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Educación física o del cuerpo


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Capítulo I

Nociones y principios generales


Objeto de la educación física. Su posibilidad, necesidad e importancia; su doble aspecto. -La cultura del cuerpo en bien del cuerpo mismo. -Ídem en beneficio del alma. -Base antropológica de esa cultura. Las facultades físicas. Ciencias que las estudian. -El cuerpo humano como ser natural; sus procesos generales. -El desarrollo físico en el niño. -Trabajo que supone el desarrollo del cuerpo y pérdidas que ocasiona. -Reparación de estas pérdidas. -Doble función del organismo. Idea de las diferentes funciones orgánicas. -Conclusión a que conduce el estudio del cuerpo: ¿son educables todas las funciones de éste? -Principios fundamentales, puntos culminantes y funciones de la educación física. -Consideración especial de la función primera o de desarrollo (Exagogía). El ejercicio y la asimilación. -La Higiene como la segunda de dichas funciones. Sus divisiones; su valor positivo. -Examen del principio del endurecimiento físico. -La Medicina como función de la educación física. -Educación positiva y educación negativa del cuerpo. -Diversas acciones que ejercen los medios indicados. -Valor psicológico y efectos morales de la educación física. -La cultura del cuerpo en sus relaciones con las perturbaciones y la degeneración mentales. -Ídem como preparación para la educación profesional. -El trabajo manual como parte de una y otra. -Elementos que cooperan a la educación física de los pueblos. -La educación física y las familias. Papel de la mujer respecto de ella. -Servicios que a esa educación pueden prestar las escuelas. -Intervención en ella de la Administración pública. -La acción social. -Nota de cartillas populares sobre Higiene y Medicina.


71. Objeto de la educación física. Su posibilidad, necesidad e importancia; su doble aspecto. -Cooperar al desenvolvimiento de nuestras energías físicas (órganos y funciones), con el fin de dar al cuerpo la belleza, la ligereza, la agilidad, la perfección, en una palabra, de que sea susceptible, conservando su salud y restableciéndola cuando se ha alterado, y mediante todo ello, haciéndolo apto para servir bien los intereses del espíritu, es el objeto de la educación física, que, como se ve por esto, tiende a realizar en su segunda parte el aforismo Mens sana in corpore sano.

Aunque el cuerpo, como ser activo que es, se desenvuelve en parte mediante el poder que hemos reconocido en nuestra naturaleza para desplegar todas sus energías por sí misma (45), necesita, como el espíritu, de una ayuda exterior o dirección que encauce y fecunde su desarrollo espontáneo. La posibilidad de esto, que no es otra cosa que la educación del cuerpo, la muestran y prueban los ejercicios gimnásticos y los cuidados higiénicos, por los que se procura cierto desarrollo a determinadas partes del cuerpo o a todo él, se corrigen algunas deformaciones congénitas o adquiridas, y se previenen y con frecuencia se curan determinadas enfermedades.

La necesidad y la importancia de la educación física se evidencian recordando que el cuerpo colabora con el alma a la realización de nuestra vida y destino y ejerce influencia constante y decisiva sobre el espíritu, al que da los medios para expresarse (41 y 44), por lo que el buen sentido hace presentir a todo el mundo, como afirma Joly, que si el desenvolvimiento de la vida del espíritu es el coronamiento de nuestra compleja existencia, la buena conservación de la vida corporal es la base.

Por lo dicho se comprende que la educación física hay que considerarla desde dos puntos de vista: con relación al cuerpo y con respecto al alma.

72. La cultura del cuerpo en bien del cuerpo mismo. -Del desarrollo y los cuidados que demos al cuerpo dependen el vigor y la lozanía de nuestras fuerzas físicas, y, por lo tanto, la mayor o menor aptitud que tengamos para los trabajos corporales, de los que depende a su vez la subsistencia de la inmensa mayoría de los hombres y en todos la salud, cuyo quebrantamiento nos imposibilita para dichos trabajos, amengua los rendimientos de ellos y pone en grave peligro la vida, que tan cara nos es y cuya conservación tanto anhelamos.

Declara esta última consideración que, mirando a los intereses del cuerpo, la educación física descansa ante todo en el principio incontrovertible de que la salud corporal es un bien, una fuerza que se destruye frecuentemente porque la abandonamos, y que necesitamos cuidar para realizar nuestra vida en las mejores condiciones posibles; de aquí el deber moral de atender a la cultura del cuerpo. Las estadísticas prueban que las generaciones y los pueblos preparados por una buena educación física viven más, como es más frecuente la mortalidad de los niños y personas mayores en las clases pobres, que por ignorancia y falta de medios desatienden esa educación. Esto mismo justifica el hecho puesto de manifiesto por numerosos y exactos viajeros, de que las razas salvajes se hallan más expuestas que las civilizadas a enfermedades y a la muerte frecuente.

«El hombre no civilizado -dice SPENCER-, es menos fuerte que el civilizado, siendo incapaz de dar de pronto una suma tan grande de fuerza como éste, así como de soportar el gasto de ella por igual tiempo.»

73. La cultura del cuerpo en beneficio del alma. -En la educación física hay que tener en cuenta los intereses del espíritu, por virtud de la influencia que lo físico ejerce sobre lo moral (41 y 44). En tal sentido, precisa que la educación atienda a poner los órganos del cuerpo los de las funciones de relación especialmente, por ser como el nexo en que se adunan la vida espiritual y la corpórea) en las condiciones más apropiadas al fin de desempeñar la función de servir al espíritu de medio para expresarse y manifestarse, de base para realizar su vida; de aquí, por ejemplo, la doctrina de la «base física de la memoria», y la conclusión a que llega Bain (que es de los que menos alcance conceden al influjo de lo fisiológico en la educación), de que para acrecentar la propiedad plástica del espíritu es preciso nutrir el cerebro, y es muy natural pensar que se obtendrá este resultado nutriendo el cuerpo todo.

Debe tenerse en cuenta, además, que del estado del cuerpo depende en mucho que podamos desempeñar bien el trabajo mental (cuando el cuerpo no ayuda, la inteligencia no funciona bien), y que el ejercicio de las energías físicas puede, en determinados casos y condiciones, proporcionar descanso a las intelectuales y morales, cuyo trabajo contrapesan y ponderan, estableciendo entre unas y otras energías el ritmo obligado, que la educación debe mantener.

«El equilibrio físico -dice la baronesa de MARENHOLTZ-, ejerce su acción sobre el equilibrio moral, y la armonía y la gracia del cuerpo influyen sobre la armonía de las facultades del alma.»

74. Base antropológica de la cultura del cuerpo. Las facultades físicas. Ciencias que las estudian. -En consecuencia de lo dicho en los dos números anteriores y al determinar la de toda educación (57), la base de la cultura del cuerpo hay que buscarla, no sólo en éste, sino en el espíritu y en las relaciones que uno y otro mantienen entre sí, en la naturaleza psicofísica o antropológica.

Claro es que la parte principal de esa base la da el cuerpo, al que directa y principalmente se dirige la educación física, por lo que precisa tener en cuenta sus funciones y los órganos por que se realizan, estimando todo ello como las llamadas facultades físicas sobre que aquella educación debe recaer. En tal sentido, la cultura del cuerpo se apoya, ante todo, en las ciencias que hemos llamado somatológicas (25).

De estas ciencias, las que especialmente interesan para la formación del conocimiento pedagógico, son: la Anatomía (del griego ana, a través, y tainé, corte), que estudia la estructura, forma, número, colocación y relaciones de los diferentes órganos de los cuerpos vivientes; la Fisiología (de physis, naturaleza, y logos, tratado), que significa propiamente historia natural, pero que se toma como la ciencia de los fenómenos de la vida, de las funciones que esos órganos desempeñan; la Medicina (del griego iatrike, curar), que tiene por objeto restablecer la salud, o sea el equilibrio orgánico, una vez que ha sufrido alteraciones, a las cuales se llama enfermedades, y la Higiene (de hygeia, salud), que señala los medios de conservar ese equilibrio, o sea la salud. De estas ciencias se deriva la Gimnasia (del verbo griego gimnazoo, yo ejercito, y de la terminación ikos, hábito), que equivale a ejercicio habitual, a movimientos íntimamente ordenados y con un fin determinado dispuestos.

La FISIOLOGíA se divide en general, que es la que estudia las funciones vitales en todos los seres organizados, y en especial, que sólo trata de esas funciones respecto de una sola especie orgánica, y se subdivide a su vez en humana o simplemente Fisiología, que se aplica al hombre; animal, a los animales; vegetal, a los seres del reino vegetal, y comparada, que hace el estudio comparativo de dichas funciones en las diversas especies. La ANATOMÍA se divide de la misma manera. La humana se subdivide en general o histológica, que estudia los elementos, tejidos, humores y sistemas de nuestro cuerpo; en descriptiva, que se ocupa en describir la forma, constitución, color y situación de los diferentes órganos; en quirúrgica, que estudia estos órganos por regiones, de modo que sirvan sus indicaciones de guía al cirujano; y en patológica, que se ocupa de las alteraciones que, en los mismos determinan las enfermedades, para ilustración del médico.

De las divisiones y correspondientes conceptos de las otras ciencias nombradas, nos ocupamos en los lugares respectivos de este COMPENDIO.

75. El cuerpo humano como ser natural: sus procesos generales. -Como ser natural que es, corresponde el cuerpo humano a la clase de los cuerpos orgánicos o con vida, en cuyo concepto se halla sometido a las leyes de la física, la química y otras especiales que responden a las fuerzas o actividades de la naturaleza, pudiendo reducirse todas a estos tres procesos generales: el físico o dinámico, el químico y el orgánico.

Mediante el primero de estos procesos, que comprende la cohesión y la atracción, el calor, la luz y el electromagnetismo, nuestro cuerpo gasta constantemente una fuerza mecánica que supone movimientos de varias clases, exhala calor, produce corrientes eléctricas (que se manifiestan principalmente en los nervios y los músculos), realiza trabajos de cohesión y atracción, y cumple las leyes de renovación y circulación de la materia. Conviene tener en cuenta que el calor de nuestro cuerpo, llamado calor animal, y que oscila entre los 37º y 38º centígrados, se produce en los tejidos y depende de fenómenos químicos (combustiones de la digestión, según unos, y reacciones de todas clases, según otros), de fenómenos mecánicos (el rozamiento muscular, debido al ejercicio de los músculos) y de fenómenos eléctricos (las excitaciones electro-nerviosas). De una manera semejante al calor se produce en nuestro cuerpo la electricidad.

Lo que más interesa conocer para nuestro propósito acerca del proceso químico es que en la composición material del cuerpo humano entran, como elementos primarios, catorce o más, según nuevos experimentos) de los llamados cuerpos simples, a saber: oxígeno, hidrógeno, ázoe, carbono, azufre, fósforo, flúor, cloro, sodio, potasio, calcio, magnesio, silicio y hierro; que el ázoe, el carbono, el hidrógeno y el oxígeno son los que principalmente constituyen la masa del cuerpo humano, siguiéndoles en importancia el azufre, el fósforo, el calcio y el hierro; que dichos cuerpos se encuentran en la economía animal, ya puros, ya formando combinaciones que se llaman binarias, terciarias, etc., según el número de los elementos que las forman; que tienen lugar en nuestra economía reacciones cuyo agente capital es el oxígeno, y que consisten principalmente en la descomposición de las substancias absorbidas en especial en forma de alimentos; y, en fin, que por las combinaciones de que antes se ha hablado y otras, así como porque mediante dicho agente devuelve nuestro organismo a su estado primitivo los materiales que antes recibiera de diversos modos, se evidencia el principio llamado de «la circulación de la materia», como parte del proceso que nos ocupa.

Este y el físico se armonizan en el orgánico, por el que se dice que el hombre, como todo ser organizado, procede primordialmente de una cédula originaria de un ser semejante. La célula es un corpúsculo microscópico, de forma, en lo general, esférica y de una substancia germinativa albuminosa, semifluida, semisólida, llamada protoplasma y considerada como la substancia vital o base física de la vida (otros buscan ésta en la substancia llamada plasson, de que dicen que se origina la nombrada); dicho corpúsculo es considerado como el primer elemento anatómico de nuestro organismo y tiene vida propia (vida celular), dándose en él los fenómenos de la vida individual, de relación y de reproducción, pues las células se mitren, crecen o se desarrollan, tienen sensibilidad, realizan movimientos, se multiplican de varios modos, transmitiendo a sus descendientes los caracteres que les son peculiares, y desaparecen o mueren.

En esto se funda la formación del organismo humano, todas cuyas partes no son otra cosa que agregados de células. Según que éstas, que se hallan como sumergidas en una substancia amorfa y semisólida, llamada «magma ambiente» o «campo celular», resultan unidas entre sí más o menos íntimamente, o separadas y como flotando en el magma, forman en el primer caso un tejido, y en el segundo, un humor. Los tejidos y los humores son después de las células, los elementos constitutivos de nuestro cuerpo, que en su origen puede considerarse formado por un solo tejido y un solo humor. Son varios los tejidos y los humores, siendo los más importantes de los primeros: el conjuntivo, el celular, el nervioso y el muscular; y de los segundos: la sangre, el quilo y la linfa, que por su propiedad de nutritivos, se denominan primitivos y fundamentales. De los tejidos se originan los que se llaman organismos o sistemas (v. gr.: el óseo, o reunión de todos los huesos; el nervioso, que lo es de todas las partes nerviosas), los que, combinados unos con otros, forman los órganos (el corazón, los pulmones, los bronquios, la laringe y la tráquea, por ejemplo), los cuales dan lugar a su vez a los aparatos, o sea, el conjunto de diferentes órganos que concurren a una misma función (v. gr.: el aparato respiratorio, el circulatorio, el digestivo, el visual, etc.). Tal es la manera de constituirse originariamente el organismo.

76. El desarrollo físico en el niño. -Trae el hombre al nacer su cuerpo ya formado con órganos capaces de prestarle los servicios de que precisa, pero todos los cuales son débiles e incompletos, y algunos no se han ejercitado aún. Los de la vida vegetativa, por ejemplo, no consienten que el niño digiera otro alimento que la leche, cuyas partes nutritivas se asimila el organismo, convirtiendo así en propia substancia cuerpos extraños. A medida que esos órganos se ejercitan, se fortifican cada vez más, aumentan en volumen y fuerza y hasta dan lugar a nuevos órganos (los dientes), que al permitir que se amplíe la función digestiva y, en general, la nutritiva, son causa de nuevos desarrollos. Análoga marcha siguen los órganos de la locomoción, que, débiles al principio hasta rayar en la impotencia, permiten, sin embargo, que realice el niño algunos pequeños movimientos, con cuya repetición continuada se fortifican poco a poco, aumentan de volumen y adquieren más agilidad, lo cual sucede antes a los que primeramente entran en ejercicio, por lo que los brazos se desarrollan en los niños más pronto que las piernas, las que a su vez adelantan lo atrasado desde que los niños se sueltan a andar y se entregan a los juegos propios de la infancia.

Los progresos que aquí apuntamos no se llevan a cabo aisladamente, sino en estrecha correspondencia. Así, mientras que las funciones de los órganos de la nutrición sustentan y acrecientan a los del movimiento, éstos contribuyen a que sean cada vez más completas y sólidas las funciones nutritivas. Sirviéndose de los brazos y las manos, y fortificándolos por el ejercicio, se suelta el niño a andar, con lo que se desarrollan las extremidades inferiores, a la vez que con el trabajo de las superiores se desenvuelve y fortifica el tronco, y en particular el pecho y sus órganos principales. Mediante estos ejemplos, que pueden multiplicarse, se viene a la conclusión de que cada progreso que realizan los órganos de un orden es causa y medio de nuevos progresos en los demás y, en último término, en el organismo entero, que de esta manera llega a constituirse en la plenitud de sus fuerzas.

77. Trabajo que supone el desarrollo del cuerpo y pérdidas que ocasiona. -Para constituirse el cuerpo en la forma que dejamos dicho, y, sobre todo, para fortificarse, crecer y desenvolverse, para funcionar y vivir (que en el funcionamiento de sus órganos consiste la vida), necesita desplegar sus energías naturales, ejercitar por sí mismo sus diferentes órganos, trabajar, en una palabra. Este trabajo laborioso y continuo se traduce por movimientos, los cuales implican a su vez el empleo de fuerzas y la producción de calor, cambios de estados y transformaciones que se realizan a expensas del cuerpo mismo, el cual experimenta por ello pérdidas de substancia, que se oxida, se gasta o se destruye en proporción del trabajo empleado, a la manera que se consume el carbón de una máquina de vapor en proporción de la suma de trabajo y de calor que la misma máquina produce. El desarrollo, el funcionamiento y la vida del cuerpo suponen, pues, trabajo constante que origina al organismo pérdidas de substancia y, por lo tanto, de fuerzas vitales, cuyas pérdidas consisten en la exhalación de calor, agua y ácido carbónico y en la destrucción de células, tejidos, etc., así como en quemarse, por las combustiones, parte de los cuerpos simples (57).

78. Reparación de las pérdidas que experimenta el cuerpo. -Fácilmente se comprende que si no se repusiesen las substancias que se consumen en dicho trabajo, se agotarían las fuerzas del cuerpo, cesarían los movimientos que originan, así como la producción de calor, y con ello el funcionamiento y la vida del organismo, como cesa de, trabajar la máquina en la que no se repone el carbón que consume. Para que nuestro organismo desempeñe sus funciones normalmente, se necesita, pues, reparar las pérdidas que le ocasiona el trabajo que desempeña, lo cual se realiza principalmente, y aparte de lo que a ello contribuye la linfa, por medio del aire, las bebidas y los alimentos, que son los medios propiamente reparadores que proporcionan al cuerpo el carbono, el oxígeno el hidrógeno y el ázoe que necesita para mantener la vida, y la grasa, el almidón y las materias azucaradas, de que también ha menester para hacer fácil su existencia. Estos elementos se resuelven en la sangre, de donde se origina la llamada reparación sanguínea.

79. Doble función del organismo. -Supone lo dicho dos funciones orgánicas, ambas concurrentes al mismo fin (la realización de la vida corpórea), que se hallan en razón directa entre si, y de las que la una consiste en consumir y la otra en reponer: por un lado, gasto de fuerzas, transformación, descomposición y destrucción de substancia; y por otro, renovación de esas fuerzas mediante la reposición de la substancia consumida. Gastar para producir y reponer para poder gastar: he aquí la doble función del organismo, en la que se resuelve todo el proceso de su desarrollo y consiste su vida, cuya fórmula es un doble movimiento de composición y descomposición.

