios, y tienen la precaución de que la caza que toman hoy les sirve para comer mañana, y así viven hasta que se les apura la caza o llega el tiempo de mudarse a otra parte.

Tanto indios como indias, comían bien, y aun con mejor gusto que su bastimento, las miniestras y carne salada que diariamente se les daba guisada en la embarcación, a la cual venían algunas veces a comer lo que se les daba, y ver la embarcación que les admiraba mucho, y más cuando dispararon un cañón. Pero diariamente venían porción de indios al puerto, adonde se les llevaba de dichas miniestras y carne salada, y ellos igualmente ofrecían a la gente si querían comer de aquellas sus viandas, trayéndoles carnes de los animales que mataban. Sólo uno de los caciques con su gente se reconoció bebía vino y aguardiente cuando le daban, pero los demás no, pues con un solo vasito pequeño que se les dio, se brindaban muchos unos a otros, mojando el dedo en el aguardiente como   —23→   quien toma agua bendita, lo tiraban para arriba y después se metían el dedo en la boca y se daban golpes en los pechos, que era la demostración que hacían.

Son aficionados con extremo a abalorios y cuentas, y todo género de chucherías y cosa de ropas y lienzos, aunque sean pedacitos, y también cascabeles, y vasinicas; lo que se reconoció por lo que de todos los dichos géneros les dio el capitán, para cuyo fin los remitió dicho armador; y en alguna manera les sirvieron de bastante, porque como tienen tanta afición a cosas de fierro, de las pipas de la aguada que tenían en tierra deshicieron una para aprovecharse de sus arcos de fierro, y habiéndoles regalado abalorios, cascabeles y de todas las demás cosas que llevaron, suspendieron, pues sino, aunque estaban por muy amigos, su mucha afición les hubiera impedido a no deshacerlas todas, como hubiera sucedido, si no les hubieran regalado con dichas chucherías. No obstante tuvieron por bien devolverlas a bordo de la embarcación, y quedaron tan agradecidos de estos regalos, que después se ofrecieron a ayudarles a acarrear la sal al puerto, y ellos también regalaban al capitán bastantes mantas y cojinillos pintados, y ofrecían que darían más si les daban de aquellos juguetes y encargaron que a otro viaje, (según sus señas se comprendía que habían de volver por la primavera, que es la estación que se reconoce tienen elegida para vivir en aquellos parajes) les trajesen muchos abalorios, cuentas, cascabeles, medallas y otros miriñaques, espuelas y frenos de fierro, ofreciéndoles que les darían muchas de aquellas pieles, piedras bezares, lana de huanaco, aunque algunos dicen que era de vicuña; pero como todo naufragó no se ha podido averiguar la realidad y distinción de dicha lana. Uno de los caciques traía su poncho bueno, y también tal cual traía poncho; pero estos los cuidaban mucho. También se reconoció que los caballos de los indios tenían miedo de llegarse a los bueyes, pues a mucha fuerza les hacían acercarse a ellos.

Tres o cuatro días antes de la salida de la embarcación se vinieron a despedir los indios del capitán y su gente, y volvieron a encargar que les llevasen de aquellas cosas, pues daban a entender su mucho agradecimiento con demostraciones de amistad, y que querían entablar correspondencias y tratos, señalando por los dedos que a las tantas lunas, según se discurre, volverían; y con esto se fueron tirando la costa adelante al sur.

Confirma dicha gente que hay muchos pastos y buenos, como también abundancia de leña, aunque de árboles bajos, pero fuertes.   —24→   Y hacia el ONO descubrieron otras quince salinas más, y entre ellas, una muy especial, en seco, que es menester partirla con hachas y azadas: la que está distante del puerto de tres a cuatro leguas, y alrededor de ella se observó la particularidad que, cavando media vara apartado, se halla agua dulce, buena y con abundancia.

A dichos indios no se les pudo comprender cosa alguna de su lengua, ni tampoco qué nación era, y sucedió que a las primeras veces que se vieron con la gente, oyeron una india que dijo, adiós paisano, y habiéndola solicitado no la pudieron hacer decir otra palabra más que la dicha, la que repetía a tenor de la gente nuestra que le preguntaba, ni fue posible comprenderla quién se la enseñó, o adónde la aprendió, ni que hablase otra palabra en castellano, aunque le dijeron muchas, por ver si las entendía y tampoco lo consiguieron. Y deseando el referido don Domingo de Basabilvaso, armador, y por esta razón descubridor de aquella costa y su contenido, tomó apunte de varias palabras que les tomaron la tripulación para que al hacer otro viaje mandase a su costa un intérprete y lenguaraz, por los deseos que tiene en hacer este servicio a Su Majestad, descubriéndole aquellos parajes incultos, pero al parecer ocupados de innumerables indios, como se evidencia por el acaso siguiente; y es, que el día 17 de enero de 1754, llegaron a esta ciudad de Buenos Aires 18 ó 20 indios del partido del cacique Bravo, para dar noticia al Señor Gobernador y Capitán General, cómo habían tenido una función muy sangrienta con los indios que en el mes de julio del año pasado de 1753, vinieron a insultar, robar y matar en el partido que llaman de la Matanza, y que en la acción mataron muchos indios, entre ellos tres caciques, los cuales hice venir a mi casa, y por los lenguaraces que traían les hice preguntar si sabían el significado de las palabras que había aprendido mi gente, tomadas de aquellos indios, y entre ellos hubo, uno el más alto, que tendría muy cerca de 21/3 varas bien formado y no muy renegrido, y con efecto comprendió algunas de ellas, y el no comprenderlas todas sería por lo mal que las aprenderían dicha mi gente, demostrando el indio alegría en solo oírlas; y preguntándole que como siendo del partido del cacique Bravo, (quien le tenía dado el grado de capitán) comprendía aquellas palabras de indios que habitaban tan distantes de los de su partido, me respondió que porque eran de su nación nombrada Tehuelches, de la cual se separó pequeño y vino a parar al partido de dicho cacique. Y habiéndole preguntado que si se acordaba de aquellos parajes donde nació, y me dijo que sí, y que había muchos indios más que en ninguno de los varios partidos que por la sierra y pampas conocía, y que todos eran de grande estatura   —25→   y buena gente; y también que su cacique tenía tratado casamiento de una hija suya con uno de los caciques más próximos a su partido, y que estos, aunque en muy larga distancia, se comunican con los que andaban por la costa. Con cuyo motivo le regalé y encargué encarecidamente que si los cuatro hombres, que se discurre se internaron del Puerto de San Julián, llegasen a su partido, los recogiese y convoyasen a esta ciudad, que le gratificaría bien su trabajo, lo que admitió gustoso; añadiendo que con motivo del nuevo casamiento se vería con los de su nación y se lo encargaría también, y que pasase la noticia más adelante, y sobre todo, que me prometía traérmelos, o avisar de su paradero; con cuyo medio es fácil se consiga que dichos cuatro hombres vuelvan a esta ciudad, como hay ejemplar de dos marineros de un navío inglés, que perdiéndose en aquella costa, e internándose, vinieron a parar a esta ciudad.

Que es cuanto se ha podido adquirir, con acuerdo y uniformidad de las declaraciones del capitán, sus pilotos y tripulación. Y ahora, como ha sucedido el naufragio y pérdida de la embarcación y su carga, que valía lo menos 10000 pesos, se está tratando de otro armamento para seguir la expedición a expensas del expresado don Domingo de Basabilvaso, por estar constante en hacer este servicio a su Rey y Monarca, el señor don Fernando VI, que Dios guarde y prospere por muchos años.






ArribaAbajoRelación que ha hecho el indio paraguay, nombrado Hilario Tapary, que se quedó en el Puerto de San Julián, desde donde se vino por tierra a esta ciudad de Buenos Aires

El día ultimo de marzo, o primero de abril de 1753, que fue a los 15 o 16 días de haber salido el bergantín, nombrado San Julián, del Puerto de San Julián en su primer viaje, en los cuales hubo frecuentes lluvias, se acercaron a la isla como 200 indios, y con la bajamar pasaron al rancho que tenían hecho los tres hombres que se quedaron, e inmediatamente empezaron a tomarse todos los bastimentos que tenían, de bizcocho, yerba y tabaco, y deshicieron los barriles de carne salada, tocino y agua para aprovecharse sólo de los arcos de fierro, arrojando la carne y tocino, y después se fueron.   —26→   Al día siguiente volvieron a acabar de llevar lo poco que había quedado, juntamente con la ropa que tenían fuera de su cuerpo; y aunque el dicho Hilario confiesa que no conoció en los indios acción ni inclinación de querer hacer daño a su persona, antes bien al contrario, pues los indios le manoseaban a él y a su compañero, sin atreverse ni querer quitarle ropa alguna de la que tenían puesta, con poca reflexión determinó salir de aquel paraje con otro (su compañero) indio chino, llamado José, por miedo que no le matasen, por no tener ya cosa alguna que tomar de su rancho. A que se agregó, que el gallego, nombrado Santiago, a la primera vista de los indios se fue ocultamente y sin decir nada, de miedo de ellos, tirándose a escapar por la parte opuesta de ahí a donde habían avistado los indios, sin saber lo que se hizo. Viéndose en estas confusiones, por último se resolvió a salir de aquel paraje con su compañero José, y lo ejecutó por la noche, tomando el rumbo para venirse a Buenos Aires por la costa del mar; y por ella vinieron caminando a pie sin ninguna providencia, mas que unos avíos de encender fuego, y dos perros pequeños, los cuales solían cazar algunos zorrillos y otros bichos con que trabajosamente se alimentaban. Pero lo más penoso era la falta de agua dulce, por lo que a la orilla del mar hacían cacimbas, con lo que se humedecían las bocas, pues lo salado de ella les permitía beber muy poco, porque se les seguía mayor daño; como le sucedió al nombrado José, que por haber bebido algo más se enfermó, de modo que a las tres semanas de haber caminado en esta forma, quedó tan aniquilado que no pudo proseguir, por más que le animaba Hilario, siendo la mayor pena su excesiva sed, pues tenía la boca sin la más leve humedad.

El Hilario se detuvo allí dos días, por ver si por aquel contorno encontraba alguna agua dulce para refrescarle, pero no lo pudo conseguir; y viendo el mal estado de su compañero, y sin poderle remediar, porque no le sucediese otro tanto, determinó dejar a su compañero con bastante sentimiento, llorando tan fatal suceso, y tomó su derrota, con sus dos perros; y a los tres días encontró una laguna pequeña rodeada de porción de guanacos que habían consumido toda el agua, dejando sólo la humedad entre el lodo, y llegó tan fatigado que se consolaba con poner la boca sobre aquella humedad, que no obstante le sirvió de algún corto alivio. Habiéndose acercado un poco más a la orilla del mar, consiguió matar un lobo marino con un palo que llevaba, y luego se bebió la sangre de él, que le supo muy bien, y haciendo su fuego se lo comieron entre él y sus perros, y el pellejo se lo sacó en disposición que le pudiese servir para echar agua. Y siguiendo su camino, a los dos días llegó a donde había un manantial pequeño, en el cual se refrigeró él, y   —27→   sus dos perros, y discurriendo poder socorrer a su compañero le pareció inútil, pues le contemplaba ya muerto; por lo que llenó el cuero de lobo de agua, siguiendo su rumbo, que regularmente era como media legua distante del mar, manteniéndose con varios animalitos y bichos que él y sus perros tomaban, y bebiendo cosa corta del agua que llevaba en el cuero para conservarla. Así fue caminando, hasta que encontró un brazo de mar que se internaba un poco, en donde había porción de lobos marino, con lo que él y sus perros saciaron su hambre y sed, y de ahí fue siguiendo, con la pensión de faltarle el agua, porque toda la que hallaba era salada, aunque estaba en lagunas algo distante del mar y siguiendo varios días sin comer porque nada se encontraba, uno de los dos perros corrió una bandada de avestruces, y se alejó tanto que se perdió, cuya falta le sirvió de congoja, pues le contemplaba como compañero, y que por él remediaba algunas veces sus necesidades. Y por último halló unas matas que tenían una especie de fruta redondita y negra, con lo que se mantenía trabajosamente; y aunque bajaba a la costa a su pesca de lobos marinos, ya no los había. Pero caminando algún tiempo, encontró un riachuelo de agua dulce que se internaba tierra adentro, bastante angosto, pero con mucha corriente y hondo, y a la boca que hacía el mar tenía poca agua; no obstante no lo pudo vadear, y encontrando en sus orillas muchos maderos de sauces secos, que se conocía eran traídos de adentro con la corriente, pudo lograr echar uno de ellos al agua, embarcándose en él con su perro, y lo pasó, costándole algún trabajo por la corriente.

