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Esta comparación con los caballos apenas se puede pasar a Periquillo, si no es hablando de sí mismo. E.

 

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Oídos que tal oyen dice la expresión familiar castellana; pero por el disparate de un estudiante se ha hecho común decirse como en este lugar. E.

 

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En los primeros días del cristianismo se usaban ya los cirios o hachas de cera; pero anteriormente no se conocían, pues que ni en pinturas ni en grabados o medallas se ve algo que se les parezca, y candela propiamente quiere decir luz. E.

 

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¡Bella providencia!, que hemos visto imitada en México desde la peste de 1813, aboliéndose el envejecido abuso de sepultarse los cadáveres en las iglesias, y dándoles sepulcros en los campos santos suburbios, conforme a las determinaciones de los Concilios. ¡Ojalá no se olvide, ni haya sus infracciones toleradas o impunes!

 

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Esta costumbre remedan nuestras piras. Por esto se hacen elevadas, se colman de luces, se adornan con jarras que despiden aromas olorosos, se colocan los bustos de los difuntos en sus cúpulas, y se ponen con las insignias de sus empleos.

 

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Todavía hay pueblos donde los indios ponen a sus muertos un itacate, que es un envoltorio con cosas de comer, y algunos realillos. En otros, a más de esto, les esconden un papel lleno de disparates para el Eterno Padre, y sus ofrendas son con igual superstición. En otro lugar diremos quiénes sostienen estos abusos.

 

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[Páginas pendientes de digitalizar; en breve serán publicadas en nuestra Biblioteca (N. del E.)]

 

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Si hubiese exactitud en esta expresión, podría decirse muy bien que las mortajas son bienes espirituales. Pero no es así, y es otro el nombre con que debe designarse lo que hay de abusivo en esta práctica. E.

 

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En la capital de México ya no se ve tanto de esto; pero en los pueblos, villas y otras ciudades del reino, aún observan religiosamente estos abusos.

 

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Esto se facilita más en las contradanzas y walses, que no son otra cosa que lo que antes se llamaba alemanda. La diferencia está en que aquélla se bailaba espacio, y ésta retozando de prisa, y entre la mucha polvareda se esconden o disimulan mejor las palabras, las citas, los pellizcos, los abrazos, los besos, y algo peor que callo por no ofender la modestia.