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Poesías

[161]

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A Granada

                                  ¡Bien haya el sacro libro del místico poeta           
que tus recuerdos canta sobre el hundido ayer!
Él cuente tus historias, esposa del Profeta,
llorando en tus ruinas tu efímero poder.
   ¡Bien hayan los suspiros que el moro desterrado 5
desde la ardiente Libia te manda sin cesar!...
Él cuente lo que has sido y evoque tu pasado,
creyendo ver tu sombra surgir del ancho mar.
   Yo, al son de un arpa, triste y oculto entre las flores,
cual pájaro perdido, mi voz ensayaré, 10
cantando los que aún brindas halagos seductores
al pobre peregrino que al fin tu suelo ve.
   Las gracias que hoy te adornan, los dones inmortales
que la naturaleza gentil te prodigó,
tu eterna vestidura de encantos virginales, 15
tu nombre bendecido cantar pretendo yo.
   ¡Granada! En tu recinto tal vez la poesía
del mundo primitivo soñaba ya un edén,
y allá desde la Grecia tu nombre bendecía,
creyendo tus jardines mansión de eterno bien. 20 [162]
   Después ¡ay! ¿quién te ha visto que el alma enamorada,
no deje, al alejarse, suspensa sobre ti,
y en otros horizontes, al nombre de «Granada»
no surja ante sus ojos la sombra de una hurí?
   ¡Granada! ¡Qué radiante te adora en sus ensueños, 25
el que las zonas cruza del gélido aquilón!...
Los ecos de tu fama ¡qué gratos y risueños
del aterido polo visitan la región!...
   ¡Granada! En los desiertos del trópico abrasado,
¡qué ansiadas son y puras tus auras de jazmín! 30
Tus aguas bullidoras ¡qué ansioso y angustiado
recuerda el sarraceno de Zahara en el confín!
   ¡Oh! Dios vertió en tu seno, deidad de Andalucía,
la luz de sus miradas, la chispa divinal,
y en gérmenes fragantes de eterna lozanía 35
se abrió tu seno al mundo cual pródigo rosal.
   Tendida en los confines de un valle delicioso,
reclinas en un monte la nacarada sien,
y cual esbelta virgen en plácido reposo
tomaste la postura de un lánguido desdén. 40
   ¡Con qué dulces abrazos te estrechan esos ríos!
¡qué amantes esas sierras protegen tu solaz!
¡qué gratos son tus bosques, pacíficos y umbríos!,
¡qué inmensa tu campiña, qué espléndida y feraz! [163]
   ¡Qué augusto el obelisco de zafiro y de plata 45
que inmóvil te defiende del austro abrasador!...
¡benditas las auroras de oro y escarlata
que enciende allá en sus cumbres la regia luz del sol!
   ¡Qué bellas son las tardes del apacible octubre
pasadas en tu vega, y en honda soledad, 50
cuando en la noche negra su faz el tiempo encubre,
después que un nuevo día le da a la eternidad!
   Y ver a las estrellas, cual faros de bonanza
lucir de las tinieblas en el opaco tul,
y aquellas almas puras, que llora la esperanza, 55
soñar que aún nos sonríen detrás del cielo azul...
   ¡Qué puras son tus noches de luna y primavera,
tus noches perfumadas, tus noches ¡ay de mí!
que ya desvanecidas, cual nube pasajera,
lleváronse de amores las horas que perdí! 60
   ¡Qué inmensos los instantes, qué vago el pensamiento
se explayan en tu seno, Granada celestial!
¡Qué locos los amores, qué rico el sentimiento
desbórdase a tu lado, sirena divinal!
   ¡Qué hermosas son tus hijas, estrellas de tu cielo, 65
palmeras de tus valles, claveles de tu abril,
ensueños de la Arabia perdidos por tu suelo,
tal vez náyadas blancas salidas del Jenil! [164]
   ¡Qué rauda y soñadora se eleva la poesía
que beben de tus labios los hijos de tu amor! 70
Fecunda en tradiciones, vergel de fantasía...
¿de quién que tenga un alma no harás un trovador?
   Tú, patria del artista; tú, madre del poeta;
tú, nido de perfumes; tú, cuna de cristal;
tú, perla desprendida del cándido Veleta; 75
tú, lágrima del cielo; tú, sílfide oriental.
   Bendita seas ¡oh virgen! bendita seas ¡oh diosa!
las horas sean benditas pasadas junto a ti;
¡benditos los ensueños de nácar y de rosa
que un tiempo en tu regazo también yo concebí! 80
   Tus árabes jardines, tus mansos arroyuelos
¡benditos sean, oh reina del ámbito andaluz!
¡que siempre te prodiguen su amor los altos cielos!
¡que siempre te fecunde del sol la ardiente luz!
   ¡Que siempre de placeres, de sueños seas morada! 85
¡que nunca el crudo noto te pueda marchitar,
y siempre seas de flores suavísima almohada,
donde mi loca frente consiga reposar! [165]


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Presentimientos

                              

«Esse, fuisse, fore»                              