A la orilla de este río había algunos sauces pequeños, y habiéndose refrescado, siguió su derrota; y a una semana de haber caminado, avistó unas serranías muy altas, ásperas e intransitables, desde tierras adentro hasta la orilla del mar, de modo que para salir de su aspereza se bajó a la playa, y cuando bajaba el agua, caminaba; cuya estación le duró dos semanas; y aún después caminaba por el campo, avistaba algunas sierras pequeñas y montes, encontrando también algunos montecitos de un árbol, nombrado chañar, cuyas frutas, aunque muy escasas, solían templar su hambre, ayudado con su poca pesca y otros bichitos del campo que podía lograr; pues ninguno reservaba, por inmundo que fuese, porque para él todo le era comida delicada y gustosa, siendo lo peor y más trabajoso que le faltaba algunas veces; pues asegura que en la estación de su viaje se le pasaban ya los cuatro, ya los seis días sin comer ni un bocado, en lo que se afirma muy de cierto y aún le parece que hubo, temporada de dos semanas. Pero como es un indio tan poco experto no se le ha podido averiguar el tiempo fijo que tardaba en las estaciones de un tránsito a otro, sin saber hacer cuenta ni por días, ni por semanas, ni por meses, ni por lunas. Y así al cabo de estas estaciones, que no sabe el tiempo   —28→   que tardó, pues unas veces dice que serán dos meses, otras tres, y otras uno, llegó a un río de agua dulce muy caudaloso, que lo halló yendo desviado de la costa como cinco leguas, e ignora la situación hacia la boca del mar, pero asegura que será muy grande por ser el río muy ancho y caudaloso. Apenas se acercó, cuando vio venir a sí dos indios a caballo en sus lanzas, con cuya vista pensó ir a ver la de Dios; pero llegándose los indios a él, le cogieron de los brazos, preguntándole ¿qué hacía por aquellos parajes? -según demostraban por las señas. Pero ni uno ni otro se entendían, y al fin permitió su fortuna que se acordasen que era de la especie humana, pues sea por esto, o porque le vieron hecho un esqueleto de flaco y consumido, siendo por su naturaleza bien fornido, se condolieron de él, y mostrándolo lo condujeron un poco más adelante, en donde había como unos 20 toldos de indios con sus familias de mujeres y hijos, y le recogieron en unos de los toldos, y le daban de comer avestruz, venado y caballo que son sus manjares, y le daban de sus cueros para que se tapase y durmiese, por ser la estación muy fría por las heladas que cayan. De este modo lo pasaba razonablemente, hasta que logró restablecerse, poniéndose capaz de andar a caballo, e ir con ellos a cazar y correr yeguas cimarronas, que ya había algunas; y después de algún tiempo dispusieron pasar el río los indios con las familias, y lo ejecutaron a nado en unas pelotas de cuero, en donde se ponían ellos con sus mujeres y sus hijos, y dentro ponían los toldos, que son de cueros de caballos, y con guascas, o cuerdas de cuero amarradas de los caballos, que tienen muy especiales para pasar el río, se echaron, las pelotas y pasaron todos con felicidad a la otra batida, y allí volvieron a acamparse, siendo su ejercicio el cazar avestruces en venados y otros bichos y animales para comer, pasándose muchísimo tiempo en jugar, perdiendo cueros de caballo que se ganaban los unos a los otros, y no se reconoció que hubiese ningún cacique entre ellos, pues todos igualmente mandaban y tenían sus pendencias, y a veces había varias muertes. También solían ausentarse 6 u 8, y después de algún tiempo venían con caballos que, según se reconocía, los hurtaban de otros indios, y algunas veces no venían todos los que fueron, por lo que se comprendía que eran muertos por los enemigos. Éstos solían venir a su campo, y también se llevaban caballos, que regularmente sucedía de noche; y este modo de vivir observó todo el tiempo que estuvo entre los indios, que no puede decir cuanto, pero diré que experimentó mucho frío y mucho calor en varios tiempos y parajes, durante el tiempo que estuvo con los indios. Pues, después que estuvieron algunos días a las orillas de aquel río, se mudaron a otro paraje, siempre buscando las aguadas para sí y sus animales, y caza con que mantenerse en lagunas o arroyuelos; que nunca volvieron a encontrar más río, y fueron muchas las mudadas que hicieron los indios de sus toldos; pero como se reconocía que se acercaban a las campañas de Buenos Aires y   —29→   como ninguno de los indios se metía con él para hacerle daño, se mantuvo entre ellos y sólo les preguntaba la distancia que habría hasta la costa del mar; y unas veces le parecía que estaría como 6 u 8 o 10 leguas, y otras se dejaba ver desde lo alto de algún cerro. Por fin llegaron a las cercanías de estas campañas, y él lo reconocía por la abundancia que había de yeguas cimarronas de que se mantenían; y un día se destacaron 12 indios, y preguntó, aunque por señas, porque nunca se entendieron, ¿qué destino llevaban?, y pudo comprender que venían a las campañas de Buenos Aires, y les dio a entender que él los quería seguir, y no se lo impidieron. Y tomando su caballo mancarrón, viejo, que desde el principio lo dieron, se enderezó a seguirlos; y rezagándose vino la noche, y dejó el rumbo, tomándole hacia la costa del mar, que caminando toda aquella noche y el medio día siguiente, se puso en ella, y a las orillas de un pequeño riachuelo, con algunos sauces, a su sombra sesteó; y a hora de vísperas vio venir a él un indio a caballo que le dio bastante susto, pero el tal indio era de la gente del cacique, que nombran don Nicolás Bravo, quien de paz comunica y comercia con esta ciudad.

Llegó pues el indio adonde estaba nuestro Hilario, haciendo juicio que el caballo era uno que se le había perdido y lo andaba buscando; y habiéndose podido entender un poco, porque el indio hablaba en castellano, con mucho gusto lo acarició, y le dijo que se viniese con él que pronto lo pondría en Buenos Aires. Y tomando su camino, poco después de haber anochecido, se hallaron en una toldería que era la del indio y gente del cacique Bravo, que estaba situado en el paraje que llaman el Zanjón, en donde fue bien recibido, y aquella noche mataron el caballo de Hilario y fue la cena que tuvieron; y no dejó de extrañarlo, pues mal correspondía el recibimiento que le habían hecho, y el matarle su caballo. Pero al día siguiente por la mañana le dieron otro caballo muy bueno, y pidió que le diesen de comer carne de vaca, y se la trajeron, y lo mismo hicieron en los 15 ó 20 días que estuvo con ellos.

Estos indios le preguntaban por sus compañeros que se habían quedado en San Julián, pues tenía encargo de don Domingo de Basabilbaso para recogerlos y conducirlos a Buenos Aires, y les había ofrecido que los regalaría, y que algunos de ellos habían estado en su casa, con motivo de ser tesorero de guerra, y en ella se les suministraba la yerba y tabaco, y el Señor Gobernador los regalaba por ser amigos, hermanos y de paz; (que éstas eran sus palabras) y con esta ocasión les había agasajado y hecho sentar en sillas, encargándole mucho los cuatro hombres; los tres de su voluntad, y un negro huido, que su navío dejó en el Puerto de San Julián; y así le dijeron, que siempre que quisiese irse a Buenos   —30→   Aires, que se lo diese para darle lo necesario. Después de dicho tiempo dijo Hilario que se quería venir, y le dieron un buen caballo y lo trajeron convoyado de cuatro indios hasta un fuerte que está en las fronteras de las estancias de esta ciudad, adonde le entregaron, con encargo de que le condujesen, como así se ejecutó. Llegando a esta ciudad el día 6 de enero de este presente año de 1755, en donde se halla con ánimo de volverse a embarcar para el tráfico de la sal y descubrimiento de la costa, y a pedimento de don Domingo de Basabilbaso, hizo esta declaración en Buenos Aires, a 12 de enero de 1755, y no firmó por no saber escribir.






ArribaAbajo- III -

Observaciones extraídas de los viajes que al Estrecho de Magallanes han ejecutado en diferentes años los Almirantes y Capitanes, Olivares de Noort, Simón de Cordes, Jorge Spilberg, Francisco Drake, Juan Childey, Tomás Candish, Juan Narborough; y noticias adquiridas en las expediciones ejecutadas desde esta isla por los franceses, con la fragata Águila


Ha sido siempre mirado el reconocimiento del Estrecho de Magallanes por las potencias marítimas, como una de las empresas de mayor riesgo, así por la diversidad de vientos que suelen reinar, como por las irregulares marcas y corrientes que se experimentan; prescindiendo del cuidado que es preciso tener en el reconocimiento de las tierras por estar pobladas de indios de diferente genio y naturaleza. Pero ya en el día se puede caminar con más acierto, mediante las noticias que han producido los viajes ejecutados en distintos tiempos por las diferentes naciones europeas; y así sólo queda a la constancia vencer y superar los   —31→   indispensables inconvenientes y fatigas que motiva la navegación, pertrechando de todo lo necesario la embarcación o embarcaciones que se destinen a este fin.

El Cabo de las Vírgenes en la costa de Patagones, y el del Espíritu Santo, en la Isla del Fuego, son las demarcaciones de la entrada del Estrecho por la parte del E. El primero está situado a la altura de 52 grados y 40 minutos: es alto, blanco y algo redondo. Se puede fondear al abrigo de los vientos ONO, y las mareas suben de siete a diez brazas.

A distancia de 14 leguas del referido Cabo de las Vírgenes, se reconoce la primera boca o estrecho, al OSO y ONO, que en su mayor ancho tendrá media legua. Hay en él un bajo de arena de un cuarto de legua, cuya sonda consta de 98, 76 y 5 brazas.

Al lado meridional de esta boca hay indios de una altura regular, que tienen pintado el rostro y el mirar muy airoso. Su vestimenta se compone de una manta muy grosera; el país abunda en caza.

La costa de la Tierra del Fuego en este paraje consta de diferentes montecitos cubiertos de arena.

Desde la expresada boca, y a unas diez u once leguas, se encuentra otro, a cuyo lado meridional sale una punta de tierra cuya costa tira al S, y se nombra el Cabo Nasau. En la costa septentrional se puede fondear en 15 brazas.

Al ONO, dos leguas, hay dos islas: la que está más al N es la más chica; en ella se encontraron salvajes que hicieron alguna resistencia, pero viéndose acosados, se refugiaron en una cueva que está en lo escarpado de la costa.

Llevaron los holandeses a su bordo un muchacho y dos niñas, y habiendo aprendido el primero la lengua, se supo que esta nación se llama Enoo: que dicha pequeña isla se nombra Talcke, y la mayor Castenme; que abunda de pájaros niños, que los indios comen y visten de sus pieles. Que sus habitaciones se reducen a cuevas practicadas en la tierra; que en el continente hay avestruces, conocidos entre ellos con el nombre de Talcke, y que además se encuentran animales cuadrúpedos, nombrados Casoni, que se cree sean venados o vicuñas.

