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«Dígalo Portugal, Barcelona y Valencia»: Una nota sobre la popularidad de «Don Quijote»


Daniel Eisenberg


Florida State University



En el importante tercer capítulo de la Segunda Parte del Quijote, en que los personajes discuten la Primera Parte del libro, Sansón Carrasco, asegurando a Don Quijote que su «historia» ha sido impresa, le dice lo siguiente:

Tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga.1



Este pasaje ofrece fácilmente materia para demostrar la popularidad extraordinaria del Quijote, y eruditos y cervantistas no han dudado de su veracidad2.

Sin embargo, este comentario de Sansón es más vago de lo que parece. Lo que da sólo es su opinión («tengo para mí»), no un hecho comprobado, y quiere asombrar a Don Quijote3. Más importante es la índole curiosa de las ediciones que menciona. No menciona las ediciones que Cervantes conocía, las de Juan de la Cuesta, y tampoco es nada correcto en nombrar las ciudades; Don Quijote no se imprimió en Barcelona hasta 1617, y jamás se imprimió en Amberes.

Acaso Cervantes dijo Amberes pensando en Bruselas, como se ha sugerido, pero importa poco. Es evidente que Cervantes no había visto estas ediciones, y sólo había oído rumores, y no sorprende, porque todas ellas se imprimieron fuera de Castilla, con propósito de evitar el pagar derechos al dueño de la licencia de Cervantes. La costumbre de reimprimir a un autor fuera del alcance de su licencia era muy conocida, si bien censurable moralmente4. Tras el comentario de Carrasco está el enojo de Cervantes con estas ediciones no autorizadas, por las cuales otros se enriquecían sin pagarle nada.

En fin, Cervantes sacó la figura de 12.000 del aire; era una conjetura, basada en los más nebulosos informes. Además, es verosímil que por lástima propia, por deseo de impresionar al lector y para mayor ironía, errara por carta de más que de menos. La figura, por consiguiente, carece de valor para juzgar la popularidad del Quijote.





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