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Discurso IV

Fin del Hombre. De aquí deducida la inmortalidad del Alma; y de ella, la existencia de Dios.

                                         Nacido al mundo, racional criatura,
ente corpóreo, y de los entes todos
árbitro y dueño en mi obediente suelo,
¿a qué fin vivo(52)? ¿Inútil en el mundo
será de mi razón el ejercicio? 5
Graves Sofistas, que gritáis que el hombre,
materia sólo organizada, mueve
sus miembros y potencias, cual sus giros
la máquina constante que del tiempo
los espacios divide y los señala; 10
si de sus ruedas el servil oficio
se dirige a algún fin; y cuanto inventa
y cuanto forma el pensamiento humano
con fijo y cierto fin lo inventa y forma
¿con qué designio un Ente todo sabio 15
puso el entendimiento en los mortales?
Si muere el hombre cuando el cuerpo muere,
¿para qué la Razón? Oh tú de todos
Árbitro soberano, Padre excelso;
tú, cuya mano omnipotente y justa 20
leyes impuso a los creados entes
que a llenar sus destinos los llevasen
con inviolable curso y obras ciertas;
yo, capaz sólo de admirar tus leyes,
capaz de hacer que en mi provecho giren 25
cuando, o torciendo su destino, trueco
el rostro a la Natura, o bien contando
sus constantes periodos los sigo,
para que por mi mano socorrida
dilate más y más sus producciones: 30
¿Yo, excelso Dios, que conocerte puedo
viviré para el suelo, sin que nada
me aproveche el poder de conocerte?
Inútil es mi entendimiento. Gentes,
oíd vuestros destinos. Desde el solio 35
de la Arrogancia la Opinión os habla
por la boca de obscuros adivinos,
de soberbios Filósofos: creedlos
si no queréis que os culpen agriamente,
haciendoos cargo del atroz delito 40
de que adoráis a un Dios con mente pura
Vosotros, que eleváis el pensamiento
hasta la Causa de las causas todas:
los que leyendo en la interior conciencia,
conocéis los decretos sacrosantos 45
con que a su trono el Hacedor os liga:
los que en el corazón sentís impresa
la obligación de la virtud y fijos
los dones admirables que os levantan,
y a un Dios bastan a haceros semejantes: 50
Vosotros que imitáis, si vuestras obras
sirven a la Virtud, la augusta esencia
de la Divinidad, y el imitarla
en que queráis consiste; ¿por ventura
os daréis a entender, que aquel Dios mismo, 55
que aquél que os dio poder para imitarle,
con tal fin os le dio? Necios humanos,
no es vuestra suerte la Virtud. ¿Felices
ser queréis? ¿Os adula la esperanza
de vuestro cierto y primitivo estado? 60
Id, id a los desiertos: en los bosques,
hospedaje común, os hechan menos
vuestros hermanos los feroces brutos.
   Fue un tiempo (dicen) cuando el hombre, falto
de entendimiento y locución(53), vivía 65
dichosamente en cavernosos montes,
cual viven ora los rapaces lobos.
Ásperas ramas de agobiada encina,
techo abrigado y liberal sustento
al desnudo mortal daban sin tasa, 70
cuando o por falta de caverna amiga,
o por escaso en el cazar, al fruto
y al resguardo del árbol acudía.
No entre los hombres amistad, no el lazo
de saludables leyes. Vagabundos, 75
huéspedes rudos de confusos bosques,
al sol, al aire, a la inclemencia expuestos,
sin más razón que el natural instinto,
y con fuerza robusta, siendo fieras
al ser de racionales no aspiraban. 80
   ¡Oh estado digno del que al cielo cuenta
los movimientos, y al Motor conoce!
¿Quién por la dicha de imitar a un oso
en la rudeza y robustez, no trueca
el miserable estado en que las gentes, 85
a un Dios y a un sumo imperio obedeciendo,
no ejercen libremente las maldades?
   Cansose empero el hombre de su dicha,
y empalagose (como en todo suele)
de su estado feliz. La libre Venus 90
y el libre robo, privilegios grandes
y excelsa ocupación del hombre bruto,
le fueron enojosos. A las crines
y ensortijada barba, neciamente
trocar quiso el abrigo y la decencia. 95
Substituyó a las rústicas moradas
o al techo de azulados horizontes,
sólidos techos de labradas vigas
en robustas paredes sustentadas:
y ciegamente en su infortunio diestro 100
cuanto más, inventando nuevas artes,
la majestad del hombre descubría,
tanto más se apartaba (según dicen)
del estado a que el hombre fue creado.
