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Defensa de Madrid. Madrid y las ciudades de retaguardia

Miguel Hernández

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Cuando la ciudad de Madrid se conmueve y se desangra por todas sus ventanas y todos sus campos: desnuda, muda y serena, bajo los bombardeos y los cañonazos italianos y alemanes, ansiosos de absorber los hijos y las riquezas de España: cuando los hombres del pueblo de Madrid, los campesinos y los obreros que sienten en lo más hondo la gran tragedia de la capital de España, desesperadamente deseada y firmemente defendida; cuando estos hombres, digo, están viviendo en las trincheras unos días inacabables de hambre, fuego y muerte, sin dormir, con los ojos dilatados para vigilar los movimientos del enemigo, con las ropas mojadas de barro, de sangre, de lluvia: cuando lo más digno de vivir y perpetuarse de nuestra juventud, de los que solo anhelan el exterminio de sus verdugos para volver al trabajo de sus talleres y sus arados y no el carguito tal y el sueldecito cual de otros, faltos de alma y excesivos de estómago; cuando lo más digno, digo, desaparece insustituiblemente de sus puestos gloriosos de lucha: cuando la guerra está salpicando de luto el corazón de tantas madres y tantos compañeros: cuando depende de España entera que las vidas derramadas, que se están derramando y que se van a derramar no sean siembra en páramo baldío, veo, siento con pesadumbre y cólera ciudades de retaguardia ajenas, ajenas por completo, a pesar de sus aparatos de carteles y carteleros de propaganda, a la terrible verdad que nos circunda. Dentro de ellas apenas hay otras cosas que no sean carne de carnaval, fingimiento de problemas importantes, burocracia, problemillas, torpezas y mezquindades que hacen apretar los dientes y el alma.

No puede ser. Hemos de acabar con ese disfrazado fascismo de orgías, de cobardes resentidos, de señoritos que no podían serlo y lo son en cuanto pueden. La austeridad y la hombría que impone la guerra a que nos han llevado los traidores extranjerizantes, los enemigos de España y su raza, exigen a gritos depuración y desinfección de las ciudades de retaguardia. El que cree que la victoria es cosa de los demás y no suya debe recibir el duro castigo que se da a los fascistas. No es hora de histriones. El que comercia con el pueblo lo traiciona, lo deshonra y lo vende. Acabemos con los traficantes que hacen mercancía y escarnio del pueblo. Ennobleced vuestro aspecto, ciudades de retaguardia: dignificad vuestro corazón. No deseamos que os metáis en lágrimas, no: pedimos que ordenéis vuestro cuerpo y vuestra alegría; que observéis y arranquéis de raíz de vuestro suelo a los revolucionarios de relumbrón y a los héroes de opereta, y que sintáis la tremenda convulsión que recorre los cimientos de Madrid en vuestros cimientos. Ved al pueblo madrileño sacudido y despedazado, generoso y sangrante, con los colmillos y las mandíbulas asesinas de Hitler y Mussolini alargados hasta sus puertas, y aprended: aprended a defenderos de nuestros enemigos de la misma manera: digna y mudamente enardecidas.

Para ganar la guerra

Vivimos una gran época de sangre. Por el territorio de España corren en estos días más ríos de sangre que de agua y hay más sementeras de muertos que de trigo. Seguramente, las cosechas de varios años próximos van a ser de un color arrebatado y un sabor amargo, alimentadas por tanto cuerpo caído. Ciertamente, la sustancia de tantos héroes arrancados a la causa del pueblo nutrirá por los siglos de los siglos las raíces de la juventud, comunicándoles su fuerza de bronce y su alegría de morir. Eso: la alegría de morir por una venidera vida noble es el resplandor que se han llevado varios de nuestros muertos, el sol que arde en la piel de nuestros vivos todavía. Eso: la alegría de morir, de ir a los peligros mortales con el corazón en su puesto y su serenidad en la boca: eso es lo que queremos que relumbre en cada rasgo de cada hombre, de cada guerrero de nuestro batallón, de nuestro pueblo.

