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Don José Toribio Medina, historiógrafo de Chile

Cesáreo Fernández Duro





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Se ha servido el Sr. Director encomendarme el examen y cuenta de ocho abultados tomos, impresos en Santiago de Chile en los años de 1888 y 1889, que juntos han venido á enriquecer la biblioteca de la Academia en el presente. Son todos ellos obra de un solo autor, conocido ventajosamente por trabajos anteriores, Los Aborígenes de Chile, uno de ellos, dedicado al conocimiento de los primitivos habitantes del territorio; la Historia de la Inquisición de Lima, formada con vista de los procesos que se guardan en el Archivo de Simancas; la Biblioteca Americana, enumeración de autores del Nuevo Mundo que dieron muestras de ingenio durante la dominación española, enumeración laboriosamente   —510→   compaginada, y que por mayor mérito salió á luz ex typis auctoris, le han granjeado, con la distinción pública, merecidas distinciones á que espontáneamente concurrió nuestra Academia con el diploma de Correspondiente.

D. José Toribio Medina, abogado, diplomático, auditor de guerra en el ejercicio de su carrera, por vocación es historiógrafo. Más atractivo que las luchas del foro ó las conferencias de corte, tienen para él los archivos, de los que, siguiendo los pasos de Amunátegui, Ramos Arana, Gay y Vicuña Mackenna, no escaso fruto ha sacado para la historia de su país, la más adelantada entre las naciones americanas. Si la carrera misma le ha servido para registrar los depósitos literarios del Perú, de los Estados Unidos ó de otras repúblicas de aquel continente, la afición es la que le ha llevado á recorrer una en pos de otra las bibliotecas de Viena, Berlín, Londres, París, Holanda, Bélgica é Italia, acopiando datos para la Historia de la literatura colonial de Chile.

Si á España vino una vez como secretario de Legación, en otra le atrajeron los materiales ricos cuya existencia presumía, y en ambas buscó el agrado en Simancas, contra la molestia de las glaciales salas de la fortaleza donde acabó el obispo Acuña; en Sevilla, sin preferir á las galerías de la Casa Lonja, los azahares del Guadalquivir, y en Alcalá, más fija la vista en los legajos que en los magníficos artesonados del palacio arzobispal, pareciéndole poco lo mucho que encontró é hizo copiar.

El escritor peruano D. Ricardo Palma le ha juzgado, como historiador, con esta frase:

«El Sr. Medina es sobrio en apreciaciones, y aun puede decirse que la forma literaria de su libro (Historia de la Inquisición de Lima) no se distingue por las galas del estilo ni por la amenidad de la narración; pero en cambio la abundancia de documentación es prodigiosa.»



La estimación me parece exacta; más bien que el que presenta la rosa conocida en búcaro precioso, como D. Antonio de Solís, el Sr. Medina recoge entre zarzas y breñas florecillas ignoradas, y sorprende atando el ramillete cuya rara belleza nadie sospechaba, como lo hacían los Pinelo y los Barcia.

Los últimos libros, los ocho cuyo registro me ha sido encargado,   —511→   pertenecen á este género. Por el número dan testimonio sobrado de laboriosidad; por el contenido hacen probanza de la competencia del compilador bibliófilo.

Abro primero, por menor volumen, el que se titula Cosas de la Colonia. Apuntes para la Crónica del siglo XVIII en Chile1 . Son de noticias de toda especie que, á juicio del Sr. Medina, no caben dentro del cuadro de la historia general; pero cuál más, cuál menos, contribuyen á retratar al vivo una época. La colección ha exigido la pacientísima lectura de procesos, informaciones, bandos, actas; de todos esos papeles que suelen olvidarse en los archivos subalternos.

Entre el número hay memorial del presbítero administrador de la botica de los PP. Jesuitas solicitando las bulas atrasadas, por ser en extremo escaso el papel de que podía disponer para envolver medicamentos. La Real Audiencia negó la petición, y buena prueba de su interés ofrece la evidencia de no haberse destinado á los ungüentos, con las bulas, los materiales todos de este libro. Cuántos otros de verdadero interés han servido de envoltorio á la enjundia de condor, ojos de cangrejo, ranas calcinadas, priapo de ciervo, uña de la gran bestia, troncos de vívora, con los demás específicos de nombres copiados por el Sr. Medina de los inventarios de la misma botica, en todas las de los dominios españoles, cuyos mancebos competían con los de las tiendas de comestibles y con los coheteros de oficio, en el de deshacer legajos y cortar pergaminos.

Las más de las noticias de este libro, separando las que se refieren á indios y mulatos ó á las restricciones del comercio marítimo internacional, tienen igual aplicación á las costumbres y leyes de la Península. En los Avisos de Pellicer se encuentran muy semejantes en punto á cuestiones de frailes, habilidad de escribanos, justicia de corregidores, cuchilladas de estudiantes, expedientes de enamorados, competencias de cofradías, procesiones, lutos, toros y tasa de abastos, lo que no quita nada á la curiosidad de las nuevamente acopiadas.

Otra cosa es el Ensayo acerca de una inccpoteca chilena ó sea   —512→   una colección de los títulos de los mapas, planos y vistas relativos á Chile, arreglados cronológicamente, con una introducción histórica acerca de la geografía y cartografía del país2 , aunque en volumen y aspecto exterior conforma con las Cosas de la Colonia. Esta es obra, no ya solamente curiosa, sino útil por todos conceptos; obra de biblioteca; de inexcusable consulta en lo sucesivo.

