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ArribaAbajo- XXVIII -

Muerte de Irala, y le sucede en el mando su yerno Gonzalo de Mendoza. Expediciones de Nuflo de Chaves que se hace independiente del Paraguay. Muere Gonzalo de Mendoza, y es elegido don Francisco Ortiz de Vergara, de quien confirma el obispo en virtud de real cédula. Varios acontecimientos y rebeliones de indios


107. Luego que Irala hubo despachado a Chaves, fue a ver el estado de un corte de maderas que se hacía en un pueblo de indios con el objeto de construir una capilla para el sagrario de la catedral. Allí le sobrevino una calenturilla que le quitó la gana de comer, debilitándole mucho y terminando en una diarrea que lo acabó de postrar. Se hizo conducir en una hamaca a la Asunción, donde creciendo los males murió siete días después a principios de 1557 con todos los sacramentos auxiliado del señor obispo, rodeado de todos los eclesiásticos, a los 70 años de edad según deduzco de que Schimidels, cap. 43, dice que tenía cerca de 60 el de 1546. Su muerte fue muy llorada y sentida de todos así españoles como indios. En su sano juicio y salud el 14 de marzo de 1556 había hecho su testamento nombrando albaceas a los capitanes Nuflo de Chaves y Juan Ortega, y en tercer lugar a Esteban Vergara, su sobrino. Declara en él que dejaba tres hijos, Diego, Antonio y Martín, con seis hijas, Gimberta, Marina, Isabel, Úrsula, Ana y María. Ya había casado sus cuatro hijas primeras según dije en el núm. 89. Antonio y María habían muerto antes del año de 1577 en que se casó Ana con Juan Fernández. Ignoro el paradero de Diego, y Martín; pero como en la lista de los que en 1580 poblaron   —332→   a Buenos Aires se lea un Domingo de Irala, presumo sea el Diego con el nombre equivocado. Una familia pobre que lleva el nombre de Irala en el Paraguay, es de creer descienda de él. No he visto otra noticia de los bienes que dejó, sino la razón tomada ante escribano por el alcalde Simón Jaques en 1574, y por la tasación que se hizo, ascendía el total valor a 1432 varas de lienzo del país, regulada la vara en dos reales de plata; porque no había otra moneda.

108. Como desde la ausencia de don Pedro de Mendoza he hablado casi siempre de Irala dirigido por los testimonios más originales y auténticos, solo me restan algunas consideraciones. Cualquiera que se considere en las circunstancias en que se vio Irala, convendrá en que no pudo hacerse nada mejor que lo que él hizo. Entre él y Hernán Cortés y los Pizarros hubo la grande diferencia, que estos representaron su papel en el teatro más magnífico del mundo, lleno de lustre y esplendor, e Irala en el más pobre y oscuro. Separando esto pendió de la casualidad, notaremos que si los conquistadores de Méjico y el Perú hicieron cosas maravillosas e inmortales, fue con mejores proporciones y medios y con soldados que tomaron el mayor empeño en las empresas de sus generales, incitados por los tesoros inmensos del Inca y de Motezuma. Irala trabajó sin auxilios, en países incultos, con un mando precario, y con soldados desnudos, hambrientos, disgustadísimos de su suerte y miserias, y que no tenían otro estímulo que la elocuencia y habilidad de su jefe. Puede decirse de aquellos que obraron para enriquecerse, y de Irala que trabajó solo, y con el fin de honrar a su patria y de extender la monarquía española. También es de notar que Cortés y Pizarro consumaron sus triunfos y trabajos casi de un golpe, cuando Irala trabajó y peleó 24 años sin cesar. Si miramos a la especie de enemigos que batieron es cierto que los mejicanos y peruleros eran más instruidos y numerosos; pero quizás igualaban o a lo menos no excedían a los guaranís en fuerzas, estatura y vigor; que es lo mismo que decir que veinte peruleros o mejicanos apenas equivalían a un egaz, lengua, guaicurú, subaiá, payaguá, guaná y guasarapó de los que venció Irala. Si se coteja la extensión de las conquistas,   —333→   tal vez no quedara atrás Irala, pero si se atiende a la situación de ellas, la del vizcaíno está en el centro del mundo comerciante. Lima, Chile, la India oriental, el África, Europa, Méjico y el Brasil le rodean de más cerca, dándole esta ventaja que nadie le puede disputar y por la cual el comercio de Potosí, Chuquisaca43 y otras provincias interiores, siempre girará por el Río de la Plata, sacando por allí sus metales y aun digo lo mismo de Chile y Lima por serles más fácil esto que el dar vuelta al Cabo de Hornos. Si hubieran continuado las ideas de Irala los que le sucedieron, poseería hoy España la costa del Brasil desde más al norte de la Canoa hasta el Estrecho de Magallanes con todo el país interior hasta el Paraguay, por cuyo río se extraería cómodamente las riquezas y productos de Chiquitos, Monos, Santa Cruz de la Sierra y otras provincias anteriores. Poseeríamos también a Cuiba y Matogroso, que abundan en oro, diamantes y otras muchas piedras preciosas, que compartirían con los tesoros de Lima y Méjico, y aun le compiten si se mira la tabla de su comercio del capítulo 15 al fin y si se reflexiona que antes de muchos años proveerían las conquistas de Irala al mundo entero de carnes saladas, sebo, astas, cola y lana. En lo que Irala aventaja a todos los conquistadores es en que redujo y civilizó un país bárbaro en sumo grado, dictándole leyes las más humanas; sabias y políticas. Como buen vizcaíno escribía también como Servidori: su desinterés se ve en la tasación de sus bienes, su poca ambición y grande fidelidad en haber rehusado apoderarse del Perú, y su política y previsión en todas las expediciones siempre felices. No se puede acusar de que interviniese pasión en los empleos y mandos que confirió, ni le fue posible derramar menos sangre para tranquilizar tantas turbulencias como se suscitaron en su tiempo ni encontrar ánimo tan grande y generoso para perdonar de buena fe a sus mortales enemigos. A pesar de todo lo dicho Alvar Núñez le acrimina, mas es porque pudiendo no le sacó de la prisión, ni le repuso en el mando. Herrera también le murmura, copiando a Alvar Núñez y también los dicharachos que en su tiempo esparcía en la corte el escribano Pedro Hernández. Lozano con su genio copia todo lo que encuentra criminoso y aun lo aumenta sin reparar en medios ni en   —334→   contradicciones. Barco le da muchos elogios, acriminándole por la prisión de Alvar Núñez y muerte de Abreu; pero es autor tan poco impuesto como Lozano en la geografía del país y en los sucesos. Al contrario Schimidels y Rui Díaz le alaban infinito con solo hacer la relación de los acontecimientos. Me ha movido a escribir este elogio lo heroico y maravilloso del carácter de este vizcaíno tan desgraciado, como que se ignora hasta su nombre en su patria y aun en el país que conquistó, siéndolo también en no tener yo la elocuencia de Solís para tomarme la licencia de escribir su historia transformada en novela.

109. Nombró Irala por sucesor a su yerno Gonzalo de Mendoza, y no a Francisco Ortiz de Vergara como dice Barco, canto 6, e inmediatamente se encargó del mando con gusto general, porque era honrado y afable, y deseaba continuar las ideas de su suegro. Con esta mira despachó luego cartas a Melgarejo y Chaves dándoles noticia de ser sucesor de Irala y ofreciendo auxiliarles en las empresas que estaban verificando en el Guairá y en los jaraies.

110. Vuelvo ahora a Chaves a quien en el núm. 105, dejé en el puerto de San Fernando. En él se reunieron los que iban por tierra, y embarcándose todos, navegaron hasta descansar algunos días en la isla de los Orejones, Rui Díaz, lib. 3, cap. 4, y Lozano que le copia, lib. 3, cap. 2, dicen que Chaves encontró primero a los guasarapós, después a los guatós y más al Norte a los paiaguas, pero se equivocan ignorando la situación de tales indios. Añaden que por equivocación se metió en la laguna Aracai o Aracuai donde los naturales le mataron quince españoles y ochenta auxiliares el día 1 de noviembre. Pero todo es falso; porque el Aracuai es el río Pilcomayo que entra en el Paraguay cien leguas más abajo; ni pudo haber esta equivocación entre gentes tan prácticas del río; ni los guatós de la única laguna que había por allí eran capaces de tales acometimientos, ni pudo ser el día que dicen, pues en el cap. 5 dice el mismo Rui Díaz estaba Chaves en los Reyes el 29, de junio del mismo año. Continuó Chaves internándose por el río Jaurú hasta tomar tierra en el puerto llamado de los Perabazanes, situado en el distrito de los jaraies, siendo aquel el sitio donde debía   —335→   fundar la ciudad según las órdenes que llevaba de Irala. Pero antes de verificar la fundación quiso reconocer el país y sus indios; y con este objeto a fines de agosto marchó y encontró el pueblo del cacique Paisurí que le recibió de paz; y sería guaraní según lo indica el nombre. Siguió hasta los pueblos que Rui Díaz, lib. 3, cap. 4 y 5, llama Jaramasis o Saramacosis que pertenecían a la provincia de los Chiquitos donde se detuvo para hacer provisión de maíz. Después se dirigió al Poniente como hacia la provincia de los Moxos encontrando algunos indios los cuales dieron noticia de haber por allí minas de oro. Luego atravesando bosques muy cerrados encontró a los indios trabasicosis en la provincia de los Chiquitos. Rui Díaz, ibid., supone que estos indios tenían sus pueblos rodeados de fosos y palizadas, que usaban untar sus flechas con yerbas venenosas, que resistieron mucho a Chaves matándole a muchos, y muriendo después por el veneno 19 españoles, 40 caballos, y 300 auxiliares. Yo nada de esto creo viendo que los indios no tenían medios para cavar fosos ni para cortar tantas estacas y que no se conocen tales venenos, ni hubo tales muertos, puesto que en el capítulo 4, dice que llevaba de la Asunción 220 españoles, y en el cap. 5 al fin vemos que todos existían sin haber perecido uno en esta batalla tan supuesta como la que contó antes con los guatós.