En este paraje, además de la nación Enoo, hay otras que se   —32→   llaman Kemenetes, Kennekas y Kaaykes, siendo iguales todos en la estatura y fisionomía a los enoo que son regulares: el pecho ancho y levantado, la frente pintada como el resto del rostro, los cabellos largos y pendientes de la frente, a excepción de las mujeres, que son cortos. Los pájaros niños se llaman Compoggres.

Tierra adentro hay otra nación nombrada Tirimenen, que habita el país de Coin. Son estos indios de estatura extraordinaria, que por lo regular están en guerra con los antecedentes, a quienes provocan con llamarles «comedores de avestruces».

Hallándose a tres leguas de dichas islas, y navegando para el continente, se puede fondear en once brazas de arena. Abunda en este paraje el mar de ballenas, y en la tierra firme hay un río que atraviesa el país, cuyas ballenas están pobladas de árboles y papagayos. La costa se extiende al N con una gran punta, al N de la cual, y a distancia de dos leguas, se halla una grande bahía o golfo en que se puede entrar, que es Puerto Famina, situado a los 53 grados y 18 minutos. Tiene el Estrecho cuatro leguas de ancho; la costa está rodeada de altos montes con árboles, cuya corteza pica tanto como la pimienta. Con toda seguridad se puede dar fondo en dicha puerto en 15 brazas, bien entendido que en la costa del N del Estrecho es preciso atracarse muy a tierra para encontrar fondo.

Del referido puerto se pasa al Cabo Fruart, que se reduce a una punta muy escarpada, y la más al N de todo el Estrecho; y adelantándose cuatro leguas más, se reconoce una grande bahía, en la cual se puede hacer aguada. Produce la costa un herbaje muy parecido a los berros, que puede servir de preservativo contra el escorbuto.

Siguiendo la costa, y a poca distancia, hay otra bahía, a la cual Olivier de Noort dio su nombre.

Tres leguas de esta hay otra, en la cual se puede dar fondo en la inmediación de un cabo, que los ingleses llaman Galant, que según estos y los holandeses, es la mejor rada de todo el Estrecho; prueba de ello que se han mantenido anclados la mayor parte del invierno cinco navíos, sin haber experimentado la menor incomodidad.

Se reconoce en este sitio una isla, y otras dos chicas en su travesía. Abunda la ribera de lapas, y de una especie de conchas redondas, que por su delicadez prefieren a las primeras; además de este socorro se encuentran en los matorrales una frutilla encarnada.

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Es preciso, tener gran cuidado con las corrientes, que son muy vivas, y las mareas suelen subir y bajar hasta doce horas.

En la costa meridional del Estrecho hay un cabo y una bahía grande; se puede anclar en esta a lo más al O, cerca de una pequeña isla de figura redonda, detrás de la cual hay una rada en que se está a cubierto del O; es muy profunda y se nombra Bahía Mauricio. Extiéndese al SE, con varios brazos; en sus inmediaciones hay algunas de agua dulce, que por lo regular están heladas en todos tiempos. Los indios de esta parte son muy bravos, y sus armas se reducen a unas robustas mazas, y flechas, que disparan con grande ligereza y acierto; abunda de árboles, y en la partida del E los hay a propósito para construir. Los montes son muy elevados y están casi siempre cubiertos de nieve.

Media legua mas allá hay otra bahía nombrada Henri, que hallarse desabrigada al O, no es propia para fondear.

Navegando al E cerca de dos leguas, se encuentra un cabo que está en la costa septentrional; llamado Voluto; se extiende de tal manera la horizontal mirando al ONO, que con facilidad creerá cualquiera estar en plena mar; pero aún faltan 20 leguas de camino penoso; tiene el Estrecho dos leguas de ancho.

Entre el cabo Voluto y el Deseado, hay dos bahías, nombradas Ministe y Gucux; es muy conocido este último cabo, porque tiene tanta elevación, como cualesquiera de los demás montes del país. A sus inmediaciones hay dos islas, y su costa septentrional tira mucho al N; de manera que mirado por este lado, no se le distingue por tal cabo.

Más al N de esta costa se encuentran cinco islas que todos conocen por las Anegadas, y se hallan al desembocadero del Estrecho por la parte del mar del S.

Malvinas, 12 de febrero de 1769.

Miguel Vernazani



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ArribaAbajo- IV -


ArribaAbajo Diario que el capitán, don Juan Antonio Hernández ha hecho, de la expedición contra los indios teguelches, en el gobierno del señor don Juan José de Vertiz, gobernador y capitán general de estas Provincias del Río de la Plata, en 1.º de octubre de 1770

Se componía la armada de 166 hombres, incluyendo sargentos y cabos.

Comandante, don Manuel de Pinazo.

Sargento mayor, don Pascual Martínez.



    • Capitanes

    • Don José Bague.
    • Don Juan Antonio Hernández.


      Tenientes

    • Don Francisco Macedo.
    • Don Felipe Galves.


      Alféreces

    • Don Gerónimo González.
    • Don Domingo Lorenzo.


      Ayudante

    • Don Bernardino Gálves.
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Capellán

El presentado, Fray Juan Simón Rodríguez, del orden militar.

Todos los expresados, a excepción del capellán, son vecinos de la Jurisdicción de la Villa de Nuestra Señora de Luján.

Cuatro carretillas, que conducían dos cañoncitos de menudear, y las municiones de boca y guerra.

    Los caciques que concurrieron a dicha expedición, son:

  • Lepín Naguel, que en nuestro idioma significa la pluma con el tigre.
  • Lincon Naguel, el grillo con el tigre.
  • Lican Naguel, piedra de tigre.
  • Caulla Mantu, brilla el sol.
  • Calfingere, zorro azul.
  • Epullanca, dos piedras verdes.
  • Alcaluan, guanaco macho.
  • Tanainanque, buitre arrojado.
  • Cadupani, león negro.
  • Guente Naguel, el tigre encima.
  • Lepiguala, pluma de cuervo.
  • Pallaguala, echado de espaldas.
  • Guayquibilu, lanza de víbora.

El número de indios que estos caciques llevaban, se componía de 291; los 123 de lanza, y el resto de bolas potriadoras y sueltas, que llaman los indios sacay.

En 1.º de dicho mes de octubre, caminó esta armada de la laguna que llaman Palantelen, hasta el Médano Partido, distancia 14 leguas, a que fue preciso hacer alto a esperar la resulta de un chasque que el Comandante había hecho al Señor Gobernador. En todo el tiempo que dicha armada estuvo parada en el médano dicho, no acaeció otra novedad que la de haber muerto la gente algunos leones y tigres, de que abunda mucho este campo.

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Día 2. Nos mantuvimos en dicho médano, de donde se despachó al alférez don Gerónimo González con 18 hombres en busca de ganado para la subsistencia de dicha armada; cuya partida llegó a las cuatro de la tarde, conduciendo 80 cabezas y algunos toros. A las cinco de la tarde llegó el chasque que se esperaba, con las cartas de nuestro Capitán General, en las que ordenaba se incorporase la compañía de la frontera del Salto a dicho cuerpo.

Día 3. A las ocho de la mañana llegó el sargento mayor don Pascual Martínez con 66 hombres, y en su compañía venía la de dicha frontera del Salto, mandada por su alférez. Esta misma tarde nos llovió desde temprano hasta ponerse el sol.

Día 4. Marchamos de dicho médano a las siete de la mañana, y llegamos a la Cruz de Guerra a las once del día, siguiendo el camino de Salinas; y a distancia de dos leguas más adelante dejamos dicho camino y tomamos el rumbo de SE, al que caminamos como once leguas, parando en una laguna bastantemente grande, dejando otras dos a nuestra retaguardia, aunque crecidas, pero sus aguas salobres. Estas dos últimas son bien conocidas, por unos médanos de arena que están inmediatos, y el uno de ellos de lejos parece la tolda de una carreta; llámase la laguna en donde paró dicha armada, de María de la Cruz; y hasta ella se anduvieron 17 leguas, poco más o menos.

Día 5. Se marchó de mañana al rumbo de SSE, pasando unos grandes esteros, donde se maltrató la caballada que conducía el tren; este mismo día pasamos por unos médanos de arena muy altos, que en su concavidad conservan una laguna de agua dulce, y a su orilla vimos un toldo, y en él un indio muerto, pariente de nuestro aliado el cacique Lepin, el que hacía poco tiempo había fallecido de viruelas, por cuyo motivo se le puso a dichos médanos, el nombre de Indio muerto. Y habiendo pasado adelante como 5 leguas, llegamos a otros médanos, a donde paramos por ser ya casi puesto el sol; a cuya hora se divisaron dos humos, el uno al E, que dijo Lepin ser en sus toldos, y el otro al S, que le parecía era hacia la Laguna Amarilla. Este día se caminaría como 18 leguas, y por haber muerto unos toros se le dio el nombre de Médanos de los toros muertos.

Día 6. Caminamos de mañana, y a una distancia de 5 leguas se divisó la Sierra de Cairú. Este día empezó a llover desde muy temprano, hasta las tres de la tarde; se atravesaron unos grandes esteros, dejando dicha sierra sobre nuestra izquierda, siguiendo el camino al SE, y a la tarde paramos a la orilla de un arroyo crecido y pantanoso, y se   —37→   le puro el nombre de San Bruno. Se caminaron este día 14 leguas poco más o menos, llegando todos mojados.

Día 7. Se marchó de mañana, atravesando grandes esteros, hasta que llegamos a una gran laguna, que los indios llaman en su idioma Tenemeche, y nosotros le pusimos el nombre de Santiago Apóstol. Tiene dicha laguna de circunferencia cosa de cinco leguas, y de N a S como dos, antes más que menos; es muy honda, pues inmediatamente que cae el caballo nada; su fondo es arena, tiene por partes barrancas; es agua muy dulce, suave y clara, no tiene pajonal ni broza alguna; mantiene mucho pescado, como bagres amarillos, blancos y otros peces que parecen truchas. Le entran por la parte del S dos arroyos, y desagua por otro que corre al E; al N de dicha laguna tiene dos médanos pequeños en los que se crían mariscos en el cual paraje acampamos; y a las 6 de la tarde llegaron dos indios del cacique Lepin, enviados del capitán Lican (que manda la gente de dicho Lepin, y es el heredero del cacicazgo, por fallecimiento del cacique Lepin). Estos dieron noticia al Comandante, que estaban acampados hacia la Sierra del Cairú, a distancia de cinco leguas de nuestro acampamento para unirse a nosotros; con cuya noticia volvió a despachar el Comandante estos dos indios, mandando llamar a Lican, el que con efecto llegó a las ocho de la noche, y dando razón del número de los indios que tenía, se retiró.

Día 8. Marchamos de mañana, y llegamos adonde estaban acampados los indios a cosa de las tres, y estos nos esperaron formados en línea, armados con sus coletos y lanzas, saludándonos con escaramuzas y griterías (que es su costumbre), viéndonos precisados a usar aquellas mismas acciones en correspondencia; y uniéndonos, marchamos dejando la Sierra del Cairú al E, acampando a media tarde, por habernos llovido todo el resto de ella. Esta misma tarde llegaron a nuestro campamento dos indios enviados del cacique Lincon, manifestando estar pronto el dicho y los demás caciques con sus indios, para seguir nuestra derrota.

Día 9. Con el motivo de haber amanecido lloviendo, y todos mojados, pues fue preciso pasar el agua a caballo, se paró todo este día, a fin de que secasen las ropas.