80. Idea de las diferentes funciones orgánicas. -Constituyen las dos funciones señaladas todo el proceso orgánico de nuestro cuerpo, en cuanto que se refieren al crecimiento, desarrollo y conservación de éste, cuya vida se expresa mediante los hechos o fenómenos a que hemos dado el nombre de funciones vitales (50). Fijándonos en las de la vida individual y de ellas en las meramente físicas u orgánicas, añadiremos que su objeto es realizar la función capital del organismo, la función nutritiva, que comprende varias funciones o procesos particulares, a saber:

a) La digestión, mediante la que, y a favor de otras funciones particulares de ella (la prehensión, masticación, insalivación, deglución, quimificación y quilificación), sufren cierta transformación los alimentos introducidos en un tubo digestivo (boca, faringe, esófago, estómago e intestinos), y una gran parte de ellos se reduce al humor llamado quilo, quedando en condiciones de pasar a la sangre, en la que al cabo se convierten esos alimentos, que de este modo se hacen aptos para reparar las pérdidas que continuamente sufre nuestro cuerpo.

b) La absorción, por la que el quilo y otras substancias líquidas y gaseosas se introducen en el aparato circulatorio mediante los vasos absorbentes (los capilares, vasos sanguíneos, linfáticos y quilíferos, las vellosidades, los ganglios, el conducto torácico y la vena linfática derecha), y se mezclan con la sangre, convirtiéndose en ella y reponiendo sus pérdidas.

c) La circulación, por la que la sangre, a impulso del corazón (el órgano central de esta función) y por él dirigida, se mueve constantemente en unos tubos o vasos aptos para ello (las arterias y las venas, que con el corazón forman el aparato circulatorio), que se ramifican por todo nuestro cuerpo,, a todas cuyas partes, salvo la epidermis y el epitelio, llevan el líquido nutritivo, para que lo absorban los tejidos y se repongan las pérdidas sufridas en el trayecto que recorre.

d) La respiración, en cuya virtud la sangre venosa se transforma en arterial, se introduce oxígeno, que estimula todas las partes vivientes de nuestro organismo; se engendra calor, mediante las combustiones que esto origina, y se impide la acumulación de ácido carbónico, tan perjudicial para la vida. Esta función se realiza mediante el aparato respiratorio, cuya parte esencial la constituyen los pulmones y el tubo aéreo (la boca o fosas nasales, la faringe, la laringe, la tráquea, los bronquios y sus ramificaciones hasta las vesículas aéreas).

e) La asimilación, que se verifica mediante la facultad que tienen los tejidos de apropiarse las substancias o principios nutritivos de la sangre, y con ello reparar las pérdidas sufridas por el constante movimiento de composición y descomposición; por la asimilación se reconstituyen los tejidos a expensas de la sangre, y, en último término, se reproduce un organismo entero. Esta función tiene una segunda parte, dicha desasimilación, que consiste en eliminar los tejidos los productos más oxidados en la asimilación, o residuos de ésta, que al cabo son en parte expulsados del cuerpo.

f) La secreción, que tiene por objeto, de una parte, hacer salir del cuerpo ciertos productos inútiles y nocivos (los indicados de la desasimilación, de los cuales son ejemplo la orina y el sudor), y de otra, formar líquidos que sean nutritivos por sí mismos, que preparen para la digestión y la absorción las substancias alimenticias (v. gr., la bilis, los jugos gástrico, pancreático e intestinal, y la saliva) o que sirvan para proteger ciertos órganos (como la sinovia, las lágrimas, el cerumen, etc.).

g) La calorificación, en cuya virtud nuestro cuerpo, como el de todos los animales, y, en general, todos los cuerpos orgánicos, produce calor por sí mismo (calor animal, que hemos dicho en número 75) en la cantidad necesaria para mantenerse a una temperatura constante; cuando esta temperatura, en vez de ser constante; es variable, a tenor de las variaciones del exterior, se dice que el animal en el que se produce el hecho es de sangre fría, como se llaman de sangre caliente los otros, y el hombre, por lo tanto.

h) Por último, aunque la inervación se considera como de las funciones de la vida de relación, en las que entra de lleno, no puede separársela del proceso nutritivo que preside, en cuanto que, como función fundamental del cuerpo, rige y regula todas las demás de nuestra economía, y, por lo tanto, las orgánicas, que se alteran y cesan cuando se altera y cesa la función inervadora.

Tales son las funciones vitales llamadas orgánicas. Entre todas ellas necesarias para el mantenimiento no sólo de la vida vegetativa, sino también de la animal, existe una perfecta solidaridad, correspondencia y mutua dependencia, como partes integrantes que son de un todo orgánico, a cuyo funcionamiento (vida) concurren: la alteración o paralización de cualquiera de ellas produce sus efectos correlativos en las demás, en último término, en el organismo entero.

81. Conclusión que se desprende del estudio del cuerpo; ¿son educables todas las funciones de éste? -Resulta de las anteriores indicaciones fisiológicas, que todas las funciones vitales (y sus órganos, por lo tanto) concurren, mediante una acción y reacción mutuas, a producir la vida de nuestro cuerpo, el que si necesita para su conservación normal reponer las pérdidas que de continuo experimenta de fuerza y substancia, precisa también de estas pérdidas, en cuanto que representan la suma de trabajo a que está obligado para vivir y desenvolverse. Son, pues, paralelas e igualmente exigidas la función que consiste en trabajar y consumir, en ejercitarse, y la que tiene por objeto reponer y reparar; en el adecuado equilibrio entre ambas estriba la producción de la vida y la conservación y el desarrollo normal (salud) del organismo.

Se deduce de esto, que, si la educación necesita atender al ejercicio, ha menester cuidarse al mismo tiempo de las demás funciones, o sea de las reparadoras o meramente orgánicas. Pero ¿son todas éstas educables? Sobre todas cabe influir más o menos directamente mediante el ejercicio y los cuidados higiénicos, cuyo objeto es, al mantenerlas en su normalidad y equilibrio, darles la perfección posible para que transcienda al cuerpo; por ambos medios influye el espíritu, como fuerza directora, en dichas funciones, incluso las más mecánicas de la nutrición, y dicho se está que mucho más sobre las restantes: todas se regularizan o se perturban según que se hallen o no sometidas a un adecuado régimen higiénico, y que el organismo se ejercite más o menos, peor o mejor. En tal sentido, cabe decir que todas las funciones vitales (y, por consiguiente, los órganos por que se realizan) son educables, susceptibles de cultura y aun de perfeccionamiento.

82. Principios fundamentales, puntos culminantes y funciones de la educación física. -Después del estudio que precede, como base de la cultura del cuerpo, podemos pasar a determinar los principios fundamentales en que descansa esta cultura, que, en último término, son los mismos de la educación general, a saber:

a) Fundarse en el conocimiento del cuerpo, teniendo en cuenta, para apreciarlas y atemperar a ellas los medios educativos, las diferencias individuales de constitución, temperamento, idiosincrasia, sexo, edad, etc..

b) Ser íntegra o completa; es decir, abrazar todo el organismo y cuidar de todas sus funciones.

c) Ser progresiva y gradual, de modo que, yendo siempre de lo menos a lo más, proceda con moderación en vista de las fuerzas del educando y se atenga a la normalidad del desenvolvimiento espontáneo del cuerpo, siguiendo sus pasos; es decir, procediendo sequere naturam.

d) Que la acción que suscite en el educando lo sea realmente y no degenere en esos ejercicios lánguidos, fríos, de verdadera pasividad, en que suelen degenerar algunos gimnásticos, como, por ejemplo, los de la gimnasia de sala, cuando no hay acción propiamente dicha de parte del educando.

e) Ser agradable y atractiva, para que en vez de apagar esa acción la suscite, estimulando al educando a ella, como sucede (contrayéndonos al ejercicio) con los juegos corporales, en los que, por regla general, el ejercicio es más activo, ardoroso y persistente que en la mayoría de los gimnásticos. Como ya dijera nuestro inolvidable Montesino, para que el ejercicio sea fructuoso es preciso que sea agradable; es decir, que intervenga la voluntad, que el alma se interese y haya estímulo nervioso proporcionado a la acción muscular.

f) Ser armónica, no sólo al respecto de los órganos y las funciones del cuerpo, sino además, y muy principalmente, de éste con el espíritu, para que se realice el fin que implica lo que antes hemos dicho al hablar de la educación física en beneficio del alma (73), y se declara en el aforismo Mens sana in corpore sano, ya recordado.

g) Por último, debe tenerse aquí muy en cuenta la ley que rige el desenvolvimiento de nuestra naturaleza, y, por consiguiente, del cuerpo, y que, por lo tanto, constituye uno de los principios fundamentales de la educación física, a saber: Cada uno de los órganos del cuerpo humano, y este en su totalidad, se acrecienta y fortifica, se desenvuelve por el ejercicio alternado con el reposo y en razón de su actividad, y disminuye y debilita en la inacción continua y prolongado.

Pero la educación física es obra muy compleja, en cuanto que a su realización completa concurren numerosos factores que precisa tener en cuenta. Para que el organismo conserve la normalidad de funcionamiento, se desarrolle y vigorice, hay que atender además de al ejercicio, al medio en que vive, o sea a cuanto le rodea (circunfusa, que dicen los higienistas), y, en lo tanto, a resguardarlo contra las inclemencias del clima y a que las habitaciones reúnan condiciones de salubridad, sean higiénicas. A esto, que, como veremos al tratar de la Higiene escolar (segunda parte), impone multitud de cuidados (emplazamiento, área, luz, ventilación, calefacción, etc., de las habitaciones, piezas de ellas, muebles y demás) y ejerce notoria influencia sobre las funciones orgánicas, hay que agregar, por las relaciones directas que con ello tiene y para suplir las deficiencias del medio, lo concerniente al vestido (aplicata), muy particularmente, al aseo del cuerpo (lociones, baños y otros cuidados) y a la alimentación (ingesta), de la que depende en primer término el mantenimiento y la normalidad de la vida corpórea. El régimen general y especial de vida es otro de los factores que es obligado tener en cuenta a los efectos de la educación física, en cuanto que entraña elementos que influyen en la salud y desarrollo del cuerpo, como, por ejemplo, el exceso de trabajo intelectual y físico, la vida sedentaria, el ejercicio muscular insuficiente o adecuado, y los medios de restablecer la normalidad alterada en el funcionamiento de los órganos.

Tales son los puntos culminantes de la educación física, los cuales se resumen en las tres funciones siguientes, que son las mismas de toda educación (15), a saber: 1ª. de desarrollo o progresiva (Exagogía), que tiene por objeto desenvolver y vigorizar el organismo, y se realiza principalmente mediante el ejercicio; 2ª., de conservación de la salud de ese mismo organismo, que predominantemente se lleva a cabo por la Higiene; y 3ª., de reparación, que atiende a restablecer la salud alterada, lo cual incumbe a la Medicina. Las dos primeras funciones se confunden frecuentemente en sus fines y efectos, pues ambas concurren, mediante el cultivo, el ejercicio y los cuidados que suponen a desenvolver y vigorizar el cuerpo, perfeccionarlo, mantenerlo en su estado normal de funcionamiento y conservar su salud.

83. Consideración especial de la función primera o de desarrollo (Exagogía). El ejercicio y la asimilación. -La primera de las funciones de la educación física es la que predominantemente atiende a desenvolver y vigorizar el cuerpo, infundiéndole nueva energía, y dando robustez a sus músculos y agilidad a sus movimientos; y aunque a todo esto coopera la Higiene (sin una alimentación apropiada y el conveniente aseo, por ejemplo, no cabe que se consigan esos resultados) y aun la Medicina, es lo común referido al ejercicio (paseo, gimnasia, juego corporal, equitación, remo, etc.), por los efectos que produce en el organismo, según luego veremos y ya se ha insinuado al tratar de él en términos generales (51). Limitándonos, por esto, a lo dicho, concluiremos que en el ejercicio muscular y, por tanto, de los órganos consiste predominantemente la función que tiene por objeto desenvolver, vigorizar y perfeccionar el cuerpo (Exagogía).

En el lugar oportuno (15) vimos que la Exagogía, (del verbo griego exagoo, yo guío, desenvuelvo, dirijo, educo) es, como la Higiene y la Medicina, una de las funciones generales de la educación, así del cuerpo como del espíritu. Conviene advertir que con ese vocablo pueden designarse indistintamente las tres funciones generales de la educación; pero que es usual reservarlo para designar la función que consiste en el ejercicio, por lo que, tratándose de la educación física, vale tanto como decir conjunto de ejercicios físicos que tienen por objeto el desarrollo de nuestro cuerpo. Es frecuente referirlo sólo a la educación física.

Pero como el ejercicio implica movimientos, y éstos producen y gastan calor y exigen el empleo de fuerzas mecánicas, que suponen pérdida de la substancia capaz de ellos, es evidente que gasta fuerzas y consume substancia, y que mientras más enérgico y persistente sea, mayor será este consumo. Se deduce de aquí la necesidad de una base para que el ejercicio se realice y pueda continuarse, y por la que se repongan las fuerzas y substancia que se gasten o consuman. Por esto que en el desarrollo precise añadir a la ley del ejercicio, la de la asimilación, que es como el principio misterioso de toda vida organizada, y que consiste en apropiarse el cuerpo, convirtiéndolas en substancia propia, las partes que te sirven para reponer sus perdidas, de los elementos que le proporcionan los agentes reparadores (78).

84. La Higiene como la segunda de dichas funciones. Sus divisiones; su valor positivo. -La Higiene (cuya etimología hemos señalado ya, 74) se define generalmente como «el arte de conservar la salud y aun de perfeccionarla), en cuyo sentido entraña cierto carácter progresivo, y tiene por objeto determinar las condiciones generales de la salud y los medios que mejor conduzcan a preservarla, poniendo el organismo en las condiciones necesarias para el desempeño de sus funciones individuales y sociales. En tal sentido, estudia las condiciones de salud inherentes al organismo (herencia mórbida, temperamentos, idiosincrasias, edad, sexo, etcétera), y las exteriores o agentes que pueden obrar sobre él alterando la normalidad de su funcionamiento (aire, luz, calor, electricidad, habitaciones, vestidos, alimentos, trabajo, ejercicio, sueño, etc.). Aunque su función principal sea precaver y prevenir, preservar, la Higiene coopera por dichos medios a desenvolver, vigorizar y perfeccionar nuestra naturaleza fisiológica.

Se divide la Higiene en individual o privada, y social o pública, según que atiende directamente a la conservación del individuo o a la de la sociedad, subdividiéndose, en este último concepto, en escolar, de los hospitales, de las fábricas, del campo, militar, naval, de las prisiones, etc., conforme a los grupos sociales a que se contraen especialmente sus preceptos. También se habla de higiene del matrimonio, del trabajo intelectual y de otras clases, realmente comprendidas en la privada.

El objeto de la Higiene declara ya el valor positivo de esta ciencia, condición sine qua non de la salud, que a su vez es «la unidad que da valor a todos los ceros de la vida». A la inobservancia de los preceptos higiénicos se debe que la vida del hombre resulte frecuente y considerablemente deteriorada y abreviada. Todos sabemos de propia experiencia lo que vale la salud y lo que importa conservarla. Por recuperarla cuando la hemos perdido hacemos los mayores sacrificios, y sin ella nos es enojosa la vida, con sernos tan cara. Con la falta de salud se aminoran los recursos de la familia, y, en último término, hasta se resienten los intereses materiales de la sociedad. Por consiguiente, la ciencia que concurre a preservar la salud, preservándonos al mismo tiempo de la Medicina es de una importancia capital, que se declara generalmente en el hecho vulgar de hacer consistir en ella toda la educación física, pues hasta el ejercicio muscular se considera, y realmente lo es muchas veces, como agente higiénico.

85. Examen del principio del endurecimiento físico. -La acción de vigorizar el cuerpo, que implican las dos funciones tratadas, no supone la especie de endurecimiento en que algunos, con Locke, la hacen consistir, y que hay, por lo menos, que mirar con cierta circunspección para evitar resultados funestos, los que siguen, por lo general, al sistema de abandonarse a la naturaleza, que tanto preconizara Rousseau, y que tantas víctimas ocasiona entre los niños de las clases ignorantes y pobres. Porque si, como dice Spencer, es un hecho que cuando los niños son bastante robustos para soportar el frío, se habitúan, sin duda, a él en el sentido de no sentir tan vivamente la impresión que produce, lo es también, como el mismo filósofo advierte, que esto tiene lugar a expensas del crecimiento de los mismos niños, «a muchos de los cuales se les endurece tan bien, que se van de este mundo, y los que sobreviven, sufren, por causa del sistema seguido con ellos, ya en su salud, ya en su crecimiento». (Los lapones y los esquimales, por ejemplo, están acostumbrados al frío más intenso; pero son pequeños y esmirriados, como son enanos los caballos de las islas Shetland.) De aquí que el citado autor considere como «una ilusión impertinente» la idea de tener a los niños muy ligeros de ropa, casi desnudos, para endurecer sus cuerpos (idea muy generalizada en Inglaterra y que muchas familias españolas copian), y que conceda gran importancia al vestido, que es para nosotros, por lo que a la temperatura del cuerpo concierne, «el simple equivalente de cierta suma de alimento», pues disminuyendo la pérdida de calórico, disminuye la necesidad de combustible para mantener esa temperatura, y cuando el estómago tiene menos que trabajar para reponer el combustible, puede hacer más para preparar otros materiales.

Hay, pues, que vigorizar el organismo, pero no con el pensamiento de endurecerlo por una insensibilidad aparente o por un menosprecio fingido del dolor, ni de abandonarlo por completo a las inclemencias de la naturaleza; sino que la actividad a que se le someta debe tender a excitar y regular todas las funciones y sus movimientos, y a la vez habituarle a recobrar contra las acciones enemigas del exterior; si no debe acostumbrarse a los niños, ni mucho menos, a la vida muelle y afeminada, tampoco ha de exagerarse el principio opuesto, y, prescindiendo del temperamento de cada uno, someterlos a todos a pruebas duras (que suponen una especie de inhumana selección), a las que el organismo no siempre se adapta, sobre todo al comienzo. No conviene llevar muy lejos, por lo tanto, el principio del endurecimiento físico, que en todo caso hay que aplicar discreta y gradualmente, en conformidad con las condiciones orgánicas de los educandos.

