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11

Además de esto, evoca el mismo historiador, muy pronto se efectuó el mestizaje, con el rapto de españolas por caciques mapuches. ¿Sería Glaura la hija de una de estas «chiñurras» (deformación de «señoras»), lo cual explicaría su aspecto físico? No suministra la obra ninguna referencia al respecto.

 

12

Para las posibles reminiscencias literarias relacionadas con la situación de Glaura, véase el artículo de C. Aubrun, op. cit.

 

13

En: «El Bandido de Salvador Sanfuentes: Relectura y notas sobre un olvido», op. cit., p. 8.

 

14

Véase: «El negro en algunos poetas españoles y americanos anteriores a 1800», Revista Iberoamericana XXII (43), enero-junio de 1957, Universidad de Iowa, p. 254.

 

15

Véase el análisis de la agresión en el ciclo narrativo por Claude Bremond, (1966): Degradación posible > Proceso de degradación > Degradación producida (agresión) > Mejora a obtener > Proceso de mejora > Mejora obtenida.

 

16

En la reunión del cabildo de Santiago de 2 de mayo de 1547 se alude a Juan Valiente como dueño de unas pocilgas a la salida de la ciudad; véase: Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la Historia Nacional. Imprenta del Ferrocarril, Santiago de Chile, t. 1, p. 124. El descubrimiento de una mina de oro en Quillota fue motivo de una explotación despiadada de los indígenas. Estos, para vengarse, hicieron caer a los codiciosos españoles en una emboscada, presentándoles una olla llena de pepitas de oro, pese a las advertencias de un negro que les acompañaba, quien dijo: «Mal me huele esta olla: plegue a Dios no esté el Diablo en ella». Solo escaparon el negro y el caudillo Gonzalo de los Ríos (Véase: Compendio histórico de los más principales sucesos de la conquista y guerra del reyno de Chile hasta el año de 1565). Quiroga no da indicios de que se trate de Juan Valiente, como deduce R. Mellafe. Como hemos dicho, no faltaban los negros entre los españoles. El 10 de abril de 1541, Juan Negrete, vecino de Santiago, propuso a un esclavo suyo, Domingo, para ocupar el puesto de pregonero de la ciudad, el cual juró «que bien y fielmente usuaria del dicho su oficio»; en: Colección de Historiadores de Chile, op. cit., p. 72.

 

17

José Lidón (1748-1822) se inspiró de la obra de Ercilla para escribir su drama Glaura y Cariolano, representado en el Teatro del Príncipe en Madrid en 1792. Pasan a cuatro los agresores negros de Gloria y de su hermana Teguilda en la escena 2 del primer acto: «[...] salen cuatro negros de entre la maleza, que comienzan a despojarlas de sus vestidos». Véase: Dámaso García Fraile, «Glaura y Cariolano de Joseph Lidón», en: Rainer Kleinertz (dir.), Teatro y música en España (siglo XVIII), 1996. [En línea] <http://www.Tardes.spb.ru/es/productions/cariolano>. D. García Fraile, valiéndose del manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, compuso una obra que se interpretó en el Teatro del Museo del Hermitage de San Petersburgo.

 

18

Lope de Vega en su comedia Arauco domado, pasó por alto el episodio burlesco del verdugo negro que no encajaba con el enfoque del drama, el cual tampoco admitía peripecias anejas tales como la agresión de Glaura por los esclavos negros de las huestes españolas. En cambio puso en los labios de García Hurtado de Mendoza palabras de respeto por el condenado Caupolicán, en cuyo bautismo sirve de padrino el mismo gobernador: «Conozco, Caupolicán, / tu valor y entendimiento» (en: Obras de Lope de Vega, t. XXVII, 1969, p. 286). En el auto sacramental que lleva el mismo título, Lope de Vega tenía menos razón aun de aludir al negro, dada la equiparación algo extraña del suplicio de Caupolicán con el del propio Cristo por la redención del pueblo araucano: «Llegad, llegad al convite, / valerosos araucanos; / que hoy en comida se ofrece / el que viene a convidaros. / Por el cazabe y el maíz / pan de los cielos os traigo, / que en leche de los pechos puros / de una virgen lo amasaron; / y por ver que sois amigos / de carne humana, hoy os hago / plato de mi carne misma / ¡mirad si es sabroso plato!» (t. VII, 1963, p. 428).

 

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Teniendo en cuenta lo expuesto en este trabajo, se admitirá buena parte del juicio de Saúl Sosnowski, en su texto Lectura crítica de la Literatura Americana: «Violador, aprehensor y verdugo, el negro posee, sin disputa, un cierto aspecto de antagonista en la epopeya de Ercilla. Pero es un seudoantagonista, en abierta contradicción con las relaciones colectivas imperantes» (Sosnowski, 1997: 514).