111. Hallábase Chaves entre los trabasicosis de Chiquitos según dice Lozano, cuando recibió la noticia de la muerte de Irala y del nombramiento del sucesor, que se la comunicó, y como no se podía considerar inferior en méritos, ni en talento, ni en servicios, se resintió de la elección de Irala en Mendoza, y repugnaba tener que obedecer a este. Pensó pues en no fundar el pueblo que Irala le había mandado en los jaraies, si no hacía los confines del Perú y trabajar con el virrey de Lima para que le hiciese independiente del Paraguay. Comunicó su idea a los soldados, y algunos la aprobaron; pero la mayor parte sostuvo el fundar en los jaraies o regresar a la Asunción. Rui Díaz, lib. 3, cap. 5 y Lozano que le copia, lib. 3, cap. 2, ponen al pie de la letra el requerimiento que estos soldados hicieron a Chaves con unas sesenta firmas, y sin embargo yo   —336→   creo que le formó Rui Díaz porque sobre no tener fecha habla de los fosos, estacas, flechas y aguas enve[ne]nadas; de comer los indios carne humana y de muchas muertes de españoles que son todas cosas falsas según he dicho. Insistió Chaves en su idea y de resultas más de ciento cincuenta soldados dirigidos por Gonzalo Gasco, volvieron a tomar las embarcaciones y llegaron felizmente a la Asunción. Los restantes que eran pocos más de sesenta, caminaron como al Occidente, pasaron el río Guapai, y hallándose en los campos de Cuelgorigota, se encontraron con Andrés Manso, que por orden del marqués de Cañete virrey del Perú había ido a establecerse allí con una compañía de españoles. Los dos capitanes disputaron el derecho de poblar aquel país, fundándose Manso en la orden del virrey, y Chaves en la posesión tomada por Ayolas e Irala, hasta que el regente de la audiencia de los Charcas señaló a cada uno su distrito. Chaves con la idea de sustraerse del gobierno y dependencia del Paraguay, marchó a Lima dejando en su lugar a Hernando Salazar casado con una hermana de su mujer. Este tuvo maña para ganar la voluntad de los soldados de Manso, que no estaba muy distante, y para arrestarle y despacharle preso a Lima. Chaves alegó ante el virrey sus pretensiones, y consiguió al instante que se formase un gobierno particular e independiente en el país que ocupaban sus soldados, y que se hiciese gobernador de él al hijo del virrey don Francisco de Mendoza. Este nombró por teniente suyo a Chaves, que estaba casado con una parienta suya, y le despachó con algunos auxilios, con los cuales y con sus soldados fundó, el año de 1560 una ciudad en los 18º 4' de latitud, y 62º 23' de longitud a la orilla de un arroyo, donde aun se conocen sus ruinas junto al pueblo de San José en la provincia de los Chiquitos. La llamó Santa Cruz de la Sierra por haberse criado en Santa Cruz distante tres leguas de Trujillo, y por la situación en la falda de una sierra poco elevada. Los indios del terreno llamados penoquis, y todos los de la provincia, se repartieron en encomiendas a los españoles de la nueva ciudad; pero solo existió allí hasta que en 1575, siendo muy pobre, sin comercio ni minas, la mitad de sus pobladores se fueron a fundar la nueva santa Cruz con el nombre de San Lorenzo de la Barranca en   —337→   los 17º 49' 44" de latitud y 65º 42' 30" de longitud. El resto de los pobladores se dividió en dos trozos: el uno construyó una embarcación en la provincia de los Moxos, y navegando los ríos Mamore y Marañón salió a la mar y fue a España: el otro fundó el pueblo de San Francisco de Alfaro, donde hoy está el de San Javier de los Chiquitos, repartiéndose en encomiendas los indios de la comarca llamados quiemes, tonipuicas y suberecas; poco después se unieron estos españoles al pueblo de San Lorenzo citado. Rui Díaz, lib. 3, cap. 2, y Lozano, lib. 3, capítulo 2, dicen que el número de indios repartidos en la primera Santa Cruz de la ribera era de 60000 y añade Lozano, capítulo 3, que se revelaron matando a los españoles, porque los hacían trabajar mucho para enriquecerse. Pero todo es falso, porque no hubo con mucho tantos indios, ni avaricia donde no había metales, lujo ni comercio, ni apostasía en los indios, pues aun no estaban catequizados.

112. Mientras Chaves se ocupaba en lo dicho, el gobernador del Río de la Plata castigó a los agaces que se habían insolentado después de la muerte de Irala, y no perdían ocasión de robar y matar. Para este castigo despachó a García Mosquera con 200 españoles, que atacaron al pueblo de los agaces, ahuyentándolos, matando y cautivando algunos que fueron llevados a la Asunción donde acaeció la muerte del gobernador Gonzalo de Mendoza a primeros de julio de 1558. Con este motivo se juntaron en la iglesia los españoles, inclusos los que no quisieron seguir a Chaves que acababan de llegar, y eligieron por su jefe a Francisco Ortiz de Vergara natural de Sevilla y yerno de Irala, a quien el señor obispo dio despacho de gobernador y capitán general, mostrando una real cédula que la daba esta facultad. Los alcaldes Alonso Angulo y Agustín Campos le dieron la posesión en 22 de julio de 1558, y todos le recibieron con gusto.

113. Gozó el nuevo gobernador mucho sosiego en su provincia, hasta que Pablo y Nazario hijos del cacique Curupirati, que habían vuelto de los jaraies con los que no quisieron seguir a Chaves, consiguió sublevar a la mayor parte de los guaranís contra los españoles, logrando matar a algunos que cogieron   —338→   dispersos en la campaña. Procuró el gobernador cortar la rebelión enviando algunos indios de confianza con proposiciones conciliatorias, mas viendo que nada adelantaba alistó 500 españoles con auxiliares guaranís y guaicurús que dividió en dos cuerpos. Dio el mando del uno a Felipe de Cáceres con orden de encaminarse por Aregua y por los pueblos de la Cordillera, sin entrar él con el otro, marchando por la de Ytá y Yaguarón, se le juntaría en las cercanías del Acaai. Los dos encontraron al paso los pueblos desiertos, porque las mujeres y muchachos se habían ocultado en los bosques, mientras los guerreros observaban los pasos de los españoles. Llegó el gobernador a Carapeguá y Cáceres al Ibicui; y como les restaba solo dos jornadas para juntarse, determinaron los indios embarazarlos. Para esto atacaron a un tiempo a Cáceres y al gobernador que sin embargo lograron juntarse en Acaai, rechazando a los indios bien escarmentados. Desde allí destacaban partidas a estrechar a los indios para precisarles a salir de los bosques y a pedir la paz; pero el 3 de mayo de 1560 se presentaron en cuatro divisiones. Vistas por el gobernador mandó a Pedro Segura y a Agustín Campos que atacasen con 200 arcabuceros, 80 caballos y muchos auxiliares. Los arcabuceros tomaron la vanguardia, a la que opusieron los indios dos de sus divisiones, conservando otra inmóvil en una ladera, y destacando la cuarta por una cañada a atacar al gobernador. Hicieron fuego los arcabuces y luego acometió la caballería introduciendo el desorden en los enemigos; pero la división que tenían en la ladera renovó el ataque y lo sostuvo mucho, hasta que se vio precisada a dejar el campo a los españoles cubiertos de cadáveres. Los que atacaron al gobernador también fueron rechazados y en seguida se trasladaron los españoles al río Yaguaré, destacando a Adame Olabarriaga con cien españoles y algunos caballos a seguir a los indios. Estos le hicieron frente en el arroyo de Correa que vierte en el río Albuipei, logrando matar al alférez Correa: pero acudiendo a tiempo Alonso Riquelme con veinte caballos, derrotaron al enemigo y le mataron mucha gente. Después se transfirió el gobernador al río Albuiapei, de donde destacó cuatro compañías por diferentes rumbos, que corrieron el país hasta el río Tabicuari, y reduciendo a los indios los llevaron al gobernador,   —339→   y éste a sus pueblos retirándose a la Asunción. Rui Díaz, lib. 3, cap. 8, y Lozano que le copia, lib. 3, cap. 3, salió esta expedición el año de 1559 sin advertir que no pudo pasar el tiempo que suponen hasta la batalla de Acaai. Tampoco explican bien la derrota de las tropas, y equivocan los nombres de los ríos, porque ignoran la geografía del país. En fin según acostumbran, abultan los enemigos y los muertos y renuevan el cuento falso de las flechas envenenadas.

114. También se rebelaron en la provincia de Guairá los indios contra Ciudad Real, y Rui Díaz Melgarejo que la mandaba la fortificó y atrincheró con cortaduras en las calles dando aviso al gobernador. Este le envió 70 españoles mandados por Alonso Riquelme, los que pasaron el Paraná en las canoas que les facilitó Melgarejo, y llegaron a Ciudad Real. Luego salió Riquelme de allí con cien españoles y pocos auxiliares, y recorriendo toda la provincia del Guairá, redujo sus indios a la obediencia, no sin tener algunas dificultades; y después regresó a la Asunción.

115. Hacía tiempo que deseaba el gobernador avisar a la corte el estado de la provincia y se lo estorbaron las rebeliones dichas. Hallándose ya sosegadas, dispuso la construcción de una carabela, y despachar en ella a su hermano Rui Díaz Melgarejo a solicitar de Su Majestad que le confirmase en el gobierno y mando que le habían dado los soldados. Ya estaba adelantada la embarcación cuando envió al Guairá a Alonso Riquelme para relevar a Melgarejo. Este con su familia llegó a la Asunción el año de 1563 y se encargó de apresurar la construcción del buque. Mientras tanto supo el gobernador que los indios trataban de nueva rebelión y que habían ya muchos abandonado sus pueblos. Para atajar el mal alistó 250 españoles con bastante caballos y auxiliares guaranís y guaicurús, y los dividió en tres trozos. Despachó el uno al mando de Pedro Segura para que marchase por la actual estancia de Añagati y por el pueblo de Acaai o Tabapí: el otro mandado por Rui Díaz Melgarejo por los pueblos de Mongolas o Aregua y de la Cordillera, y el tercero bajo sus órdenes por los de Ytá y Yaguaron, y todos se juntaron en el río Yaguarí. Desde allí salieron destacamentos   —340→   que tuvieron algunos choques con los enemigos, y al fin los forzaron a volver a sus pueblos, retirándose los españoles a la Asunción. Inmediatamente se echó al agua la carabela, y estando aparejada y lista, se quemó totalmente, sin saberse quién fuese el autor del incendio.

116. Cuando el gobernador se retiró de su última expedición, llegó Nuflo de Chaves de Santa Cruz de la Sierra en busca de su mujer y familia que estaban en la Asunción. Le acompañaban su cuñado Diego Mendoza y otros, y estaba muy receloso sabiendo que él había sido la causa de repararse Santa Cruz del gobierno del Río de la Plata, y que el gobernador Ortiz de Vergara había sentido mucho la muerte de Diego Abreu en que él tuvo la principal parte. Para ponerse a cubierto de estos cargos que sabían la harían, no omitió diligencia a fin de hacerse amigo del gobernador y principalmente del señor obispo que en realidad era quien todo lo mandaba. Ideó pues, y consiguió casar una sobrina que tenía el señor ilustrísimo con su cuñado que era viudo. Se olvidó todo lo pasado con este enlace y con persuadir al obispo y al gobernador que yendo personalmente con él a Santa Cruz y de allí a Chuquisaca, sería fácil que aquella real audiencia confirmase al gobernador en el gobierno. Este pensamiento fue adoptado por muchos y principalmente por el gobernador y el obispo quienes en poco tiempo alistaron más de trescientos españoles, entre ellos el gobernador, el obispo, siete clérigos y frailes, Felipe de Cáceres, Pedro Dorantes, Pedro Segura con su mujer y su hijo Cristóbal Saavedra, Rui Gómez Maldonado y otros, y además muchos indios de las encomiendas de los referidos españoles y de las de Chaves y su gente. De modo que aunque no había objeto de guerra, apenas se había visto hasta entonces expedición tan numerosa, como si se llevase la idea de abandonar al Paraguay. Se dejó mandando en la Asunción a Juan Ortega, y en el Guairá a Alonso Riquelme, salió la expedición el año de 1564 parte embarcada y el resto por tierra dirigido todo por Chaves. Este que deseaba aumentar la gente en su provincia, tuvo habilidad de hacer que le siguieran al paso muchos indios de Atirá, Ipané y Guarambaré y otros de los que aun no estaban reducidos por los 22   —341→   grados de latitud. Llegaron a juntarse todos enfrente de la laguna de los guatós y no en la tierra de los guasarapós ni enfrente del río Aracaai, como dice Rui Díaz, lib. 3, cap. 11. Allí pasaron el río Paraguay y entraron en la jurisdicción y gobierno de Chaves que incluía las provincias de Chiquitos, Moxos, y Matogrosos. Chaves como más práctico tomó la vanguardia dirigiendo a los suyos, y la división del gobernador, que por evitar confusión le seguía con separación; se encontraban pocos víveres y padeció mucha necesidad de ellos. Esto y el haber sacado los indios del gobierno del Paraguay, disgustó mucho a los que iban con el gobernador, y más cuando vieron que Chaves con dichos indios formó un pueblo treinta leguas antes de llegar a Santa Cruz, llamándole Itatí, por haber extraído los pobladores de la provincia de este nombre. Finalmente todos llegaron a Santa Cruz; a la sazón se padecía bastante escasez de víveres.