Halló el discurso los sagrados medios 105
de hacer seguras del insulto inicuo
la posesión y la salud. Cifrada
en una sola fuerza la de muchos,
nació apoyada de las santas leyes
la alma Seguridad, que en los mortales 110
estrechando la unión, risueña y dulce
la paz y la quietud les prometía
que ellos sin fuerza mantener debieran,
si ellos vivir pudieran sin maldades.
La voz de un pueblo epilogada en uno, 115
Depositario del común cuidado,
y Defensor del concordado pueblo,
impuso penas, señaló castigos,
y refrenó la universal malicia.
No ya fue el robo impune: no la mano 120
alzó sin miedo el sanguinario hierro
contra la débil inocencia. El hombre,
para obrar bien creado, con la fuerza
fue obligado a obrar bien: y oh ¡triste tiempo,
tiempo infeliz, cuando los hombres mismos, 125
estableciendo leyes, se obligaron
a ser forzosamente virtuosos!
Entonces fue, cuando arrojaron lejos
la pureza de sí: su esencia entonces
debió al desvelo de querer con ansia 130
perficionar de su Razón los dones
la vil depravación que en sí percibe.
Vino el hombre a ser hombre finalmente,
y salió del estado que le toca,
si no miente el gran Genio de Ginebra. 135
   De la Razón que en su vigor se fía,
tales son las groseras invenciones.
Hacernos brutos para hacernos buenos,
y reducir el hombre a que posea
sin uso la que engendra sus virtudes, 140
dueño de un alma inútil: ¿con que labio
osa dar la impudencia a los delirios
título de sagaz filosofía?
   Ved aquel árbol, que en su verde pompa
la dignidad de su destino ostenta 145
fornido y bello en la estación amiga(54):
con arte oculta, que el desvelo burla
del atónico Físico, del suelo
donde engastada su raíz se esconde
atrae el alimento, que, o mantiene 150
o engrandece su hermosa corpulencia:
sube y penetra los extremos todos
del sano vegetal: hincha las ramas,
rompe su piel, y de pimpollos tiernos
cría las hojas que las ramas visten. 155
Tras esto, en punto señalado y fijo
a aparecer entre la pompa empiezan
las encogidas flores: abren luego
las copas olorosas, cuyo centro,
seno del fruto imperceptible entonces, 160
al fin descuelga en inviolable forma
dones preciosos, que en su seno guardan
la duración constante de su especie.
Id ahora Sofistas, id, y al árbol
decidle seriamente: tronco altivo, 165
soberbio habitador de un globo obscuro,
¿con qué razón, oh vil, te ensoberbeces?
La producción de tu sabroso fruto
no es propia de tu ser: tú abandonaste
por tu desgracia, y depravaste el orden 170
a que Dios te crió, cuando robando
tu substancia a la tierra, a la grandeza
con ella de tus partos acudiste.
Depón la pompa, y a tu estado vuelve
de rústica aridez; no ya colore 175
el sol tus frutos, ni tu planta a ellos
dulce substancia y saludable envíe.
Naciste para estorbo de la tierra,
no para dar al animal sustento.
   Triunfe nuestra Razón(55). Si nos fue dada, 180
para usarla fue dada. ¿Por ventura
cabe en un Dios la creación inútil
de un ente generoso? Denos, denos
título de ignorantes la arrogancia
porque ser no queremos arrogantes. 185
Sirva una vez a la verdad la ciencia,
puesto que tantas oprimida sirve
al pérfido interés. No aquí el deseo
de hacer que suene celebrado el nombre
entre el liviano número de aquéllos 190
que tienen sólo el alma en las orejas.
No aquí la astucia de ostentar doctrinas
que a un ignorante poderoso engañen,
para que el fruto del engaño sea
premiar a otro ignorante. No la gloria 195
de enlazar desatinos, que deslumbren
con nombre impertinente de Sistemas.
   De mi destino el encubierto objeto
acongoja mi espíritu(56). Nacido
a un mundo, patria de infinitos entes, 200
obrar los veo, y en sus obras hallo
que a su principio el mío no semeja.
