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Conquista del Río de la Plata (1535-1555)

Cesáreo Fernández-Duro





El Excmo. Sr. D. Luis L. Domínguez, ministro plenipotenciario de la República Argentina en Londres, correspondiente de la Academia, ha tenido la atención de dedicar á la biblioteca de esta un ejemplar del tomo de relaciones primitivas de la conquista del Río de la Plata traducidas al inglés con destino á la Sociedad Hakluyt, é ilustradas por él con notas, mapa é introducción muy erudita1.

Comprende el tomo los Comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y la Historia del descubrimiento del Río de la Plata, por Ulrico Schmidt; los primeros bien conocidos por la hermosa edición hecha en Valladolid en 1555; por la reproducción de Barcia, que la incluyó en su colección de Historiadores primitivos de Indias, y por la más popular comprendida en la Biblioteca de autores españoles, de Rivadeneyra. El espléndido volumen dado á luz en 1877 por el Ministerio de Fomento con título de Cartas de Indias divulgó además muchos pormenores de la vida y aventuras, tan peregrinas como desdichadas, del autor.

El viaje de Ulrico no era tampoco extraño á nuestras letras: el citado D. Andrés González de Barcia lo incluyó en su colección, y de ella lo tomó D. Pedro de Angelis, compilador de las Obras y documentos relativos á la historia de las provincias del Río de la Plata2, pero no habiéndose hecho la versión castellana directamente del original, sino de otra traducción latina nada escrupulosa, participaba de los errores de la primera, y á corregirlos está   —508→   principalmente dedicado el trabajo actual del Sr. Domínguez, avalorado con importantes y curiosas noticias del libro y del autor, del cual, ni Oviedo, ni Gómara, ni Herrera, dijeron palabra.

Resulta de las investigaciones del Sr. Domínguez, que Ulrich Schmidt, nombrado en los libros españoles Schmidel y en los extranjeros Uldericus Faber, por transformación latina tan común en aquel tiempo, era natural de Straubing, en Baviera, y tenía empleo subalterno en la casa de Banca establecida en Sevilla por los acaudalados flamencos Welzer y Niedhart, vulgarmente llamados los Belzares.

Estos comerciantes utilizaron la protección que D. Carlos de Gante les dispensaba, para agregar á la expedición de D. Pedro de Mendoza, primer adelantado y capitán general de la Plata, una nave de su propiedad á cargo del factor Enrique Paine, tripulada por ochenta alemanes (en su número Ulrico), con mercancías que habían de beneficiar, cambiadas por el metal cuyo nombre sustituyó al de Solís, descubridor del río.

Llegó la armada á su destino, poniendo el general los cimientos de la ciudad de Santa María de Buenos Aires el 11 de Junio de 1535; de allí despachó bergantines á la exploración del río Paraná, y en uno de ellos, con Domingo Martínez de Irala, subió el aventurero alemán, intimando con el vascongado, sobre todo después de la muerte del adelantado y la de su teniente Ayolas, cuando Irala se apoderó del mando.

Veinte años de activa campaña, rica en extrañas aventuras, trabajos, hambre y anarquía pasó en el país, sirviendo fielmente á su jefe y amigo en los actos que produjeron la deportación violenta del segundo adelantado Cabeza de Vaca. A poco recibió carta del banquero Niedhart, su principal en Sevilla, llamándole á Europa; bajó con seis castellanos y veinte indios por el Paraguay y Paraná al Iguazú; cruzó la provincia de Guaira hasta la colonia portuguesa de San Vicente y allí el agente de Erasmo Schetzen, su compatriota, le dió pasaje hasta Lisboa en una nave de la casa; se trasladó inmediatamente á Sevilla y después á Flandes, llegando á Amberes en Junio de 1554.

La historia ó relación de sus viajes, escrita en alemán, se   —509→   publicó trece años después en Frankfort-sur-Maine, abrazando el período de 1535 á 1552. Ya entonces circulaban los Comentarios de Cabeza de Vaca, y advirtiéndose que en todo los contradice, puede presumirse que su historia fué escrita con deliberado propósito de desautorizar la otra y de defender la conducta de Domingo de Irala, héroe de la narración, censurado agriamente en la de Alvar Núñez.

Juzga el Sr. Domínguez, no sin fundamento, que Ulrich Schmidt carecía de condiciones literarias para contar por sí mismo lo que había presenciado. Sábese bien que el libro contemporáneo de viajes y aventuras en el Brasil que apareció con el nombre de Hans Stade, factor de las casas flamencas, como el otro, que fué en la expedición de D. Juan de Sanabria y cayó en poder de los indios, fué redactado por el Dr. Juan Dryandri, profesor de la Universidad de Marburg, centro de las ideas de Lutero, y no cree aventurado presumir que detrás de la personalidad de Ulrico se oculta igualmente un propagandista de la Reforma, enemigo de España.