86. La Medicina como función de la educación física. -La parte que se contrae a la función reparadora es la que menos entra en el cuadro de los estudios pedagógicos. Tratándose de enfermedades, tiene que limitarse el educador a una acción preventiva y expectante, que se confunde con la Higiene, que, en último término, es una Medicina preventiva. A obrar sobre las constituciones escrofulosas y los temperamentos linfáticos, por ejemplo, tan comunes en los niños de ciertas poblaciones y clases sociales; a prestar a éstos los primeros auxilios al comienzo de algunas enfermedades, a fin de ganar tiempo, y en los accidentes a que tan expuestos se hallan, y a contrarrestar el influjo pernicioso que en tales materias ejercen, al amparo de la ignorancia, la rutina y la superstición, se reduce la acción médica de los educadores, que en la mayoría de los casos no pueden pasarse sin el concurso facultativo. No se trata, pues, aquí más que de una Medicina higiénica o de una Higiene médica.

En tal concepto, hay que atenerse a lo dicho y a la aplicación de los baños de mar y de ciertos reconstituyentes, como los preparados de hierro y el aceite de hígado de bacalao, por ejemplo, tratándose de naturalezas pobres, escrofulosas, linfáticas y anémicas (para todo lo cual no debieran faltar las indicaciones facultativas). En lo que más cabe hacer es en los casos de accidentes, acerca de los cuales conviene que los educadores, padres o maestros, tengan algunos conocimientos, por el estilo de los e damos al final de la segunda parte de este COMPENDIO.

87. Educación positiva y educación negativa del cuerpo. -Teniendo en cuenta lo que acaba de decirse respecto de la Medicina, la que, como función educativa y tratándose del cuerpo, sólo puede considerarse como tina especie de Higiene, cabe reducir las funciones de la educación física a la Exagogía (Gimnasia, en su acepción más lata) y la Higiene, que por el género de acción que cada una ejerce representan, respectivamente, lo que se llama educación positiva y educación negativa del cuerpo.

«De una parte, precisa desviar de la vida del niño cuanto pueda ser una causa de perturbación, de alteración, de debilidad; todo lo que pudiera afectar a su salud: por ejemplo, un trabajo cerebral excesivo. Esto es, propiamente hablando, la educación negativa del cuerpo, la que consiste en conservar, en proteger las fuerzas naturales, y que se resume casi por completo en las prohibiciones, en las protecciones de la Higiene.

»De otra parte, se trata de secundar, de estimular la obra de la naturaleza, de desenvolver y de fortificar las energías físicas; y esta preocupación se hace cada vez más legítima a medida que más se abusa de la cultura intensiva del espíritu, de los estudios a todo trance y de los programas recargados. Esto será objeto de una educación positiva del cuerpo, que comprenda todos los ejercicios, todos los juegos de la infancia, todas las prácticas recomendadas por la Higiene, todos los movimientos que constituyen la Gimnasia.

»'Higiene y Gimnasia': tales son, pues, las dos partes de la educación física, tan necesarias la una como la otra: la una es en cierto modo un buen método de conducta, una especie de moral para el cuerpo; la otra es a la actividad física lo que el estudio, a la actividad intelectual, un ejercicio saludable y fortificante. Ambas concurren a establecer en el cuerpo la salud y la fuerza; pero la Higiene es, sobre todo, el cuidado de la salud, y la Gimnasia, el cuidado de la fuerza.» (COMPAYRÉ.)

88. Diversas acciones que ejercen los medios indicados. -Los diferentes medios por que se realizan las funciones mencionadas ejercen acciones muy diversas así sobre el cuerpo como sobre el espíritu, mediante las que, al integrarse la educación física, se coopera a la del alma en todas sus esferas.

El ejercicio y la Higiene ejercen su acción, por los medios señalados, sobre el desenvolvimiento corporal en su conjunto, el sistema nervioso entero, el muscular en general, y, en particular, sobre músculos dados, así como sobre las funciones de la piel y las demás llamadas orgánicas, señaladamente las digestiva, circulatoria y respiratoria. De este modo se cultivan, ejercitan y preservan a la vez todas las energías y todos los órganos del cuerpo, y se completa la obra de la educación física.

Pero al mismo tiempo, y por virtud de la compenetración en que viven unidos cuerpo y espíritu, de la influencia que recíprocamente se ejercen (41), la acción indicada repercute en la esfera de lo anímico, transcendiendo a la inteligencia, el sentimiento y la voluntad, según veremos al tratar de la cultura de estas facultades. En tal sentido, cabe afirmar que los medios propios de la educación física lo son a la vez de educación psíquica, ejercen una acción no meramente fisiológica, sino a la par psicológica, y que, en uno y otro caso, es semejante acción muy diversa y compleja (psicofísica).

89. Valor psicológico y efectos morales de la educación física. -Lo que acabamos de decir declara el valor psicológico de la educación física, insinuado ya al tratar de la cultura del cuerpo en beneficio del alma (73). Dejando el desenvolvimiento de los puntos que esto entraña (que se refieren a la acción de los medios de la educación física sobre la atención, la intuición, la observación, la reflexión, los placeres, el ánimo, el valor, el dominio de sí mismo, la personalidad, la agilidad práctica, etc.) para los lugares a que antes hemos remitido al lector, nos fijaremos ahora en la doctrina de los efectos morales de la cultura del cuerpo.

Mediante esta cultura pueden corregirse hábitos y maneras que revelan faltas de educación y aun vicios de carácter, y que a veces privan de su genuina expresión al pensamiento y al sentimiento y hasta a la palabra misma: tal sucede, por ejemplo, con los gestos exagerados, la tendencia a reír inmoderadamente, a gritar en vez de hablar, y a ahuecar la voz. Como ha hecho notar Gratiolet, una actitud imitada, una idea preconcebida, como son frecuentemente en los niños pequeños, despiertan en el espíritu ciertas ideas correlativas; así, si no cabe duda de que la doblez y la hipocresía dan el hábito de mirar oblicuamente y hacía abajo, no deja de ser cierto que niños que por imitación o por violencia se habitúan a mirar de ese modo, están expuestos a hacerse solapados y embusteros.

«Los movimientos externos -dice dicho autor-, según el grado en que se les excite, se les prolongue o se les modere, comunican algo de su ritmo a los movimientos internos y a las funciones que esos movimientos aseguran, y unos y otros crean necesidades y hábitos generales, que vienen a ser como la base de la voluntad propiamente dicha.»

No se olviden, al respecto del punto que dilucidamos, estos aforismos de Rousseau y Montaigne:

«Cuanto más débil es el cuerpo -dice el primero-, más manda; cuanto más fuerte, más obedece.» -«Para afinar el alma -dice el segundo-, precisa endurecer el cuerpo.»

Pero en lo que se ponen más de relieve los efectos morales de la educación física es en lo tocante a la Higiene, considerada por Rousseau como siendo «menos una ciencia que una virtud», y por Joly, como «una colección de virtudes». Lo que más adelante decimos a propósito del aseo, confirma el sentido de estos aforismos. Añadamos que una salud vigorosa infunde, como todo el mundo sabe, cierta energía moral, y que una y otra son para el hombre elementos de bienestar. Estas indicaciones declaran el valor moral de la Higiene, que Rousselot resume en los siguientes términos:

«Tiene la Higiene de bueno que, para alcanzar sus fines, regla la vida, forma los caracteres dando el sentimiento de la medida, despierta las energías, modera a los fuertes, fortifica a los débiles, alienta a los tímidos, acrecienta el ánimo, muestra la influencia de la voluntad, el resultado de una buena dirección, la responsabilidad que nos incumbe y la poca parte que queda al azar en lo que nos sucede; pues nada de lo que ella permite y ordena se obtiene sin el concurso de una voluntad firme, perseverante, de una acción sostenida, de una moderación que conduce a la prudencia y la virtud por el camino que lleva a la salud y al bienestar; de modo que la conquista de la salud, después de ser un fin, se convierte, por una maravillosa reciprocidad, en un medio de conducta, de moralización.»

90. La cultura del cuerpo en sus relaciones con las perturbaciones y la degeneración mentales. -El interés que tiene la educación física para el alma se patentiza también recordando que, como ya hemos insinuado (27), muchas de las causas productoras de las diversas formas que la alienación mental o locura reviste en los niños (y también de la enajenación más o menos aguda en las personas mayores) son debidas a estados patológicos del cuerpo. Así, ciertas enfermedades y accidentes, como las insolaciones y las intoxicaciones, las escrófulas, las meningitis, la hidrocefalia, varias fiebres eruptivas, agudas e intermitentes, indigestiones, vicios de conformación cerebral, etc., pueden ser causa de perturbaciones mentales más o menos pasajeras y graves, como los terrores nocturnos, el sonambulismo, las alucinaciones, el delirio general, la manía, la hipocondría y la locura verdadera. El cretinismo (alteraciones intelectuales unidas a vicios de conformación del cuerpo) es a la vez degeneración física y moral del individuo.

91. La educación física como preparación para la profesional. El trabajo manual como parte de una y otra. -La cultura del cuerpo coopera con la del alma a prepararnos para la vida, cuyo sentido es indudable que entraña un fin práctico, por el que también se atiende mediante ella a los intereses del espíritu y nuevamente se ponen de relieve sus efectos morales. La educación profesional que esto supone, requiere a la par condiciones físicas, cualidades que corresponden a la esfera de lo anímico (de ligereza y agilidad, de destreza de la mano, de prontitud y de seguridad de movimientos), que no se limitan a fortificar el cuerpo y afirmar el temperamento de los niños; y que trascienden de lo puramente fisiológico y tocan de lleno a lo intelectual, por la especie de habilidad que implican.

A ambos fines responde la introducción de trabajo manual en la educación primaria, que si se estima como medio de favorecer y despertar aptitudes, de preparar a los niños para la vida profesional (65), es considerado también como causa de un resultado higiénico y siendo un modo de fortificar el organismo y aun la raza; en cuyo sentido y por las demás energías que ejercita se le equipara con el juego corporal, del que se ha dicho que es el primer trabajo de los niños pequeños. Como en otra parte de este COMPENDIO tratamos del trabajo manual, a ella remitimos al lector, bastando ahora a nuestro propósito con la indicación hecha y sentar el principio de que, mediante la educación del cuerpo, cabe atender a la profesional, y que ésta se realiza en gran parte por los trabajos manuales, que a la vez son un medio de desenvolver las facultades físicas.

92. Elementos que cooperan a la educación física de los pueblos. -Son factores de la cultura del cuerpo los mismos que cooperan a la obra de toda educación. Remitiendo al lector a lo ya dicho a este propósito (8), nos limitaremos aquí a insistir respecto de algunos de esos elementos, por la influencia que están llamados a ejercer en el actual renacimiento de la educación física. En tal caso se halla la familia, y dentro de ella, especialmente la mujer; la escuela primaria, los poderes públicos (Estado, Provincia y Municipio) y, en fin, la acción social, ejercida por diversas colectividades e individualidades.

93. La educación física y las familias. Papel de la mujer. -Los cuidados que exige la cultura del cuerpo son, sin duda, los más fáciles de prestar por parte de las familias, a poca diligencia que desplieguen y salvo los límites que les imponga la falta de recursos. Procurar que las habitaciones se ventilen todo lo posible, que haya en ellas aseo como en las personas y vestidos de sus moradores, observando, al respecto de todo esto, así como de las comidas, las prevenciones higiénicas; vigilar ciertas manifestaciones de la constitución orgánica de los niños para aplicar los oportunos medios preventivos (hierro, aceite de hígado de bacalao, baños, aire de mar o de la montaña, la gimnasia terapéutica, etcétera); proporcionar a todos sus individuos el ejercicio al aire libre, para lo que conviene estimular el juego aun en los jóvenes y, sobre todo, en los adolescentes; regular el sueño y el trabajo doméstico, son cuidados de que ninguna familia medianamente organizada debe dispensarse, y que, en general, pueden poner todas en práctica con más facilidad aún que los que requiere la dirección moral de los niños, para la que, con ser tan de la incumbencia de los padres, son muchos los que carecen de las debidas condiciones de aptitud.

El agente principal de la educación física en la familia es la mujer, no sólo por la misión educadora que de hecho y de derecho le corresponde, sino por el influjo que ejerce en el hogar, cuyo gobierno interior le está encomendado. En este concepto, incumbe a ella la aplicación de los preceptos que constituyen el régimen higiénico o físico del hogar, y, sobre todo, lo que más atañe a la crianza de los niños, con los que hay que tener a estos respectos cuidados exquisitos y mucha y previsora vigilancia, pues las madres, que tanto idolatran a esos seres a quienes llaman pedazos de sus entrañas, no deben ignorar que dentro y fuera de nuestro organismo existen multitud de misteriosos conspiradores contra la salud, que se multiplican para los niños, cuya vida, se ha dicho, «es fértil en accidentes de todo género; todo es peligro para ellos, y su seguridad encuentra escollos a cada paso; todo es para ellos el alquilón».

Estas indicaciones obligan a insistir en la necesidad de dar a las mujeres desde la escuela cierta cultura pedagógica en la forma ya dicha (20), comprendíendo en ella los necesarios conocimientos sobre Higiene, que nuestra legislación prescribe ya, como era obligado, para todas las primarias (Real decreto de 26 de Octubre de 1901). Armadas de dichos conocimientos, podrán las mujeres satisfacer las exigencias de la educación física, para cuyo efecto deben tener, todas las que se precien de ser buenas gobernadoras del hogar y madres previsoras, una especie de botiquín (la farmacia de las madres) en condiciones semejantes al escolar, de que luego hablamos.

94. Servicios que pueden prestar las escuelas al respecto de la educación física. -Atendiendo la escuela primaria, en la medida que debe hacerlo, a las exigencias que implica la cultura corporal de los niños, para lo que cada día ha de contar, de seguro, con nuevos y más eficaces elementos, puede prestar servicios inapreciables, que transcenderán a la familia, y, por consiguiente, al país entero, que tan menesteroso se halla de medios que saquen a nuestro pueblo de la pobreza y degeneración físicas, que tan postrado le tienen, y que en gran parte hay que achacar al abandono en que tenemos los ejercicios, y, sobre todo, los juegos corporales. Ya será de por sí de gran valor lo que haga la escuela en esas condiciones en favor de sus alumnos. No se olvide, por otra parte, lo que puede influir exteriormente por el ejemplo y en particular por los resultados que obtenga. Además, esta influencia ha de hacerse más eficaz mediante los consejos, las advertencias y las luces que los maestros pueden prestar a las familias, al respecto de la educación física de sus hijos (aseo, comidas, horas de trabajo, juego, etc.), manteniendo con ellas las relaciones obligadas y que ya hemos indicado al tratar de la aririonía entre la educación privada y la pública (14). No debe olvidarse que tanto a éste como a otros respectos, el maestro reeduca en parte a los padres por medio de los hijos.

95. Intervención de la Administración pública en la educación física. -Aparte de la que les compete por las leyes y reglamentos escolares y de sanidad (en lo que les queda todo por hacer en miestro país por lo que a la cultura del cuerpo atañe), pueden los poderes públicos, especíalmente los Municipios, cooperar con la familia a esa cultura por medio de los paseos y parques, abriendo los necesarios y poniéndolos todos en condiciones higiénicas de amplitud, terreno, arbolado, etc., que favorezcan el desarrollo corporal de los habitantes de las respectivas poblaciones, a las cuales deben al mismo intento procurar esas condiciones mediante el oportuno saneamiento. La creación de baños públicos y de campos de juegos para niños, como los establecidos en algunas ciudades (Londres, Amsterdam, Berlín y Buenos Aires, por ejemplo), contribuirá al mismo resultado, sobre todo si se fomenta el uso de los primeros por medios adecuados (los consejos de los maestros y de los médicos, periódicos, cartillas y otras publicaciones) y se pone verdadero empeño en hacer lo propio respecto de los juegos corporales, que deben estimularse aun tratándose de los jóvenes de ambos sexos. Favoreciendo con sus recursos y apoyo moral las cantinas, las excursiones campestres, ya con un objeto de mero alpinismo, ora con otros fines (el estudio de la naturaleza y del arte, por ejemplo) y las colonias de vacaciones, puede contribuir mucho la Administración pública al mejoramiento de la educación física de nuestro pueblo.

96. La acción social. -En una sociedad bien organizada, que tenga conciencia de sus deberes y verdaderos intereses, no debe esperarse todo de la Administración pública, que tampoco lo puede todo. Los individuos y las asociaciones están en la obligación de hacer mucho al respecto de la educación física: unos y otras, excitando y ayudando a la Administración en lo concerniente a lo que decimos más arriba que puede hacer; contribuyendo por su iniciativa y con sus recursos a formar sociedades con algunos de los indicados fines; v. gr.: para fomentar el excursionismo, el alpinismo, los juegos corporales y otros ejercicios físicos, o la beneficencia marina, las colonias de vacaciones, etc., y, en fin, dando consejos y destruyendo errores y supersticiones por medio de la propaganda, como la que hacen algunas Sociedades de Higiene (que también precisa fomentar), valiéndose del periódico, el libro y el folleto y las conferencias populares; todo lo cual importa poner al alcance del mayor número posible de personas, por lo que siempre que se pueda debe hacerse gratis.

Como ejemplo de esto último, debe citarse el de la «Sociedad Española de Higiene» (sección de Madrid), que, aparte de los trabajos que constituyen sus tareas académicas, ha publicado y repartido gratis varias cartillas (las más, Memorias premiadas en los concursos abiertos por ellas, otras son conferencias dadas en su seno) sobre puntos tan interesantes como éstos: Errores en materia de educación. -La casa: Las emanaciones mefiticas. -Condiciones que deben reunir las viviendas para que sean salubres. -Vulgaridades sobre la higiene de las flores. -Instrucciones relativas a los medios de preservación del cólera epidémico. -Instrucciones populares para evitar la propagación y estragos de la difteria, garrotillo, anginas gangrenosas, crup. -Higiene del trabajo en la segunda infancia. -La madre y el niño ante la Higiene. El Sr. Tolosa Latour (D. Manuel), a quien se deben estas tres últimas cartillas, ha publicado otra de la misma índole sobre La educación fisica de los niños y los Peligros de las medicaciones activas en la infancia, y el Sr. Lozano Ponce de León (D. Pablo), una relativa a los baños de mar para los niños. Acerca de la difteria y de la grippe, influenza o trancazo han publicado en iguales condiciones otras instrucciones las juntas municipal y provincial de Sanidad de Madrid. El arquitecto D. Mariano Belmás empezó la publicación, bajo el lema de «Consejos populares de Higiene», de otras especies de cartillas, de que la primera se titula La Casa: Condiciones que debe reunir la vivienda para ser salubre.