Si tengo un cuerpo que a los brutos hace
semejante mi ser(57), bien examine
su mecánica forma, bien el modo 205
con que dirige sus funciones varias;
si esclavo de él, de sus potencias sufro
el imperio forzoso, cuando atentas
a la existencia de la vida, abrazan
el bien, involuntarias, o el mal huyen: 210
pasando luego a superior esfera,
olvidado del cuerpo(58), en mí percibo
un alto sentimiento que del suelo
me destierra y al cielo me levanta.
Con él sin tasa en mi interior poseo 215
cuanto encierran los orbes. Claramente
allá en el seno de mi frente miro
seguir su curso en silencioso paso
el coro de los astros, y cual ruedan
en círculo inmudable sobre un punto. 220
Mido del tiempo la constancia fija:
vuelvo a la tierra, y penetrando libre
sus sólidas entrañas, de sus partos
la causa, el ser, la duración inquiero.
Tal vez, si al cielo reservadas sólo 225
las Primitivas causas, arrogante
de su noticia a la certeza aspiro;
émulo débil del Criador, a falta
de verdades ocultas, no sin gloria,
a efectos ciertos inventadas causas 230
acomoda mi espíritu; y resuelto
hace mover el Universo todo,
cual otro Dios, por meditadas leyes.
   Pues él ha puesto inteligencia tanta(59)
sólo en mí entre los entes, ¿por ventura 235
la puso sin objeto? ¡Ah! no: sin causa
nunca obra un Hacedor. Con ciertos fines
nos hizo inteligentes: ni mis obras
que tanto distan del brutal instinto,
deben su origen al instinto rudo. 240
Efectos que en esencia son diversos,
causas diversas en esencia indican.
No por la fuerza con que el bruto siente,
fructifica la planta(60): ni en el hombre
causa las obras de su especie propias 245
la misma fuerza que a la bestia anima.
   Docta la mano del Criador eterno(61)
separó sus criaturas, señalando en
cada especie un singular carácter.
Leyes distintas en distintos entes 250
mueven el Orbe(62). Los diversos fines
en cada especie peculiar componen
un orden que le mueve y diferencia.
¿Crece mi cuerpo?(63) De la planta imito
la ciega potestad. ¿Siento, apetezco(64)? 255
Semejo al bruto. ¿Invento, raciocino(65),
corro la esfera, hasta el empíreo subo,
adoro un Dios, en mi interior conozco
leyes que rijan mis acciones? Éste
el orden es que me distingue. En vano 260
un insolente Charlatán me grita,
que el interés es la virtud del hombre.
Dotó el Criador a la materia ruda
de leyes inviolables; ¿y dejará
ajeno al hombre de inviolables leyes(66)? 265
Sigue uniforme en su progreso un cuerpo
dócil esclavo de la ley que tiene;
¿y fuera un alma del antojo esclava,
sin ley, versátil, y en su obrar opuesta?
El docto insecto, que en dorados hilos 270
cuaja el humor que a sus entrañas debe,
diestro arquitecto de su tumba, nunca
de ella o altera o descompone el orden.
La simple abeja en su afanar continuo
jamás aumenta a la celdilla rica 275
el número de lados, ni hace amargo
el próvido depósito. ¿Y el hombre,
y sólo el hombre, sin decretos ciertos,
sin ley, sin orden, de oponerse en todo
la miserable facultad tuviera? 280
Hoy es virtud el adulterio, el hurto(67)
mañana lo será, si las acciones
del interés la cualidad reciben:
porque ¿cuál es el hombre, que en los vicios
no, mas que en las virtudes, se interesa? 285
Viera ya el mundo sus maldades todas
canonizadas (su ejercicio tanto
nos inclina y adula) si las voces
de un importuno acusador, perennes
no allá en el pecho del mortal clamaran. 290
Ion, Solón, justificado Minos(68),
y Licurgo fiel, Dracón inexorable,
justos Varones, que al unido pueblo
interpretasteis y observar hicisteis
las leyes de su esencia; aquí, aquí juntos 295
lidiad por la verdad. ¿Por qué a los vicios
penas pusisteis, a despecho a veces
del civil beneficio? ¿Por qué nunca
premios abristeis a la acción malvada?