          
   Reina la paz... el olvido
sus negras alas extiende;
la soledad aquí mora;
la humanidad aquí duerme.
Lentas horas de silencio 5
a otras horas se suceden...
la noche eterna aquí nace;
la luz del mundo aquí muere.
Las tinieblas de la nada
de este lugar se desprenden, 10
y la faz del almo cielo
con su luto se entristece.
El fulgor agonizante
del sol que baja al poniente
besa en trémulos soslayos 15
la quietud de aqueste albergue
y huye de aquí amedrentado;
pues su resplandor perenne
resbala, amarillo y turbio,
por los campos de la muerte... 20
Un impulso irresistible
mis errantes pasos mueve [166]
y me guía a esta mansión
donde mil pechos inertes
marcan las eternas horas: 25
¡latidos que no se sienten,
pero que escucha mi alma
y bajo mis plantas hierven!
¡Ay! en busca del descanso
aquí las pasiones vienen: 30
cada silencioso nicho
toda una historia comprende.
Las horas del porvenir
desalentadas perecen
cuando llegan a este sitio, 35
y aunque tenaces esperan
mil y mil siglos sentadas
en esos trises dinteles,
nunca brillará una aurora
del caos en el negro oriente. 40
Esta necrópolis muda
tiene un lenguaje solemne
que penetra el corazón
con inquietudes crueles.
Tal vez mañana yo mismo, 45
debajo de estos cipreses...
¿Y qué me importa? ¿Hay acaso
un instante más alegre
que el anterior a la vida
y el posterior a la muerte? 50
¡Alegre! sí... no creáis
que el asonante me impele
a poner ese adjetivo, [167]
sino que le busco adrede.
Y esta es una gran cuestión 55
que en mi juicio se resuelve
con tres palabras que omito
y que las dijo un muy célebre
pensador, conciudadano
de la melómana Euterpe. 60
¿El no sufrir, es gozar?
¿qué es no querer? ¿algo quiere
la negación? Yo no quise
la existencia... Pero ¿tiene
voluntad de no querer 65
aquel que elegir no puede?
No. Bien, pero sin embargo,
resulta que vine a este
lugar que llamamos mundo
sin memorial precedente 70
de mi parte... Yo agradezco
al Criador estas mercedes
que no le pedí; mas como
según las humanas leyes
los privilegios no obligan, 75
si me dejáis que recuerde
la teología sagrada
que estudié en mis años verdes,
os probaré... ¿Y qué interesa
a la sosegada gente 80
que duerme en torno de mí
una digresión tan feble?
Dejémosla por ahora,
y el confesor le conteste [168]
al que sea tan insensato 85
que a metafísico se eche,
con perjuicio de sí mismo
y a más de sus intereses,
porque hoy no se compran ya
las obras de cierta especie, 90
y es disparate escribirlas
cuando el mundo retrocede
a las regiones tranquilas
del orden, y no se siente
ni el más ligero fragor 95
de ese volcán que otras veces
parió un progreso «maldito»...
Sí, ¡maldito! ¿Viva el régimen
retrógrado! ¡qué sosiego!
¡qué paz! ¡qué silencio!... ¡imbéciles! 100
¡también entre estos sepulcros
reina la paz... de la muerte!
..............................
¡Cuánto genio! ¡cuánta vida!
¡cuánta esperanza ya estéril!
¡cuánta hermosura y candor! 105
¡qué de latidos ardientes,
de ensueños y de ambiciones
trae la humanidad en germen,
a estas solitarias tumbas
donde habrá de dormir siempre! 110
Aquí, polvo, allí, la nada...
¡soplos de aire pestilente
que las brisas arrebatan,
y en la inmensidad se pierden!... [169]
¡Ah!... no... mi alma se agita, 115
sus alas inmensas tiende,
mide el Océano azul,
llena la región celeste,
falta mundo, y sobra alma,
alma inquieta, audaz, rebelde, 120
investigadora y grande,
reina en la materia débil.
Alma que de frágil polvo
pura y rauda se desprende
y ansía goces misteriosos 125
y busca el puro deleite,
de una santa inspiración,
ideal, sublime, leve,
impalpable, misteriosa,
como la luz, como el éter. 130
¡Existe Dios y otro mundo!
Mi razón no los comprende;
adivínalos mi alma,
y mi corazón los bebe
como recuerdos pasados, 135
como aromas que presienten.
Existe algo menos sandio
que la vida y que la muerte;
existe un vivir más digno
que nuestro vivir imbécil; 140
el «porqué» de nuestra vida
no es hacerse y deshacerse;
es muy bella nuestra alma
para un existir tan breve;
fuera injusto dar el ser 145 [170]
de la dulce nada a trueque,
tan sólo para unos días
de desventuras crueles,
y luego este ser robarnos
diciendo a la vida... ¡muere! 150
¡Tan ridícula comedia
la humanidad ser no puede!
Entre nacer y morir
hay un punto que no hiere
nuestra vista, y es el móvil 155
de la vida y de la muerte.
Hay en nuestro corazón
algo que espera y que teme,
y hay, en fin, de esa otra vida
una cosa que se siente, 160
que se respira, se busca,
se ambiciona, se prevee,
¿Qué importa que la razón,
lámpara sola que mecen
tantos rudos vendavales, 165
nombre a esa cosa no encuentre?
Existen Dios y otro mundo;
existen y existir deben...
y nuestra alma necesita
ilusiones tan solemnes. 170
¡Mirad! La duda hace poco
me amenguaba: caña endeble,
mísero insecto creía
ser yo al contemplarme en este
recinto de tantas «nadas» 175
que recuerdan tantos seres. [171]
Ahora la fe me sublima;
ahora la fe me engrandece,
y sobre la sepultura
donde pronto he de caerme 180
aquí, en el linde del mundo,
alzo tranquila la frente;
la esperanza me sonríe
y me llama, y en mis sienes
rueda el pensamiento, y brotan 185
alas al alma, y el éxtasis
me lleva en pos, y en sus brisas
mi genio se desvanece
y hacia ese Dios y ese mundo
sus plácidas alas mueve: 190
se explaya en su porvenir,
en su esperanza se duerme,
y empapado en su poesía,
tiembla, llora, calla y cree. [173]



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La guerra de Oriente

Oda.