Día 10. Marchamos de mañana, y habiendo caminado a distancia de 6 leguas, poco más o menos, estando inmediatos a una laguna, llegó Francisco Almirón y Luis Ponce, intérpretes que llevábamos de nuestra parte, y dijeron al Comandante de parte de dicho Lincon y de más caciques, hiciésemos alto, que querían recibirnos en aquel paraje.   —38→   Con este motivo ordenó dicho Comandante hacer alto; formó la gente, tomando por espaldas la laguna. Mandó poner la artillería en tierra y montaña, y que la puntería, para en caso necesario, la hiciesen a la cabeza de la silla o lomillos del jinete, teniendo las mechas prendidas y encendidas en el guardafuego, distribuyendo el orden de lo que debían ejecutar los de la formación. Y estando prevenidos, a cosa de las once o doce del día, se vio venir la indiada, formada en batalla con sus armas, coletos y algunas cotas de malla; y estando a distancia de cuatro cuadras de nosotros, largaron sus caballos, y a todo correr, tomando nuestro costado izquierdo, pasaron del otro lado de la laguna por nuestra retaguardia, dando vuelta por nuestro frente, lo que ejecutaron por dos ocasiones, formándose por nuestro costado izquierdo. A poco rato se vinieron todos los caciques, y uniéndose el Comandante con la oficialidad, salimos a recibirlos; y después de grande razonamiento que dichos caciques hicieron y lo fue explicado a dicho Comandante por los intérpretes, se dieron las manos uno a uno hasta el último oficial, y retirándose el Comandante y dichos oficiales con los caciques, los regaló, mandando a un mismo tiempo echar pie a tierra a nuestra gente, para que acampase y comiese; y antes de ponerse el sol se retiraron a sus toldos.

Día 11. Se marchó de mañana, y habiendo caminado como cosa de 4 leguas, llegamos a la toldería del cacique Lincon, dejando a la batida del N la del cacique Alcaluan y otros; (este cacique mantiene una majada de ovejas y cabras). Éste, luego que llegamos, nos mandó dar providencias de ganado, y acampando nuestra gente, paramos hasta el siguiente día. Esta misma tarde pasó revista a su gente dicho cacique, en que hicieron varias escaramuzas y ejercicios de a pie y a caballo.

Día 12. Marchamos a cosa de las ocho del día, y el motivo de salir a estas horas fue, porque determinó el Comandante dejar en los toldos de dicho Lincon, tres carretillas, llevando sólo una con los dos cañoncitos y municiones, para con este motivo abreviar las marchas. Y llegando a un río, que llaman el Salado, acampamos entre las cinco o seis de la tarde, a cuyo río se le puso el nombre de Nuestra Señora del Pilar, por haber llegado este día. Es muy pantanoso, y el agua muy salada, pues habiendo un manantial que los indios tenían abierto de propósito, con dificultad se podía usar de ella; este día se marcharían como12 a 13 leguas.

Día 13. Marchamos de madrugada, y llegamos al Río de los Sauces, que está de esta banda del N de la Sierra de Casuatí, de donde se divisa dicha sierra. Este río es de mucha agua, buena y dulce;   —39→   tiene muchos pasos de piedra, sauces y pescado: (éste, dicen los indios, entra de Santiago Apóstol, que ellos llaman Tenemeche). Aquí hicimos nuestra parada, y se caminó como 14 leguas, habiéndosenos ido una parte del ganado que llevábamos, por descuido de los que hasta los tres o cuatro días.

Día 14. De madrugada se despachó una partida a explorar el campo, y a las tres del día rompimos la marcha, costeando dicho río; y habiendo caminado cosa de 8 leguas pasamos por la toldería que fue del cacique Lincon, adonde los indios de nación teguelches lo habían avanzado. Estaban los toldos armados y muchos indios muertos; pues estos bárbaros adonde los llegan a avanzar, y matar alguno o algunos, ya no viven más allí, ni llevan los toldos, porque todo lo abandonan. Y pasando dicha toldería como cuatro leguas, llegamos a campar a la orilla del propio río, habiendo caminado cosa de 12 leguas.

Día 15. Nos mantuvimos en propio paraje, por habernos llovido toda la noche y parte de la mañana; esta tarde se revistó toda la armada, y hallamos que se componía de 231, como queda dicho. Toda la armada se divirtió en pescar, y los indios llaman al pescado challhua.

Día 16. Habiendo caminado de mañana como tres leguas, llegamos a pasar un arroyo que viene del lado del S, de una abra de la sierra, y éste entra en el de los Sauces, el que lleva bastante agua y es pantanoso. Lo pasamos con bastante trabajo; y habiendo caminado como cosa de tres leguas, llegamos a parar sobre la barranca del de los Sauces, a la banda del E, y los indios se pasaron de la otra parte, que hace como una península, donde le sirvió de asilo al cacique Lincon cuando le insultaron los indios ranqueles. Esta misma tarde llegó la partida que se había despachado, y no hallaron vestigio alguno, aunque llegaron a la falda de la sierra. Este día se caminarían como 12 leguas.

Día 17. Dejamos el Río de los Sauces, y comenzamos a caminar por dentro de la sierra, de la cual se despenan muchos arroyos. Las que se pasan son sierras muy altas, y en ellas no se encuentra árbol alguno, por ser todas ellas de piedra muy pelada y limpia y habiendo caminado como ocho leguas dimos con un gran río, el que pasamos casi a nado, y está tan poblado de sauces muy grandes y gruesos, que por eso le dan el nombre de los Sauces. Corren sus aguas al S, y el otro, antes de entrar en la sierra, al N. Habiendo pues caminado como tres leguas de donde lo vadeamos, llegamos a campar en su propia orilla, la que está poblada de muchos nabos, que son muy grandes y no de   —40→   mal gusto; vense así mismo en dicho río diferentes árboles de chañar, piquillin y espinillos. Esta tarde se despacharon tres indios a que fuesen a viajar río abajo. A este paraje se le daba el nombre de Ventana, siendo cierto que todas las piedras tienen a su remate muchas quebradas, por donde entran y salen a uno y otro lado de las pampas. Se caminó este día como 13 leguas.

Día 18. Se marchó de mañana por la dicha sierra y río, y a las cinco de la tarde lo volvimos a pasar a la banda del SE, en el que se nos volcó la carretilla, y se mojaron algunas municiones. Este día nos llovió a media tarde; paramos a cosa de las seis.

Día 19. Marchamos de mañana; dejando el río de los Sauces, atravesamos la sierra para el SE; y caminando a dicho rumbo por entre unas breñas y cerrillos con mucho trabajo, llegamos a salir a la pampa que yace del otro lado de dicha sierra, llegando a las cinco de la tarde a un arroyo en donde paramos; habiendo caminado este día como 12 leguas, quedando a nuestra retaguardia otro arroyo a distancia de cinco leguas, y muchos médanos que se hallan poblados de chañares y algunos árboles de piquillin. Esta tarde misma llegó la partida que se había despachado de madrugada, con la noticia de haber hallado un rastro que tiraba hacia la costa del mar; se despacharon en el acto seis indios, cada uno con tres caballos, a viajar la campaña; al nominado arroyo se le dio el nombre de San Pedro de Alcántara.

Día 20. Se dispuso la marcha de madrugada, y fue grande el trabajo que nos dio la carretilla para pasarla por dicho arroyo, por ser pantanoso y barrancoso; de suerte que fue preciso con los sables y lanzas cavar alguna cosa para hacer bajada, pasando las municiones a pie, y poniendo en las carretillas 20 hombres a caballo, que con lazos a la cincha la fuesen deteniendo por lo perpendicular de dicha bajada. Últimamente se siguió la marcha al SO, por médanos bastantemente incómodos, que en los más de ellos se encuentran algunos árboles pequeños de chañar, que con sus espinas maltratan mucho a las cabalgaduras. Asimismo se encuentra en dichos médanos bastante tomillo, parrilla y otras yerbas medicinales; y siguiendo pasamos un gran estero con mucha agua, que tenía de largo más de media legua, y saliendo a un albardón, paramos hasta el otro día, habiéndose caminado como 11 leguas, poco más o menos.

Día 21. Se caminó de mañana, y comenzamos a pasar el Saladillo, de mucho pantano y agua, que tiene de largo más de seis leguas, siendo imponderable el trabajo para pasar la carretilla; pues aun de los que pasaban en su caballo cayeron varios, y entre ellos el Comandante, metiéndosele   —41→   el caballo de ancas hasta el cimiento de la cola, viéndose precisado a echar pie a tierra y sacarlo de la rienda. Pasamos en este trecho 22 arroyos, de suerte que a las cuatro de la tarde, con corta diferencia, salimos a unos médanos en donde paramos, que se hallan a la salida de dicho bañado, en donde fue preciso cavar pozos con los sables y lanzas para poder beber agua, que, aunque abundaba, era toda salada. Esta misma tarde se dispuso el despachar 10 indios con nuestro baqueano José Funes, (aunque éste sólo lo era de nuestros campos) porque de aquellos que transitábamos no había más baqueano que la india Cacica, mujer de Lincon, que era la que nos guiaba. (A esta india en la sorpresa que a su marido le hicieron los indios teguelches, la llevaron cautiva hasta el Río Colorado, de donde tuvo la felicidad de escaparse por medio de dos indios amigos de su marido). A cuya partida le dio orden el Comandante no volviese sin traer noticia fija del paradero de los indios enemigos, respecto a que la dicha cautiva decía haber dejado de esta banda del Río Colorado 42 toldos.

Día 22. Nos mantuvimos en el propio paraje, aguardando las resultas, y sólo determinó el Comandante mandar dos partidas a los costados de derecha e izquierda, por si se hallaba algún rumor o rastro de los enemigos.

Día 23. Nos mantuvimos en nuestro campamento, sin noticia alguna de las partidas que se habían despachado. Este día tuvimos ventarrón, con algunos aguaceros y granizo, que duró lo más del día.

Día 24. Manteniéndonos en el mismo paraje, llegaron las dos partidas últimas sin novedad alguna. Esta misma tarde a las seis llegó la partida de los 10 indios con nuestro Funes, trayendo la noticia de haber hallado los vestigios de dos tolderías, una mayor que otra, que había pocos días se habían mudado; hallando asimismo dos perros bayos que se consideraba ser de los enemigos. Por cuyo motivo se determinó a pasar el río un indio de dicha partida, siguiendo el rastro, que halló del otro lado, y sólo pudo descubrir cuatro caballos, los que dijo había corrido con ánimo de tomarlos y traerlos a nuestro campo; pero que no pudo conseguirlo a causa de hallarse solo, en pelo en su caballo y desnudo, afligiéndole el frío. Con cuya noticia se determinó el cacique Lincon a ir a bombearlos y dar aviso de lo ocurrido; con efecto marchó antes de ponerse el sol.

Día 25. Nos mantuvimos en dicho acampamento, esperando el aviso de dicho cacique. En esto; en pocos días se nos aniquiló la caballada por defecto de los pastos y la agua salada, y a un mismo tiempo se nos iba   —42→   acabando el bastimento, pues no había más de siete toros; no obstante que el Comandante por divertir los pensamientos de la tropa, los hacía formar a las tardes, mandándoles hacer algunas evoluciones.

Día 26. A las tres de la mañana llegó un indio, despachado de Lincon, con la noticia que habían bombeado a los indios, que fuésemos cuanto antes; y efectuándolo, marchamos inmediatamente, aunque con grandísimo trabajo por los muchos médanos y arena suelta que había. Llegamos a una laguna a las cinco de la tarde, poco más o menos, habiendo caminado como 16 leguas, en cuya distancia no se encuentra aguada, y en ella se dio providencia de dejar la caballada. Y con efecto, dejándola al cargo de un oficial reformado, don Roque Galeano, con 20 soldados, luego que oscureció marchamos, llevando cada uno un caballo de diestro; y caminando la noche toda, aunque con bastante trabajo por los muchos árboles que se encuentran en el camino, y ser la noche oscura, llegamos antes del amanecer dos leguas distantes del paso del río, adonde encontramos con el cacique Lincon.