Os conducía la Razón; y hallando 300
que de la vuestra a la de todos era
llano el comercio, despertasteis doctos
la Razón de las gentes con la vuestra
despierta ya: y reverenciar hicisteis
a la ajena conciencia los decretos 305
que en sí la vuestra ya reverenciaba.
   Sin duda al hombre los preceptos ligan
de un orden peculiar(69): ama, aborrece;
socorre, engaña; usurpa, restituye:
prevé los fines, los motivos juzga, 310
resuelve en fin; y en sus acciones muestra
que otros designios que el vivir le mueven.
Si en ellas él la cualidad distingue
de delito o virtud, no sin objeto
la facultad de distinguirla tiene(70). 315
¿Será la vida, su sosiego, el logro
de su comodidad, cual en la bestia,
el fin de un don para vivir inútil?
Viven sin él aquéllas: ¿ni en qué suerte
puede en un cuerpo el raciocinio agudo 320
tener influjo, o la conciencia justa?
El bruto vive sin conciencia(71): el hombre,
pues la conoce en sí, para otros fines
la conoce en verdad: ni al cuerpo toca
lo que no a su existencia contribuye. 325
   Ahora aquí vosotros, que jactando
tanto vuestra Razón, al fin con ella
venís a haceros a un jumento iguales:
los que hermanaros a las fieras rudas
preferís a la próvida esperanza 330
de un inmortal y venturoso estado:
crasos Materialistas(72), si al apoyo
de la vida mortal no se encaminan
aquellas obras, con que excelso el hombre
del bruto se divide y diferencia: 335
no me diréis (pues de alcanzarlo todo
ostentáis el poder) ¿cuál el objeto,
de aquellas obras es? Si alguno tienen
(y sin duda le tienen, porque en suma,
sin fin ¿a qué son dadas? ) Si le tienen, 340
¿cuál es, si no es la vida? ¿Visionario
me llamáis? ¿Bautizaisme con el nombre
de Fanático vil(73)? ¡Tales respuestas
convienen cierto a la pregunta mía!
¡Lógica aguda! ¿y quién entre vosotros 345
no, usando de esta, los apuros vence?
Oíd empero una respuesta simple
cual yo mismo la oí: si no os agradan
el tiempo, el modo, la ocasión; la culpa
dad, si queréis, a la verdad del caso, 350
no al que le cuenta: y a mi fe que en esto
no haréis traición a las costumbres vuestras.
   Útil vigilia es la del Docto. En una
yo que, sin serlo, sus estilos amo,
toqué el provecho que al estudio sigue. 355
Cuando embargado del común descanso
yacía el pueblo una callada noche,
blando reparo a la fatiga: absorto
yo en mi Platón, al pensamiento débil
grato vigor con su lectura daba. 360
Del mundo allí la creación primera(74)
contemplaba con él; error de un hombre,
pero sublime error. Del Demiurgo
la omnipotente engendradora mano:
formado el mundo a imitación visible 365
de otro invisible e inteligente mundo:
la gran substancia que en su medio habita,
y sus partes anima: el tiempo, el curso
de sus años creado en suplemento
del eterno ejemplar de la existencia: 370
los Dioses, las celestes criaturas
obedecer la voz del Padre excelso
formadas a su mando. En este punto
cesando ya la mano omnipotente
del supremo Arquitecto, de los Dioses 375
veo un congreso reverente oyendo
al Dios de todos, que los junta, y dice:
«Entes celestes, de quien soy el Padre
yo y el único Dueño: atentos todos
oíd mi voz. Cuanto hasta aquí he creado 380
será insoluble, porque así lo quiero.
Puesto que expuesto a disolverse quede
cuanto se enlaza, el existir perpetuo
es el don de mis obras. Si se sigue
la destrucción a lo compuesto, efectos 385
vosotros de mi mano, eternamente
fuerza es que dure la existencia vuestra:
eternos sois. Pero escuchad ahora
lo que os ordeno. Mi absoluto imperio
dio ya su ser a los diversos entes 390
que han de ser inmortales. Resta sólo
la creación de los caducos. Ésta
vuestra será, que imitaréis el modo
con que yo os he formado. A los vivientes
prestad así su efímera existencia, 395
sin que de mí la eternidad reciban.