                                  ¿Qué rumor funeral, desconocido,           
turba de nuestras noches el reposo?
¿Qué confín de la tierra se estremece?
¿Qué drama misterioso
buscan en las tinieblas las miradas? 5
¿Por qué al oído percibir parece,
sordas y remotísimas pisadas,
y Europa estremecida,
presa quizás de lúgubres temores,
vela en insomnio ardiente, 10
atenta a los insólitos rumores,
con los ojos clavados en Oriente?
¿Dónde está el sol? ¿En qué parte del mundo
su luz engendra el día
de tal tribulación? ¿Qué moribundo 15
reflejo de agonía
la aurora boreal al sur envía?
¿Por qué roja de sangre luce el alba
al ser de nuevos días triste cuna,
y orlada de bermejas aureolas, 20
a la América va la casta luna,
huyendo de este viejo continente, [174]
próximo a ser de sangre una laguna,
que meza hirvientes sus purpúreas olas
del Ural a las costas españolas? 25
Desde que un día una gigante sombra,
cayéndose a lo largo de los mares,
al que de Cáncer trópico se nombra
fue a dar con su cabeza fatigada,
cubriendo con su manto el Océano 30
y haciendo de un volcán una almohada
en que dormir su sueño soberano;
desde que aquel coloso
se hundió, midiendo con su cuerpo el mundo,
con su nombre llenando la ancha historia 35
y mil generaciones con su gloria,
en silencio profundo
la tierra se quedó: yació la espada
y enmudeció el cañón; y tras el caos
que rodeó la esencia de aquel hombre, 40
surgió la creación, cesó la nada,
y este siglo quimérico y sin nombre
de sus manos salió: que él con su sangre
bautizó el porvenir regenerado,
y él mártir, con su muerte 45
selló la rendición de las naciones
y cerró el estamento del «pasado»...
Napoleón murió; con él la guerra;
y el VERBO, que es la paz, reinó en la tierra.
¿Quién perturba los días 50
de progreso, de luz y de esperanza
que han surgido después? ¿Quién temerario
con sus manos impías [175]
a contener se lanza
la rápida corriente 55
que sin cesar avanza,
bramando ¡«Libertad»! en son rugiente?
¿Quién la apagada tea
de la discordia agita?¿Quién viola
la paz reconquistada? ¿Quién emplea 60
el azote en un siglo que pelea
sin más pavés que la palabra sola,
sin más espada que la sola idea?
¡Guerra! ¿Dónde y por qué? Ya el pensamiento,
la cárcel quebrantó del servilismo; 65
su dignidad el hombre ha restaurado;
la sombra se rasgó del fanatismo,
y el principio sagrado
de «igualdad» ante Dios cunde doquiera,
más lento o más veloz ¡ay! ¡según fueron 70
más densas la opresión y la ceguera
en que los pueblos míseros durmieron!
¡Guerra! ¿Dónde y por qué? Tended la vista.
sobre la faz del mundo;
veréis del Evangelio la conquista, 75
que así en consuelos la verdad exhala:
«Sois hermanos... ¡levántate, mendigo!
¡humíllate, Señor! Dios os iguala;
porque en verdad os digo
que no hay otra grandeza ni otra estirpe 80
ni más elevación ni jerarquía
que la del genio en comunión conmigo
¡y la de la virtud, que es hija mía!»
Y esa inmortal palabra [176]
es la emancipación; y ella nos trajo 85
la fe, que es la virtud, y ella nos labra
un grande porvenir, ¡que es el trabajo!
¡Guerra! ¿Dónde y por qué? No en las batallas,
ni con bronce homicida,
ni con acero y armadura y mallas 90
la raza de los hombres fratricida
busca ya esa ventura
que una vez para siempre vio perdida
por la misma maldad de su alma impura...
¡No! del corto destierro, 95
que hemos llamado vida los mortales,
no es posible las penas y los males
ahogar con sangre o extirpar con hierro...
Bálsamo de las llagas las doctrinas
los pueblos aliméntanse de ideas; 100
castillo inexpugnable es la tribuna,
campo las populares asambleas,
y el triunfo la verdad sagrada y una,
a la cual dice Dios: «¡Bendita seas!»
¡Guerra! ¡Guerra!... ¿Y en dónde? 105
En los inmensos páramos polares
el grito del autócrata responde.
«¡Guerra en torno de mí! ¡Yo soy la guerra!»
¡Guerra! ¡guerra! ¿Y por qué? Surca los mares
y cunde por la tierra 110
otro clamor fatídico del polo,
y contesta esa voz entre los hielos:
«¡La Europa es para mí, para mí solo!»
¿Y quién es él? Aborto de los cielos
la sombra le ha engendrado; 115 [177]
le nutre la ambición; el egoísmo
carcome sus entrañas; el pecado
muerde su corazón; el fanatismo
enróscase a sus pies la tiranía
petrifica su alma; la dureza 120
pintada está en su faz; su pensamiento
es la superstición; la hipocresía
es su traje imperial; y con su aliento
anhelará apagar todas las ciencias,
para dejar el universo a oscuras 125
y reinar absoluto en las conciencias.
Cadáver del pasado,
quiere infestar un siglo adolescente;
noche de nuestro sol, quiere, menguado,
matar su luz ardiente; 130
recuerdo de terrores,
tenebroso en el alma se insinúa,
y la vista del mundo atribulada
de él a la Inquisición vaga y fluctúa
y acaso encuentra en él a Torquemada. 135
Viviente anacronismo,
en nuestro siglo lúgubre extranjero,
es «Tifoe» que vuelve del abismo,
¡susto y horror del universo entero!
¿Quién es él? Dolorida, ensangrentada, 140
cual en garras de un buitre una gacela
Polonia está a sus pies despedazada,
viviente acusación que nos revela
su crueldad ambiciosa y despiadada.
Su mano tocó a Hungría, 145
y la Hungría se heló...¡mano de muerte! [178]
y Nápoles y Roma y Lombardía,
atadas a sus pies, el sueño inerte
duermen bajo ominosa tiranía.
Él pesa sobre Francia 150
como manto de hielo,
ahoga el pensamiento en Alemania.
del Cáucaso feliz enluta el cielo,
y en América, en Asia y donde quiera
tiene feroz una uña carnicera. 155
Hoy es Turquía... ¡Basta,
basta ya de ignominia y de paciencia!
¡El fuego de la cólera entusiasta
en las miradas de la Europa brilla,
y se alza al rumor de las cadenas, 160
con el rubor en la glacial mejilla
y la ira santa en las heladas venas!
¿Qué quieres?... ¿dónde vas? Nube de sombra
formada en un rincón de algún imperio,
¿cómo el haber pensado no te asombra 165
envolver en tu luto un hemisferio
y hacer de mil ejércitos, tu alfombra?
¿Cómo has soñado, di, apagar la lumbre
del espíritu humano? ¿No te aterra
la civilización del Mediodía, 170
la que ha dos siglos incendió a Inglaterra,
la que aún humea en Francia todavía,
la que cunde voraz por la ancha tierra,
la que a tu vez te abrasará algún día?
¡Guerra! Pues tú la quieres, 175
sea guerra sagrada
por nuestra parte... ¡al invasor Atila [179]
que trae de nuevo el aquilón en brazos,
opóngase magnánima y tranquila
la Europa, a quien afrenta, 180
y haga al coloso boreal pedazos,
como a frágil barquilla la tormenta!
¡Oh!, ¡si bajases a la patria mía!
¡Oh!, ¡si en tu loca saña
trajeses algún día 185
tus fieras hordas a la fiera España!...
¡Ay de ti entonces! ¡El airado noto
que hizo a Napoleón doblar la frente,
te arrojará a la faz tu cetro roto
por las manos de un pueblo independiente! 190
Entre tanto, naciones oprimidas,
olvidad la flaqueza y el cansancio;
¡levantaos rugientes, aguerridas,
tú, la primera, que en tu seno anidas
el insulto postrer, vieja Bizancio! 195
Concita tú del cálido desierto
las nómades y fieras caravanas,
las tribus del mar Muerto,
las de Arabia, las hordas caucasianas
y las bárbaras gentes africanas... 200
¡Todos, hijos de Agar! ¡alzaos todos
y defended la sacrosanta herencia
de Mahometo, y las aras de Mahoma,
y el derecho inmortal de independencia,
y a esa tierna deidad, que reverencia 205
la historia al lado de la antigua Roma!
¡Hijos del gran Leónidas, alzaos!
Hazañas de los griegos de otros días, [180]
romped del tiempo el polvoroso caos:
corra otra vez la sangre generosa 210
de Maratón en las cenizas frías,
y al hijo de Moscovia, que os insulta,
sepultad en las olas del Euxino,
que de Jerges las haces aún sepulta
¡Tú, Francia altiva, liberal, guerrera, 215
siempre audaz, siempre rica de entusiasmo,
recuerda el sanguinoso Beresina,
donde el que fuera de los siglos pasmo
huyó por vez primera,
dejando tras de sí llanto y ruina: 220
recuerda del Kremlin la roja hoguera,
que una tumba en los mares ilumina,
y que el trotón cosaco tascó el freno
de tu París en el lujoso seno!
Ahí tienes ¡oh Albión! al que divide 225
con tu poder el reino de los mares
y allá en la India tus esfuerzos mide
y contigo, en los círculos polares
y en la China y doquier siempre coincide;
tú, que eres, oh Inglaterra, 230
grande, porque el destino te hizo libre,
lánzate al mar, arrójate a la guerra,
y su ancha garra, tu leopardo vibre,
sobre el oso polar que al mundo aterra,
Alemania, Polonia, Italia mía, 235
de Palermo a Venecia infortunada,
noble y doliente Hungría;
Suiza, ciudadela codiciada
de pérfidos tiranos ambiciosos; [181]
y tú, región feliz, allá sentada 240
al otro lado de la mar bravía,
república de hombres generosos
todos, en fin, los que lloráis cansados,
los esclavos, los tristes, los opresos,
del pueblo los tribunos desterrados, 245
los de la patria huérfanos proscritos,
llegad como torrentes despeñados;
«¡Libertad!» «¡libertad!» sean vuestros gritos;
¡precipitaos; vengad vuestros dolores;
caed sobre el tirano; 250
despedazad sus tercios invasores,
y a Europa purgue vuestra heroica mano
armada de justicia y de venganza,
del que cruel intenta
los faros apagar de una esperanza, 255
que allí en el porvenir su luz ostenta
tras los aciagos siglos de tormenta! [183]



