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- VI -

París y mayo 13 de 1780


Amigo y Señor: En buena me he metido; esto es un caos, una confusión, una Babilonia de donde no sé cómo salir, a pesar de cuanta indulgencia quiera prestarme la amistad de Vm. si no me tomo un penoso y continuo trabajo, de cuyo parecer no estoy. No creí había tanto que hacer, aun para sólo dar una ligera noción, siendo regularmente fundada. Siempre al principio parecen más fáciles las cosas. No se consideran las dificultades hasta que se tropieza con ellas.

En esta gran capital hay un gran lujo de literatura, como le hay en los demás ramos. También éste lo es de industria y de comercio. Cualquier hambriento abate, pobre militar, triste escribiente, &c. toma la pluma y los libreros les compran sus producciones buenas o malas, pues hay lectores para todo, y se enriquecen o arruinan según la fortuna que hacen las obras. No hay cosa seria, no hay vagatela, no hay cosa que ocurra, no hay asunto en fin, que no dé materia y pábulo para la prensa.

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Unos se dedican a las ciencias, otros a las artes, infinitos a las buenas letras, casi todos quieren filosofar. Hay un crecido número de traductores, historiadores, comentadores, compiladores, poetas, diaristas, de autores de novelas, y de otras obras de imaginación, de naturalistas, economistas, políticos, &c. en fin de todo se escribe. Solamente el número de los escritores existentes que en el año de 1779 nombra Sabatier, llega a 266. Añada Vm. los que omite o no sabe, los anónimos y los extranjeros establecidos, y verá que componen una buena suma.

Juzgo que ya no llegará el caso de la ruina de las letras como en los tiempos pasados. La imprenta y la continua extendida comunicación por todo el mundo es una barrera permanente. Supongamos que los tártaros, que no conocemos muy bien, hiciesen una feliz irrupción contra los rusos, como la hicieron contra los chinos; y que mezclados con aquéllos, como se mezclaron con éstos y adoptaron sus leyes, formasen una sola formidable y guerrera nación; que como los rusos tienen otra ferocidad y costumbres que los chinos, les siguiese ya juntos el espíritu de conquistadores; y que los progresos del lujo, afeminando la Europa culta, les proporcionase la   -151-   subversión de sus diferentes gobiernos, y la señoreasen enteramente. Supongamos, dando un salto a diferente hemisferio, que la América llegase a ser conquistadora de la Europa; en ambas hipótesis, tan diversa una de otra, digo que no volvería a suceder la total ruina de las letras. Aquí me paro, y encargo a alguno de sus amigos de Vm. trabaje las pruebas si gusta, pues yo no estoy tan despacio para ello.

Lo que añado sí, es que no pueden realizarse estas hipótesis. La constitución actual de la Europa está demasiado ligada entre sus partes, y abraza muy estrechamente las demás del globo, Más bien podemos decir que gradualmente (y al paso lento que no alcanzamos a comprehender) se prepara todo el mundo al sabido momento de la reunión general de creencia, en que como el evangelista San Juan nos instruye, ha de llegar el tiempo de Unus Pastor et unum ovile. Volviendo al asunto, mi opinión es que no considero posible aquella total ruina, aunque sí muy verosímil su decadencia; pero por relajación, y esta en partes, en tiempos y en naciones.

Empiezo por indicar a Vm. una obra que en parte podrá llenarle sus medidas. M. Rigoley de Jubigni consejero honorario del Parlamento de Metz, ha hecho una   -152-   nueva edición de las Antiguas bibliotecas de M. la Croix du Maine y de M. du Verdieu. En la primera ha puesto a la cabeza un discurso sobre los Progresos de las letras en Francia, y en la segunda una introducción, que viene a ser la continuación de aquel discurso. En ambas escribe con la misma energía, discernimiento y juicio. Distingue los escritores que hacen época, sabe preciar el respectivo mérito de unos y otros, presenta las revoluciones de esta literatura desde su origen hasta el tiempo presente, y forma una pintura histórica de las producciones del ingenio humano, un abreviado código del buen gusto y una muy hábil crítica de los desbarros de los literatos actuales. Esta obra, las de Pallissot, Sabatier y otras semejantes no son las que más enseñan, pero sirven para saber aprender o consumarse, pues dan el conocimiento y las señas de las escuelas y maestros.

Nadie mejor puede merecer el título de maestro en su línea que el Conde de Buffon, intendente del jardín real botánico, miembro de la Academia francesa y de la de las ciencias: autor que descuella entre el considerable tropel de escritores franceses. Su Historia natural es obra maestra; es la que ha extendido el gusto de la física; es la que uniendo el método y las gracias del estilo   -153-   a la utilidad y solidez de la materia, tanto contribuye a la gloria de la lengua y de la literatura francesa; y es de aquellas pocas producciones destinadas a vivir en la posteridad y servir de precioso monumento en honor de su siglo. Este autor no se ha dejado alucinar ni arrastrar de partido alguno. Dedicado a intérprete de la naturaleza, sus laboriosas tareas le llevan toda su atención, y le hacen generalmente digno de todos los elogios. A propósito de elogios, no puedo menos de hacer mención del sublime que hizo este autor de M. de la Condamine, que murió en 1774, en su respuesta a su discurso de recepción en la Academia francesa.

Como parte de aquel todo, aunque por diverso rumbo, debo indicar a Vm. el Diccionario razonado de historia natural por M. Valmont16 de Bomare, obra y autor de mucho mérito.

En el mismo caso encuentro a M. Duhamel du Monceau académico de las ciencias. Sus obras son muy útiles y bien escritas; ha tratado varias partes de la agricultura, diferentes ramos de comercio, algunas de las artes mecánicas, y también ha escrito sobre la Marina. En todas sus producciones ha manejado la pluma con solidez, estilo y acierto.

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M. de la Lande, también académico de las ciencias, es otro autor de los más dignos de admiración. Es de los primeros astrónomos que tiene la Francia, y también ha sabido tratar con acierto y gusto otras materias. Su Viaje de Italia y su Elogio del Mariscal de Sajonia hacen ver que la elocuencia sabe hermanarse con una ciencia tan abstracta como la astronomía.

El Caballero de Jaucourt es un distinguido y laborioso escritor, muy acreedor a más especial memoria. Después de haber dado al público algunas obras sobre la medicina, se ha entregado enteramente a la Enciclopedia. Ha enriquecido de casi dos tercios esta inmensa y célebre compilación, y le hace digno de alabanza, que sin embargo de su celo por esta grande obra, no se ha dejado llevar del espíritu filosófico, y sus quimeras y diferencias literarias.

Entre los autores serios y juiciosos me viene ahora a la pluma el Abate Godescar. Ha traducido junto con el Abate María una obra inglesa (de Bulter) intitulada Vidas de los Santos Padres y de los Mártires y de otros principales Santos, sacadas de las Actas originales y de los más auténticos documentos. Aunque este título, la circunstancia de ser traducción, y la de serlo del inglés no presentan el más oportuno aspecto   -155-   para las materias de que hablamos; sepa Vm. que merece mucha atención.

No es una versión literal y seca como suele suceder, mayormente en esta especie de obras. Es una traducción muy trabajada, en que ha refundido con acierto el original. Está muy amenizada de excelentes notas, y forma un completo análisis de la historia eclesiástica sumamente adecuada, y muy capaz de confundir el escarnio con que los incrédulos pretenden ridiculizar el culto, tomando pretexto del indiscreto celo que la religión misma desaprueba.

No me empeño en hablar de otras muchas traducciones por haberlo hecho de ésta que se me presenta a la memoria. Sería nunca acabar, si en cada especie de obras me metiese a dar noticia de todas o las más de ellas. Por eso me remito a los autores donde Vm. puede ver lo que con esta ojeada sobre la literatura francesa le hubiese suscitado mayor curiosidad.

Las memorias de todas las principales Academias es otro grande manantial de conocimientos de donde las ciencias, las artes y las letras derraman sus copiosos raudales. Sus colecciones son demasiado costosas y voluminosas para cualquiera particular; pero muy propias y útiles para las grandes bibliotecas a donde pueden consultarse.

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Creo haber ya dicho que no hablo sino por incidencia o muy de paso alguna vez de los autores y obras puramente científicas, como suelen ser las más que componen estos Benedictinos de la Congregación de San Mauro, y las de algunos escritores de genio y estudio muy serio. Pero son rarísimos, pues muy pocos se ciñen a tratar de una sola materia grave, por la razón que tengo explicada a Vm. de la comunicación y enlace que tienen en el día las más abstractas o sublimes ciencias con toda suerte de artes y literatura. Por este motivo no puede seguirse fácilmente el orden por materias, sin hacer mención repetida y salpicadamente de los autores, ni se puede tratar seguidamente de éstos sin mezclar mucho la diferencia de materias.

Bien sabe Vm. que nuestro P. Flores, que ahí traté bastante tiempo, no se ciñó a la España Sagrada que era su obra principal. También hizo la de las vidas de las Reinas de España, la de medallas; trató materias morales, y algunas otras según la ocasión. Posteriormente se había dedicado a la historia natural, y ya iba formando con mañosa eficacia un razonable gabinete de ella. Ni tampoco le era extraña la poesía. Aquí es muy común esta variedad. En fin yo no he capitulado nada con los amigos   -157-   de Vm. iré diciendo lo que buenamente pueda y me ocurra. Es preciso que tengan paciencia, que la ejerciten con mis digresiones, y que no extrañen el momento en que me sobrevenga alguna mayor ocupación, o que me canse y hecho una piedra encima de esta obrilla, con un finis aunque sin coronat opus, y entonces que les cueste venirse por acá, o quemarse las cejas para satisfacer sus curiosidades. En cuanto a Vm. diré que escarmiente y no me sea preguntón así como quiera.

Una de las cosas que en Francia da más pábulo para escribir, y propagarse toda suerte de conocimientos, es la multitud de medios de que abunda París con tanta especie de establecimientos literarios, prácticos y útiles, y con la comodidad de hallarse tan generalmente recibida y cultivada su propia lengua. Además de la Universidad, de las Academias, de los ruidosos premios de éstas, de varia suerte de Sociedades, de las Bibliotecas públicas y privadas, &c. se han ido estableciendo muchos cursos y estudios particulares en todo género, de los cuales se avisa al público por carteles y papeletas a la mano, o por los diaristas y otros impresos periódicos.

La mayor parte de los que se dedican a abrir sus respectivos estudios son también   -158-   escritores, como por ejemplo el difunto Abate Nollet, cuyas obras de física experimental, electricidad, &c. son bien conocidas. Eran muchos los que asistían a los cursos que daba de ella, y fue escogido para dar sus lecciones al Delfín. No piense Vm. que los maestros cursistas son cualquier estudiantón a quien se le pone en la cabeza meterse a maestro. Estos establecimientos constan de sus ciertas reglas y licencias. Son libres, porque no son limitados, y cualquiera que los emprende es dueño de dejarlos si no le tiene cuenta. Dicho Abate Nollet era profesor real en el colegio de Navarra, académico de las ciencias, fue uno de los primeros que dieron al público estos cursos de física experimental.

Tiene sus sucesores. Este año ha abierto en 23 de febrero su curso completo de dicha física experimental M. Brisson también profesor real en el mismo colegio de Navarra, académico en la real Academia de las ciencias, maestro de física y de historia natural de los príncipes de Francia. Da sus lecciones a las once tres días en la semana en su propio gabinete, como hacía su antecesor, y hacen los demás profesores que abren sus estudios particulares.

No es solo éste en semejante profesión. M. Sigaud de la Fond, profesor   -159-   de física, y miembro de varias Academias, también ha abierto sus cursos de física experimental. Así uno como otro añaden especiales lecciones sobre la nueva porción de física conocida con el nombre de Aire fijo.

También el famoso Comus, que al principio fue una especie de titiritero que andaba de feria en feria, ha logrado con su talento, estudio y aplicación, y con el caudal que ha adquirido en tantos años de ejercitar sus juegos, formar un excelente gabinete de física en que hace sus demostraciones, y le abre ciertas temporadas del año.

Así en física como en química y otras facultades, son varios los cursos particulares que todos los años se abren a sus respectivos tiempos. Hay algunos maestros que se ciñen a una sola materia, tomando alguna parte especial de las muchas que contienen las matemáticas y otras ciencias o profesiones. Hay otros que abrazan más número de asuntos.

M. Dupont ingeniero inspector y primer visitador de las canteras, reduce sus cursos a solamente el cálculo diferencial e integral. M. Fillalsier, miembro de muchas Academias, limita a sólo experiencias sobre la naturaleza del fuego, con   -160-   algunos principios teóricos. M. Lucotte se ciñe a la arquitectura práctica, precedido su curso de un discurso preliminar y de una introducción histórica relativa a esta arte en forma de conferencias. M. Robert extiende sus lecciones a cuatro facultades, geografía, astronomía, física y política, cuyo curso dura tres meses. M. Cressot abraza en el suyo la arquitectura, la geometría y la perspectiva.

Entre las facultades de que hay abiertas mayor número de escuelas públicas y particulares, la química es en el día más de moda. M. d'Arcet, M. Brognart, M. Mitouart, todos tres profesores muy acreditados y correspondientes de esa real Academia Médico-Matritense, abren anualmente sus respectivos cursos de química. M. Sage, también de esa Academia real y de esta de las ciencias, da el suyo de mineralogía, de que es profesor. M. Rouelle, sobrino del famoso Rouelle, uno de los primeros profesores que abrieron esta suerte de escuelas, sigue los mismos cursos de química que su tío. M. Tourcroi junta con el curso de química el de historia natural.

De las facultades de medicina y cirugía, y de algunas partes y ramos suyos hay varios cursos en esta grande capital, y sería prolijo el hacer mención de ellos. Solamente   -161-   nombraré mi médico M. Portal lector y profesor de medicina en el real colegio de Francia, académico de las ciencias, &c. y nombrado sucesor de M. Petit profesor de anatomía y cirugía en el jardín del Rey. Dicho médico abre sus cursos de anatomía en noviembre, cuatro días a la semana en el anfiteatro del jardín del Rey. A este curso se sigue en el mismo día el de operaciones quirúrgicas por M. Mertrud, demostrador real, y miembro de la Academia de cirugía. Este mismo M. Portal es también escritor, como suelen serlo la mayor parte de estos profesores. Ha publicado una historia de anatomía en seis volúmenes, y algunas otras obras todas facultativas.

Otro autor (que ya he nombrado a continuación de M. de Buffon) M. Valmont de Bomare, socio de diversas Academias y miembro del colegio de farmacia, y director de los gabinetes de historia natural y de física del príncipe de Condé, tiene su curso de historia natural cuatro veces a la semana, parte en su propio gabinete, parte en el campo, para cuyos paseos destina algunos días. M. Pretot ha concluido los cursos que daba de historia y geografía. Ha compuesto sobre estas dos ciencias varias obras elementales muy útiles, y ha hecho una muy correcta edición de muchos historiadores latinos,   -162-   enriquecida con notas y prefacios instructivos y bien escritos.

También hay cursos o escuelas de varias lenguas, de las muertas como la griega y la hebrea; y de las vivas como la inglesa, la italiana &c. Igualmente hay algunos de ortografía de otros tratados y asuntos; pero uno le los más curiosos y de que puede ser no tenga Vm. mucha noticia, es la escuela o curso del arte de escribir tan apriesa como se habla por M. Caulon de Thevenot que ha impreso dicho curso. Este arte se llama, entre los que le conocen, escribir de mano corta. Está muy en uso en Inglaterra, especialmente en las sesiones de Parlamento. Viene a ser el mismo que tuvieron los antiguos romanos con el nombre de Notas, cuya explicación puede ver Vm. en la obra Arte nueva de escribir, que estampó en esa corte nuestro Palomares el año de 1776.

Hay también cursos en sus respectivas temporadas de una facultad tan sumamente útil como es la Veterinaria: En esta escuela se trata extensa y fundadamente el arte de albeitería, con principios científicos para el cuidado y la cura de caballos y demás cuadrúpedos con todos los correspondientes instrumentos y conveniencias. Hay su teatro de anatomía donde se   -163-   hacen sus demostraciones. En fin se estudia la materia como una cosa verdaderamente muy útil, cuya ignorancia en sus profesores causa el perjuicio de la pérdida de mucha parte de animales tan útiles para el hombre.

Otro de los buenos establecimientos modernos es la asamblea de los sabios y de los artesanos u oficios. La tiene en su casa M. de la Blancherie. Allí se examinan y tratan las materias, y se ven las obras que han remitido los que tienen algunas que presentar. Se subscribe para concurrir a ella. No se recibe a nadie que no sea persona sumamente conocida o presentada por algún subscriptor, y hay ciertas horas destinadas para las damas, en las que no concurren los hombres. Esta asamblea dura todo el año, exceptuando el tiempo de vacaciones.

Además de los estudios serios, formales y antiguos, estos sucesivos establecimientos adelantan mucho el conocimiento y general utilidad en todo, pues las proporciones y medios tan cómodos y oportunos como agradables, pican la curiosidad y punzan la aplicación. Ésta logra sus progresos y se perfecciona con el continuo roce de trato civil, instructivo y erudito. No puedo conformarme con la opinión común de que la nación francesa es frívola. Se la achaca este defecto   -164-   por la inclinación que tiene a la alegría. Acerquémonos al examen, y distingamos bien una cosa de otra.

Es cierto que la nación trata algunas cosas superficialmente, esto nace de la demasiada extensión que pretende dar a sus conocimientos, y del demasiado número de individuos que con su natural viveza se arrojan a tomar la pluma antes de saberla manejar, y se propasan a usar de la lengua sin la debida cordura. Pero no obstante sus ligerezas, singularmente en la juventud, también es cierto que la nación se halla floreciente; que se ha hecho imitar de todas las otras; que no solamente la cocina, el teatro, el peine, el baile y las modas, medios muy útiles para ella, han hecho casi universal su propio idioma y gran parte de costumbres, sino también la pluma; y que las artes, verdaderas hijas de las ciencias de la actividad nacional y del gobierno, han logrado las notorias ventajas que se conocen, tan convenientes y gloriosas.

En este país le ha formado aquella especie de útiles sociedades y escritores, que llaman economistas. Ya por incidencia tengo nombrado al difunto M. de Mirabeau secretario perpetuo de la Academia francesa, venerable viejo, cuya casa era muy frecuentada, en donde se trataban asuntos de esta   -165-   y otras clases, y de ella han salido la mayor parte de semejantes escritores. Bien conocido es ahí el Marqués de Mirabeau autor de la obra intitulada El amigo de los hombres. En este mismo género ha continuado algunas otras.

A su imitación ha habido muchos que han escrito con el mismo título: El amigo de los niños; El amigo de las mujeres, &c. manía de estas gentes. La temporada que es más de moda escribir en método de diccionario, todo es diccionario; la que es de epítomes casi no se ve otra cosa; la que es de memorias, nos inundan con memorias; la que es de viajes, con viajes, y así respectiva y sucesivamente. Pero dejando aparte sus manías, y caminando sobre el supuesto de que hay una gran parte de superficial y repetido, como también de impracticable, demasiado sutil y lleno de paradojas entre tantos como se ponen a escribir ya por interés, ya por vanidad y capricho, por lo que muchos artistas y personas hacendadas se llevan muy buenos chascos por seguirlos sin elección ni examen; no cabe duda que hay otros muchos que escriben con utilidad y acierto, y que en general son los maestros de casi toda la Europa.

Estos economistas y sus secuaces abrazan   -166-   todos los puntos principales del mundo culto. Artes, agricultura y sus ramos, comercio, impuestos, política, policía, canales, puentes, caminos, hospitales y otros semejantes establecimientos son partes que les conciernen más o menos, según el eslabón por donde toman la cadena los que se dedican a esta clase de ocupaciones. En sus obras y sesiones se tratan las materias por principios ayudados respectivamente de reflexiones, análisis y experiencias.

M. Turgot contralor general de Hacienda (cuyas funciones son las que tiene en España el secretario de Estado del despacho universal de Hacienda) fue un famoso economista. Su celebridad le elevó a aquel importante empleo: poco se mantuvo en él, y ha vivido retirado. M. Necker, que actualmente sirve el mismo empleo como comisión (sin el nombre de contralor general por ser protestante) es un grande economista, muy versado en el comercio, excelente calculador, hombre de mucho tino, juicio y reflexión, y que se halla muy acreditado y generalmente bienquisto.

Iré nombrando según me acuerde algunos de estos autores. M. Beaudeau canónigo regular y miembro de la Academia de Bordeaux, ha emprendido varias obras de esta clase, ha caído en algunos defectos de los referidos   -167-   llevado de su propio celo, y han sido muy combatidos algunos principios de sus especulaciones sobre la Real Hacienda, el comercio y la agricultura. L'Abbé Carlier, Prieur de Notre Dame, ha logrado muchos premios académicos, ha publicado varias obras, y ha ejercitado su pluma en varios asuntos de historia, de comercio y de manufacturas. M. Pingeron ingeniero y capitán de artillería, ha publicado varias traducciones y otras obras. Entre ellas muchas disertaciones sobre la administración de la Real Hacienda, sobre la agricultura y el comercio. El Abate Rozier, autor de diferentes obras de física y de historia natural, ha coordinado últimamente una que se está imprimiendo con mucha aceptación intitulada Curso completo de agricultura, teórica, práctica y económica, y de medicina rural y veterinaria, precedida de un discurso que contiene un plan de estudio propio a los conocimientos necesarios en esta clase. Obra compuesta por una sociedad de agricultores patricios, y coordinada por dicho Abate. Son seis volúmenes en 4 grande y con estampas.