Día 27. Habiendo comunicado el dicho Lincon con el Comandante, le dio la noticia que, habiendo enviado cuatro indios de la otra banda del río, éstos le avisaron que habían visto hacienda, por cuyo motivo había mandado el chasque al Comandante, diciéndole había bombeado los indios que estaban a distancia de 3 o 10 leguas, del otro lado del río. Y caminando después que el sol salió, todos juntos, río abajo, como cosa de dos leguas, y reconociendo los parajes donde habían estado las tolderías, se hallaron 45 fogones, por donde se ha discurrido ser otros tantos toldos; y preguntándoles por el paso de dicho río, respondieron ser aquel en donde estábamos, y se infiere, porque las sendas que parecen camino de carretas paraban allí mismo a la orilla de dicho río. Tiene de ancho este río más de 300 varas en dicho paso y todo a nado. En este mismo día se determinó mandar una partida de 10 indios con un cabo de los nuestros y dos soldados, los que pasaron a nado en sus caballos, llevando la ropa en una pelota de cuero, y los indios en unos palos a modo de balsa, la que iba amarrada a la cola de un caballo. En este intermedio dispusimos el armar unas balsas y un bote de cuero, ínterin aguardábamos las resultas de dicha partida.

Día 28. Entre nueve y diez del día llegaron los que habían pasado a vigiar la campaña, y dieron noticia los indios que habían visto hacienda de yeguas, y nuestro cabo dijo de no haber nada; que lo que se había visto eran pajonales, y no es de admirar se   —43→   padeciesen estas equivocaciones, pues estas diligencias del bombeo se hacen de noche. Viendo la perplejidad en que quedábamos, determinó dicho Comandante enviar otra partida y con ella al teniente don Francisco Macedo, con un soldado, llamado Lorenzo Barrio-nuevo, para que trajesen razón cierta de los enemigos; en cuyo intermedio fueron pasando todos los indios amigos a la otra banda del río, aunque con grandísimo trabajo, a causa de haberse levantado un gran viento que causaba bastantes olas en dicho río.

Día 29. Llegó la partida, y con ella el teniente Macedo, quien dio la noticia había llegado a los toldos de los indios enemigos, quienes habían hecho una precipitada fuga, luego que nos sintieron esa noche, por cuyo motivo se vio precisada nuestra indiada a pasar el río de esta banda donde nosotros estábamos. A poco rato de haber llegado este oficial, divisamos un grande fuego que los indios enemigos hicieron, que naturalmente fue hecho para que en caso que los siguiésemos no pudiésemos dar con sus huellas; pero atendiendo a que estábamos enteramente sin bastimento alguno, nos vimos precisados a retroceder, y sólo dimos lugar a que los indios amigos acabasen de pasar a esta banda, y a estas mismas horas, que serían como las cinco de la tarde, se dio orden para marchar. No quiero dejar en blanco lo formidable de este río, pues antes de llegar al paso se ve por diferentes partes que tiene de ancho más de cuatro cuadras, y en otras más. Tiene diferentes islas o bancos de arena, es muy rápido y caudaloso; sus aguas son dulces y suaves, y en el río son bermejas; se ven lobos marinos y en su orilla hay algunos árboles de sauces de los que se forman las balsas que quedan referidas, y por su mucha corriente va robando las barrancas y haciéndose cada vez más ancho. Continuamos marchando hasta las once de la noche.

Día 30. Marchamos al salir el sol, y llegamos a nuestras caballadas, en donde paramos cosa de dos horas, ínterin la gente tomaba un poco de agua caliente; y volviendo a marchar, seguimos hasta las dos de la mañana que hallamos agua; aquí se paró hasta el día.

Día 31. Caminamos a las siete de la mañana, y a cosa de una hora entramos en el Saladillo, pero por mejor parte, porque era el rumbo del N y el que había llevado nuestra baqueana cuando se vino del Río Colorado, y nos iba guiando con su marido el cacique Lincon. Aquí se volvieron a pasar los 22 arroyos y los grandes bañados, y habiendo salido de ellos, llegamos a las seis de la tarde al   —44→   arroyo de San Pedro de Alcántara, adonde se hizo noche este día se cazaron algunas liebres y venados, que nos sirvieron de sustento.

Día 1.º de noviembre. Caminamos de madrugada por la costa de dicho arroyo cosa de cinco leguas, y habiéndolo pasado, caminamos por unos grandes cerrillos muy guadalosos, y llegamos al Río de los Sauces a las cinco de la tarde, más abajo de la sierra. Aquí se hizo noche este mismo día, ayudando los mismos indios a cazar a nuestra gente, aunque no dejaron de hallarse bastantes huevos de avestruz, con lo que se saciaba el apetito.

Día 2. Caminamos de madrugada río arriba como dos leguas, buscando paso, y habiéndolo pasado con bastante trabajo por estar casi a nado y tener que pasar las municiones a pie, luego que nos pusimos de la otra banda, dio orden el Comandante para que el teniente don Francisco Macedo se aprontase con 30 hombres del cacique Lepin y Alcaluan, y marchasen con la carretilla a incorporarse con los demás que estaban en la toldería del cacique Lincon, y unidos con las familias de estos caciques marchasen al Arroyo del Cairú, con la orden de esperarnos allí hasta nuestro regreso. Y habiéndonos despedido, caminamos río abajo el rumbo del S, y a las seis leguas, poco más o menos que caminamos, vimos la toldería que el cacique Lincon había avanzado a los teguelches el año pasado, y caminando tres leguas más adelante, hicimos alto. Esta tarde se despachó una partida a explorar el campo, y se tomó bastante caza.

Día 3. De mañana marchamos, dejando el Río de los Sauces, y tomando el rumbo del E. Caminamos como 14 leguas, y paramos en la costa de un arroyo; a eso de las seis de la tarde llegó la partida que se había despachado el día antecedente, con la noticia de no haber rumor alguno.

Día 4. Nos mantuvimos en el mismo arroyo para dar descanso a las caballadas. Este mismo día se despachó otra partida de mañana, para que fuese a correr el campo hacia la costa del mar, y volviendo esa misma noche no trajo novedad alguna, habiéndose divertido la gente de la armada en cazar; y aunque no faltó qué comer, pero no hallaba leña, y la que suplía era bosta de caballo, aunque escasa.

Día 5. Caminando de mañana al rumbo del E como cuatro leguas, llegamos a otro arroyo de bastante agua, y habiéndolo pasado, hallamos en su orilla un rastro de ganado de tres o cuatro vacas   —45→   y de una mula, como que arriaban dichas vacas; por cuyo motivo fue preciso hacer alto y despachar al hijo del cacique Lincon, con una partida al reconocimiento de dicho rastro, enviando al mismo tiempo otra partida de nuestra gente. Y habiendo vuelto esta última, a la una del día, con la noticia de no haber hallado novedad alguna, determinaron los caciques el marchar aquellas horas; pero nuestro Comandante se opuso, por no haber venido la partida primera que se había despachado, sobre que tuvieron sus contiendas; pero al cabo, cediendo a las instancias de los caciques, marchamos. Y habiendo caminado como 6 leguas, alcanzó un indio de los de aquella primera partida, con la noticia de haber visto bajar algunos indios con cargas hacia el arroyo, con cuya novedad mandó el Comandante que inmediatamente se mudasen caballos; y retrocediendo con una marcha bastantemente larga, volvimos al mismo arroyo, a cosa de las nueve o diez de la noche. Debiendo prevenir, que al tiempo de romper la marcha, llegó el hijo de Lincon, asegurando haber visto dichos indios, por cuyo motivo, luego que mudó caballo este indio, se envió, adelante con cinco indios, y nuestro baqueano Funes, dándoles la orden los bombeasen, enviando uno o dos a encontrarnos por estar la noche muy oscura y no perder el rumbo. A este mismo tiempo nos empezó a llover, y serenándose la noche, nos mantuvimos sobre el mismo arroyo, y luego que mudamos caballos seguimos el arroyo arriba como cosa de 4 leguas; y habiendo amanecido, se despacharon tres partidas por todos aquellos contornos. Volvieron a nosotros como a las siete de la mañana, diciendo no habían podido divisar cosa alguna, por lo que nos volvimos para el propio campo a unirnos con nuestras caballadas.

Día 6. Habiendo descansado como dos horas, poco más 6 menos, seguimos nuestra derrota, y en todo el día no hallamos agua, por cuyo motivo se nos rindieron algunos caballos, viéndonos precisados a dejarlos y a parar a puestas del sol; habiéndose adelantado los indios en solicitud de agua, no comiendo nada este día por defecto de leña y agua.

Día 7. Caminamos de mañana, y llegamos donde estaban nuestros indios, que se hallaban acampados en una laguna muy grande, cuyas aguas son salobres; pero habiendo cavado algunos pozos, paramos como cuatro horas para que la gente comiese, y bebiesen las caballadas. Y habiéndolo así ejecutado, nos pusimos en marcha, y a las cinco de la tarde llegamos a un arroyo bien grande y barrancoso, pero el agua es salobre. Aquí paramos y nos pusimos a pescar con unos anzuelos que se hicieron de unas agujas, con los   —46→   que se pescaron muchas truchas. Todo el campo que este día se caminó abunda mucho de leones, de cuyas carnes se proveyó la gente para comer, y de las pieles se calzaron muchos, haciéndose botas por estar descalzos, y entre ellos el capitán don Juan Antonio Hernández, quien habiendo muerto uno se hizo unas botas, con las que concluyó todo el resto de la expedición. La indiada nuestra pasó adelante hasta perdernos de vista; y a las seis de la tarde llegó un indio mandado del cacique Lincon, el que dio la noticia a nuestro Comandante que su cacique había hallado un rastro en que reconocía que los indios enemigos estaban cerca, porque había visto muchos fogones, y las carnes de los animales que habían cazado para comer estaban aún frescas; a cuya noticia dio orden el Comandante nos pusiésemos en marcha, lo que habiéndose ejecutado nos comenzó a llover, y caminando hasta las doce de la noche, paramos por ser muy obscura, no teniendo baqueano para ir adonde los indios nuestros estaban, pues el que vino con la embajada dijo, no podría dar con los compañeros, por cuyo motivo nos mantuvimos parados hasta que viniese el día.

Día 8. Caminamos de mañana; y a distancia de cinco leguas y entre unos cerrillos, a cuya falda corre un arroyo, hallamos a todos nuestros indios acampados. Aquí paramos el resto del día para que descansase la caballada, dándole noticia dichos indios al Comandante iba el rastro como para el Río de Quequén arriba. Estos campos son muy doblados y sin leña.

Día 9. Se marchó de mañana, siguiendo el rumbo del E, (que fue el rumbo que se seguía desde que dejamos el Río de los Sauces) y a distancia de seis leguas, hallamos un estero y laguna muy grande, y en dicho estero ocho cerdos, que matándolos se proveyó la gente de carne con estos, y algunos avestruces y venados que se asaron; hubo este día que comer a satisfacción. Divisamos el Cerro de la Tinta al N, con las demás sierras, y reconocimos estar muy internados al S de ellas, y llegando a un arroyo a las cinco o seis de la tarde paramos en él, divisándose a un mismo tiempo gran porción de yeguada, y saliendo los indios a correrla, se proveyeron de carne para mucho tiempo. Esta misma tarde se dio orden al cacique Caullamantú, para que saliese con 15 indios a explorar la campaña y nos esperase en el Río Quequén. Se conjetura marchamos este día de 15 a 16 leguas.