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A la gloriosa muerte del coronel Don Patricio Bray

ELEGÍA PARA EL ÁLBUM DE SU SEÑOR HIJO. (16)

                                  ¡Númenes de dolor, templad mi lira!           
¡Vírgenes de la Iberia, dadme llanto!
¡Musa de la memoria, quema olores!...
La heroica muerte del soldado canto...
¡Genios, sembrad en su sepulcro flores! 5
   ¡Era un héroe! -Murió-. Murió en campaña,
y en su crispada diestra
apretaba el acero
al lanzar con el aye prostrimero
un tierno adiós a la infeliz España. 10
   Murió en la lid siniestra,
civil y fratricida
del torpe despotismo
contra la santa libertad querida...
y «¡Libertad!» diciendo el labio inerte. 15
en aras de la patria dio la vida...
¡Pensaba redimirla con su muerte! [184]
   Ronco se queda el atabal guerrero:
la altiva frente del feroz soldado
mustia se inclina; y en su rostro fiero, 20
con el sol de las lides atezado.
brilla lágrima ardiente,
que al corazón le arranca la tortura
del acerbo pesar que su alma siente...
El león español temblando llora, 25
y su rugido de feral bravura
¡torna el dolor en ayes de tristura!
   ¡Bray murió! Liado en su bandera.
Y al compás de la hórrida metralla,
le llevan a la tumba sus soldados: 30
fúnebre y ronca música guerrera
marcha con el cortejo: al aire estalla
del lúgubre clarín el grito helado,
Y el timbal desconsuela y ensordece
con su son cadencioso y destemplado, 35
   Inmóvil va la espada
junto a la inmóvil mano de Patricio...
¡su faz inanimada
parece blanca rosa marchitada!
¡Es tan joven!... La bella desposada 40
le vio partir un día, quebrantando
el de amor aún reciente yugo blando...
-¿A dónde vas? -le dijo:
-A defender los fueros españoles,
Bray repuso, besando al tierno hijo 45
y ala guerra partió; lidió en la guerra, [185]
y ¡ay! a los pocos soles,
hijo y madre eran solos en la tierra,
   ¡Murió! Mas no murió, mi caro amigo
que vive en la memoria del Ibero 50
y en las páginas áureas de la historia:
vive su prez, su nombre va contigo,
y en su fama inmortal vive su gloria.
¡Hijo de Bray! tu padre,
triunfando de la muerte, 55
te circunda de honor y de ventura:
¿no alzas la sien orgullecida al verte
hijo de aquel que con su sangre pura
regó el árbol sagrado
de nuestra libertad, a cuya sombra... 60
¡Libertad! ¡Ay! ¿por qué el labio te nombra?
¿do están los frutos de ese bien soñado?
¿dónde está, pobre España,
el ídolo amasado
con sangre de tus hijos? 65
¿do el monumento que la sangre baña
de Mariana, de Riego y de Torrijos?
   ¡Libertad! sueño hermoso de la vida
alimento de grandes corazones,
dicha acaso perdida 70
por Adán del Edén en los dinteles;
sagrada libertad, hija del cielo,
he aquí, bajo el dosel de esos laureles,
otra víctima más... ¡oh desconsuelo! [186]
¡Libertad! triste reina destronada, 75
que lloras decepciones, reclinada
en tumbas mil y mil; perdida diosa,
que cobijas doquier bajo tus alas
de mártires sin fin la helada losa;
arcángel sin ventura, 80
que la pálida faz, en tus cabellos
tristemente encubierta,
abates, y con ellos
lágrimas de ignominia enjugar quieres,
¿por qué bajaste al corazón del hombre 85
a encarnarte a su anhelo,
si eres visión fantástica sin nombre,
si eres la peregrina de este suelo?
   ¡Cuántas veces las orlas de tu manto
asieron delirantes las naciones, 90
y huiste, y encontraron con espanto
de tu veo en su mano los girones,
mientras nueva opresión con férreos clavos
la cadena amarrábales de esclavos!
   ¡Y aún ansiamos por ti, cuando los ojos 95
contemplan esta urna funeraria
que encierra los despojos
del héroe liberal, y solitaria
a la viuda ven, huérfano al hijo,
la patria sin ventura, 100
y al español gimiendo en la amargura
tus negros desengaños
de luto y guerra tras los fieros años! [187]
   ¿Y esperanza no habrá?¿Y así muriendo
uno tras otro a manos del verdugo, 105
o en la ruda pelea,
o de la edad bajo el pesado yugo
irá esa grande y luminosa idea
a perecer, del mundo aún no gozada,
cual sol que en día lóbrego se eleva 110
tras de nubes, y a ocaso el rumbo lleva
sin lanzar a la tierra una mirada?
Allá está el porvenir, encapotado,
fatídico, nublado,
que relámpagos fúnebres arroja 115
al mundo estremecido:
la esperanza está allí, sobre la roja
superficie del mar: mientras retumba
el bronce en el oriente
siguiendo vuestra obra, 120
¡mártires! ¡bendigamos vuestra tumba!
   Manes ilustres, sombras veneradas,
por nuestra Libertad sacrificadas,
oíd de gratitud el tierno canto
que os eleva mi voz, y sed dichosas 125
en vuestros monumentos, invioladas...
porque al menos ahí, sombras augustas,
si en este mundo libertad no hubiere
tus lazos rotos ven la almas justas...
¡El hombre sólo es libre cuando muere! 130 [189]



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A mi querido amigo Pablo Jimeno de Torres en el álbum fúnebre de su madre

IMPROVISACIÓN AL TIEMPO DE PARTIR

                              

«¿Qué fuera de mí en la tierra                              

               

si yo no tuviera madre?»                                        

