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Cuatro pesquisas lorquianas1

Daniel Eisenberg


Florida State University

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ArribaAbajoLa matrícula de Columbia University

Es un hecho generalmente conocido que cuando Lorca estaba en Nueva York, se matriculó como alumno en Columbia University. Entre los documentos académicos de esta universidad están conservados los que detallan la breve temporada estudiantil de Lorca en ella, y gracias a la amabilidad del Registrar (secretario general) Charles P. Hurd y del Sr. Andrew N. Greenwald, en 1973 Assistant Manager de la Records Division, Office of the Registrar, hemos podido consultar estos documentos.

Ellos llevan los números 50-6708 y 50-6709, y ahora han sido fotografiados y se encuentran en microfilme. Son fichas con la letra de Lorca, de forma algo distinta, que él llenó al momento de matricularse. La primera lleva la fecha «July 5, 1929», y es la matrícula de la sesión de verano de 1929. Lorca escribió su nombre «G. Lorca, Federico», y otra mano ha tachado la «G» y añadido «García». Da como señas «Furnald Hall-Columbia University». Se matriculó en la clase English VI, una clase de dos créditos, y recibió la nota de «NC» (no credit).

La descripción de esta clase, tomada del boletín de la escuela de verano, es la siguiente:

English s VI - English for Beginners. Credit X. [Ninguno.] 2 points. Miss Amy I. Shaw. 11:30 [-12:30, todos los días], Room 503 Journalism [Building.] A course for educated foreigners who have practically no knowledge of spoken English.2



La Srta. Amy I. Show (A. M., 1922, Teachers College, Columbia) era maestra de inglés, según este boletín, de Evander Childs High School, Nueva York. A ella nos referiremos más adelante.

El verso de este documento lleva el sello de la universidad del día 5 de julio de 1929, último día de matrícula para las clases de verano. Contestando a preguntas sobre sus estudios anteriores, se encuentra, también de puño y letra de Lorca, que asistió al «Instituto de Granada» durante los años 1909-1915 [sic] y recibió el título de «A. B.», y que asistió a la «Univ. of Granada» durante los años 1915-1921 [sic] y obtuvo el título de «L. B.». Contestó de forma negativa a las preguntas, si había sido antes alumno de Columbia, y si había sido admitido a Columbia como candidato a un título.

En el segundo documento Lorca escribió su nombre de la forma «Lorca, Federico G.». Como dirección durante el año académico, puso John Jay Hall, y como dirección permanente, «Granada, Spain». En el espacio para «parent or guardian», escribió el nombre de su padre, «Federico G. Rodríguez; Granada, Spain». Se matriculó para English VI, Sección 2, clase de tres créditos, y para English V3, Sección 1, clase de dos créditos. De otra mano hay una anotación que indica un total de 5 créditos, y por consiguiente derechos de inscripción de 50 dólares. En el espacio para las notas recibidas en estas clases se halla la notación «Wd» (withdrawn).

En el boletín de la «Extension Division» de este año, pág. 853, hallamos que la Sección 2 de English VI, cuya profesora era la Sra. Parkhurst-Huguenin (fallecida hace varios años), se reunía los lunes y jueves de las 7 a las 8 y 15 de la noche, en la sala 712, Journalism Building, y la Sección 1 de English, V3, English Grammar, a cargo de la Srta. Helen Diller, también fallecida, tenía lugar los martes y viernes de las 3 y 10 a las 4, en la sala 610, Journalism Building.

En el verso de este documento 50-6709, hallamos el sello de la universidad del día 27 de septiembre de 1929. Todavía en la letra del mismo Lorca, se lee la fecha de 12 de septiembre de 1929 y su nombre «Lorca, Federico García» (y otra persona ha escrito, con letras de imprenta, «LORCA» encima de su apellido, por su poca legibilidad). En el espacio «Date of Birth» escribió «1900»4, y en el de lugar de nacimiento «Granada Spain». Aunque se especifica en la sección de culto religioso que la contestación es voluntaria, Lorca puso «Catholic». Para su ocupación declaró ser «poet» y en estudios anteriores notifica el haber asistido al «Instituto» en Granada y recibido en 1917 [sic] el título de «A. B.», y a la «University» en Granada, donde obtuvo en 1922 [sic] el título de «B. L.». De sus estudios previos en la misma Columbia University, señaló haberse inscrito en el departamento «Extension» en el «Summer 1929». Fue negativa su contestación a la pregunta, si ha solicitado ingreso a alguna sección de Columbia University. También puso «no» en el espacio para fecha de tal ingreso, y en el espacio para indicar si había dejado una universidad sin acabar sus estudios («without completing the full requirements»).

