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11

Así como puede haber una alma noble en un plebeyo, así puede haber una alma ruin dentro de un noble, y a ésta llamamos alma vil o vileza de espíritu.

 

12

Se entiende, sin perjuicio de la justicia, pues entonces no resultará del beneficio virtud sino agravio.

 

13

No son defectos. El mundo mira con desprecio a los pobres y a los que no brillan con la nobleza, pero ésta es una de las locuras de que está el mundo lleno. Los defectos que no penden del arbitrio del hombre, no son vituperables, ni se deben echar en cara. Hacerlo es necedad.

 

14

Del señor Benedicto XI se sabe que siendo un pobre hijo de una lavandera de paños, exaltado al pontificado fingió también no conocerla porque iba vestida de seda; y así que fue a visitarlo con su humilde traje de lana la conoció y obsequió.

Del señor Benedicto XII, dice la historia que habiendo sido hijo de un molinero no quiso jamás reconocerlo sino en su propio traje de molinero. Estos heroicos ejemplos de humildad han quedado escritos para realzar más el mérito y la virtud de tales personajes. Véase el Onomásticon de Guillermo Burio, secc. X., fol. 358.

 

15

Desatino craso, aunque no nuevo en algunas bocas. Nunca se debe esperar en Dios para tomar una venganza ni satisfacer ninguna pasión pecaminosa, porque esto fuera ultrajar su bondad y su justicia creyéndolo capaz de coincidir con nuestros vicios. Dios permite el pecado, pero no lo quiere.

 

16

Aunque, como se ha dicho, Perico era un perdido, todavía ignoraba muchas cosas y términos de la escuela de los tunos. Januario fue el que lo acabó de adiestrar.

 

17

Espiando sus manejos. E.

 

18

Advertirle alguna trampa. E.

 

19

Observar cuál es la carta primera. E.

 

20

Se avisa a los concurrentes. E.