   En este mundo egoísta
donde nadie quiere parte
de las penas que otro sufre,
donde no nos brinda nadie
la mitad de sus placeres; 5
donde el corazón es cárcel
del amor propio, y no existe
quien, cual se ama, nos ame;
en este mundo, do el hombre
contra el hombre el hierro blando, 10
y un hermano al otro hiere,
y el cadalso inexorable
se eleva en la sociedad
ebrio de luto y de sangre:
en estos días de vida, 15
donde cada hora que cae [190]
del porvenir al pasado,
es un ensueño fugace
de dolor y desengaños,
de fatigas y pesares... 20
¿qué fuera del corazón,
del corazón noble y grande,
del corazón generoso
que abnegación deseare,
si en el mundo no existiera 25
el cariño de una madre?
   Yo tengo una madre, Pablo;
yo, que cruzando los mares
voy con viento de infortunio,
tengo un puerto en que ampararme; 30
yo, que agitado camino
al través de vendavales,
tengo un hogar en sus brazos,
tengo en su cariño un ángel,
que me guía en las tinieblas, 35
que me sigue a todas partes.
   Cuando yo sufro, ella sufre,
lloro, y sus lágrimas caen;
río, y brilla su sonrisa;
Y así me dará, si es dable, 40
su ventura, como acepta
la copa de mis pesares
   Yo tengo una madre, Pablo;
ella protege la nave
de mis días, y me dice: 45
«¡Ten esperanza!» -abrazándome-
«¡y vive por mí, hijo mío!»... [191]
Ella es mi punto de enlace
con la fría humanidad;
ella es el lazo suave 50
que me retiene en el mundo;
ella es el místico cáliz
que templa mis amarguras,
antídoto de mis males...
¡Pablo!... ¿Qué fuera de mí 55
si yo no tuviera madre?
¿Y tú has perdido la tuya!
¡Oh! bien comprendo tus ayes,
tus lágrimas, tus suspiros...
Tú naufragas, roto el cable 60
de salvación... tú zozobras...
se apagó el astro que arde
en el cielo de la vida...
¡y ya tu rumbo no sabes!
Buscas donde reclinar 65
tu sien, que el dolor abate,
¡y ya no encuentras un seno
donde tu frente descanse?
Lloras solo, solo ríes;
ya tu corazón no abres 70
la filial confianza;
ya tu alma se retrae
a una ficción egoísta...
¡dices al pecho que calle,
y al llanto que no te inunde! 75
y al grito que no se escape,
y al corazón que n tiemble...
y al dolor... que sea sociable!... [192]
porque sabes que no tienes
quien comprenda tus pesares; 80
¡porque sabes que has perdido
tu madre, tu pobre madre!
Llora, infeliz, noche y día,
llora, como el triste sauce;
con la cabeza en la tierra 85
llora de lágrimas mares;
agota tu corazón...
¡y aún no llorarás bastante!
Ya eres pájaro sin nido,
sin puerto eres triste nave, 90
sin agua y en el desierto
eres solo caminante;
luna sin sol, voz sin eco
eco perdido en el aire,
flor segada de su tallo, 95
que se marchita a la tarde,
extranjero entre los hombres,
que hacerse entender no sabe...
Huérfano, vives proscrito
en el mundo miserable; 100
pues veinte años has vivido
en comunión con los ángeles;
¡que a ellos viven en Dios
tú vivías en tu madre!...
Llora, Pablo; llora, amigo; 105
llora sin consuelo... ¡ay!
llora sin cesar, y el lloro
quizá tus angustias calme.
   Yo a tu lado lloraría [193]
que ausente estoy de mi madre. 110
mas también de ti me ausento
y a un mundo voy que no sabe
el preció de un corazón,
ni el valor de un tierno aye,
¡a un mundo, Pablo querido, 115
donde llorar es en balde!
   Adiós... si el dulce recuerdo
de mi amistad puede darte,
si no consuelos, valor
para soportar tus males, 120
¡piensa en mí que te he ofrecido,
ya que no bellos cantares,
la ofrenda de un corazón
que sabe amar a una madre! [195]



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Los siete dolores de María

                            De Simeón la triste profecía           
anúnciale una vida de dolores,
y huye a Egipto, temiendo los furores
con que Herodes al Cristo perseguía.
   Crece su pena y crece su agonía, 5
cuando pierde a la luz de sus amores,
y su duelo y su luto son mayores,
al hallarle del Gólgota en la vía.
   Se aumenta su pesar cuando la muerte
dobla la frente del Crucificado, 10
añadiendo amargura a su amargura
el abrazar después su cuerpo inerte,
y más y más su pecho es angustiado
al dejarle en la yerta sepultura. [197]


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La campana de agonía

SONETO

                               ¡La una!... ¡Paz a ti! -Todo reposa,           
La noche aduerme al mundo... mas yo velo,
dando en los libros a mi loco anhelo
pábulo ardiente y expansión briosa.
   La voz de una campana pavorosa 5
cruza los aires con remoto vuelo...
adiós de un alma que se eleva al cielo:
aye de un cuerpo que se hundió en la fosa.
   Feliz mortal, que huyes de esta vida,
¿quién eres? ¿quién has sido? ¿qué has hallado 10
en el mundo que dejas? Tu partida,
¿a qué nueva región te ha encaminado?
¿Sombras o luz? ¿Comprendes algo ahora?
¡Ah! ¡Dime tú lo que este libro ignora! [199]



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En un álbum

                                 (17)           
         «Dicen que sois dichosas,
bellas y puras;
yo soy flor agostada
tétrica y mustia:
           me habéis pedido, 5
¡flores! esos perfumes
que yo os envidio.»
             (En el mismo álbum.)
 
   Me ponéis en las manos la cansada      
cítara del dolor, hermosas mías...
¿Por qué otra vez de un arpa quebrantada.
buscáis las moribundas harmonías?
   Si pudieran volver las muertas horas 5
en que los sueños del amor canté,
yo os regalara en músicas sonoras
del sentimiento la sentida fe; [200]
   yo os embriagara de ideal ternura
al compás de suavísima canción... 10
pero en la hiel tan sólo hay amargura
¡y es mar de hiel mi triste corazón!
¡Oh! no me confundáis con esos seres
que murmuran de amor fingido afán
risa y llanto y dolores y placeres 15
sin sentirlo tal vez os cantarán.
   Yo entre las cuerdas de mi rota lira
sólo encuentro los ecos del dolor.
¡Si yo os cantara amor, fuera mentira!
Maldita el alma que os mintiera amor! 20
 ..................................................
   ¡Ay del que un día un falso juramento
bebió en los labios de gentil mujer!
¡ay del que busca en la región del viento
los ecos vagos de un perdido ayer!
 ..................................................
   ¡Oh cuánto padezco al veros 25
de mi tedio en lontananza,
sin poder ya comprenderos,
inmaculados luceros
del cielo de la esperanza!
   A mi alma recordáis 30
de ilusiones un edén
yo soñé como soñáis, [201]
e inocente yo también,
amé tanto como amáis.
 ..................................................
   ¡Nunca del viento la indomable ira 35
apague en vuestras almas el fanal
de esos sueños de mágica mentira
que encantan de la vida el erial!
   Y no crueles me pidáis, ¡oh hermosas!,
flores que ciñan vuestra casta frente; 40
ya se agostaron las fragantes rosas
de mi soñada primavera ardiente.
   Se agostaron... y el soplo de la duda
seco dejó mí corazón de niño;
la juventud de su esplendor desnuda, 45
me lleva en pos, estéril de cariño.
   Y así errante y perdido voy subiendo
por la vida a través de desengaños,
ni aun siquiera esperanza ya teniendo
de tocar a la cima de mis años. 50
   No me asusta la rápida bajada,
y me asusta tan áspera subida,
ansiando echar en la insondable «nada»
la carga inútil de mi inútil vida.
 ..................................................[202]
   ¡Ay de mi, ay del alma que en el mundo 55
sin alimento vive ni ilusión...!
¡ay de mí, que cual astro moribundo
siento helarse mi pobre corazón! [203]