Todo esto nos lleva a modificar algo nuestros juicios sobre los estudios de inglés de Lorca. Se ha creído, debido a una nota de Ángel del Río, que Lorca se matriculó durante el verano en una clase de inglés para extranjeros, pero «al cabo de una semana, la dejó5, convencido de su incapacidad para aprender idiomas extraños»6. Evidentemente, olvidaba del Río que Lorca se habla matriculado no una vez, sino dos veces, una de ellas para dos clases. Los documentos atestiguan que fue en el otoño cuando dejó oficialmente sus clases, y por consiguiente sugerimos que el recuerdo de del Río se refiere al otoño7. La nota de «NC» indica que no dejó la clase del verano pero que tampoco se presentó para el examen final8.

Con el propósito de aclarar cuáles fueron las actividades académicas de Lorca durante ese verano de 1929, comenzamos a buscar a la señorita Amy Shaw, la única de sus profesoras que todavía vive, y después de unos contratiempos la hemos podido encontrar y entrevistar9. A los 82 años, es una persona que goza de buena salud, y está muy dispuesta a relatar sus muchos recuerdos. Sabía perfectamente bien quién era Lorca; sin embargo, al principio insistió en que no había sido su alumno, y preguntó: «¿Pero estaba en Nueva York? ¿Y qué estaba haciendo?». Después deseaba saber si Lorca fue su apellido paterno o materno, y al informarle del nombre completo del poeta, nos dijo: «Pues he tenido tantos Garcías, Ud. sabe». Aunque no recuerda el apellido de ninguno de los alumnos de esta clase -nos explicó, disculpándose, que tenía mala memoria para los apellidos- conserva un recuerdo muy claro de la clase. Fue una buena clase, que ella había invitado a comer un día en su casa. Nos contó primero que estaba muy segura de que no hubo alumno que hubiera venido a la clase por una semana, a abandonarla entonces. Aunque recuerda a una chica rumana, sabe que no había en esta clase ni persas ni chinos, cosa extraordinaria, nos aclaró, porque en estas clases siempre había chinos. Todo eso parece apoyar nuestra interpretación que del Río, quien menciona estos extranjeros como compañeros de clase de Lorca10, estaba pensando en la clase del otoño. Nos refirió también que en esta clase sí se encontraba un español, hecho insólito porque por esa época muy pocos españoles se inscribían en estas clases para extranjeros. Este español le comunicó que era abogado11. Este «abogado», un hombre moreno de unos treinta años, asistió a todas las clases y parecía interesarse en el estudio del inglés. Tenía pocas distracciones fuera de clase, y se mantuvo un poco alejado de sus compañeros hispanos y de la profesora, sentándose en la última fila. No se presentó para el examen final, hecho que la señorita Shaw no puede explicar, aunque en realidad no era necesario que lo tomara. Nos contó, también, que por un cambio de última hora fue ella quien enseñó la clase de English VI que se anunció para el otoño a cargo de la señora Parkhurst-Huguenin, porque esta tuvo que partir repentinamente hacia Europa, hecho que hemos podido comprobar12. La señorita Shaw confirma que este «abogado» español no estaba en la clase del otoño.