El Abate de Montlinot ha impreso el discurso que ha obtenido el premio de la Academia de agricultura de Soissons Sobre los medios de destruir la mendicidad. Sobre   -168-   la misma materia se han publicado algunas otras producciones, y se publican cada día sobre los demás asuntos que abrazan esta suerte de escritores. El arte de la viña; Los medios de hacer bajar el precio de los comestibles; Nuevo plan de cultivo, y así otras semejantes obras. Entre ellas la del Diccionario de ciencias, artes y oficios, 23 volúmenes en folio, a cuya obra sigue también en folio el Suplemento y la tabla analítica y razonada de las materias contenidas en dicha obra. Otra de las mejores obras en este género es la que publica la Academia de las ciencias, y es Descripción de artes y oficios, por cuadernillos en folio, con sus correspondientes estampas; son ya 88. Se venden separadamente para comodidad del público, y se hace una gran rebaja para los que toman la colección completa. Se prosigue la empresa y se toman nuevos medios para conducirla a su perfección.

M. Veron de Ferbonnois inspector general de monedas, y consejero del Parlamento de Metz, ha publicado muchas obras, casi todas relativas a la Real Hacienda y el comercio. Entre dichos escritos el de Les Recherches sur les finances, ha servido mucho a M. Thomas para enriquecer su celebrado elogio del Duque de Sully, con los principios de administración y economía que de   -169-   él había tomado. M. de la Riviere ha dado al público un Ensayo analítico sobre la riqueza y los impuestos o contribuciones, que a causa disputas muy acaloradas entre algunos economistas y antieconomistas. Amigo, sería largo entrar ahora a tratar de semejantes discusiones: ya se me resiste la pluma por hoy. Dios gue. a Vm. ms. años, &c.



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- VII -

París y mayo 20 de 1780


Amigo y Señor: Me parece que voy satisfaciendo la curiosidad de Vm. si no completamente en cuanto al por menor de sus materias, que eso sería trabajar volúmenes enteros, por lo menos lo suficiente con que Vm. pueda formar la idea que debe bastarle para el uso que de ella quiera hacer cuando guste. Me extiendo a veces sobre objetos que pueden parecer inconexos, pero no lo son en mi dictamen. Sobre todo poco importa un rato más de conversación entre nosotros, si la pluma me corre. La actualidad del estado de las letras pide en estos tiempos la circunstancia de dar a conocer los literatos. Para esto mismo es preciso hablar de la situación, estilo, costumbres, medios y proporciones en que se hallan unas personas con otras, y la relación que tienen unas con otras las letras, las ciencias, las facultades y sus respectivos profesores o aficionados.

Basta lo que he dicho a Vm. sobre economistas. El jardinaje y sus ramos, la agricultura y los suyos, los plantíos, las praderías   -171-   y cría de ganados, la conservación de granos, la de montes, &c. &c. son otras tantas materias que ejercitan sus plumas. No puede darse punto fijo en donde acaba esta clase de escritores, y empieza otra, por la enlazada conexión de que ya tengo hablado.

Las colonias y toda especie de establecimientos, la navegación, el comercio, las manufacturas, son también otros importantes asuntos que se tratan y ventilan por principios teóricos, y por prácticas experiencias repetidas. La colección de los reglamentos de manufacturas y de los decretos del Consejo de Comercio (no muy común el hallarse completa) es una de las obras que más fundadamente puede contribuir al conocimiento de este ramo. Muchas de sus providencias son resultas de las observaciones hechas, y pensamientos de algunos buenos escritores, como también de lo que la experiencia dicta sucesivamente de más acertado. Al célebre Diccionario de comercio de Savari, a su Perfecto negociante, obras reimpresas y muy añadidas, se ha seguido una infinidad de otras en punto de comercio. Sería cosa prolija entrar a hacer relación de todas ellas. Por los catálogos y diaristas puede Vm. informarse de las que más le convengan, si quiere satisfacerse en esta parte.

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Con el motivo de la guerra presente, la navegación y cuanto pertenece a Marina, es una de las materias que hace ahora trabajar las prensas, renovando mucho de lo que ya se ha escrito, y añadiendo las nuevas especies que ocurren. Entre otras obras se acaba de publicar últimamente un compendio de la historia de esta Marina con el título de Los hombres ilustres de la Marina francesa, sus acciones memorables y sus retratos. Otro: un Resumen histórico de la Marina real de Francia, desde el origen de la monarquía, hasta el Rey reinante; y por este término se ven cada día nuevas producciones.

Entre las más frescas y metódicas sobre uno de los asuntos de que he hecho mención, me parece muy útil la que se publica este mismo año con el título de Historia general y económica de los tres reinos de la naturaleza: Los naturalistas, los botánicos, dice el autor, suelen darnos las nomenclaturas, las descripciones, los sistemas. Pero no basta conocer un mineral, una planta, un animal, es preciso también profundizar las propiedades y usos, que es lo que ha empeñado al autor tratar en esta obra la historia natural de una manera o modo económico. La divide en tres partes, que corresponden a los tres reinos, animal, vegetal   -173-   y mineral, y de cada una hace sus respectivas subdivisiones. Debe ser muy cara esta obra, porque va acompañada de varias colecciones de estampas, algunas publicadas, otras que han de publicarse; una gran parte de ellas según el sistema del famoso Linneus, naturalista sueco; todas claseadas y representadas en láminas finas, y por consecuencia costosas. M. Bucehor, médico, es el compilador o coordinador y editor de toda esta obra. Creo que de ella se ha publicado un Prospectus en España.

Este mismo es autor de una obra periódica que empezó en agosto de 1768, y ha seguido y sigue hasta este de 80, intitulada La naturaleza considerada bajo sus diferentes aspectos, o Diario de los tres reinos de la naturaleza. Sin duda que el trabajo, estudio, tareas y noticias para este Diario, habrá contribuido mucho a ilustrar, metodizar, modificar y enriquecer la expresada obra, que en sustancia contiene los mismos materiales, pero coordinados y dispuestos del expresado modo que la publica, y cuyo producto dejará bien pagado su trabajo, pues sacará de ella mucho dinero. El interés, la gloria, la conveniencia, todos son estímulos de aplicación en esta gran capital.

La política es otra considerable materia   -174-   en que trabaja la imaginación, talento y pluma de muchos autores. Los asuntos de comercio y sus partes, se dan mucho la mano con el de política. El comercio tiene una grande hermandad con esta sublime ciencia. Sin el conocimiento de aquél, no pueden ser muy fundados los progresos de ésta. En otro tiempo eran otras sus reglas, se miraban por muy diversos lentes que los del día los intereses de las naciones, y el sistema de la propia. Dichos conocimientos, y el de la historia con todas sus adherencias, son dos ejes en que estriba esta difícil máquina. Es preciso que cualquier escritor se halle bien versado en estas materias para no caer en absurdos que le desacrediten. Mal podrá conocer el derecho de gentes, y las partes esenciales que componen esta importante y erudita ciencia, sin estar bien instruido de aquellos importantes puntos.

El hombre de Estado aún necesita de más calidades que un escritor, pues debe también concurrir en él un exacto conocimiento de los hombres y de las cortes; un especial talento y sólida penetración; un espíritu de combinación bien calculada, madura y reflexiva; un seguro pulso y mesurado tino; una bien entendida prudencia y un ánimo compuesto y decisivo. Estas circunstancias muy difícilmente se hallan juntas,   -175-   aunque son análogas entre sí y han de adornar semejantes personas para que puedan acercarse, lo más que sea posible en lo humano, al grado de perfección que conviene a esta rara clase de hombres, en cuyos hombros estriba la suerte de los imperios. Un buen estadista es capaz de hacer feliz su nación, y aun casi las otras.

He observado cuán rara cosa sea un verdadero hombre de Estado, como por ejemplo (citando otros tiempos) el Cardenal de Cisneros, el Duque de Sully. No obstante esto, la política, es un asunto de que todo el mundo habla mucho, y aquí tanto, que llega al extremo de ser conversación favorita hasta de mujeres vulgares. Con el nombre de Testamento, como el del Cardenal de Richelieu, el Cardenal Alberoni y el del Mariscal de Belle-Isle, &c. con el título de Espíritu como el de Montesquieu, Saint Evremont, Bacon, &c. y otros títulos semejantes han publicado muchas obras varios literatos.

Siempre que ocurre una guerra, son varios los escritores que salen por una y otra parte de las beligerantes y sus adherentes, como últimamente ha sucedido con las diferencias entre el Emperador y el Rey de Prusia, sobre los derechos y herencias de la   -176-   Baviera, y está sucediendo en la presente guerra que empezó la Inglaterra con sus colonias americanas, y es de tantas consecuencias.

Los franceses han tenido el cuidado de traducir, corregir, añadir y enriquecer con notas las mejores obras de autores extranjeros, particularmente alemanes, que son los más famosos publicistas. Barbeirac y Rousset han sido los más principales en esta clase, que han comentado y continuado los más clásicos autores.

Muchos modernos, así alemanes como de otras naciones, ya escriben en francés, como por ejemplo: el Barón de Bielfeldt, sus Instrucciones políticas, obra ésta muy superficial y llena de equivocaciones: Burlemaqui, sus Principios de derecho natural, y así otros.

Además de las traducciones de Pufendorf, Grocio, Tillotson, Binkershoet, Wicquefort, &c. &c. obras todas de derecho y generalmente conocidas en Europa. La parte que principalmente debe componer los conocimientos necesarios a esta facultad, es la colección completa llamada comúnmente Cuerpo diplomático: Ésta se compone de una colección de tratados de paces, &c. hasta el año de 1700 en cuatro volúmenes en folio; o de la colección más añadida de Dumont   -177-   que son ocho volúmenes también en folio. Con cualquiera de estas o con ambas, debe tenerse la Historia de los tratados antiguos dos volúmenes en folio del referido Barbeirac; la intitulada Negociaciones para la paz de Munster y de Osnabrug, con sus preliminares, instrucciones, cartas, memorias, &c. cuatro volúmenes en folio; la Historia de los tratados y negociaciones desde la paz de Vermis hasta la de Nimega, cuyo autor, como nacional, es muy parcial de la Francia en las casi continuas diferencias con la España en aquellos tiempos, dos volúmenes en folio; el Suplemento al cuerpo universal diplomático del derecho de gentes del citado Rousset, tres volúmenes en folio impresos en Amsterdam año de 1739; el Ceremonial diplomático del mismo, impreso el propio año, dos volúmenes en folio; la Colección Histórica de actas, negociaciones, memorias y tratados desde la paz de Utreck hasta el año de 1755, del propio autor; los Intereses presentes de todas las potencias de Europa por el mismo, tres volúmenes en 4 impresos en el Haya año de 1736; Memorias sobre el orden y preferencia entre los soberanos de Europa y sus ministros, para servir de suplemento a Wicquefort, por dicho Rousset año de 1736; Memorias del   -178-   presente siglo por Lamberti, catorce volúmenes en 4 en 1740. Esta completa colección es la más principal en el asunto.

Pueden añadirse las respectivas historias o memorias de las paces y negociaciones de Riswick, Utreck, Belgrado, &c. &c. las memorias del Cardenal de Ossat, del de Retz, del Conde de Estrades, de los Noailles, &c. y otras varias obras de esta especie. La mayor parte puede Vm. ver en el octavo volumen de la Ciencia del gobierno, obra impresa en el año de 1765, perteneciente a esta misma clase, en donde su autor M. del Real hace una extensa enumeración de casi todas ellas. Quien quisiere hacer una entera colección formaría una biblioteca de esta sola materia.

Entre los que en el día tienen la pluma en la mano, sin contar lo que se escribe en las diferencias actuales en que no entro, merecen particular aprecio en mi dictamen los siguientes: M. de la Riviere que publicó el año de 1767 una obrita en dos volúmenes en 8 intitulada El orden natural y esencial de las sociedades políticas, y me ha parecido bien. El Abate Mabli que ha publicado varias producciones muy dignas de atención, como son El derecho público de la Europa, de que se han hecho ya varias ediciones añadidas: Principios para las negociaciones,   -179-   Phoción sobre la relación que tienen la moral con la política; Observaciones sobre los griegos; ídem sobre los romanos: obras todas muy estimadas entre algunas otras más que ha compuesto.

El Abate Millot ha escrito varias obras de historia, elocuencia y traducciones, como los Elementos de la historia de Francia, los de la de Inglaterra, &c. diferentes discursos académicos y la traducción de arengas escogidas de algunos autores latinos. Pero la obra que es directamente del género de que voy hablando, y que más nos interesa, es la intitulada Memorias políticas y militares para servir a la historia de Luis XIV y Luis XV compuesta sobre las piezas originales del Duque de Noailles (Adriano Mauricio) mariscal de Francia y ministro de Estado; seis volúmenes impresos en París año de 1777. Dicho Noailles es padre del actual mariscal de Noailles y del actual mariscal de Mouchi, que le acompañó a España en su embajada extraordinaria el año de 1746.

Otra obra de consideración en el mismo género, y cuyo editor no se nombra, es la intitulada Memorias del mariscal de Berwik escritas por él mismo; dos gruesos volúmenes en 8 impresos en París en 1778.

Creo puede Vm. darse por contento con   -180-   lo referido sobre la materia, y caminemos adelante, pues nos detenemos demasiado. Bien sabe Vm. que el fin del instituto de estas cartas se reduce a sólo el tiempo presente: le observaré exactamente en lo tocante a historia, &c. de que voy a dar a Vm. una ligera, pero suficiente razón.

Ya conoce Vm. la historia universal compuesta en inglés por una sociedad literaria, y traducida en francés. Ahora por otra sociedad francesa, y por subscripción (como casi las más de esta especie) se hace una edición de la misma obra muy corregida, añadida y metódica. Se han separado del texto las disertaciones, para colocarlas en forma de notas al fin de cada volumen; se ha reducido el tamaño de éstos al de 8 para más cómodo uso, y se ha enriquecido con estampas y cartas correspondientes. Llegará a sesenta el número de los volúmenes.

Acaba de salir una obrita que parece ha gustado: su título Historia del Norte, o del origen y progresos de los gobiernos de Holanda, Suecia, Dinamarca, Prusia y Polonia hasta el año de 1777.

M. de la Harpe (de quien ya hemos hablado) ha dado este año al público un Compendio de la historia general de los viajes, reduciendo ésta a lo que hay de más notable y más bien verificado, y acompañándola   -181-   de las correspondientes estampas y cartas geográficas. Son veinte y un volúmenes en 8. Bien sabe Vm. los muchos que contiene dicha colección del Abate Prevot.

Sucesivamente, como Vm. conoce, se imprimen los viajes modernos de los rusos, los ingleses, los franceses, &c. hasta viajes tan cortos, como últimamente uno de la Turena y Ginebra, se publican cada día.

Se está imprimiendo también por subscripción una obra bastante considerable intitulada Descripción general y particular de la Francia: contiene su historia natural, civil, política, eclesiástica y literaria; con sus cartas topográficas, &c. ocho volúmenes en folio mayor. Esta obra la ha trabajado una sociedad de personas de letras, de aficionados y de artistas; la misma que ha publicado Les tableaux Pictoresques et Fisiques de la Suisse.

Algunos sabios se han dedicado a recoger lo que hay de más importante en las provincias de la monarquía, haciendo sus respectivos viajes. Los naturalistas para examinar por sí mismos las producciones del país. Los artistas para dibujar las vistas, los campos de batalla, los puertos de mar, los acueductos, ruinas, iglesias, palacios, &c. Los botánicos para la clase que les corresponde, y así respectivamente   -182-   recogiendo informes y tomando exámenes ocularmente. M. Guettard, que es uno de los sabios de crédito, se encargó de la mineralogía. M. d'Alembert, de quien tengo hablado a Vm. ayuda a lo que toca a la Francia literaria. M. Beguillet, bien conocido aquí por sus obras, es el coordinador de la parte que concierne la geografía, la historia y la descripción particular de provincias; y por este término se ha trabajado dicha costosa obra, en la que se halla inclusa la isla de Córcega, considerándola ya como provincia de la Francia.

Poco hace se ha concluido por M. Barbeau la edición de la Biblioteca histórica de la Francia, que emprendió en 1764. M. Febret consejero del Parlamento de Dijon: son cinco volúmenes en folio.

M. d'Essarts abogado y académico, ha dado al público una obra intitulada Ensayo sobre la historia general de los pueblos así antiguos como modernos, o Diccionario histórico judicial; seis volúmenes en 8.

M. Guyot ha puesto en orden, y publica una obra trabajada por muchos jurisconsultos, cuyo título es: Reportorio universal y razonado de jurisprudencia civil, criminal, canónica y beneficial: hasta ahora han salido a luz treinta volúmenes en 8 y deben ser sesenta.

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M. Moreau historiógrafo de Francia, prosigue con su obra dedicada al Rey; su título es Discursos sobre la historia de Francia, o Principios de moral, de política y de derecho público, sacados de la historia de la monarquía: son nueve volúmenes los publicados.

M. Robinet, censor real, ha publicado un Diccionario de las ciencias moral, económica, política y diplomática; o Biblioteca del hombre de Estado y del ciudadano: son diez volúmenes en 4 los ya impresos.

Otro diccionario de que no quiero dejar de hacer mención por si Vm. tropieza con algún curioso genealogista, es el Diccionario de la nobleza. Empezó por doce volúmenes en 4 pero con lo añadido y los suplementos que publica su continuador M. de la Chenaye des Bois, será obra de muchos tomos.

Bien pudo Vm. conocer en Madrid al Abate Expilly, académico honorario de la Academia Española. Éste publicó un Diccionario histórico y político de las Galias y de la Francia, que ha merecido aplauso.

También le ha logrado M. Richer, entre algunas producciones suyas, con la intitulada Vida de los hombres ilustres, comparados los unos con los otros, desde la caída del Imperio Romano hasta nuestros días. Sería   -184-   nunca acabar si yo quisiese dar a Vm. una exacta noticia de todos los actuales escritores en este género, que es uno de los más constantemente cultivados en este país. Sigamos nuestro camino.

Aunque la anticuaría es una parte principalísima de la historia y de sus conocimientos accesorios, no hablo a Vm. de ella; quiero dejarla en el tintero para otra ocasión. La Academia de inscripciones y buenas letras produce mucho motivo y estímulo para cultivar este esencial objeto de literatura. Sin embargo los franceses no tienen aquel entusiasmo que los italianos en punto de antigüedades. Sobre otros varios (de más o menos conexión con los antecedentes y los futuros) iré dando a Vm. noticia de las recientes producciones.

El Abate Berardier, autor de una obra muchas veces impresa, intitulada Resumen de la historia universal, muy propia para introducción al estudio a la historia, ha escrito otra que tiene novedad. Es su título, Ensayo sobre el recitar o manera de contar, que se mira como un tratado completo de narración en el que se hallan excelentes preceptos sobre el apólogo o fábula, sobre la novela, romance o cuento y sobre el poema épico.

El Abate Batteux además de sus traducciones,   -185-   ha dado al público dos tratados, uno que intitula Las bellas artes reducidas a un mismo principio; y otro, Curso de las buenas letras, que son obras muy útiles en su clase.

M. Chomgeux ha escrito en dos volúmenes un Tratado de los extremos. La idea es nueva, y el plan de la obra bien seguido. Ha publicado también una Biblioteca gramatical, o nuevas memorias sobre el hablar y el escribir.

El Abate de la Chapelle además de sus obras de matemática, casi todas sobre el pie de clásicas, y de que no hablo, ha publicado el Arte de comunicar las ideas, un Ensayo sobre la salud, y su Tratado del ventriloque, punto muy curioso. Sobre este gusto hay varios escritores de obras de imaginación. Llamo así a aquellas que son como parto de ésta, sin que puedan colocarse en clase particular, sino en la general de varia lección. Bien sabe Vm. lo fecunda que es la imaginación francesa como vemos en sus modas, cuya variedad y gusto han establecido el imperio de ellas casi universalmente. Los franceses tienen una facilidad grandísima en escribir, y poseen el arte de hacer libros; en un momento arman uno: inmediatamente establecen su plan, luego arreglan el conjunto, coordinan sus partes,   -186-   y forman su método según sus miras.

El Abate Ansquens de Londres ha escrito una obra intitulada Variedades filosóficas y literarias, y parece ha sido bien recibida del público. En el mismo caso está el Abate Longchamps con la suya, cuyo título es Pintura histórica de las gentes de letras. Solamente ha llegado hasta el tiempo de Francisco I, cuando llegue a tiempo más cercanos, que son los más críticos, puede prevenirse a sostener la pelea literaria, que es regular se le presente.

M. de la Croix es autor de varias obras en que muestra ingenio inclinado a cuanto es análisis: como la intitulada el Espíritu de Mademoiselle Escidery, el Diccionario de los diversos cultos religiosos, el de las batallas, el de educación y el de dichos y hechos memorables.

De este mismo apellido hay un abogado del Parlamento de Tolosa, que ha publicado una colección de memorias, y ha escrito algunas otras obras que dice Sabatier hacen honor a su pluma. No es tan favorable su dictamen para con el abogado de este Parlamento de París, que tiene el mismo apellido de la Croix, y es autor de las cartas de Azi a Zurac, de las del coronel Talbert, de un Tratado de moral, de las   -187-   Memorias del Caballero de Gonthieu, de las Memorias de un americano, de las Cartas de un filósofo sensible, y de los cinco primeros volúmenes del Espectador francés.

Sabatier aún no tenía noticia, o no le llegó a tiempo para su edición de 1779 la obra intitulada Reflexiones filosóficas sobre la civilización y los medios de remediar los abusos que ella arrastra, que ha merecido mucha aceptación. Ha seguido el autor el método de obra periódica para su más fácil despacho, y para ir recibiendo los avisos o prevenciones que pide al público en ella. La divide en cuadernillos, y cada seis hacen un volumen: el primero empezó en 1778, y a instancias de algunos principales magistrados sigue este año de 1780. Ya van surtiendo el efecto que más podía lisonjearle algunos de sus pensamientos, pues entre otros, el capítulo sobre las prisiones ha sido el móvil de las benéficas providencias que en esta parte se están practicando.

