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1

Hay una excelente traducción alemana de las poesías de Avicebrón, hecha por Geiger, rabino de Breslau: Salomo Gabirol u. s. Dichtungen (Leipzig, 1867). La mayor parte de ellas pueden verse además en el libro del Dr. Miguel Sachs, Die religiose Poesie der Iuden in Spanien (Berlín, 1845). El Keter Malkuth fué traducido al latín por Francisco Donato (Poma aurea linguae hebraicae, Roma, 1618), y al castellano, y muy bien, aunque en prosa, por David Nieto: al francés por Mardoqueo Ventura, etc.

Las condiciones de este discurso no me consienten detenerme en otros poetas hebreos de menos cuenta, como los dos Ben-Ezras y Moisés-bar-Nachmán, sobre los cuales puede verse a Sachs.

 

2

Él lo dice bien claro, a lo menos en la versión latina de Pococke: «Ad hunc autem, gradum pervenitur via scientiae speculativae et disquisitions cogitativae.»

 

3

Página 15 de la edición de Pococke: «Philosophus autodidactus sive Epistola Abi Jaatar, ben Thofail, de Tahi ben Jokdhan, in qua ostenditur quomodo ex inferiorum contemplatione ad superiorum notitiam ratio humana ascendere possit. Ex Arabica in latinam linguam versa. Ab Eduardo Pocockio. A. M. Aedis Christi Alumno. Oxonii, excudebat H. Hall...» 1671. (De mi biblioteca.) Hay otra edición latina de 1700, tres traducciones inglesas, dos alemanas, una holandesa y una hebrea de Moisés de Narbona, acompañada de un largo comentario, inédito todavía. Vid. Munck, Mélanges de philosophie arabe et juive (París, 1859, págs. 410 a 418). Puede notarse cierta lejana analogía entre El filósofo autodidacto y El Criticón de Gracián.

 

4

Las ha coleccionado (con algunas apócrifas) don Jerónimo Roselló en un grueso volumen. (Palma, 1859, imprenta de Gelabert.)

 

5

El Blanquerna se imprimió por la primera y única vez en Valencia, por mosén Juan Bonlabii (que lastimosamente modernizó el texto), en 1521; edición rarísima. Yo poseo (y me he valido de ella) la traducción castellana impresa en Mallorca (1749) por la viuda de Frau (Blanquerna, maestro de la perfección..., etc.), que también escasea mucho. El traductor es anónimo. Morel-Fatio, en el tomo VI de la Romanía, ha dado noticias y extractos de un antiguo códice catalán, que difiere no poco del texto impreso en Valencia.

 

6

Como se ve, apenas aludo más que a las odas Noche serena, A Salinas, A Felipe Ruiz, A la vida del Cielo, que son las que tienen el carácter místico más señalado. En otras, verbigracia, la del Apartamiento, hay rasgos de misticismo, y en una las atribuídas a fray Luis de León por el P. Merino, la cual no suele imprimirse en las ediciones vulgares, se leen estas dos bellísimas estrofas, que, si no son del gran maestro, merecen serlo:

 

7

Los velos de la alegoría, que dan tan misteriosa y augusta oscuridad a las composiciones de San Juan de la Cruz y de Malón de Chaide, desaparecen del todo en otros místicos nuestros, más didácticos y más fríos; en el autor del Estímulo del Divino Amor (por ejemplo), o en las octavas, por otra parte robustas y de hondo sentido, que se atribuyen al trinitario San Miguel de los Santos, hijo y patrono de la ciudad de Vich. Lope de Vega dijo de ellas que «no cabían bajo de potencia humana» y que «eran suma de la perfección espiritual». En ellas es más la doctrina que el arte, pero doctrina estupenda, y tal que basta a levantar y aun a enfervorizar, el estilo, enriquecido con prodigalidad y opulencia de ideas más que de afectos:


   «Con esta luz ilustra la memoria
De imágenes y formas ya desnuda,
Y de esta vida triste y transitoria
A la firmeza de su ser la muda;
Con la lumbre de fe, la luz de gloria
Le da al entendimiento vista aguda:
Arde la voluntad por lo que ama
Con fuego de este amor en viva llama.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    La voluntad suprema a unirse viene
Toda en sí propia, y toda amor se hace;
Sube más alto y nada le detiene,
Muere mil veces, y otras mil renace;
Goza lo que ama, y aunque en sí lo tiene,
Su cuidadoso amor no satisface,
Que mientras más le goza más se aumenta,
Y siempre amando más, se queda hambrienta.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Mas aunque goza a Dios, no comprehende
Lo que hay en Dios, ni cómo está en el cielo,
Que el ser humano y flaco no lo entiende,
Ni puede ver a Dios en mortal velo:
Goza de Dios amando, mas pretende
Conocerle y amarle en este suelo,
Y unirse por amor con Él, de modo
Que un ser humano le parezca en todo.»


(El alma en la vida unitiva: octavas impresas en La Veu de Montserrat, 5 de julio de 1879.)

 

8

En las Rimas sacras de Lope hay algunas composiciones que pueden pasar por místicas, especialmente los romances cortos que principian:



   «Estábase el alma
Al pie de la sierra...

    Cantad, ruiseñores,
Al alborada,
Porque viene el Esposo
De ver al alma...»



En el Cancionero y vergel de flores divinas de Juan López de Úbeda se lee una glosa de una canción vieja:


   «Yo me iba ¡ay Dios mío!
A Ciudad reale;
Errara yo el camino
En fuerte lugare...»



que es más bien ascética, pero que se da algo la mano con el género que estudiamos.

El precioso Cancionero de Valdivieso, ahora recientemente, y con mucha elegancia, reimpreso, contiene muchos versos devotos que frisan en lo místico, verbigracia:


   «Vos del cielo sois.
-Y vos sois mi cielo.
-Vos sois centro mío.
-Y vos sois mi centro.
-¡Ay Dios, lo que os amo!
-Alma, ¡ay cuánto os quiero!
-En vos me transformo.
-Y yo en vos me quedo.
-Tomad vos mis brazos,
Y dadme los vuestros;
Galán de mi alma,
Cercadme de flores,
Que de amores enferma,
Muero de amores.»



El Estímulo del Divino Amor se ha atribuído por algunos a fray Luis de León, pero el estilo no parece suyo. Lo publicó Rengifo en su Arte poética (Salamanca, 1592). Es poesía enteramente mística, como puede juzgarse por estas redondillas:



   «Y si contemplar pudieras
Aquel arquetipo mundo
Ejemplar de este segundo;
¡Oh, cuán altas cosas vieras!

    Vieras otra esfera hermosa,
De otras líneas rodeada,
Y a cada cosa criada,
En Dios vuelta en otra cosa.

    En su eterno entendimiento
Vieras a todas las cosas,
En cualidad más hermosas
Y en el número sin cuento.

    En un círculo infinito
De inmensa capacidad,
Cuyo centro es la deidad,
Y su ser incircunscrito», etc.



Vid. Romancero y cancionero sagrados de la Biblioteca de Rivadeneyra, y la Floresta de rimas antiguas castellanas de Böhl de Faber.

 

9

Poesías de la Venerable Madre Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa (París, Garnier, 1856, publicadas por M. Latour).

 

10

Obras varias y admirables de la Madre María do Ceo, religiosa franciscana y abadesa del convento de la Esperanza, de Lisboa (Madrid, por Antonio Marín, 1744). Dos tomos son los que han llegado a mis manos; quizá se publicó algún otro que en el prólogo del segundo se anuncia. El traductor fué el P. Flórez, oculto con un seudónimo.