Día 10. De mañana, antes de madrugada, se despachó al capitán Lican con 10 indios, para que fuese explorando el campo por   —47→   la banda del E, por cuanto Caullamantú llevó el orden de internarse al S hasta dar con el Quequén. Y habiendo marchado todos unidos con el silencio posible, llegamos a un arroyo, después de haber caminado más de 14 leguas, cuyas aguas son salobres y muy barrancoso (éste entra muy al S en el Quequén); y queriendo nuestro Comandante seguir a las sierras, le previnieron los indios no era posible, por hallarse todo aquel campo sin agua, por cuyo motivo caminamos arroyo abajo, y a distancia de cinco leguas encontramos al capitán Lican, quien nos dio noticia haber hallado una yunta de caballos, que hacía el juicio fuesen de algunos potreadores que los habrían perdido. Aquí se hizo la noche.

Día 11. Madrugamos de mañana, y a las cinco o seis leguas encontramos con el cacique Caullamantú; éste venía costeando el Río Quequén, y dijo no haber encontrado novedad alguna. Costeamos dicho río, y a cosa de las doce del día lo pasamos con grandísimo trabajo por ser muy barrancoso, y cuanto más internado al S es mucho más; sus aguas son dulces y buenas; es necesario buscar paraje para pasarlo en donde haya alguna restinga de piedra, porque no siendo así, es pantanoso y es preciso pasarlo a nado. De aquí seguimos la marcha hasta un arroyo, que siguiendo el mismo rumbo del E está a distancia de seis leguas, y con motivo de parar en él, se le puso el nombre de Arroyo de San Martín. Esta misma tarde despachó el Comandante dos partidas de indios, incluyendo en cada una tres hombres de los nuestros, la primera que diese vuelta a las sierras del Tandil y Volcán, y la otra al S. Caminamos este día 14 leguas, poco más o menos, y aunque este campo abunda de mucha bosta para hacer fuego por haber mucha yeguada, pero se encontraba muy poco que guisar en él.

Día 12. Habiendo caminado de mañana distancia de cinco leguas, llegamos a pasar un gran arroyo de mucha barranca y profunda; y siguiendo el mismo rumbo del E, llegamos a las doce del día a un arroyo pequeño, donde paramos para que comiese la gente de lo que se había cazado, y descansase la caballada un poco. A las dos de la tarde seguimos la derrota, hasta enfrentar con la Sierra del Volcán, teniéndola a nuestro N muy distante, donde paramos en otro arroyo, a aguardar las partidas que se habían despachado. Este día se caminaron como 14 leguas; los campos son muy abundantes de agua, por tener muchos arroyos que vienen de las sierras, pero muy pobres de leña, pues no se encuentra más que bosta.

Día 13. Se marchó de mañana; se pasaron este día cinco arroyos,   —48→   no muy distantes unos de otros, y paramos a media tarde en los Cerrillos del Volcán, a la orilla de un arroyo hacia la costa del mar, a aguardar las partidas; y a cosa de las cinco de la tarde, despachó el Comandante a Nagualpan, hijo del cacique Lincon, con seis indios, a saber de las partidas. Este día se caminaron como 10 leguas.

Día 14. Antes de romper la marcha, llegó un indio de la partida que tiró al S, con la noticia de haber encontrado unos caballos mancados, y a un mismo tiempo, previniéndonos nos fuésemos arrimando para la costa. Y puesto en ejecución, marchamos por entre unos cerrillos que ocultaban la marcha, pasando cuatro arroyos algo distantes unos de otros; al quinto pasamos a cosa de la una o dos de la tarde, y a poco rato, llegó Pedro Funes con la noticia de haber visto animales de color y dos jinetes que los arreaban, y que sin duda estaban allí los enemigos. Y preguntándole el Comandante, qué trecho habría desde donde estábamos acampados, adonde conjeturaba estaban los enemigos; le respondió que de seis a ocho leguas. Con esta noticia, mandó dicho Comandante tomar caballos para marchar, lo que se ejecutó inmediatamente, pasando muchas quebradas, hasta que al tiempo de ponerse el sol, estando mudando caballos, llegó la partida que había tirado hacia el Tandil y Volcán, sin novedad alguna; y haciendo estos la misma diligencia, luego que concluyeron mandó dicho Comandante repartir entre los indios las divisas que para este fin llevaba, y así a cada indio de los de bolas se le dio una banda blanca de platilla para que pusiesen como turbante, y a los de lanza se les dio para que pusiesen en ellas como bandera, y de esta suerte fuesen conocidos de nosotros en la refriega. Concluida esta diligencia se marchó con grande orden y silencio, hasta que llegamos adonde estaba el resto de la partida que dio el aviso, y un indio de los del cacique Lincon avisó al Comandante haberlos bombeado, y a un mismo tiempo le avisaron del potrero en donde tenían dichos enemigos la yeguada; con cuya noticia dio orden de dejar las caballadas en una quebrada que hacía dos sierras, y al cuidado de ella 16 hombres, mandando a aquellas mismas horas una partida de 40 indios con 10 soldados de armas de fuego, con la orden que esperasen el día en el paraje que les pareciese más oculto o inmediato a la puerta de dicho potrero, para que luego que amaneciese sorprendiesen a aquellos indios que se consideraban estar en la puerta de dicho potrero, como custodia, para que no saliesen de él dichas yeguas. Luego que marcó dicha partida, marchó también nuestra armada con el resto de los demás indios a distancia de dos leguas,   —49→   en donde se hizo alto esperando el día para avanzar de madrugada por la banda del S.

Día 15. A las tres de la mañana marchó nuestra armada, y a distancia de legua y media dimos con un grande estero o bañado muy pantanoso, que no se podía romper con los caballos; y llegando a un arroyo que pasamos a nado, corrimos más de una legua, y reconociendo que los indios iban perdidos por una gran niebla que nos sobrevino esta mañana, volvimos a pasar dicho arroyo, caminando al SE, y habiendo salido el sol, atendiendo el Comandante que aquella partida que despachó la noche antes ya habría llegado a la acción, y que oyendo los tiros era natural pensasen los enemigos tenían a todo Buenos Aires sobre sí, y que con este motivo tirasen a huir, dispuso en aquel pronto desparramar en pelotones indios y cristianos. Y con efecto de esta suerte se logró el lance, pues conforme iban huyendo, iban cayendo en las manos de los nuestros; pues fue tal el susto, que yendo un indio enemigo de huida, se encontró con Francisco Almiron, soldado de la compañía de don Juan Antonio Hernández, y preguntándole en su idioma, que adonde iban, le respondió dicho indio, «voy de huida, porque nos han avanzado»; a cuya respuesta le enristró la lanza, arrojándole muerto del caballo abajo. Últimamente, se penetraron todas aquellas breñas, y no hallándose más indios, se dio orden a que se uniese nuestra gente, porque los indios amigos acudieron al pillaje de los animales, que en mi juicio pasaban de 4000, entre yeguas y potros. Luego se dispuso el que contasen los cuerpos, y se hallaron 102; no se duda el que fuesen más los muertos, pero como fue tanto el desparramo y los lugares tan escabrosos, no se pudo saber con exactitud esta diligencia. En esta refriega perdimos un hombre. A poco rato le trajeron al Comandante dos indios que se tomaron vivos, y haciéndolos examinar por medio de los lenguaraces, declararon lo siguiente:

«Que el flamenco se hallaba 5 ó 6 leguas distante de aquel paraje, con cinco toldos; que éste había bajado a Buenos Aires trayendo una cautiva, y lo que volvió a sus toldos envió recado a los indios teguelches (adentro), que engordasen la caballada, que dejaba engañados a los cristianos, y que actualmente se hallaban seis españoles en los toldos de dicho flamenco, y entre ellos Diego Ortubia, haciendo trato con yerba, tabaco y aguardiente. Que la tarde antes a este avance llegaron dos indios de chasque, enviados del cacique Guayquitipay, avisando a los ya muertos, que nuestra armada había marchado al Río Muyelec, en seguimiento de ellos, y que no hallándolos, tirábamos hacia la costa del mar; que éramos pocos, que   —50→   se uniesen y nos acabasen, y que de los dos chasques el uno había muerto en la sorpresa. Que para que no entendiesen este enigma las cautivas que del cacique Lincon tenían dichos teguelches, echaron la voz estos chasques que iban huyendo de dicho Guayquitipay, que los quería matar». Hasta aquí lo que declararon, y fueron pasados a cuchillo.

Asimismo se tomaron 11 indias cautivas con sus familias a dichos teguelches; y el motivo de no haberse tomado más, fue porque como dichos indios no estaban de asiento, sino en el servicio de potrero, habían dejado sus familias al otro lado del Río Colorado, y se tomaron también 5 de las 11 que habían cautivado al cacique Lincon, a quien se le entregaron. No se pasó este día a sorprender al dicho flamenco, por haberse huido 7 indios, y es natural fuesen a refugiarse a él, y con el aviso huyesen unos y otros; y por estar distante como 5 ó 6 leguas. Concluido lo dicho, nos retiramos adonde estaban nuestras caballadas, y después de haber comido la gente, y mudado caballos, caminamos atravesando toda la cerrillada, hasta salir de la banda del E de ella; y siendo las cinco de la tarde paramos en una laguna muy grande.

Día 16. Habiendo caminado de mañana, corriendo la sierra por la banda del E, y siguiendo el rumbo del NE, al mediodía llegamos a parar en un arroyo. Pasada la Sierra del Volcán, y habiendo comido de lo que se había cazado, seguimos la marcha hasta las 6 de la tarde, y se acampó hasta el día siguiente. Este campo tiene muchos arroyos, y en ellos hay pescados. Desde el Volcán corre un grande estero o bañado, caminando retirado de dicha sierra como cuatro leguas al N; habiéndose hecho de jornada como 13 leguas.

Día 17. Se rompió la marcha siguiendo el mismo rumbo; pasamos cuatro arroyos y paramos en el último, por ser el sol muy fuerte, y habernos llovido de mañana. De aquí se despacharon dos indios de Lepin, de chasques, con cartas del Comandante al teniente don Francisco Macedo, que se hallaba en la Sierra del Cayrú, para que, siguiendo el arroyo de dicha sierra, se incorporase con nosotros. A cosa de las tres de la tarde caminamos; y a las seis, con corta diferencia, hicimos alto, acampando en la costa de un arroyo, en que se pescaron muchos bagres. Se caminarían este día 12 leguas, poco más o menos.

Día 18. Marchamos de mañana, y llegamos a hacer mediodía enfrente de la Sierra del Tandil; y habiéndose comido, caminamos   —51→   y llegamos a parar en una laguna a la oración; no hallando leña para cenar la gente, de lo que se había cazado. Se caminaría este día como 14 leguas, antes más que menos.

Día 19. Caminamos de mañana, y llegamos después de mediodía al Arroyo de la Tinta, cuyo arroyo es mediano; tendrá de ancho como 25 varas, nadan los caballos en partes; tiene bancos o saltos de piedra, sus aguas son muy cristalinas y dulces, mantiene mucho pescado, especialmente truchas en abundancia. Aquí acampamos (habiendo marchado cosa de 10 leguas) por determinar el Comandante echar una partida a correr el campo, por ver si se daba con la toldería del cacique Guayquitipay; y entre las cuatro o cinco de la tarde llegaron los dos indios que se habían despachado de chasque a don Francisco Macedo, dándonos aviso de haberlos corrido dos indios armados, y que se habían escapado a uña de caballo, perdiendo lo que llevaban por delante. Luego que el dicho Comandante tuvo esta noticia, mandó llamar los caciques y les dijo, que por ningún pretexto caminaría a parte alguna ínterin no se juntaba con su gente y carretillas que tenía en el Cairú; y habiendo convenido dichos caciques, quedaron de acuerdo para ejecutarlo así el día siguiente.