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Capítulo II

Principios y reglas concernientes al ejercicio


El movimiento como expresión de la función progresiva. Sus clases y órganos. -Idea de las diversas clases de movimientos. -Mecanismo de la función motriz. -Efectos fisiológicos del trabajo muscular. -Inconvenientes que se originan de la falta de él. La vida sedentaria. -Necesidad y efectos psicológicos y morales del ejercicio físico. -El ejercicio corporal con relación a los niños. -El gusto por ese ejercicio; necesidad y modo de cultivarlo en éstos. -Condiciones de los niños faltos de ejercicio físico. -Resultado del exceso de trabajo muscular; papel de la fatiga. -El reposo debe alternar con el ejercicio. El sueño como medio reparador. -Condiciones e higiene del ejercicio físico en general. -Higiene del sueño. -El sueño de los niños. -Diversidad de ejercicios corporales; su clasificación. -Preferencia que debe darse a los naturales sobre los artificiales. -De algunos ejercicios en particular: el paseo, el pedestrianismo y el alpinismo. Influencia fisiológica y moral del aire de las montañas. -La gimnasia: sus clases. -Los ejercicios especiales y los juegos corporales. Importancia de éstos como medio de educación. -Consecuencia pedagógica. -Las actitudes, su higiene y cuáles precisa corregir en los niños. Las buenas maneras.


97. El movimiento como expresión de la función progresiva. Sus clases y órganos. -Cuanto hemos dicho a propósito de la función orgánica, que consiste en consumir, en gastar fuerzas y substancias, puede reducirse al movimiento, al cual se reduce toda la función que tiene por objeto más directo el desarrollo de nuestro cuerpo, cuya cultura se funda, en gran parte y por ello, en la de sus energías motrices.

No es lo mismo movimiento que movilidad, pues mientras que los primeros son atributos esenciales de toda materia, la segunda es una propiedad de los cuerpos orgánicos, que se halla más repartida y desenvuelta entre los del reino animal que en los del vegetal. La movilidad se refiere, pues, principalmente, a los movimientos de los órganos, en los que deben distinguirse los peculiares de la vida puramente vegetativa, o elementales, que son los que los elementos anatómicos realizan por sí mismos sin intervención de ningún agente motor (v. gr.: el contráctil o sarcótico de todas las células, el vibrátil o cilial de algunas de ellas, los propios de los fenómenos de asimilación, crecimiento, etc.), y los que se ejecutan por la intervención de dicho agente y de una excitación motriz por parte de otro, o sea por órganos, consagrados a este fin bajo el influjo de una excitación nerviosa.

Se dividen generalmente los movimientos en automáticos, espontáneos, reflejos, instintivos, habituales y voluntarios, y se fundan todos en el trabajo de los músculos, que lo desempeñan en virtud de propiedades que les hacen aptos para ello (sensibilidad, irritabilidad, elasticidad, contractilidad y tonicidad), y excitados por una acción nerviosa. En tal concepto, son los músculos los órganos activos del movimiento, y los huesos, los pasivos.

98. Idea de las diversas clases de movimientos. -Son éstos:

Automáticos, los que persisten sin que el nervio que los gobierna tenga necesidad de un impulso particular, por lo que nacen de una acción espontánea o propiedad de los músculos, dando idea de ellos los que realizan el corazón, el estómago, los intestinos, etc.

Espontáneos, los que proviniendo de la actividad vital misma, son como el resultado de la acción espontánea de los centros nerviosos y no en realidad de las sensaciones de los sentidos, a las que suelen preceder o no ser proporcionados; la movilidad de los niños, la vivacidad de su gesticulación y los juegos de los animales pequeños dan idea de esta clase de movimientos.

Reflejos, los que son provocados por una excitación externa, es decir, por una excitación sobre los nervios sensitivos, que se comunica por el intermedio de los centros nerviosos a los nervios motores, traduciéndose al exterior en movimiento; ejemplo: la risa convulsiva, producida por el cosquilleo, la acción de guiñar los ojos, los movimientos de la tos del vómito, etc..

Instintivos, los que, siendo coordenados y combinados, y dirigiéndose a un fin, realizamos inconscientemente, sin saber por qué, siendo central su punto de partida y sirviéndoles de excitante los impulsos internos; las posiciones que damos al cuerpo cuando caemos o nos vemos ametiazados, el acto de buscar el alimento el niño de pecho y de realizar la succión, son ejemplos de estos movimientos.

Habituales, los que, merced a la fuerza del hábito y la costumbre, por efecto de la repetición, llevamos a cabo sin darnos cuenta de ello, sin saber cómo; v. gr.: la costumbre de guiñar un ojo o la de mover una pierna cuando estamos sentados, los movimientos que realizamos para andar y escribir, y otros que, siendo en su origen voluntarios, llevamos a cabo sin intervención de la voluntad.

Voluntarios, los que realizamos sabiendo por qué y cómo se hacen, lo cual supone la intervención más o nienos deliberada de la voluntad, por lo que además de los órganos del movimiento (músculos, huesos, articulaciones), requieren para su ejecución un conjunto de acciones psíquicas y nerviosas, de las que las últimas tienen un asiento en diferentes partes del sistema nervioso central.

Los movimientos voluntarios principales son los que produce el cambio de actitudes (sentarse, ponerse de pie, arrodillarse, etc.), los propios de la locomoción (andar, correr, saltar, trepar, etc.), los de la prehensión (coger las cosas), y los de la voz y la palabra.

99. Mecanismo de la función motriz. -Como queda insintiado, los músculos son los órganos activos, los agentes inmediatos del movimiento, que realizan siempre mediante el concurso de un excitante que les hace entrar en contracción, pues por sí mismos no pueden provocarlo. El excitante más habitual de los músculos es la voluntad, la que no obra directamente sobre ellos, como lo hacen los demás excitantes (toda acción mecánica, física o química: un golpe, una picadura, una descarga eléctrica, un ácido enérgico, etc.), sino por el intermedio de los centros nerviosos (cerebro y medula espinal) y los nervios motores (45). Excitados éstos por los centros (que a su vez lo son por la voluntad), transmiten su excitación a los músculos, que por la irritabilidad que les hemos reconocido (97) ponen en juego sus propiedades vitales, la de contraerse primera y principalmente, y con ello mueven los huesos, haciéndoles cambiar las relaciones en que se hallan entre sí, de cuyo modo se determinan los movimientos y las actitudes de nuestro cuerpo, merced al sistema de palancas que en éste forman músculos y huesos, en los que éstos son el punto de apoyo; la potencia, los músculos, y la resistencia, las partes que han de moverse.

100. Efectos fisiológicos del trabajo muscular. -Los músculos aumentan su volumen y fuerza nutritiva mediante el ejercicio, como disminuyen y se atrofian en la inacción. Pero los efectos del trabaio muscular alcanzan a todo el organismo y a todas las funciones vitales. Mediante él se introduce oxígeno en la sangre, con lo que al influir sobre la composición de ella, haciéndola más apta para la nutrición, se produce una excitación saludable en todos los órganos, disponiéndolos a obrar más activamente. La asimilación y la desasimilación se acrecientan por esto y se hacen más activas las combustiones, a la vez que aumenta la producción del calor y, sobre todo, la respiración, con lo que se gana con exceso el oxígeno que se pierde por el aumento de aquéllas. Enriquecida por estos medios la sangre de oxígeno, activa las funciones digestivas de los órganos correspondientes, en particular las de las glándulas secretoras de los jugos gástrico, pancreático, bilioso e intestinal, y de las fibras contráctiles de los intestinos, con lo que la elaboración de los alimentos, la digestión, se lleva a cabo con más facilidad y energía y aumenta el apetito, por lo que el trabajo muscular viene a ser el mejor condimento digestivo.

Resulta de todo esto que dicho trabajo es el gran regulador de la nutrición, y contribuye a que aumenten los órganos en volumen y en vitalidad, y, por ende, a desenvolver el cuerpo y mantenerlo en estado de salud, sosteniendo el equilibrio vital, por lo que es necesario para todas las funciones orgánicas.

101. Inconvenientes de la falta de trabajo muscular. La vida sedentaria. -La necesidad de ese trabajo se patentiza más considerando los efectos de la inacción muscular, cuya expresión externa es la vida sedentaria.

La falta o insuficiencia del trabajo muscular es causa de que no tenga el organismo todo el oxígeno que necesita, por lo que resulta menos rica en fuerza nutritiva la sangre, que por ello no comunica a los órganos la excitación saludable que antes hemos dicho. De aquí cierta pereza del estómago y los intestinos, que se traduce por falta de apetito, escasez de excitabilidad en los músculos, que responden lentamente a la voluntad, languidez en todas las,funciones, congestiones del hígado y una gran debilidad en todo el organismo. La inacción muscular origina todavía un defecto de desasimilación, por no quemarse oportunamente ciertos tejidos de reserva, que se acumulan y sostienen la grasa de que proviene la obesidad, tan frecuente en los que hacen vida sedentaria. A la insuficiencia de las combustiones, que la falta de trabajo muscular hace menos activas, se deben algunas otras enfermedades; v. gr.: la gota, la anemia, el linfatismo, la hipocondría y la tisis; la fatiga misma es resultado con más frecuencia de la inacción que del ejercicio.

La vida sedentaria, a que tan inclinadas son las mujeres, ofrece los inconvenientes propios de la insuficiencia del trabajo muscular, por lo que se la considera como «el mayor enemigo de la salud del cuerpo», atribuyéndosele (según oportunamente veremos) algunas de las «enfermedades escolares», por lo que obliga a ella a los alumnos el exceso de trabajo intelectual y la falta de ejercicio físico.

102. Necesidad y efectos psicológicos y morales del ejercicio físico. -El ejercicio se impone a todos los individuos, delgados y gruesos, por la necesidad que sienten: los primeros, de un excitante capaz de dar actividad a sus funciones vitales, que languidecen en la inacción muscular, y de robustecer sus órganos debilitados; y los segundos, de quemar los tejidos de reserva y desasimilar las grasas a que antes nos hemos referido. En todos es el ejercicio necesidad que se manifiesta en la forma de una de las sensaciones que, como dice Lagrange, «llevan a los seres vivientes a cumplir los actos necesarios para la conservación de la vida o de la salud». La inacción muscular prolongada produce esa sed de movimiento, de ejercicio físico, de que dan prueba palmaria los niños a quienes una educación viciosa obliga a una inacción muscular prolongada, al sedentarismo, de que tanto abusan las escuelas en que domina el sistema llamado intelectualista.

Olvidan los que así proceden, que la actividad, y sobre todo la actividad fisiológica, es un instinto necesario al niño para desenvolverse, y,que el ejercicio corpóreo no sólo precisa al organismo, sino que es además un medio de que descansen, se repongan y adquieran vigor y lozanía las energías anímicas. Ya veremos que con él se coopera grandemente a la cultura de ciertos sentimientos (el ánimo y los de personalidad, sobre todo), así como a la de la voluntad, y se proporciona frescura a la inteligencia, cuyo trabajo facilita y hace más fructuoso, pues no prestan atención a él los niños cuando se hallan mortificados por la necesidad de moverse, y sí en mejores condiciones cuando tienen satisfecha esta necesidad. De aquí que se considere el ejercicio físico como uno.de los medios de oponerse al exceso de trabajo intelectual y de prevenir sus resultados. Observemos, por último, que mediante un ejercicio bien entendido, se pone a los niños al abrigo de esas vagas sugestiones que por emanar de su mismo cerebro, no son menos dañosas que los consejos de un compañero depravado, y que cuantos han estudiado a los niños, están unánimes en reconocer que los más apasionados por el ejercicio físico son precisamente los que se sustraen con más seguridad a ciertos hábitos tan degradantes al respecto moral como perniciosos para la salud.

103. El ejercicio corporal con relación a los niños. -La necesidad de ejercicio es evidentemente mayor para los niños que para los adultos, con serlo mucho para éstos. Uno de los efectos fisiológicos del ejercicio, con el que satisface una imperiosa necesidad orgánica, consiste en la producción de calor (100), función a la que coopera con la alimentación, el vestido y el aseo. Como en el niño son más activas todas las funciones vitales (59), el gasto de calor es mayor, por lo que precisa acudir a todas las fuentes que lo producen, una de las cuales es el ejercicio, al que instintivamente acude aquél. Pero hay más todavía:

«Todo el mundo observa la vivacidad de los niños y aun de los adultos de corta estatura; pites bien, su causa estriba en la necesidad que el organismo tiene de sostener una temperatura igual y constante. Como la relación que existe entre la superficie de la piel (donde reside el más importante niecanismo de las pérdidas de calor) y la masa del cuerpo varía con el crecimiento, en menoscabo de la primera, resulta que, cuanto menor es la talla, más extensa, relativamente al peso corporal, es la superficie cutánea y, en consecuencia, mayores cantidades de calor se pierden por ella y más ejercicio muscular pide el orqanisino para mantener la constancia del calor propio. En cambio, el adulto cuya masa ha crecido relativamente más que la superficie, no necesita reponer las pérdidas de calor con tanta urgencia como el niño.» (SAN MARTÍN, D. Alejandro de)

104. El gusto por el ejercicio físico; necesidad y modo de cultivarlo en los niños. -Es, pues, el ejercicio una necesidad imperiosa y un instinto natural de los niños, que originariamente sienten el gusto por él. Pero los instintos, buenos o malos, pierden su intensidad cuando se reprimen constantemente sus manifestaciones exteriores, cuando un día y otro se lucha contra ellos: en esto se funda precisamente la educación. Y como por vicios inveterados y persistentes de ésta, por las exigencias de una mal entendida y peor aplicada disciplina, en vez de satisfacer la necesidad de movimiento lo que se hace es contrariarla (así en la familia como en la Escuela), creando desde irruy temprano hábitos contrarios áella, lo que resulta es que los niños no tienen verdadero,amor al ejercicio y se aminora en ellos proporcionalmente la aptitud para obrar. De aquí la afirmación general de que los niños han perdido el gusto del ejercicio, y que siendo éste una exigencia del desarrollo y el salvaguardia del equilibrio funcional de nuestros órganos, precisa alimentar ese gusto en las nacientes generaciones, mediante prácticas adecuadas -dando más lugar a los ejercicios físicos en toda la educación- y entendiendo y aplicando la disciplina en el sentido de no encaminarla al resultado de sofocar las manifestaciones del instinto del movimiento.

105. Condiciones de los niños faltos de ejercicio físico. -Partiendo del principio de que el fin higiénico del ejercicio es mantener el equilibrio de las grandes funciones vitales, en el que consiste la salud, afirma M. Lagrange que estudiando a un niño sujeto a vida sedentaria, a inmovilidad forzada, se encontrará que ni una sola región de su cuerpo, ni una sola ftinción de su oroanismo se sustrae a los efectos desastrosos de la falta de ejercicio, y añade:

«El niño a quien falta ejercicio presenta un aspecto particular, que puede caracterizarse con una palabra: está 'enervado'. Ofrece en su aspecto general y en su actitud alguna cosa, que recuerda la impresión producida por una planta cuya vitalidad disminuye y que languidece y se agosta, falta de aire y de sol.»

Faltos de fuerza los músculos, hasta el punto de llegar a producir desviaciones en la columna vertebral, por no hallarse bien sostenidos los huesos que la componen; no bien fijos los omoplatos, restringidas las espaldas y aplastado el pecho; escaso el apetito y perezosa la digestión; la circulación poco activa, el pulso débil y frecuente, lenta y corta la respiración; poca energía en el corazón y escaso aire penetrando en los pulmones, y todo ello amortiguando la voluntad e infundiendo disgusto por el movimiento y, en general, por todo lo que iniplica esfuerzo: he aquí las condiciones que se dan en los niflos a quienes falta el ejercicio del cuerpo.

106. Resultados del exceso de trabajo muscular: papel de la fatiga. -Tiene el ejercicio su límite, de que el mismo organismo nos advierte. Cuando se prolonga mucho o es excesivo en intensidad, no hasta la circulación, por más que se acelere, para desembarazar incesantemente los tejidos de los residuos de las combustiones, se obstruye por ello la circulación y se originan sacudidas y frotamientos, todo lo cual determina ese dolor sordo que llamamos fatiga, que cuando se continúa, rinde atrofia los músculos. Contribuye a esto una especie de envenenamiento que se produce en el organismo, debido a los productos de su desasimilación, que determinan esas combustiones y que saturan la sangre de ácido carbónico. Sucede más todavía, sobre todo cuando a pesar de la fatiga se prolonga el ejercicio: que agotados los materiales de las de las combustiones (los tejidos de reserva), se alimentan éstas a expensas de los tejidos más esenciales para la vida, que se queman, y con ellos, elementos orgánicos indispensables paria el equilibrio de la salud; resultado deplorable que conduce a la demacración y debilidad de los músculos y, por lo tanto, de las carnes de casi todos los órganos.

Por otra parte, un ejercicio excesivo, que imponga esfuerzos exagerados, puede ser causa de enfermedades. Aparte de la llamada atrofia muscular progresiva, que es muy grave, y de los calambres dichos profesionales, de que ofrecen frecuentes ejemplos los pianistas, telegrafistas, maestros de armas bailarines, etc., origina curvaturas, roturas de los músculos y los huesos, hernias, aneurismas y enfermedades del corazón y los pulmones.

Desempeña en lo que decirnos un papel importante la sensación de fatiga, cuyo resultado inmediato es avisarnos de un daño, y que cuando se tiene en cuenta y se siguen sus advertencias, es una especie de consejero, que en los actos ordinarios de la vida nos dice cuándo excedemos los límites, que no debemos traspasar, del ejercicio útil y éste puede convertirse en nocivo.

107. El reposo debe alternar con el ejercicio. El sueño como medio reparador. -Si el ejercicio es necesario a nuestro organismo para desenvolverse y conservar su salud, no lo es menos el descanso o reposo, que, como hemos visto, es exigido por el organismo mismo, que se deteriora, así como la salud, con el ejercicio excesivo o prolongado. Precisa, pues, tener en cuenta esto en la educación física, para hacer que alternen entre sí ejercicio y reposo, lo que en todo caso es obligado y debe verificarse teniendo por norma de conducta las dos siguientes reglas, que constituyen la base de la higiene del trabajo corporal: 1ª. «El ejercicio debe suspenderse cuando nos sintamos cansados». 2ª. «El reposo debe terminarse cuando nos sintamos descansados». El descanso es, pues, el regulador natural del ejercicio.

El sueño es el reposo más completo y más saludable que podemos dar al organismo, cuyas fuerzas repara, imprimiéndoles nueva energía y reaminando la actividad del cerebro y de los sentidos. Después del trabajo de todo el día es necesario el reposo mayor y más completo del sueño, que cuando es insuficiente agota muy pronto y abate las fuerzas, y cuando muy prolongado, entumece los músculos (por lo mucho que están sin ejercitarse), a la vez que la inteligencia, que enerva y como que atontece. Por todo ello es considerado el sueño como un alimento reparador.