En tiempo en que las relaciones de viajes y descubrimientos en el Nuevo Mundo despertaban la curiosidad general y andaban de mano en mano, no era de desperdicio en las miras de los flamencos rebelados, la ocasión de divulgar las inculpaciones de autoridades españolas que mutuamente se echaban en cara la sedición, la perfidia, el asesinato, como medios de satisfacer una ambición inmoral, y de intercalar comentarios á propósito para excitar á los protestantes del Norte, temerosos del inmenso crecimiento del poderío de España en las Indias.

Ello es cierto que el editor de la primera edición del libro, supuesto obra de Schmidt, fué Sebastián Frank, vehemente anabaptista, y que prontamente hicieron otras Bry y su amigo Hulsius, uno de los abogados más activos de la Reforma, expulsado de Gante por orden del rey en el período álgido de la guerra religiosa.

Otra razón que abona el criterio del Sr. Domínguez, consiste en los errores de que está plagado el libro, principalmente en los nombres de lugares y objetos tomados de la lengua guaraní, la general por entonces entre los indios, cuya corrección no menos   —510→   ha ocupado su inteligencia que la de fechas de ocurrencias y de nombres castellanos3, puestas en notas en el lugar que corresponde, en contradicción á veces con las que D. Félix de Azara consignó en sus Viajes por América Meridional.

Sea como se quiera, á la edición alemana de Frankfort de 1567, siguió la de Teodoro de Bry, en su colección de grandes y pequeños viajes, traducida la narración al latín por el profesor Gotardo Arthus, Frankfort, 1599; se repitió en 1625 y se hizo abreviación en lengua alemana en 1617.

Levinus Hulsius dió á luz otra traducción latina en Nurenberg en 1599, reproducida en 1602 en la misma ciudad y en 1612 en Frankfort. Se vertió al holandés para la colección de Van der Aa en 1707; y de Hulsius la tradujo también González Barcia al castellano en 1749 y Ternaux-Compans al francés en 1837.

A la descripción bibliográfica de todas las ediciones; á las noticias de la vida de Ulrico Schmidt, y al resumen histórico y geográfico de la región en que ocurrieron los sucesos, hecho en la introducción, ha agregado el Sr. Dominguez un mapa etnográfico de América del Sur en el siglo XVI marcando los límites de las posesiones españolas y portuguesas según el tratado de Tordesillas de 1494; la ruta de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y el emplazamiento de las tribus guaranís nombradas en el viaje de Schmidt.

En este particular expone el compilador opiniones originales, sosteniendo que al Este de la cordillera de los Andes, desde el mar de las Antillas hasta la extremidad del Continente habitaba una sola raza; una sola nación, la guaraní, dividida en tribus ó grupos que no se diferenciaban entre sí más que en insignificantes particularidades, suficientes sin embargo para que los más que han escrito de América los separen en naciones distintas.

Otra tesis no menos discutible, aunque no tan nueva, pues ya en ella hizo alarde de ingenio D. Juan Ignacio de Armas4, sirve al Sr. Dominguez para declararse en disidencia con todos los historiadores   —511→   de América, ya que sin excepción admitieron y contaron que los naturales eran antropófagos, al tiempo de la conquista. Piensa que por mala interpretación de la carta primera en que daba Cristóbal Colón noticia de su descubrimiento, se tradujo en Roma la frase castellana comer carne viva por la latina carne humana vescuntur; de aquí arranca, á su parecer, la idea y aun la estimación arreglada á su modo por el P. Fr. Bartolomé de las Casas, del canibalismo, invención repetida por los conquistadores y los misioneros para justificar la esclavitud de los naturales y la crueldad indecible con que fueron tratados, y declara no mantener su apreciación en defensa de los indios, sino por honra de la naturaleza humana, no tan mala como en la ficción de los poetas se quiere pintar. Que los indios salvajes fueran crueles; que arrancaran á pedazos las carnes de sus enemigos y las quemaran, no niega; pero que las comieran, le parece falsedad despreciable propalada por motivos de interés. No ha encontrado quien asegure, con buena fe, que vió comerla: en los libros trasladados no lo dicen Ulrico Schmidt ni Cabeza de Vaca: no hay autor que lo afirme, aunque ninguno deje de repetir el cuento. Recházalo por tanto en absoluto, proponiéndose examinar con detención la materia en obra histórica que tiene entre manos.

Siento no participar de tan benévolo juicio; precisamente porque á pesar de las dudas y observaciones del Barón de Humboldt y de Washington Irving doy crédito á los testigos de vista, opuse al escrito citado del Sr. Armas algunas razones que me parecen persuasivas5.

Esto no es óbice para la estimación que merece la obra del Sr. D. Luis L. Domínguez, acreedor al reconocimiento de la Academia por su delicado obsequio.

Madrid, 6 de Noviembre de 1891.





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