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Epístola

A MI BUEN AMIGO EL SEÑOR DON JOSÉ SALVADOR DE SALVADOR

                             De la orilla del mar esta te escribo,           
¿Estás bueno? -Me alegro- Aquí parodio
de Cicerón el «bene est» expresivo.
   Yo inalterable mi salud custodio,
lo cual no está de moda, ni me alegra; 5
pues bien sabes, ¡oh Pepe! que me odio.
   Te hablaba de la mar y es la más negra,
que ignoro si la mar es hembra o macho,
como ignoro si es bípeda una suegra.
   Tú, que no charlas «español-gabacho», 10
respóndeme: ¿es el mar hermafrodita,
niña vivaz, o retozón muchacho?
   Mas heme en mí manía favorita,
tras digresiones huecas y difusas,
largas como sermón de jesuita, 15
   recibe, caro amigo, mis excusas;
que al orden vuelvo ya para llamarte,
Benjamín granadino de las musas. [204]
   Te hablaba «del» o «de la mar», y hablarte
quiero más todavía... en otro tono. 20
Le tengo aquí... a mis pies; sus olas parte
   contra mis botas con rabioso encono,
y, mientras ruge de ira o de impotencia.
a su extensión mi espíritu abandono.
   ¡Grande es el mar, José! Ya en transparencia, 25
ya en deshecha borrasca, yo le admiro
y admiro en él de Dios la omnipotencia.
   Ya le bese la luna plateada,
ya le tiña de oro el sol poniente,
ya le preste su velo la alborada... 30
   ¡yo amo ese mar, abismo de la mente,
símbolo de la muerte y de la vida,
cual la una inmenso, como la otra hirviente!
   Hoy el Mediterráneo me convida
más que nunca a pensar, hoy -te lo juro- 35
siento al verlo mi alma estremecida.
   Cuando es de noche y en su manto oscuro
llora la creación del sol la ausencia,
tristes desastres a ese mar auguro.
   Fijas están con honda persistencia 40
allí, en un punto, las miradas mías...
¿No adivinas mi ansia, mi impaciencia? [205]
   ¡Aquellas olas anchas y sombrías
que a lo lejos se ven... son las de«Oriente»!
Mirándolas, no más, paso los días. 45
   Rojas las sueña ver mi loca mente;
pues la guerra en las aguas de Levante
sangre está ya tragando incontinente.
   ¡La guerra, el mar y el porvenir delante
de mis ojos están! Mi alma, ¿en qué piensas? 50
¡Humanidad imbécil e ignorante!
   ¡Ay! ¡mientras las naciones indefensas
su libertad entreguen a tiranos,
azotes han de ser sus recompensas!
   ¡Morid, hombres, morid! ¡Tercetos vanos! 55
Dejemos la política; dejemos
que se maten y coman los humanos.
   De nuestro corazón tan sólo hablemos
y en plática tranquila y amistosa
de amistosos asuntos platiquemos. 60
   ¡Qué bella es tu Granada! ¡Qué amorosa
la nueva primavera sonreía
cuando yo la dejé! La blanca rosa
   su fragante capullo entreabría,
y el arroyo, la brisa, el prado, el cielo 65
nadaban en fulgores y harmonía. [206]
   ¡Qué bella es tu Granada! ¡Qué consuelo
encuentra un corazón despedazado
en ese hermoso y bendecido suelo!
   El espíritu tétrico y helado 70
se dilata con ansia de emociones
queriendo hallar los sueños del pasado.
   Ofrecen a las muertas ilusiones
la tierra amor, los cielos poesía
y el porvenir risueñas creaciones... 75
   Nos besa con sus labios de ambrosía
el engaño... y creemos que creemos...
entonces... Mas hablemos de Almería.
   A esta dulce sirena saludemos
del arpa con los ecos más suaves, 80
y Nereida andaluza la aclamemos.
   ¡Grato es mirar las extranjeras naves,
que cual pájaros tornan a sus nidos!
¡Grato es hacer mil cosas que tú sabes!
   ¡Grato es no ser alcaldes ni maridos! 85
¡Grato es ser tonto, rico y usurero!
¡Muy grato es no querer ni ser queridos!
   ¡Grato es llorar... pero llorar no quiero;
que es grato no llorar... y a veces lloro!
¡Gratísimo será ser tabernero! 90 [207]
   ¡Grato es ver desde aquí cruzar del moro
rápida emigración de golondrinas
hacia ese edén primaveral que adoro!
   ¡Gratas en Almería son las minas
y las almerienses hechiceras! 95
¡Grato, oh musa, es mirar que desatinas!
   ¡Grato es dejar que digas lo que quieras...
y más gratas aun son ruiseñor mío,
las del fiscal, gratísimas tijeras!
   Pero la hermana de la noble Clío 100
mi apóstrofe torció: contigo trato,
y a ti vuelvo a elevar mi canto frío.
   Pepe: ya ves que a mí todo me es grato.
y que en todo mi alma se recrea
y que el mundo me ofrece un lindo rato. 105
   La razón es muy clara... y se clarea:
yo hallo el mundo tan grato y divertido,
porque nada hallo en él que grato sea.
   Mas veo que te canso; te he cumplido
mi oferta de escribirte; adiós; perdona 110
un estilo tan loco y sin sentido,
   No culpes a mi numen: él se entona;
pero el diablo me tira de la oreja;
yo echo a reír y Apolo me abandona. [208]
   Conque... ¡Salud! Memorias a... ¡no, deja! 115
que lo mejor me olvido de anunciarte:
hoy he empezado una fatal obreja
   que irá en «El Eco» y pienso dedicarte:
«MEMORIAS DE UN VERDUGO» la he llamado
y serán las memorias de su arte. 120
   El asunto... ¿qué tal? -«Afrancesado»,
alguno tal vez diga con hastío...
pero no serás tú, mi amigo amado.
   Yo sé que abundas en el gusto mío,
admirando a esa Francia, a quien debemos 125
la escasa luz de este rincón sombrío.
   Nuestro siglo al pasado comparemos.
¡Cuánta transformación! ¡cuánto adelanto!
¡qué despreocupación doquiera vemos!
   Aún vamos a la zaga... ¡Pero cuánto 130
hay desde ayer a hoy! Ayer... convento,
hoy ya... casi nación. ¿Quién hizo tanto?
   ¡Entregada a su solo movimiento,
España con el tiempo habría tenido
igual a Carlos Cuarto un Carlos Ciento! 135
   Grave y normal y monja hubiera sido,
lo cual será mejor que lo que es hoy;
pero no tan alegre y divertido. [209]
   ¡Salvador! ¡Salvador! ¿Por dónde voy?
¿Qué me digo? No sé. ¡Buena ensalada! 140
Ya recuerdo... Te hablaba de que estoy
   escribiendo una obra afrancesada...
¡Eso es! Pues, señor... siempre soy tuyo.
le añado a este terceto una plumada;
lo hago cuarteto y de charlar concluyo. 145
Almería, 19 de abril de 1854. [211]



