—104→
El 15 de noviembre de 1723 se vio que la media naranja del Altar Mayor, por el gran peso de la madera y materiales producía goteras continuas, por lo cual hubo de ordenarse que así que calmara el tiempo, se quitara todo el peso de tejas, maderas y se cubra con azulejos. Se compuso la sacristía, el cuarto que cae a la capilla de San Ildefonso, el cuarto que servía de Bautisterio, y a la torre de entrada «en el trámite de la Capilla del Sagrario se hizo un caracol de cal y canto para que sirva de entrada a la torre»
. Al mismo tiempo se encargó al Mayordomo tenga cuidado del enladrillado de la iglesia83.
No pasaron desadvertidos por la Catedral los obispos Diego Ladrón de Guevara y Luis Francisco Romero, pues si el primero fundó la fiesta de Santa Liberata, el segundo fundó la fiesta de San Justo y San Pastor con un costoso tabernáculo en donde los colocó a los dos niños santos en bulto con un velo de damasco carmesí con cuchillaje fino y tres frontales: el uno de tela carmesí y los otros de damasco morado y negro, y un frontal de bastidor pintado y una alfombra. Este señor Obispo no sólo dio cuantiosas limosnas a las Carmelitas de Latacunga, sino que obsequió a la Iglesia Catedral un sitial que lo mandó hacer con una imagen de Nuestra Señora de la Concepción que sirve de espaldar; el asiento y espaldar son todo dorado y forrado en terciopelo carmesí y guarnecido con cuchillaje fino. Los asientos de los señores prebendados y capellanes guardaban relación con el sitial. Todo el coro estaba adornado de distintos santos y en el medio su facistol y sus dos órganos corrientes. Estos órganos fueron aderezados, por necesitar reparo, el 19 de abril de 1687 en que el Cabildo ordenó a don Francisco Mogollón acuda a don Francisco Narváez con ochenta pesos de a ocho reales84.
Aunque la capilla del Sagrario se había levantado con el exclusivo fin de trasladar a esa iglesia la Cofradía del Santísimo Sacramento fundada en la Catedral el año de 1544 era, como cabeza de parroquia principal, el lugar donde se bautizaba la mayor parte de la gente de Quito, y así considerada por los canónigos, su bautisterio era la oficina principal del despacho parroquial. No nos admiremos, pues, la preocupación que tenían los prebendados por dotar a la iglesia parroquial de un bautisterio digno de la primera —105→ parroquia de la ciudad. Pero no le tocó la suerte en ésta como en otras cosas, de ver realizada la tarea con los simples buenos deseos, por más que estos apareciesen llenos de fuerza como para poder vencer los más formidables obstáculos. Escrito estaba que el Bautisterio no se llevaría a buen término sino pasados años y eso gracias a intervención extraña y al noble desprendimiento del doctor don Miguel del Corral y Bobadilla, cura rector de la parroquia el año de 1769, es decir 32 años después de dictada la providencia respectiva para la edificación del Bautisterio85.
El 19 de setiembre de 1738 moría, a la edad de 77 años, don Pedro de Zumárraga, uno de los más notables personajes de la vida quiteña en los tiempos virreinales. Era natural de Lima, vino con el obispo Andrade y Figueroa y fue vicario general del mismo y de los que a él le sucedieron hasta don Andrés de Paredes y Armendáriz, dos veces vicario capitular en sede vacante y, según González Suárez, contribuyó con ricos dones al mayor esplendor del culto divino. Este deán dio dos enormes candeleros de plata que existieron hasta 1870 y a él se deben las estatuas de Santa Rosa de Lima y la de Nuestra Señora de los Dolores, una de las más preciosas que hay actualmente en la Catedral. Débese también el altar y el culto de la Virgen de los Dolores.
El 13 de agosto de 1749 designaban al señor Gregorio León, superintendente de la Cofradía de San Pedro para que rija y gobierne como mejor le parezca, refaccionando el Tabernáculo y lo de más que incumbe al establecimiento del culto y devoción y nombraban al doctor Antonio Viteri para que recoja los ornamentos de la capilla de Santa Ana que tienen los albaceas del doctor Miguel Máximo Lovera, como diputado superintendente de la dicha capilla86.
El año siguiente de 1750 consagró la campana grande de 70 quintales el obispo don Andrés Paredes de Armendáriz y en ese mismo año, siendo colector el Marqués de Villa Orellana se refaccionó la torre y se puso el San Pedro de piedra pómez en el remate de la misma.
Con todo, la Catedral estaba en decadencia. Había en Quito templos magníficos, pero sólo la iglesia que debía dar el ejemplo de magnificencia estaba pobre, su templo era oscuro, desaliñado y sin elegancia ni hermosura. Los canónigos aprovecharon del viaje a España y a Roma del cura de Cotocollao doctor don Tomás Jijón,
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el 29 de octubre de 1751, a quien se le dieron las siguientes instrucciones: «Que ante Su Magestad (que Dios guarde) pida algún socorro o aplicación de noveno o vacante de obispado para el reparo de esta Santa Iglesia y su sacristía, que jamás han tenido socorro alguno, para cuyo efecto se hará justificación de la decadencia en que está la iglesia y se la entregará»
. Pero nada sacó de este expediente y la iglesia siguió con el mismo ritmo hasta que vino el terremoto del año 1755, que fue uno de los más fuertes que sufrió la ciudad, y que obligó nada menos a abandonar la iglesia y acampar en media plaza, celebrando los actos divinos en una capilla improvisada. Oigamos a los mismos canónigos que dejaron consignadas sus quejas por escrito en las Actas del Cabildo.