El Conde de Turpin de Croissé, mariscal de campo, inspector general de caballería y dragones, y académico de Berlín y de Nancy, ha escrito sobre materias de su propia profesión, como el Ensayo sobre el arte de la guerra y los Comentarios sobre Montecuculi.También se ha ejercitado sobre asuntos de literatura, como la obra intitulada   -188-   Entretenimientos filosóficos y literarios de dos amigos.

M. Turpin de la Universidad de Caen se ha acreditado por uno de los mejores autores biógrafos que tiene la Francia con la vida del Gran Condé, y la del Mariscal de Choiseul, publicadas para formar la continuación de las Vidas de los hombres ilustres de Francia. La Vida de Mahometo, y la Historia del gobierno de los antiguos romanos, no son de la misma fuerza.

El Abate Seran de la Tour ha escrito la Historia de Epaminondas, la de Escipión, la de Filipo de Macedonia, la de Catilina, los Entretenimientos de la razón, el Paralelo de la conducta de los cartagineses con los romanos, el Arte de sentir y juzgar en materia de gusto, y así algunas otras obras que logran la estimación de muchas gentes de juicio.

M. Servant abogado general del Parlamento de Grenoble ha dado al público un Discurso sobre las costumbres, que ha logrado aplauso.

M. Soret abogado del Parlamento de París ha trabajado otra sobre el mismo asunto con el título de Ensayo sobre las costumbres. Ésta, y otras producciones, y también los premios con que ha sido coronado   -189-   en varias academias, le dan nombre en la presente literatura.

Del Marqués de Aubais (que cito, aunque murió en 1777) hay una obra muy apreciable, que es La colección de piezas fugitivas para servir a la historia de Francia. Dice Sabatier que la luz que ha dado, ha servido de guía en sus trabajos a muchos autores, como la facilidad en comunicar los tesoros de su inmensa biblioteca, ha contribuido a la perfección de muchas obras.

El Caballero d'Arcq ha traducido diversidad de asuntos con moderación y acierto: Sus Ocios, El templo del silencio, Las cartas de Osman, tienen en su especie tanto mérito como en la suya la Historia general de las guerras, y la Historia del comercio y navegación: unas y otras son aplaudidas.

Por este término y otros respectivos son varias las producciones que fatigan las prensas, y aun también los lectores.

En la mayor parte de autores que he ido nombrando, y de quienes he indicado algunas obras, habrá Vm. observado lo que tengo repetido de que casi todos escriben sobre distintas materias con la misma pluma. Cada uno es a un mismo tiempo novelador, poeta, biógrafo, matemático, físico,   -190-   moralista, &c. Esta afluencia tan varia nace de las causas de que también ya tengo hablado a Vm. suficientemente. Pero las materias que se hallan más estrechamente ligadas son las de cuentos u novelas y la poesía.

Sucesivamente he ido nombrando diferentes escritores sobre esta clase de obras por incidencia con la noticia de otras suyas. Pero se ha extendido tanto semejante especie de escritos, que se ha hecho ya un asunto muy serio, al mismo tiempo que común, y es preciso le dé a Vm. una razón individual sobre ella.

Yo alguna vez me dejo llevar del sonido y traduzco romance, que entre nosotros se ciñe a sólo aquella especie de verso conocido con este nombre, y de que hay colecciones muy curiosas en nuestros romanceros. También los franceses tienen recibida la palabra romance en el mismo sentido; esto es, por lo que es verso cancionero o poesía ligera para cantar. Usan también la voz nouvelle (novela) y así dicen les Nouvelles de Cervantes, de Scarron; Les cent nouvelles, nouvelles atribuidas al Rey Luis XI, Les nouvelles du Bocage, de le Reine Margarite, de Belphegar, &c.

Yo celebraría que nuestra Academia admitiese   -191-   la voz romance en la acepción referida, extendiéndola a esta suerte de prosa, como una especie de sinónimo de novela, mayormente habiéndose puesto los romances, novelas o cuentos, en el pie de importancia que están en el día, pues algunos pueden calificarse de poemas, que esto viene a ser el Telémaco. En el ínterin permita Vm. que yo me sirva de la palabra romance, que en mi concepto significa una invención historial más extensa y compuesta que la novela. Nuestro famoso D. Quijote es un romance, y por digresión o episodios comprehende las novelas del curioso impertinente y del cautivo, que algunos han criticado a su autor.

A propósito de D. Quijote, es cosa bien extraña que permanezca todavía en la nación francesa la opinión (que propaga a las otras) de que el D. Quijote es una fina sátira contra el Duque de Lerma, por haber sido Cervantes tratado con poca consideración de aquel ministro. No solamente Moreri y los demás diccionarios de aquella clase, que ordinariamente le copian, sino también la célebre Enciclopedia sigue la misma opinión, como se puede ver en el artículo roman, sin embargo de que aquellos autores tienen vista la edición de Londres17,   -192-   y han leído en ella la vida de Cervantes, escrita por el exacto y eruditísimo Mayans, a quien citan en el artículo Sevilla donde hablan extensamente de Cervantes, considerándole natural de aquella ciudad por el texto de D. Nicolás Antonio en su Biblioteca hispana. Con equivocadísima confusión pasan los enciclopedistas las razones que Mayans pone en favor de Madrid, a la pluma de aquél en favor de Sevilla, respondiendo al mismo Mayans, como si fuera contemporáneo suyo D. Nicolás Antonio, que imprimió la citada Biblioteca hispana el año de 1672, y murió el de 1684, cerca de veinte años antes que naciese Mayans, autor de dicha vida de Cervantes en el año 1738, y que actualmente está imprimiendo varias obras.

Las patentes equivocaciones y clásico anacronismo que padece este párrafo de dicho artículo Sevilla, manifiestan la cautela con que deben leerse las obras francesas cuando tratan de cosas nuestras. Es muy posible que de alguna otra semejante equivocación salga la fábula, que tanto ha cundido, y confirma el artículo roman de ser el figurado héroe D. Quijote, la imagen con que   -193-   se pretende hacer ridícula la persona y conducta de dicho ministro. El Duque de Lerma, aunque con el orgullo de Señor y ministro poderoso, podría tener alguna sequedad con gentes que no la merecían. Su carácter era enteramente diverso del que se pinta en D. Quijote, y era hombre de carrera política. Cervantes cuando publicaba y escribía su D. Quijote, era protegido, no solamente del Conde de Lemus, íntimo amigo y cercano pariente del Duque, sino también del Cardenal Arzobispo de Toledo, hermano del mismo Duque.

Ordinariamente los grandes ingenios han tenido en todos los países, y en casi todos los tiempos la misma poca suerte en intereses que nuestro célebre Cervantes, según varias veces se queja. La propia viveza de una caliente y agitada imaginación no les deja mantener las protecciones que adquieren, o si las mantienen no aciertan a disfrutarlas, o aunque las disfruten, las disipan. Fuera de que el conocimiento de su propio mérito les hace mal contentadizos, a veces orgullosos, y casi siempre descuidados. A esta circunstancia puede añadirse la de que la queja es uno de los adornos de sus producciones, y que las da materia o pábulo para fecundizar y lucir los pensamientos, y darles sus coloridos con dichos sutiles y agradables,   -194-   como hace el mismo Cervantes en algunos lugares de sus muchas obras.

Esta de D. Quijote es sin duda el más famoso y más bien compuesto romance que hasta ahora se conoce dentro y fuera de España, verdaderamente digno de la constante celebridad que universalmente goza entre toda clase de gentes.

No puedo creer que el célebre Gil Blas de Santillana sea parto de M. le Sage aunque hombre de ingenio y de mucho mérito. Yo juzgo que el original es español. Toda la trama, la exactitud en costumbres, geografía, sucesos y la índole de su composición son muy convincentes señales de que no es producción de pluma extranjera. Es cierto que no he dado con el rastro de este original, y que el P. Sarmiento, que era una biblioteca viviente, no me sacó de la duda. Pero que lo ignorásemos aquel Rmo. y yo, no me hace mudar el concepto que tengo formado de que alguna casualidad puso en las manos de dicho M. le Sage el M. S. español, y no es obra original suya.

Volviendo a nuestro propósito, digo a Vm. que los franceses han traducido en este género, como en los demás, lo mejor de las otras naciones; como de la inglesa Pamela, Clarisa, Gullivert, &c. y a sus   -195-   propias producciones las dan su barniz de moda. Bien sabe Vm. la disputa sobre la utilidad o el daño de los romances. No hay duda que los obscenos y libertinos simulados son dañosísimos. La dificultad entra sobre los decentes y regulares. Por un lado parece que distraen demasiado la juventud, por otro que la pueden hacer aplicada y servir de cebo para su instrucción y conveniente pasatiempo. Algunos hay de muy buena moral, y bien manejada esta parte, podría servir de antídoto y preservativo a las siniestras impresiones. Éste sería un excelente y suave medio de corregir las costumbres, mejorarlas y ordenar su dirección al bien común. Inspirando rectitud, pundonor, decoro y benevolencia, contribuiría también a esparcir el ánimo; desahogo esencial en la sociedad humana, llena ordinariamente de cuidados y sinsabores.

M. de Saint Pelayo de la Academia francesa se ha dedicado a esta especie de literatura, tomando el empeño de resucitar el viejo tiempo de la monarquía francesa con sus Memorias sobre la antigua Caballería.

El Conde de Tressand (de quien ya tengo hablado en otra carta) ha trabajado con aplauso en este mismo género. Su Traducción libre de Amadís de Gaula, &c. revestido a   -196-   la moderna, ha gustado mucho. En su prólogo pretende probar que la obra original es francesa, aunque hasta ahora ha pasado por española, y las traducciones se han hecho del español. Entre otras obras de esta especie, la que ha dado últimamente al público es la intitulada Histoire du Petit Sehan de Saintré, tan bien recibida como todas las suyas.

M. Arnaud se ha distinguido también en esta clase. Sagines ha logrado mucha celebridad; Rosalía y El príncipe de Bretaña han merecido aceptación. Este autor ha compuesto unas tragedias muy considerables, como el Conde de Cominges, Eufemie, Fayel, que no son para representadas al público. Por lo muy mirado que es el teatro francés; pero excelentes para leídas, y tenidas en grande estimación. Bien sabe Vm. que romancista y poeta son dos calidades hermanadas. La ficción, artificio y estilo componen su respectiva máquina, y es muy íntima y conforme la conexión de una con otra.

M. Saint-Symphosien ha escrito las aventuras de Nicias y Antiopé, y las Confesiones de Madamoisselle de Mainville, que han sido bien recibidas.

M. Ussieux ha publicado y publica varios romances cortos con el título de Nouvelles,   -197-   novelas que han tenido suceso. Justamente me hallo a la mano con un romance que salió este último mes de noviembre intitulado la Maldición paterna en tres volúmenes, que no pienso leer. Su autor ha escrito el Paisano (o villano) pervertido, el Nuevo Abailard, la Vida de mi padre, y otras docenas de romances, historias, o libros de moral, que ya llegan o se acercan a setenta volúmenes. Por consecuencia en tanto matalotaje hay mucho de malo y algo de bueno.

Basta lo dicho en esta clase para darle a Vm. una idea de su estado presente, y le remito a la Biblioteca universal de romances, cuya colección se prosigue publicando actualmente en unos cien volúmenes con corta diferencia; que es muy suficiente dosis de novelería.

Antes de ponerme a hablar de los poetas, fecundísima casta de humanistas, quiero asomar a Vm. al mirador de las obras periódicas. Ya he dado cuenta de algunas sucesivamente según la ocasión; pero aún faltan otras muchas, y dedico a esta mirada el resto de mi carta. Rara es la cosa que no tiene su bueno y su malo. Tengo indicado a Vm. mi modo de pensar en cuanto a semejante especie de obras. Pero hallo que es sumamente útil el que Las   -198-   haya, y debemos estar agradecidos a los laboriosos escritores que las trabajan, mayormente, que como no adquieren por lo común mucha gloria, son muy acreedores a nuestra consideración. Es de mucho alivio cualesquiera literato y hombre de esto la noticia de las producciones periódicas para usar de aquella que mejor le conviene en el género a que más ha inclinado sus tareas y diversión.

Hay diarios que lo son propiamente, pues salen todos los días; pero este significado se extiende a toda obra periódica sea como fuese, por semana, mes, meses, año, &c. Yo pretendería que nosotros adoptásemos la palabra jornal y jornalista por sinónimo de diario diarista; aunque éstas son más propias. Llamamos jornal al el estipendio diario de un mozo de labranza, de un peón de albañil; jornalero al que recibe esta paga; jornada en varias acepciones, &c. Me parece podíamos añadir la acepción correspondiente a las letras, dándola igual sentido que los franceses a las palabras jornal y jornalista. No hallo inconveniente, y era dar esa mayor extensión a nuestra lengua.

El origen de los actuales jornales o diarios ha sido el intitulado Journal des Savants, Diario de los sabios, que empezó   -199-   en París un lunes 5 de enero de 1665. Éste es el primero y más antiguo de los jornales, el único que dura sin degenerar más de un siglo hace, y el que ha tenido más número de hombres grandes por autores. Su inventor y fundador fue Dionysio de Sallo consejero del Parlamento de París. El mismo, conociendo lo arduo de la empresa, se agregó algunos otros literatos. Gozó de la protección del gran Colbert, que siempre tenía a su lado una grande junta de hombres doctos para consultarles en materia de letras y de algunas otras. Excuso nombrar los sucesores de Sallo. Basta decir que desde que el chanciller d'Aguessau tomó este jornal bajo de su inmediata protección, y lo encargó a una sociedad de hombres de letras, se celebran sus asambleas en la chancillería. M. Dupuis, uno de los autores de este jornal, compuso en 1764 una memoria histórica muy amplia de él. En ambas obras podrá Vm. satisfacer su curiosidad en esta parte.

Las memorias de Trevoux son otra obra de esta naturaleza, que se ha sostenido. Empezó el año de 1701. Fue de los jesuitas hasta su expulsión. Últimamente M. M. Castillon son sus autores con el nombre de Journal des Beaux arts. Iré dando razón de los jornales más acreditados actualmente   -200-   con este nombre, o con algunos otros equivalentes, como por ejemplo la Biblioteca política, eclesiástica, física y literaria de Francia, o Concordancia de sus historiadores desde el tiempo fabuloso hasta el presente: obra dedicada a la nación por una compañía de personas de letras. Sale al público el día 1 y el 15 de cada mes.

El Manual Bibliográfico para los curiosos es obra que se compone de setenta y dos cuadernillos en 8º al año, y cada mes se dan seis al público. Contiene este jornal o diario un estado general de todos los objetos antiguos y modernos, que son relativos las letras, ciencias y artes, y que se venden diaria y sucesivamente en París. Contiene extractos, descripciones, notas, &c. correspondientes a puntos contenidos en dicho estado general, como también una relación de los principales sucesos; la vida y muerte de los hombres señalados y documentos y de los descubrimientos y nuevas invenciones que progresivamente se hacen.

Con el nombre de jornal de París sale un verdadero diario todos los días, inclusos los de fiesta, que comprehende la razón de los libros que se publican, los espectáculos que se representan y otras varias noticias.

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Casi sobre el mismo gusto hay otro jornal que es hebdomadario con el título de Carteles, anuncios y avisos diversos: su autor el Abate Fontenai, que también ha publicado un Diccionario histórico de los artistas en dos gruesos volúmenes en 8 y algunas otras obras.

El Mercurio de Francia sale todos los meses. No es político como el de Holanda que se traduce ahí en Madrid. Este otro es literario. Empezó el año de 1672 con el nombre de Mercurio galante; luego variando de materia tomó el nombre de Mercurio francés, y después le ha mudado en el de Mercurio de Francia, que es con el que subsiste desde el año de 1714. M. Marmontel le ha tenido a su cargo algunos años.

No hablo a Vm. de la gaceta por común y notoria, ni de las obras periódicas que suelen salir con algún motivo particular, como el presente de la guerra, y luego concluyen. Por ejemplo, L'Espion français a Londres, que se publica todos los sábados: Affaires de l'Anglaterre et de l'Amerique, también semanal, y otros semejantes.

Abraza unos y otros objetos el jornal intitulado Anales políticos, civiles y literarios del siglo XVIII que sale el día 15   -202-   y el 30 de cada mes. Esta obra es la continuación de la del Jornal de política y literatura compuesto en París hasta junio de 1776 por el mismo autor, que es el célebre M. Linguet abogado del Parlamento, ruidoso antagonista de M. d'Alembert y sus secuaces. De resulta de sus desavenencias pasó a Londres, fue el primer autor de la única gaceta que se ha visto en francés en aquella capital, entre las ochenta que salen cada semana, la cual se conoce con el nombre de Correo de la Europa. Últimamente reside en Bruselas desde donde prosigue escribiendo dichos anales, y uno de sus contrarios sigue publicando el Jornal de política y literatura en París.

Ya tengo hecha mención del difunto M. Freron, autor del Año literario, añadido ahora, que prosigue esta obra Freron su hijo, a quien el Abate Grossier ha ayudado algún tiempo en su composición.

El Jornal enciclopédico, que se imprime en Bouillon por una compañía de literatos, que tiene sus correspondientes en diferentes cortes y capitales de Europa, se sostiene con bastante crédito. Como los referidos hay diversidad de jornales, más o menos estimados según la reputación de sus autores, como el Jornal político también impreso en Bouillon; el Jornal extranjero; la Gaceta   -203-   literaria; el Jornal de Verdun; el Jornal físico del Abate Rocier, autor de varias obras de política y de historia natural; el Jornal económico; el Jornal de medicina; el Jornal eclesiástico, antes Jornal cristiano, por el Abate Dinouard autor de diversas castas de obras. El Jornal histórico y político de Ginebra; el Jornal de las damas; Jornal de las Emphimerides, &c.18

Ha habido y hay varios jornales o diarios con la poca suerte de haber sucedido el sepulcro a la cuna muy inmediatamente; y no es extraño que la presunción de algunos haya visto vivir tan poco tiempo sus producciones. Esta casta de obras no tiene poco que hacer, pues los análisis, las críticas, los elogios, la elección de lugares propios para extractos, el orden, los juicios que deben formar exigen mucha circunspección, saber y cuidado. Es preciso manejar bien la imparcialidad, o si se falta es indispensable conocer el partido que se abraza.   -204-   Esta suerte de escritos suele ser también un campo de Marte literario, al que concurren a sus peleas algunos campeones. Igualmente sirve de mercado público en donde muchos, por medio de cartas, avisos, &c. acuden con las noticias de sus producciones, o con apologías y otras materias que ocurren.

Para conocimiento del furor de obras periódicas en estos tiempos, basta decir que se publica todos los meses la intitulada L'Esprit des Journaux français et etrangers por una sociedad de gente de letras. Se vio muy decaída, pero con alguna mutación, adiciones y variación de método desde enero de 1774, ha logrado levantarse, y se sostiene bastante bien. Comprehende una individual razón de lo que contienen los demás diarios franceses y extranjeros en sus respectivos géneros.

Bajo el nombre de Almanaques y otros equivalentes, se publican anualmente varias obrillas periódicas para toda casta de gentes. A más de las que llaman L'Almanach Royal, Le Calendrier de la Cour, Les Etrenes mignones; L'Almanach de Versailles, L'Etat militaire, &c. &c. hay para las damas Le Petit secretaire, con una colección de peinados de moda y cosas semejantes. Para los petimetres hay el suyo;   -205-   y respectivamente para militares, para artistas, para golosos, &c. &c. Hasta para los aficionados a loterías hay el Almanaque de las tres fortunas con sus cálculos, cabalas, &c. En fin a principio de este año me hizo ver un librero conocido mío su colección, la cual comprehende cuarenta suertes de almanaques: todos bien encuadernados en tafilete.

Me lisonjeo que puede Vm. contentarse con el pasto literario de este correo. En otro iremos dándola fin. Dios gue. a Vm. ms. años &c.



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- VIII -

París y junio 3 de 1780


Amigo y señor: En el correo del 20 me dejé en el tintero tres obras, una periódica y dos con honores de tales. Por ellas empiezo esta carta destinada toda al Parnaso francés.

El Almanaque de las Musas sale anualmente. En él se insertan las poesías ligeras que ha producido aquel año. Algunas son de poetas famosos, o de autores famosos aunque no muy poetas. Otras de escritores novicios que quieren probarse, y saber el juicio que hace el público de sus producciones, y también el honor de verse incluidos en esta colección, pues sus editores procuran escoger las mejores piezas para formarla. Es un tomito en 12. El del año pasado tenía 305 fojas, el de este de 1780 tiene 279; todo se entiende, sin contar calendario ni prólogo, &c. Quiero, pues le tengo a la mano, dar a Vm. una idea de su contenido indicando lo más notable.

La primera piececita con que da principio es una invocación a Neptuno por el Caballero de la Loge, alusiva a las circunstancias   -207-   actuales. A esta siguen otras piececitas, entre ellas una epístola de M. Marmontel, Sobre la esperanza de sobrevivirse; una Epístola sobre las flores del Caballero Parny, especie de pequeño poema; otra de unos 300 versos por M. de Fontanes; algunas poesías de M. Dorat, célebre poeta (de quien hablaré) como la Fábula del conquistador y del flauta, &c. otra fábula de M. Imbert que intitula la Academia de los animales; el Retiro al campo de M. Ducis; algunos cuentos de M. de Neuchateu; varios epigramas de M. Marson de Marvilloy; idilios, estancias, odas, madrigales y otras semejantes producciones de varios anónimos: algunos opúsculos de la Condesa de Beauharnois, de la Marquesa de la Fer..., de la Condesa de Bussy, del Conde de Tressant, y así diferentes amenidades sobre este gusto. En semejante género de colecciones hay de malo y de bueno, como Vm. bien puede colegir; pero siempre es una señal de que están en arma los ingenios, que se hallan en ejercicio, y que se cultiva este agradable arte de la naturaleza humana.