Después de examinar la lista de alumnos de esta clase, que conservaba el Registrar, la señorita Shaw ha llegado a la conclusión de que este hombre que dijo ser abogado era Lorca, y cuando le leímos las palabras de del Río (pág. 259) que dicen que Lorca «aprendió... imitar el acento y los gestos de su profesor», dijo que el parodiado no pudiera ser otro que ella misma, y nos enseñó los grandes gestos y la entonación exagerada con que dirigía su clase. Pero queríamos encontrar otros datos que la apoyaran, para evitar el peligro de haberla influido en sus recuerdos. Mildred Adams nos refirió que Lorca asistió regularmente a sus clases durante el verano, y nos señaló que uno de los motivos del viaje de Lorca a los Estados Unidos fue el estudio del inglés13. Hay que hacer hincapié también en el hecho de que en el otoño se matriculó de nuevo en la misma clase que había tomado en el verano, pero también hizo lo mismo en una clase más avanzada, el English V3. La descripción de esta clase publicada en el Bulletin of Information, ya citado, de la escuela de verano, cuando la enseñaba la misma señorita Shaw, dice que era «para extranjeros ya formados con algún conocimiento del inglés» («for educated foreigners with some knowledge of the English language»)14. Y por último, también significa algo que Lorca no visitara a su amigo Philip Cummings, en Vermont, hasta precisamente el final de las clases de verano. En una carta poco conocida, escrita después de inscribirse en el curso pero aparentemente antes de comenzar las clases, Lorca le agradece a Cummings el envío del dinero para el viaje a Vermont, pero le comunica que no puede visitarle «hasta dentro de seis semanas», porque debe tomar el curso en que ya se ha matriculado15. En efecto, Federico se quedó en Nueva York precisamente seis semanas más, y no entendemos por qué motivo, a no ser el asistir a esta clase, lo hubiera hecho, encontrándose allí tan solo, cuando disponía de un amigo que lo invitaba para que lo visitara y que había enviado el dinero para el viaje.

El haber acabado una clase para principiantes no significa, evidentemente, que sus conocimientos de inglés, inexistentes cuando lo conoció Sofía Megwinoff (véase más abajo), fueran muy extensos. La señorita Shaw enseñaba en ella un vocabulario de unas 300 palabras y las construcciones más fáciles de la gramática. Pero ya no podemos aceptar la afirmación de del Río, que Lorca «dejó los Estados Unidos sin haber aprendido una sola palabra de inglés» (pág. 262); al contrario, Adolfo Salazar, en un trabajo que nosotros hemos exhumado, dice que «había traído [a La Habana] un gran repertorio de palabras inglesas». «Cuando me lo encontré en La Habana, vuelto él de los Estados Unidos, ¡cómo se reía! "-¿Comprendes tú?... ¡Yo, hablando inglés!". Y, en efecto, la cosa era tan absurda que los dos no podíamos parar la risa»16.




ArribaAbajoDocumentos de los dormitorios de Columbia University

Con el fin de averiguar quiénes, además de John Crow y Francis Hayes, eran los amigos de Lorca en John Jay Hall en 1929 (véase del Río, pág. 262), preguntamos primera a la señora Alice Bunell, de la Columbiana Collection, y después a la oficina de los Men's Residence Halls de Columbia University si quedaban documentos de aquella época que señalaran quienes vivían en John Jay Hall, y en cuáles cuartos. La señorita Una Callahan, directora actual de los Men's Residence Halls, nos comunicó que los documentos individuales de los alumnos habían sido destruidos, pero logró encontrar, entre una masa de papeles amarillentos, otros documentos de los cuales fue posible extraer lo que deseábamos, y con el permiso de sus superiores, puso estos a nuestra disposición17.

Los documentos se encuentran en un tomo que reza en el lomo «Men's Residente Halls/ Charge Sheets/ July 1, 1929-June 30, 1930». Consiste este tomo en papeles sueltos, más tarde encuadernados, sin paginar, y representa los sumarios financieros de los dormitorios de aquel año. Se hallan, primero, listas de los alumnos inscritos al principio de la sesión de verano y de los dos semestres del año académico regular, con los datos de cuánto pagó cada uno, en qué dormitorio y en cuál cuarto vivió. Siguen después resúmenes más o menos semanales de las novedades financieras de los dormitorios. Algunas de las líneas están numeradas y otras no.