En 1755 sobrevino a la ciudad de Quito un terremoto que la asoló. Desde 1740 se venían sucediendo los temblores intermitentemente hasta el 26 de abril de 1755 en que se sintió un terremoto muy fuerte; pero el del 28 fue el más terrible de todos: las iglesias todas quedaron arruinadas, las casas de los particulares quedaron deshabitadas e inhabitables, sus propietarios huyeron y vivieron en chozas improvisadas en colinas y llanuras para guarecerse de las lluvias de la estación. La soberbia cúpula levantada por José Jaime Ortiz sobre 4 arcos torales de la Merced había caído, las torres de la iglesia de los jesuitas, la de San Francisco y de San Agustín y en la plaza mayor se dejaba ver una cabaña provisional en donde los canónigos celebraban los divinos oficios por el estado de completa ruina en que había quedado la Iglesia Catedral. La iglesia de Santa Catalina quedó en total ruina tanto que en reedificarla gastó todo su sueldo el presidente Selva Alegre; pues no sólo la reedificó sino la hermoseó levantando una grandiosa cúpula que se conservó hasta 1859 en que un nuevo terremoto la destruyó por completo. Las consecuencias del terremoto de 1755 duraron para la Catedral hasta cerca de cuarenta años más tarde, como que el obispo Madrid por tener que hacer reparaciones en la iglesia dispuso que se trasladaren los oficios divinos de la Iglesia Catedral a la Compañía, como se verificó a fines del año 1793.
El 25 de mayo de 1755 depositaron al Santísimo Sacramento en la Capilla Mayor levantada, como por encanto, entre las ruinas gracias a las limosnas de los fieles y de algunas personas piadosas y de los fondos propios de la misma Iglesia.
Los canónigos enviaron como diputados al doctor don Enrique Coronel de Mora y a don José Jacinto de Cáceres a la Real Audiencia para que recaben el consentimiento y se asigne el ámbito y sitio que la Catedral necesita en la plaza mayor. Esta construcción duró mucho tiempo, pues el 20 de agosto se reunieron en Cabildo en una de las naves de la iglesia y resolvieron desampararla y que con los 1.000 pesos que dio el Colector por una donación del chantre señor Saldaña edificaron una capilla en la plaza mayor87.
—107→Mientras tanto el Rey dirigió al deán y Cabildo de la Catedral una Cédula del Buen Retiro fechada el 8 de abril de 1756. En ella se refiere a la carta que le dirigiera el Cabildo catedralicio de la ciudad, poniéndole en autos de lo ocurrido con el terremoto y de los daños sufridos en la Catedral, de la cual el Rey era el patrono. —108→ En ella pide el Rey noticias más exactas de los daños sufridos, noticias que han de venir de personas prudentes que han de tasar los perjuicios sufridos, los reparos y obras que se necesite hacer. He aquí la Cédula Real:
—109→
El 7 de setiembre de 1756 se dirigieron los canónigos al obispo Juan Nieto Polo del Águila en demanda de pronto remedio al mal que padecían88 y el 17 de Setiembre decretaron que se bajen y se pongan a buen recaudo los retablos de San Ildefonso porque la bóveda había quedado totalmente rasgada89.
Cumpliendo la exigencia del Rey y la voluntad de los canónigos de ver cuanto antes la Catedral restaurada, habían elevado la información exigida en junio de 1756 por medio del órgano regular que era la Real Audiencia. Mas cumplidas todas las formalidades del caso, menos una, no había modos de despachar la tal información, pasando días y días sin hacerlo. Don Gregorio Ignacio Hurtado de Mendoza y Zapata, oidor de la Real Audiencia, era el que, como fiscal sustituto, debía dar la vista ordenada por la Audiencia, para que pase la información al Rey, pero ni las representaciones del tesorero, doctor don Agustín Zambrano, ni la interposición del señor Obispo, ni los valimientos del Marqués de Solanda, presidente que fue de la Real Audiencia fueron capaces de mover la atención del Fiscal. De esto había pasado un año hasta que el prebendado don José Jacinto de Cáceres lanzó este escrito que no le ha de haber sabido a mieles al Fiscal, ni a la Audiencia.
He aquí el escrito:
* * *
Los años de 1758 a 1792 fueron de relativa calma en medio de tanta calamidad como la que había venido a la Catedral desamparada de toda ayuda. En esos años sólo anotamos tres obras con las que enriqueció la débil y exhausta caja de los tesoros de la Iglesia. El 17 de mayo de 1768 se ordenó hacer una custodia nueva mejor que la que había. El 5 de abril de 1791 se le dieron las gracias al señor doctor don Miguel Aguilar por un cerco de plata que costó más de 800 pesos para el nicho del Señor de la Columna que estaba en el arco toral. Y el 20 de octubre del mismo año se hace un frontal de espejos comprando cuatro lunas y destruyendo un brasero de plata que no servía para nada90.
En 1785 se hizo un nuevo inventario de las pertenencias diversas de la Iglesia, que reproducimos al pie. En ese inventario se —111→ anotan la custodia grande que estaba dentro del Sagrario y que trabajaron el maestro Piscina con el maestro Adrián y que todavía se conserva hasta hoy, las mejoras introducidas en el Altar Mayor y las lámparas que adornaban la iglesia, una descripción del púlpito que se diferencia un poco del actual. Los altares han variado un poco y se han aumentado dos. Son ahora veinticinco en vez de los 23 de 170891.
