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Diccionario biográfico general de Chile, por don Pedro Pablo Figueroa

Cesáreo Fernández Duro





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Libro de historia procedente del otro lado del Atlántico, siempre es bien venido á esta Academia, deseosa de ensanchar más y más la sección de obras americanas de su instituto: libro que hace conocer á las personas conspicuas del Nuevo Continente, no menos la complace en toda ocasión, por traernos juicios y conceptos utilísimos al fomento de relaciones mutuas. Sin otros méritos esta sola razón la daría al reconocimiento de la corporación, recibido el agasajo que el Sr. D. Pedro Pablo Figueroa hace de su Diccionario biográfico general de Chile, segunda edición corregida y aumentada1.

El plan de esta obra no es tan extenso como el que el Sr. Mendiburu discurrió al delinear las figuras del Perú, aunque abrace igualmente los tres períodos de la conquista, lucha por la independencia y organización del Estado. El autor de la biografía chilena se limita á la noticia de los que nacieron en el territorio   —85→   circunscrito por los límites actuales de la República, y si bien procura presentarlos desde el año 1550 al de 1889, contados son los que tienen mención en los primeros tiempos, ya por falta de los datos necesarios, ya porque los exploradores del país, los que fundaron sus poblaciones, establecieron los municipios, repartieron los solares, dando en una palabra asiento á la civilización, eran de procedencia española.

No se encuentran, por tanto, en el diccionario los nombres de Almagro, Valdivia, Villagrá, Hurtado de Mendoza, ni de ninguno de los capitanes y soldados, de los alcaldes y regidores que fueron extendiendo y consolidando la conquista sin que en este período aparezca por contraste más que alguno de los toquís ó jefes que dirigían á los valerosos araucanos en la resistencia contra los invasores; Campolicán, Tucapel, Michimalonco, Colocolo, héroes bastantemente poetizados por los que, como Ercilla, peleaban con ellos.

En Madrid se ha publicado poco há la vida de D. Antonio de Quiroga2, que con el Gobernador Rodrigo, de su mismo apellido, hizo larga campaña en Chile de 1576 á 1584, y evidentemente no cabría tampoco en el presupuesto del Sr. Figueroa; mas no poco podría sacar de ella que sirviera á su propósito, como dirá esta muestra.

«Estando el Gobernador de invernada en Arauca se apareció en el campo un indio solo y habló de esta manera:

»Yo vengo á ti con una embajada que, si has sido enamorado y querido bien, me creerás; y si no, no me podrás creer. El Gobernador le dijo que se dejase de razones, que de muchos años conocía sus engaños y con esto asegurado el indio dijo:

»Sabe, señor, que yo quiero bien una india, hija de un cacique y ella me quiere á mí, y contra nuestra voluntad la ha casado su padre con otro indio, y ella y yo concertamos que, para el día que hubiese de ser la boda, yo me viniese á ti y que estando sus padres y más deudos juntos en la fiesta, fueses tú con los cristianos   —86→   y estando ellos holgando, los prendieses á todos y que ella, aunque estuviese con su marido y su padre se vendría para mí.

»Oyendo el Gobernador el caso estuvo confuso, y como insistiera el indio, pidiendo que para mayor seguridad le llevaran atado, fué el mismo Gobernador en persona, con gente en orden de pelea, y el indio los llevó donde estaba su dama y todos sus parientes en la fiesta, bebiendo y holgándose y muy descuidados de semejante suceso. Prendió el Gobernador con sus soldados á muchos dellos, matando algunos que se quisieron defender, y la india sin ninguna alteracion, antes con muestra de mucho contento, dejó á su marido y á sus padres y deudos, y se vino, abiertos los brazos, para su indio, y así los trajo el Gobernador consigo al campo, presos, y les enseñaron la doctrina y oraciones, y fueron cristianos, y los casaron, y á él, como verdadero enamorado le llamaron Matías.

»Cierto, dice por comentario el autor, fué caso notable, que estos bárbaros vendiesen sus padres, su patria, deudos y amigos, para solo gozar de sus amores.»



En los siglos XVII y XVIII no son muchos tampoco los personajes incluídos en el Diccionario de referencia que viene á ser por tanto, en realidad, elenco de los del presente significados en la época de la revolución colonial y de la constitución del estado independiente, sin amplitud en la exposición, ni prolijidad en los datos, si bien tampoco se significa en el libro el empeño encomiástico á que se creen obligados algunos autores de obras semejantes. Poetas como Barr a ó Hurtado; historiadores de la talla de Barros Arana y Amunátegui; estadistas cual el primer Presidente de la República, Carrera, como Irrarzábal ó Errázuriz, tienen artículos de alguna extensión; en general son breves y brevísimos muchos de los que corresponden á hombres significados por autoridad, virtud ó ejemplo, ó distinguidos en armas, ciencias, letras y artes. «Sin dejar de ser histórico y cronológico este libro, dice el autor3, narra los hechos de la vida de cada personaje célebre, prescindiendo en su mayor parte de las ideas y   —87→   apreciaciones críticas, que el historiador y el biógrafo deben autorizar con sus fallos.»

Celebridad, podrá objetarse que no tienen todavía algunos apuntados en el Diccionario, sobre todo los que empiezan su carrera y vida pública; mas por alguna circunstancia que los eleva sobre el nivel ordinario de la capacidad se escriben sus nombres, pensando el Sr. Figueroa que acaso algún día los apuntes que ha formado traigan á la memoria el sentido cantar de Bartrina:


De un escritor, de un artista
De genio, podemos siempre,
Para deplorarlo tristes,
Saber el día en que muere
Y nunca el día en que nace
Para celebrarlo alegres.



De cualquier modo, una colección en que se condensan los méritos de los que han gobernado la nación chilena, dirigido la enseñanza de sus hijos, disciplinado sus fuerzas de mar y tierra, desarrollado sus elementos de riqueza, útil para todos, tiene que serlo doblemente para nosotros; porque al pasar tantas hojas dedicadas á los Enríquez, Chacón, Astudillo, Lara, López, Oña, Freire, Silva, Larrain, al encontrar á los Saavedra, Fernández Guerra, González, Hinojosa, Vilanova, ¿quién aquí no dirá con Adán, cuando apareció la compañera de su vida, «esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne?»





Madrid 6 de Junio de 1890.



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