Lo primero que encontramos fue que Lorca vivió durante el verano de 1929 en Furnald Hall, dato que consta también en el documento de matrícula de la sesión de verano y en las señas que envió a Philip Cummings. En efecto, en el primer sumario, hecho la primera semana de las clases de verano (lleva la fecha de 13 de julio de 1929), hallamos en la linea 666 que «Lorca, Federico G.» pagó $ 47,20 para ocupar durante la sesión de verano el cuarto 617 de Furnald Hall. No consta que Lorca se trasladara durante el verano desde Furnald a John Jay Hall, porque el cuarto en que iba a vivir, el 1231, estuvo ocupado durante el verano por un tal «Prof. A. T. Olmstead». Si este hubiera dejado el cuarto antes de acabar la sesión de verano, hubiera quedado una anotación del reintegro a él, y también un ajuste en la cuenta de Federico, porque los dos cuartos eran de alquileres distintos18. No se halla ninguna de estas dos cosas en estos sumarios financieros.

No encontramos más mención de Lorca hasta el día 21 de septiembre, donde aparece su nombre en un «Transient Charge Sheet», abonando la cantidad de $ 1,50 para quedarse en el cuarto 1231 de John Jay Hall un día antes de su apertura oficial. Y en el primer sumario del semestre, se registra que «F. G. Lorca» pagó $ 127,00 para ocupar el cuarto 1231 hasta finales de este semestre.

En cuanto al semestre de la primavera de 1930, la situación es distinta. Encontramos que en un resumen con fecha de 29 de enero de 1930 (la fecha en que fue pasado a máquina), en la línea 3747 se cargan a la cuenta de Lorca otros $ 127,00 para ocupar el mismo cuarto 1231. Esta línea está tachada a lápiz. Unas páginas después, en otro sumario que también lleva la fecha de 29 de enero19, se halla que la habitación 1231 de John Jay Hall estaba alquilada a un tal B. Mattingly (línea 4398)20. La conclusión a que se llega es que antes de acabar el mes de enero, Lorca abandonó improvisadamente su cuarto de John Jay Hall. No salió de Nueva York para Cuba hasta la primera semana de marzo21.

¿Dónde vivió estas semanas? Esta pregunta se la formulamos a cuantos pudimos encontrar, de los que estuvieron en Nueva York con Lorca. La contestación nos la proveyó John Crow, quien en su libro sobre Lorca negó, con una famosa frase pintoresca, que Lorca sufriera una crisis sentimental22. Al pedirle que aclarara su afirmación que Lorca «lived alone in a dormitory room at Columbia University for a good part of this time»23, nos escribió (carta del 23 de febrero de 1974) que cuando Lorca se mudó de John Jay Hall, se instaló en un piso de una casa cerca de la calle 110 y Broadway, que compartió con Rubio Sacristán24. Posteriormente, Mildred Adams nos facilitó la dirección: 542 West 112 Street, esquina de Broadway (carta del primero de marzo de 1974).

Otra vez, desgraciadamente, nos hallamos en desacuerdo con Ángel del Río, quien declara sin ninguna vacilación que Lorca, a su llegada a Nueva York, «fue inmediatamente a vivir a uno de los pisos altos de John Jay Hall, a una habitación que conservó hasta su marcha a Cuba en la primavera del año siguiente» (pág. 259). Podemos fácilmente aceptar una falla de la memoria en cuanto al dormitorio en que vivía Lorca durante el verano de 1929. Del Río había llegado hacía poquísimas semanas de la Universidad de Miami, institución al borde de la bancarrota, de donde lo había rescatado el director del Instituto de las Españas, Federico de Onís; sin duda del Río estaba muy preocupado con instalarse en Nueva York y con su nuevo hijo, Miguel Ángel del Río, nacido precisamente para el tiempo de la mudanza. Pero nos asombra ver que del Río olvidaba cuál era el domicilio de Lorca en febrero de 1930. Lorca era ya para esta fecha muy conocido en el mundo hispano neoyorquino (tanto, que el Instituto de las Españas le hizo una recepción; véase Dos conferencias lorquianas, en Papeles de Son Armadans, t. LXXIX, 1975, págs. 197-212). Cuando encontramos tantos recuerdos precisos y detallados como los que provee el estudio de del Río, un olvido de tanta importancia nos parece poco probable.