117. La causa fue haberse rebelado los indios reducidos y encomendados en el país y también los occidentales al río Grande o guapas los cuales confederados con los chariguacás tenían cortada la comunicación con el Perú. Salió inmediatamente Chaves con 50 españoles e igual número de auxiliares sosegando sin mayor dificultad a los indios orientales del Guapai, pero los occidentales y chariguanás le dieron grandes batallas en que logró derrotarlos, abriendo la comunicación, y dando parte de sus victorias a Lope García de Castro gobernador de las provincias del Perú. Mientras tanto el gobernador y el obispo estaban impacientes por marchar a Chuquisaca; pero Hernando Salazar teniente de Chaves en Santa Cruz no se le permitiría; ya fuese por no exponerlos estando cerrada la comunicación o ya como quieren Rui Díaz, lib. 3, cap. 11, y Lozano, lib. 3, cap. 4, porque así se lo había mandado Chaves, siendo lo primero mucho más natural y creíble. El gobernador despachó un pliego a la audiencia de Charcas o Chuquisaca contándola su situación y pidiendo permiso para presentarse en ella; y habiéndole sido acordado, partió con solo 60 españoles, ya porque no le quisieron seguir más como es muy creíble, o por que Salazar no le permitió otra cosa como quiere Rui   —342→   Díaz. Se dirigió por los llanos de Manso, y torciendo por la frontera de Tomina, siguiendo el camino de Cuzco Toro: llegó con el señor obispo y su gente a Chuquisaca el año de 1565 habiendo tenido algunos encuentros con los chiriguanás que le mataron alguna gente y a un fraile mercenario. Llevó este camino huyendo de Chaves, según Rui Díaz, o más bien del peligro de los indios como yo creo.



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ArribaAbajo- XIX -

Ida del gobernador con el obispo a Chuquisaca: gestiones en aquella audiencia sobre confirmación del mando que obtuvo Don Juan Ortiz de Zárate. Muerte violenta de Chaves y otros sucesos hasta la prisión de Cáceres y su llegada a España


118. Antes de llegar el gobernador a Chuquisaca, Diego Pantoja y Juan Ortiz de Zárate vecinos de ella intrigaban para quitarle el gobierno, y que se le diese a ellos, y no perdieron tiempo ni diligencia para conseguir sus ideas logrando ganar a Cáceres y Dorantes y a Rui Gómez Maldonado que acababan de llegar con el gobernador; de modo que cuando este entabló su solicitud para que la audiencia le confirmase en su mando, se presentó Maldonado como procurador de la provincia del Río de la Plata, haciendo multitud de cargos al gobernador, siendo el mayor haber abandonado su provincia. Contestó a esto que había sido con el fin de solicitar socorros, pero le replicó Maldonado, que no podía esperarlo mejor ni tan copioso como el que había extraído con el único objeto de solicitar la confirmación de su mando, cosa que podía haber hecho por una representación. El gobernador y el señor obispo dispusieron también que Hernando de Vera y Guzmán sobrino de Alvar Núñez se querellase contra Cáceres y Dorantes como autores de la prisión de su tío. La audiencia los arrestó, pero presentando testimonio de la sentencia dada en el supremo consejo contra Alvar Núñez, se les puso en libertad. La audiencia no obstante nada determinaba sobre el asunto principal; lo que ocasionó que Cáceres con los pretendientes al gobierno pasasen a Lima, y que reprodujesen los cargos contra Ortiz de Vergara ante   —344→   el gobernador general del Perú, el cual quitó el gobierno a dicho Ortiz mandándole fuese a justificarse a la corte.

119. Juan Ortiz de Zárate hizo la propuesta más ventajosa entre los pretendientes en los términos siguientes según consta de una copia del archivo de Buenos Aires. Que fletaría cuatro navíos, y conduciría 500 hombres, los 200 labradores y de todos oficios, y los restantes soldados con sus armas, municiones, sin gravamen ni auxilio del erario. Que introduciría en su gobierno en tres años contados desde su arribo a él cuatro mil cabezas de ganado vacuno y otras tantas de lanar, con 500 yeguas y caballos y 500 cabras que todo lo tenía en sus dehesas de Charcas y de Tarija. Que edificaría dos ciudades más: una entre Chuquisaca y la Asunción necesaria para el recíproco comercio, introducción de los ganados y sujeción de los indios; y la otra en la entrada del Río de la Plata; y que se le había de conferir el título de adelantado para su vida y la de su heredero, sobre lo descubierto y que se descubriese en las provincia[s] del Paraguay, Paraná y sus comarcas, con lo que comprendieron los gobiernos de don Pedro de Mendoza y de Alvar Núñez.

120. El gobernador del Perú admitió esta propuesta de Zárate, y le dio el título de adelantado con condición de ir a España por la confirmación. En efecto el año de 1567 se salió de Lima nombrando antes por su teniente a Felipe de Cáceres, y habilitándole para regresar al Paraguay. Pasé Cáceres a Chuquisaca, se incorporó con el señor obispo y los que quisieron acompañarle, y fueron todos a Santa Cruz de la Sierra. Chaves los agasajó, y su atención y buen modo fueron causa de que se quedasen allí muchos de los que habían ido con el gobernador y el obispo del Paraguay entre ellos el soldado Muñoz que entendía de minas, y era muy útil a Chaves que se estaba aprontando para ir a beneficiar las que había en Chiquitos y Matogroso. Salieron Cáceres y el señor obispo con los españoles y algunas mujeres y niños e indios de servicio llevando vacuno y lanar de las dehesas de Zárate; Chaves con una compañía salió escoltándolos separado de ellos en buena armonía. Así llegaron al pueblo de Ytatí que dije, núm 114, que Chaves   —345→   había fundado, y al encontrarlo sin gente precisó a Chaves a separarse para ir buscando, reuniendo y tranquilizando a los itatines. Andando en esto supo que algunos estaban juntos en un paraje y los encontró tranquilos; pero sentándose en una hamaca y quitándose la celada, le dio un indio por detrás tan fuerte garrotazo que le hizo saltar los sesos y caer muerto. Sin detenerse los indios se echaron sobre los doce soldados con quienes se había adelantado y los mataron a todos menos a Alejo el trompeta, que montando pronto a caballo, se escapó y dio parte del caso a Diego de Mendoza que iba a buscar a Chaves con el resto de los españoles. Si esta desgracia no hubiese sucedido, es de creer que no solo habrían descubierto y poseerían los españoles los minerales de oro, diamantes y otras piedras preciosas que disfrutan los portugueses en Matogroso y Cuyabá, sino también, que se habría conservado abierta por el río Paraguay la comunicación del Río de la Plata con España de las provincias de Chiquitos, Moxos, Santa Cruz y otras que por falta de esta proporción han sido y serán siempre pobres.

121. Deseando Mendoza vengar la muerte de Chaves buscó a los indios y acometiéndolos de frente y por la espalda mató a muchos e hizo ahorcar a los que cogió. Luego se le juntaron algunos indios fieles, y marchó a donde habían muerto a Chaves quemando su pueblo y matando a cuantos encontró; desde allí se fue a santa Cruz cuyos vecinos le eligieron por su gobernador.

122. Cuando Chaves se separó de Cáceres, le avisó que se encontrarían en un sitio determinado, donde Cáceres le esperó hasta que supo su muerte. Entonces continuó hasta el río Paraguay, y haciendo flotar las embarcaciones que a la ida habían dejado anegadas, pasó a la parte oriental en ellas toda su gente y los ganados, despachándolas río abajo mientras él los seguía por la costa. Así marchaban con precaución hasta que le avisaron sus batidores, que los guaranís que fueron después reducidos en los pueblos de Santa María de Fe y Santiago, le tenían tomado un paso resueltos a disputárselo. Se preparó Cáceres y se preparó una batalla, que aunque dudosa algún tiempo, logró Cáceres ahuyentar muchos indios y ahuyentar a los   —346→   demás el 12 de noviembre de 1568. Continuó hasta que fue bien recibido de los pueblos reducidos hacia el río Ypané; y en el de Atirá encontró que le esperaban sus embarcaciones, con los que pasó los ganados y gente el río Jejuí, despachándolos por tierra mientras él embarcado se dirigió a la Asunción anunciando su arribo con un pliego anticipado. Fue Cáceres bien recibido en la capital y tomó al instante posesión de su empleo a principios del año 1569, nombrando por su segundo a Martín Suárez de Toledo y por alguacil mayor a Pedro de Lapuente.

123. Mientras Cáceres volvía de Santa Cruz descubrieron los españoles de Ciudad Real unas piedras cristalinas con sus facetas como si estuviesen labradas, y las acopiaron en abundancia porque las creyeron diamantes y querían irse a venderlas a España. El comandante Riquelme procuró quitarles de la cabeza tal idea; pero incitados por Escalera llevaban el pensamiento adelante, y muchos tomaron el camino del Brasil. Apenas habían salido llegó Melgarejo con 50 españoles enviados por Juan Ortega comandante de la Asunción en virtud de aviso anticipado que le dio Riquelme, y los alcanzó en el camino volviéndolos a Ciudad Real, donde quedó de comandante despachando a Riquelme a la capital. Este supo en el camino la disposición del gobernador Ortiz de Vergara a la llegada de Cáceres y el obispo; de lo que se incomodó el previsor Paniagua que había ido con Melgarejo y regresaba con Riquelme.

124. Ya se ha dicho que Cáceres en Chuquisaca y Lima había trabajado mucho para deponer del gobierno a Ortiz de Vergara, y que el señor obispo había tomado con igual empeño el defenderle. La Asunción se dividió en dos bandos el uno en favor de Cáceres y el otro contrario. Viendo esto Cáceres y que no podía menos de ser su enemigo Melgarejo hermano del gobernador depuesto, le retiró del mando enviando en su lugar a Riquelme por jefe de Ciudad Real con cincuenta españoles porque temía hubiese resistencia. Hizo que al mismo tiempo saliese Adame Olabarriaga con cien españoles a tranquilizar los indios de Tobatí que habían tomado partido contra él, sin esperar las resultas alistó gentes y embarcaciones y navegó río abajo. Olabarriaga encontró a los indios en un bañado cerca de   —347→   su pueblo y los redujo regresando a la capital. En cuanto a Riquelme siguió hasta el pueblo de Marcain desde donde escribió que iba a Melgarejo; pero este luego que supo que había llegado Riquelme al Paraná, tuvo maña de sacarle los soldados y llevarle a él preso a Ciudad Real, negándose abiertamente a obedecer a Cáceres.

125. Este a principio de 1570 había salido río abajo cumpliendo la orden que en Lima le había dado su adelantado de reconocer antes que llegase él de España la mejor situación para fundar un pueblo en la boca del Río de la Plata. Reconoció Cáceres ambas costas y dejando al pié de una cruz en la isla de San Gabriel una botella con las advertencias que creyó deber noticiar a su jefe, regresó a la Asunción. Allí supo la rebelión de Melgarejo en Ciudad Real; y aunque quisiera castigarla, se lo estorbaron los dos bandos que encontró; uno respetándole como a ministro legítimo del rey y otro tratando de prenderle. Todo era un desorden, y Cáceres procesó y arrestó a sus principales enemigos. En este estado estaban las cosas cuando Cáceres se determinó a ir a esperar al adelantado, pues era ya el tiempo en que debía llegar, para tranquilizar el país con las fuerzas que trajese de España unidas a las suyas. Con este objeto alistó 200 españoles con barcos correspondientes, y salió llevándose arrestado al provisor. Llegó a las islas de Martín García y de San Gabriel de donde despachó a la de Flórez y a Maldonado un bergantín que regresó sin noticia de barcos de España. Luego pasó a la costa de Buenos Aires y después de dejar en todas partes señales y cartas para el adelantado cuando llegase, tomó la vuelta de la Asunción y llegó felizmente Rui Díaz, lib. 3, cap. 18, dice que Cáceres al regresar hizo guerra a fuego y sangre a todos los indios que encontró en las riberas sin otro motivo que el de excitarlos para que estorbasen la entrada en el río a la gente del adelantado; pero esta es una calumnia muy clara e incompatible con las cartas y conducta de Cáceres, y aun muy contrario a sus deseos y situación.