Día 20. A las cinco de la mañana, poco más o menos, se rompió la marcha enderezando a la sierra que llaman de Cuello, y sin parar en todo el día se marchó largo hasta llegar a ella, atravesándola toda por una abra o quebrada que corre del E al O; e internados adentro hallamos cuatro indios de Lepin que el cacique Currel enviaba al capitán Lican, con la noticia que el cacique Guayquitipay, en el tiempo que estuvimos internados hacia el Río Colorado, quiso sorprender las familias de Lincon y demás caciques, convidando para este fin dicho Currel, quien no sólo se excusó sino que se separó del dicho Guayquitipay; ¿y qué hacíamos que no íbamos a acabarlo? Que yendo a sus toldos nos guiaría a los del dicho Guayquitipay: hasta aquí dichos chasques. Luego que paramos vino el cacique Lincon, y hablando con el Comandante le dijo, que un día de camino había a la Sierra del Cairú adonde estaba la gente y las carretillas, que no convenía el que pasásemos a dicha sierra, porque yendo sabría su gente y los demás la sorpresa que habíamos hecho a los teguelches, y el avance que pretendíamos hacer a Guayquitipay, que no dudaba tendría este aviso; y así que le daría un baqueano, y que enviase la gente que quisiese, con orden que viniese el teniente Macedo con la que tenía el Cairú y carretillas. Y con efecto, habiéndose así ejecutado, esta misma tarde despachó el Comandante   —52→   al alférez don Gerónimo González con 25 hombres el referido efecto.

Día 21. Nos mantuvimos en el propio paraje aguardando la gente y carretillas, habiendo tenido este día una gran porción de agua, truenos y viento, desde las once del día hasta la oración. La gente fue a caza y no halló sino algunos avestruces y huevos, aunque escasos, por cuyo motivo no lo pasaron muy bien.

Día 22. A las nueve del día llegó un indio, dando razón que venía la gente y carretillas, y que él se había adelantado para dar esta noticia al cacique Lincon, que no había habido novedad en la toldería, y que el cacique Alcaluan conducía dos indios presos por parecerle ser espía del cacique Guayquitipay, y que nos traía el mismo Alcaluan ganado para la manutención. A la una de la tarde llegó la gente, carretillas, ganados e indios, pues vinieron 53 de refuerzo; asimismo vino el cacique Cadupani con sus tres hijos, y habiéndoseles dado a la tropa las reses suficientes, yerba y tabaco, quedó contenta, y los dos indios presos se pusieron debajo de guardia, con ánimo de que nos sirviesen de baqueanos. Esta misma tarde concurrieron los caciques a manifestar al Comandante todas las traiciones que dicho Cadupani y su hijo mayor habían usado, después que este último se nos ocultó en el Río de los Sauces para volver a sus toldos, y el primero se volvió del Río Quequén sin avisar al dicho Comandante; y que en vista de ellas era de parecer se les quitase la vida a todos cuatro; a que respondió el Comandante que de madrugada se haría esta diligencia.

Día 23. Estando la gente formada para marchar, dio orden el Comandante al sargento mayor don Pascual Martínez, que siguiese la marcha, y luego que se traslomase a distancia de media legua, hiciese alto; y quedándose el dicho Comandante con 12 hombres, el cacique Lepin y Lincon, habiéndoles dado la orden a estos de lo que habían de ejecutar, viendo ya que era hora, sacando un pañuelo blanco del bolsillo, que era la seña, acometieron a dichos indios y los mataron. Y llegando el Comandante con los dichos 12 hombres, donde lo esperaba la armada, mandó juntar a todos los demás caciques, manifestándoles el hecho, y porqué; y que esto mismo dijesen a sus indios, que mientras fuesen leales no se les castigaría; y todos respondieron que estaba bien hecho, que aquellos enemigos tenían menos. Y siguiendo nuestra marcha al N, paramos a la orilla de una laguna, como a las cinco y media de la tarde, habiéndose caminado este día como 12 leguas.

  —53→  

Día 24. Habiendo caminado de mañana con la pensión del campo malo, por ser todo esteral y bailado con bastante agua, a las doce del día paramos para que comiese la gente, y a las dos de la tarde comenzamos a seguir nuestra marcha, habiéndose levantado a estas horas una gran tormenta de truenos, relámpagos y agua, que nos duró toda la tarde, y nos obligó a parar como a las cinco, buscando un albardón, porque todo el campo estaba anegado, por cuya causa nos mantuvimos a caballo. Se caminaron como 11 leguas habiéndose perdido la sierra de vista a mediodía.

Día 25. Nos amaneció lloviendo, pues nos duró el temporal 24 horas, en las que nos mantuvimos siempre a caballo, y nos hallamos todos metidos entre el agua; y habiéndose serenado como a las tres de la tarde, fue preciso hacer con el barro como unos altos para hacer fuego, para de este modo poder la gente chamuscar un poco de carne, que con algunas charcadas, aunque escasas, favorecidos del sebo de las reses, se pudo conseguir que tomasen algún sustento.

Día 26. Se marchó de mañana, y saliendo a un albardón aquel paramos, dando orden el Comandante se despachase una partida; y, con efecto se despacharon cinco indios y siete españoles llevando uno de los indios presos que sirviese de baqueano, y habiéndola perdido de vista continuó la marcha, comenzándonos a llover hasta la tarde. De la vanguardia divisaron un jinete que iba costeando un arroyo, al que corrieron más de dos leguas, y habiéndolo tomado lo condujeron al Comandante, y preguntándole de qué toldería era, respondió que de la de Currel, que venía de potrear de las islas, que había tres meses que faltaba de dichos toldos, y tres días que los buscaba sin poder dar con ellos; que sus compañeros se habían quedado atrás, y que allí cerca tenía sus caballos; y mandándolos buscar, se hallaron, y nuestros indios dijeron lo conocían que no era indio de sospecha, y siendo ya tarde y estar todos mojados, buscamos un albardón para pasar la noche. En este intermedio llegó un indio de los de la partida, con la noticia que el indio preso había reconocido donde nos hallábamos; que estábamos cerca; que por la mañana, en almorzando la gente y secándose, caminásemos a donde ellos estaban. Este día se andarían como 9 leguas.

Día 27. Muy de madrugada se levantó el Comandante, y puesto a caballo encargó generalmente a todos, que esa mañana asasen carne y llevasen fiambre, en la inteligencia que no se había de hacer fuego hasta no sorprender al cacique Guayquitipay y los suyos. Con esta advertencia marchamos entre ocho o nueve del día, con   —54→   grandísimo trabajo, por la mucha agua y esteros que no se puede ponderar; y a las dos de la tarde llegamos donde nos esperaba la partida, la que nos dio noticia de haber visto algunos animales vacunos, por cuya causa nos paramos hasta las cuatro de la tarde que seguimos. Habiendo salido a una loma, hicimos alto, despachando tres indios que fuesen con gran cuidado a bombear, y trajesen noticia cierta, en cuyo intermedio se dio orden de mudar caballo y estar prontos para lo que se ofreciese. Este día se caminaría como 8 leguas.

Día 28. Llegaron los tres indios de madrugada, diciendo habían bombeado esa noche los toldos, pero que les parecía no eran los de Quayquitipay sino los de Currel; que eran sus parciales, que no se les debía hacer daño alguno. Con cuyo motivo se determinó mantenernos en el propio lugar por no ser sentidos, no permitiendo se hiciese fuego en lugar alguno, y que a la noche caminaríamos y cercaríamos los toldos a fin de que no se escapase alguno, y de ellos se sacarían baqueanos para que nos condujesen a los toldos de Quayquitipay, para cuya empresa se despacharon dos partidas, y que éstas estuviesen con bastante cuidado y nos aguardasen hasta que llegásemos. A las cuatro de la tarde llegó la partida de tres indios, que conducía un indio preso de nación teguelche, y siendo examinado por medio de intérpretes dijo; que Guayquitipay lo había enviado a recoger el ganado que con el temporal se les había desparramado; que los toldos del dicho Guayquitipay estaban inmediatos; que eran 25, y 15 del cacique Alequete, pero que estos estaban un poco distantes, y que el cacique Currel se había separado. Con esta noticia mandó el Comandante nos pusiésemos en marcha siendo las seis de la tarde, y a la oración llegamos a un arroyo en el que se mudó caballos, y pasándolo a nado, se dejó a sus orillas las caballadas y carretillas al cuidado de 20 hombres, marchando nosotros el resto de la noche hasta ponernos inmediatos a dicha toldería, llevando al indio teguelche con gran custodia. Luego que éste dijo que estábamos muy cerca, despachó el Comandante dos indios del cacique Lincon, a satisfacerse si estaban o no los toldos, y viniendo con la noticia que era cierto, y que los indios estaban durmiendo, mandó dicho Comandante sacasen retirado al indio teguelche y le quitasen la vida. En este rato, de día con el resto de la noche, se caminarían de 6 a 7 leguas.

Día 29. Luego que nos dispusimos a marchar para hacer el cerco y sorprender la toldería dicha, al mandarlo poner en ejecución el Comandante, se llegaron a él los caciques amigos y le suplicaron no diese orden de hacer fuego a nuestra gente, después de cercados   —55→   los toldos, hasta que ellos avisasen, porque querían sacar muchos parientes y amigos que estaban en dichos toldos. Y habiendo marchado ya que aclaraba, picando los caballos, teniendo la gente en orden y avistando los toldos, fuimos de improviso y los cercamos en forma de media luna, llevando al costado izquierdo, hacia la parte del N, los indios amigos, y al costado derecho nuestra gente de lanza, y en el centro las armas de fuego divididas en cinco mangas de a 10 cada una; mandada la primera por don José Bague, la segunda por don Juan Antonio Hernández, la tercera por D. Gerónimo González, la cuarta por don Domingo Lorenzo y la quinta por don Felipe Guelves; pero fue tal el susto que dichos cercados recibieron, que totalmente no sabían lo que se hacían, pues sólo el cacique se mostró en esta ocasión guapo como un Bernardo. Finalmente murió éste, con todos los demás que los indios amigos dijeron no ser sus parciales. Este día se hubieran muerto sobre 150 indios si no les hubieran servido de asilo los caciques amigos; pero quedó enteramente destrozada esta toldería y nuestros parciales llenos de despojos y de aquellas familias de los muertos, en que no quiso tener parte nuestro Comandante, ni ninguno de los nuestros a fin de no disgustar a dichos indios amigos. Luego que se concluyó, se dio orden a la gente se retirasen a descansar y comer, pues había 24 horas que no comían, mandando al mismo tiempo dicho Comandante se trajesen las caballadas y carretillas que estaban distantes como cuatro leguas. Entre 11 y 12 del día llegó un indio ladino, llamado José, de la parcialidad del cacique Lincon, herido, quejándose al Comandante, que yéndose a pasear a unos toldos inmediatos lo hirió un indio amigo del cacique muerto, con cuyo motivo mandó dicho Comandante un recado al cacique Lincon, pidiéndole 30 indios armados, los que inmediatamente estuvieron prontos, y haciendo montar 40 hombres de los nuestros, marchamos a aquellas horas en seguimiento de dichos indios, y yéndolos corriendo a distancia de una legua se nos cayó muerto repentinamente del caballo el alférez don Gerónimo González, y habiéndole avisado al Comandante, volvió atrás, y preguntando qué había sucedido, le respondieron: «no es nada»; y volviendo a alcanzar su gente, luego que se incorporó con nosotros, mandó se detuviese la que iba adelante pero sin dejar de correr. Y a poco trecho se alcanzaron tres indios y una china, y matándolos se les quitó la caballada, así a éstos como a los demás que iban huyendo, de la que se aprovechó nuestra gente; con lo que nos retiramos a nuestro campamento, y unidos marchamos hasta aquel arroyo en donde la noche antes habíamos dejado las caballadas y carretillas, y en donde acampamos hasta el otro día.