Los anales poéticos, colección cronológica desde el origen de la poesía francesa, se publican periódicamente, aunque no son una obra verdaderamente periódica. Hasta ahora son 14 los volúmenes que han   -208-   salido; su tamaño el de 12.

La Enciclopedia poética es otra especie de colección que por términos periódicos va publicándose, y contiene las piezas escogidas de los mejores autores desde Marot y Malherbe, teniendo presentes sus críticas para la colección de extractos; debe constar de diez y ocho volúmenes en 8.

Entre otras obras nuevas corre con aplauso y críticas la del poema, intitulado Los meses en doce cantos, por M. Roucher. Hay dos ediciones, la una de 4 volúmenes en 12, la otra de 2 en 4.

También ha logrado aceptación el de los Eclipses, poema latino en seis cantos dedicado al Rey Cristianísimo; su autor el Abate Boscovich insigne matemático, traducido por el Abate Borruel, un tomo en 4.

El arte de pintar, es otra obra que corre muy estimada, sin embargo de que la versificación no es buena. Su autor M. Watelet lo es en la Enciclopedia de los artículos de Pintura, Diseño y Grabado con grande acierto, y de algunas otras obras que hacen ver su buen gusto, y lo versado que está en las letras humanas.

Las estaciones son un poema aplaudido por su propio partido, y muy criticado por otros; su autor M. de Saint Lambert.

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El Abate Delille ha dado al público varias odas y epístolas con feliz versificación; pero lo que le ha adquirido un decente lugar en el Parnaso francés es la traducción en verso de las Geórgicas de Virgilio, que sin embargo de su elegante exactitud, ha sufrido una severa crítica de M. Clement. El rigor de este crítico no disminuye el mérito de aquella obra, como tampoco pierde el suyo el mismo M. Clement, quien con la severidad de sus observaciones, ha descubierto un especial talento para este género de poesía y para la sátira. La intitulada Mon dernier mot y otras le han dado la reputación de poeta, aunque todavía necesita cultivar este talento para contentar los humanistas delicados.

El Abate Aubert ha dado muestras de muy buen ingenio en el Apólogo. Sus fábulas de La Mirla, &c. le acercan al célebre la Fontaine más que otros que han manejado la misma clase de poesía. La superioridad en esta parte a sus contemporáneos, no le excluye de haber tratado otras con elegancia. Su poema de Psychis, aunque no exento de defectos, ha sido recibido con estimación.

M. Bitaubé no ha tenido acierto en sus obras y poemas, sino en el que ha hecho en prosa sobre la fundación de la República   -210-   de Holanda con el título de Guillermo de Nassau, que ha merecido el voto y la estimación de los inteligentes.

Antes de pasar adelante, no puedo menos de hacer mención de un poeta muy aplaudido, que después, como prelado, embajador y ministro, ha hecho, y aún hace un gran papel en el mundo, que es el Cardenal de Bernis. Su pequeño poema de Las cuatro partes del día, el de Las cuatro estaciones, y las demás poesías ligeras llenas de gracia, de sal, de chiste y de ligereza, le hacen muy acreedor a su respectivo papel en el mundo poético como en el político.

M. Feutri abogado del Parlamento de Douai, ha hecho el poema intitulado el Templo de la muerte, y algunos otros cortos poemas, diversas eróticas, romances y varias poesías que le hacen honor en este Parnaso.

Al lado de este poema de asunto triste, quiero hablar a Vm. de otro bien alegre que es el intitulado Vert Vert, que ha gustado mucho, y se hallan en él muy hermanadas la alegría y la decencia. Su autor M. Gresset, que murió en 1777, lo es de otras muchas poesías, y de los más célebres de estos tiempos. Su comedia intitulada Le Mechant   -211-   es una de las mejores que se han escrito modernamente.

Esta comedia me trae a la memoria que excuso de ir dando razón individual de los poetas más acreditados del tiempo presente, pues la mayor parte son también poetas dramáticos, que es el género de mayor interés y arte, sobre cuyo asunto voy a tratar.

Bien sabe Vm. que la vena poética se ramifica de mil modos. Raro es el que no se ejercita en más de uno, aunque el buen poeta lo es verdaderamente en sólo una especie. De doctor, poeta y loco cada uno tiene un poco, dice un refrán nuestro. En los franceses se verifica este proverbio más generalmente. Su numen es bien ligero. Cada suceso, cada asunto lo es para sacar una canción y encajar una moda. La idea que Vm. puede formar de las obras y autores de que le voy dando cuenta, puede compararla con la que tenga o adquiera de los de la mitad del siglo pasado y parte de este, y sacará la consecuencia de lo más o menos floreciente de las letras humanas en estas tres últimas décadas, que llevamos hasta el corriente año de 1780.

La comparación es odiosa en ciertas materias y ocasiones; necesaria en otras; en ésta indispensable. Si yo hubiera de dar mi   -212-   voto, diría que en las buenas letras percibo una decadencia que no me atrevo a señalar; pero que en las matemáticas y en la física hallo superiores estos tiempos a los pasados. La comunicación recíproca y comercio literario se ha extendido más, y se han adquirido sucesivamente nuevos medios. Esta es una ventaja para los progresos del conocimiento humano y su mayor cultivo.

No importa que me deje en el tintero, entre el crecido número de versificantes o poetas, algunos que merezcan alguna estimación. Lo dicho es suficiente, y voy a conducir a Vm. al teatro. Como he de empezar por el de la ópera, es preciso que antes hable de la música.

La música, pues... un amigo inteligente ha entrado en mi cuarto, y me tira por la manga diciéndome que es asunto largo; que debo mirarme algo más en él si pretendo dar una fundada razón en materia tan varia, que tanto se ventila y controvierte en esta gran capital; y que conviene tratarse con separación para poder desempeñarla debidamente, y satisfacer la merecida curiosidad de Vm. Yo sigo su consejo, dejo esta parte para otra ocasión, y entretanto me ciño a lo siguiente.

Aquí hay dos sectas armónicas, que forman dos partidos acalorados, y dividen en   -213-   dos mitades toda la corte y la villa. Ambos profesores son extranjeros: el famoso Gluck alemán y el célebre Piccini italiano. Esta competencia ejercita la lengua, la pluma y la garganta, como diré a Vm. en la ocasión prometida. Ahora sólo hablaré de una obra reciente que ha salido este abril, cuya noticia no quiero diferirla. Su título es Ensayo sobre la música antigua y moderna, cuatro volúmenes en 4 de más de 600 páginas cada uno, con estampas y música grabada. Esta obra, dice el autor, es el efecto de treinta años de estudio seguido, y de los extractos que han sido su fruto. El objeto es juntar en un cuerpo todo lo que hay escrito de bueno sobre la música en millares de volúmenes.

Habla de la música de los caldeos, de los egipcios, de los griegos, &c. Sobre la música griega, con los fragmentos que ha recogido forma un plan para que, mediante su método, sea fácil descifrar los trozos de música que se encuentren en los MSS. de Herculano y Pompeya. Impugna la opinión de Juan Jacobo Rousseau en su Diccionario de música en el artículo Caracteres, de que no hay sino las naciones europeas que sepan escribir la música. Demuestra que se ha engañado dicho ginebrino, y pone el método de los chinos, de   -214-   los persas y de los árabes. Trae la historia de los instrumentos músicos que separa en tres clases, aire, percusión y cuerda. Presenta un tratado de composición. Describe cronológicamente las canciones del medio tiempo, precedidas de una disertación sobre las variaciones sucesivas de la lengua romance, hasta haber quedado enteramente convertida en francesa. Termina el segundo volumen con una escogida serie de canciones que divide en languedosienas, bearnesas, gasconas y provenzales.

Los otros dos volúmenes contienen noticias detalladas o circunstanciadas de los poetas literarios, compositores, músicos y escritores de música de los griegos, romanos, italianos y franceses. No habla de músicos alemanes, y se contenta con dar una lista seca de las obras del famoso Caballero Gluck (ya mencionado) cuyo silencio, y el hablar abundantemente de las de Piccini, hace ver que es su parcial y acérrimo anti-Gluckista.

Una obra tan completa como ésta, que puede aspirar a clásica en tiempo que ha hecho la música tan conocidos progresos, por fin la pega cuando toca algo que pueda considerarse por cosa nuestra, de suerte que no debe echarse menos el que no trate de música española.

En la noticia que da de músicos y autores   -215-   sobresalientes con algunas anécdotas o casos que inserta, trata de nuestro célebre Farinello napolitano. El elogio que hace es muy merecido, muy cierto y muy justo; pero desbarra furiosamente en las anécdotas que cuenta. Dice que habiendo caído Felipe V en una especie de demencia hipocondríaca, la Reina hizo venir a España a Farinello, y que sin que lo supiese el Rey le hizo cantar en la pieza inmediata; que el encanto de su voz movió de tal suerte el ánimo de aquel soberano, que le hizo entrar inmediatamente en su propia cámara, y le honro mucho; que Farinello rogó a S. M. se hiciese afeitar y acudiese al despacho, dos cosas que no habían podido conseguir mucho tiempo había, y que logró; siendo éste el principio de su valimiento, con el que después llegó a ser primer Ministro. Como estos, dice otros mil disparates o sueños, que falta la paciencia para referirlos.

Bien sabe Vm. que Farinello, cuya voz y cuyo talento en su esfera, le hacen debidamente el primer músico de Europa, vino desde Londres a Madrid el año de 1738; que sirvió en calidad de músico de cámara, hasta el de 1746, en que murió Felipe V; que después siguió con el mismo empleo todo el reinado de Fernando   -216-   el VI, en cuyo tiempo tuvo la dirección de la ópera, y le honraron muy especialmente dicho soberano y la Reina Doña María Bárbara; y que en principios del año de 1760 se restituyó a Italia, donde goza en Bolonia (que es su residencia) de la considerable pensión que el Rey N. Señor le tiene generosamente señalada.

Ya es tiempo de entrar en el teatro francés; pero al asomarme reparo que es demasiado grande el empeño en que me meto. No tengo a la mano los documentos que me son necesarios, ni el tiempo para su coordinación. El asunto es importante, pues en el día el teatro es una conocida señal de lo floreciente de un estado. Merece toda atención, y sería lástima dejar a Vm. poco satisfecho; por cuyas razones, el consejo que me dio el amigo para la música, me lo tomo también para la materia dramática. Pero le ofrezco a Vm. trabajar a continuación de aquélla, una disertación sobre estotra. En el ínterin daré igualmente una sucinta razón, para que Vm. se haga cargo de esta esencial parte de la literatura, ingenio, carácter y usos de la nación francesa actualmente.

Aquí es religiosa policía y costumbre tener cerrados los teatros en los días de las festividades más clásicas de la Iglesia,   -217-   como Navidad, Pascua, Trinidad, Ascensión, Concepción, &c. Habiéndose considerado que en una gran capital, mayormente la de París, que lo es de tanta disipación, convenía un equivalente, se dispuso (con la circunstancia de que fuese análoga a semejantes días) y se abrió el año de 1725 a la hora acostumbrada, un espectáculo público llamado Concierto Espiritual. Estableciose en el salón de suizos del palacio de Tuillerias, en el que se construyeron palcos, y una grande orquestra. En él se tocan sinfonías, solos, &c. se cantan motetes, pastorelas, cantatas, y algunas áreas italianas, &c.

Si pasa por París alguna célebre habilidad de voz o de instrumento, lo luce en este espectáculo, que regularmente siempre se compone así en sus instrumentos como en voces de los mejores músicos de la cámara y capilla del Rey, de los más sobresalientes de las Iglesias de París, y de los más aplaudidos de la ópera, inclusas sus actrices. A este espectáculo pueden concurrir personas eclesiásticas: concurrencia que les está prohibida en los otros. En tal grado extraña el público su inobservancia, si alguno cae en ella que empieza a notarlo de modo que tiene que salirse.

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La Iglesia galicana condena los teatros. Su respectiva protección y tolerancia nace de tácita consideración recíproca entre ambas jurisdicciones eclesiástica y secular. Dependen enteramente del patrocinio Regio. Los actores gozan del título de Comediantes del Rey. Es su jefe único y juez privativo el Gentil-Hombre de cámara que está de año. La inmediata protección que logra del trono este ramo, le hace conservar aquel decoro y decencia que se observa, y causa el grande auge en que se mira esta tan esencial parte de la buena policía, que poderosamente influye en la moral y en los modales urbanos. Contribuye este dulce atractivo de las gentes al bien común y recíproca conveniencia del público y del trato civil. Pero dejemos para la citada ocasión el tratar semejantes especies, y vamos a hablar como de corrida de lo que corresponde a teatro y sus poetas dramáticos.

La Ópera de Paris, el más brillante y magnífico espectáculo de Europa, es un poema dramático y lírico, en cuya armoniosa representación se reúne un bello conjunto de los más deliciosos esmeros de las ciencias y artes. La poesía, la música, la perspectiva, la danza forman las principales partes de su constitución. La idea de la   -219-   ópera pasó de Venecia a Francia. Su época se fija en el año de 1669, y su primera representación y establecimiento en París en el de 1672. Aunque traen el origen de Italia, no son, ni han sido semejantes la ópera italiana y la francesa, ni en sus principios, ni en sus medios, ni en sus fines, y no deben compararse.

Le aseguro a Vm. que una ópera del gran Metastasio, puesta en música por un Pérez, un Galupi, un Jomelli, ejecutada por un Egipcielo, un Caffarielo, un Manzoli, un Elisi, un Raff, &c. una Tesi, una Astrua, una Mingoti, una Gabrieli, &c. en un buen teatro como el del Retiro, el de Nápoles, el de Turín, el de Milán, &c. me divierte, me gusta, me encanta. No por esto dejo de hacer la diferencia del respectivo mérito de las dos representaciones tan poco parecidas una a otra siendo de la misma especie. La poesía, la música, la danza y todos los demás accidentes de la ópera francesa, son cosa enteramente diversa de la italiana.

Quinault, el más famoso lírico de esta clase, no ha tenido sucesor; murió en 1688. Los poetas actuales procuran imitarle, o mudan de rumbo para ver si por los giros o rodeos que intentan pueden tropezar con el camino que les conduzca al mismo   -220-   aplauso. Pero hasta ahora lo más que logran es acercarse a un punto que les haga tolerables sus piezas, ayudadas de los demás adornos, y que queden en el teatro al lado de aquel gran modelo.

Algunos han retocado ciertas piezas suyas dándoles un baño de novedad, como ha hecho M. Marmontel con la de Orlando, que la ha puesto en tres actos con algunas variaciones. La ha habido enteramente en la música que era de Lully, y ahora es toda de Piccini, en cuya nueva forma ha empezado a representarse el año de 1778, y sigue alternando con otras piezas antiguas y modernas de varios autores y compositores. Muchas se renuevan, ya en las palabras, ya en la música, y rara suele volver al teatro sin alguna innovación.

Para ejemplificar con lo que hay de más moderno tomaré el postrer medio año pasado y lo que va de este de 80 hasta el presente mes de junio en que escribo. Empezó el mes de julio con la décima cuarta representación de Ifigenia en Tauride, renovada, en cuatro actos, poesía de M. Greillard, música del Caballero Gluck. En 4 del mismo mes se ha dado la primera representación de la Reina de Golconda, pieza nueva pocos años hace, y vuelta al teatro; poesía de M. Sedaine en tres actos,   -221-   sacada de una obrita del Caballero de Boufflers, intitulada Aline; la música de M. Monsigny. En 24 de septiembre por la primera vez Eco y Narciso, ópera de tres actos, poesía del Barón de... (Ministro de cierta corte de Alemania) música del Caballero Gluck. En 22 de octubre la primera representación de Alceste, después de vuelta al teatro, con música del mismo compositor. En 13 de diciembre también la primera representación de Amadís de Gaula, tragedia-ópera de Quinault, vuelta al teatro en tres actos, con música de Back, maestro alemán; pues como ya dejo expuesto, vuelven a sacar con nueva música y otras variaciones las piezas antiguas suspensas o retiradas del teatro.

En 22 de febrero la primera representación de Atys, tragedia lírica de Quinault, y cuya música era de Lully, ahora lo es de Piccini. En 28 del mismo mes Ifigenia en Aulide, sacada de la tragedia de este nombre, por M... Música de Gluck desde el año de 1774, que volvió al teatro. En 2 de marzo Arminda en cinco actos, obra de Quinault y de Lully, vuelta al teatro en 1777 con música de Gluck. En 7 de mayo Cástor y Pólux: poesía de M. Bernard poeta agradable llamado el gentil Bernard, música del   -222-   celebrado M. Rameau, compuesta en 1737; con todas estas piezas alterna la ya referida de Orlando.

Últimamente en 6 del corriente junio la primera representación de Andrómaca, tragedia lírica en tres actos; sacada de la Andrómaca del famoso Racine, música de M. Guetry, compositor que va adquiriendo mucha fama. Ésta se considera como la primera obra suya, pues aunque ya para este mismo teatro había puesto en música la pastoral de Céfalo y Pocris, son muy diversos el género y carácter de música en una pieza que en otra. Esta de Andrómaca es de arte superior: así al poeta como al compositor les han hecho los inteligentes aficionados sus amistosas críticas e insinuaciones de los lugares que necesitaban alguna mudanza. En su vista, y de sus propias observaciones ambos han corregido la pieza para las representaciones que se han seguido, y logran de un prodigioso aplauso.

Los Coros están perfectamente colocados, y los Bailes composición de M. Dauberval con la más propia analogía y exacta situación al asunto y episodios. La danza pírrica se mira traída muy a propósito, habiendo sido su inventor el mismo Pyrro, que hace principal papel en la pieza; y en   -223-   todo se hallan bien observadas las costumbres y carácter antiguo.

Aquí la danza se amalgama y forma una masa misma con el poema que se canta, de suerte que viene a ser algunas veces un drama bailado, o un baile cantado. De esta especie se ejecutan varias piezas unidas o sueltas, como por ejemplo, la que nuevamente restaurada se empezó a representar el domingo 29 de enero último, intitulada Medea y Jasón, baile pantomimo, composición de M. Noverre, precedido de Euthimio y Liris, baile heroico, poesía de M. Boutellier, música de M. Desormery. Para mejor inteligencia daré una relación de las piezas, que al modo de esta referida alternando con las principales, y que son las ya expresadas, se ejecutan en este teatro.

La moda ha establecido no ser de buen tono la concurrencia al teatro de la ópera sino los martes y viernes. En éstos se hacen las representaciones principales: rara vez en domingo. Los domingos y jueves, así por variar como para que descansen19 las partes, hacen otras suertes de piezas, compuestas, ya de pastorelas, ya de algunos actos, ya de fragmentos, que son unos extractos de varios trozos escogidos de alguna ópera muy apetecida del público. En estas temporadas   -224-   han dado muy frecuentemente los actos de Theodoro y de Mirtilo y Licoris; los fragmentos de Euthimio y Liris, y de Vertumno y Pomona; los de la Unión del amor y las artes; La corte de amor; Bathilo y Cloé; la Pastoral de Filemón y Baucis, composición de M. Gossec, que ha vuelto a parecer en el teatro con grande aplauso, acompañada de Nineta en la corte, comedia bien conocida, puesta en baile, que es otro de los medios que usan ahora para dar siempre cosas nuevas que atraigan la curiosidad.

Y en fin para probar el gusto y tentar la inclinación del público parisiense, se admitió una ópera buffa italiana que representó sus mejores piezas, como La Bouna Figliola, La Frascatana, L'Amor Soldato, Il Geloso in cimento, &c. compuestos por los más acreditados maestros Piccini, Sachini, Anfossi, &c. Aunque en particular gustan a muchos franceses las áreas italianas, y deleita su agradable melodía, en general los oídos galicanos no están amoldados a las modulaciones, inflexión y estilo de aquella música. Les parece muy frío e insufrible el recitado; y además choca a la exactitud, reglas y orden del gusto francés la intriga, el tejido, la confusión y miscelánea de las óperas buffas.

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Lánguidamente se había ido sosteniendo cerca de dos años la tal ópera; pero el 28 de noviembre la llegó su golpe fatal. Últimamente se había mezclado algo de ópera francesa con la italiana, para variar con más novedad, y poderla sostener. Aquel día, que un domingo, se representaba un acto de Theodora, el segundo de la Bouna Figliola y un baile pantomimo con el título de Mirza y Lindor sumamente aplaudido. El concurso atraído por este baile fue mucho mayor que cuando se representa solamente ópera italiana. La gente empezó a desazonarse de modo que rompió en una especie de tumulto y no pudo acabar aquel segundo acto, porque se bajó el telón para disiparle. Después se ejecutó dicho baile. Con este escarmiento se prosiguió aquella temporada dando sólo rara vez alguna representación italiana; pero concluido su tiempo se ha suprimido.

La experiencia ha hecho ver que no es fácil introducir este gusto en una nación preocupada del suyo propio, que con efecto, asistido de sus adornos y realces, tiene un verdadero mérito en el todo, aunque en sus partes no deja de padecer varias impropiedades e imperfecciones. Sin meterme en apologías de la música italiana, no puedo menos de hacer la reflexión de que ha   -226-   penetrado, no solamente en España y Portugal, donde puede caber mayor analogía, sino también en las demás naciones. En Inglaterra ha tenido muchos años hace grande acogida así la ópera seria como la buffa, y respectivamente en todas las cortes de Alemania, en las de Polonia, Rusia, Suecia y Dinamarca; y sin que realmente aquélla se hallase poseyendo una eminente calidad, no podía ser tan generalmente agradable a naciones de tan diverso idioma, carácter, costumbres, gobierno y genio. En fin sobre este particular condeno los oídos franceses por tenerlos tan cerrados al delicado gusto de los iluminados jueces que componen la opinión contraria, a cuya fuerte y poderosa razón debe someterse cualquiera sano juicio.