108. Condiciones e higiene del ejercicio físico en general. -Partiendo de su alternativa con el reposo y de la regla dada más arriba, el ejercicio necesita, en primer término, ser proporcioilado a las fuerzas del que lo realiza: ni insuficiente ni excesivo, aumentándose en intensidad y extension, según estas, fuerzas se desenvuelvan por él; es decir, gradual y progresivamente, siempre con la base de la edad y el estado de desarrollo corporal del educando. Debe cuidarse tanibién de que alcance a todo el organismo, cuyas energías han de ejercitarse paralela y armoniosamente. Además de que tenga un objeto (por lo que se evitarán cuanto se pueda los movimientos irreflexivos y rutinarios), ha de procurarse, para que realmente resulte provechoso, que se realice al aire libre siempre que sea posible, y que, como dice Montesino, «reúna la circunstancia de ser agradable; es decir, que intervenga la voluntad, que el alma se interese y haya estímulo nervioso proporcionado a la acción muscular; o, de otro modo: que haya armonía de acción entre la fuerza motriz y la parte movida; que la voluntad y los músculos se dirijan al mismo fin y al mismo tiempo».

«Todos pueden haber advertido -añade el mismo MONTESINO-, cuán insignificante es, o cuán poco aprovecha, un paseo dado con repugnancia y únicamente por hacer ejercicio, comparado con el mismo esfuerzo hecho con el fin de lograr un objeto que nos interese; y la diferencia proviene de que, en el primer caso, los músculos trabajan sin sentir la conveniente influencia nerviosa que es necesaria, porque así está dispuesto por la naturaleza. A este principio se debe atribuir la gran superioridad relativa a la salud de los ejercicios activos que tienen por objeto la diversión o el entretenimiento sobre los movimientos mesurados del paseo obligado. La fuerza o el poder del estímulo nervioso se manifiesta diariamente en ejemplos repetidos. Un joven que, fatigado de andar o trabajar, encuentra a compañeros que juegan o bailan, se pone a bailar o a jugar sin sentir la fatiga. Otro tanto sucede al cazador cuando vislumbra de lejos la caza después de una jornada larga y penosa, y se podrían presentar otros muchos ejemplos por el estilo. En los ejercicios pueriles se reúnen, en alto grado, la actividad mental y corporal, porque el alma de un niño está tan ocupada en el juego como el cuerpo».

Las condiciones generales señaladas constituyen lo fundamental de la higiene del ejercicio, la cual, además de una alimentación suficiente y proporcionada al trabajo físico que se desempeñe (punto que trataremos más adelante), requiere que después de ejercicios que provoquen la transpiración cutánea no beba agua fría, no se exponga a corrientes de aire, ni se aligere de ropa el que los ejecute. Deben hacerse dichos ejercicios, cuando no se pueda o no convenga realizarlos al aire libre, en lugares debidamente aireados y bañados de luz. A los niños convienen más activos y frecuentes que a los adultos, disminuyendo en uno y otro sentido para los ancianos. A las mujeres son más necesarios los ejercicios físicos, por lo mismo que son más inclinadas a la vida sedentaria que los hombres; y unas y otros necesitarán más o menos ejercicios corpóreos especiales, según la índole de sus ocupaciones (los trabajadores no los precisan tanto como los que se dedican a ocupaciones intelectuales) y su emperamento: los linfáticos los requieren activos, moderados los biliosos, y sostenidos los nerviosos.

Por vía de resumen de las condiciones esenciales del ejercicio, dice M. Lagrange:

«Para que la gimnasia de la infancia conforme con las exigencias de la Higiene, es preciso que responda a indicaciones de orden moral y de orden físico. Precisa que sea recreativo, que se practique al aire libre y, en fin, que aumente en gran medida la actividad de la respiración. Tales son las indicaciones positivas. Hay otras, las cuales se podrían llamar negativas; la gimnasia del niño debe evitar todos los ejercicios capaces de embarazar el crecimiento o de perjudicar la regularidad de las formas.»

M. Lagrange afirma, con razón, que de todas esasindicaciones, la más importante es seguramente la de que el ejercicio debe realizarse al aire libre, por la necesidad que tiene el niño de oxígeno, el cual, con ser más escaso, se encuentra viciado en las salas donde aquél se practica por lo común; y da esta regla, que nunca debiera perderse de vista:

«Todo ejercicio debe fundarse en los movimientos naturales y tender a hacerlo más fácil, aumentando el resultado útil del trabajo y disminuyendo el esfuerzo.»

109. Higiene del sueño. -También el reposo está sujeto a reglas, que se refieren principalmente al suelo, que por ser el reposo más completo y prolongado, requiere cuidados especiales, relativos a su duración, a las horas que se le consagren y a las condiciones en que se verifique.

Por lo que a la duración respecta, es obvio que ha de ser proporcionado a la actividad que se despliegue durante la vigilia y a las energías fisiológicas de cada persona. Por lo mismo que mientras más joven el hombre despliega más actividad, necesitan los niños dormir más que las personas mayores, las que a medida que avanzan en edad deben dormir menos: «Joven que vela -dice el proverbio-, y anciano que duerme, cerca están de la muerte». A los niños menores de dos años debe dejárseles dormir todo lo posible (de once a doce horas suelen hacerlo, sobre todo el primer año). Después puede disminuirse ese tiempo a nueve horas en la segunda infancia, a ocho para la adolescencia y a siete, como término medio, para los adultos. Las mujeres necesitan dormir más que los hombres, por razón de su naturaleza delicada, y las personas robustas, fuertes y sanguíneas menos que las débiles, linfáticas, nerviosas e irritables; las de temperamento sanguíneo tienen disposición al sueño pesado y profundo, que anuncia un estado pletórico, cuyas consecuencias hay que prevenir por medio del ejercicio y del régimen, y no abusando del sueño, que además es una cansa de obesidad. Los que se dedican a trabajos físicos duermen mejor y necesitan dormir más que los que se consagran a profesiones intelectuales, por razón del mayor ejercicio que hacen.

En cuanto a las horas más propias para dormir, no hay duda que son las más provechosas las de la noche, como lo prueba, si la misma naturaleza no lo prescribiese, el hecho de que siempre se nota alguna alteración en la salud de las personas que duermen de día y trabajan por la noche; no sólo es el sueño más o menos turbado en este caso, sino que, además, los que así proceden no reciben los beneficios de la luz solar. Acostarse temprano y levantarse temprano también: he aquí la regla higiénica. Como término medio y refiriéndonos a las personas que habitan en las poblaciones urbanas (pues las de las rurales pueden adelantar lo uno y lo otro), la hora más conveniente para acostarse es la de diez u once de la noche, y la de levantarse, la de seis o siete de la mañana.

No acostarse inmediatamente de cenar, pues la digestión turba la paz fisiológica que ha menester el sueño; que la comida de la noche sea más ligera que pesada; que al tratar de dormirse, encuentre el cerebro en calma y no excitado; no abrigarse demasiado nunca, y en todo caso, más por las piernas que por el tronco del cuerpo; mantener éste en disposición tal que la sangre no afluya a la cabeza, la que al efecto deberá estar algo más alta que los pies; airear bien las habitaciones de dormir, que deberán recibir directamente la luz solar, ser espaciosas y estar muy despejadas de muebles y ropas, y muy aseadas, como las camas; no tener en ellas mientras se duerme ninguna clase de combustión (caloríferos, luces, etc.), plantas, olores ni animales algunos; no dormir con ropas ajustadas que embaracen la respiración y la circulación, por lo que las de abrigo nunca han de ser pesadas; y, en fin, que no se interrumpa el sueño bruscamente, lo que es ocasionado a accidentes, sobre todo en los niños, son otras tantas reglas que prescribe la higiene del sueño, y de. cuya observancia depende en gran parte la salud.

110. El sueño de los niños. -Si para todo el mundo es una necesidad imperiosa el sueño y la observancia de los preceptos que acerca de él acabamos de exponer, lo es más, ciertamente, para los niños, para quienes es un privilegio el sueño tranquilo y seguido, y un síntoma del estado normal de su organismo. Las perturbaciones que suelen alterar el sueño de los niños, que se manifiestan generalmente por gritos, ensueños y el fenómeno de los terrores nocturnos, deben tomarse siempre como una advertencia y a veces como una verdadera amenaza. Proceden con frecuencia esas perturbaciones y especialmente los terrores, de las malas digestiones, y suelen acarrear otros accidentes más graves, cuando no son síntomas de ellos, como sucede, por ejemplo, con las meningitis. De todos modos, y teniendo además en cuenta la importancia del sueño para los niños, cuya salud se halla amenazada de continuo y cuya vida activa reclama imperiosamente un buen descanso, precisa redoblar respecto de ellos los cuidados que suponen los preceptos dichos, sobre todo en lo, relativo a las digestiones y consiguientes funciones intestinales; sin haber tomado las precauciones que esto requiere, no debe una madre cariñosa acostar a sus hijos, cuyo sueño vigilará y observará en todo caso.

111. Diversidad de ejercicios corporales. Su clasificación. -Lo dicho hasta aquí se refiere al ejercicio en general, que se pone en práctica mediante ejercicios particulares adaptados a las condiciones y circunstancias del individuo. Por lo común, se fundan en los movimientos, de progresión propios de la locomoción (trasladarse el cuerpo de un punto a otro), que por tal motivo hay que considerar como el ejercicio físico por excelencia y la base de los demás, de los que son los principales: la marcha, que cuando es seguida, fortifica el cuerpo, sobre todo si se verifica por vía de paseo y por el campo; la carrera, que al dar agilidad y robustez, en particular a las extremidades inferiores, fortifica los pulmones; el salto, que da este mismo resultado respecto de los pies, el pecho y la espina dorsal, y el trepar, mediante el que se ejercitan en particular las partes y extremidades superiores le combinan todos estos ejercicios en los comprendidos bajo el nombre de Gimnasia, que consiste en un conjunto de movimientos metódica y progresivamente ordenados, que se recomiendan para suplir la deficiencia del ejercicio natural, prevenir ciertas enfermedades y corregir determinadas deformidades. También se combinan y resumen los ejercicios nombrados, en los juegos corporales (bolos, pelota, marro, aro, comba, cuatro esquinas, liebres,,foot ball, cricket, etc.), que constituyen la «gimnasia natural» de los niños, los que espontánea, placentera y constantemente se entregan a ellos, obedeciendo al instinto que les impele a buscar los medios de desenvolver su organismo; por esto se consideran como el ejercicio físico más adecuado y de más resultados para la niñez. La lucha, la natación, el remar, el patinar, el baile, la equitación, la esgrima y el law-tennis (el ejercicio higiénico por excelencia para la mujer, según Mosso) son también ejercicios corporales que contribuyen al desarrollo orgánico y al mantenimiento de la salud, por lo que son recomendados por médicos e higienistas, como lo son asimismo los de lectura en alta voz o más bien expresiva, recitación, declamación y canto que constituyen especie de gimnasia de los órganos de la voz (fonacía) y del aparato respiratorio.

A todos los ejercicios mencionados son aplicables los preceptos higiénicos de que más arriba queda hecho mérito (107), y en todos hay que tender, al aplicarlos, a la cantidad, a la cualidad y al mecanismo del trabajo que exijan al practicarse. En esto se funda la base para su clasificación, por lo que, atendiendo principalmente al primer concepto, se dividen los ejercicios corporales en violentos (cuando imponen al sistema muscular esfuerzos considerables y repetidos), moderados (los que sólo exigen un esfuerzo pequeño) y suaves (cuando el trabajo que imponen se reduce a un mínimo de esfuerzo). La carrera es un ejercicio violento; la marcha algo acelerada, moderado, y el paseo a paso lento, suave.

La división que más importa considerar aquí es la que clasifica los ejercicios en naturales y artificiales. Los primeros son los que no empleando más que los movimientos a los que el ser humano se siente naturalmente inclinado, buscan los procedimientos más propios para facilitar esos mismos movimientos. Los segundos, por el contrario, emplean combinaciones más o menos ingeniosas, con el fin de que cada movimiento represente una dificultad y vencerla. Los unos son esencialmente fáciles, y los otros, esencialmente difíciles. La marcha, la carrera, la natación y los juegos corpóreos, por ejemplo, son ejercicios naturales, y la gimnasia y la esgrima, artificiales.

112. Preferencia que debe darse a los ejercicios naturales sobre los artificiales. -Los ejercicios naturales, con ser más fáciles, tienen un atractivo [el que es inherente a lo que es libre y espontáneo y lleva consigo el estímulo nervioso de que habla Montesino (103)], de que carecen los artificiales. Exigen éstos, esfuerzos musculares mucho más intensos de los que el individuo realiza naturalmente, por lo que si perfeccionan, imponen un trabajo difícil, para el que no todos los hombres (y menos los niños) son aptos, y para el que, se requiere largos ensayos y mucho tiempo, sobre todo al principio, en que las dificultades son grandes, razón por la cual se desaniman los niños y rehúsan hacer nuevos esfuerzos; de aquí el número considerable de escolares que se quedan atrás en los ejercicios gimnásticos, y a los que con razón se ha llamado frutos secos de la educación física. Estos frutos no se producen con los ejercicios naturales, porque no ofreciendo los inconvenientes de los artificiales (cuyo carácter es ser atléticos y de selección), son eminentemente higiénicos y pueden realizarse por todos los niños en estado fisiológico normal.

113. De algunos ejercicios físicos en particular. El paseo, el pedestrianismo y el alpinismo. Influencia fisiológica y moral del aire de las montañas. -Señalados los medios por los cuales puede atenderse, en bien del cuerpo y del espíritu, a la necesidad de ejercicio físico, debemos fijarnos ahora en algunos de ellos.

Si la locomoción es el ejercicio más natural y como el punto de partida de los otros, dicho se está que el andar es también el más sencillo y práctico de ellos, siendo sus resultados, fisiológicos tanto más positivos, cuanto más se piense al aplicarlo en satisfacer la necesidad antes dicha. De aquí se origina el paseo, que a la vez que el más fácil es el más común de todos los ejercicios físicos, en cuanto que son pocas las personas que, por uno u otro motivo, en mejores o peores condiciones, no paseen o puedan pasear más o menos; y no hay padres que puedan dispensarse de hacer que sus hijos paseen. Pero para que el paseo dé los resultados higiénicos y de desarrollo que mediante él se persiguen, precisa que se realice al aire libre, en sitios en que la atmósfera esté bien oxigenada, en el campo, todo lo lejos posible de las poblaciones, donde el aire circule pura y libremente, los horizontes sean dilatados y se disfrute en gran escala de todos los beneficios y de todos los encantos con que brinda la naturaleza, de cuyo modo reunirá el ejercicio la condición de ser agradable, a que antes nos hemos referido. En estas condiciones (y no en las que ofrecen los paseos públicos de nuestros centros de población, en que el aire que se respira está viciado, las gentes atienden a otras cosas que a hacer ejercicio, y los niños se hallan cohibidos y martirizados por las exigencias sociales), constituye el paseo un verdadero fortificante del organismo y un salvaguardia eficaz de su salud. Para los niños ofrece además la inapreciable ventaja de permitirles entregarse a sus juegos (correr, saltar, trepar, etc.), que representan el modo más apropiado de atender a la necesidad, que tan vivamente sienten, de ejercicio físico.

Del paseo se han originado modernamente dos ejercicios que cada día se generalizan más en otros países y que conviene siquiera conocer: el pedestrianismo y el alpinismo.

El pedestrianismo o arte del andador procede, con el carácter que hoy tiene, de Inglaterra (1858), en cuyos colegios y universidades se halla muy en boga, así como en Alemania, por considerarse como uno de los ejercicios más varoniles, que a la vez que vigoriza el cuerpo, recrea el ánimo. Se realiza al paso y a la carrera, con y sin obstáculos, y tiene sus reglas, que precisa guardar, sobre todo tratándose de enseñar a andar y correr bien, lo que no todos saben. Sentar por completo el talón en tierra y mantener el cuerpo vertical; he aquí lo primero, a lo que debe añadirse: que la vertical del centro de gravedad del cuerpo pase siempre por el talón, que se extienda bien la pierna a cada paso, sin plegar la rodilla (en cuanto que toda genuflexión hace recaer el peso sobre los dedos), y que se remeta la espalda, se saque el abdomen y se lleve levantada la cabeza, a fin, todo esto, de asegurar a la respiración la mayor amplitud posible. Tratándose de los niños (y por de contado de las escuelas), se ameniza esta especie de deporte mediante ciertos juegos, como el de «las liebres y los lebreles», por ejemplo, que implica la carrera, que es el ejercicio natural por excelencia. Concluyanlos indicando que por el pedestrianismo, máxime si se hace intervenir la carrera, se ejercitan casi todos los grupos musculares (no sólo los de las piernas), se desarrolla la caja torácica, aumentan las inspiraciones y se adormece el corazón en los que lo tienen demasiado excitable.

En cuanto al alpinismo o ascención a las montañas, representa una feliz aplicación del pedestrianismo, y se halla muy generalizado en Suiza, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Francia, etc.; en España se hacen ensayos de él. Es un ejercicio que robustece el cuerpo, infunde ánimo y eleva el espíritu por las emociones y los conocimientos que proporciona; a la vez que dilata el pecho y vigoriza los músculos, bajo la influencia de un aire ligero y puro, impregnado del aroma de las plantas y sin cesar renovado por las grandes corrientes de la atmósfera, todo lo cual contribuye a hacerlo asaz vivificante, al punto de que pueden suplir los vicios de alimentación, como se observa en muchos campesinos; a la vez que todo esto, decimos, la ascensión a las montañas ejerce sobre el alma el influjo estético y moral (sin contar con las enseñanzas que suministra) que se declara en los siguientes pasajes:

«Y cuando se domina la última cresta, cuando se toma el último reducto, cuando el monstruo yace vencido a nuestros pies, ¡qué placer sentarse en lo más alto del pico y abrazar, de una mirada, el océano de bosques, de prados, de nieves, de glaciares; observar los contrastes de luz y sombra en las laderas y, sobre las aristas de los contrafuertes, reconocer a lo lejos, al través de las nubes que las envuelven y ciñen sus flancos, el perfil de las montañas vecinas, que cortan, atrevidamente, el azul del cielo! Después, cuando el Sol va a ponerse, verlas revestidas de un hermoso color de rosa y fundirse, por decirlo así, hasta el punto de volverse transparentes, como colosales masas de cristal, y tomar, gradualmente, el fantástico aspecto de ligerísimas que flotan un la limpidez de los cielos. Todo esto, en medio de un silencio tan solemne, tan completo, que hay momentos en que pone pavor en el espíritu. Allí, en lo alto, no transciende nada de la vida vulgar, de sus miserias, de sus pequeñeces, de sus murmuraciones, de sus rumores. El hombre está tan bajo, tan bajo, que ni aun se sospecha su existencia, ni se percibe el eco de sus mirmidonescos esfuerzos. Como Jesús sobre la montaña, adonde Satanás le había llevado para tentarle, no se ve de los reinos de este mundo más que su miseria. ¡Ah! ¿Por qué esto no durará siempre? ¿Por qué es preciso descender?» (PHILIPPE DARYL, seudónimo de Pascual Grousset.)