126. Los contrarios a Cáceres aprovecharon su ausencia para aumentar sus partidarios y tenían las cosas prontas para prenderle, y habiéndolo sabido Cáceres se puso 50 hombres   —348→   de guardia, y formó causa a algunos, y sentenció a muerte a Pedro Esquivel. También publicó bando prohibiendo las juntas de gentes en las casas. Quitó el empleo 4 su teniente o segundo Martín Suárez de Toledo, porque se había vuelto al partido contrario. Padecía el pueblo las mayores convulsiones, y los de genio tranquilo se salieron a la campaña y vivían en sus quintas. Francisco del Campo tuvo la habilidad de reunir de noche sin que nadie lo supiera 140 hombres bien armados en una casa contiguo a la catedral; a donde fue Cáceres a oír misa el día siguiente, que era un lunes entrado ya el año de 1572 escoltado de su guardia. Entonces Campo con su gente trató de prenderle, y Cáceres poniéndose al frente de sus guardias se defendió a cuchilladas, hasta que lo abandonó su gente uniéndose toda a sus enemigos menos el extremeño Gonzalo Altamirano que murió de las heridas que recibió. Le prendieron, lo desarmaron y lo llevaron al convento de la Merced en donde lo pusieron en un estrecho calabozo con dos pares de grillos, y le ciñeron el cuerpo con una cadena de fierro sostenida en un grueso madero. Además le pusieron guardias de vista por fuera pagándolas con sus bienes, sin darle más sustento que el necesario para vivir; haciéndole sufrir toda especie de molestias y vejámenes.

127. Cuando llevaban a Cáceres a la prisión salió a la plaza Martín Suárez de Toledo, rodeado de mucha gente armada gritando libertad, se apoderé del mando sin oposición; pero el cabildo secular no le quiso recibir hasta el cuarto día, y fue solo en calidad de teniente general del adelantado Juan Ortiz de Zárate. Al instante nombró sus tenientes, despachó ordenes, dio encomiendas y confirmó mercedes a sus enemigos, más todo se anuló por un auto de 22 de octubre de 1575 hecho por el adelantado cuando llegó. Al mismo tiempo Suárez de Toledo hacía construir una carabela para llevar el preso a España a la orden de Rui Díaz Melgarejo. Escribieron a este para que pasase a la Asunción a disponer su marcha y le enviaron sucesor con treinta soldados. Al instante salió Melgarejo de Ciudad Real, pero se arrepintió en el camino considerando que aunque habían removido a Cáceres, habían puesto en su lugar a Suárez en calidad   —349→   de teniente de Zárate y no de su hermano Ortiz de Vergara, viéndose claramente que no se hacía lo que convenía a la causa de su hermano. Sin embargo llegó a la Asunción y dando sus quejas a Suárez de Toledo, no quedó satisfecho de este; pero el señor obispo los compuso. Entretanto los de Ciudad Real no quisieron admitir al comandante que les envió Suárez, y sacando de la prisión a Riquelme le recibieron por su jefe como enviado por Cáceres.

128. Por este tiempo mandó Suárez de Toledo al vizcaíno Juan de Garay que reclutase gente para fundar un pueblo hacia Santispiritus; y estando pronta la carabela se encargó Melgarejo de conducir en ella el preso a España, y salieron el 14 de abril de 1573 según he leído en una declaración del citado Garay que existe en el archivo de Santa Fe. Salió en compañía de la carabela un bergantín con algunas canoas al mando de Juan de Garay que iba a su destino con 80 españoles, parte embarcados y los restantes conduciendo algunas vacas, yeguas y caballos por tierra. Cuando llegaron al río Paraná, le pasaron en los buques los que iban por tierra, y continuando estos por la costa oriental se juntaron con las embarcaciones en la orilla de la laguna del Jarandí por los 30º 34' de latitud llamada por Rui Díaz, lib. 3, cap. 19, de los Patos. Barco, canto 7, dice que fue en San Gabriel y Lozano, lib. 3, cap. 6, que en la costa del Brasil, sin advertir que era imposible llegase a uno ni otro paraje los que iban por tierra con los ganados ni que Garay se alejase tanto de su destino. Allí se despidieron continuando la carabela hasta arribar a San Vicente en la costa del Brasil para hacer víveres y ayuda. Mientras se hacía este acopio, desembarcaron a Cáceres y le pusieron en estrecha prisión; pero los portugueses le favorecieron sacándole secretamente de ella y ocultándole pero después lo entregaron y lo volvieron a la prisión. Determinó Melgarejo quedarse entre sus antiguos amigos con algunos de los suyos abandonando a Cáceres que continuó libre hasta España: se presentó al supremo consejo, logrando que se aprobase su conducta y que se reprobase la de sus contrarios.



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ArribaAbajo- XXX -

Fundación de Santa Fe de Veracruz, y de Córdoba del Tucumán: disensiones entre los pobladores. Expedición salida de España en 1572; varios sucesos con motivo de su llegada. Muerte del adelantado y manda como gobernador interino don Diego Ortiz de Zárate y Mendieta. Muerto éste le sucede Garay; algunas fundaciones entre ellas la Nueva Jerez, la Trinidad y Buenos Aires


129. Despedido Garay de la carabela, se introdujo con sus buques y gentes por el brazo del Paraná llamado de los quiloas por los guaranís que lo habitaban pareciéndole bien un sitio de la orilla occidental en los 31º 9' 20" de latitud observada, sentó su real por junio o julio de 1573 según infiero del tiempo que pudo tardar en su viaje, y el que necesitó para hacer lo que hizo antes de encontrarse con Cabrera el 19 de setiembre. En seguida construyó con tapias un fuertecillo de 150 varas en cuadro, que repartió en sitios para casas, llamándole ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, nombrando alcaldes y regidores y dándole por patrono a San Jerónimo; pero se trasladó esta ciudad a donde está el 20 de abril de 1651. Por rara casualidad sucedió que el mismo día, mes y año fundó Jerónimo Luis Cabrera la ciudad de Córdoba del Tucumán entre los indios comechigones en la latitud observada de 31º 26' 14" distante como 60 leguas de Santa Fe que le dieron el mismo patrono. Rui Díaz, lib. 3, cap. 19, supone esta fundación en 30 de setiembre; pero de sus libros capitulares consta estar fundada Córdoba cerca de tres meses antes. Mientras se hacían las obras en Santa Fe, salió Garay con el bergantín y cuarenta españoles   —352→   aguas abajo a tomar conocimiento de los indios de que podría disponer para repartirlos en encomiendas y siguió el brazo del Paraná que pasa por la actual Santa Fe y por Coronda, donde se detuvo algunos días con los timbús. Allí estaba cuando una madrugada se le presentaron en la orilla occidental algunos españoles que le dijeron ser soldados del citado Cabrera, el cual después de fundar a Córdoba se había adelantado hasta el Paraná, y tomado posesión de Santispiritus poniéndole el nombre de San Luis de Córdoba para que le sirviese de puerto por donde comunicar con España, y que le había señalado por distrito las costas e islas a distancia de veinte leguas arriba y abajo, según consta del libro capitular de Córdoba. Oído esto, escribió Garay a Cabrera alegando sus derechos al país, y Cabrera se le presentó el 19 de setiembre de 1573 como consta del citado libro. Cada capitán se esforzó en persuadir al otro cortésmente hablando el uno desde la orilla y el otro desde el barco en Coronda: mas todo lo que Cabrera pudo conseguir fue, que Garay le diese la palabra ambigua, de que no se introduciría en los distritos cordobeses. Volvió Garay a su Santa Fe donde repartió en encomiendas a los guaranís llamados calchaquis, tucagués, colastines, corondás, timbús, caracarás, quiloasas, formando de las primeras parcialidades el pueblo de Calchaqui y del que todos se han españolizado: mas no se han consumido como pretende Lozano, lib. 3, cap. 6, ni eran de diferentes lenguas sino guaranís. Los que las tenían están hoy en el Chaco como entonces.

130. Sabiéndose en Córdoba que Garay seguía, en su establecimiento, enviaron a Onofre o Nuflo Aguilar a requerirle, haciéndole presente que aquellas partes pertenecían a Córdoba por las razones insinuadas en el número precedente; pero Garay contestó que hacía treinta y ocho años que los conquistadores del Río de la Plata habían tomado posesión de aquel país, que él estaba poblando con orden de su legítimo superior y aprobación del rey. Mientras se ventilaba esta cuestión, el cacique Tein con los guaranís repartidos en encomiendas se rebelaron y pusieron sitio a Santa Fe; pero saliendo Garay los ahuyentó a fines de enero o febrero de 1574 y luego solicitaron   —353→   la paz que se les concedió. Inmediatamente llegó Yamandú, cacique guaraní, de las islas inferiores del Paraná con tres canoas llevando una carta del adelantado y leyéndola Aguilar quedó convencido de que Santa Fe pertenecía al gobierno del Río de la Plata y se retiró a Córdoba, donde desaprobaron su conducta, y el 4 de marzo de 1574 despacharon al alcalde y un regidor a requerir de nuevo a Garay; más resistiéndose éste entablaron el pleito ante la audiencia de Chuquisaca que finalmente declaró contra los cordobeses.

131. En el núm. 120 dije que Zárate había partido para España. Llegó a Panamá y al puerto del nombre de Dios, donde embarcándose para Cartagena, le apresó un corsario francés y le robó lo que llevaba, menos unos tejos de oro que una esclava suya supo ocultar. Después pasó a España, y el 10 de julio de 1569 confirmó el rey su contrata, y le hizo merced de hábito de la orden de Santiago. Gastó mucho tiempo en hacer las pruebas y en aprontar su expedición que se compuso de tres navíos, una cebra y un patache, con todo lo demás que pedía su contrata. Se embarcó también el comisario Fray Juan Villalta con otros 21 religiosos franciscos, entre ellos Fray Alonso de San Buenaventura y el célebre andaluz Fray Luis Bolaños ordenados de evangelio, el cual después de haber trabajado más que nadie en la predicación de los indios, compuso el catecismo en lengua guaraní, y escribió el arte y diccionario de este idioma que imprimieron después los padres jesuitas. De Fray Juan de San Bernardo, lego de la misma orden que fue con ellos, cuentan milagros don Cosme Bueno en su catálogo de los virreyes del Perú, cap. misiones del Paraná, y Lozano, lib. 3, cap. 6, llamándole Fray Andrés. Uno de los que fueron en esta expedición, fue el licenciado extremeño don Martín del Barco Centenera autor de la Argentina en verso.