Día 30. Caminamos, y todos los indios con nosotros, pasando   —56→   unos grandes esteros muy pantanosos; y a las cinco de la tarde, habiendo salido a un albardón y caminado, todo el día, paramos para hacer aquí noche, y habiendo concurrido todos los caciques amigos, se despidieron del Comandante y demás oficialidad, diciéndonos pretendían retirarse al otro día de mañana para sus toldos. Lo que oído por el dicho Comandante, les hizo un razonamiento para que condujesen los rehenes ofrecidos en las paces, por el mes de mayo cuando bajasen a nuestra frontera; lo que ofrecieron harían con gran gusto.

Día 1º de diciembre. Caminamos al rumbo del N muy de mañana, y todos los caciques en vuelta de sus toldos, y llegando nuestra armada a las tres de la tarde al Río Dulce, fue preciso pasar la gente a nado por estar muy crecido; en cuyo transporte se hubieron de ahogar 3 hombres, a no habérseles acudido inmediatamente a favorecerlos; los que se pudieron libertar, aunque con bastante trabajo. Se dispusieron de algunos cueros pelotas para pasar los cañoncitos, pertrechos y demás equipajes, habiendo acaecido el haberse ido a fondo en medio de dicho río una pelota con siete armas y ropa de la gente de la compañía del Salto, la que no se pudo sacar por ser ya de noche y estar la gente rendida de nadar, y se dejó para el día venidero.

Día 2. De mañana se hizo buscar la pelota, y se consiguió el hallarla y sacar todo lo que en ella había, a excepción de dos pistolas que no se pudieron hallar. Desde este paraje determinó el Comandante despachar al capitán don Juan Antonio Hernández, de embajador con los pliegos al Señor Gobernador, de lo acaecido en la expedición; quien se determinó a caminar con 6 hombres de su compañía. Y puesto en camino a las ocho del día, tomó el rumbo del N, habiendo pasado dos arroyos a las tres de la tarde; y siguiendo la derrota hasta las doce de la noche, que se vio precisado a parar por haberle sobrevenido una gran tormenta de lluvia, truenos y relámpagos, y tan oscura, que fue preciso el hacer un círculo para poder sujetar la caballada que llevaban por delante. Y habiéndose serenado a las tres de la mañana, se puso en marcha, llegando a aclarar el día al Río Salado, el que halló crecido y pasó el vado a caballo.

Día 3. Siguiendo a trote y galope, fue preciso ir dejando algunos caballos por el campo, por estar cansados, y no dilatarse en llegar; y a las seis de la tarde llegó a avistar las chacras de la frontera de Luján, de donde caminó toda la noche.

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Día 4. Llegó a la ciudad de Buenos Aires a la una y media del día, y habiendo entrado al Fuerte y siendo avisado nuestro Capitán General, mando Su Señoría, subiese arriba; a quien entregándole los pliegos, y leídos, se sirvió permitirle fuese a descansar hasta el otro día de mañana, pues ya hacía tres días y dos noches no había dormido ni descansado dicho capitán.

Día 5. A las doce del día fue servido el Señor Gobernador despacharle con cartas en respuesta del pliego al comandante don Manuel de Pinazo, por no haber si lo posible antes, pues se hallaba ocupado en la Junta con el Ilustrísimo Señor, y saliendo de la ciudad caminó toda la noche, y entregó dicho pliego al otro día 6 al dicho Comandante, y se le permitió el retirarse a su casa por estar nuestra armada a las inmediaciones de la Choza.




ArribaAbajo Calidades y condiciones más características de los indios pampas y aucaces

Primeramente, son de estatura, por lo regular, dichos indios mediana, de cuerpo robusto, la cara ancha y abultada, la boca mediana, la nariz roma, los ojos pardos, y sanguinolentos, la frente angosta, los cabellos lacios y gruesos, la cabeza por atrás chata.

Su vestimenta se compone de muchos cueritos de zorrillos, pedazos de león, y otros de venado, los que van ingiriendo, y hacen uno de dos y media varas de largo, que le llaman guavaloca, y nosotros quiapí, con lo que se cubren desde el pescuezo hasta los tobillos, fajándose por la cintura con una soga de cuero de potro, y cuando tienen frío o llueve, lo alzan y quedan tapados.

Las indias gastan quiapí, lo mismo que los indios, con la diferencia de que no lo atan por la cintura, sino por el pescuezo, que lo apuntan con unos punzones de fierro pequeños, teniendo las cabezas de ellos como espejos de plata o de hoja de lata, y desde la cintura un tapa-rabo corto, a medio muslo por delante. Gastan y quieren mucho los abalorios, cuentas de cualesquiera calidad y cascabeles, con los que hacen gargantillas en pescuezo, muñecas y piernas, tanto las mujeres   —58→   como los indios. Su comida se reduce a comer yegua, caballo, avestruces, venado y cuanto animal encuentran, pero lo que más apetecen es la yegua, y si se ven afligidos, la comen cruda. Principalmente procuran para almorzar cazar un venado, y apenas lo bolean (pues es su modo de cazar), le agarran de las piernas y le dan contra el suelo un golpe, y dándole un puñetazo en cada costillar, lo degüellan, no permitiendo que le salga sangre alguna, sino que se le vaya introduciendo todo por el garguero, y medio vivo lo abren por entre las piernas, cosa que quepa la mano, y echándole fuera todas las tripas, sacan la asadura entera y se la comen como si estuviera bien guisada, sorbiéndose el cuajo, como si fuera un pocillo de chocolate. El sebo, panza y lebrillo de la vaca lo comen crudo y gustan mucho de ello, de suerte que cuando hacen invasión en nuestras fronteras, no son sentidos, porque como no necesitan de fuego para comer, se introducen con facilidad.

Son sumamente viciosos en toda clase de vicio; son grandes fumadores; el aguardiente lo beben como agua, hasta que se privan enteramente; beben mucho mate, y luego se comen la yerba, y con la bebida se acuerdan de todos los agravios que han recibido ellos y sus antepasados, las peleas que han tenido y las invasiones que han hecho; todo lo cantan y otros lloran, que es una confusión oírlos. Luego que se levantan de mañana se van al río o laguna que tienen más inmediata, y se echan unos a los otros gran porción de agua en la cabeza, con lo que se retiran a dormir.

Sus armas, de que usan, son lanzas y bolas, en lo que son muy diestros, y tienen sus coletos y sombreros de cuero de toro, que con dificultad le entra la lanza, y ésta ha de ser de punta de espada: algunos usan cota de malla, pues se contaron hasta nueve. Entre ellos su modo de insultar es al aclarar el día, guardando un gran silencio en su caminata, pues si se les ofrece parar por algún acontecimiento, con un suave silbido para todos, que no se llega a percibir aun entre ellos rumor alguno, y llegando a vista del paraje que van a invadir, pican sus caballos, y a todo correr, metiendo grande estrépito y algazara, no usando formación alguna sino que cada cual va por donde quiere. En cuanto al despojo, el que más encuentra ése más lleva, y al retirarse, llevando la presa, aunque maten a sus mejores amigos o parientes, no vuelven a defenderlos, sino que cada uno procura caminar sin aguardarse unos a los otros, llevando a las indias con ellos para que éstas se hagan dueñas de las poblaciones que invaden, y roben lo que pudieren, mientras ellos pelean.

En cada toldería tienen su adivino, a quien llevan consigo cuando   —59→   van a invadir alguna parte, y mientras no están cerca, por las tardes o a la noche, se ponen a adivinar. El modo es clavar todas sus lanzas muy parejamente, y al pie de ellas es que su dueño sentado, poniéndose enmedio, al frente el adivino, y detrás de él todas las indias, y teniendo en la mano dicho adivino un cuchillo, comenzándolo a mover como el que pica carne, entona su canto al que todos responden, y de allí a media hora, poco más o menos, comienza el adivino a suspirar y quejarse fuertemente, torciéndose todo y haciendo mil visajes, siguiendo los demás dicho canto, hasta que allí a un rato, que pega un alarido muy grande, se levantan todos. Preguntándole el cacique, (quien está en la derecha del mencionado adivino, con un machete en la mano) sin mirarlo a la cara, todo lo que él pretende saber, él le va respondiendo lo que le da gana, y esto lo creen tan fuertemente, que no hay razones con que convencerlos, aunque les sale todo nulo; pues están persuadidos que con aquel canto que hacen vieron el gualichu, que así llaman al diablo, y que éste se introduce en el cuerpo del adivino, y les habla por él, revelándole todo lo que quieren saber. Después de concluido le dan a beber un huevo de avestruz crudo, y agua, haciéndole fumar tabaco, que es el regalo que le hacen al gualichu, dándole al adivino vómitos fingidos; y entonces comienzan a gritar todos, y echando fuego al aire, que tienen prevenido, se despiden de dicho gualichu, que dicen sale del cuerpo del adivino, y se retiran a sus toldos.

Sus médicos son como los adivinos, pues estando alguno enfermo, sea del mal que fuese, llaman a la médica, y puesta al pie del enfermo y todos los amigos y parientes en rueda, toma la dicha médica unos cascabeles en la mano y comienza a sonarlos, cantando al mismo tiempo, a lo que todos responden; y de ahí a poco rato comienza a quejarse y torcerse toda con muchos visajes, y comenzando a chupar la parte que al enfermo le duele; está así mucho rato, prosiguiendo los demás cantando. La médica escupe y vuelve a chupar, siendo ésta la medicina que le aplican; y vimos en una ocasión que una gran médica de éstas dejó a la mujer del cacique Lincon, tuerta, de tanto chuparle un ojo, por haberle ocurrido en él un humor; esto lo sobrellevan muy gustosos, en la inteligencia que pende del gualichu.

Las casas o poblaciones son de estacas de tres varas, y cueros de caballos por los lados y techos, que ellos les llaman suca y nosotros toldos. En cada una vive una familia, y en medio de dichos toldos tiene el cacique su habitación, la que no es fija, pues en un paraje viven un mes, en otros quince días o veinte, con cuyo motivo es difícil dar con ellos.

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No tienen subordinación a sus caciques, pues cuando quieren, dejan a uno y van a vivir con otro; y si el cacique emprende o tiene que hacer alguna empresa, a todos se lo comunica y cada uno da su parecer.

Cada uno tiene las mujeres que pueda comprar, y viéndose aburrido de ellas las vende a otros; y si llegan a tomar algunas cautivas, luego que llegan a sus toldos se casan con ellas; y si dichas cautivas, mas que sean indias, no van contentas, luego las lancean y las arrojan del caballo, y aunque estén medias vivas, las dejan.

El trabajo de ellos se reduce a tornar yeguas y potros silvestres, cazar zorrillos, leones, tigres y venados, de cuyas pieles hacen las indias quiapís y guasipicuás, y de las plumas de avestruz hacen plumeros, siendo ellas las que todo lo trabajan, pues les dan de comer, cargan las cargas, mudan los toldos y los arman; y aunque las vean los indios, quienes están echados de barriga, no se mueven a ayudarlas en nada; antes sí, si es poco sufrido, se levanta, y con las bolas que nunca las dejan de la cintura, le dan de bolazos, y a esto no llora ni se queja la india.





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