ArribaAbajoEl «Stanton» de «El niño Stanton»

Según narra Ángel del Río en la introducción que escribió para una edición bilingüe norteamericana de Poeta en Nueva York25, pasó sus vacaciones de 1929 en una modesta granja de las montañas Catskills, cerca de Shandaken. Allí fue a visitarlo Federico, después de su visita a Vermont, y allí escribió varios poemas que posteriormente se incorporarían a Poeta en Nueva York. Allí, según del Río, fue la inspiración de los poemas El niño Stanton y Niña ahogada en el pozo, pues se refieren a los hijos del dueño de la granja y casa de huéspedes donde veraneaban los del Río, que se pueden ver junto con Lorca en fotografías de del Río que han sido publicadas26.

¿Pero quiénes eran estos niños? La viuda de del Río, Amelia Agostini, aunque recuerda bien el lugar, no podía facilitarnos su apellido ni otros detalles para poder encontrarlos; en fin, se trata de un lugar donde habían ido una sola vez, y esto hace 45 años. Sin embargo, en los borradores de unos poemas de Poeta en Nueva York que han reaparecido recientemente27, se ve que fechaba algunos en Bushnellsville, diminuta aldea a unos kilómetros de Shandaken, y con base en tal pista, y con la ayuda de un historiador local y unas personas mayores del pueblo, hemos podido averiguar que se trata de Stanton Hogan y su hermana Helen (no Mary). También hemos podido entrevistar a aquel, ahora residente en Walton, Nueva York.

Aunque ni él ni sus parientes conservan recuerdo de la breve visita de Lorca (sí de los del Río), Stanton, ahora (1975) de 59 años de edad, pudo facilitarnos datos que ayudan a distinguir entre los hechos de la visita de Federico y su siempre activísima fantasía. Fue este Stanton quien tenía el perro viejo y el arpa judía (El niño Stanton, vv. 49 y 5628, instrumento rústico norteamericano que no tiene nada de judío. Su familia tenía, en efecto, un caballo ciego, que debió haberle impresionado mucho a Federico, pues lo aumentó a tres (El niño Stanton, v. 6) y a cuatro («el padre del niño Stanton tiene cuatro caballos ciegos que compró en la aldea»29); contó Federico a José González Carbalho que le significaba el horror30.

El «agua que no desemboca» del poema Niña ahogada en el pozo, y sin duda el «agua oscura» de El niño Stanton, v. 25, se refieren a un acueducto subterráneo, del sistema de abastecimiento de la ciudad de Nueva York. Se podía oír el agua, sin verlo, al borde de un profundo foso que había en la granja: precisamente agua oscura, que no desembocaba.

¿Invenciones de Federico? Los hermanos que Stanton tiene en el poema (vv. 28-29), la enfermedad de su madre (v. 27) y la epidemia de los huéspedes (v. 40)31 y, desde luego, la muerte de la niña en el pozo, aunque es totalmente correcto el cáncer del padre de Stanton a que se alude varias veces en el poema que lleva su nombre.




ArribaSofía Megwinoff

En una lectura de poemas de Poeta en Nueva York, Lorca mencionó como un recuerdo suyo de aquel año neoyorquino sus paseos con «Anita, la india portuguesa, y Sofía Megmirof, la rusa portorriqueña» (OC, I, 1103). Resulta que se trata, no de Sofía Megmirof, sino de Sofía Megwinoff [de Lanza], por aquella época alumna de Columbia University. Ella mencionó en sus tesis de licenciatura, La poesía de vanguardia en España e Hispanoamérica (Columbia, 1930), su encuentro con Lorca. Con la ayuda de Amelia Agostini de del Río, fue posible ponernos en contacto con esta señora, quien nos escribió unos de sus recuerdos de Lorca y contestó a una serie de preguntas nuestras. Nos parece que estos recuerdos son de interés general, y le agradecemos a la señora de Lanza el permiso de publicarlos.