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Contestación a la epístola

DE MI BUEN AMIGO EL SEÑOR DON PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN

                        Mucho he pensado, mi querido Pedro           
en tu ausencia fatal, cuando recibo
tu cariñosa carta: y no me arredro,
   porque venga en tercetos, pues yo escribo
siempre mal, y la forma no me ofusca, 5
Como baste a expresar lo que concibo.
   Ésta, que ya adoptamos, algo brusca
es, en verdad, y enmarañada y hosca,
para que salga mi respuesta chusca;
   mas tiendo el vuelo de mi pluma tosca. 10
y voy a remedar con mi respuesta
el vuelo inconsecuente de la mosca:
   de la mosca cruel, cuando en la siesta
del ardoroso estío, sube, baja,
oscila, para, zumba y nos molesta. 15 [212]
   Tanto, buen Alarcón, tu ingenio encaja
en tu carta querida, que te digo
que es más bien que una carta una baraja.
   No estoy conforme, a la verdad, contigo
en algunas ideas; las rechazo 20
con la leal buena fe de buen amigo.
   Tú volverás, y la cuestión aplazo
para entonces: en tanto, yo deseo
el verte y darte un, cariñoso abrazo.
   Voy, pues, a contestarte lo que creo 25
acerca de la hermosa enciclopedia.
laberinto poético, y mareo
   con que a mi mente tu razón asedia,
pintándome los cuadros animados
de la mundana hipócrita comedia. 30
   Empezaré por darte resultados
de tu extraña pregunta; seré exiguo
el responder, mas quedarán fijados
   los extremos que quieres. -Es ambiguo
el nombre de «el» o de «la mar: por eso, 35
leída la Gramática, averiguo
   que, sin caer en falta ni en exceso.
usar de ambos artículos se puede,
y el régimen con ambos queda ileso. [213]
   Por lo tanto, Alarcón, aquí sucede 40
que es «la» o «el» mar sin duda «hermafrodita»
y así es preciso que sentado quede.
   En cuanto a su espectáculo, me incita
la descripción que de él haces sublime,
a bendecir en él a la infinita 45
   Omnipotencia, que su sello imprime
en cuantas obras acabó, y en esa
mucho más que en las otras. Yo rendime
   también, cual tú, de admiración; pavesa
ante el mar me juzgué frío marasmo, 50
sobrecogió mi espíritu, y opresa
   el alma mía de solemne palmo,
alzó al autor de los inmensos mares
himnos de adoración y de entusiasmo.
   Yo, como tú, en su orilla los pesares 55
olvidé de esta vida, y a mis solas,
de los opuestos círculos polares
   vi llegar a las playas españolas,
con ronca voz y raudo movimiento,
y estrellarse a mis pies, las recias olas. 60
   Yo, como tú, lancé mi pensamiento
a través de sus nieblas arrecidas,
que el agua forma y, que deshace el viento; [214]
   y ya las auras leves y dormidas
rizasen ese mar tranquilo, hermoso, 65
o ya las tempestades contenidas
   estallasen, turbando su reposo:
yo con delirio le adoré, admirando
su blanda paz o su vaivén furiosa.
   Hoy yo, de tu ansiedad participando, 70
de tus miradas la avidez comprendo
fijar, en el Oriente, do tragando
   está ya el mar la sangre del tremendo
moscovita y del turco, en la ardua guerra
que apenas ha empezado, y ya está siendo 75
   luto del alma que justicia encierra,
negro baldón y escándalo de Europa,
susto y pesar de la espantada tierra.
   Mas ¡oh! ¡la sangre de la mártir tropa
caerá sobre el egregio moribundo 80
que tantea en su lecho real la ropa!
   Su último esfuerzo es, pero infecundo;
quiero al mundo parar, y con más brío
sigue y avanza y le atropella el mundo.
   Por eso no es extraño, amigo mío, 85
que vean tus miradas en Oriente
rojas las olas de ese mar sombrío, [215]
   ni que, arrobada de placer tu mente,
«mirándolas no más pases los días»
¡el mar y el porvenir teniendo enfrente!... 90
   Pero también, digreso, no te rías
de que yo disparates así agrupe
en estas largas digresiones mías.
   Vuelvo, pues, a tu carta, y aunque ocupe
mucho tiempo, Alarcón, en contestarte, 95
yo a nadie sin respuesta dejar supe.
   Elogias a Granada; en esta parte
le sobra la razón, soy granadino
y no es extraño que otro elogio ensarte.
   Granada, la del cielo azul, divino; 100
la de la vega fértil, y las frutas
dulces; la del aroma campesino,
   la de los manantiales y las
la de los huertos, cármenes, jardines,
mágicos bosques, pintorescas rutas; 105
   Granada, la ciudad cuyos confines
son oro, su aire amor, su nombre gloria,
sus hembras inmortales serafines,
   sus hombres honra de la noble historia.
Granada, en fin, ciudad que Dios bendijo 110
y que vive de Dios en la Memoria. [216]
   es muy digna, Alarcón, de tu prolijo
empeño y de mi afán a enaltecerla,
¡porque tú eres su amante y yo su hijo!
   Mas vamos a Almería, blanca perla 115
que besa el mar y con su espuma baña;
no la he visto jamás; diera por verla
   un año de mi vida; y no es extraña
la ansiedad que demuestro y que me inspira
esa hechicera joya de la España, 120
   porque a su nombre mágico delira
mi pobre corazón y arde en mi pecho
de fiel cariño inextinguible pira.
   Almería, de flores blando lecho;
sultana de las ondas que se mecen 125
de las bocas del Ródano al Estrecho.
   Almería, vergel en donde crecen
las gallardas palmeras orientales
que sombra y frutos a la par ofrecen,
   huerto de limoneros y nopales; 130
bosque de rojas, dalias y azucenas;
glorieta de cipreses y rosales;
   Almería, mansión de las serenas
noches de luz, de amor y de placeres,
de grata paz o de ilusiones llenas; 135 [217]
   y Almería, mi amigo, donde hay seres
que ángeles son del cielo descendidos,
aunque en el mundo llámanse mujeres.
   ¿Qué tal? ¿qué tal...? ¿elogios desmedidos
te parecen quizá los que yo entono 140
en estos tercetitos mal urdidos?
   pues si es así, replícote en el tono
del clemente León de Samaniego:
-«No dijera más Tito, te perdono.»
   Punto y párrafo aparte. Yo no niego 145
que hay muchas cosas gratas; sin embargo,
o veo yo muy mal o tú estás ciego,
   o grato juzgas lo que juzgo amargo,
o miro negro lo que blanco miras,
o mido corto lo que mide largo. 150
   Sea de ello lo que fuere, tú conspiras
contra alcaldes, maridos y mineros,
y del fiscal a las tijeras tiras,
   como a los ricos tontos y usureros,
porque estás con talento y sin tijeras, 155
sin vara, sin mujer y sin dineros.
   Tú dirás que yo sueño mil quimeras,
que amo y creo, verdad; pero así paso
las horas de la vida lisonjeras. [218]
   Ama tú, cree tú, y espera acaso, 160
¡y verás que es oriente de otra vida
y el de esta vida nebuloso ocaso!
   Por último, yo acepto tu ofrecida
dedicatoria de la obreja extraña
que vas a publicar mas consentida 165
   dejar no puedo la expresión que empaña,
estampada en tu epístola brillante,
el científico honor de nuestra España.
   Dices tú que la Francia luz radiante
envía a este rincón triste y sombrío, 170
y no es así, Alarcón; si en este instante,
   con profunda vergüenza y dolor mío,
tengo que confesar que, en parte, es cierto,
¡también es cierto que de luz fue río,
   que atravesó de Europa el gran desierto, 175
donde, en noche polar, otras naciones
gemían en horrible desconcierto!
   Aun hoy, por Dios, alientan corazones
y almas tan grandes en la patria nuestra
que a ningunos envidian sus blasones; 180
   ¡ni la hundirá la universal palestra
si el rayo de la idea altiva lanza,
o el sable esgrime su potente diestra! [219]
   Concluyo, pues, poeta, si no alcanza
mi numen a tu numen, yo te sigo 185
con la tierna amistad y la esperanza
de que jamás te olvides de tu amigo.