132. Salió la armada de San Lúcar el 17 de octubre de 1572 y sufrió un temporal, que no sería muy fuerte, pues habiendo arribado a la isla Gomera en 25 días, partió de ella al tercero día, y tocó en la de Santiago del Cabo Verde, deteniéndose muy poco. Salió a la mar y le sobrevinieron tales calmas hacia la línea que se demoró mucho el viaje y fue preciso acortar   —354→   las raciones, aumentándose la calamidad con los muchos que enfermaban y morían. El 10 de marzo de 1573 se separó el patache que arribó a San Vicente; proveyéndose de víveres y dejando algunos enfermos, dio la vela llevándose a Rui Díaz Melgarejo que se le unió con otros que habían quedado allí. El resto de la armada viendo el 21 de marzo la costa del Brasil, la fue prolongando hasta que el 3 de abril fondeó en una playa sin abrigo para hacer aguada. Luego tomaron la derrota del Río de la Plata; pero un viento de travesía obligó a tres buques a tomar un puerto, y a la almirante a fondear en una bahía algo más al Norte. Esta compró víveres de los guaranís de la costa, y uno de ellos ofreció mostrarles la isla de Santa Catalina. Se embarcaron e incorporándose con los demás buques, fondearon todos en el puerto llamado Irumí (boca chica) de dicha Santa Catalina, a quien llamaron Corpus Cristi por haber celebrado en él esta festividad luego que arribaron. Llegó la gente muy debilitada por tan larga navegación; en la travesía desde el Cabo Verde hasta Santa Catalina habían muerto trescientas personas de ambos sexos, según he leído en una carta de un soldado de esta expedición que se halla inserta en el testamento de Gil y García archivado en el Paraguay.

133. Proveyó el adelantado los víveres que pudo de los guaranís de la isla y de Viaza. Viendo a su gente reparada con el alimento y la detención en tierra, navegó y entró en el Río de la Plata, fondeando en San Gabriel. Precisamente encontró allí las advertencias que Cáceres le dijo, y según ellas pensó en fundar la población a que le obligaba su contrata. Para esto metió la gente en tierra, y dispuso que se principiasen a hacer chozas o casas de paja al abrigo de un fuertecillo de estacas. Pasados algunos días salieron 40 españoles a reconocer el campo, y acometiéndolos los charrúas de improviso, los mataron a todos, menos a dos que llevaron la noticia. Inmediatamente salió Pablo Santiago con diez o doce, Martín Pinedo con cincuenta soldados y el capitán Cueyo con su compañía y se empeñó nuevo combate en la lomita llamada hoy real de San Carlos. Salió finalmente el mismo adelantado con más gente logrando ahuyentar a los charrúas, mas no pudo evitar que ya le hubiesen   —355→   muerto a dos capitanes Santiago y Pinedo con 80 hombres en este día, según dice la carta citada al fin del número precedente. Barco, canto 8, y siguientes cuenta lo sucedido a Zárate en su navegación y en San Gabriel tan lleno de tormentas, hambre y crueldades que se desacredita él mismo, mucho más de lo que quiere desacreditar a los que mandaban atribuyéndoles cosas increíbles y falsas; y el genio de Lozano le copia y aun añade muchas veces.

134. Inmediatamente mandó el adelantado embarcar la gente y lo que había en tierra abandonando las chozas y el fuertecillo; y a la mañana siguiente se presentó vestido a la española el cacique guaraní Yamandú; le dijo, que habitaba en las islas del Paraná, y que era amigo de Juan de Garay y de los españoles que se habían establecido en Santa Fe. No se alegró poco el adelantado con esta noticia y al instante le entregó la carta citada en el núm. 129, en que noticiaba a Garay sus muchos trabajos y le pedía auxilios de víveres y gente, incluyéndole el nombramiento de comandante de Santa Fe. Barco, canto 11 y 12, y Lozano que le copia, lib. 3, cap. 7, suponen que Garay sabía el arribo del adelantado antes que le diese su carta Yamandú; y que este de acuerdo con los charrúas no quiso entregar la respuesta de Garay hasta que supo el mal éxito de la empresa del Tein: pero ni la distancia ni la diferencia de carácter entre tales indios sufren tales confederaciones que seguramente no creerá el que los conozca. Como quiera de resultas de la derrota desembarcó el adelantado su gente en la isla de San Gabriel, y los charrúas convenidos con los chanás sus vecinos, que fueron los que se dejaron ver en canoas, porque los charrúas no las tenían, destruyeron las chozas y el fuertecillo retirándose al interior o al Uruguay según afirman dichos escritores; añadiendo haber dado esta noticia seis españoles escapados de los charrúas, entre quienes quedaban treinta porque no matan a los cautivos en la guerra. Pero no creo tal cosa; porque ni los charrúas ni ningún indio silvestre deja de matar en la guerra a todo varón adulto. A la sazón llegó Melgarejo con el patache de San Vicente con los víveres que había recogido allí y en otras partes de la costa: el adelantado se fue a desembarcar   —356→   toda su gente en la isla de Martín García resuelto a fundar en él una población. Lozano, lib. 3, cap. 6, dice arbitrariamente que Melgarejo llegó por tierra, sin reparar en la distancia ni en las dificultades. Desde Martín García despachó el adelantado a Melgarejo con dos embarcaciones a buscar víveres en las islas del Paraná; y en efecto adquirió bastantes subiendo hasta el riacho Polastiné, enviándolos al adelantado con una de sus embarcaciones. Desde allí volvió atrás Melgarejo, porque supo que ya estaba más abajo Garay.

135. Este luego que Yamandú le entregó la carta del adelantado citada en el número precedente, contestó por el mismo portador; alistó treinta infantes y veinte caballos con balsas y embarcaciones y los víveres que pudo comprando los que encontró hasta llegar a Santispiritus, donde le alcanzó Melgarejo, a quien los entregó para que los llevase al adelantado. Este daba principio en Martín García a la población cuando Yamandú le entregó la respuesta de Garay, que le llenó de consuelo, aumentándoselo Yamandú con ofrecerle volver luego con diez canoas cargadas de víveres, como lo cumplió. Poco después un recio Sudeste varó una embarcación en la misma isla y otra en la tierra firme, haciendo conocer que allí no había puerto seguro, por cuyo motivo determinó el adelantado transferirse a donde le hubiese dentro del río Uruguay. En esto llegó Melgarejo con los víveres, y le mandó el adelantado que con la gente necesaria navegase el Uruguay hasta encontrar comodidad para una población y que la principiase; de lo que dio aviso a Garay para su gobierno. Este bajaba acoplando más víveres por las costas e islas, y tuvo el gusto de que se le reuniese un bergantín cargado de ellos, el cual venía de la Asunción despachado por Martín Suárez de Toledo, en virtud de una carta que le había escrito desde Santa Fe. Despachó Garay este bergantín que llegó a Martín García antes de salir Melgarejo de allí: continuó con el mismo afán hasta que recibió aviso del adelantado en cuya virtud se dirigió al Uruguay y llegó a su orilla, para pasar a la costa opuesta echó a nadar los caballos llevándolos del ronzal desde las balsas y canoas y todos lo consiguieron felizmente a pesar de la corriente, de las olas y de la anchura.

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136. Al día siguiente navegaron las embarcaciones por la orilla del río, y Garay con los caballos por tierra, pero descubriendo a los charrúas y chanás, desembarcaron veinte arcabuceros. Se puso Garay a la frente, los atacó y dispersó una y otra vez porque se rehicieron y renovaron la acción matándoles mucha gente sin más pérdida que la muerte del caballo de Garay. Descansaron los españoles el día siguiente, y continuando encontraron a Melgarejo en el río de San Salvador, donde al instante principiaron a construir casas de madera y barro cubiertas de paja, en que depositaron los equipajes y se alojaron. Hecho esto pasó Malgarejo a avisarlo a Martín García y sin perder tiempo se embarcaron la gente y pertrechos muy contentos de que Garay hubiese castigado a los charrúas y chanás. Dejaron allí alguna gente guardando una embarcación varada y entraron en el río Uruguay, donde varó una de sus embarcaciones en un banco de arena. La alijaron y flotó sin lesión llegando después a San Salvador. Lo primero que mandó el adelantado fue que a toda la extensión de su jurisdicción se diese el nombre de nueva Vizcaya porque era vizcaíno y que aquella principiada población tuviese el de ciudad de San Salvador, de la cual nombró alcalde, regidores, etc. Nombró también por su segundo o teniente general de todas aquellas provincias a Juan de Garay lo despachó a Asunción con varias órdenes, una de ellas, la más premurosa, que le enviasen víveres y auxilios. Barco, canto 13, cuenta poética y confusamente los sucesos de este número y dos precedentes sin conocer el país ni la situación de las naciones, trocándoles los nombres, y dándoselos guaranís a los charrúas; y en fin sin verdad ni verosimilitud en varias cosas. Lozano su copiante añade y quita con la misma ignorancia del país y de sus indios, sin olvidar a veces su espíritu criminal.

137. Salió inmediatamente Garay para su destino con Melgarejo, y cogió al paso a dos indios chanás en una isla del Uruguay. Continuó buscando víveres por las islas y riberas y cuando llegó a los timbús o más arriba los despachó a San Salvador con Melgarejo, subiendo él hasta la Asunción. Encontró Melgarejo a su arribo que se había quemado la casa del adelantado   —358→   con cuanto contenía, y que este habitaba una embarcación. Poco después llegaron a la población los que habían quedado en Martín García custodiando el buque varado que abandonaron por miedo; y esto disgustó tanto al adelantado que puso preso al comandante temiendo que los chanás quemasen la embarcación, como en efecto lo hicieron. Aunque con frecuencia llegaban víveres a San Salvador, eran pocos; porque los indios silvestres que los proveían apenas cultivaban sino lo preciso para cada familia y no para vender ni almacenar las 200 fanegas que dice Barco canto 14 y Lozano su copiante. Fue pues preciso repartir las raciones con tasa y medida; y que cada poblador edificase su choza y cuidase de sus menesteres; porque no había allí indios para el servicio. Todas estas cosas disgustaban a aquellas gentes que como todos los nuevos pobladores se ponían de aventureros viciosos poco aplicados, murmuradores, pedigüeños hasta de imposibles, y en fin por lo general de lo peor del país de donde resultan. En efecto criticaban al adelantado de todo cuanto disponía, y aun meditaban aprisionarle y enviarlo a España formándole proceso que justificase sus malos modos con las gentes, sus impericia[s] y sus latrocinios. En estas circunstancias llegó del Paraguay un socorro de víveres y de indios que envió Garay con la mayor presteza, y el adelantado resolvió ir a la Asunción. Salió en efecto, sin que los indios hasta Santa Fe le sacaran víveres a vender, porque no les habían quedado aun los precisos, después de haber vendido muchos a los españoles. Antes de llegar a Santa Fe salieron a cumplimentarle los españoles y los indios calchaquis, quiloasas, etc.: y continuando, recibió varios socorros de víveres enviados por Garay, con los cuales llegó felizmente a la Asunción, donde fue muy bien recibido.

138. Al instante despachó comestibles a San Salvador y a Garay para mandar en Santa Fe, dedicándose él a remediar los desordenes introducidos. Para esto el 22 de octubre de 1575 desaprobó por un bando todo lo practicado contra Cáceres, el haberse apoderado del mando Martín Suárez de Toledo, y todos los empleos y mercedes que este había conferido. Estas providencias disgu[s]taron y perjudicaron a muchos que comenzaron a   —359→   mu[r]murar, llegando a términos que a pocos meses le dieron veneno y murió, según lo da claramente a entender Barco, canto 18, y según se refiere en una relación de sus servicios fecha en Madrid a 26 de noviembre de 1659 firmada por el licenciado don Fernando Giménez Paniagua y presentada en el consejo de Indias por don Francisco Sancho de Vera y Zárate Figurado. Recibió los santos sacramentos, hizo su testamento, y murió con mucho ánimo. Nombró en heredera universal a su única hija doña Juana que estaba en Chuquisaca, y por su sucesor en el adelantazgo al que se casaba con ella; pero para mandar entre tanto nombró a su sobrino don Diego Ortiz de Zárate y Mendieta, dándole por coadjuntos a Martín Duré. Fueron albaceas y tutores de dicha doña Juana dicho Duré y Juan de Garay.