—112→En julio de 1793 estaba ya en Quito el nuevo Obispo sucesor del ilustrísimo señor Calama. Era nativo de la ciudad. Apenas llegado a Quito acometió la obra de construir la Catedral de nuevo recordando —113→ su administración de obispo de Cartagena, en donde hermoseó de veras la Iglesia Catedral con un púlpito de mármol, y la embaldosó con jaspe traído de Génova y la enriqueció con alhajas de oro y plata. Quería que su patria tenga una catedral como el mejor de los templos de la ciudad. Trasladose la Catedral a la iglesia de la Compañía que había permanecido cerrada desde la expulsión de los jesuitas, y comenzó la obra con gran entusiasmo utilizando los 20.000 pesos dejados por el señor obispo don Pedro Ponce y Carrasco para los lazarinos92; mas cuando estaba empeñado en la obra falleció casi repentinamente el miércoles 4 de junio de 1794.
Sin embargo las tareas no se interrumpieron antes bien, continuaron con todo entusiasmo. Para eso la sesión del 7 de enero de 1794 el señor obispo había mandado que el Venerable Cabildo —114→ acuerde sobre las alhajas que pueden invertirse en las muchas obras que hay que hacer para el servicio de la misma iglesia93.
Por este tiempo, 17 de febrero de 1780, el Marqués de Miraflores dolido, más que muchos, por la falta de una mampara que les resguarde de las inclemencias de la calle y dé un poco de recogimiento a la gente devota que se congregaba en la Catedral a rezar, se le ocurrió dirigirse al Cabildo en demanda de 1.500 pesos para atender a esa necesidad, mas el Cabildo le contestó que no, no obstante las razones de peso que diera en su solicitud.
El 11 de junio de 1794, viéndose el Cabildo huérfano y desamparado por la muerte del señor De la Madrid como vicepatrono real para la mejora, reparo y adornos de la santa Iglesia Catedral eligió al muy ilustre presidente de la Real Audiencia don Luis Muñoz de Guzmán y diputaron al señor Deán y al Chantre para que le comuniquen. El señor De Guzmán accedió al nombramiento y así contestó al Cabildo el 27 de junio94.
Y como colector de rentas decimales y mayordomo de fábrica —115→ de la iglesia pide sobresueldo porque se había encargado de la refacción de la iglesia se declaró que no había lugar95.
Los trabajos de esa refacción fueron lentamente pero seguros, tanto que los canónigos entusiasmados, el 20 de enero de 1797, facultaron al procurador del Cabildo para que dispusiera de todas las alhajas de oro y plata labrada, se enajenen o reformen previa tasación y el producto de ellas se utilice mejor96.
Año y medio después, o sea el 24 de julio de 1798, viendo los canónigos entusiasmados que la refacción de la iglesia continuaba «con la brevedad, aseo y hermosura»
correspondientes a los esmeros del señor tesorero doctor don Maximiliano Coronel y habiendo leído su voto que contiene puntos relativos a la obra, conferenciaron entre ellos sobre el enlozado del pavimento, el dorado de los altares, la fábrica del coro y todo lo demás conducente al feliz término de la Catedral, a fin de conseguir el más pronto traslado a su propia iglesia y celebrar los oficios divinos sin la incomodidad que experimentan en la Vicecatedral que ocupan interinamente, acordaron que para coadyuvar a los buenos deseos que manifiesta el señor «Tesorero se le diese, como se le dá, especial comisión para que continúe en dirigir y perfeccionar la obra de dha iglesia Cat. poniendo en movimiento a los oficiales que trabajan en ella, y cuidando con su asistencia de la más pronta conclusión, sin que esto perjudique al mayor decoro, magnificencia y hermosura de la obra, para lo cual se acordó también en esta junta que en consecuencia de otra Acta Capitular, que se tuvo presente en que este Cabildo puso bajo la dirección del actual Sr. Presidente todo el método y plan de dicha obra, el dho Sr. Tesorero en todo lo que obrase y dispusiese vaya siempre de acuerdo y dirección del Sr. Presidente a quien se pasará noticia de esta Acta para su inteligencia y en caso de que discordasen en las ideas o gustos de dha obra se tendrá nueva conferencia en este Cabildo para deliberar lo que parezen a los señores, procediendo en esto y en todo lo demás dho Sr. Tesorero con dictamen y acuerdo del Sr. Presidente. Y se le darán los testimonios que pide del voto particular que se ha leído insertándose el original en el Libro Capitular según subsiste. Y así lo proveyeron, mandaron y firmaron de que doy fe»
.
Don Juan Estanislao de Guzmán
Secretario Capitular
El voto escrito del señor tesorero don Maximiliano Coronel es el siguiente:
Primero: que se conformaba con los votos que eran favorables a la conclusión de la obra y en hermosura y adorno para salir de las graves incomodidades de la Vice Catedral y del continuo trabajo de transportar a ella ornamentos, muebles y utensilios con ajamiento, ruina y detrimento de ellos. —116→Que siendo como es evidente y notorio no sólo el ningún adelantamiento que ha logrado el edificio de ntra. Iglesia en los seis años que han corrido sino también el quebranto en sus capillas, cimborios, bóvedas, sacristías y aposentos en cuyos reparos se ha consumido mucha plata y aún se está consumiendo sin cesar, para cortar el paso de las aguas y corrupción de muebles como la que se halló en meses pasados y de que con buenos documentos tiene dada cuenta el Tesorero a su Magestad, el Supremo Consejo y al dho Sr. Virrey. Que siendo así mismo evidente el progreso de la obra en los cinco meses que se ha encargado el Tesorero sino por su oficio al menos por el abandono de la obra la ocasionaba, por ser ella una como acción popular e importante al bien público, se ofrece el mismo Tesorero a seguirla sin cobrar un solo centavo. Quito, Julio 24 de 179897. |
El 3 de febrero de 1799 tomó posesión el Barón de Carondelet de la presidencia de la Real Audiencia de Quito. Descendiente de una de las nobles familias belgas, originaria de Bries: llamábase Luis Francisco Héctor de Carondelet; su padre fue Juan Luis Barón de Carondelet y Noyelles, fallecido en 1775 y su madre la señora María Angelina Bernarda Bosoist, vizcondesa de Langle: «principió su carrera militar con el grado de cadete, cuando la expedición de Argel, y en la toma del castillo de Panzacola estuvo de Jefe de la IV División: antes de venir a Quito, había estado desempeñando el importante cargo de Gobernador de la Luisiana, cedida por Francia a España a consecuencia de los tratados ajustados con Carlos III en 1763»
98.