«Fue allí (en las montañas) donde distinguir sensiblemente, en la pureza del aire en que me encontraba, la verdadera cansa del cambio de mi humor y de la vuelta de esta paz interior que había yo perdido hacía tiempo. En efecto, es la impresión general que experimentan todos los hombres sobre las altas montañas, donde el aire es vivo y sutil; se siente más facilidad en la respiración, más ligereza en el cuerpo y más serenidad en el espíritu. Los placeres son en ellas menos ardientes, y las pasiones, más moderadas; parece que, elevándonos por encima de la morada de los hombres, abandonamos todos los sentimientos bajos y terrestres, y que, a medida que nos aproximamos a las regiones etéreas, adquiere el alma algo de su inalterable pureza... Dudo que ninguna agitación violenta, ninguna enfermedad de vapores pueda contraerse en semejante estancia prolongada, y me sorprendo de que los baños del aire saludable y beneficioso de las montañas no sean uno de los grandes, remedios de la Medicina y la Moral». (ROUSSEAU.)

114. La Gimnasia: sus clases. -Con el movimiento que representa lo que con toda propiedad se llama hoy «renacimiento de la educación física», y que cada vez se acentúa más, por fortuna, en todas partes, se puso en boga la Gimnasia como medio de atender al desarrollo del cuerpo, sobre todo tratándose de los niños. El hecho era natural en cuanto que en la Gimnasia se compendian todas las ventajas fisiológicas que hemos reconocido en el ejercicio muscular (100 y 102), y se ha visto hasta aquí un contrapeso al trabajo intelectual de la escuela, cuyo exceso constituye hoy uno de los vicios más nocivos de los sistemas de educación que imperan en los diversos países. Tal es la razón determinante de la gran boga alcanzado la Gimnasia y la de la tendencia a introducirla en los programas escolares.

Pero en estos últimos tiempos ha tornado la cuestión otro aspecto. Afirmándose cada vez más la necesidad de atender a los ejercicios físicos, se ha reconocido que los gimnásticos, monótonos, artificiosos y facticios de suyo, por carecer del estímulo del atractivo, que hemos considerado como condición del ejercicio corporal (108), se convierten en «una lección más» para educadores y educandos. Si, en efecto, satisfacen la necesidad de actividad física, lo realizan de una manera lánguida y mecánica y, por lo tanto, nada agradable (compárese la cara del que hace paralelas, planchas, etc., con la del que corre jugando), lo cual hace que no conformen con los gustos de los niños, que no quieren y no necesitan sólo movimiento, sino movimiento libre y espontáneo, que respondiendo a su manera de ser, no reduzca al mecanismo de una lección obligada la actividad natural que despliegan en sus juegos. Además, en la Gimnasia se circunscriben los efectos a ciertos grupos musculares, como son prueba de ello las deformidades que ofrecen no pocos gimnastas, los que, cuando lo son desde niños, tienen la estatura escasa y como acortada, y en los menores de quince años, la musculatura es enjuta y como apergaminada. Añadamos, por último, que la Gimnasia ejercita el cerebro más de lo que generalmente se piensa, por lo que no siempre puede decirse que sea contrapeso del trabajo intelectual, según de ordinario se cree.

Como va se ha dicho (111), consiste la Gimnasia en un conjunto de movimientos metódica y progresivamente ordenados y dispuestos con el objeto de, supliendo la deficiencia del ejercicio natural, desenvolver los órganos y fuerzas de nuestro cuerpo, y también para prevenir ciertas dolencias (gimnasia higiénica), corregir, con el auxilio de aparatos, alguna deformidad orgánica (gimnasia ortopédica) o curar determinadas enfermedades (gimnasia médica). Como se ve, la Gimnasia responde a las tres funciones que hemos reconocido en la educación en general y en la física en particular, puesto que desenvuelve el organismo, preserva contra enfermedades y vicios, y corrige y cura estos mismos vicios y enfermedades.

Además de las que acaba de indicarse, se hacen otras clasificaciones de la Gimnasia. Dejando aparte las denominadas artística (la que forma gimnastas), atlética (que tiende a formar hombres membrudos y de gran fuerza, diestros en los ejercicios de la carrera, la lucha, el pugilato, el salto, el disco, etc.) y militar (la que prepara para los ejercicios propios del soldado), nos fijaremos en la división que se funda en los medios de que se sirve, el empleo o no de aparatos. La que se vale de ellos (estribos, paralelas, cuerdas de nudos y escalas, trapecios, anillas, trampolín, etcétera) requiere un lugar especial, preparado ad hoc (gimnasio), en donde se realizan los ejercicios, y que es cerrado, por lo que suele denominársela de salón,en contraposición a la de sala, que es la que prescinde de aparatos o los requiere muy sencillos (las pesas, mazas y poleas, por ejemplo), por lo que puede practicarse por todo el mundo y en cualquier parte.

Se habla también de gimnasia escolar, refiriéndola, naturalmente, a la propia de la escuela. Nosotros la llamaríamos mejor pedagógica, entendiendo por ella la que, partiendo de las condiciones del educando y del lugar en que se aplica, y ateniéndose a las que más arriba hemos señalado como necesarias a todo el ejercicio físico, atiende al desarrollo corporal, teniendo en cuenta a la vez los intereses del espíritu. En este sentido, la gimnasia pedagógica tiene por base la natural, con la que en los casos normales debe confundirse: mientras más natural sea, más pedagógica, más educativa resultará.

115. Los ejercicios especiales y los juegos corporales. Importancia de éstos como medio de educación. -Los inconvenientes que ofrece la gimnasia reglamentaria inducen hoy a que muchas personas se decidan, y con razón, por el deporte de los ingleses, representado principalmente por el pedestrianismo y el alpinismo (113), y también por algunos de los ejercicios y juegos de que luego hablaremos, señaladamente la lucha o boxeo (pugilato), el remo, el biciclo, etc.. Para propagar la afición por esa clase de deporte, tan propio de las personas mayores que piensen atender de una manera adecuada a su vigor físico y a la higiene de su cuerpo y de su alma, se establecen en todos los países innumerables sociedades, que cada día se extienden más y hacen más prosélitos.

Superiores por sus efectos fisiológicos y morales a la Gimnasia son también algunos de los ejercicios que hemos nombrado antes, no sólo por el atractivo que ofrecen y poderse realizar por vía de recreo y esparcimiento en las horas destinadas al vagar o descanso de los negocios ordinarios, sino también por llevarse a cabo al aire libre, en el campo, lo que -no sucede con la Gimnasia, que en esto encuentra sus más graves inconvenientes. En tal sentido, son especialmente recomendables: la natación, el remar (o mejor la lucha conocida con el nombre de regata), el patinar y, por último, la caza. Todas estas distracciones son muy fortificantes y saludables, así por las condiciones insinuadas, como por lo que ejercitan el organismo.

La verdadera gimnasia de los niños y de los jóvenes la constituyen los juegos corporales, en cuanto que no ofreciendo ninguno de los inconvenientes de la Gimnasia (114), reúnen todas sus ventajas. Gimnasia natural (como que es primitiva y universal, pues que la han empleado y la emplean los hombres de todos los tiempos y lugares, y hasta los animales), representa la actividad espontánea, en plena libertad, de los niños, que en el juego despliegan todas sus energías, y al ejercitar sus fuerzas físicas, mostrándolas cual son, afirman su individualidad, su personalidad, manifiestan sus aptitudes, instintos, inclinaciones, sentimientos, carácter y, en uná palabra, se muestran tal como realmente son, con lo que dan motivo para que se les estudie y conozca bien. Por eso se afirma, con razón, que los juegos de la infancia son gimnasia, a la vez que del cuerpo, de todas las energías anímicas, e interesan, a la par que a la educación física, a la intelectual, moral y estética (son medios de educación psicofísica); según el dicho de Montaigne, son «una de las acciones más serias de la niñez», o, como dijera Froebel (el primero en concederles teórica y prácticamente la atención que merecen), «el desdoblamiento de la fuerza exuberante del niño, la expansión libre y completa de su inteligencia y de su voluntad, la manifestación sincera y espontánea de todo su ser, la expresión de la actividad y la alegría, que son la vida y el alma de todos los actos de esa edad»; esto aparte del sentido sociológico que se les reconoce al considerarlos como «el estado embrionario de la vida social y como un remedo de todos los organismos políticos».

Pero sin insistir en estas consideraciones, por las que se patentiza la importancia pedagógica de los juegos corporales, lo que ahora nos importa dejar establecido es que en ellos debe verse la verdadera y más adecuada gimnasia de los niños, quienes se entregan a ella espontáneamente y en cuerpo y alma, con todo el entusiasmo de que son capaces sus corazones, puestos en acción por lo que más atractivo y encanto tiene para ellos. Además de producir un desarrollo general y ser la más agradable para el niño, que nunca la toma con enojo, por lo mismo que no es violentado a ello ni tiene el carácter de lección, retire esta gimnasia la ventaja de realizarse al aire libre (en lugares abiertos, patios, jardines, y lo mejor será en el campo, con ocasión de los paseos realizados en las condiciones que antes hemos dicho) y poderse entregar los niños mediante ella a correr, saltar, trepar, cantar, etc., con lo cual ponen en juego todos sus músculos y atienden al desarrollo de todo su organismo, máxime si, como es obligado, lo hacen, no en el juego desorganizado (que agota pronto, la fuerza por falta de ideal), sino en los juegos de partido u organizados, esencialmente representativos, de que hablamos en la segunda parte. Por los motivos indicados, se considera hoy por la mayoría de los que en estas cuestiones se ocupar, que los juegos corporales constituyen la verdadera gimnasia de la niñez y la adolescencia, y que, por lo mismo, precisa promover y difundir el gusto por ellos, máxime cuando reúnen las condiciones esenciales que hemos dicho que debe reunir el ejercicio (103 y 112).

116. Consecuencia pedagógica. -Por virtud de las indicaciones hechas en los tres números precedentes, debemos concluir que, para los niños y adolescentes, el ejercicio más adecuado es el que representan los juegos corporales propios de esas edades, y para las personas mayores, el consistente (aparte del paseo en las condiciones dichas, que es de necesidad a todos, hombres y niños) en lo que hemos llamado deporte de esas clases (pedestrianismo, alpinismo, caza, equitación, natación, etcétera), de cuyas diversiones se entregará cada cual a la que sus circunstancias y aficiones le aconsejen y, por de contado, a algunos de los juegos ya insinuados. Las mismas personas pueden, cuando sus ocupaciones no les permitan entregarse a las distracciones de esa índole de deporte, hacer uso de la gimnasia con aparatos, la que emplearán también, y lo mismo los niños, para prevenir y curar las enfermedades (gimnasia higiénica, terapéutica u ortopédica) a que ciertos organismos tienen predisposición, son en ellos congénitas o han adquirido en el decurso de la vida.

117. Las actitudes; su higiene y cuáles precisa corregir en los niños. Las buenas maneras. -Corresponden las actitudes al movimiento voluntario (en general, salvo las que adoptamos instintivamente), pues consisten en las posturas que toma el cuerpo, o parte de él, sin variar de sitio, y se combinan con los ejercicios mencionados. Las principales de las que se refieren a todo el cuerpo son: vertical, que también se llama estación y que puede ser sobre ambos pies (bipeda), sobre uno solo o sobre la punta de los dedos; la de rodillas, la de estar sentado, y la horizontal o de estar tendido. En los juegos y ejercicios gimnásticos toma el cuerpo otras varias actittides, a las que se refieren también ciertas expresiones que damos a la fisonomía.

De pie o sentados, debe cuidarse de que guarden los niños una actitud natural, teniendo en ambos casos recto el cuerpo, pues lo contrario puede dar motivo a deformaciones (señaladamente las desviaciones de la columna vertebral, que se originan hasta en los ejercicios), que luego es difícil corregir. Como al tratar de la Higiene escolar explanaremos este punto, nos limitaremos ahora a decir que, sin embargo de parecer lo contrario, la posición vertical es de las más difíciles de sostener por mucho tiempo, por lo que no deben persistir en ella los niños, a los que ha de acostumbrarse a que no tuerzan el cuerpo, no crucen los pies y anden con rectitud, formando un ángulo muy agudo y sentando bien en el suelo toda la planta del pie. Son éstas cuestiones de higiene física y moral a la vez, en cuanto que entrañan lo que se dice buenas maneras, signos a su vez de una buena educación (modales correctos en el accionar, hablar con decoro, estar aseado, no escupir ni expectorar delante de las gentes, etc.), como lo declaran estas observaciones:

«Es bueno, aun desde el punto de vista moral, obligar a los niños a mantener recto el cuerpo, pues ésta es la actitud de la acción libre; mientras que las espaldas caídas y abandonadas, o encogidas y contraídas expresan pereza o estúpida terquedad... También es menester habituar a los niños a mirar con ojos moderadamente abiertos, sin fruncir las cejas, y a llevar cortos los cabellos, o, al menos, peinados hacia atrás, para que la frente quede bien descubierta. Debe, desconfiarse de la sonrisa precoz, sobre todo cuando la acompañan guiños de los ojos, porque ésta es una actitud de doblez: el niño debe reír a carcajadas y con los ojos abiertos.» (GRATIOLET.)




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Capítulo III

Principios y reglas concernientes a la función nutritiva o reparadora


La sangre como agente reparador. -Sus principios nutritivos y la teoría de la alimentación. -Reglas principales de un buen régimen alimenticio. -La digestión. -Principales preceptos higiénicos relativos a ella. -Higiene de la boca y de la mesa: carácter moral de la última. -El aire como agente reparador. -La respiración. -Consecuencias de lo dicho acerca del aire y la respiración. -El aire considerado como medio ambiente; sus modificadores e influjo que ejercen en el cuerpo. -Reglas higiénicas deducidas del influjo que ejercen en nosotros los modificadores del aire. -La gimnasia de la respiración. Ejercicios más adecuados. -La luz como agente de nuestro desarrollo. Aplicaciones. -La piel; sus funciones orgánicas y su higiene. -El aseo en los niños; sus efectos morales. -La hidroterapia. -Los baños de mar; su importancia para los niños. -La gimnasia de la piel. -La vida al aire libre. -Indicaciones bibliográficas relativas a la educación física.


118. La sangre como agente reparador. -De los agentes que concurren a reparar las pérdidas que experimenta el organismo humano, la sangre es el más importante, en cuanto que los otros humores fundamentales y constitutivos (la linfa y el quilo) se convierten al cabo en ella, y el aire que respiramos tiene por objeto hacerla apta para las funciones de nutrición.

La sangre es un humor de color rojo más o menos obscuro, de sabor ligeramente salado, algo alcalino, de un olor que le caracteriza, y con la propiedad de coagularse. Consta de dos partes, de la que una es líquida y transparente y se llama plasma, y otra sólida, constituida por illultitud de corpúsculos que nadan en éste y se denominan glóbulos, de los cuales son rojos unos (hematíes) y blancos otros (leucocitos o linfáticos). Los glóbulos rojos son más numerosos, de menos volumen y más regulares que los blancos (que proceden de la linfa y el quilo) y caracterizan la sangre, a la que dan el principio colorante mediante la hematosina, que, combinada con la globulina, da lugar a la hemoglobulina, que es la que constituye principalmente dichos glóbulos rojos. Coagulada la sangre, se divide en dos porciones, de las que la compuesta por la parte más líquida del plasma se llama suero, y la otra, que la forman los glóbulos y la fibrina (substancia que se coagula en filamentos muy delgados) se denomina coágulo. La sangre alcanza la temperatura de 390 centígrados, y es más espesa y pesa más que el agua; químicamente considerada, es un líquido alcalino compuesto de agua, de gases (ácido carbónico, oxígeno y ázoe; esto es, los mismos que componen la atmósfera, si bien en otras proporciones), y de sólidos, como hierro, varias sales, grasas, azúcar, albúmina y algunas substancias más.

119. Los principios nutritivos de la sangre y la teoría de la alimentación. -Para que la sangre desempeñe de un modo completo su función reparadora, necesita contener los llamados principios nutritivos o inmediatos, cuya base la forman los cuerpos simples o elementales ya nombrados (75). Cuando en las combinaciones que con ellos se forman entran los cuatro que consideramos como los principales componentes del cuerpo humano (oxígeno, hidrógeno, carbono y ázoe), resultan los principios nutritivos inmediatos azoados o nitrogenados; cuando la combinación es terciaria, por entrar sólo en ella los tres primeros de estos cuerpos, los principios nutritivos a que da lugar se denominan no azoados o no nifrogenados. Unos y otros pueden provenir del reino animal y vegetal; por ejemplo: son azoados de procedencia animal: la albúmina, la fibrina, la caseína, la gelatina y la condrina, y no azoados de la misma procedencia: la grasa, la manteca, el azúcar animal y la miel; del reino vegetal son azoados: el gluten, la albúmina vegetal y la legumina, y no azoados: el almidón o fécula, la dextrina, el azúcar vegetal, la goma y el aceite.

Todos estos principios nutritivos los recibe la sangre de los alimentos, que de una u otra clase y en mayor o menor cantidad los contienen, según sean de procedencia animal, vegetal o mineral. Los alimentos azoados o albúminas se denominan esenciales, reparadores y plásticos, en cuanto que pudiéndose convertir en tejidos, son por naturaleza necesarios para reponer las pérdidas del organismo. Los no azoados, que constan principalmente de hidrógeno y carbono, se llaman también accesorios, combustibles y respiratorios, porque, destinados a quemarse para produdir calor, no entran a formar parte de los tejidos, pues no hacen más que atravesar el organismo, y no son absolutamente necesarios para la existencia. Resulta que para ésta es de absoluta necesidad una alimentación azoada o nitrogenada, pues la falta del ázoe equivale a la privación del alimento, la que origina lo que se llama inanición azoada, a la que sigue la muerte. Pero como una alimentación exclusivamente nitrogenada sería perjudícíal al organismo y poco económica, se impone la necesidad de hacerla mixta, máxime cuando la no azoada desempena un papel importante en la economía animal. Este carácter de mixta alcanza también, para el hombre, a la procedencia de los alimentos, que conviene que sean de los tres reinos, del animal y vegetal principalmente, y de éstos, del primero con preferencia. Por último, como los alimentos desempeñan mejor su función mientras son más solubles, se hace necesario mezclar con ellos las bebidas, el agua sobre todo, que es la bebida por excelencia, y que, aunque en cantidad insuficiente, contienen los alimentos.