139. Fue recibido dicho Mendieta por gobernador interino; y lo primero que hizo el 8 de febrero de 1576, fue confirmar a Garay en el empleo de teniente general de aquellas provincias que le había dado su tío, según he leído en la declaración citada núm. 127. Era Mendieta mozo de 20 años no cumplidos, y se hinchó tanto con su empleo, que separó de sí a su coadjunto Duré para mandar solo. Era por consiguiente muy natural de que los viejos no gustasen de que los mandase un niño, y que los que habían muerto a su tío murmurasen de su conducta, que no pudo ser muy prudente y juiciosa, pero no tan loca, violenta y desatinada como lo pintan Barco, canto 19, y Lozano, lib. 3, cap. 9.

140. Luego que supo Garay la muerte del adelantado y que le había nombrado tutor de su hija, con poderes naturalmente de su compañero Duré, salió para Chuquisaca con la idea de casar a doña Juana. No quiso pasar por Córdoba porque aun estaba pendiente el pleito de que hablé en el núm. 129; y llegó felizmente a su destino logrando vencer dicho pleito y que la audiencia declarase pertenecer al Río de la Plata la ciudad de Santa Fe. Allí se presentaron varios pretendientes de doña Juana; pero esta, con aprobación de su tutor se declaró a favor del licenciado don Juan de Torres de Vera y Aragón; natural de Estepa y oidor de Chuquisaca. Ya estaba para   —360→   verificarse el matrimonio, cuando Garay recibió carta de don Francisco de Toledo virrey de Lima; mandándole pasase a tratar con Su Excelencia sobre el casamiento de doña Juana, porque la quería casar con un amigo suyo. Pero como la muchacha estaba muy decidida por el oidor, precipitó la boda, para no dar lugar a nuevos embarazos y nombró el novio por su teniente general a Garay despachándole al Paraguay. Poco después de la salida de este, llegó orden del virrey para llevarle preso a Lima, y el presidente de la audiencia despachó en seguimiento a un tal Valero para que detuviera a Garay. Se hallaba este hacia Santiago de Cotaguita cuando supo naturalmente por el novio que le seguía Valero y que este se le aproximaba con poca escolta, pero lejos de temerle despachó algunos de sus soldados que lo llevaron a su presencia, y dejándolo allí siguió su viaje y llegó a Santa Fe. Luego que supo el virrey del Perú que Garay se había escapado al Paraguay dirigió sus iras contra los novios, mandando llevarlos presos a Lima como se verificó.

141. Mientras Garay entendía en los asuntos referidos, Mendieta el gobernador interino pasó a visitar a Santa Fe donde tuvo palabras muy pesadas con Francisco Sierra. Este se retiró a su casa, y enviándole a llamar Mendieta temió y se refugió a la iglesia, de donde le sacaron y llevaron preso. Con esta novedad se juntó mucha gente en la plaza pidiendo la libertad del preso, y fue menester dársela. Entonces poniéndose Sierra a la cabeza del motín persiguió a Mendieta, y no paró hasta que ante escribano le hizo renunciar su empleo. Pero aun no satisfechos con esto le formaron causa y lo despacharon para España a donde no llegó porque después de algunas aventuras le mataron los indios de Albiazá.

142. Pocos días después de haber salido preso Mendieta llegó Garay a Santa Fe, y continuando hasta la Asunción fue recibido con gusto por teniente general de nuevo adelantado. Luego dispuso despachar a Melgarejo, para que como práctico del Guairá fundase una población en aquella provincia. En efecto salió Melgarejo a fin del año 1576 según lo indican los sucesos precedentes, llevando cuarenta españoles y bastantes indios de servicio: después de haber registrado el terreno fundó   —361→   su población dos leguas distantes de la costa oriental del Paraná llamándola Villarrica del Espíritu Santo, no porque allí hubiese indicios de metales, sino por antojo. Al mismo tiempo los padres franciscanos Fray Alonso de San Buenaventura y fray Luis Bolaños corrían la comarca de dicha Villarrica al Occidente del Paraná, y con los guaranís que doctrinaron se fundaron dos pueblos el año de 1580 que fueron asolados por los portugueses en 1632. El del Padre Bolaños se llamó Pacoiú y estaba en el pago de Ytaanguá al Norte del río Amambai, en el mismo camino por donde los años posteriores iban a Jerez; el otro pueblo del Padre Alonso estaba al Oriente del de Bolaños antes de llegar al Paraná en la orilla de la laguna Curumiai. Estas fundaciones hechas por disposición de Garay constan de los papeles del archivo de la Asunción; y también que Villarrica pasó poco después a Curahiberá junto al río Huibai a distante 80 leguas de Ciudad Real, y que muy poco después se trasladó diez leguas más al Oriente y 30 del Paraná a donde confluye o se junta dicho Huibai con el Curubati. En la descripción particular de esta villa se hace mención de otros emplazamientos que tuvo en lo sucesivo.

143. Poco tiempo después de haber salido Melgarejo a fundar la Villarrica, un indio del pueblo de Guarambaré, y no del Paraná como dicen Barco, canto 20, y Lozano, lib. 3, cap. 10, tomó el nombre de Oberu (resplandeciente) y su hijo Guiraré (pájaro amargo) ambos embaucaron a algunos indios, a quienes dieron nuevos nombres mandándoles olvidar los que tenían tomados de los españoles, y precisándolos a que a ellos les obedeciesen. Cuasi la misma escena se repitió el año de 1616 tomando un indio del mismo pueblo el nombre de Paitira, y fingiéndose lo que no era consiguió que dejasen los nombres españoles, y mataron los perros, vacas y animales habidos de España y que le siguiesen a los bosques abandonando el pueblo. Ni una ni otra de estas invenciones tomaron cuerpo, y se desvanecieron al instante. Garay que supo la primera, la despreció; pero la tomó por pretexto para formalizar la expedición que deseaba para reconocer los indios ñuaras y otros. Alistó pues 130 españoles diciendo iba a cortar los progresos de Oberu y subió   —362→   navegando el río Paraguay hasta que entrando por el río Jejuí bastante adentro, tomó tierra en la costa del Norte sin hacer caso de Oberu. De allí caminando por tierra encontró a los guaranís llamados curupaitú con su cacique Yacaré y con ellos fundó el pueblo de Jejuí repartiéndolo en encomiendas. Estaban divididos en tres tolderías y una de ellas vivía en la laguna llamada hoy Blanca. Subsistió este pueblo hasta el año 1676 en que los portugueses llevaron a sus habitantes al Brasil.

144. Estos indios guiaron a Garay hasta encontrar un río que entra en el Paraná por su costa Occidental en los 22º 33' 30" de latitud dividido en tres brazos. Su origen o cabeceras está en los campos de Jerez; es el más caudaloso de los que entran en el Paraná sobre su salto grande por el Occidente; y tiene los nombres de Monici, Yaguarí e Ybinheima. Es el que en el tratado de límites de 1750 entre España y Portugal señala por lindero, aunque sus comisarios demarcadores no lo supieron encontrar y perjudicaron mucho a España. Pasó Garay el río Yaguarí e introduciéndose en los campos de Jerez recogió de cuatro tolderías unos 500 ñuaras, que llevó a las cercanías del pueblo de Ypané: con ellos fundó en la latitud de 23º 13' 30" el pueblo de Perico guazú, repartiendo sus indios en encomiendas a los españoles que llevaba de la Asunción. En 1632 lo asaltaron los portugueses. Esto se deduce de los papeles que hay antiguos en el archivo de la Asunción. En los mismos se habla de una villa española fundada sobre el río Jejuí, llamada unas veces villa de Talavera, y otras villa de Jejuí. Yo creo que ambos nombres son del mismo pueblo que lo fundó Garay al regreso de la expedición a los ñuaras; por que nadie tuvo mejor proporción que él entonces para fundarla. Ignoro su situación precisa, aunque fue sobre dicho río Jejuí, y creo se despobló en 1560 cuando la atacaron los paiaguas matando a siete españoles y quemando algunas casas. Como quiera Garay al regreso volvió al río Jejuí y embarcando su gente llegó a la Asunción el año de 1569. Barco, canto 20, para adornar su poesía forja fortalezas, desafíos y batallas, que copia y altera Lozano, lib. 3, cap. 10; pero yo no las creo.

145. Las noticias adquiridas por Garay en su jornada le   —363→   determinaron a fundar un pueblo entre los ñuaras y lo encargó a Rui Díaz Melgarejo, dándole 60 españoles y los demás auxilios. Marchó esta gente y en 1580 eligió y situó y fundó la ciudad de Santiago de Jerez en una loma suave dominando al río Alboretei que es caudaloso, entrando por la costa oriental en el río Paraguay bajo el paralelo de 19º 25' 20" de latitud. Los ñuaras y los guasarapós que eran los indios más cercanos, intentaron impedir la fundación, mas no lo consiguieron. Lozano, lib. 3, cap. 10, dice que también se opusieron los guatos; pero si los conociera no lo diría. Llama guapis a los guasarapós y a los albayas guanchas y guetús: tampoco creo que se opusiesen dichos albayas que entonces estaban muy distantes. Consta en el archivo de la Asunción que esta ciudad careciendo de minas y comercio se fue insensiblemente abandonando, hasta no quedar ni un poblador. No debe confundirse este pueblo con otro del mismo nombre fundado a principio de 1593 sobre unas vertientes que iban al Paraná y creo que eran del río Pardo hacia Camuapúan según el historiador Rui Díaz de Guzmán. Este según consta de los papeles del archivo, fundó la segunda Jerez con gentes sacadas de Ciudad Real y de Villarica a fuerza, y a pesar de los requirimientos y protestas que se le hicieron por estos pueblos que entonces mandaba, y por el de la Asunción y por el gobernador de la provincia. Esta Jerez se transfirió después más al Poniente sobre el río Albotetei, de donde hizo una salida contra los ñuaras, llevándose muchas mujeres y niños: a pesar de eso en 1605 solo tenía quince hombres de armas, careciendo de párroco, y en el de 1632 se fueron todos con los mamelucos y portugueses.

146. Al mismo tiempo que Garay disponía lo necesario para fundar a Jerez alistó 60 españoles entre ellos su hijo natural Juan, con bastantes caballos y ganados. Despachó a estos por tierra y él embarcado bajó por el río hasta que todos se juntaron en Santa Fe. Repuestos allí de la fatiga del viaje continuaron del mismo modo hasta Buenos Aires donde en el día de la Trinidad de 1580, según consta en su archivo, fundó Garay una ciudad en el propio sitio que tuvo antes la que fundó don Pedro de Mendoza. Se llamó ciudad de la Trinidad   —364→   y puerto de Santa María de Buenos Aires para conservar la memoria del día de la fundación, y del nombre que la dio Mendoza. Le dio por patrono a San Martín, y por armas una fragata a la vela con dos anclas. Repartió sitios para casas, y antes de principiar la suya registró las cercanías y el puerto o riachuelo, donde encontró a diez querandís, que no quisieron rendirse, mató a tres y cogió a dos. Les dio luego libertad, figurándose que así ganaría la amistad de los demás; y lo que consiguió fue, que los querandís se internasen hacia el Mediodía espantados de los caballos. Continuó Garay su reconocimiento, y sin dificultad redujo a los guaranís del monte grande, hoy San Isidro, del Valle de Santiago, hoy las Conchas, y de las islas inferiores del Paraná. Concluido esto, hallándose el 24 de octubre del mismo año en la orilla del brazo del Paraná llamado de las Palmas, repartió terrenos para quizás y para dehesas o estancias y regresó a la ciudad donde eligió alcaldes, regidores, etc., y repartió los pocos guaranís que había en encomiendas de yanaconas. Concluyó Garay su fundación sin dificultad; porque los ganados lanar y vacuno que llevó, juntos al mucho pescado y caza le proveyeron de víveres, y los querandís, únicos enemigos terribles no pudieron sostenerse ni aun presentarse en país tan llano y descubierto contra su caballería. Barco, canto 21, y Lozano, lib. 3, cap. 11 y 12, amontonan en esta fundación una multitud de hechos y de circunstancias inverosímiles e incompatibles con lo que eran aquellos indios que no pudieron verificarse desde el día de la Trinidad al 24 de octubre, en que ya estaba todo dominado y tranquilo. Sin detenerme más creo que cuanto dicen es forjado por ellos con poca habilidad. En cuanto al excesivo número de indios que acumulan para sus fingidas batallas, basta decir que los querandís, hoy pampas, existen los mismos que entonces, y que los guaranís se han españolizado perdiendo su idioma y costumbre: esto es, que mezclándose con los españoles, pasan hoy por tales o por mestizos. Ninguna población española ha tenido tan pocos indios de encomienda como Buenos Aires; como que el año de 1681 tuvo que ir a buscar los quilmes y calianos a Santiago del Estero. Como quiera viéndose Garay bien establecido lo avisó por un expreso a su adelantado, y al rey por una embarcación.