«... Lo que yo pueda decirle de Federico no es oficial; son reminiscencias personales de una buena amistad.

»Sí, hablaba él mucho, gustaba de relatarme sus impresiones y lo que le acontecía en Nueva York.

»Empiezo por decirle que él ya estaba en Nueva York cuando yo llegué en el verano de 1929 (junio). Me dijo que su familia lo había enviado a Estados Unidos, para que conociera América. En realidad "América" no lo conocía aún a él. Yo no conseguí ningún libro suyo en librerías ni en bibliotecas de Nueva York en esa época. Me los prestó todos Onís. No sé quién era Anita, la india portuguesa. En las clases de Onís y de del Río no estaba; tampoco en la de León Felipe ni de Dámaso Alonso32. El resto de mis asignaturas era literatura francesa, comparative drama, literatura americana, y en estas no había más iberoamericana que yo.

»Vino en el barco desde España acompañado de D. Fernando de los Ríos; había conocido a D. Fernando en un parque de Granada mientras este cuidaba de su hija, a quien aún sacaba en un cochecito. Esta niña fue la que casó, al cabo de los años, con Paco, el hermano menor de Lorca33. A Federico le gustaban mucho los niños, sentía gran ternura hacia ellos. De la travesía en el barco me relató algunas cosas. Hay una que recuerdo por las muchas veces que me la repitió: viajaba en el barco una señora joven y guapa con su niño pequeño. Esta señora dejaba a su niño solo, de noche, en el camarote, por irse a divertir a los salones de reunión social. Esto le molestó mucho a Federico. No sé por qué le tomó tanta antipatía a esta dama pero no dejaba nunca de criticar su comportamiento hacia el niño, pues no era una buena madre.... No hay que olvidar que estábamos en el 1929 y a pesar del «Revolt of Modern Youth», en boga entonces, esto no había calado en España aún.

»Yo le conocí tan pronto llegué a Nueva York. Había yo sido discípula de don Federico [de Onís] y de Ángel del Río en Puerto Rico, con quienes tuve siempre gran amistad. Ellos estaban anticipando ver la impresión que me hacía a mí Lorca, y yo a él. Ellos creían que yo tenía algún parecido con él, en cuanto a las reacciones y el temperamento. Lo conocí en Columbia University; él tocaba el piano para acompañar el coro de las canciones folclóricas que Onís preparaba, para una celebración al final de cada semestre. Era Federico joven, simpatiquísimo, saladísimo, ocurrente, cariñoso y con mucho "duende". Yo le puse de nombre "el Gitanillo". Así le llamábamos, mi hermana y yo. Onís, con sorna, decía: "No tiene nada de gitano, lo que sucede es que a él le halaga que le llaméis así". Me pidieron Onís y Ángel, también Federico, que le enseñara inglés. Empecé a tratar de darle algunas lecciones pues él no sólo no sabía nada, sino que no tenía idea del idioma, ni empeño en aprenderlo.

»La primera clase fue de frases sueltas, de dónde vivía, el local donde tomaba su lunch, lo que nos rodeaba, etc. Al siguiente día se presentó con un librito de las poesías de Edgar Allan Poe (todos los europeos que he conocido eran adictos a Poe, más que a ningún otro poeta norteamericano). Me dio el librito y me pidió le leyera algunas poesías. Escogí Annabelle Lee; se hipnotizó con el ritmo. (No entendía nada del contenido). Empezó a llevar el compás con la mano, así como se solfea, como si fuera un cronómetro y con un sonido de boca cerrada, seguía con un "u-u-u-u-úm". Entonces repetía algún sonido sonoro de alguna palabra que captara. La poesía de Las campanas la simplifiqué, pues es muy larga; le dije que me adivinara a qué campanas se refería Poe. Él por supuesto las adivinó. Imitaba mi voz y conservaba en el rostro una expresión de veneración, absorto en los sonidos. De ahí en adelante traía el librito todos los días para que le leyera. Como no aprendía ningún inglés, no podía yo seguir la dieta de Annabelle Lee a diario, tenía mis clases en Columbia. Se terminó el episodio, el de las clases, pues nos veíamos muy a menudo. Salimos juntos muchas veces. Él, mi hermana y yo.