Pero del hombre(75), del mejor viviente,
de aquél que siendo a semejanza hecho
de todo otro animal, el nombre y fuerza
poseerá de divino, y en su suelo 400
Príncipe sólo, la justicia santa
servirá, y a vosotros dará culto:
de este viviente la esencial semilla
yo labraré; vosotros lo restante
añadiréis a la excelente obra; 405
así las nuestras hermanando, sólo
será caduco e inmortal a un tiempo.»
   Poeta ya la Antigüedad perita
llamó a Platón: confieso que en mí mismo
vi confirmado el parecer antiguo. 410
Porque a la fuerza del estilo grave
y heroico razonar del Dios de Dioses
mi mente arrebatada, de su estado
saliendo, de tal suerte en lo profundo
de los consejos del Criador eterno 415
se introdujo, que de ellos ocupado,
cual espíritu, solo no sentía
sobre mí la terrena pesadumbre.
¿El Dios, principio de los Dioses, suya
hizo la esencia del mortal ingrato? 420
¿Él para sí la reservo, estimando
producirla inmortal? Platón lo afirma,
¿y lo niega un Sofista? Harto con esto
se manifiesta la verdad, si impuro
a ella se opone un corrompido juicio, 425
mientras el docto que la alcanza, humilde
al cielo rinde por el don las gracias.
Oh tú, gran Dimiurgo, eterna fuente
del vigor que fecunda el Universo,
¿para qué agravien tu poder quisiste 430
prestar ánimo eterno a los Sofistas?
   Así exclamaba enajenado, cuando
(caso no extraño) enflaquecerse siento
mi espíritu cansado, y como ajena
de sí suspensa la Razón quedarse. 435
Plácido sueño, o éxtasis benigno
bañó mis miembros con su paz tranquila,
no sin gozo interior; porque abultadas
imágenes vivientes en el seno
de mi imaginación, cual si presentes 440
conmigo hablaran, su verdad yo mismo,
aunque admirado, a mí me persuadía.
Era un espacio de esplendor dudoso
iluminado apenas(76): clara sombra,
u obscura claridad, cual tibio pasa 445
amortiguado entre celajes pardos
el brillo de la luna en turbia noche,
casi indecisos, a la vista daban
menos despierta, personajes varios.
De ellos gallarda una doncella hermosa 450
de vivos ojos, aunque frente grave,
que descollaba en estatura noble
entre cuantos había, a mi viniendo
yo soy, me dice, tu Razón; el sitio
que ocupo aquí tu entendimiento imita(77). 455
Los que acompañan mi persona, atentos
a darme siempre en que entender, Potencias
de tu espíritu son. Aquella débil
y macilenta virgen, que en las sombras
busca lo cierto, y sólo sombras palpa, 460
tu Inteligencia es(78). Aquel mancebo
despierto, activo, de traviesos modos,
y agilísimo vuelo, que impaciente,
sin esperar a averiguar verdades,
él las inventa y a su gusto labra 465
tales, que con aquéllas se equivocan,
tu Ingenio es(79). Conocerás tu Juicio(80)
en el otro varón, que con severa
y grave compostura, del Ingenio
pesa las obras y examina inmóvil: 470
Tal vez le cansa el perezoso examen
y levanta la mano tan perdido,
que del Ingenio conducirse deja,
y acá y allá con él se precipita.
Yo, destinada a decidir en cuanto(81) 475
me ofrecen ellos, como Juez a todo
doy su valor y verdadero precio:
noto el error, lo cierto determino,
aquí hay verdad, disimulado oculta
allí el engaño su falaz semblante; 480
y si tal vez en la balanza justa
pesan a una extremos desiguales
con igual gravedad, suspensa entonces
nada decido, y en la duda paro.
¿Llegas acaso a discernir inquieta 485
una doncella, de resueltos miembros
y no tímido rostro, entre una turba
de temerarias y rebeldes gentes,
que asiendo de ella en su favor la instigan,
y la alejan de mí? Pues mira en ella 490
tu Voluntad(82), y en la bastarda tropa
tus rebeldes Pasiones(83). La sojuzgan
debiendo encaminarla; y ella simple
cual ves se deja dominar, y alegre,
creyéndose felice, me abandona, 495
y órgano se hace de Pasiones viles.
Aquí gozosa, en cándida simpleza
bañada, con extraña valentía
tu Libertad su facultad ejerce(84).