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ArribaAbajo- XXXI -

Rebelión en Santa Fe. Muerte violenta del teniente general Garay: y le sucede por nombramiento del adelantado Alonso de Vera y Aragón. Se funda la ciudad, de la Concepción de Buena Esperanza, la de San Juan de Vera y otros pueblos


147. Por este tiempo los mestizos de Santa Fe formaron el proyecto de arrojar de allí a todos los europeos; y pareciéndoles que les favorecerían los de Córdoba por estar picados de haber perdido el pleito citado en el núm. 140 enviaron dos diputados a tratar el asunto. Regresaron estos, y la misma noche de su arribo arrestaron los amotinados al teniente gobernador, al alcalde y otro, mandando a todos los europeos salir de la ciudad y sus términos y que los demás presentasen las armas y municiones para ver su estado y sostenerse contra Garay que se figuraban iría a castigarlos. Pero algunos arrepentidos se juntaron en secreto con otros que no eran del motín, y dividiéndose de dos en dos por la noche sorprendieron y mataron en sus casas a los cinco autores principales, poniendo en libertad y en posesión de sus empleos a los presos. Se formó después proceso a algunos, que huyeron, y se les prendió y quitó la vida. Gonzalo Abreu gobernador de Córdoba del Tucumán fue implicado como cómplice, pero murió antes de que le sentenciasen y todo quedó tranquilo.

148. Considerando Garay que bastaba Buenos Aires para escala del comercio con España para cumplir con la contrata de su adelantado, y viendo que los pobladores de San Salvador estaban pobres, determinó sacarlos de allí. Efectivamente los   —366→   embarcó a todos inclusas bastantes mujeres, y el año de 1584, se introdujo por el brazo del Paraná más inmediato. Siguió su navegación sin tropiezo hasta que se amarró en la orilla y puso mucha gente en tierra para pasar la noche. Estaban ya todos dormidos cuando 130 indios minuanes bajaron de una altura con tanto sigilo que sorprendieron y mataron a Garay y a cuarenta más. Yo creo que el sitio preciso de esta desgracia es en los 32º 41' de latitud: fundándome no solo en que vivían por allí los minuanes, sino también en que se encuentra la altura que se cita, y en que el paraje lleva el nombre de la Matanza probablemente por la que hubo entonces. Lozano, lib. 3, cap. 9, pone la despoblación de San Salvador en el año de 1476 sin advertir que los minuanes mataron a cuarenta, que del resto perecieron en otra desgracia otros 40 y que aun se salvaron ochenta; y que no había tanta gente en Buenos Aires, ni la pudo sacar Garay de otra parte que de San Salvador. De esta ciudad salió Garay con ella según la derrota que seguía, que no es la que correspondía llevar si hubiera salido de Buenos Aires. Barco, canto 24, desprecia a los minuanes por zaherir a Garay; pero no merece fe porque no los conoció, ni ninguno en su tiempo. Los que escaparon de los minuanes arribaron a Santa Fe, y continuando zozobró una embarcación, salvándose cuatro personas y ahogándose cuarenta; las demás llegaron a la Asunción. Barco, ibid., supone que con la muerte de Garay se rebelaron los indios de Buenos Aires, y que su alcalde Rodrigo Ortiz de Zárate los desbarató matando a muchos. Mas como diga que estaban confederados los minuanes, querandís, guaranís, quiloasas, etc., que es cosa increíble atendidas sus costumbres y situaciones, yo no creo tal rebelión.

149. El adelantado nombró muerto Garay, por su teniente general a su sobrino Alonso de Vera y Aragón. Mandó el adelantado a su teniente fundar una ciudad en el Chaco, que era lo único que le faltaba para cumplir la contrata de su suegro. Ya Garay con el mismo objeto dispuso antes, el año de 1579, que Adame Olabarriaga con 90 españoles saliese de la Asunción y reconociese la costa del río Pilcomayo; pero la encontró tan baja e inundada con las lluvias, que no la juzgó a propósito para   —367→   fundar en ella población. Con esta noticia dispuso Garay reconocer con la misma idea las orillas del río Ipitá o Bermejo y lo encargó al citado Vera y Aragón. Este salió de la Asunción el 23 de febrero 1583 con 200 españoles, y aunque se opusieron a su tránsito los indios lenguas, pitilagas, tobas y mocobís logró reconocer buena parte de dicho río, y la halló a propósito para fundar un pueblo. Con estas noticias luego que Vera y Aragón fue nombrado teniente general alistó 135 españoles y algunos auxiliares con bastantes caballos, 50 yuntas de bueyes y unas 300 vacas, saliendo de la Asunción el 15 de marzo de 1585. En su tránsito venció tres veces a los mismos indios que en su viaje precedente, y cuando llegó al río Bermejo gran copia de mocobís le atacó con furia, pero fue vencida ofreciendo obediencia y vasallaje. Inmediatamente y antes de elegir el sitio para su población, el 15 de abril de 1585 nombró los alcaldes, regidores, etc., repartió los indios en encomiendas, y dio el nombre a la ciudad que iba a fundar llamándola Concepción de Buena Esperanza. Al día siguiente salió Vera y Aragón a reconocer el país, y eligió el sitio y fundó su pueblo en la costa del río Bermejo, treinta leguas antes de juntarse con el río Paraguay; que era justamente lo más poblado de indios mocobís. Como la idea que se llevaba era que sirviese este pueblo de escala para comunicar con el Perú, y para traer de Tarija y Chuquisaca los ganados del adelantado, no perdió tiempo Vera y Aragón en destacar ochenta españoles que llegaron a las faldas de las serranías del Perú; después fue él mismo con 60 y llegó a los términos de Salta y Jejuí. Sirvió esta ciudad algunos años para facilitar el tránsito del Paraguay a Salta; pero como los indios de su distrito eran indomables, incapaces de reducirse a servidumbre e incomparablemente superiores en fuerzas, soberbia y valor a los guaranís, nada se adelantó. El año de 1592 mataron algunos españoles, uno de ellos hermano del fundador; y queriendo este castigarlos, se encendió una guerra que con diversos sucesos y más o menos intervalos duró hasta el año de 1632, en que no pudiendo ya más, abandonaron el sitio los españoles, y fueron a establecerse a las ciudades de la Asunción y Corrientes.

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150. Mientras el Río de la Plata se gobernaba por los tenientes del adelantado este fue llevado preso a Lima según vimos al fin del núm. 130. Allí se le formaron varios cargos, hasta que calmando algo el enojo del virrey le permitió volviese a ser oidor en Chuquisaca, sin permitirle ir al Río de la Plata. Así estuvo dos o tres años, y después un visitador le arrestó; pero habiéndose purgado de todos los cargos, pasó al Paraguay el año de 1587. El siguiente despachó a su sobrino Alonso de Vera con 80 españoles y auxilios para que fundase una ciudad en el sitio que le indicó, bajando por el río Paraguay hasta legua y media más abajo de donde se junta con el Paraná; sobre la barranca oriental que es elevada, edificó un fuertecillo y las chozas precisas. Llamó a este establecimiento San Juan de Vera en honor de su tío y le dio sus mismas armas y son un águila que apoya sus garras sobre dos torres. Pero como los navegantes llamaban ya a aquel paraje las Siete Corrientes, por las que resultaban de otras tantas puntas de la costa, ha prevalecido el nombre de Corrientes que dan a la ciudad. No se perdió tiempo en fundar el pueblo de los guacarás con los indios que llevaron los pobladores, ni en repartir en encomiendas los guaranís del distrito, y con ellos formaron los pueblos de Ytati, Santa Lucía y Ohomá. Este último tuvo dos situaciones inmediatas. La mayor parte de sus indios fueron muertos o cautivados por los payaguas el año de 1758 y el resto se agregó a otros pueblos. En el archivo de esta ciudad hay un papel que refiere un milagro ocurrido en su fundación. Lozano, lib. 3, cap. 13, dice, que los primeros que predicaron a los indios de Corrientes fueron fray Luis Bolaños y fray Alonso de San Buenaventura, y tiene razón, mas no en lo que añade de San Francisco Solano que jamás llegó al Río de la Plata, ni en decir que dichos fray Luis y fray Alonso fueron arrestados, lo que no es cierto. Concluida la fundación de Corrientes, renunció su empleo el adelantado y se fue a España el año de 1591. Lozano, ibid., supone que en su tiempo entraron los jesuitas en el Río de la Plata; pero yo he leído la licencia que se les dio para entrar fecha el 28 de octubre de 1594 y aun no entraron hasta el de 1609.

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151. Por lo que hace a los señores obispos, por muerte del primero se nombró en 11 de febrero de 1575 a fray Juan del Campo, franciscano, que murió antes de llegarle las bulas. En su lugar se nombró en 27 de setiembre de 1577 a fray Alonso Guerra, quien habiéndose detenido al tercer concilio de Lima no llegó al Río de la Plata hasta fines del año de 1584. Llevó por su capellán, confesor y mayordomo a fray Francisco Navarro Mendigorria de su misma orden dominicana, a quien con consentimiento de la ciudad dio posesión de la iglesia parroquial de la Encarnación y de sus cementerios para que sirviesen al convento de sus frailes que pensaba hacer venir, porque hasta entonces no había ido ningún dominico. Fue promovido Su Ilustrísima, al obispado de Michoacán, y marchó el año de 1586 dejando al padre Navarro que murió antes del año de 1621 en que llegaron otros dominicos. Estos encontraron establecida la parroquia de la Encarnación y nombrado cura pero se les repuso en su posesión.

152. El que ahora reflexione lo grande del empleo de adelantado, extrañará que el del Río de la Plata lo renunciase cuando comenzaba a disfrutarlo y que se desentendiese de los trabajos y gastos que su suegro y él habían invertido en conseguirlo. Pero cesará la admiración si se considera, que entonces se determinó la corte a quitar al Río de la Plata todo estímulo de hacer descubrimientos y conquistas, y a prohibirle todo comercio exterior según se insinuó en el capítulo 12, núms. 9, 10 y 11, y en el capítulo 16, núm. 17. Además previó el adelantado que un país sin minerales, sin medios de buscarlos en sus confines y sin comercio, debía caer en una miseria extrema que no tuvo valor de presenciar. Así sucedió puntualmente, y sus pobladores que hasta entonces habían sido intrépidos, invencibles y dotados de extraordinarias luces, se convirtieron de repente en gentes de otra especie porque las faltaron aquellas excelentes y heroicas calidades, pasando a ser poco menos que ineptos para todo. Hasta las citadas providencias todo fue descubrir, conquistar, poblar y subyugar indios sin el menor costo del erario, y sin que el rey se incomodase en dar providencias: pero después que el gobierno superior dictó dichas disposiciones,   —370→   todo ha sido perder provincias, no fundar un pueblo, asolarse muchos, y no civilizar un indio, a pesar de los inmensos caudales invertidos para ello. Aquí se ve que puede una providencia imprudente trocar los héroes en gente despreciable, y que los hombres valen en razón directa de las leyes que los gobiernan. He finalizado mi objeto, que era el escribir la historia del descubrimiento y conquista del Río de la Plata porque desde aquí adelante ya nada ha habido de esto.