»Le llevamos un domingo a la iglesia rusa, católica-ortodoxa (estaba en Morningside Avenue y la 120). Tomó mi hermana comunión. Sabe usted que es vino y trocitos de pan que pasan en bandeja. Federico estaba asustado y tenso.

»Seguimos caminando hasta una iglesia en Harlem (lo negroide estaba en boga). Entramos a la iglesia de los negros cuando empezaba una misa. ¿Sería metodista? No recuerdo cuál era, con exactitud. Allí que estuvo aterrado. Nos miraban mucho a los tres, las negras solemnes de enormes ojos, vestidas de blanco, muchas de ellas, quienes repartían papeles con cánticos. Aunque nadie se mostró muy sorprendido de nuestra presencia, Federico estaba todo asustado y ansioso de escapar. Su sensibilidad se acrecentaba y se apoderaba de él ante lo desconocido, lo inesperado. Después que salió hablaba con gran interés del asunto.

»Le llevamos a conocer algunas amigas; él les ponía un nombre según la impresión que le hicieran. Una era "The Cat" y me hacía luego historias inventadas en el inglés que iba cogiendo según había pasado el tiempo que llevaba en Nueva York. "The Cat", según él, me iba a comer a mí. Se lo dictaba su intuición pues she was cattish [era gatuna] , aunque muy inteligente. A otra la llamaba "La Giganta", era altísima y exagerada.

»A veces había quedado en venir a vernos a International House, donde vivíamos mi hermana y yo. Como él no tenía sentido del tiempo, nunca llegaba a ninguna cita a la hora convenida. Le esperábamos como media hora o tres cuartos de hora. A nuestro regreso encontrábamos alguna notita jocosa; aún conservo una en la que nos decía algo así como "¡Oh! Princesitas locas, me habéis dejado plantado", y se firmaba "El Poeta burlado".

»Nos dijo de una novia que había tenido en España... nos dio por nombre "Margarita Urquijo" (debe haber sido inventado). Nos dijo era muy bonita y se querían entrañablemente. Empezaba a hilar cantidad de quejas sobre el comportamiento de ella. Riñeron y terminó diciendo que ella le había arañado y que él la había arrastrado por el suelo, agarrándola por la melena. Se lo relatamos a D. Federico y a Ángel del Río, estos lo negaron. Dijeron que no tenía ni había tenido novia alguna, que lo que buscaba Lorca era hacerse el interesante ante nosotras. Yo creo tenían razón, todo fue puro invento suyo pues nunca más la nombró.

»Tenía Lorca, ya desde sus días de estudiante, amistad con un joven catedrático, quien vino algo después que Federico a Nueva York. Fue a recibir al amigo y le explicaba por el camino que recorría el taxi, los lugares por donde iban pasando. Todo se lo fue inventando como le parecía, pues no tenía la más mínima idea por dónde iban pasando, ni qué edificios eran aquellos por los que le preguntaba el amigo, pero Federico les ponía el nombre que le parecía más importante. Al preguntarle por las chicas norteamericanas le dijo que "todas" tenían un "algo" que sólo se daba en Estados Unidos. Esta cualidad se llamaba, según él, "shishpil", esta era su versión de como le sonó a él "sex appeal". El amigo se quedó en ayunas de todo, pero sabía cómo era Federico de imaginativo. Se dio cuenta que a este no le había entrado Nueva York, ni le importaba.

»Vivían en John Jay Hall los dos. Me decía el amigo que a Federico le entraba "morriña". Algunas veces no se levantaba de la cama en todo el día, sonaba el "buzzer" requiriéndolo al teléfono o abajo en el Hall. No contestaba. Puesto que él no iba a comprender lo que le decían, para qué iba a contestar.