Comprende el catálogo, por secciones, las cartas de la América del Sur en general; las de Chile en unión de otros países de la misma parte de América; las exclusivas de Chile en general ó particular; las de Patagonia y Tierra del Fuego, y las de las islas del Pacífico, componiendo una suma de 2.200 piezas, desde las primeras grabadas en Basilea y en Amberes por Petrus y Ortelius, en los medios del siglo XVI, y las inéditas iluminadas en pergamino por cartógrafos españoles. Siguen algunos documentos por serie y continuación de las instrucciones circuladas en el reinado de Felipe II para formar la descripción de las regiones y pueblos de Indias, obedeciendo el todo á la sentencia del sabio Humboldt, «que el valor de las diversas cartas geográficas en realidad no existe sino cuando se agrupan para estudiarlas comparativamente.»

Ese valor comparativo se explica en la Historia cartográfica de la introducción, en que el Sr. Medina, con grande erudición, reseña, por tierra, el avance sucesivo de conocimientos, á partir del viaje de exploración de Diego de Almagro, acompañado del clérigo Cristóbal de Molina, primero que trazó por dibujo el camino recorrido desde Tumbez hasta el río de Maule, ó sea en 1.024 leguas, «figurando, para conocimiento del emperador, las naciones y gentes, trajes, propiedades, ritos y ceremonias, cada cual en su manera de vivir, con otras muchas cosas á estas anexas, que son, dice, plácidas y agradables á los príncipes celosos del bien y aumento de sus reinos y señoríos.» Por mar, empezando por el Norte, los reconocimientos de Vasco Núñez de Balboa, Pizarro, el piloto Bartolomé Ruíz; y por el Sur, los de Francisco de Camargo, Bautista Pastene, Francisco de Ulloa, Ladrillero, Cortés Ojea y tantos otros.

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La reseña histórica de la introducción abraza las incursiones en el Pacífico de piratas ingleses y holandeses, como Drake, Cavendish, Hawkins, Van Noort, Cordes, Le Maire, que por leve compensacion de los daños causados á personas y bienes, algo hicieron en pro de la hidrografía. La enumeración es completa, reuniendo datos que con dificultad y tiempo tenía que buscar antes el aplicado.

Todavía, mayor interés que este libro, tienen los tres en 4.º mayor de la Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile3 , que ha de ser, y es desde ahora, el mejor título litera vio del Sr. Medina, como fuente perenne de información y cimiento firme de la verdadera historia.

Cuando D. Martín Fernández de Navarrete escribió el prólogo de la colección semejante que empezaba, consignó el deseo de que sus colaboradores vieran por cientos impresos libros de tanta enseñanza y tan general utilidad. Dios conserve al Sr. Medina vida, afición y caudal para cumplir el propósito de dar á luz por su parte la serie de escritos importantes de tres siglos, desde el viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo.

Los tres primeros ya impresos, precediendo una indicación extensa de los depósitos principales de manuscritos, del de «la Meca, de cuantos aspiran á conocer la historia de los pueblos americanos», sobre todo; es decir, de Sevilla; mencionando las colecciones estampadas en España, República Argentina, Méjico, Costa-Rica, Bolivia, Venezuela, empiezan por el asiento suscrito en Sevilla el 24 de Octubre de 1518, por Fernando de Magallanes y Ruy Falero para ir por Occidente al descubrimiento de la especería, llegando hasta el 28 de Mayo de 1527, con las cartas en que Hernan Cortés avisa á Sebastián Caboto las órdenes que ha dado para socorrer la armada que llevó al Maluco el comendador Loaysa.

Algunos de los documentos habían ya aparecido en los Viajes y descubrimientos del mencionado Navarrete; otros se han impreso aisladamente en España, Portugal é Italia; el Sr. Medina   —514→   los reproduce intercalando los verdaderamente inéditos, en orden cronológico, hasta completar los que atañen á la circumnavegación del globo terrestre por Magallanes, Sebastián del Cano y sus compañeros, y á las expediciones sucesivas de Jofre de Loaysa, Alcazaba, Mendoza, Camargo, García y Andiada.

En realidad, pertenecen á la misma colección, si en ella se incluye á los historiadores de Chile, los restantes tres volúmenes, impresos en 4.º mayor como los anteriores. Dos de ellos están dedicados á la Historia geográfica, natural y civil del reino de Chile, escrita por el P. Felipe Gómez de Vidaurre4 en 1789, inédita hasta ahora. El Sr. Medina la ha anotado, ilustrándola con la biografía del autor, P. Jesuíta, extrañado con los de la Compañía en el reinado de Carlos III, que combatió en Bolonia la nostalgia del país, describiéndolo. Envió el manuscrito original á D. Antonio Porlier, ministro de Gracia y Justicia é Indias á la sazón, y vino á parar á la Biblioteca de esta Academia, donde ha sido copiado con esmero.

El último volumen de mi encargo, obra también de eclesiástico de la Sociedad de San Ignacio, no es inédito, pero por rareza se encuentra en el comercio ejemplar de la edición hecha en Roma en 1646, con licencia de los superiores, razón que ha impulsado al Sr. Medina á reimprimirlo con biografía y notas, como el anterior, considerándolo monumento en la literatura chilena. Nada más hay que decir de la Histórica relación del reino de Chile, y de las misiones y ministerios que ejercita la Compañía de Jesús, del P. Alonso de Ovalle5.

Si por tantas y tan buenas obras ocupa el Sr. Medina puesto distinguido entre los historiadores de su país, tiénelo también ganado entre los de España, y con reserva de alguna apreciación política, no ha de escasearle, por cierto, nuestra Academia, los plácemes y gracias á que se ha hecho acreedor por parte de cuantos aman esta especialidad del estudio.

16 de Mayo de 1690.





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