Es cierto que la ópera francesa es muy correcta, y que el superior ingenio del célebre Quinault, fundador suyo, tomó los puntos para hermanar la naturaleza y el arte, y para encaminar su poema lírico dentro de los límites dramáticos, contemporáneamente a las reglas que establecían, y restauraban los famosos autores de la tragedia y la comedia, que son bien notorias, renovando y siguiendo los excelentes preceptos de griegos y latinos. Bajo de estos principios le pareció con fundamento que   -227-   para unir en su debida forma lo noble, lo terrible, lo hermoso, lo agradable, lo magnífico era preciso tomar el género portentoso con prodigios y maravillas, y sacar todos sus asuntos de la magia, la mitología, y tiempos heroicos, llenando su objeto de entusiasmo sublime.

El paganismo y el encanto le suministraban los materiales, y su talento supo adoptarlos a la especie de espectáculo que se había de representar conforme a las ideas recibidas. La música, la danza, las tramoyas y máquinas, las decoraciones, la riqueza del vestuario, la orquestra, los coros habían de formar un todo, capaz de ser representado propia y metódicamente por una armoniosa poesía, compuesta de una sola acción, que causase interés y deleite, y que ejercitase en la perspectiva, la pintura, la música y demás accedentes los profesores de ciencias y artes que tan útilmente florecían y florecen en Francia. Juzgando que el canto no es propio lenguaje de los hombres, pareció emplearle en los dioses, semidioses y héroes de la obscura antigüedad, o en personajes prodigiosos, cuyas acciones son fuera ya de la posibilidad humana en el orden natural; y que hacer cantar unos héroes como Temistocles, Artajerjes, César,   -228-   Adriano, Tito, &c. no era correspondiente a la conveniencia teatral y armonía de este espectáculo; por lo que siempre sus héroes fueron de otra jerarquía, como Zoroastro, la Armida, Alceste, Atys, &c.

No entro en las razones de pro y contra de la crítica que hacen los franceses a las más selectas óperas italianas. Yo no hago elogio ni censura de la ópera francesa, refiero sus calidades con imparcialidad, sin las preocupaciones que ordinariamente rigen las ideas de italianos y franceses.

Después de Quinault han seguido éstos las mismas huellas, principios y gusto. Pero como no ha nacido igual talento para este género, y en la condición humana es indispensable la variedad, se ha imaginado otro género de ópera más fácil que son los actos, piezas o fragmentos que dejo indicados. M. de la Mote (que murió en 1731) fue el inventor, y su primer obra de esta especie L'Europe Galante, sobre cuyo modelo han trabajado sus copiantes e imitadores. Estos poemas cortos logran la ventaja de ser compatibles con cualquiera otra pieza de baile o canto de diverso asunto, y pueden juntarse en un mismo espectáculo dos o tres castas de representaciones más o menos ligadas entre sí, o enteramente cortadas. Aquí es donde caben más   -229-   bien los bailes pantomimos, que a veces suelen ser piezas enteras según el orden que llevan, y asuntos que figuran; como el de Mirza y Lindor ya mencionado, y otras semejantes. Éstos son diferentes de los bailes figurados relativos a la misma ópera, con cuya acción van encadenados, como los Zagales o Pastores de Orlando, los Placeres en el Palacio de Armida, los Espíritus infernales o Eumenides que enfurecen a Orestes en la ópera Efigenia, &c. u otros entes morales personizados.

De lo referido podrá Vm. inferir la especie de espectáculo que es éste, y la relación que tiene con la literatura, ciencias, artes y costumbres. Si se concurre a él material o maquinalmente por mera diversión y pasatiempo, no deja de haberla, añadiéndose lo lucido del auditorio a lo suntuoso del espectáculo. Casi siempre está lleno el tablado de los coristas de ambos sexos ricamente adornados y vestidos; de las bellas comparsas y los bailes tan primorosamente entendidos, y ejecutados con expresión, gracia, agilidad, arte y gusto. Si se concurre con toda reflexión y al modo de decir, facultativa o científicamente, no solamente los sentidos sino también las potencias hallan en qué ejercitarse, y el ánimo se recrea o se agita según los efectos   -230-   que sugiere aquella ilusión.

En el auditorio es cosa digna de notarse la muy diferente impresión que causa a unos y otros de los concurrentes. Ésta es la sexta vez que me hallo en París. En la primera, aunque joven, acostumbrado desde mis primeros estudios a reflexionar y hacer análisis de los objetos que merecían mi aplicación, puse atención especial en observar los diversos efectos que hacía en los demás oyentes en fuerza del que experimentaba yo mismo, y me confirmo cada vez más en que fueron bien hechas mis reflexiones en aquel tiempo. Los italianos, nación de más exquisito órgano y ejercitado tímpano, mostraban una impaciencia y disgusto que les salía al rostro, no pudiendo sufrir los agudos de la música francesa, ni aguantar sus extremos. Nosotros tolerábamos algo más, pero también nos chocaba su música, su estilo y las descompasadas acciones de los actores.

Los alemanes, ingleses y demás naciones del norte oían con indiferencia la ópera, la atendían poco y se distraían con su propia imaginación, o con los objetos que rodeaban su vista. Yo deseaba que se acabase el canto, esperando con ansia los bailes; entretanto sólo me gustaban los coros. Los franceses en éxtasis, observando un profundo   -231-   silencio, y aplaudiendo con entusiasmo los pasajes que más nos disonaban, se creían los más dichosos hombres del mundo, desechando todos los cuidados, embebidos con fruición en aquel embeleso. Esto sucedía 25 años hace; lo mismo sucede ahora.

Parece imposible que una nación tan ilustrada se engañe en su gusto, que en tantos otros objetos es imitada y seguida. Tampoco es natural que las demás naciones se alucinen al extremo de serles insoportable, o por lo menos indiferente el mismo espectáculo. La consecuencia en esta variedad de sensaciones, es que hay en lo humano cierto grado de perfección física y real en que todos convienen generalmente, y hay un respectivo grado de perfección o belleza especial o nacional que se queda o retrae dentro del círculo de aquella propia nación, según las inflexiones e índole de su idioma, según sus costumbres y modos de percibir, &c. y se hallan en igual caso los muy connaturalizados por larga mansión.

Sin entrar en las discusiones que pueden verse en la Enciclopedia al artículo Poeme lirique de un enciclopedista nada adulador, ni en las convenciones tácitas entre el público y el teatro, le diré a Vm. que este espectáculo no ha salido de París. La composición o estructura de toda la máquina,   -232-   lo conexas que están unas con otras sus ruedas, su conjunto y sus contrastes, hacen muy difícil la ejecución en otra capital que la de Francia. Sepa Vm. que el precio de sus ínfimas plazas o lugares en pie en el patio, es de 48 sueldos que quieren decir muy cerca de 10 reales de vellón. Este teatro no se considera sino como una Academia real, y en los carteles se llama L'Academie royale de Musique. Desde su institución se maneja bajo las órdenes inmediatas del secretario de Estado que tiene el departamento de París.

Por decreto de 17 de este mes de marzo se ha mudado en varias cosas la forma de su administración. Su gobierno y policía son cosa digna de atención y curiosidad.

Me parece que hablo más de lo que he prometido sobre la tal ópera, y ya es razón hacer punto. Conténtese Vm. con lo dicho, y mande Dios gue. a Vm. ms. años, &c.



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- IX -

París y junio 14 de 1780


Amigo y señor: Dios libre a Vm. en la relación de los demás teatros me detenga tanto como lo he hecho en el de la ópera. Más que corriendo voy a citarle dos obras nuevas que no he leído, y a las que me remito. Sería grande anuyo meternos ahora en el detalle de las representaciones y de los espectadores. Antes que se me olvide, suplico a Vm. que es algo purista, me admita (interinamente a lo menos) las palabras anuyo, si no me acuerdo de fastidio que es la que más se le acerca, detalle y espectadores, valgan por lo que valieren, y vamos adelante.

Una de las obras es la Historia general de los teatros de todas las naciones desde Thespis hasta nuestros días, por una compañía de literatos; dedicada a Monsieur, título que lleva el hermano inmediato del Rey Cristianísimo. Se compone de muchos volúmenes en 8 y ya son nueve los publicados hasta este corriente junio. En ella, según su Prospectus, encontrará Vm. no sólo cuanto concierne a teatros antiguos y   -234-   modernos, sino también a toda especie de espectáculo, como los anfiteatros, circos, naumaquias (o combates de agua) juegos seculares o de centenar y otros muchos de los que antiguamente se han usado, y cuanto pertenece a los sacrificios, culto religioso, matrimonios y otros actos ceremoniales con el fin de que sirvan de guía semejantes detalles para vestir y adornar propiamente los teatros, de suerte que con la verosimilitud reine más bien la ilusión que corresponde. Igualmente se trata de las obras y de los autores, se hacen análisis de sus piezas, y a continuación de estos análisis se forman unas muy sucintas reflexiones.

La otra obra es la intitulada Tabletas dramáticas o Epitome de la historia cronológica del teatro francés; se está imprimiendo y ha de ser de tres volúmenes en 8 cada uno de 500 páginas poco más o menos. Contiene la razón de todas las piezas representadas, así impresas como manuscritas y anónimas, desde el establecimiento del teatro en Francia, hasta el punto dado en este año de 1780; un diccionario de todos los autores dramáticos, seguido del de los actores y actrices; y un resumen de la historia cronológica del dicho teatro francés.

Aquí el año teatral concluye en la cuarta   -235-   semana de cuaresma, y empieza pasado el domingo de Quasimodo. Así el día de la clausura, como el de la abertura en el teatro de la comedia francesa, que es por donde empiezo, uno de los principales comediantes hace al público una elegante arenga en nombre de la compañía. Después se imprime, y por lo regular es una de las principales piezas de elocuencia que salen en París. La dice entre la pieza principal y la pequeña, pues son dos las que ordinariamente se representan.

El coliseo en lo material es sumamente indecente para una capital como ésta, pero ya se ha dispuesto fabricar otro muy bueno. Últimamente se ha estrenado en Bordeaux uno magnífico, que es el mejor teatro francés que hasta ahora se ha hecho.

En todo este año la suma total de novedades dramáticas de dicho teatro de París es de tres piezas nuevas y nueve Remises au teatre; esto es, vueltas al teatro así tragedias como comedias.

La comedia francesa es el primitivo y propio teatro nacional. El nombre de comedia es genérico hablando comúnmente, y bajo de él se entiendo el de tragedia. En tiempo de Cornelio y de Racine, aún se decía la comedia del Cid, la de Cinna, la de Fedra, y Madama de Sevigne así las nombra   -236-   en sus obras. Ahora sería silbado cualquiera que no llamase con sus respectivos significados estas dos especies de dramas tan distinto uno de otro; pero se dice siempre El teatro de la comedia francesa, y en los carteles, Los comediantes franceses del Rey darán hoy, &c.

Sin embargo de que la profesión de comediante aquí es baja como en España, y no obstante que no se les da sepultura sagrada si mueren en su ejercicio sin haberle renunciado; se hallan muy estimados, no por capricho de algunos particulares, sino por consideración de las más distinguidas personas en nobleza, ciencia y gusto. Desempeñan este ejercicio, no unos bajos histriones ignorantes sin crianza ni modales, sino unos verdaderos profesores, que aunque de gente del pueblo, tienen educación, instrucción y modo, y saben por principios la profesión que ejercen; por lo que en el trato gozan la consideración a que son acreedores. Conocen el respeto que deben al público, y éste les guarda la correspondencia que se les debe por su habilidad y talento.

Entre los romanos era infame el oficio de comediante. Entre los griegos muy honrado. Los franceses piensan como los romanos, y tratan con ellos como los griegos.   -237-   No entro en discusiones; me ciño a aquellas noticias más oportunas del día, acompañadas, al lo más, de mi parecer en el asunto, por lo que no me pongo a tratar ex profeso de comediantes, ni de tragedias, ni comedias. Sobre este particular me remito a las dos obras citadas, a la Enciclopedia y su suplemento en sus respectivos artículos, y a otras varias que tratan de propósito la materia.

Este teatro perdió el año de 1778 a M. le Kain, el mejor actor trágico que ha tenido de muchos años a esta parte. No ha quedado sucesor, y aún se le llora con desconsuelo. Precisamente en el mismo año murió en Londres el famoso Garrik, que ya se hallaba retirado del teatro. Allí fueron excesivos los honores que le hicieron, y no tiene comparación la riqueza suya ni la pompa y aparato con que aquellos isleños honraron su memoria.

El teatro francés en el pie que hoy se halla, se considera desde la mitad del siglo pasado. Los franceses confiesan que el español tendrá siempre la gloria de haber creado su teatro, que no ha sido en su verdadero principio sino una imitación del nuestro.

El gran Pedro Cornelio, su hermano Thomas y Racine fueron los fundadores   -238-   de la tragedia en la perfección y corrección en que la han puesto, cada uno por su respectivo gusto. Moliere fue el fundador de la buena comedia. Era autor y comediante, como igualmente lo fueron en aquellos tiempos Baron, Dancour, Montfleuri, Hauteroche, &c. y en éstos lo son algunos que también juntan el ingenio de autores con el talento de cómicos.

Bien sabe Vm. que la tragedia es la representación de una acción heroica, cuyo objeto es excitar el temor y la compasión; que su principio es la sensibilidad humana, su medio el patético; los fines que se propone, el horror a los grandes crímenes, y el amor de las virtudes sublimes, que en sentido moral podemos llamarlas de grado heroico. Esta viva pintura viene a ser una escuela en donde los príncipes y poderosos pueden aprender sus lecciones, que no suelen tomar de otros maestros. Un buen poeta, que sabe manejar su pluma, puede hacer gran beneficio al público, diciendo en sólidas y elegantes producciones, que en la representación añaden tanto atractivo, lo que el más celoso patriota no puede, o no se atreve a decir a un príncipe, a un valido, a un poderoso. Es bueno que se encuentren con este espejo, donde miren los efectos de las vicisitudes   -239-   humanas, muchas veces causadas por el ímpetu a que arrastran las grandes pasiones.

Sin embargo, en el concepto general de las gentes la comedia es más propia que la tragedia para dar escenas instructivas, y éstas bien manejadas con el arte que corresponde, son de una utilidad inmensa; pues la mayor parte de concurrentes, que frecuentan el teatro, leen poco en otros libros morales. El pueblo francés que concurre no es plebe, es pueblo culto y que puede costear su pasatiempo; pues el más ínfimo lugar, que es en pie en el patio cuesta 24 sueldos, que es muy cerca de cinco reales vellón, y las buenas entradas pasan de seis mil libras, que hacen veinte y cuatro mil reales vellón.

Para un pueblo como París es pequeño y ruin este coliseo, como ya he dicho, mayormente no habiendo otro para su especie de representaciones, y sucede que en una pieza nueva, o que es apetecida, en que acude mucha gente, se queda sin entrar gran parte de ella. Por lo dicho inferirá Vm. lo fino y delicado que es el teatro francés, lo difícil que es el ser buen poeta dramático, lo penoso el representar como se debe, y el estudio que cuesta al autor y al actor el triunfo de merecer la aprobación   -240-   del público; inteligente juez, que con sus justas decisiones forma los cómicos y los poetas dramáticos.

La decencia, la compostura, la atención, el silencio, añaden una gravedad e importancia que infunde en el todo del espectáculo un cierto respeto, propio a considerarle como escuela de pública educación general.

El baile es el último objeto, y le hay como un mero adorno, ya preciso en el día por costumbre. La compañía de bailarines es la inferior en los tres principales teatros de esta capital.

En todo un año contado, como he hecho con la ópera, desde julio pasado hasta el corriente junio, se han representado treinta y seis o treinta y ocho tragedias: unas del gran Corneille20, como Cinna, los Horacios, el Cid, Sertorio, Heraclio, alguna otra de su hermano Thomas, como Ariadna; otras del célebre Racine, como Bayaceto, Fedra, Andrómaca, Mitridates; varias de diversos autores que les han ido sucediendo; como Inés de Castro de la Mothe, que murió en 1731; Ifigenia en Tauris, de la Touche, que murió en 1760; Radamisto, Atreo y Tieste, Electra de Crébillon, que murió en 1762; Gustavo, de Piron, que murió en 1773 de muy avanzada   -241-   edad; Gabriela de Vergi, Zelmira y el Sitio de Calais, de Belloi, que murió en 1775, el primero que ha renovado en sus tragedias las costumbres de los griegos de presentar a la escena sucesos nacionales. Semíramis, Mahometo, El huérfano de la China, Mérope, Tancredo, y algunas más de Voltaire, que como ya se dijo murió en 1778; y otras de autores actuales, como Dido, de M. le Franc, Marqués de Pompiñán, de quien tengo hecha mención en mi carta de 29 de abril; Hirza o los Illineses, de M. de Sauvigny; Hipermenestra y la Viuda del Malabar, de M. le Mierre; Pedro el grande (de Rusia) de M. Dorat, que se ha representado por la primera vez el día 1 de este último mes de diciembre con poco feliz suceso, desgracia que había experimentado el mismo autor en Rosaida, comedia nueva en cinco actos en verso, representada el día 2 de este último octubre. En ambas ha tenido gran parte la cabala contra él, y verdaderamente Rosaida merecía mayor aceptación, que logrará con el tiempo, pues éste le hará justicia; porque en su género es una de las mejores piezas modernas que se han escrito. Esta comedia y aquella tragedia han sido de las últimas producciones suyas que han salido al teatro durante su vida, que acabó el 29 de este   -242-   mes de abril a los 46 años de su edad.

Permítame Vm. aquí una corta digresión, pues M. Dorat, a quien traté, era un humanista que ha metido mucho ruido en estos tiempos. No era la principal vena de su ingenio la poesía dramática. Empezó su carrera en esta parte, animado de su amigo Crébillon, con la tragedia intitulada Zulica, representada en 1760 sin suceso. Tampoco le tuvo mucho la de Theagenes aquel mismo año; pero en el de 1773 le tuvo muy grande la tragedia intitulada Regulus. También logró aplauso la de Adelaida en Hungría en 1774. Últimamente había compuesto la de Zoramis, que aún no ha salido al teatro. En las comedias ha sido más feliz. El fingimiento por amor, viene a ser una copia del Desdén con el desdén. Se representó la primera vez en 1773, y sigue representándose con grandísimo aplauso. El celibato dada en el teatro el año de 1775, y el Desgraciado imaginario en 1776, logran la misma suerte; no tanta la intitulada Los Caballeros franceses. Últimamente había impreso la de Merlin bel Esprit, que es una fuerte crítica de los autores dramáticos adversarios suyos.

Estos son en bastante número, pues a M. Dorat, como uno de los primeros ingenios de la Francia, se le contaba entre los   -243-   maestros fundadores de escuela, y tenía los muchos émulos que causan los celos literarios. Otros poetas han querido seguir sus huellas e imitar su tono y estilo; pero quedaban muy debilitadas en sus plumas las buenas calidades del maestro, y muy abultados sus defectos. Sin embargo de éstos, así en sus piezas dramáticas, como en las demás obras, y no obstante la crítica que le hace el Abate Sabatier, era uno de los más famosos poetas franceses. El poema de la Declamación, otros cortos poemas, sus fábulas, sus cuentos, sus romances, sus poesías eróticas, sus epístolas, y sobre todo sus piezas fugitivas que rivalizaban las de Voltaire, y que muchos preferían, le han hecho célebre y adquirido una gran reputación, que sería más segura si hubiese escrito menos, reducidas sus obras a tres o cuatro volúmenes en 8. No es poco esto, pues raro es el autor que pueda presentar otro tanto de producciones de legítimo mérito. Se está imprimiendo su elogio, y se hará una completa edición de todas sus obras.

M. le Mierre es otro de los actuales poetas que mantienen la palestra literaria. La Viuda del Malabar, tragedia que se está representando actualmente con aplauso y concurrencia, salió al teatro por la primera vez el año de 1770. Hipermenestra se   -244-   estrenó en 1758, y aunque no se ha representado este año, es de las que más frecuentemente se hacen. Tereo en 1761. Idomenea en 1764. Artajerjes en 1767. Guillermo Tell en 1769; y Barnewelt, que no se ha representado, son tragedias suyas. El mismo autor ha compuesto el Poema de la pintura, y en el pasado julio publicó el de los Fastos en diez y seis cantos. Estas y algunas otras obras, no exentas de críticas, pero que tienen su mérito, le han adquirido reputación, de suerte que el Conde de Tressant, y M. le Mierre, son los dos candidatos para las primeras plazas vacantes en la Academia francesa. El Abate Sabatier también le trata mal en su obra; me parece no camina con imparcialidad en estos juicios.

Hay otros autores trágicos de quienes ya he dado noticia en la ocasión. Algunos años se representan sus piezas, otros no, según han gustado más o menos. Lo mismo que, como queda expresado, sucede con las de los autores aquí referidos, y con las de otros poetas actuales de quienes aún no ha ocurrido ocasión de hablar, ni me obligo a ello, pues sería mucha prolijidad hacer mención de todos.

Además de las tragedias mencionadas y las antiguas de ambos Cornelios, de Racine,   -245-   de Campistron, y las de sus sucesores Crébillon y Voltaire, se habrán representado de treinta años a esta parte, poco más o menos, de cincuenta a sesenta tragedias nuevas de varios ingenios. De M. Marmontel, de quien ya tengo hablado, se han representado unas cinco o seis; pero años hace que ha cesado la pluma trágica de este autor. La última suya fue la intitulada Egiptus que salió al teatro en 1756; la primera Dionysio el tirano había salido en 1748. Cuerdamente ha renunciado a este elevado género de poesía. De M. de la Harpe, que también conoce Vm. por mis cartas anteriores, hay otras tantas tragedias. Aún mantiene la palestra escénica. En 1778 ha dado la intitulada Les Bermecides, empezó en 1763 con la del Conde de Warwick. De M. Dacis hay algunas y con estimación; Amelisa en 1768; Amlet en 1770; Romeo y Julieta en 1772, sacadas del teatro inglés. De estos y de otros autores, que ya teniendo la pluma en la mano, o ya caída después han compuesto varias tragedias, se representan algunas según el gusto que los actores observan en el público.