A Carondelet debe la Catedral el hermoso atrio, el arco y el duomo de la puerta principal y la fachada de piedra de la segunda puerta lateral de la iglesia. Fueron, ejecutadas todas estas obras bajo la dirección del coronel Francisco Eugenio Tamariz, el español que volteado a la causa de la emancipación se estableció en Cuenca y llegó a ser ministro de Hacienda.
Como vicepatrono, que era de la Catedral, como presidente de la Real Audiencia y en ausencia del Rey, apenas se hizo cargo de su puesto y viendo a los canónigos afanados en los trabajos de reedificación y restauración, se entregó con toda fuerza a tan gran obra y el 6 de julio de 1799 dirigió un oficio al Cabildo eclesiástico respecto a si se colocaba o no en la puerta principal de la iglesia la portada que se estaba trabajando y habida cuenta de las dificultades y arbitrios propuestos por el Barón, atendiendo a su escasa capacidad e inteligencia en semejantes obras, aplazaron la resolución mientras el colector don Simón Sáenz se informara e informe a los canónigos de cuanto pueda averiguar «acerca de la mayor decencia, seguridad y economía»
sobre el asunto, fuera de que cada cual de los señores canónigos vea y se informe de todo a fin de acordar con Su Señoría Presidente la resolución99.
Más de tres meses se demoró el Cabildo eclesiástico en dar su resolución. Al fin el 16 de octubre se reunió y acordó que en cuanto a la portada, después de haber concurrido Su Señoría Ilustrísima, el señor Presidente, el doctoral Rodríguez Soto y don Simón Sáenz, colector de rentas decimales a reconocer la nueva portada, que se fabrica para la Iglesia Catedral, no resulta inconveniente en el proseguimiento de su fábrica ni en imponerla una vez concluida, pero sólo en el primer cuerpo, tal como está proyectado, pues en lo tocante al segundo cuerpo, por pasar al remate a la altura del tejado, podría considerarse como poco firme, para lo cual cuando vaya a colocarse debe ponerse de modo que se haga de menor estatura o se prevenga de cualquier daño posterior a juicio de peritos en esta clase de obras.
Así se contestó al presidente de la Audiencia y, por lo que está, vemos que el remate no se colocó, prefiriendo dejar así como inconclusa, antes que causar el menor daño. La portada tal como está es uno de los más bellos trozos de arquitectura que tenemos y su ornamentación escultórica es de una frescura única. No parece que fuera ejecutada en piedra, sino en arcilla.
Otros puntos había tratado el Barón de Carondelet en su oficio, tales eran la ejecución de unas andas para sacar la famosísima y rica custodia en procesión en funciones públicas y la fábrica de un nicho para el Señor de la Negación, a fin de que esta imagen se halle colocada a la veneración del pueblo en la Catedral. Para este segundo punto pedía unos marcos de plata, de la inservible que tenía la iglesia.
En cuanto a las andas (evacuado que fue el reparo de que el Sacramento en procesiones y funciones públicas parece debe ser llevado en manos del sacerdote) atenta la razón de que la Catedral debe conformarse con las ceremonias y ritos de la patronal de Sevilla, donde en semejantes casos es llevada en andas y hombros de sacerdotes revestidos la Sagrada Custodia, y no sólo en esta patriarcal sino también en otras muchas iglesias de España y de esta ciudad, se determinó que el prebendado doctor don Francisco Rodríguez Soto quede encargado en que se hagan algunos diseños de andas y se presenten al Cabildo para elegir de ellos el que mejor parezca debe efectuarse. Y que se pongan a disposición del Presidente para la construcción del nicho o camarín referido doscientos marcos de la mucha plata vieja e inservible que tiene la Iglesia Catedral.
Alguna vez dijimos que muchas cosas que constaban en el Inventario se habían desaparecido o perdido. Cuadros y estatuas en cantidades habíanse extraviado. Algunas de estas cosas eran distribuidas entre las parroquias pobres junto con los ornamentos y vestiduras. En los libros de Cabildo hemos encontrado más de una vez esta clase de donaciones. Por ejemplo el 16 de octubre de 1799 el Cabildo, a propósito de la poca decencia de los incensarios, vestiduras y otras cosas llamaba la atención del Tesorero acerca del cuidado que debía tener en esta materia y librar los gastos necesarios para que todo se haga con más decencia. Entonces el señor Obispo —118→ dijo que advertía alguna superabundancia de vestiduras sagradas en nuestra santa iglesia y al mismo tiempo mucha escasez, hasta llegar a indecencia, en algunas parroquias de la diócesis; a lo que el Cabildo acordó que reservando los ornamentos y vestiduras ricas y preciosas, se haga de las ordinarias y de cada color un juego de seis para los días comunes y otro de igual número para los de segunda clase, y que el sobrante que resulte se distribuya y reparta por su Señoría Ilustrísima en lo que alcance al surtido de las parroquias. Y lo mismo, y a propuesta de Su Señoría Ilustrísima, se acordó de una porción de trastos, de cuadros y muebles viejos que antes estaban colocados y servían a la iglesia y ahora (mediante su restauración y mero adorno) no tienen uso alguno100.