La España joven y jornalera, la del trabajo excesivo y el pan menguado, tiene la suerte, que no la desgracia, de vivir estos días de duro encuentro entre dos mundos: el del explotador y el del explotado. En tierras españolas se verifica el fatal movimiento, y a los trabajadores de estas tierras les toca decidir la perdición de uno de esos mundos: el que tienen enfrente erizado y podrido. Y la decidirán. A costa de sufrimientos y muertes, pero con el orgullo y la alegría de que esas muertes y esos sufrimientos evitarán millones de llantos, serán campo de labor de todos los trabajadores del universo.

Italia y Alemania, amamantadas y empujadas por la barbarie de Hitler y Mussolini, y pagando y halagando a cuatro generalazos de la basura que era el Ejército español, pretenden invadir nuestro suelo, hacerlo presa de sus botazas de borricos, sembrarlo de sus cadenas, sus

¡¡RENOVEMOS LAS JORNADAS HEROICAS DE NOVIEMBRE. MADRID EN PELIGRO, LO EXIGE!!


banderas, su gente y su habla de jerigonza, y, dueños de los mares que nos rodean, embestir sus cañones, sus aeroplanos y sus barcos, primero contra Europa, después contra todo. Hitler y Mussolini, aliados del dinero y el crimen defienden al uno contra el otro; enemigos de la libertad y del pueblo, atentan y se debaten contra ambos, sagradamente creados y sagradamente defendidos. Hitler y Mussolini, los más ilustres verdugos de estos años, son los que hacen que el aire de España huela y sepa a sangre. Hitler, Mussolini, son los que hacen que los ojos de nuestras madres estén llenos de lágrimas y los balcones de nuestras

¡¡CLAVADOS EN LAS TRINCHERAS ES COMO SALVAREMOS MADRID!!


casas llenos de luto y de ruina. Ellos son los que harán que todos los habitantes de la tierra no sean otra cosa que una enorme espalda para saciar sus látigos de esclavitud, si la tierra entera, que hoy empieza en España, no esfuerza hasta su última gota de sangre porque así no suceda.

Entrad corazón adentro, tierra adentro, pueblo adentro, compañeros en esperanzas y en guerra: daos cuenta, profunda cuenta de vuestro destino. Nos hallamos en plena batalla de dos poderes rivales, y nos corresponde a nosotros demostrar a todos los ojos que nos miran, a todas las vidas que se desvelan pendientes de las nuestras, que no podrán seguir adelante las injusticias. Tengamos honda conciencia de nuestro destino histórico. «A través de cada gota de sangre de nuestros muertos, está escribiendo su historia el pueblo trabajador», ha dicho nuestro Campesino. Esa historia no quedará escrita en unas cuantas páginas: estas han de componer un libro, y en él hemos de figurar todos. Yo seguiré cantando, con un fusil y un romance, las proezas dignas de ellos.

Que las frentes no tengan más que una preocupación: ganar la guerra. Que en los corazones no haya mayor sentimiento que este: defender la revolución. Que los cuarteles, los campos, las trincheras y las bocas truenen llenos de canciones de aliento heroico. Y que todos tengamos

UN EJÉRCITO ORGANIZADO Y DISCIPLINADO ES
--INVENCIBLE--


derecho a exigir castigo para los cobardes y los reaccionarios que tenemos a nuestro lado porque no pueden medrar en el otro; castigo para los que entorpecen el desenvolvimiento de la revolución con actos de bandidaje, como son los asaltos a las haciendas de los trabajadores; castigo para los que promueven entre estos conflictos y envidias, y castigo para los que, faltos de austeridad, pretenden establecer una nueva burguesía, viciar y deshonrar con preferencias y halagos la moral de sencillez y hombría que impone el comunismo.

M. H.

¡¡MADRID SALVARÁ AL MUNDO DE LA
AMENAZA FASCISTA!!