En los principios indicados se funda la teoría de la alimentación, en la cual se basa a su vez todo lo concerniente al régimen alimenticio, que constituye una de las partes más importantes de la Higiene.

120. Reglas principales de un buen régimen alimenticio. -Comprende este régimen, parte esencialísima de la función reparadora, lo concerniente a la calidad de los alimentos, la cantidad en que deben tomarse y las horas a que esto debe hacerse.

Se refiere la calidad a la condición que necesitan los alimentos de ser nutritivos; esto es, contener en la debida proporción los principios inmediatos y, además y para ello, asimilables o aptos para convertirse en partes substanciales de la sangre, lo cual supone que sean digestibles o fáciles de elaborar por los órganos correspondientes, y, en lo tanto, solubles sus principios en los líquidos digestivos. Debe procurarse siempre que la alimentación sea mixta, dando la preferencia a las substancias azoadas animales y vegetales (carnes, leche, huevos, pan, legumbres, verduras); pero no abusando de ellas, pues tomándolas con exceso, originan congestiones, hemorragias y otras enfermedades. Los alimentos no azoados o conibustibles dan lugar, cuando preponderan, a afecciones del hígado, la obesidad, cansancio del intestino, etc., y son los más propios de las naturalezas pobres y los países fríos, como los reparadores lo son de las débiles y convalecientes y los países cálidos. Para los niños, debe ser eminentemenle nutritiva la alimentación.

En cuanto a la cantidad, o sea la ración alimenticia, lo que primero hay que tener en cuenta es lo que ya nos advierte el proverbio vulgar de que «se come para vivir y no se vive para comer», y el aforismo científico de que «si el que come menos de lo que debe no tarda en sufrir, el que come más de lo que puede digerir se nutre menos, y, por consecuencia, debe enflaquecer». «No nos alimentamos por lo que se come, sino por lo que se digiere.» De aquí las siguientes conclusiones, que la Higiene formula por vía de preceptos:

a) No deben introducirse en el estómago más alimentos de los que buenamente pueda digerir.

b) Para digerir bien es preferible quedarse con ganas a hartarse, pues cuanto más lleno se halla, más difícilmente desempeña sus funciones el estómago.

c) La saciedad es siempre perjudicial y tanto más peligrosa cuanto inayor sea el poder nutritivo de los alimentos y la dificultad de digerirlos.

d) Aunque se digiera bien una cantidad excesiva de alimento, no desaparece el peligro, pues la sangre se nutre y aumenta demasiado, y esto nos expone a congestiones cerebrales y otras enfermedades, así como al embotamiento de la inteligencia.

e) También debe evitarse la alimentación escasa, porque con el empobrecimiento orgánico da lugar a la escrófula y a que se agraven ciertas enfermedades.

Por lo que respecta a las horas y número de las comidas, las principales reglas higiénicas son:

a) En principio, nunca deben transcurrir menos de cuatro horas ni más de seis, durante la vigilia, de una comida a otra.

b) Debe comenzarse el día por una comida ligera y fortificante (desayuno) de sopa, café, té o chocolate, por ejemplo, pues es malsano entregarse al trabajo después de diez o más horas de ayuno sin tomar fuerzas, y salir con el estómago desocupado, lo que favorece la absorción de mismas.

c) En general, deben hacer los adultos tres comidas diarias, de la que la principal será la del medio día; los niños necesitan comer más a menudo (Cuatro o cinco veces), y los ancianos, menos, pues el orgasmo, en particular el tubo digestivo, no funciona con tanta energía en la vejez como en la edad viril, en la juventud y, sobre todo, en la niñez.

121. La digestión. -El primero de los actos de la función reparadora o nutritiva es, como ya se ha dicho, la digestión (80, a), que a su vez comprende varias funciones particulares, a saber: la prehensión o acto de coger los alinientos y las bebidas e introducirlos en la boca; la masticación, por la que los alimentos sólidos y resistentes se trituran y preparan para llevarlos al estómago; la insalivación, por la que esta preparación se termina mezclando la saliva con los alimentos al masticarlos; la deglución, en cuya virtud se tragan los alimentos que, preparados de la manera dicha, forman lo que se llama «bolo alimenticio»; la quimificación, que es el acto por el que el bolo alimenticio, depositado en el estómago, se convierte en una especie de papilla espesa y blanca, denominada quimo, la quilificación o transformación del quimo en quilo en los intestinos, y la defecación, que consiste en expeler al exterior la parte insoluble de los alimentos o residuos del quilo no absorbido por los intestinos. A la realización de todos estos actos, cuyo objeto final es convertir los alimentos en substancia apta para la nutrición, en casi sangre, contribuyen, además de la saliva, ciertos humores que en el estómago (el jugo gástrico) y en los intestinos (la bilis, el jugo pancreático o saliva abdominal y el jugo intestinal) ejercen una acción química sobre los alimentos, ayudados de movimientos propios de los órganos respectivos.

122. Principales preceptos higiénicos relativos a la digestión. -Para realizar el gran acto de la digestión, del que depende primera y principalmente la reparación de las fuerzas del organismo, tiene éste necesidad de cierto recogimiento, que debemos guardarnos de turbar, pues, como dice M. Pecaut, no se violenta impunemente la paz de que precisa ese organismo para llevar a cabo en las debidas condiciones función tan importante para su salud y su vida. Se originan de esto ciertos preceptos que recomienda la Higiene como complemento de los que hemos dado a propósito del régimen higiénico en general, y que pueden reducirse a las siguientes reglas:

a) Para que el estómago pueda digerir bien los alimentos es preciso masticarlos bien, de modo que, resulte muy compacto y bien formado el bolo alimenticio.

b) No debe comerse de pie, ni menos con precipitación, evitando durante la masticación y la deolución hablar ni realizar movimientos, a fin de que los alimentos resulten bien triturados, y de evitar atragantamientos.

c) Al comer, y durante la digestión estomacal, deben evitarse las alteraciones emocionales, disgustos, sobresaltos, etc..

d) Después de comer no deben ejecutarse trabajos físicos e intelectuales de importancia, pues la digestión requiere un reposo relativo. Hasta que pase la primera digestion no debe permitirse a los niños que se entreguen a juegos corporales activos, ni que estudien.

e) Este reposo no debe ser absoluto, pues el sueño a continuación de la comida, con ser él penoso, como ya se ha dicho (109), hace que la digestión sea incompleta y trabajosa.

123. Higiene de la boca y de la mesa. Carácter moral de la última. -La primera de las precedentes reglas impone como condición nocesaria el buen estado de la dentadura, para lo cual es preciso asearla bien, pues cuando no se hace así, dientes y muelas se recubren sin cesar de una capa pedregosa (el sarro o tártaro, que se llama), que altera su esmalte y más tarde origina la caries, que al producirlos no pocos sufrimientos, contribuye a que la masticación sea incompleta y se resientan las digestiones. Por esto, es menester cuidar mucho la dentadura, enjuagándose la boca después de comer y limpiando de vez en cuando con un cepillo fino mojado en agua templada y polvos de quina o de carbón vegetal, los dientes, para los que también son dañosos los trámites violentos de los alimentos y bebidas calientes a los fríos y viceversa. Desde pequeños debe acostumbrarse a los niños a la limpieza de la boca, que, al darles hábitos de aseo, les evitará molestias y sufrimientos.

La compostura en la mesa es cuestión de higiene física y moral a la vez, por lo que debe habituarse a los niños a guardarla constantemente, por lo mismo que están siempre dispuestos a lo contrario, a causa de su falta de reflexión y excesiva movilidad. La inobservancia de esta regla les puede perjudicar por defecto de la masticación y la deglución, y por lo que contribuye a darles hábitos de desorden y de falta de urbanidad, que son signos evidentes de mala educación, como lo es también, y contribuye a crear en los niños de esas clases, una mesa desordenada y sucia y en la que todos hablan a la vez, vocean y gritan.

124. El aire como agente reparador. -No bastan los alimentos para reparar las pérdidas que experimenta nuestro organismo, ni dar a éste todas las condiciones de vitalidad de que ha menester; se precisa además del aire, que es un fluido elástico, pesado, diáfano, incoloro y compuesto de 20,8 partes por 100 de oxígeno y 79,2 de nitrógeno, más una porción muy pequeña de ácido carbónico (4/10000 partes próximamente), vapor de agua y ozono (oxígeno en un estado particular) en cantidades variables. El aire es el agente principal de la respiración, en cuyo concepto se dice que es vivificante, cualidad que se le atribuye en cuanto que cede a la sangre una parte de su oxígeno, que la transforma de venosa en arterial, y de este modo la hace apta para la nutrición. En tal sentido, se llama al aire alimento respiratorio, pues su oxígeno, introducido en la sangre por los pulmones y la piel, alimenta las combustiones y convierte en sangre nutritiva (arterial), la que por haber perdido esta cualidad (venosa), es impropia para la vida.

Se entiende todo esto respecto del aire puro, que es el que contiene los elementos constitutivos en la proporción que hemos dicho; en el caso contrario, es impuro o viciado, y en tal concepto, nocivo para la salud. Contribuyen a viciar el aire las causas que consumen oxígeno y producen ácido carbónico, como la respiración de las personas, las animales y las plantas, la descomposición de seres orgánicos, las combustiones de todas clases, especialmente el óxido de carbono de los braseros, estufas, etc., y los miasmas y gases que despiden los pantanos, tierras vírgenes, estercoleros, cementerios, hospitales, fábricas de fundición, terrenos regados con exceso, etc..

125. La respiración. -El aire penetra en nuestro cuerpo mediante la función nutritiva llamada respiración, cuyo objeto es (80, d) introducir oxígeno que estimule todas las partes vivientes del organismo, engendrar calor por las combustiones e impedir la acumulación de ácido carbónico, perjudicial para la conservación de la vida; ya hemos dicho que el aire que penetra en los pulmones influye, mediante el oxígeno que lleva, sobre la sangre, convirtiendo la venosa o mala en arterial o buena para la nutrición, acto que se denomina hematosis o sanguinificación. La respiración se distingue (prescindiendo de la interior o de la sangre, y de los tejidos) en pulmonar y cutánea (dicha exterior), siendo la primera la que debemos considerar.

La respiración pulmonar consiste en movimientos regulares y rítmicos, mediante los que penetra a cada momento en los pulmones una nueva cantidad de aire y sale el introducido antes (a estas cantidades de aire se denomina amplitud de la respiración o capacidad vital), llamándose inspiración a lo primero y espiración a lo segundo; cada uno de estos dos actos se repite diez y ocho veces, por término medio, en un minuto (44 en los recién nacidos, 26 en los niños de uno a cinco años y 20 en los jóvenes de quince a veinte), introduciendo en los pulmones, en cada inspiración, un tercio próximamente de litro de aire, del que al cabo de veinticuatro horas pasan por esos órganos de 7 a 8 metros cúbicos. Teniendo en cuenta esto, y que no bastaría para las necesidades de la vida la cantidad de oxígeno que ese aire suministra, se calcula en 8 a 10 metros cúbicos por hora la que necesita el hombre para vivir en las debidas condiciones. Cuando no tenemos la cantidad precisa de aire o éste carece del oxígeno necesario, por hallarse viciado, sobreviene la asfixia, que acarrea al cabo la muerte cuando es rápida; de todos modos, la falta de aire puro origina siempre malestar y dificulta el desarrollo orgánico.

126. Consecuencias de lo dicho acerca del aire y la respiración. -De las indicaciones que preceden se deduce la necesidad de proporcionar a los niños toda la cantidad de aire puro que sea posible, procurarles ampliamente el baño de aire, que, como todos los seres orgánicos, necesitan para desenvolverse y vivir, a cuyo fin precisa ante todo ventilar bien las habitaciones y muy particularmente los dormitorios, que deben, además, reunir la capacidad suficiente para contener el aire puro que las personas que los ocupen deben consumir durante las horas que permanezcan en ellos. Nunca se recomendará lo bastante este punto, sobre todo en donde el sistema de las alcobas ha relegado los lugares de dormir, que debieran considerarse como los más importantes de la casa, a las piezas menos capaces y peor ventiladas de ella. De esta falta de aire, que se aumenta por no cuidarse durante el día de ventilar los dormitorios, provienen los dolores de cabeza, la languidez y los mareos que sienten muchas personas por la mañana al salir de la cama.

Además de la buena ventilación de las habitaciones, hay que procurar a todas las personas, y particularmente a los niños, aire puro, fresco y frecuentemente renovado, por lo cual se impone también el paseo por el campo, que es donde mejor puede respirarse ese aire tan necesario para la salud y para el desarrollo normal del organismo, por ser el más vivificante.

127. El aire como medio ambiente o circiondante: sus modificadores e influjo que ejercen en el cuerpo. -El aire no obra sólo sobre nuestro organismo por vía de alimento, sino que además ejerce en él una acción externa como medio natural o conjunto de las circunstancias exteriores en cuyo seno vivimos, y que constituyen la atmósfera que nos rodea (la masa de aire de 15 a 16 leguas de espesor que circunda la tierra). El influjo de esas circunstancias alcanza a modificar al hombre, no sólo física, sino hasta intelectual y moralmente, y se halla representado por los modificadores del aire, que son: el movimiento de él, que da lugar a los vientos; el calórico y la electricidad, la humedad, las aguas, los terrenos y el clima, en fin.

Todos esos agentes obran positiva o negativamente, según las circunstancias, sobre nuestro cuerpo, ora prestándole el calor necesario o dándoselo excesivo, ora robándoselo o enfriándolo, ya embarazando o debilitando la respiración, ya haciéndonos respirar vapor de agua y miasmas deletéreos en vez de oxígeno, o bien produciendo perturbaciones nerviosas, como las que se originan de la electricidad. De aquí la necesidad de precaverse contra ellos, a cuyo fin responden las reglas que prescribe la Higiene acerca de la habitación y el vestido, especie de medios artificiales que tienen por objeto resguardarnos de las inclemencias de los agentes naturales, y las que respecto de los otros extremos aconseja esa ciencia.

128. Reglas higiénicas deducidas del influjo que ejercen en nosotros los modificadores del aire. -A fin de preservarnos de la acción nociva para la salud que pueden ejercer dichos modificadores, o sea el aire considerado como medij, son menester cuidados especiales, de los que los más importantes (pues la exposición de todos no cabe dentro de los límites que traza la índole de este libro) se resumen en las siguientes reglas:

a) Deben evitarse los vientos calientes y húmedos, que embarazan la respiración, debilitándola, las conibustiones y las funciones de la piel (de lo que se originan oftalmías, anginas, bronquitis, etc.), y buscar los secos y fríos, sobre todo cuando el organismo se encuentra flojo, lánguido y falto de tono. El viento ligeramente frío excita la piel, activa la circulación y tonifica el organismo.

b) La humedad de las viviendas produce los malos efectos dichos, pues debilita todas las funciones y origina, sobre todo cuando se une al frío, las enfermedades nombradas, mas pleuresías, tisis, reumatismo y el crup en los niños. Hay, pues, que huir de ella, no vivir en habitaciones bajas, lóbregas y húmedas, ni cerca de donde haya agua estancada, depósitos de basuras, etc.. Tampoco deben exponerse las habitaciones al viento dominante sobre todo si éste pasa por algún pantano, muladar, cementerio, etc..

c) En los países húmedos se combatirá el empobrecimiento de las combustiones mediante tina alinientación generosa y tónica, bebidas excitantes, mucho ejercicio muscular, el uso de baños, duchas, etc., vestidos de abrigo y calzado grueso.

d) En cuanto a la temperatura atmosférica, hay que preservarse así del calor como del frío excesivos, a cuyo fin deben acondicionarse las habitaciones y acomodarse los vestidos.

e) Respecto de la temperatura de las habitaciones, debe cuidarse en el invierno de que no sea excesivamente alta, pues aparte de que produciría los efectos enervantes del calor, conviene aminorar en lo posible la diferencia entre ella y la del exterior para evitar los canibios bruscos, que con frecuencia originan catarros, pulmonías, etc.: dicha temperatura no ha de exceder, pues, de 18º. Al mismo tiempo debe suprimirse todo género de calefacción en los dormitorios, no sólo de noche sino también de día, y emplear para las demás piezas de la casa la más dulce y que produzca menos gases y miasmas nocivos, por lo que la proscripción del brasero (que nunca debe introducirse en las habitaciones sin que esté algo pasado) se impone como exigencia imperiosa de mia buena higiene.

f) En cuanto que los vestidos sirven para preservarnos de los efectos nocivos de la humedad y del frío y el calor excesivos, precisa tener en cuenta sus condiciones a estos propósitos. Son preferibles para el interior y por lo que a la humedad atañe, las telas y los tejidos que niejor absorban el agita, inipidiendo que lo haga el cuerpo y que mejor empapen los productos de la transpiración cutánea (sudor), en cuyo concepto son recomendables las de lana, franela y algodón. Para el frío se recomiendan la lana y la seda y después el algodón, porque siendo malos conductores del calor (en el orden que los nombramos), evitan que el cuerpo pierda el suyo por irradiación, sobre todo si los tejidos son espesos, flojos y sutiles; es decir, contienen bastante cantidad de airc, que, como es sabido, es mal conductor del calor. Para evitar éste se adoptará el procedimiento contrario, prefiriendo para los vestidos exteriores los colores claros, que absorben el calor solar menos que los obscuros, que por lo mismo son preferibles en invierno.

g) Los vestidos no deben ajustar de modo que embaracen las funciones nutritivas e impidan la circulación del aire; en los niños, sobre todo, es exigida esta prescripción, porque las ropas muy ceñidas dificultan su desarrollo, como lo dificulta grandemente en las niñas y más en las adolescentes, el uso del corsé, que todos los higienistas condenan.

129. La gimnasia de la respiración. Ejercicios más adecuados. -Para llenar las exigencias de una buena respiración, no basta, por más que sea esencial para ella y para la salud general del organismo, lo que hemos dicho acerca del aire y sus modificadores; sino que se precisa además someter el pecho y, sobre todo, los pulmones, a un ejercicio adecuado. De aquí la gimnasia respiratoria, que, en general, la constituye el ejercicio muscular, pero especialmente el que se dirige de un modo más directo a aquellos órganos.

Se hallan sujetos los pulmones a las mismas leyes de desenvolvimiento que los demás órganos: su volumen aumenta o disminuye en proporción de su funcionamiento o de su inacción, a la manera que aumenta el volumen de los músculos en relación del trabajo que desempeñan, y disminuye cuando no trabajan. Se sigue de esta ley que en los niños privados de ejercicio se halla reducida la respiración a su mínimo, dándose además la circunstancia de que la inmovilidad del cuerpo trae consigo la disminución de la necesidad de respirar, y, como consecuencia de ello, la inercia del órgano respiratorio, que, por lo mismo, es necesario que se ejercite: mientras más se ejercita el cuerpo, más necesidad hay de respirar, más se respira y más funcionan los pulmones.