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Félix de Azara





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ArribaAbajoApéndice

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ArribaAbajoNº 1. -[Carta del Cabildo de la Asunción a don Félix de Azara, solicitándole escriba unas noticias históricas, geográficas y físicas de la provincia y prepare un mapa del territorio y del río Paraguay]

[Asunción, 22 de marzo de 1793]

Esta ciudad se halla cerciorada de las particulares noticias que el celo infatigable de Vuestra Señoría tiene adquiridas de la situación, extensión, ríos, bosques, lagunas, montes, pueblos, villas y lugares que contiene esta vasta provincia, a cuyo efecto ha tomado Vuestra Señoría las molestias de viajar por toda ella y reconocerla en persona, y no satisfecho con esto, sabe la ciudad que Vuestra Señoría con incesante fatiga, ha procurado orientarse más a fondo de cuanto va referido, unas veces leyendo los monumentos antiguos con particular aplicación, y otras inquiriendo de personas inteligentes cuantas noticias ha conceptuado Vuestra Señoría pueden conducir a los mismos fines; de forma que sin hipérbole puede aseverar la ciudad ser Vuestra Señoría en el día el individuo que puede con sólido fundamento demostrar facul[ta]tivamente las predichas noticias; y deseando la ciudad tenerlas reducidas para perpetua memoria en un mapa que las comprenda, como asimismo un plano de este río Paraguay, extensivo hasta las reducciones nombradas los Chiquitos, y agregación de noticias que exhorte uno y otro; satisfecha de la benevolencia de Vuestra Señoría viene en suplicarle tenga la dignación de poner en ejecución el mapa y plano que solicita, a fin de que colocándolos de firme en su sala capitular, sirva de instrucción en los asuntos ocurrentes, que a cada paso se ofrecen, cuyo favor quedará vinculado en un eterno reconocimiento de esta ciudad. - Nuestro señor guarde   —374→   a Vuestra Señoría muchos años. Sala capitular de la Asunción 22 de marzo de 1793.-Don Juan Valeriano de Zevallos44. -Don Antonio Vigil. -Don Fermín de Arredondo y Lobatón. -Don Francisco Olegario Mora. -Don Luis Pereira. -Don Bartolomé Lacoisqueta. -Don Francisco de Haedo. -Don Benito Ramón Carrillo. -Don Francisco de Asaosi.-Don Francisco Montiel. -Señor coronel Don Félix de Azara.




ArribaAbajoNº 2. -[Carta de don Félix de Azara al Cabildo de la Asunción comunicándole que accede al pedido]

[Asunción, 12 de abril de 1793]

Recibí el oficio de Vuestra Señoría el 22 de marzo en que solicita que le franquee el mapa que he hecho de esta provincia, con otro del curso de este río hasta las reducciones de Chiquitos, como también otras noticias que cree haber recibido, todo con el fin de instruirse Vuestra Señoría, de transferir estas noticias a la posterioridad, de ilustrar la historia pasada y futural y de dar un laudable ejemplo y poderoso estímulo a todas las ciudades para que busquen de un modo semejante los medios de adelantar la geografía y la historia. La gravedad del asunto detuvo mi contestación hasta ahora en que me he resuelto a condescender con la atenta súplica de Vuestra Señoría. Para ello estoy finalizando los cálculos y dando el último toque a dichos mapas y noticias, que dentro de pocos meses pondré en manos de Vuestra Señoría, porque he reflexionado que quedando mis mapas bien asegurados en esa sala capitular o archivo, podrían servir en cualquiera siglo no solo para hacer ver el estado natural de la provincia, y para cotejarlo con el que tuviere entonces, sino también para que cuando algún pueblo, o parroquia se fundase o trasladase, pueda el cabildo disponer que se sitúe en dichos mapas, lo mismo que los nuevos descubrimientos de los ríos y países. -De este modo insensiblemente y sin trabajo, se irá añadiendo lo nuevo y lo que faltare, y se corregirán los yerros que hubiese: todo lo cual podrá hacer cualquiera un poco curioso sin necesitar de hacer observaciones astronómicas ni repetir las grandes penalidades   —375→   que he sufrido. -Nuestro señor guarde a Vuestra Señoría muchos años. Asunción 12 de abril de 1793. -Félix de Azara. -Muy ilustre cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de la Asunción.




ArribaAbajoNº 3. - [Carta de don Félix de Azara al Cabildo de la Asunción, remitiendo adjunto la descripción histórica, política y geográfica y los mapas de la provincia y río del Paraguay]

[Asunción, 9 de julio de 1793]

Para cumplir la palabra que di en respuesta a los requerimientos de Vuestra Señoría incluyo el mapa de esta provincia, y la de Misiones, con otro que expresa el curso del río Paraguay, sus confines, o inundaciones anuales, como también la siguiente descripción histórica; política y geográfica de la comprensión de dichos mapas; pero como no he tenido más tiempo que dos meses para escribir y ordenar las ideas, y por otra parte estoy escaso de libros y no del todo impuesto de los papeles del archivo, no he podido detallar muchas cosas, y tengo por cierto que otro con más tiempo e instrucción hará la cosa mejor. -Sin embargo he tocado todos los puntos sustanciales que pueden interesar a la historia y a la felicidad de la provincia. Por lo que hace a los mapas son sin duda los mejores que hasta hoy se han visto de provincia alguna americana. Solo falta que Vuetra Señoría requiera y exija de los demarcadores de límites cuando señalen la frontera por los ríos Paguary y Corrientes, o Appa, un mapa de su demarcación, porque como no he andado por allá, el mío no puede ser en esta parte del Norte tan exacto como en lo demás. -Con esto nada falta que hacer, porque Vuestra Señoría quede satisfecha de mi buena voluntad y de que soy agradecido a lo mucho que, he debido a la provincia, y a los particulares en los hueve años y medio que la suerte me ha detenido por acá. -Nuestro señor guarde a Vuestra Señoría muchos años. Asunción 9 de julio de 1793. -Félix de Azara. -Muy ilustre cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de la Asunción.



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ArribaAbajoNº 4. -[Carta del Cabildo de la Asunción a don Félix de Azara, agradeciéndole su colaboración y nombrándolo uno de los primeros ciudadanos del Paraguay]

[Asunción, 23 de setiembre de 1793]

Ha recibido esta ciudad el oficio de Vuestra Señoría de 9 de julio último, con el mapa de la provincia, otro que demuestra el curso de este río Paraguay, sus confines o inundaciones, como también la descripción histórica, física, política y geográfica de la comprensión de dichos mapas, obras a la verdad sumamente grandes y muy propias de los altos talentos de Vuestra Señoría, por cuya beneficiencia queda la ciudad poseyendo alhajas tan disti[n]guidas, de que congratula a Vuestra Señoría muchas gracias, y siendo su reconocimiento inferior a esta gran dádiva y don que Vuestra Señoría se ha dignado dispensarla por solo un efecto de su generosidad, en manifestación de la gratitud en que queda, tiene acordado con esta fecha en sus libros capitulares, pasen a la morada de Vuestra Señoría dos capitulares, y a nombre de la provincia le hagan presente como el distinguido favor de Vuestra Señoría ha vinculado en su gratitud un eterno reconocimiento y que en su manifestación a Vuestra Señoría se le tenga y reconozca por uno de los primeros republicanos y compatriotas bajo del respeto, estimación y benevolencia a que es acreedora la persona de Vuestra Señoría tanto por las circunstancias con que le adornó el Todopoderoso, como por este particular y grande servicio que Vuestra Señoría se ha dignado hacer a esta ciudad. -Nuestro señor guarde a Vuestra Señoría muchos años. Sala capitular de la Asunción del Paraguay, setiembre 23 de 1793. -Don Juan Valeriano de Zevallos. -Don Antonio Vigil. -Don Francisco de Arredondo y Lobatón. -Don Francisco Olegario de la Mora. -Don José Luis Pereira. -Don Francisco de Haedo. -Don Bartolomé Laozqueta. -Don Benito Ramón Carrillo. -Don Francisco de Isasi. -Don Francisco Montiel. -Don Alonso Ortiz de Vergara. -Señor don Félix de Azara, capitán de navío de la real armada.



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ArribaAbajoNº 5. -[Carta inédita de don Félix de Azara al Cabildo de la Asunción, agradeciéndole la distinción de que había sido objeto]

[Asunción, 25 de setiembre de 1793]

Recibo la de Vuestra Señoría de los corrientes, en que después de dispensarme las gracias por mis Mapas y Descripción de la de la Provincia que ha recibido: me hace el honor de nombrarme y reconocerme por uno de sus primeros ciudadanos y compatriotas, cuya distinción ha sido para mí la mayor que podía apetecer, como para Vuestra Señoría la más grande, que podía franquear: con esto me parece que he dicho bastante, para que Vuestra Señoría se persuada, que será eterna en mí la memoria del honor recibido, y el deseo de corresponder del modo posible obrando en todo como honrado Paraguayo, sacrificando mi vida si fuese preciso a la felicidad de mi nueva Patria que me ha adoptado por un efecto de su benevolencia. Nuestro Señor guarde a Vuestra Señoría muchos años. Asunción 25 de septiembre de 1793.

Félix de Azara

Al Ilustre Cabildo. Justicia y Regimiento de la Asunción.

Museo Mitre - Sección documentos.




ArribaNº 6. -[Oficio del Duque de la Alcudia al Cabildo de la Asunción, acusando recibo en nombre del monarca de la Descripción histórica y del mapa del Paraguay de don Félix de Azara]

[Aranjuez, 12 de febrero de 1794]

He hecho presente al Rey la representación de Vuestra Señoría de diez y nueve de julio del año próximo pasado, en que haciendo un particular elogio del Capitán de Navío don Félix de Azara Comisario de la tercera partida de Demarcación de Límites, así   —378→   por sus talentos como por su buena conducta, da Vuestra Señoría cuenta de haber obtenido de este Oficial que dejase en ese Archivo un ejemplar de los Mapas de esa Provincia y río Paraguay, que con sumo cuidado había levantado, y también de la Descripción Histórica, Física, Política, y Geográfica de la misma Provincia que había trabajado habiendo adquirido con este objeto todos los conocimientos posibles; y considerando Vuestra Señoría ser esta obra singular, y digna de ofrecerse al Rey para el acierto en las disposiciones relativas a este Gobierno, enviada a Su Majestad por mis medios una copia de dichos Mapas y Descripción, recomendando el mérito del mencionado Azara.

Su Majestad ha apreciado mucho el celo de Vuestra Señoría en procurar adquirir unos Documentos que ha creído ser importantes para la Provincia del Paraguay, y en remitir a Su Majestad una copia de ellos con el loable fin de Vuestra Señoría manifiesta: tiene y tendrá muy presente el mérito de su Autor, y lo participo a Vuestra Señoría para su noticia.

Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Aranjuez doce de febrero de mil setecientos noventa y cuatro. -El Duque de la Alcudia -Señores Cabildo Justicia, y Regimiento de la Ciudad de la Asunción del Paraguay.

Es conforme a su original. -echa ut supra -En testimonio de Verdad.

Manuel Benites
Excelentísimo párroco de Gobierno y Cabildo

Revista del Instituto Paraguayo, Nº 41, pp. 113-114, Asunción, 1903.