Todas las tragedias son en cinco actos; pero no obstante hay ejemplares de algunas en tres actos, como la Muerte de Sócrates   -246-   de M. de Sauvigny, representada en 1763 en cuatro como la de Loredan de M. Fontenelle en 1776; y en seis actos como Les Arcacides de M. Raynaud en 1775.

Con cuidado he ido poniendo las fechas para hacer ver progresivamente la actualidad de esta literatura. Sobre la ejecución de las tragedias hay mucho que observar. Los comediantes franceses saben perfectamente sus papeles, y los representan con una exactitud y precisión que es necesario llegar a comprehender, para hallar el interés y el gusto que pide su modo de recitar. La declamación y accionado suyo tiene para ojos novicios cierta apariencia de impropiedad y novedad, que desaparece con el tiempo, y se encuentra luego con el grado de perfección a que es acreedora la pieza, y su manera de representarla, supuesto el genio y carácter nacional.

Miguel Baron, que nació en 1652, y murió en 1729, discípulo del célebre Moliere, es quien fijó el tono de la declamación, adoptando de Grecia y Roma los principios, y el modo de expresar las pasiones respectivamente a las circunstancias del teatro francés, y se formó un arte de copiar la naturaleza en todo su vigor y belleza, expresando vivamente las situaciones de que es susceptible   -247-   en la agitación de los sucesos y pasiones humanas.

Me acuerdo cuando veinte años hace, se estrenó la tragedia de Tancredo, el efecto que causaba. Estaba lleno todo el teatro hasta la orquestra misma, pues no había música ni hubo baile, sino solamente la pequeña pieza concluida la tragedia; seriedad con que algunas veces se representan. No se sentía ni una mosca; la representaron el mencionado aplaudido le Kain y la famosa Clairon. Sin penetrar aquellas ideas y sentimientos, y sin penetrarse de ellos, no pueden sentirse aquel bello patético que mueve los afectos y excita el ánimo, y no se gusta de este espectáculo que debe confesarse el más perfecto y correcto de Europa. Ha dominado en Alemania y demás países del norte; pero no en Inglaterra, en Italia, ni en España. Estas naciones tienen su teatro propio y más antiguo, que es suficiente causa para que no se haya aceptado fácilmente. Pero deben cederle toda la preferencia, necesitan corregir el suyo, imitar éste y dar muchos pasos adelante para igualarlo en el pie de perfección en que se halla de un siglo a esta parte.

Cuanto digo de la tragedia sobre la representación, debe igualmente entenderse de la comedia con la proporción correspondiente.   -248-   Su modo de recitar, su tono, su estilo, su accionado son muy otros. Se acerca mucho más de aquel natural propio del uso común de la vida humana.

Se habrán representado en todo este año referido unas cien comedias. Nunca se representa de seguido una misma pieza sea tragedia o comedia. Si se repite alguna veinte veces al año, es en diez o viente semanas, a razón de una o dos veces por semana. Siempre se ejecutan dos piezas, por ejemplo, concluida una tragedia, o una comedia de cinco actos, se representa otra pieza de menos actos, y concluye todo con el baile cuando le hay, pues no se da siempre.

Regularmente se representa una pieza en verso y otra en prosa, aunque no hay en esto regla fija, como tampoco en el número de actos de que se compone: comúnmente son de uno, de tres y de cinco. Las hay de dos actos, como el Magnífico en prosa de la Mote; los Tutores en prosa de M. Pallisot autor de la intitulada Los filósofos, que ha metido bastante ruido, como ya he dicho en otra carta; La prueba indiscreta en verso, de M. Bret; Las dos hermanas en verso, del mismo autor, que lo es de otras diferentes piezas, y del comentario sobre las obras de Moliere, que   -249-   ha merecido grande aceptación. Las hay de cuatro actos, como el Mercurio Galante o Comedia sin título en verso, de Baursault; Las bodas husaras, comedia que se ha estrenado el día 30 de enero y no ha pegado; El barbero de Sevilla en prosa, aunque escrita al principio en cinco actos, reducida después a cuatro, que es como se representa. Discurro conocerá Vm. a su autor M. Caron de Beaumarchais hermano de las modistas llamadas ahí comúnmente las Caronas, que vivían en la calle de la Montera; estuvo en Madrid años hace, y habrá Vm. oído sus historias.

No cito las comedias así en prosa como en verso de cinco, de tres y de un acto, pues son las regulares. Después de Moliere y sus contemporáneos, los autores más acreditados, y cuyas piezas más frecuentemente se repiten, son Regnard, que murió en 1709, y merece el primer lugar después de aquél. Dufresni que le merece después de éste, y murió en 1724; Brueis en 1723; le Grand, comediante que murió en 1728; le Sage en 1747; la Mote ya mencionado; Destouches en 1754; la Chausseé murió en el mismo año; Fagan en 1755; Boissi en 1758; la Noue, comediante en 1761; Mariveaux en 1763; Piron en 1773, y añada Vm. que casi todos   -250-   los hombres de letras, así ya referidos como omitidos, especialmente poetas, aunque escritores en otros géneros, han dado al teatro algunas piezas. Pocos son los que han destinado su ingenio a sólo esta clase de poesía.

M. Cailhava es uno de éstos, y sus piezas logran aplauso. M. Monvel le obtiene como autor, y también como actor, en cuyo mismo caso está M. Sedaine. M. Carmontelle es un autor dramático que ha echado por otro rumbo: sus piezas no son para el teatro público, son una especie de dramas morales que ha dividido en dos colecciones, la una con el título de Proverbios dramáticos, en seis volúmenes en 8 la otra en el de Teatro de campaña o de campo en cuatro, volúmenes, y otros dos de varias piezas de teatro de diverso gusto. M. de la Plate, traductor del teatro inglés, es autor de algunas piezas de teatro que han parecido bien. M. Chamfort, M. Lemonier, M. Rochon de Chabannes y otros semejantes autores abastecen la escena para que no falte algo de nuevo en ella, pero hasta ahora sus producciones no les adquieren grande reputación en la literatura, ni contentan a las gentes de buen gusto.

Las especies en que los franceses dividen la comedia en general son: Alta, mediana y   -251-   baja; cuando se introducen en la comedia grandes personajes suele añadirse el epíteto de Heroica. Pedro Corneille intitula comedia heroica la de Don Sancho de Aragón en cinco actos en verso; Moliere la de Don García de Navarra en cinco actos en verso; Marivaux La reunión de los amores en un acto en prosa. Comedie-Ballet, otra diferencia que tiene la comedia francesa, es cuando se introducen en ella unos intermedios bailados, pero se usa muy poco en este teatro: como la del Amor médico en tres actos en prosa de Moliere, representada por la primera vez en 1665; la que tiene por título Los hombres, en un acto en prosa, estrenada en 1753 de M. de Saint-foix, autor de la intitulada Las Gracias, y de otras piezas que han agradado al público, como todas sus obras; ha muerto este autor en 1776. No sé en qué clase se puede colocar la del Convidado de piedra, que todavía se representa.

A estas se añaden otras diferencias con que los franceses más distintamente califican la subdivisión de las referidas especies de comedias, como comedia de carácter, comedia de costumbres, &c. pero la que merece más particular atención es la llamada Comedie larmoyante, Comedia lastimera o plañidera, especie o21 género que puede llamarse   -252-   nuevo, o renovado con mucha variedad y mayor corrección que antes, habiendo sacado la mayor parte de asuntos o ideas de los romances ingleses.

En lo antiguo se conocía esta especie de dramas; pero reputadas por disformes e propias se abandonaron cuando renació el buen gusto, y se restauró, la comedia a su verdadera constitución. Algunos autores, no atreviéndose a señalar clase a semejantes producciones, se sirven a veces del nombre genérico de drama o pieza, como la de Adonis, drama en tres actos en prosa de M. Lonvay, estrenada en 1773; Beverley, pieza en cinco actos en verso de M. Fenouillot en 1776; el Fabricante de Londres, drama en cinco actos en prosa, del mismo, representada con poco éxito en 1771. El delincuente honrado, de cinco actos en verso, del propio autor, que sólo se ha representado en teatros particulares, y se ha impreso en 1767. El huérfano inglés, drama en tres actos en prosa de M. Bongal en 1769; El vengativo, drama en cinco actos en verso de M. Dudoyer en 1774; El padre de familia, pieza de cinco actos en prosa de M. Diderot en 1761; El hijo natural, o Pruebas de la virtud, drama en cinco actos en prosa del mismo autor en 1771. Otras veces corren semejantes   -253-   dramas con el regular nombre de comedias.

Dicho enciclopedista Diderot, de quien tengo hecha bastante mención en mi carta de 4 de abril, y la Chaussée que dejo nombrado aquí mismo, son los que se cuentan por fundadores. Empezó éste con Melanide, estrenada en 1741, y otras piezas que lograron feliz acogimiento. Ha seguido aquél poniendo este género en boga como se halla; después le han continuado los mencionados más arriba, y algunos otros. La comedia intitulada Eugenia, en cinco actos en prosa del referido M. de Beaumarchais, la Rosaida de Dorat, de que ya he hablado, son comedias del mismo gusto. No puedo sufrir la intitulada Dupuis et Desronais de tres actos en verso, estrenada en 1763, y me gusta la Partida de caza de Enrique IV, comedia de tres actos en prosa, estrenada en 1771, ambas de M. Collé que ha dado una nueva edición de sus obras dramáticas en tres volúmenes en 12.

Se compone toda esta especie de dramas de una seriedad y ternura que toca en trágico, y algunas de ellas pecan ya en demasiado lúgubres y metafísicas. No obstante la lobreguez y gravedad que reina en ellas, no se han atrevido a darlas el   -254-   absurdo nombre de tragicomedias estos modernos escritores, como lo hizo Escarron, que llamó tragicomedia a la intitulada El estudiante de Salamanca, representada en 1654, y Gautier a la de Basile et Quitterrie de tres actos en verso en 1723. Pero yo me guardaré bien de pronunciar semejante herejía dramática. Me lo prohíbe soberanamente nuestro insigne Cascales en sus Tablas poéticas. No me basta que el gran Corneille haya dado el título de tragicomedia a la de Clitandre, representada en 1632. Durmió en aquella ocasión. Yo rindo la obediencia a Cascales, y en esta parte no me separo de su parecer.

La primera vez que leí sus obras fue el año de 1759, las he vuelto a leer en este de 1780, y cada vez me hallo más convencido de sus razones. Bien sabe Vm. que él publicó sus Tablas poéticas en el año de 1616; que respondió a D. Joseph Pellicer en la quinta de sus Cartas filológicas, década segunda, y al maestro Pedro González de Sepúlveda en la novena de la tercera década; y que dichas Cartas filológicas se imprimieron en 1634. Remito a Vm. a las citadas obras, que no le costará mucho trabajo el verlas, pues modernamente se han reimpreso todas las de este autor, que eran ya raras. Verdaderamente   -255-   yo hallo en ellas mejor y más fundada doctrina, después de más de siglo y medio que se escribieron, y de lo mucho que se ha ventilado la materia posteriormente, que cuanto veo escrito por todos estos modernos discursistas22.

No pudiéndose llamar tragicomedias a semejantes dramas nuevos, y siendo preciso darles el epíteto, aunque impropio, de comedias lastimeras para entendernos mejor, abandonando ya la cuestión de nombre, diré a Vm. que con efecto son unos dramas que interesan, están llenos de sentimientos nobles, de pensamientos discretos bien ajustados; de una inquietud y un dulce patético que suspende y afecta el ánimo. Sin embargo merecen su crítica, pero no abrazo toda la que les hace el Abate Sabatier con demasiado amargo. A favor   -256-   de sus buenas calidades, enseñanza y mérito (se entiende en las piezas de esta clase en que concurren dichas circunstancias) perdono sus defectos, y la parte en que faltan al legítimo estatuto de la buena comedia en cuanto a ciertas reglas, que justa y constantemente se le suponen. Me conformo con la más universal descripción de la comedia, y es La representación de una acción que instruye y divierte al espectador, así por la variedad de los sucesos, como por el carácter, costumbres y conducta de las personas. Pongo fin a esta parte diciendo que se representó en 1775 una pieza intitulada Pigmalión, a la que su autor Juan Jacobo Rousseau puso el nombre de Escena lírica.

Prevenga Vm. a nuestros amigos no extrañen que unas veces ponga yo los títulos en francés, otras traducidos, y algunas de ambos modos; esto nace del momento, según me viene a la pluma, y mi pluma es caprichosa.

Vamos ahora al tercer teatro de París llamado el de los italianos: en lo material todavía más ruin, más indecente y peor que el de los franceses. Es igual en varios accidentes, como el ser comediantes del Rey, tener el propio orden, gobierno y reglamento de policía, darle la guardia el regimiento   -257-   de guardias &c. En lo esencial es sumamente diverso, pues son de especie muy distinta las piezas que en él se representan.

La comedia italiana se introdujo en París en tiempo de las reinas de la casa de Médicis. Después mezclados italianos y franceses, quedó establecido este teatro, representándose varias piezas francesas, las más de ellas adornadas de música. Se han ido sucesivamente reemplazando aquellas partes más esenciales de la compañía italiana. Se representan de tiempo en tiempo sus comedias, pero con una mezcla de idiomas muy singular: el Arlequín habla francés, el Pantalón habla italiano, &c.

En 1778 ha muerto N. Colalto23, Pantalón, estimado como actor, y también como autor. Lo era del Monstruo marino en un acto, de las Intrigas de Arlequín en dos actos, de los Tres Gemelos venecianos en cuatro actos, y de otras varias comedias italianas. El Arliquin es el famoso Carlino que ya está muy viejo, pues representa en este teatro desde el año de 1742. Carolina, que ha sido célebre actriz, vive retirada. Son pocos los italianos que han quedado, y es regular se extinga esta miscelánea escénica. Ya no necesita este espectáculo, pues se le incorporó en el año de   -258-   1762 un teatrillo de las ferias llamado L'opera comique, Opera burlesca, bufa o bufona, que había tomado mucho vuelo con la novedad, jocosidad y buen gusto de sus piezas, por lo que pareció al gobierno más conveniente que se refundiese en él. Esta reunión le ha dado mucho realce, le procura más variedad, y le ameniza; de suerte que sin faltar a la decencia es el más alegre y divertido, y el de mayor concurso, singularmente de extranjeros.

En todo este año teatral son nueve las piezas reproducidas, y trece las enteramente nuevas. En las especies de que se componen hay más extensión para que los ingenios ejerciten su musa, pues no exigen tan estrechas leyes como las del otro teatro. Los compositores de música encuentran igualmente más campo en que explayarse. En la ejecución también se miran los actores con más anchura y arbitrio para su juego y sus gracias; pero conservando la delicadeza, circunspección y buen gusto que exige rigurosamente este público parisiense.

Además de las piezas de Goldoni y otros autores, y de las comedias francesas pertenecientes a este espectáculo, como Arlequin Sauvage en tres actos en prosa por M. de Lille, estrenada en 1721; Los dos amigos en tres actos en prosa por   -259-   M. Dancour en 1762; Le Hereux Evenement en tres actos en verso de M. le Blanc en 1763; Les François au Port-Mahon en un acto en verso en 1757, y otras muchas por este término; hay las comedias que se componen de representado y de música; hay las que se intitulan Opera comique, y apenas se diferencia de las antecedentes, hay Pastorelas; hay Comedie-Ballet, &c. y hay las que llaman Parodies, que no sé traducir sino con el nombre de Parodias, y es preciso que Vm. le trague, pues no me acomodo a llamarlas Trovas, que es la expresión más cercana.

Parodia en fin es parificar ridículamente una tragedia, ópera, o comedia, remedándola con bufonada; por ejemplo, Inés de Chaillot, parodia de Inés de Castro en 1723; Les Magots de la Chine, parodia de El huérfano de la China en 1756; Baiocco, parodia del Jugador; Gabrielle de Passy, parodia de Gabrielle de Vergi en 1777; La Rage d'Amour en un acto en verso, parodia de la ópera de Orlando; actualmente Les Reveries renouvellées des Grecs, parodia de Ifigenia, y otras muchas, algunas con linda música.

Este género de piezas ordinariamente no tiene las calidades de una buena crítica, ni la sal de una fina sátira; ni me parece que   -260-   necesita de gran talento e ingenio el parodista. La imitación ridícula de una obra seria, substituyendo una acción trivial a una acción heroica; un lenguaje vulgar y bajo, a un estilo sublime y elevado, o por lo menos bien ordenado y compuesto; son medios fáciles de hallar a la mano; tampoco me parece que el fin es conveniente ni propio del buen gusto. Ya entiendo que nuestro Cervantes con su famoso D. Quijote, parodiando los caballeros andantes, ridiculizase tan sazonadamente, como lo hizo por medio de su héroe aquel fanatismo de la antigua caballería que logró desterrar; pero no veo que las parodias actuales se hallen en el mismo respectivo caso, y no me parece buena política, su frecuente representación; convendría que fuese más sobriamente, ya que se permitiese por variar gustos. A mí no me agradan semejantes piezas; las que sí me parecen bien y hallo que tienen no sólo mérito, sino también utilidad pública, son las comedias de música, u óperas cómicas que viene a ser lo mismo: unas y otras equivalen a lo que nosotros llamamos zarzuela. Es una honesta, bien entendida y agradable diversión, y muy susceptible de una amena variedad.

Los poetas y compositores actuales que más piezas de esta clase han dado al público,   -261-   y se atraen el mayor aplauso, son M. Anseaume, apuntador de este teatro, autor de la comedia intitulada La Isla de los locos en dos actos, música de Dani, estrenada en 1760; de la de Los dos cazadores y la lechera en un acto, música del mismo en 1763, de la Escuela de la juventud en tres actos, música del mismo en 1765; La Cochette en un acto, música del mismo en 1766, y de otras varias. M. Cailhava (ya nombrado) autor de la singular pieza intitulada Arliquin comedien et Mahomet, ou le Cabriolet volant, Drame Filoso-comi-tragi extravagant en cuatro actos, estrenada en 1770; ha compuesto le Nouveau Marié ópera cómica en un acto, música de M. Baccelli en dicho año; y ha traducido la Bouna Figliola, opera buffa en los mismos tres actos, que con igual título de la Bonne Fille, opera comique, se estrenó en 1771 con la propia música de Piccini; en estas traduciones la parte recitativa se pone de representado. Una de las primeras piezas italianas que se tradujeron en esta forma fue la de la Serva Padrona, La Servante Maitresse, Criada-Ama, estrenada en 1754; gustó mucho, e introdujo en este teatro el buen gusto de la Música, que se ha ido adelantando, y la afición a semejantes composiciones.

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M. Desfontaines ha hecho para el teatro algunas piezas de representado; pero en este género solamente la intitulada Le Mai, El Mayo en 1776, comedia en tres actos mezclada de prosa y de verso, de áreas y de Vaudivelles, que son una especie de canción, cantilena, o tono común conocido con este nombre.

El actor Favart es el autor que más piezas ha dado en todos los géneros de esta clase, como comedias con música, óperas cómicas, comedias de baile, pastorelas, parodias y otras composiciones de pequeños dramas para funciones y fiestas, algunas trabajadas por él solo, y varias en compañía del Abate de Voisenon y otros ingenios. Las que más frecuentemente se ejecutan son las Tres sultanas de tres actos en verso, con música de M. Gibert en 1761; Isabelle et Getrude comedia en un acto con música; La Rosiere de Salenci, comedia en tres actos, con música de varios autores en 1769; La Fe Urgelle en cuatro actos, con música de Dani en 1765; Les moissonneurs, Los segadores en tres actos, con música del mismo, en 1768; La Belle Arsene comedia en cuatro actos, música de M. Monsigny en 1775; Raton et Rosette ópera cómica; Le Coc du Village ópera cómica, y algunas más que omito, por no ser prolijo,   -263-   son las que se repiten como queda expresado, más a menudo, pues pasa de noventa el número de sus piezas dramáticas. Su difunta mujer, célebre actriz, compuso algunas, como Bastien et Bastienne en 1753; Los hechizados o Juanillo y Juanilla en 1757; Annete et Lubin en 1762 y algunas otras.

M. de Framary: Nannete et Lucas o la Paisana curiosa, comedia de un acto en prosa, con música del caballero Herbain en 1764; Nicaise ópera cómica renovada con variaciones en 1767; La Colonie en dos actos, traducida de La isla deshabitada del italiano, con su música de Sachiny en 1775; La olimpiada o El triunfo de la amistad, drama heroico de tres actos en verso, traducido del italiano, con música de dicho Sachiny.

M. Laujon: L'Amoureux de 15 ans ou la double fete con música de M. Martini en 1771; Le Fermier cru Sourd, ou les mefiances con música del mismo en 1772; Matroco, drama burlesco de cuatro actos en verso, con música de M. Gretry en 1778; es también autor de pastorales, bailes, &c.

M. Lemonnier: Renaud d'Ast de dos actos, con música de M. M. Vachon y Trial; Le Maitre en droit de dos actos, ópera cómica, música de M. Monsigny, en 1760;   -264-   Le Cadi Dupé ópera cómica, música del mismo en 1761, y algunas otras.

