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71

Ibid., p. 48.

 

72

Claro está que nos referimos a su poesía madura. Su formación, y sus amigos, en especial Ramón Sijé, son netamente católicos, lo cual se refleja en algunos de sus primeros poemas, y en su auto sacramental, Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eres. Concha Zardoya observa cómo en este auto la comunión, tan teatral y apoteósica en los autos de Calderón, «se humaniza, se hace íntima y casi familiar en tanto que un delicioso aroma rústico la envuelve.» (El mundo poético de Miguel Hernández, Ínsula, Madrid, 1960, p. 89). Y J. Cano: «El poeta se muestra en el auto conocedor de las verdades de la fe sobre el misterio eucarístico, la gracia, la redención, el perdón. Lo que no había llegado a aprender en la escuela, lo abrevó, sin duda, de las profundidades teológicas de los autos calderonianos.» (p. 31.)

 

73

Algunos críticos no han dudado en señalar el carácter excepcional, único, de la novela de Goytisolo. Así, por ejemplo, José Miguel Oviedo escribe: «Lo que ahora nos interesa señalar es que en su última novela, Señas de identidad, Juan Goytisolo se propone superar las contradicciones de ese seco realismo en las que él también llegó a caer, impetuosamente lo desborda (sin dejar de serle fiel) y compone una obra narrativa que es tan original, tan patética, que es difícil encontrarle antecedentes en la reciente literatura peninsular.» (Supl. domin. de El Comercio, 21 de feb. de 1967, pág. 26) Sin regatearle originalidad a Goytisolo, quisiéramos aquí hacer todo lo contrario: subrayar la continuidad entre Goytisolo y la literatura española que le precede.

 

74

En La nueva novela hispanoamericana, México, 1969, ed. Joaquín Mortiz, pág. 78. Subrayemos que Goytisolo es el único escritor español estudiado por Fuentes (al lado de Carpentier, Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez.) Goytisolo y Fuentes tienen en común varios rasgos mentales y estilísticos: realismo arraigado en un estudio minucioso de la sociedad y el mundo contemporáneos, visión de la literatura como fuerza «despertadora», rebelde e innovadora, relatos cruzados, uso de la segunda persona del indicativo, visiones panorámicas y «unanimistas», sensibilidad irónica ante algunos aspectos del «pop art» (en Fuentes) y uso de documentos «pop» (carteles y rótulos en Goytisolo.) A Goytisolo le falta el lado mágico tan importante en Fuentes: no hay brujas en la obra del novelista español.

 

75

Ibid., págs. 80-81. Las páginas de Fuentes, agudas y brillantes, son quizá lo mejor que se ha escrito sobre Goytisolo hasta ahora y además arrojan una luz clara sobre el desarrollo de la novela contemporánea en lengua española. No hay antiespañolismo en Fuentes, si bien la actitud de la crítica «oficial» ante su novela Cambio de piel, prohibida en España, pudiera justificar tal actitud; Fuentes sabe distinguir entre lo esencial y lo pasajero en la cultura española.

 

76

Ibid., págs. 81-82.

 

77

Este curioso detalle se encuentra señalado en el prólogo de Kessel Schwartz a Fiestas en la edición Dell (Nueva York, 1964), pág. 9. Uno de los temas constantes de Goytisolo es el de la progresiva y angustiosa desaparición de los símbolos -y de toda creencia y vida espiritual- en el mundo contemporáneo: «los símbolos perdían su valor y no quedaba más que eso: el hombre, reducido a sus huesos y a su piel», se dice Abel Sorzano (personaje que nos recuerda a David en Juegos de manos), en Duelo en el paraíso. Un mismo hilo conductor une por dentro todas las novelas de Goytisolo.

 

78

La resaca, Librería española, París, 1961, pág. 266.

 

79

Ibid., págs. 271-273.

 

80

Ibid., pág. 274.