Y así se hizo:
El 11 de diciembre de 1799 se ordenaba distribuir a los monasterios e iglesias pobres los ornamentos y otros utensilios de que no hacía ya uso en la Catedral101.
El Vicepatrono estaba en todo lo que atañía al culto de la iglesia. Es así como propuso al Cabildo la construcción de un Monumento de buena talla y de buen gusto, con las debidas proporciones para colocarse en la capilla que se había destinado para el efecto, en el Jueves Santo, cuya obra, como la de la fábrica de esta iglesia dirigía personalmente habiendo manifestado su notorio celo, vigilancia y esmero para la más cumplida perfección y reparos de la Iglesia Catedral de lo que estaba muy reconocido dicho Cabildo. Éste acordó acceder desde luego voluntariamente a dicha propuesta, siempre que a dirección del Presidente se comience y concluya dicho Monumento con la posible brevedad y economía de modo que pueda servir en la próxima Semana Santa102.
Es así como se encargó la ejecución del Monumento que ejecutado por Samaniego aun existe en la Catedral.
Las piezas de que se compone este monumento son las siguientes:
El padre Carlos. San Francisco de Paula
[Lámina XXII]
—119→El monumento se hizo en 1799 a 1800.
* * *
El año de 1802 no se terminaba la reconstrucción de la Catedral, pues el 7 de febrero de aquel año el doctor don Francisco Rodríguez Soto pidió al obispo José Cuero y Caicedo nuevamente 6.000 pesos para continuar la obra de la iglesia y el Cabildo, a quien le manda el oficio el Obispo para que provea lo que es de justicia, dice: «... que en modo alguno se le diese libramiento mientras esté pendiente juicio de cuentas en el Tribunal de la Rl. Audiencia por los bienes del Ilmo. Sr. Obispo difunto. Estuvieron en contra los señores Doctoral, Penitenciario y Dr. Anda»
103.
Luego el 30 de abril el obispo señor Cuero hizo conocer un oficio del señor presidente Barón de Carondelet junto con una razón de los señores ministros de la Real Hacienda acerca del inventario de los expolios del obispo Ponce y Carrasco para que se sacaran a remate las alhajas que constan en dicha razón, por la urgente necesidad que hay de dinero para la continuación de la obra de esta catedral previa la correspondiente tasación. El Cabildo desde luego accedió voluntariamente a dicha propuesta, de modo que toda la cantidad que produjese la venta sea para que se invierta tan solamente en la fábrica de la portada de la iglesia. Advirtieron, eso sí: que dicho dinero no se entregue al doctor don Francisco Rodríguez Soto «ratificando el acta celebrada el día cinco de febrero»
para que no entrasen a su poder los últimos seis mil pesos que pedía por oficio dicho señor por las razones que tiene expuestas. Pidieron que quedara testimonio, tanto del oficio del Presidente como de la razón de los oficiales reales en el Libro Capitular para que en todos tiempos conste. Y con el testimonio del acta contestósele al Obispo para su inteligencia y gobierno con la devolución del oficio y la razón.
En este estado aclararon los señores que componían la mayoría con que se tenía el acuerdo «que sus señorías llanamente venían en que se vendan dichas alhajas y el dinero se invierta en la obra de la iglesia manejándose por el sujeto que quiera el Señor Presidente y solamente el Deán expresó que dho dinero no se entregue al Sr. Rodríguez Soto consecuente con la protesta que tiene hecha en el cabildo del día cinco de febrero del presente año»
104.
Al fin se concluyeron las reparaciones y obras nuevas en la Catedral. El año de 1807 se terminó el pretil, el atrio y el domo, —120→ de modo que no lo vio concluido quien tanto se empeñó en ello, pues Carondelet murió, casi repentinamente, el 10 de agosto de 1806. Lo único de valor en la nueva son las dos fachadas y la puerta de entrada a la Sacristía, pues la segunda puerta lateral no vale ni como escultura, ni como arquitectura. Además el Tránsito de la Virgen fue colocado en el testero del presbiterio, y arreglado convenientemente con las esculturas que hizo el indio Manuel Chili (a) Caspicara. Este indio debió trabajar en equipo con todos sus oficiales porque el trabajo es desigual. Sólo las cuatro estatuas de la Fe, la Esperanza, la Caridad y la Fortaleza son de él, las demás son de sus oficiales. Pertenecen a esta segunda época de la vida de la iglesia los cuadros pintados sobre pasajes del Nuevo Testamento por Samaniego para decorar las enjutas de los arcos.
En la clave del arco toral está Moisés con las tablas de la Ley y un ángel tocando la trompeta y en las naves: en la del Setentrión el Lavatorio de pies, la Curación del paralítico, la Curación del ciego de nacimiento, el Buen Samaritano, la Tentación del enemigo, la Huida a Egipto, el Sacrificio de Abraham. Al mediodía, la Cena, la Resurrección de Lázaro, Serenando las aguas del mar, La parábola del Buen Pastor, la Jornada de Nuestra Señora y San José, y La Magdalena. Son pintados sobre la pared, al óleo y se conservan en buen estado, menos uno: el de la Magdalena, que está en mal estado. También en el arco de la nave que está al lado del Evangelio, se ha pintado el Misterio de la Resurrección y en el arco que le sigue estaba la Visión del Apocalipsis, hoy borrada. Y en el lado de la Epístola junto a la Sacristía una ciudad destruyéndose con agua y fuego, hoy borrada, y en el otro arco, la Ascensión del Señor.