Como ya hemos insinuado, casi todos los ejercicios físicos conducen a este resultado; pero hay unos que lo hacen de un modo más directo, y eficaz que otros. En tal caso se encuentran, en primer lugar, los de fonacía (lectura en alta voz y expresiva, canto, recitación, etc.), y en segundo, los de las piernas, de los que la carrera es el tipo, y que son superiores a los de los brazos para desenvolver el pecho y los pulmones, porque activan más la respiración. Por igual razón son ventajosos al mismo efecto los juegos, de los que la carrera es la base, y, sobre todo, reafizados al aire libre, máxime cuando así se acomodan mejor que los demás ejercicios a las exigencias higiénicas del niño.

130. La luz como agente de nuestro desarrollo. Aplicaciones. -No es meramente la luz un agente reparador (se ha notado su influencia en la digestión), sino que a la vez es un elemento de desarrollo orgánico.

La falta de ella priva de color a la sangre, a los tejidos y a la piel (de la que la luz es estimulante propio, directo e inmediato) y predispone al linfatismo, la escrófula, el raquitismo y la tisis, a la vez que dificulta las funciones nutritivas. Como se ha hecho notar, del propio modo que la privación de luz impide a ciertas especies inferiores (la salamandra y el renacuajo, por ejemplo) recorrer las fases de su desarrollo, no es dudoso que la misma falta embaraza el desenvolvimiento del niño y determina a la larga una degradación física.

«Id -dice M. SAFFRAY-, a las 'crêches', a las salas de asilo, a las escuelas de las grandes ciudades, y contemplad esas pobres criaturas, ruines descendientes de una generación débil. Ved a ese pequeñuelo: miembros empobrecidos, andar vacilante, movimientos indecisos, carnes flacas, piel seca y de un amarillento cenizoso, cuello largo y delgado, cabeza grande en apariencia porque el cuerpo está poco desarrollado, pómulos salientes, nariz pellizcada, orejas planas y transparentes, ojos hundidos en un círculo azulado, expresión ansiosa y fisonomía de viejo; ese niño ha vivido en un mal medio, privado de aire y de luz.»

Se deduce de esto (sin entrar en pormenores concernientes a la vista, de que trataremos cuando de los sentidos), que el niño necesita de la luz para su salud y para su desarrollo, por lo que debe procurársela como el aire, en abundancia, mediante los paseos por el campo. Las habitaciones en pisos bajos y calles estrechas son, por lo general, obscuras y sombrías, pcr lo que deben buscarse las que estén bañadas por los rayos solares.

131. La piel: sus funciones orgánicas y su higiene. - Todos los agentes que se refieren al medio circundante obran con más o menos energía sobre la piel (tegumento o membrana en que aparece envuelto al exterior nuestro cuerpo), a la cual se contraen especialmente los preceptos higiénicos dados acerca del aire y de la luz, de las habitaciones y los vestidos.

Desempeña la piel funciones orgánicas muy complejas e interesantes. Como ya se ha insinuado, mediante ella se realiza la respiración cutánea, que, si no tan considerable como la pulmonar, es indispensable para la vida. Mediante secreciones, como la sudorífica, coopera grandemente a mantener el equilibrio orgánico, regularizando la producción del calor animal, conservándolo en un mismo punto, y eliminando del cuerpo substancias perjudiciales. Por último, la piel es el órgano del sentido del tacto, en cuyo concepto desempeña un papel importantísimo, como más adelante veremos.

Por todos estos motivos, es obligado mantener la piel en condiciones de permeabilidad o flexibilidad que le permitan desempeñar sus varias funciones de un modo preciso y según las circunstancias; tal es el objeto de su higiene especial, a la que, además de los preceptos a que hemos aludido, sobre todo los concernientes a la luz y el vestido, se refieren los que tienen por objeto el aseo del cuerpo mediante lociones frecuentes, parciales y generales, y baños (tan recomendados y convenientes por otros motivos de higiene). Por el aseo, pues, es decir, lavándose y bañándose, se dará principalmente a la piel dicha condición de permeabilidad, que tan necesaria es para el funcionamiento normal de órgano tan importante.

132. El aseo en los niños: sus efectos morales. -Es, pues, necesario habituar a los niños desde pequeños a estar aseados, a lavarse con frecuencia, y a lavarse bien con agua y jabón abundantes y por medio de lociones, que con frecuencia han de ser generales o de todo el cuerpo, no limitándolas nunca a cara y manos, sino que, aun siendo parciales, deben abrazar la cabeza entera y los brazos, y por de contado, la limpieza de las uñas y de los oídos, así como el arreglo del cabello, que los niños han de tener corto en todo tiempo. Se comprende que la limpieza de los vestidos forma parte integrante del aseo de los niños.

Es tanto más obligada la exigencia de crear en los niños este hábito, cuanto que, como psicólogos e higienistas reconocen, si el aseo favorece la salud y aun el desarrollo del cuerpo, es, además, signo de respeto a las conveniencias sociales y de un sentimiento habitual de la propia dignidad; de aquí que se coloque por algunos (Volney, por ejemplo) en la categoría de las virtudes. Según Bacon, hay razón para mirar el aseo del cuerpo y un exterior cuidado como el efecto de cierta modestia de carácter y de cierto respeto hacia Dios, la sociedad en que vivimos y para con nosotros mismos. Por el contrario, añade Rousselot, la negligencia del cuerpo y de los vestidos, inspirando el despego y el disgusto, nos aproxima a los animales, pues parece que el desaseo sea como la envoltura natural del cuerpo, y esta idea, que concluye por implantarse en el espíritu, es como un velo echado sobre todo lo que es puro y bello. En este sentido se habla con razón de los efectos morales del aseo y se dice que éste es un hábito de higiene física y moral a la vez. Recuérdese lo dicho al tratar de los efectos morales de la educación física (89).

133. La hidroterapia. -Al tratarse del aseo de la piel, no puede menos de hacerse mención de la hidroterapia o hidropatía (método curativo por medio del agua iría). Aparte de la acción médica que ejercen las prácticas hidroterápicas sobre las enfermedades del sistema nervioso (locura, melancolía, histerismo, hipocondría, convulsiones, epilepsia, etcétera) y en no pocas del tubo digestivo (dolores de estómago, malas digestiones, gastralgias, inapetencia, vómitos, eructos, etc.), así como lo que preservan contra el estreñimiento y los constipados, conviene no olvidar el influjo benéfico que ejercen en la anemia y el linfatismo, tan generales hoy, sobre todo en los niños de ciertas clase (para los que nunca se recomendarán lo bastante), en cuanto que el agua fría obra en las naturalezas afectadas de esas terribles enfermedades como tónico y reconstituyente, activando la formación de la sangre, cuyos elementos constitutivos enriquece, y modificando en poco tiempo el estado general del organismo.

De aquí que convenga sobre manera generalizar dichas prácticas (adoptadas hoy por muchos como medios orgánicos), que pueden reducirse al baño frío, y especialmente a la ducha, cuya temperatura más favorable es la de 4 a 7º, y cuya duración total debe variar, según los casos, de tres segundos a cinco minutos. Después de tomado el baño o la ducha, debe frotarse el cuerpo, a fin de que, facilitándose la nutrición íntima de los tejidos, se haga más fácil a su vez la reacción consecutiva; para completar ésta debe acudirse luego, al ejercicio corporal, especialmente la marcha.

134. Los baños de mar: su importancia para los niños. -La experiencia, de acuerdo con la ciencia, ha mostrado el influjo benéfico que ejerce el mar sobre las naturalezas linfáticas, anémicas, escrofulosas, raquíticas y predispuestas a la tisis, no sólo por sus aguas, que obran como tónico y resolutivo, sino también y especialmente mediante su atmósfera, pues el aire marino, cuyas densidad y temperatura son más constantes que las del continental, constituye un medio vital muy puro, rico en ozono y en corpúsculos salinos, excitante, tónico y vivificante por excelencia. Sumergido el organismo en esa atmósfera y saturado de ese aire, recibe una suma de energía y de excitación nutritiva, que en poco tiempo modifica radicalmente, las constituciones pobres y débiles, por lo que se considera el aire del mar como uno de los agentes más eficaces de educación física, sobre todo tratándose de los niños enervados y raquíticos de las ciudades. Por esto que se hable, con razón, de la regeneración física por el mar, y que se haya creado lo que se dice beneficencia marina, consistente en especie de hospicios y hospitales establecidos a orillas del mar (a veces en barcos), para recibir a los niños pobres afectados de las terribles enfermedades nombradas, en particular de la escrófula, a la que se ha llamado «la gran endemia de la humanidad», pues sus víctimas son incalculables, y sobre la que ejercen una acción curativa y preservadora a la vez el agua y el aire marinos que también previenen contra la tisis y, en general, contra la miseria fisiológica.

Bastan estas breves indicaciones para que se comprenda la importancia que tiene la estancia en el mar, particularmente para los niños menesterosos y de constituición pobre y raquítica, candidatos, como se les ha llamado, a la escrófula y a la tisis. Conviene, por lo tanto, inculcar en las familias la idea de los beneficios que reporta la vida marina, y fomentar el establecimiento de los hospicios y hospitales a que antes hemos aludido, y de los que pueden aprovecharse los escolares por medio de las colonias de vacaciones, de que a su tiempo trataremos. No se olvide lo que significa lo que hemos llamado «regeneración por el mar», y que para combatir la escrófula y el raquitismo, la Medicina no cuenta con más indicación de valor indiscutible que la medicación marina.

135. La gimnasia de la piel. -Lo dicho hasta aquí relativamente a la piel se contrae a las condiciones que son precisas para poner este órgano en estado de permeabilidad; hemos tratado sólo de la higiene de la piel. Pero le sucede a ésta, en cierto modo, lo que a los músculos (como un vasto músculo la consideran algunos), que tiene alternativas de contracción y de relajación, cuyas dos funciones dan al tegumento externo una importancia capital en la circulación de la sangre. Por esto la necesídad de provocar la acción y reacción que ambos actos suponen, lo cual implica cierto ejercicio, al que no sin razón se llama gimnasia de la piel.

El frío produce la contracción de la piel, que por la reacción consiguiente se dilata; pero para obrar con vigor en este sentido, precisa que las fibras musculares que la ponen en acción entren con frecuencia en juego mediante el ejercicio, lo cual se consigue por el calor. De aquí que las variaciones más o menos bruscas de temperatura constituyan para la piel una verdadera gimnasia, y que conduzcan al mismo resultado las lociones frías (las prácticas hidroterápicas, en general), por las sensaciones sucesivas de frío y calor que provocan, y que originan alternativas de contracción y de relajamiento de la piel, para la que una temperatura siempre uniforme sería lo que para los músculos el reposo forzoso y continuo. Completa y hace más positivos los efectos de este ejercicio, del que es auxiliar necesario el aire bien oxigenado, no enrarecido, el aire libre.

136. La vida al aire libre. -De cuanto por unos u otros motivos hemos dicho en las páginas que preceden, se colige que la vida al aire libre, ya a orillas del mar, ya en las montañas, ora en los llanos y valles, es necesaria a todas las naturalezas, siquiera no sea más que por el influjo benéfico que en ellas ejerce recibir constante y abundosamente la luz solar y respirar de la propia manera un aire puro bien oxigenado. Trátese meramente de desenvolver y fortificar el organismo, de preservarlo contra ciertas enfermedades o de curarlas, de ejercitar la piel, la estancia al aire libre, en el campo, es de necesidad suma para todos; los efectos fisiológicos y morales del ejercicio físico se centuplican cuando el paseo, la carrera, los juegos corporales, todos los ejercicios de esa índole, en fin, se realizan sumergido el cuerpo en la atmósfera pura de los campos, lejos de la viciada y mefítica de las poblaciones. Por esto no se recomendará nunca lo bastante a todas las personas que procuren para sí y sus familias la estancia, por todo el tiempo posible, en el campo; los paseos, las excursiones, las ascensiones a las montañas, las visitas al mar, etcétera.

«¡Afortunados -dice el Dr. E. MONIN-, los que viven sin cesar sumergidos en el gran aire atmosférico, principio de toda vida, alimento de toda combustión, pan de toda respiración! Todos dependemos de la atmósfera, y, tarde o temprano, volveremos a este elemento primordial y fecundo del Universo.»

137. Indicaciones bibliográficas relativas a la educación física. -En las obras sobre la educación en general y, en los Manuales de Pedagogía que citan os al final de la sección anterior (70) se trata, en todos o en algunos de sus aspectos, y con más o menos detenimiento, de la educación física, respecto de la que ahora nos limitaremos a citar algunos de los libros que a ella se refieren particularmente, a saber:

BURGEOIS (El Dr. A.). Manual de Higiene y educación de la primera infancia. Trad. del Dr. González Álvarez. Madrid, 1886. Un vol. en 8º. de 156 páginas.

*BROQUERE (El Dr. E.). Medicina de los accidentes. París, Félix Alcan. Un vol. en 16º. de 184 páginas, 60 céntimos de peseta.

*CRUVEILBIER (Luis), Higiene general. París, lib. de Germer Baillière, Un vol. en 16º. de 192 páginas, 60 céntimos de peseta.

*DARYL (Felipe). Renacimiento físico. París, J. Hetzel y Compañía, editores. A pesar de su título, se contrae esta obra a estudiar los ejercicios corporales, particularmente los juegos más populares en Inglaterra y Francia, el pedestrianismo, el alpinismo, el deporte, ete. Su autor se llama realmente PASCUAL GROUSSET. Un vol. en 8º. de 257 páginas, 3 ptas.

*FONSSAGRIVES (Dr. J. B.). La educación física de los adolescentes. La educación física de los jóvenes. Ambas consisten en consejos a los padres sobre el arte de dirigir la salud y el desenvolvimiento de sus hijos. Montpellier, imp. Gras. París, lib. de Hachette. Dos vols. de más de 300 páginas en 8º. cada uno, de 3 a 4 ptas.

EL MISMO. Tratado de la Higiene de la infancia. Versión castellana de D. Manuel Flores y Plá. Madrid, «El Cosmos Editorial». Un vol. en 4º. de más de 700 páginas, 10 ptas.

FRAGUAS (José). Profesor. Tratado racional de Gimnástica y de los ejercicios y juegos corporales, etc. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando. De los cuatro volúmenes se han publicado, tres en 4º. con profusión de grabados, a saber: La historia del ejercicio corporal y la mecánica animal (6 pesetas), Teoría y práctica de los juegos de gimnasia y sport (5 ptas.) y Educación general y física. Juegos corporales para casas-escuelas, patios, jardines, etc. (9 ptas.).

EL MISMO. Programa ilustrado para la práctica de la Gimnasia higiénica. Sport, juegos y ejercicios nedicinales. Biblioteca «La Regeneración Física». Un vol. en 4º. de 247 y 595 fotograbados, 2.50 ptas. en cartoné.

HARO (D. Justo), Higiene y Medicina domésticas. Madrid, lib. de A. Castilla. Un vol. en 12º. de 368 páginas, 2.50 ptas.

LAGRANGE (Dr. Fernando). La Higiene del ejercicio en los niños y los jóvenes. Trad. española de Ricardo Rubio, Profesor en la Institución libre de Enseñanza y Vicedirector del Museo Pedagógico Nacional, Madrid, lib. de J. Jorro. Un vol. en 8º. de VIII-325 páginas, 3 ptas.

EL MISMO. Fisiología de los ejercicios corporales. Trad. española por el citado Sr. Rubio. Madrid, imp. de G. Juste. Un vol. en 4º., 5 ptas.

LOZANO Y PONCE DE LEÓN (D. Pablo). Higiene de los niños y su educación, consagrada especialmente a las madres. Madrid. Un vol. en 8º. de 240 páginas, 4 ptas.

MOLESCHOTT (Jacobo). De la alimentación y del régimen. Versión castellana anónima. Madrid. Un vol. en 12º. de X-269 páginas, 1.50 ptas.

*MONIN (Dr. E.). La salud por el ejercicio y los agentes físicos (con prefacio de Daryl). París, Octavio Doin, editor. Un vol. en 16º. de, 185 páginas, 2.50 ptas.

*MONTEUUIS (de Dunkerque). Los niños a los baños de mar. París, librería de J. B. Baillière e hijo. Un vol. en 8º. de 148 páginas, 2 ptas.

MOSSO (Ángel). Profesor de la Universidad de Turín. La educación física de la juventud. Versión castellana de D. J. Madrid Moreno, seguida de La educación física de la mujer, del mismo autor. Madrid, lib. de J. Jorro, 1894. Un vol. en 8º. de 265 páginas, 3.50 ptas.

*NORLANDER (Car.) y MARTIN (Edmond). Manual de Gimnástica racional sueca, para uso de las Escuelas primarias, medias y Normales. París, Delahaye y Lecrosnier, editores. Un vol. en 4º. de 245 páginas y profusión de figuras. En cartoné, 5 ptas.

PEDREGAL Y PRIDA (Francisco) y PERALTA (Adolfo). La educación gininástica. Madrid, en las principales librerías. Un vol. en 4º. mayor de 579 páginas, ilustrado con 258 figuras, 6 ptas.

*SAFFBAY. La Medicina en la casa. París, lib. de Hachett.c. Un.vol. en 16º. de VIII-182 páginas, 50 céntimos de peseta.

SÁNCHEZ SOMOANO (José). Tratado de Gimnástica pedagógica para uso de las Esencias de primera enseñanza e Institutos. Un tomo en 4º. de más de 350 páginas, con muchos grabados. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando, 6 ptas. en tela.

SCHREBER (G. M.). Manual popular de gimnasia de sala, médica e higiénica. Seguido de sus aplicaciones a diversas enfermedades. Trad. al castellano por D. Esteban Sánchez Ocaña. Madrid, lib. de Carlos Baylli Baillière. Un vol. en 8º. de 177 páginas, 2.50 ptas.

TISSIÉ. La fatiga y el adiestramiento físico. Trad. de D. Ricardo Rubio. Madrid, Jorro, editor, 1899. Un vol. en 8º. mayor, de 451 páginas, con grabados en el texto, 4 ptas.

Teoría y práctica de la educación y la enseñanza. El tomo V (De la educación fisica) es un tratado completo de ésta en general y con aplicación a las escuelas.

Debemos recordar aquí los opúsculos o cartillas que citamos al tratar de los medios de difundir los conocimientos sobre Higiene (96).





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