José salvador de salvador.                    

Granada, 8 de mayo de 1854. [221]



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Chispas y témpanos

                        Al fuego lento de tus ojos frito,           
tengo en mi corazón verano eterno:
tú, en las neveras de constante invierno,
guarda, Inés, un alma de granito.
   Yo me acerco a tu hielo y no tirito, 5
ni las llamas mitigo de mi infierno:
tú llegas de mi alma al hogar tierno
y en sus ascuas tu nieve no derrito.
   ¿Cómo encuentro calor donde no hay llama?
¿Cómo no da calor la llama mía? 10
   ¿Cómo mi incendio tu esquivez no inflama?
¿Cómo tu hielo mi pasión no enfría?
¡Ay! ¿cuándo nos veremos igualados,
abrasados los dos, o ambos helados? [223]


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Madrigal

                        Te miro, y lloro porque no me miras:           
me miras, y suspiro
al hallar el desdén en tu mirada:
suspiro, y lloro porque no suspiras,
suspiras ¡ay! y acongojado miro 5
que no es por mí... Y así, mujer amada.
no sé si flores son o son abrojos
esos suspiros de tus labios rojos,
ignorando también en mi desdicha
si mi vida o mi muerte son tus ojos. 10 [225]


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Madrigal

                        Si no has de amarme, dime que retire           
de ti mi admiración; si no he de amarte,
haz que nunca te mire;
si no he de mirarte,
deja de ser tan hechicera y pura; 5
pues mi amor sin tu amor me da la muerte,
y a mi pesar te adora el alma al verte
y a mi pesar contemplo tu hermosura...
Así, dulce bien mío,
tu belleza depón o tu desvío. 10 [227]


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Epitafio

                        Llorad aquí los que en veloz huida           
cruzáis el tiempo que a la muerte os lanza.
contemplad en ceniza convertida
cuanta ventura a desear se alcanza;
belleza, juventud, virtudes, vida, 5
dicha, gracias, amor, genio, esperanza,
amiga, hermana, hija, madre, esposa...
¡Todo desvanecido aquí reposa! [229]


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En un álbum

                        Estrellas hay en el cielo           
que nunca vieron mis ojos,
perdidas en la distancia,
de Dios cercanas al trono.
   ¿Quién sabe si esas estrellas, 5
que adivino y no conozco,
hubieran torcido el rumbo
de mi sino doloroso,
si hasta mí hubiera llegado
su trémula luz do oro? 10
   -Teresa, tú ores un astro
que brilla en el cielo ignoto;
¡quién sabe si tú en mi cielo
me hubieras hecho dichoso!
Mas pues tus divinos rayos 15
mandas al cielo de otro,
nunca de él tu lumbre apartes;
¡que no hay tormento más hórrido
que ver perdido el lucero
en que fijamos los ojos! 20 [231]


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En otro álbum

                             Escucha, hermosa: por el ancho mundo           
mi pobre pensamiento
sin norte va perdido:
hoy se para en tu álbum un momento;
mañana de él le arrancará el olvido. 5
   -¡Adiós! Si en medio de la dicha inmensa
que el porvenir reserva a tu hermosura,
tu mente un punto en mi destino piensa,
en mi destino aciago,
me será tu recuerdo una ventura 10
que prestará a mis días dulce halago.
   -Así influye la luz desconocida
de alguna estrella en nuestra triste alma,
marcando el rumbo a nuestra loca vida,
¡nave sin puerto en una mar sin calma! 15 [233]


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En otro álbum

                             Labran las pobres abejas           
un rico panal con flores,
y el fruto de sus labores
se lleva un hombre cruel.
Tú, panal, flores los versos, 5
y abeja yo, que te escribo...
¡Ay! ¡en vano flores libo;
pues será de otro la miel! [235]


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En otro álbum

                             Creciendo en distinto edén,           
viven unidas dos palmas:
cuando dos se quieren bien,
unidas así se ven
aun en la ausencia, sus almas. 5 [237]


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Epigrama

                             Una dama muy delgada           
dijo a su amante, enfadada:
- ¡Jesús!...¡muero de despecho!
Y él la contestó: Es un hecho:
Está usted muy... «despechada». 5 [239]


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Charada

                            ¡Oh, tú, ingrata mujer, más hechicera           
que todas las mujeres!
árbitra, dueña de mi «todo» eres:
tu amor lo embelleciera,
y tu desdén de abrojos lo circunda 5
mi vida es mi «primera»;
mi muerte, mi «segunda».
   Si la dulce «primera» no has de darme,
con la «segunda» acaba de matarme;
pues prefiero la muerte, 10
al cruel martirio de ignorar mi suerte. (18)
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