De las esculturas en piedra no se conoce el autor, ni del que hizo los remates de las pilastras del pretil, y sin embargo no hay trozos más hermosos que la teoría de cabecitas de querubines, los dos mascarones que ornamentan las pilastras y las cuatro flores estilizadas que las decoran de una frescura sin igual. Otro tanto podemos decir de los paneles que adornan las pilastras de la puerta lateral. También la entrada a la Sacristía es magnífica. La decoración renacentista está muy bien representada en la riqueza de las dos pilastras que sostienen a la Virgen que se encuentra sentada en una especie de nicho colocado encima de la puerta mientras las tres personas que representan a la Trinidad coronan ese trozo bellísimo de arquitectura.
Veamos cómo quedó el Presbiterio con las reformas. Las variantes pueden compararse con la disposición del retablo en los inventarios anteriores.
El inventario del cual copiamos o más bien extractamos esto, es del año 1822: muy minucioso en las descripciones. Nosotros hemos omitido, o más bien, pasado por alto esas descripciones cuando no son del caso hacerlas conocer de los lectores, quienes se contentarán con saber la existencia de las cosas y saber que existe un documento extenso al cual nos referimos para el caso que desearen tener más noticias.
Veamos, ahora, la descripción de la parte exterior y del interior de la Catedral.
Lo imperdonable es que el coro, que subsistió hasta 1889 fue desbaratado y transportado al presbiterio. He aquí su descripción conforme al inventario de 1822.
* * *
Vamos a ver ahora el estado en el que quedaron las capillas para compararlas con el estado a que están reducidas hoy. Es indudable que ellas están desmedradas. Todo el lujo que había puesto la devoción de los quiteños para comunicar aún a la mera representación exterior, respeto y veneración por todo lo sagrado, se ve sustituido ahora por el mayor descuido. Mientras las iglesias pertenecientes a comunidades religiosas han mejorado notablemente, la Catedral ha sido saqueada inmisericordemente. Lo peor es que nadie da razón de tanta pérdida. Los inventarios se practican poniendo lo que se ve sin dar de baja por alguna razón o motivo, las cosas que faltan. Se ve por el inventario del año 1822. Se diría que con la libertad conquistada por los patriotas del año 9 cundió el descuido para cuidar los tesoros de arte que guardaba la Catedral. Hoy los conventos de religiosos fundan museos para exhibir las cosas que se tenían amontonadas o desparramadas por los desvanes u ocultos en algún cuarto oscuro para ser pasto de la polilla o comida de los ratones. Mientras el que debió ser el primer templo de la Nación no es ni la sombra de lo que fue.
Principiemos por la capilla de Ánimas. «Tiene 24 varas 1/3 x 5 2/3 de ancho. 3 medias naranjas y está enladrillado. Para subir al Presbiterio tiene tres gradas de piedra. El altar mayor es dorado sobre coral. Su altura desde el tabernáculo 8 varas y 1/6 y su ancho 5¾. Al medio en nicho y dentro de él la Virgen de los Dolores, primorosa escultura de 2 varas de altura. A los lados del tabernáculo están sobre pilares 6 espejos; los 4 de a 1/3 y ¼ de ancho en moldura de cristal con sisa de oro en campo de coral, los dos en forma de corazón con grabado al medio. También 8 espejos de 1/3 en forma de corazón. Tenía multitud de alhajas finas. Una rejilla a cuyo medio está un espejo de 1/3 de alto y ¼ de ancho, en cuyo ámbito están grabadas todas las insignias de la pasión, tiene copete de plata y, en sus dos lados, se halla de este mismo metal
—127→
labrada rejilla conteniendo en nada uno de ellos más de 2/3 en semicírculo con cuatro lucernas: la una de N. Sra. de Dolores, la otra de S. Juan Nepomucano, la otra de N. S. Jesucristo después de descender de la cruz que está en los brazos de la Virgen y la otra de Sto. Domingo recibiendo el rosario de manos del Niño Jesús que se halla en brazos de su Madre Santísima; tiene seis candilejas de fierro. Toda la rejilla es de filigrana fijada en tabla dada de coral. Lo dió el Dr. Juan Estanislao de Guzmán.
A los lados 2 lienzos de ánimas, arriba la Sma. Trinidad y en el izquierdo S. Miguel.
Sobre el nicho de Dolores están las imágenes de Jesucristo descendido de la Cruz a los brazos de su madre, ambas de una pieza, la de San Juan mostrando a la Magdalena la llaga de la mano izquierda. Todas cuatro imágenes están sobre una tabla pero todas ellas son asi en escultura como en el encarne de tan exquisito primor que apenas se podrá encontrar cosa semejante en todo el orbe.
Una N. S. en el misterio de la Asunción con 4 ángeles. En lo inferior de dos columnas colaterales 2 ángeles de más de vara. A los lados dos nichos con Jesús, María y José y San Joaquín, Santa Ana y la Niña María con alas y cerco de plata.
Al pie de estos nichos un par de espejos de corazón de 2/3 de alto. En la copa del nicho central un ángel que le lleva la cauda de ¾; 4 espejos en forma de corazón a la chinesca, sirven de mariolas; 1 par de águilas de madera pintada.
En un nicho bajo de cristal un Niño Dios de pie, vestido.