Ni escándalos atroces que ejecuta 500
entristecen su rostro; ni en su estado
venturas grandes mutación imprimen;
mas sola en sí nuestras acciones manda,
sin que por eso en sí se ensoberbezca.
Sin ella yo ni resolver pudiera, 505
ni el Juicio examinar, ni el suelto Ingenio
combinar los objetos, ni aun la tonta
Voluntad, que a las veces a su arbitrio
la impera y determina, sus antojos
ejerciera sin ella. Mas lejanos, 510
allá apartados de nosotros, yacen
los corpóreos Sentidos(85), tropa ruda
y familia brutal, al uso solo
de la vida aplicados. -Yo aquí, atento
a desasirme de importunas dudas, 515
si esos(86), la digo, de la vida obtienen
las funciones, y de ella encomendados
en conservarla, su atención ocupan;
¿tú, mi Razón, para la vida, inútil
vienes al mundo?-¿Y quién negarlo puede? 520
me respondió: Y no cierto porque de ella
descuide yo del todo(87). Encarcelada
dentro en tu cuerpo, cuanto en él reside
venido exteriormente no está exento
de mi jurisdicción. Si los Sentidos 525
sirven al bruto en el desvelo firme
de conservar y propagar la vida;
una impresión y un solo movimiento
bastan al uso. A un individuo atiendes
y todos ya los viste. Yo en el hombre, 530
tanto en las cosas que percibe el bruto,
como en aquellas que al instinto debe,
mi vigor ejercito; y de las Artes
he aquí el único origen. Sonoroso
canta el instinto en el jilguero; dulce, 535
mas semejante a sí(88): yo socorrida
del Ingenio, los sones diferencio
para unirlos después y entrelazarlos
de mil y mil maneras. Su casilla
labra suspensa, o en anciano tronco, 540
o en techumbre de cóncavo peñasco,
golondrina inocente: a la simpleza
de su ciego artificio yo juntando
mi reflexión; columnas, arquitrabes,
bóvedas alzo y cúpulas gallardas, 545
mansiones nobles que mi fuerza indican
si bien humilde su principio sea.
   Mas no son éstos mis oficios propios
y ocupación primera(89). Sin columnas,
sin música, vivieran los mortales 550
atados a un instinto, a semejanza
de todo otro viviente. Y pues habito
yo en el hombre, y conmigo las Potencias
que a conocer te di; si sus acciones,
aquéllas digo que derechas tocan 555
a su orden singular, vicios, virtudes(90),
no la vital conservación del hombre
tienen por fin, ni de la vida cuidan;
otro fin tienen que a la vida deja(91)
detrás de sí, pues no a lograrle vienen 560
en ella que perece y se disipa.
   ¿Quien, según esto, estúpido o pegado
a su ruda materia; si lo nota,
a la substancia en que resido puede(92)
negar ya lo inmortal? Mas allá pasa 565
de la vida su fin: que exista es fuerza
más allá de la vida. Y pues existe;
incapaz es de destrucción, substancia
sin partes separables(93): una en suma,
sin dimensión que divisible la haga. 570
   Pero ¿cuál es su fin? ¿cuál el objeto
por quien ejerce sus funciones propias
tu substancia inmortal(94)? Óyeme atento.
Si sus funciones de inmortal principio
proceden; lo es el fin. Si tu substancia 575
es creada; increado eternamente
el fin fuerza es que sea(95): de otro modo,
substancias a su fin anticipadas
existieran tal vez. Si la materia
no da la esencia a tu principio(96); en ella 580
no la del fin consiste: fuera entonces
superior a él el hombre. No creado,
eterno(97) entre los entes; el de todos
sería el Criador. Omnipotente,
pues todo dél depende, como causa(98) 585
del existir de todo. Si se nombra
Dios aquella substancia indefinible(99)
a quien aquellas cualidades cuadran;
Dios es el fin de la que en ti reside.-
   ¡Sueno suave! ¡suspensión benigna 590
del trabajo mortal! Tú que el descanso
turbas también, y con quimeras vanas
haces al hombre en su quietud inquieto:
si a tanto llega tu virtud, que envuelta
en el letargo de tu tarda vida 595
sabia discurre la Razón, y entiende
verdades al desvelo inaccesibles;
¡oh! toca, toca con tus blandas alas
mis párpados sin tasa, y en mis miembros
derrama siempre la pereza grata 600
que de sí a los mortales enajena.

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