El último poema de Vicente Medina
Francisco Javier Díez de Revenga
En la Antología poética de Vicente Medina1 , que realicé para la colección Clásicos Castalia, recogí un poema poco conocido del poeta, escrito por él en los últimos meses de su vida, con motivo de la muerte de Federico García Lorca. El poema, titulado «Alarido gitano», fue publicado por primera vez en un homenaje temprano al poeta granadino en Montevideo2, y desde entonces olvidado casi totalmente hasta que lo dio a conocer, en un libro poco difundido, el estudioso Salvatore J. Poeta, pero ya en 19903. Manuel E. Medina Tornero también lo recoge en su libro biográfico sobre Medina, con reproducción del manuscrito, en el que se indica «En la muerte del romancero. Música de...»4. Por la fecha en que el poema fue publicado (1937) y por las circunstancias personales de Medina en aquel año, en el que su enfermedad se agravaría paulatinamente hasta causarle la muerte el 17 de agosto de 1937, me permití aventurar que quizá fuera este el último poema escrito por Medina y así lo hice constar en la nota a pie de página correspondiente.
Afortunadamente, podemos dar hoy alguna noticia que contradice tal hipótesis y, al mismo tiempo, dar a conocer un poema inédito del poeta gracias a la generosa amabilidad de su hija Elvira Medina de Gil. Al conocer esta mi edición antes citada, me ofreció la posibilidad de completar algunos aspectos de esta etapa final del poeta y me envió la composición que a continuación reproducimos y que, este sí, es el último poema que Medina escribió.
Según me informa Elvira Medina, cuando el poeta regresa a la Argentina al comenzar la guerra civil en España, trabajó en el que sería su último libro, ya comenzado en España antes de partir. Se trata del titulado El Mar, que permanece inédito como tal libro y de cuyo contenido solo unos pocos de sus poemas han sido publicados en alguna ocasión. Es lo que ocurre con los que recojo en la antes citada Antología con los títulos de «Pena», «La Mar Menor» y «Las arenas voladoras», que tomo de la Velada literaria que el poeta ofreció en el Ateneo de Madrid en 1932, de la prensa de 1933, de un artículo de Brian J. Dendle y del libro publicado por Manuel Medina5. Elvira me explica en su amable carta6 que
El poema «Elegía» no es similar a los tres antes citados que, como ya sabemos, se vinculan a un momento concreto de la vida del poeta y dos de ellos a su estancia en Guardamar del Segura y en otras poblaciones costeras en los veraneos de los primeros años treinta. El poeta, ahora, muy lejos de las costas españolas, deja vagar su imaginación y mezcla en su evocación del mar, posiblemente, reflejos de los enfrentamientos de la guerra de España que, como sabemos, tanto le obsesionó en las últimas semanas de su vida, de lo que daba muy buena cuenta el poema dedicado a Federico García Lorca, antes citado y algún otro de esta misma época. La evocación marinera ha cambiado sustancialmente respecto a los poemas escritos en España antes de marchar. El mar de la paz se ha convertido ahora en un mar de guerra y los suaves paisajes del verano, barridos por un aire cálido y benéfico, se convierten ahora en escenario de ensangrentados enfrentamientos. La imaginación del poeta, un tanto onírica, convierte en piratas y corsarios a los que, enfrentados a los débiles, asolan los espacios que antes eran de paz. Quizá, por ello, tituló Medina este poema con el término de «Elegía»; porque, sin duda, estaba cantando algo que se estaba perdiendo: la paz. El bello color azul, otras veces evocado con apasionados y vividos añiles, se transforma ahora en negro y torvo, mientras que los diminutivos, tan frecuentes en la estilística mediniana, marcan obsesivamente el tono emocional de desamparo de los débiles y de desolación general ante el ataque de aquellos que acaban con la paz:
Como vemos, Medina se sirve de una sencilla estructura de romance con pies quebrados que se unen con una básica estructura de rima asonate en a. No podía ser de otro modo. Los poetas de estirpe desnudan sus formas en las últimas composiciones que escriben, y Medina, desde su enfermedad, pensando en España, imagina sus mares, antes azules y cándidos, ahora llenos de la sangre derramada por los piratas y corsarios que los asolan. Fiel a sus convicciones y muy sencillo en lo que a instrumental poético se refiere, Medina traza este emotivo cuadro presidido por un demasiado evidente simbolismo. Leal con su pueblo, no dudó en serlo hasta el último de sus versos.