El piso del Presbiterio cubre una estera.
Al lado derecho de la pared un lienzo de cinco varas y cuarta y de ancho 4 varas representa Jesucristo en el Calvario, María Santísima, San Juan y Sta. María Magdalena. Es hechura antigua como también la moldura. Otro lienzo al lado izquierdo de 3 varas de alto y 2 de ancho. María Santísima en el misterio de su Inmaculada Concepción.
Al lado izquierdo un altar antiguamente dorado cuyo tabernáculo tiene 8 varas 2/3 de alto y 7 de ancho. Al medio un nicho con una imagen de San Antonio Abad de 1½ vara, a la izquierda San Nicolás Tolentino de 1 vara de alto. Encima otro nicho con una imagen de N. S. del Carmen de 1 1/3, al lado derecho un ángel de la Guarda de 1¼ y otra de San Estanislao de ½ vara. A la izquierda San Bruno de 1 vara de alto. Otra de Santa Rita de Casia de 1 1/4. En la eminencia un cuadro que representa el Ecce Homo en moldura dorada
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Al lado derecho una mesa de 10 varas de largo, vara de ancho, sobre ella diez cajones para que guarden sus hábitos los señores.
En parte elevada un coro de seis varas de largo, 3 2/3 de ancho y su piso enladrillado sobre tablas y vigas. Tiene un órgano dorado en campo de coral y dos copetes. Delante del piso una valla con 22 varandas labradas y pintadas. Para subir hay 15 escalas las 5 de piedra y las 10 de tablazón».
La capilla de San Pedro, «tiene 7¾ varas de ancho y 3 de
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largo, enladrillada y se halla cubierta con una bóveda ovalada. Un tabernáculo de madera pintada, 8 varas de alto y 7 ¾ de ancho. En el nicho S. Pedro sentado en una silla de terciopelo viejo, de 2 varas de alto.
La mesa del altar tiene 7 varas ¾, el frontal de madera, 3 2/3 de largo. Tiene tres efigies San Pedro, San Pablo y San Andrés. A sus lados dos puertas labradas y doradas. Sobre dichas puertas dos tiaras con 4 niños que las sostienen.
Un frontal de espejos de seis órdenes, en los labrados dos corazones y en los cuatro restantes, las efigies de santos de la Compañía de Jesús y un San Antonio de Padua. Al contorno de dichos seis órdenes, 72 espejitos, en los dos costados dos espejos angostos pero tan largos como los grandes. El frontal es 4½ de largo.
El piso es enladrillado y sus extremos de piedra»
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La capilla de Santa Ana, «tiene 2 varas y 5/6 x 7 y 5/6 de ancho fuera de la tarima del altar cubierta de bóveda oval.
Retablo de 9¾ de alto y 7 varas y 5/6 de ancho. En él están las estatuas de Santa Ana, la Niña María y el Niño Jesús en el nicho central, vestidos y una rejilla nueva de plata de 27/2 varas y 1/3 de alto. En el tabernáculo hay 6 espejos de 1 vara de alto y 2/3 de ancho. A los lados sentados en un cajón de palo, S. José y S. Joaquín de 1¼ vara. Sobre el nicho de N. Sra. el Padre Eterno y más arriba se ve los Padres de Sta. Ana de 1 1/4 vara y en los nichos de los lados San Juan Evangelista y San Juan Bautista de 1½ de alto. Termina el retablo con una cruz con dos ángeles hincados.
Un frontal de chapas de plata y grabadas las imágenes de San Joaquín, Sta. Ana y la Niña María y a los lados, doce imágenes grabadas del Salvador, María Stma. y varios santos y el escudo de armas del Mayordomo de la Cofradía que según consta de una instrucción finalizó la hechura del tabernáculo con toda la capilla en 12 de Agosto de 1682 Francisco Cárdenas Pbro. (70 marcos o sean 8 arrobas 22 lb.)
Sobre el altar un Sagrario de madera dorada de 1 vara de alto y 2/3 de ancho con dos puertas corredizas en figura oval. En el respaldo se miran dos espejos unidos por medio de una tira así mismo de espejos labrados en sus extremos. Al lado derecho un círculo que lo cubre un cristal y dentro una estampa de Sta. Elena con cuatro agnus en cruz, bajo de este cuadro pequeño cubierto de espejos y dentro un agnus representando el misterio de la Encarnación. Al izquierdo un círculo pequeño cubierto de cristal y dentro siete agnus, bajo de este un cuadro pequeño cubierto de cristal y dentro un agnus en que está grabada la Purísima.
Una caja forrada de terciopelo carmesí con mosquetero de oro viejo. Tiene 1¼ de largo, 2/3 de ancho y una tercia de alto, donde se guardan algunas curiosidades, por ejemplo un mantel de Castilla de 4 varas ¾ de largo con 22 órdenes de Calvarios y un Niño dormido de más de tercia con potencias de plata.
En la misma arca una arquita de plata con el peso de diez onzas cubierta con un cristal y dentro se halla un colchoncito que
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estuvo debajo del pie de Santa Ana, que se conserva con veneración en esta santa Iglesia y en la de San Siriaco, según lo expresa la auténtica de mil seiscientos que se halla unida al mismo colchoncito por medio de una cinta, rosada.
En la capilla se encuentran los siguientes cuadros: de 4 x 4¼ en cuya eminencia se ve el Misterio de la Sma. Trinidad y al contorno tres cuartas de ancho y en su campo 19 efigies de Patriarcas y Profetas. En un semicírculo S. Juan Evangelista y cinco imágenes pintadas como las anteriores.