M. Marmontel varias veces mencionado, La Bergere des Alpes, pastoral de tres actos en verso, música de M. Kohault en 1760; Le Huron comedia de dos actos, música de M. Gretry en 1768; Lucile comedia en un acto, música del mismo en 1769; Silvain comedia en un acto, música del mismo en 1770; Zemire et Azor comedia entrelazada de baile y canto, en cuatro actos en verso, música del mismo en 1771; L'ami de la Maison comedia de tres actos en verso, música del dicho en 1772; La Fausse Magie comedia en dos actos después reducida a uno, música del dicho en 1775.

Monvel, actor del teatro francés, ha compuesto para éste, Julie comedia en tres actos, música de M. Desaides en 1772, L'Erreur du Moment comedia en un acto, música del mismo en 1773; Les Trois Fermiers comedia en dos actos, música del mismo en 1777.

M. Quetant: Le Depit Genereux comedia de dos actos en verso, música de M. Laruete en 1761; La Femme Orguelleuse comedia en dos actos en 1759; Les Femmes et le Secret comedia en un acto, música de M. Vachon en 1767; Le Marechal   -265-   Ferrant ópera cómica de dos actos en prosa, música de M. Filidor en 1761; Le Serrurier en un acto, música de M. Kohault en 1774.

M. de Rosoy: Henrique IV, ou la Bataille d'Ivri drama heroico en tres actos en prosa, música de M. Martini en 1774; La Reducción de París drama en tres actos, música de Bianchi en 1775; Les mariages Samnites pieza en tres actos, música de M. Gretry en 1776.

M. Sedaine: Anacreon en 1758; Le Roi et le Fermier tres actos, música de M. Monsigny en 1762; Rose et Colas un acto, música del mismo en 1765; L'Anneau perdu et restrouvé, música de M. de la Borde en 1764; Les Sabots comedia, un acto, música de Duni en 1768; Le Deserteur comedia, tres actos, música de M. Monsigny en 1769; Le Magnifique comedia de tres actos en prosa, música de M. Gretry en 1773; Le Mort Marié comedia, dos actos, música de M. Bianchi en 1777; Themire pastoral, un acto, música de Duni en 1770; Le Faucon ópera cómica, un acto, música de M. Monsigny en 1772; Les Femmes vengées ópera cómica, un acto, música de M. Filidor en 1759. Le Huitre et les plaideurs, música del mismo en 1759;   -266-   Le Jardinier et son seigneur, música del mismo en 1761, y algunas otras.

En 1778 se ha dado en este teatro Le Jugement de Midas comedia de tres actos en prosa, por M. Helle, con música de M. Gretry; función que ha tenido grande aplauso y le merece; como también L'Amant Jaloux comedia en tres actos del mismo autor y compositor. Ya he dicho que en el año último teatral han sido trece las piezas nuevas que se han ejecutado, ocho de ellas con música; sería demasiada prolijidad hablar de tantas, puede ser que de algunas haga mención más abajo.

En este año contado desde mediado de abril, en que fue la abertura, son ya cuatro las piezas nuevas que se han estrenado. El 3 de mayo la intitulada A trompeur, trompeur et demi, esto es, A pícaro, pícaro y medio, de un acto en verso, música de M. Desaides. La intriga, aunque algo complicada, los caracteres, los detalles hacen conocer que el autor es hombre de ingenio, y a quien no puede hacérsele el reproche, que ordinariamente merecen los autores de las comedias modernas, de mostrarse demasiado económicos de alegría; esta pieza tiene bastante. En 23 La Demande Imprevue comedia de tres actos en prosa,   -267-   es pieza que no ha pegado. En 30 de dicho mayo la de Casandro Oculista en un acto con Vaudevilles, que no ha tenido aceptación. En el corriente junio la de Florina comedia de tres actos mezclada de arietas; antes de ayer se repitió corregida de algunos defectos que había notado el público, particularmente el de hallarse demasiado cargada de música, y con este retoque se espera que logre aceptación.

De las piezas reproducidas solamente nombraré la intitulada Le Silfe en un acto en prosa, de M. de Saint-Foix, porque, no obstante haber pasado la moda de este género de asuntos de imaginación, ha conseguido grande aplauso: la causa es, que el verdadero mérito de una obra queda siempre independiente de la moda.

De las trece referidas piezas nuevas, me ciño a nombrar las tres siguientes. En 26 de febrero se estrenó la intitulada Cecile de tres actos; no se ha dejado conocer su autor, la música es de Desaides: ha tenido aplauso y crítica, que es la suerte de la mayor parte de semejantes producciones. En 3 de enero la de Les Moeurs du bon vieux tems au Cassin et Nicolette de cuatro actos en verso, por M. Sedaine, música de M. Gretry. En consecuencia de los defectos notados   -268-   por el público, se han hecho sus enmiendas, con las que ha vuelto a proseguir su representación.

Pero entre las piezas nuevas de todo el dicho año teatral ha caído con estrépito sin poder levantarse la intitulada Lamentine Comi Tragedie de dos actos en verso, que vio la luz el 12 de agosto, y murió a su segunda representación el 14, sin embargo de las correcciones hechas que el público había mostrado exigir. Aquí es costumbre retocar las piezas después de la primera representación, según lo que se observa de defectuoso en ellas pero no siempre basta como ha sucedido con ésta.

Su autor se picó mucho, y en los papeles periódicos expuso, que dicha pieza no la compuso para el público, sino para diversión de una sociedad particular, que habiendo parecido bien, algunos amigos creyeron que merecía ver la luz pública, y suponiendo que no era de calidad de ser recibida en la comedia italiana se resolvió a darla a uno de los teatrillos, y se dirigió a Nicolet, que después de examen la aceptó, y ofreció pagar cien escudos (cada escudo es tres pesetas) si pasaba de cuatro representaciones; pero como ninguna pieza puede representarse en los teatrillos sin   -269-   consentimiento de los dos teatros francés e italiano, habiéndola examinado este último en su asamblea, pareció de suficiente mérito aquel género de parodia, parte esencial de su teatro, para retenerla para sí. Después hace el autor la apología de la obra, y atribuye su caída a una cabala formada por los partidarios de los teatrillos. Pero sea cabala en parte, o sea justa censura del público, no ha bastado el juicio que había hecho aquella asamblea de profesores, ni el buen fin de su autor, que dice había destinado el producto que le tocaba al socorro de unos huérfanos, para haber evitado su mal suceso.

He referido esta anécdota o caso para dar mayor conocimiento del teatro llamado italiano. Me he detenido en la relación de las piezas mezcladas de canto, porque forman la mejor, la más divertida y principal parte suya. Nosotros las debemos llamar zarzuelas, adoptando la denominación que las dio el casual motivo que Vm. sabe, de haberse empezado a representar en el siglo pasado semejante especie de dramas en el real sitio de la Zarzuela, cuyo nombre tomó aquella especie de funciones, y es cosa muy acomodada hallar una palabra con que explicarse aunque sea heterogénea,   -270-   sólo inventada por mera casualidad, y establecida por común uso.

Una gran parte de los asuntos de las piezas modernas se sacan de los romances, especialmente ingleses, como nuestro erudito y agudo Solís compuso su Gitanilla de Madrid de la novela del mismo título, de nuestro insigne e ingenioso Cervantes. Con este motivo me acuerdo ahora que el muy nombrado M. Linguet ha dado en cuatro volúmenes impresos en 1770, la traducción de varias comedias españolas, como No hay burlas con el amor, El sabio en su retiro, &c.

No hablo sobre la recepción de comediantes y comediantas, ni sobre los avisos o advertencias que por el medio de los diarios y otras obras periódicas, hacen los celosos censores y aficionados a la posible perfección teatral, por no dilatarme tanto. Por lo mismo tampoco hago mención de las piezas destinadas a los que llaman teatros de sociedad, que proporcionando la diferencia que corresponde, son unos dramas propios para caseros.

M. de Saci ha publicado en 1778 sus Opúsculos dramáticos en dos tomos en 8 que contienen cuarenta pequeños dramas en prosa, acomodados para las casas de campo.   -271-   M. Carmontel, ya citado, y otros de los mismos autores mencionados, como M. Collé, M. Molina, &c. han compuesto muchos al propio fin. M. Boutelier y varios anónimos han impreso por este gusto varias obrillas dramáticas, como también para los teatrillos de que voy a dar a Vm. una ligera tintura.

Nunca ha habido en París de establecimiento sino los tres mencionados teatros de la Ópera, la Comedia francesa y la Italiana; pero en el tiempo de las ferias se armaban unos teatrillos volantes o de quita y pon para volatines, títeres, &c. Sus autores o empresarios ganaron mucho dinero, fueron progresivamente mejorando y perfeccionando aquellas diversiones populares, tomaron un cierto cuerpo, y últimamente con la nueva amplificación de París en la parte que llaman El Boulervard (La muralla) han hecho de planta unos pequeños teatros muy lindos, que conservan el nombre de Teatres forains, y con efecto desde dichos teatros pasan sus compañías a los de las ferias en sus tiempos.

El denominado Los grandes bolatines, o bailarines de cuerda, de Nicolet; el de L'Ambigu Comique de Audinot; el de les Varietés amusantes, Variedades divertidas de   -272-   l'Ecluse, son los tres de dicha clase. Últimamente se han añadido otros dos, el de Los aprendices para el baile de la ópera, el cual depende de la ópera; y el de Los comediantes muchachos del bosque de Boloña, que viene a ser como si se fabricara un teatrillo en el Soto Luzón de Madrid. Resisto a la tentación de hablar de estos cinco teatros, y de meterme en la poesía saltatoria, en la pantomímica, en el género ditirámbico y demás erudición de esta especie. Sólo diré que no son para frecuentados, ni concurre a ellos la gente de juicio; que a todas las personas sensatas les parece, que sin embargo de la grande población de París y concurso de extranjeros, es demasiado el número de semejantes espectáculos, y que propagan una excesiva disipación, y provocan el amor al ocio.

Los precios son más bajos, y algunos de dichos teatros no sólo representan por la tarde, sino que en el buen tiempo, después de cenar, a eso de las once, repiten las mismas representaciones. En el verano pasado fue grande el concurso que trajo al de l'Ecluse una sola piececita. Se representó 120 veces, de suerte que mudaban las demás piececitas que componían el todo del espectáculo conservando siempre esta. Su   -273-   autor M. Dorvigny la intitula Les battus payent l'amende (los apaleados pagan la multa) Proverbe-comedie parade ou ce que l'on voudrá. La trama e intriga de esta pieza gira sobre un tal Juanillo, Janot, que es el apaleado y multado. Toda ella es una farsa del más bajo cómico de la escena francesa. Su mismo autor no la da calificación fija, y dice que es Ce que l'on voudrá lo que quieran. Pero está tan bien hilada, arreglada y seguida, tan llena de sal y gracia en el lenguaje de la baja plebe de París, trocando las frases, y formando un galimatías o jerga de tanta jocosidad, y tan propiamente, que divierte y hace reír al más adusto. El actor que representa el papel principal de Janot, lo ejecuta con un natural tan adecuado, que ha logrado un aplauso loco, y se ha grabado su estampa. Este papel le ha valido el ascenso de haber pasado al teatro italiano. Padeció en las primeras representaciones de su nuevo empleo una severa, aunque justa crítica, y parece que será famoso como se mantenga sin salir del carácter que le ha dado celebridad. Se llama Volange.

Esta producción y otras por este gusto vienen a ser del género Poissard, cuya invención se atribuye a un tal Vadé que murió en 1757, autor de varias operillas burlescas,   -274-   y de un gran número de canciones, particularmente de las llamadas Vaudevilles.

Poissarde o Harangere, en París viene a ser la mujer revendedora de pescado, &c. Esta voz trae su origen del arenque, y no sólo se ha extendido después a todo lo que es vender pescado sino también a toda especie de verdura, legumbre, &c. y la palabra poissarde equivale también a puerca, y es la palabra que las arenqueras se dicen por injuria, como en Madrid las verduleras otras equivalentes. Esta gente, y la que se roza con la misma clase, tiene su particular y chabacano modo de hablar, estropeando las palabras y las frases, y forma una especie de magismo en sus modales y explicación, al modo del nuestro en los arrabales de Madrid pero con la diferencia que el nuestro, con ciertos baños de gitanismo y de tuna, y demás resabios que se le han ido agregando de unos cuarenta y tantos años a esta parte, se ha subido a mayores, en tanto grado, que las personas poco instruidas califican el magismo de carácter español.

No lo es, y si una corrupción moderna de nuestras buenas y loables costumbres, habiéndose introducido y propagado vergonzosamente en la nobleza y gente de forma,   -275-   en lugar de quedarse, como en París, entre la baja plebe. Cuando los ejércitos y armas españolas daban la ley al mundo, no se conocía semejante raza. La arrogancia española, que venía a ser el carácter equivalente de aquel tiempo, de donde se ha derivado el origen de la guapeza o primer magismo, procedía con otra dignidad, aire y espíritu. Yo no he hallado las palabras majo, maja, magismo, majeza, majería, &c. en libro ninguno impreso en el siglo pasado, y bien conocido y usado es el verbo majar, sus derivados y acepciones. El Diccionario de la Academia española tomo IV en que está la letra m, impreso en Madrid en 1734, ya pone la voz majo; pero se infiere de su propia definición, y de la omisión de las demás voces derivativas, en cuán diferente significación y sentido se hallaba todavía entonces la voz majo de lo que es en el día. Dejemos esto para mejor ocasión.

Concluyendo la materia de teatros, le suplico a Vm. que observe, cómo en París hay de tragedia y comedia francesa uno solo, siendo esta especie de drama la principal. Los papeles son dobles i triples, por cuyo medio pueden los actores estudiarlos muy bien, como lo hacen, y cada uno   -276-   tiene el respectivo caudal de piezas que le corresponde.

Yo quisiera que nuestro teatro tomara este método, ya que en otras mil bagatelas imitamos a estos vecinos nuestros; que... ¿pero quién me mete ahora en la reforma de nuestros teatros, que es negocio arduo? Empiece Vm. por echarlos abajo, y luego hablaremos. Dios gue. a Vm. ms. años, &c.



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París y junio 23 de 1780


Amigo y señor: Para plato de postre he dejado el hablar de las literatas. No es mi ánimo examinar ahora el bien o el mal que su trato ha hecho a la literatura. El Abate Ferlet desempeña esta materia en un elocuente discurso, que ha obtenido el premio de la Academia de Nancy, y que ha publicado entre otros. M. Thomas (de quien ya he hablado) dio a luz el Ensayo sobre el carácter, costumbres y entendimiento de las mujeres. Parece que su mira ha sido atraer el sexo hacia el gusto de la filosofía. No me atreveré a decidir sobre si consigue o no su fin, que verdaderamente sería arriesgado; pero sí diré que la obra me parece muy abstracta, y me conformo en esta parte con el dictamen del Abate Sabatier, bajo de algún correctivo a su crítica. Me remito a estas dos obras para que vea Vm. cómo aquí se discurre sobre dicho particular en estos tiempos.

Omitiendo los antiguos, también remito a Vm. a varias obras modernas, que   -278-   con el título de Mujeres ilustres, Mujeres célebres, Tratado de la educación de las mujeres, El amigo de las mujeres, y otros semejantes han ido saliendo y puede Vm. buscar en los catálogos y obras periódicas. Últimamente en diciembre pasado se ha dado a luz un Diccionario de las mujeres célebres en dos gruesos volúmenes en 8. Pocos meses antes M. Boudier de Villemert publicó una obra intitulada El nuevo amigo de las mujeres o La filosofía del sexo. En ella trata de su estado en la sociedad, de los estudios y ocupaciones que las convienen, de su carácter, de su genio, de su aseo, de sus engreimientos, del amor, del matrimonio, de la educación de los hijos, del gobierno doméstico, de su moral y de su religión y virtudes. Observa el autor que cada día se disminuye el número de matrimonios, y se introduce el celibato, cuyo daño atribuye al lujo principalmente. Concluye la obra con una noticia de las mujeres célebres y de sus escritos. Con todo lo apuntado, y demás noticias que con éstas quiera Vm. procurarse, tiene suficientes materiales para saciar su curiosidad.

Sin quitar nada al mérito de las damas escritoras, no puedo menos exponer   -279-   que siempre aquí se las mira con alguna indulgencia. Valido de este supuesto M. Desforges (que murió en 1772) para hacer apreciables sus obras tomó el nombre de Mademoiselle Malerais de la Vigne, con lo que lograron aplauso sus poesías todo el tiempo que le conservó, pues con su verdadero nombre había sido antes maltratado por los diaristas, y después volvió a quedarse en la clase de autor mediano. El mismo Voltaire se engañó como cualquiera otro, y tributó sus inciensos a Mademoisselle mientras duró aquel disfraz.

Esta observación se entiende en general, y puede muy bien conciliarse con el verdadero mérito, que es justo confesar, y debe hacerse especial elogio de las que lo poseen. Hay asuntos que la delicada pluma de una dama sabe tratarlos con el primor y dulzura que no pudiera un hombre. En estos tiempos en que se ha propagado su instrucción, y en que las obras de imaginación están muy en boga, saben expresar en ellas ciertos sentimientos y situaciones del ánimo con una vehemencia, energía y gracia propias de la sensibilidad y sutileza de su sexo que ha suscitado la reflexión de algunos filósofos y cuerdos literatos.

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La Marquesa de Sevigné, que murió en 1669, por cuyas célebres cartas quedó su nombre tan recomendado a la posteridad, la Condesa de la Fayette, que murió en 1693, famosa reformadora del antiguo romance o novela, fundadora del nuevo estilo, en el que llegó a un punto de perfección que ha tenido más imitadores que rivales, y la famosa Madame Dacier, que murió en 172O, y se la considera por la más docta literata de la Francia, cuyos escritos dejan perpetuada su memoria, son tres insignes mujeres que no puedo menos de poner a la cabeza de esta nomenclatura, para entrar por la puerta principal al conocimiento de la erudición femenina de tiempos más modernos.

La Marquesa de Chatelet, tan celebrada por Voltaire, y a quien sus Comentarios sobre Newton colocan entre los mejores físicos, fue una dama tan aplicada al estudio y profundas ciencias, que mereció la consideración y aplauso de todos los sabios. Murió en 1748 a los 43 años de su edad.

Madama Gómez en la avanzada edad de 86 años ha muerto en 1770, habiendo dejado impresos en su larga vida más de 50 volúmenes de novelas que acreditan su fecunda pluma. Las más conocidas, y que la han dado mayor fama son las intituladas   -281-   Les journées amusantes, y les cent Nouvelles nouvelles.

Hago mención de estas dos famosas escritoras para formar la cadena con las existentes en el día, de que voy a dar cuenta.

La Condesa de Genlis es una señora cuyo genio y talento hacen honor a su sexo y clase. El buen empleo de sus tareas es calificado ejemplo de un bien entendido amor al bien público, sirviéndole en parte muy esencial. Mejorar las costumbres por un medio eficaz y suave, preservarlas de la corrupción y seducción, es empresa digna de un corazón muy recto, y de un entendimiento muy claro. Ha puesto en práctica la idea de reformar el arte dramático, y quitarle todo lo que pueda tener de peligroso. Su obra se intitula Teatro para el uso de personas jóvenes, con este epígrafe: Lo que la lección comienza el ejemplo acaba. Pareció el primer tomo el año pasado, y en este se han seguido el II, III y IV.

Para realizar su buen fin la ha sido preciso reducirse a límites más estrechos, y por consecuencia multiplicar los obstáculos de su ejecución. Logra vencerlos, pues para descartar de estos dramas las pasiones violentas, sabe inclinar y dirigir el interés que necesitan semejantes composiciones,   -282-   o substituyendo mañosa y elocuentemente a la fuerza de aquéllas, los más delicados y generosos sentimientos, las más hermosas imágenes de la razón y la virtud, dispuestas de modo que presten su hechizo a la sensible humanidad, y rectifiquen sus vacilantes ideas.

Viene a ser esta obra un curso de educación dividido en tratados de moral, puestos en acción para que, por modo de recreo en medio de la ilusión teatral, halle la juventud bien criada unas persuasivas lecciones con que se les graben sanos principios, ejerzan útilmente su memoria, formen la más perfecta pronunciación, y adquieran cierta gracia y buen aire que añaden tan bello adorno a las demás buenas prendas. Aun cuando no permitan los haberes o circunstancias domésticas su representación, siempre su lectura es diversión utilísima, especialmente para las señoras jóvenes. Se componen de diversos actos las comedias de esta colección, como aquí se acostumbra, y dejo dicho en mis cartas antecedentes. Ya se ha traducido en alemán esta excelente obra.

Madame de Meiniers, mujer del presidente de este nombre, después de haber escrito diversas novelas, ha dado a luz las Reflexiones de una provinciana o Dama   -283-   de ciudad, y las traducciones del inglés de las historias de la Casa de Tudor, y de la Casa de Plantagenes, obras que la hacen grande honor, prueban su buen estudio y su deseo de servir útilmente al público.

Madame Benoit no tiene el mismo derecho a la estimación pública como literata, pues sus dos piezas de teatro intituladas el Triunfo de la probidad y la Recíproca superchería, y algunos romances, son obras muy mediocres.

Madame du Vocage sí que se ha labrado una grande reputación con toda justicia; a sus cultivados talentos junta el mérito de un saber sólido. Diferentes obras en prosa y verso la han dado una bien merecida entrada en varias Academias. En italiano ha traducido la conjuración de Valstein, &c. en francés el Templo de la fama de Pope. En 1749 se estrenó en el teatro francés su tragedia las Amazonas; después ha hecho el poema intitulado la Colombiade. En la Academia de Ruan ganó el premio un poema suyo sobre la fundación de un premio alternativo entre las buenas letras y las ciencias. Otro poema intitulado el Paraíso terrestre a imitación del de Milton, ha tenido aceptación.