»Sí, fue invitado y asistió a algunas reuniones de familias elegantes neoyorquinas. Creo yo, por lo que me dijo, que iba acompañado de personas conocidas como la famosa bailarina Antonia Merced, "La Argentina". También fue el padrino del hijo de Onís y Harriet, Juan de Onís, el del New York Times. La madrina fue La Argentinita, otra bailarina famosa y joven.

»Un paseo interesante fue cruzar, caminando, Federico y yo el puente de Brooklyn, al atardecer, con una puesta de sol preciosa. No dijo una palabra en todo el camino y yo tampoco se la dirigí a él. Estaba absorto ante la grandiosidad del paisaje. Fue interesante mirarle de reojo para observar su rostro. En cuanto a lo que pregunta usted sobre su amistad con Dalí. Lo que supe por Federico es que tenía muy buena amistad con él igual que con [el músico Ernesto] Halffter, figura ilustre de la misma generación creadora. En el libro de Federico Cartas a sus amigos34 podrá usted apreciar que la amistad era con toda la familia Dalí. Hay unas cartas cortas y muy saladas a la niña Dalí. ¿Las conoce? También habla de sus visitas a Cadaqués, Costa Brava, donde vive aún Dalí, supongo que los veranos que se encuentra en España. No habló nada más que con entusiasmo y muy bien de Dalí. Muy natural que siendo dos personajes tan originales, jóvenes y ocurrentes tuvieran ideas nuevas. Vi una foto de una vez que estaban juntos ideando un "manifiesto" que querían firmaran los amigos. No recuerdo sobre qué pero lo más lógico es que en la juventud se trate de "epatar" al ciudadano corriente y más aún en España en el 192535.

»Me relataba cómo él se vestía de "gachó" del pueblo o agitanado, sin chaqueta, con un pañuelo atado al cuello; le gustaba abordar un autobús o tranvía con algún amigo, colocarse detrás de alguna señorona; empezaban ellos a decirse barbaridades para asustar a las señoronas, quienes se cambiaban de asiento acto seguido.

»En Nueva York en el subway, lleno de gente, entraba, haciéndose el cojo. Decía que los norteamericanos eran muy amables. Tan pronto notaban su cojera, alguien le dejaba el asiento al "pobre cojo". Tomaba el asiento libre, dando las gracias y en la próxima estación salía caminando muy derechito y normal, y claro está, los que lo veían se sorprendían. Son tonterías de juventud. También tenía otro chiste para el subway o el tranvía y era lo que él llamaba "hacer la vaca". Se colocaba la mano en el cuello debajo de la barbilla, como si fuera la campana que llevan las vacas, al menos en España aún la llevan. Se doblaba hacia adelante y empezaba a tocar la campana haciendo "talán, talán, talán" con voz sonora.

»De Nueva York fue a La Habana y allí causó furor; se entusiasmó la juventud intelectual con él. Éxito completo y ruidoso.

»Le voy a añadir de la última vez que lo vi. Fue al final de mi primer viaje a España después de casada, diciembre de 1935. Se presentaba en Barcelona, se estrenaba más bien, Yerma, con un magnífico elenco, dirigida por Lorca y Margarita Xirgu, eximia actriz de esa época. Federico estaba en el estreno. Después de la función fui a saludarle tras bastidores.

»Estaba rodeado de muchísima gente; mi mensaje fue "una amiga rusa puertorriqueña quería saludarle". Vino en seguida, me besó las manos, me abrazó y me dijo: "Esta ha sido la mejor impresión de la noche". Pura galantería pues el apogeo de ovación y admiración y halago esa noche de su triunfo era inmenso. "¿Dónde estás?". Dije partía al día siguiente para Nueva York y Puerto Rico. Contestó: "Te veo en Puerto Rico en la primavera". Tan pronto llegué a Puerto Rico, empecé a hacer propaganda para llevarlo; le íbamos a invitar y planear su viaje a Puerto Rico.... No llegó la primavera de Federico. En el otoño de 1936 lo mataron.

»Espero que si para nada le sirven estas páginas que le envío, llegue a usted un hálito del Federico en Nueva York. Le agradeceré me dé su opinión y si la recibe o no».







 
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