Otro del mismo tenor que significa el Desposorio de la Virgen y al contorno figuras de la Ley antigua.
En la pared del Setentrión un lienzo de vara y cuarta con Santa Ana, San Joaquín y la Niña María».
La capilla de San Ildefonso, «tiene 13½ varas x 10 con bóveda octogonal, ocupa el medio de la Capilla y la otra mitad otra semejante a la anterior apoyada sobre arcos.
Un tabernáculo dorado 8½ x 8. En la mitad un lienzo de Nuestra Señora de la Alegría de vara y cuarta por ¾ y a sus lados dos lienzos, uno de San Miguel de 2 varas de alto y otro del Angel de la Guarda. Corona el Tabernáculo un cuadro con marco de vara y 3/4 que representan a la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso y dos ángeles a los lados y San Ildefonso arrodillado. Termina este Tabernáculo con un copete de una cruz a la que sirve de peaña un serafín y a los lados dos ángeles sentados, de media vara.
En la pared del Oriente un tabernáculo de 6 varas ½ x 5 ¾, al medio un nicho de 2 varas ¾ x 2 y dentro una hermosa imagen de San José de 1 vara 2/3. A los lados dos nichos. Sobre el tabernáculo se ve una efigie de la Inmaculada Concepción en tabla en un nicho apoyado en dos pilares torneados y a su lado las efigies de San Gregorio y San Ambrosio.
En la pared del Occidente otro tabernáculo consagrado a San Juan Nepomuceno de 1 2/3 de alto. A sus lados dos nichos con las imágenes de San Simón Apóstol y San Francisco Xavier de 2 varas de alto. En la eminencia del Tabernáculo un semicírculo, en el medio un nicho y dentro una imagen de San Ignacio de Loyola de vara y cuarta. A sus lados dos lienzos de San Juan Evangelista y de la Degollación de San Juan Bautista de una vara de alto y ¾ de ancho, sirviéndoles de moldura el mismo tabernáculo. Al pie de ésta un cajón con dos puertas corredizas y pintado un ángel en ademán de llorar. Sobre él seis cornucopias de palo dorado con candilejas de fierro. Dentro, Nuestra Señora de la Soledad.
Dos puertas, una la de Oriente, da entrada a la casa de los sacristanes mayores, la de Occidente da paso a la Sacristía de los Prebendados.
Un nicho dorado con puertas que se dió a la Capilla del Robo».
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Ahora vengamos a la torre. «Tiene ésta la altura de 33 varas, su anchura en los lados de Oriente y Occidente de 9; Setentrión y Mediodía 9 y ¼, su grosor de 1 2/3. En los cuatro ángulos
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hay 4 chapiteles cada uno de 2 1/3 varas. La copa de esta torre tiene 6 1/3 varas en figura piramidal, sobre ella la imagen de San Pedro de 3 varas de alto. Es de piedra. Está la copa cubierta de ladrillos verdes y blancos. Toda ella es de cal y ladrillo menos la pared que mira al Setentrión, tiene piedra sillar hasta la mitad de su altura. Lo interior tiene tres descansos: el primero en forma de bóveda con la superficie enladrillada. Junto a la pared del Setentrión tiene una escalera con 22 escalas de madera. El segundo descanso enladrillado sobre vigones robustos. Una puerta que da paso para salir a la media naranja del Bautisterio del Sagrario y de allí a todas las demás capillas de esta Santa Iglesia; y solo desde la mitad de la pared de la iglesia que está al Mediodía hay un conducto dentro de la misma pared por el cual se sale a las medianas de S. Ildefonso, altar mayor y a las que están tras él como también a las de las sacristías y a un caracolillo del que se hablará en su lugar.
Sobre este segundo descanso a cosa de 4 dedos más arriba de lo enladrillado se ven cuatro barretones para fortalecer las paredes de la torre. A este segundo, descanso se sube por una escalera pegada a la pared del Mediodía de 21 escalones.
El tercer descanso está enladrillado sobre vigas robustas. A él se sube por una escalera de 19 escalones»
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La Sacristía de los Prebendados, «tiene 14½ varas x 10 y está abovedada con dos medias naranjas, ambas en figura de octángulo que cubren toda la pieza. La una de ellas está al Setentrión, su cúpula que tiene seis ventanas y apoyada en 4 arcos. La otra igualmente.
Una pileta para lavarse las manos.
Dos ventanas dan luz suficiente a la pieza.
Una mesa con tres alacenas y sobre dicha mesa un tabernáculo de madera dorada de 5 varas por cuatro de ancho, en medio un nicho de tres cuartas de alto y más de tercia de ancho. Dentro las imágenes siguientes: Jesucristo en la Cruz (marfil), María Santísima, Jesucristo descendido a los brazos de María. Cúbrele un cristal todo este conjunto.
Otro nicho que en su copete tiene una imagen de la Resurrección esculpido en la tabla de dicho copete. A los lados un grabado con 21 divisiones de 1¼ x ½ en que se muestran algunas reliquias. En lo eminente San Jerónimo sobre lienzo de dos varas y vara y cuarta de ancho muy antiguo. Al pie del Tabernáculo un espejo. Bajo los dos grabados hay dos especies de urnas. En el interior hay en la una la imagen de María Santísima cosiendo y la otra San José con el Niño Jesús. A los extremos de la mesa hay dos lienzos uno del Salvador y otro de Nuestra Señora y San Pablo. Al pie de estos cuadros otras tantas alacenas. Hay otras alacenas y encima otras tantas efigies de apóstoles de la misma medida de San Pedro y San Pablo. Siguen los lienzos de los apóstoles hasta completar los doce.