Madame Elie de Beaumont, mujer   -284-   del célebre abogado de este nombre, muy conocido por sus memorias en el ruidoso caso de los llamados Calás, es autora de un romance con el título de Cartas del Marqués de Roselle que ha logrado especial acogimiento.

Mademoiselle Fauque ha escrito varios romances, que aunque muestran la grande imaginación de su autora no tienen mucha aceptación.

Madame Guibert ha corrido igual suerte en sus versos, que en su primer tiempo tuvieron un pasajero aplauso atribuido a su mérito personal. En la colección de sus poesías hay tres piezas de teatro que no se han representado, y son la Coquette Corrigée tragedia en un acto, Le Rendez-vous comedia de un acto en verso, La Fille a marier comedia en un acto en verso.

Madame de Puisieux, mujer del abogado de este nombre, traductor de muchas obras inglesas, ha compuesto un libro intitulado Caracteres, otro Consejos, varios romances, y otras obras ligeras; todo cosa muy mediana.

Madame Ricoboni es autora de varias obras que la han adquirido elogio y aplauso. Casi todos sus asuntos son traducidos o sacados del inglés, o dibujados sobre aquel   -285-   gusto. Las comedias son todas en prosa, y las más de cinco actos, como las intituladas L'Enfant trouvé, La Fausse delicatese, &c. Sus romances en forma de cartas que es el método ahora más corriente, como Lettres de Mylady Catesby, Lettres de Fanny Butler, &c.

La Marquesa de Saint-Chaumont conocida antes en la literatura con el nombre de Madamoiselle Mazarelli ha formado su reputación literaria con obras de primer orden. Su elogio del Duque de Sully concurrió al premio de la Academia francesa con el de M. Thomas, que se le llevó, pero con alguna injusticia según el parecer de muchos sabios. Ya he dicho que no siempre la Academia tiene con tanto pulso la balanza de Astrea, que alguna vez no se tuerza. Superior a este elogio ha sido el de Descartes; pero llegó tarde a la Academia y no pudo ser admitido al concurso. El romance de Camedris es otra digna producción de su elocuente, sólida y sazonada pluma.

Hay otra escritora llamada Madama Chaumont, que es autora dramática. Su comedia intitulada L'hereuse rencontre de un acto en prosa, estrenó el teatro francés en 1771, y en 1773 la pieza intitulada L'Amour a Tempé, pastoral erótica   -286-   en dos actos también en verso. Como ésta hay algunas otras poetisas que han hecho alguna pieza dramática, algún romance o tal cual poesía ligera de quienes no hablo.

Madame Delaisse ha publicado en 1777 un volumen en 8 grande intitulado Proverbios morales, que dedica a la Duquesa de Borbón, y en él hay una epístola a la Condesa de Beauharnois. Esta obra, sus nuevos cuentos morales y algunas otras que ha compuesto, han sido bien recibidas.

Madame Prince de Beaumont ha compuesto diversas obras que han tenido muy feliz suceso. Ya se hallan muchas de ellas traducidas en casi todas las lenguas. El rumbo que ha tomado es el más propio, adecuado y útil para el buen fin que se ha propuesto. El almacén de niños, el de adolescentes, el de pobres; la Instrucción para señoras mozas que entran en el mundo y se casan, las Memorias de la Varonesa de Batteville, las Cartas de Madama de Montier, los Principios de la historia sagrada, &c. Todas son producciones de un método excelente, sanos principios, bello estilo, y en fin acuñadas con el sello de la religión, buena moral, ilustrada razón y útil enseñanza; y   -287-   muy acreedoras a toda estimación, elogio y reconocimiento público.

Ahora va Vm. a oír los dictados de una escritora que no cuadran mucho con su sexo y estado de soltera. Verdaderamente su historia parece novela. Es uno de los casos más singulares que pueden ocurrir. Esta es, con todos sus nombres, Mademoiselle Charlotte - Genovieve - Louise - Auguste - Andrée - Thimothée - D'Eon de Beaumont, censor real, doctor en ambos derechos, abogado del Parlamento, capitán de Dragones y de Voluntarios del ejército, ayudante del Mariscal Duque de Broglio, y del Conde de Broglio su hermano; Caballero del real y militar orden de San Luis, secretario de embajada en las cortes de Rusia y de Inglaterra, y después ministro plenipotenciario en esta última; natural de Tonerre en Borgoña, donde nació en 5 de octubre de 1728.

Aunque por sus escritos es acreedora a ocupar un lugar distinguido entre los modernos, la hacen más nombrada en el día sus aventuras. Yo me he hallado en alguna proporción de adquirir su conocimiento, pero la casualidad ha hecho que no me ha venido a las manos muy oportuna la ocasión, y no es de mi genio buscarla. Tengo amistad con diferentes personas   -288-   que han tratado mucho con ella. Pudiera yo contar varias anécdotas y pasajes curiosos que omito, porque sería demasiada digresión y prefiero dar a Vm. un extracto del capítulo del Abate Sabatier, que es lo suficiente, corrigiendo o añadiendo alguna cosa en él, y desde luego le traigo a la memoria que por el correo de la Europa que se publica en Londres, y por otras gacetas y mercurios se han hecho bien notorias las célebres apuestas que hubo tocante al su sexo. Por fin pasó de Londres (donde había permanecido diez o doce años) a Francia, y ya ha vestido el traje femenino que al principio extrañaba tanto, y hoy conserva juntamente con una pensión y la Cruz de San Luis: caso único en su especie.

Por extraño capricho y otros fines la trataron como niño sus padres. A la edad de seis años la enviaron a París en casa de una tía suya donde tuvo la educación de hombre. A los 14 entró en el colegio Mazarino para hacer sus estudios, y se distinguió en ellos. Del de las buenas letras pasó al de las leyes, fue graduada de doctor en ambos Derechos, y después recibida de abogado.

Tuvo oportunidad de conciliarse la protección   -289-   del difunto príncipe de Conti. La Rusia estaba entonces en desavenencia con la Francia, convenía a ésta ganar la amistad de aquélla. El príncipe de Conti sabía quién era el abogado d'Eon, confió el secreto al Rey, y la propuso como capaz de intentar esta empresa. Partió secretamente, y luego que llegó a S. Petersburgo, se vistió según su propio sexo, traje que abandonó a su vuelta en Francia para tomar su regular vestido de hombre. Había logrado allanar las vías de pacificación, y se la envió segunda vez ya públicamente de hombre con el Caballero Douglas. El fruto de la negociación fue la marcha de las tropas rusas en favor de las cortes de Viena y Versalles.

Firmado el tratado tuvo la orden de volver a Francia. Se detuvo en Viena para comunicar el plan de campaña. El Conde de Broglio la dio el encargo de traer a Francia la noticia de la victoria de Praga del 6 de mayo de 1757, y llegó antes a Versalles que el correo despachado por la misma corte de Viena, sin embargo de la desgracia de haberse maltratado una pierna.

Aunque su carrera había sido y era muy diferente de la militar, su afición a ésta, o su veleidad y viveza de genio inclinado   -290-   a abrazar toda suerte de fortunas, la impelió a solicitar una tenencia de Dragones que obtuvo. Restablecida de su curación de la pierna volvió tercera vez a Rusia en calidad de secretario de embajada del Marqués del Hospital.

Sucedió a éste en aquella comisión el Barón de Betreuil como Ministro plenipotenciario. No confrontaba el genio del Barón con aquel político hermafrodita, y el señor d'Eon se restituyó a Francia. Su natural inquieto no le permitía quedar en la más leve inacción, ni su combinación política exponerse a que se entibiase el favor y la memoria de sus méritos. Pretendió y obtuvo el permiso de pasar al ejército. Hizo la campaña de 1771 como capitán de Dragones y de Voluntarios, y como ayudante de los mencionados Broglios. En el combate de Ultrop fue herida, en Osterwick se señaló en una acción gloriosa contra un cuerpo prusiano, en que hizo prisionero a su comandante Rhees. Muy digno es de notar el trabajo, la vigilancia, tesón y maña de esta heroína para ocultar su sexo en medio de sus heridas, caídas, aventuras y viajes, y antes en sus tiernos años en el colegio y serie de sus ocupaciones varoniles.

Hecha la paz volvió a entrar en su   -291-   carrera política. Pasó a Londres de secretario de embajada del Duque de Nivernois, y vino a Francia con la ratificación del tratado de paz entre las dos naciones; en cuya ocasión obtuvo la Cruz de San Luis. Se restituyó a Londres, y habiéndose retirado el Duque de Nivernois quedó en aquella corte en calidad de Ministro plenipotenciario, mientras llegaba el nuevo embajador Conde de Guerchi. El arribo de éste fue la época de su desgracia, y de las ruidosas diferencias y cuentos que Vm. sabe, y que no han tenido ejemplar. No lo extraño, porque el caso también era singular, y por fin d'Eon era abogado, mujer, y mujer francesa. Resultó de aquellas desavenencias su larga mansión allí como refugiada los años ya dichos, y al mismo tiempo asistida secretamente de su corte, de la que en 1766 consiguió una pensión de doce mil libras, que es la que actualmente disfruta restituida a su traje y patria.

En la expresada ocasión ocuparon la curiosidad pública sus escritos polémicos, que son Lettres, memoires et negotiations particuliers du Chevalier d'Eon, un tomo en 4 impreso en Londres en 1764; Pieces relatives aux memoires, &c. un tomo en 8 en Londres 1764; Pieces autentiques   -292-   pour servir au procés criminel du Chevalier d'Eon contre le comte de Guerchi, un tomo en 4 pequeño, Berlín año de 1765.

De las demás obras suyas las principales forman una colección de trece volúmenes en 8 con el título de Loisirs du Chevalier d'Eon: la mayor parte de sus asuntos tienen por objeto las materias políticas y de administración pública. Fuera de esta colección había publicado una Memoria muy instructiva sobre la vida y escritos de M. Lenguet Dufrenoy, que murió de 81 años en 1755, escritor infatigable, cuyas obras, que llegan a cuarenta, forman más de trescientos volúmenes, y cuyos debates con el gobierno, con sus censores, &c. han sido muy curiosos y sonados. Vea Vm. al Abate Sabatier en el capítulo Lenglet.

También había manejado la pluma en latín en el elogio fúnebre de la Duquesa de Ponthiebre, y en el del Conde de Ons en Bray presidente de la Academia de las ciencias. Para juzgar de su erudición, dice Sabatier, basta leer Ses considerations historiques et politiques sur les impots des Egyptiens, des Babiloniens, des Perses, des Grecs, des Romains, et sur les differentes situations de la France par raport   -293-   aux finances, depuis l'etablissement des francs dans la Gaule jusqu'à present.

Semejantes producciones son más que suficientes para fijar la reputación de cualquiera autor, pero se dice que presto parecerán algunas otras más. Si su pluma no está cansada y conserva el mismo vigor, sin duda se adquirirá grande aplauso, pues naturalmente sobre las mismas buenas calidades y mayor reflexión, llevarán el sello de madurez que habrán grabado el tiempo, la fortuna, las desgracias, la experiencia, el estudio y el sosiego.

Ya es justo dar fin a la literatura femenina: lo dicho basta para una tintura sobre la materia. Sirva de conclusión la noticia de otra escritora que pasa por una de las más célebres en el día: la Condesa de Beauharnois. Sus obras son de un gusto exquisito, han logrado especial aplauso, y presentan un carácter, gracia y estilo fuera de lo común. La intitulada Letres de Stefanie, Roman Historique, tres tomos en 8 impresa en 1778, en que Estefanía, señorita inglesa, y Jiménez, distinguido caballero español, son los héroes, es un romance muy lleno de invención y un tono elevado, de un interés muy vivo, de caracteres gallardamente expresados, de excelente moral y nobles sentimientos.

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En este mes de marzo ha publicado otro romance, L'Abeilard suposé ou le Sentiment a l'epreuve, un tomo en 8 grande. Todos los personajes son franceses, la escena en Francia, el asunto con aguda novedad y situaciones absolutamente creadas, el estilo ingenioso y agradable. Maneja el pincel en los caracteres que dibuja con una delicadeza, y al mismo tiempo con un brío que les comunica toda el alma y espíritu de que son capaces. Deja ver un conocimiento del mundo, y especialmente del corazón de su mismo sexo, que solamente cabe en la idea de una mujer bien penetrada de la vehemencia de los sentimientos propios de una imaginación femenina, y les da el temple decente y animado que les corresponde.

En la poesía es igualmente interesante. Raro es el año que el Almanaque de las musas no está adornado de sus producciones, y son de las más sobresalientes de aquella anual colección. La brillante pluma de esta dama se produce con una rapidez, un picante, un punto de sazón y bien pensadas imágenes, que caracterizan sus obras.

Pero a la que doy la preferencia es la intitulada Melange de poësies fugitives et de prose sans consequence, un tomo en   -295-   8 grande. La poesía es de una ligereza y novedad que encanta. La prosa de esta colección contiene dos piezas dramáticas de un acto cada una, la primera intitulada La Haine par Amour, y la segunda Le Rosier Parlant, escritas ambas con gusto, gracia y sutileza; y un discurso intitulado Moins que rien, ou reveries d'une marmote de que voy a hacer su análisis.

«A nosotras las mujeres (dice) Dios no nos ha criado para regir los hombres, pero sí para ayudarlos, templarlos, darlos, no preceptos, no volúmenes, sí días felices, sí ejemplos de virtud. En la edad de oro no se quería sino esto; nuestro siglo es demasiado exigidor, pretende más, y nosotros estamos mal con él»

Sigue por este estilo en un tono ya irónico, ya chancero, ya recto, ya declamatorio, ya formal; y con las más profundas reflexiones conduce al lector a muy sublime y elevada metafísica. Le pasea por floridos valles y amenos collados hasta la cima, en donde le descubre el universo moral. Le hace ver la parte que en él corresponde al sexo, las injusticias que padece el otro, la recompensa que se le debe, el resultado de este todo para la existencia civil, la serie de costumbres y el actual estado de ellas.

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A veces se dirige al común de los hombres, y con exclamación dice: «Nuestra frivolidad misma hace resaltar más vuestra permanente razón. No queremos otra gloria, ¿y a cual en efecto podríamos aspirar? Vuestras pasiones os dominan: ¡Esto es varonil! Nosotras reinamos sobre las nuestras: ¡qué locura! Yo confesaré todas nuestras sinrazones. Nosotras obedecemos a las leyes que habéis hecho, como os ha dado la gana. No es el temor, sí la obligación la que nos somete; y el atractivo que nos arrastra causa nuestro suplicio, si el honor le condena. El vuestro es de ensangrentar el acero en el pecho de un amigo que en un momento de mal humor os ofende; vosotros le priváis de la vida sin sonrojo aunque no sin remordimientos. Vosotros no estáis como nosotras bajo la rigurosa cuchilla del público. Éste no es para vosotros inexorable, aplaude al seductor, insulta la víctima, y por esto es justo».

Va siguiendo su objeto y añade: «Yo os digo que vuestras calidades son eminentes, y como sois muy superiormente buenos me atreveré a detallarlas». Ahora entra en el por menor, y tiene salidas muy preciosas: «¿Tenemos nosotras escuelas de   -297-   derecho donde no se aprende sino a ser injustos en caso necesario? ¿Bancos de Teología donde no se entienden unos a otros los doctores, &c. &c.?»

Después, hablando de las ocupaciones de las mujeres, se vuelve a ellas y las dice: «Perdonad, sexo hechicero, si os he dicho algunas injurias; pero si creo a nuestros famosos escritores, de este modo cualquiera persona es útil a su siglo, y se aprende a ser cortés». Después las dice que sin embarbo tienen defensores que ella admira. Con este motivo pasa a contar que se hallaba pocos días hace en una casa donde se habían juntado muchas damas bien parecidas, instruidas y amables, e introduce un defensor al tiempo mismo en que habían convenido todas en la preeminencia del otro sexo, porque, dice ella: «Era lunes de Carnaval, debíamos ir al baile de máscara, y esto presta ideas justas; añade, pero este caballero pretendía lo contrario, y nosotras teníamos la mala causa que había abrazado».

En boca de éste pone las grandes calidades del sexo devoto (como nos dice la Iglesia) y los rectos supremos fines de su creación. Después introduce para contraste una dama presumida, con un pedante que la acompaña, y ella llama su Discreto ingenio,   -298-   y hace una fina, ligera y graciosa descripción de ellos. «El pedante (dice) nos llenó de citas, se autorizó de algunos pasajes latinos que no entendimos, nos atribuyó todas las necedades de los hombres: esto fue largo. Tenía pocos amigos, fueron pocos los elogios que hizo, y como era de genio moderado el suyo propio no duró más que tres cuartos de hora. Después nos regaló de una crítica muy razonada de las obras que naturalmente merecen nuestro agrado, y aun nos confió que iba a dar a público un tratado metódico donde probaría que no se sabía escribir sino en la China; que las letras estaban en más estimación en Pekín que en París; que los hombres grandes no limitaban sus inclinaciones; que su sensibilidad abrazaba las cuatro partes del mundo; que toda persona importante debía ser amante de la humanidad, censor de su nación y ciudadano del Universo, &c.

Aquí es cuando introduce ya la marmota, que supone ser una dama muy linda, vestida en aquel traje para el baile de máscara, y es quien de golpe, con la natural viveza y espíritu que la supone, le replica, le arguye, y después de algunas vigorosas reconvenciones prosigue:

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«No defenderé mi sexo de la ligereza que se le atribuye; bajo de este sobrescrito se dicen fuertes verdades, se dan alegremente lecciones muy útiles. Cumplir con sus obligaciones y amarlas es la filosofía puesta en acción; es la sola. Ser buena vecina, buena esposa, tierna madre, amiga verdadera, hija respetosa y sensible, tal es nuestra frivolidad. Vosotros señores rendís un culto meramente de boca a la prudencia y sabiduría: vosotros la pregonáis; pero cuando se posee, siempre se hace el ruido. Me impacientáis con vuestra humanidad tomada en total; generalizáis las cosas para dispensaros de todo cuidado y observancia.

»Los lapones, los chinos, los hotentotes, todas esas gentes os tienen vuelta la cabeza. Subordináis vuestros conciudadanos a ellos, para no estarlo a nada. Yo no me parezco a vosotros». Continuando sus poderosas razones corta el argumento, y se despide repentinamente para ir al baile, que se supone muy numeroso. Con este motivo se rompió la conversación y todas fueron al dicho baile, en el que en boca de la marmota coloca las reflexiones más adecuadas, y del mayor gracejo que puede imaginarse, mayormente   -300-   manejando un asunto abstracto. Camina el pincel tan ligeramente, que apenas toca en el lienzo, y con tintas suaves y agraciados coloridos dibuja hermosamente una galana sátira a las costumbres del siglo, y a sus desconsolados y cáusticos escritores.

La autora se separa por fin de la marmota, entra en sí misma para llamar la atención a sus propias reflexiones de resultas de las de su amiga, la supuesta marmota. «No son estos tiempos ya los de ignorancia en que se llevaban la admiración las matronas romanas, las espartanas, las francesas; en que nos hallaban heroísmo, prendas, virtudes. La poesía, la pintura, la música, decían, nos debía su origen; la filosofía sus modelos; y el sueño de la vida todo su hechizo. La Caballería Andante aumentó nuestra reputación. Los vencedores del mundo recibían nuestras leyes, conocían la fidelidad, protegían la inocencia. El amor era un Dios, formaba los héroes. Nosotras éramos el alma de las naciones; los hombres el espanto y la gloria del universo. Hoy le descomponen, le analizan, no nos cuentan en él por nada».

Va narrando filosófica y elegantemente su estado, y dice: «Desde que no se cuenta con nosotras, mirad, todo va que no puede   -301-   ir mejor. El mundo está lleno de Esprits forts y de caracteres flacos. No hay en los hombres sino un vano convencimiento de su propio mérito. Se calcula y no se cuenta sino consigo mismo. El amante lo es de todas las mujeres, no trae como en otros tiempos el color de una sola... vivan los Arlequines, hacen reír...» Luego la autora recogiendo velas a sus pensamientos los va acercando hacia la conclusión, y aludiendo al defensor que introdujo, dice: «Yo concederé a su sexo la gloria de excedernos, cuando pueda como aquel individuo y algunos que conozco, instruirnos, interesarnos y agradarnos. Sin este corto número de hombres, yo hubiera hecho como la linda marmota, hubiera bailado, dormido y soñado: me despierto».

Por este análisis podrá Vm. conocer la casta de entendimiento, erudición y modo de pensar de esta dama, y podrá inferir el de algunas otras que se le parecen. Ahora justamente se halla su pluma en la mayor lozanía, prosigue trabajando. La muerte de M. Dorat, que era su gran protegido, la ha empezado a dar materia; veremos qué producciones publica.

Aquí hay algunas señoras, aunque no escritoras,   -302-   muy dedicadas a la literatura, y sus casas son igualmente la sociedad y el asilo de las gentes de letras, como por ejemplo, la Duquesa de la Valiere, Madama Necker, la Marquesa de Defant, &c. &c.

Yo no gusto de dejar cabos pendientes. Ofrecí a Vm. una disertación o discurso sobre la música, y otro sobre el teatro. Me parece que con las noticias en que me fui extendiendo insensiblemente, tengo cumplido con el principal instituto de estas cartas, que es dar una idea del estado actual de las letras en París. Estotras ofertas fueron un resbalón de pluma, y no volveré a tomarla así como quiera. Ceso en cuanto a la correspondencia de esta especie; harto he hecho. Sabe Dios si sus amigos de Vm. son poco contentadizos y me roen los huesos; pero si ellos no quedan satisfechos, que hagan otro tanto: ofreceré mi gratitud por su trabajo y bien empleado tiempo. Vm. queda obedecido en cuanto está de mi parte, como cabe en mis facultades presentes, y lo estará siempre, pues soy constantemente suyo. Dios gue. a Vm. ms. años, &c.




 
 
FIN
 
 


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