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José Antonio Maravall, La cultura del Barroco, p. 358.

 

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Creo que tiene importancia para la cuestión criolla en SJ recordar que conocía la lengua náhuatl según prueban sus villancicos escritos total o parcialmente en esa lengua que manejaba «con notable gracia y fluidez» según Garibay (MP, t. II, pp. 264-365). Véanse los villancicos en IC, pp. 341-344 y 357-361; véase también a Elías Rivers en «Diglossia in New Spain». También me refiero aquí a los personajes de su entorno social, indios y negros, que aparecen en los villancicos. Sor Juana, en su lírica personal, además, se refiere con orgullo a América, su «patria», en varias ocasiones además de referirse, en otras, específicamente a México. Véanse, como ejemplos, el romance a la duquesa de Aveiro (en mi edición de IC, núm. 40) y el romance a la condesa de Paredes sobre el nacimiento de su hijo (IC, núm. 30) en el que menciona «la grandeza... de Moctezuma» y al águila mexicana, entre otros conceptos y asuntos referentes a América. En cuanto a la importancia de estas cuestiones que tratamos, además de los villancicos, la tiene la figura del mestizo (o mulato) Castaño, que aparece en Los empeños de una casa y las loas que vamos a tratar en este trabajo. Véase la tercera parte de mi artículo «Tiempo, apariencia y parodia: el diálogo barroco y transgresor de Sor Juana» y «Sor Juana: mujer letrada y americana en su romance a la duquesa de Aveiro», según nuevo título para esta colección.

 

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Para otros poetas en los que se advierte esta simultaneidad de discursos, más fuertemente marcada en unos que en otros, véase mi artículo: «El Barroco de la contra-conquista: primicias de conciencia criolla en Balbuena y Domínguez Camargo». Para obras de SJ en que se advierte la crítica a organismos del gobierno colonial y de la Iglesia, véase la última parte del artículo mencionado en la nota 422: «Tiempo, apariencia [...]». En cuanto a la ambigüedad intrínseca de los escritores que caen bajo la rúbrica de «sujeto colonial» (Rolena Adorno, «Nuevas perspectivas en los estudios literarios coloniales hispanoamericanos», pp. 19-20), añadamos que en esa ambigüedad debe haber tenido su parte lo que dice John H. Elliott: «our identity stands and falls with those we oppose. It is in this sense, above all, that they have the upper hand» (The Old World and the New 1492-1650, p. 27). Sor Juana vivía en un mundo conflictivo: estaba entre su identidad de criolla y su identidad de mujer escritora; el deseo de hacer oír su voz a través de la escritura estaba supeditada en gran medida a los que detentaban el poder.

 

424

Rolena Adorno, op. cit., p. 15.

 

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Para los comentarios que siguen enseguida he utilizado, de modo más o menos libre y en mayor o menor medida, los trabajos de Adorno, Deane, Eagleton, Elliott, Kubayanda, Pagden, Rama, Said y Schwartz. Como se verá a continuación, se trata de una clase, la criolla, alta e ilustrada que llevaba bastante tiempo forjándose y a la que no tenían acceso las clases menos favorecidas de la sociedad mexicana del tiempo. Sin embargo, la idea de diferenciación, en el tiempo de Sor Juana, estaba clara entre esas clases como demuestran las expresiones utilizadas por «mulatos, negros, chinos, mestizos, lobos y vilísimos españoles, así gachupines como criollos», en el «Alboroto y motín» de SG ya mencionado (pp. 127-128), lo que nos muestra que los «vilísimos españoles», gachupines o criollos pobres se identificaban con las otras clases mencionadas. En las dos últimas décadas del siglo XVI, habían crecido las diferencias entre los españoles venidos de la Península y los criollos (Anthony Pagden, «Identity Formation in Spanish America», p. 83) y está claro que en la primera mitad del siglo XVII ya esas diferencias estaban, de parte de los novohispanos, en franca rebeldía aunque se hubieran hecho ciertos avances: los que impartían la enseñanza eran en su mayoría criollos y no peninsulares. Sin embargo, los criollos novohispanos todavía se consideraban gente preterida e insatisfecha dando paso al orgullo, al resentimiento y al disimulo según apunta Pascual Buxó al referirse a la Relación fúnebre de Sandoval y Zapata; esta obra sobre el caso de los Ávila es prueba de lo vivo de esos sentimientos y de la pujanza de la clase criolla. Véase esta edición de Sandoval (Obras), pp. 45, 49, 69. Véase a Fernando Benítez para una reconstrucción e interpretación de lo que pasó en relación con los Ávila, Los primeros mexicanos, pp. 202-215.

 

426

Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudiencia, p. 176.

 

427

José Antonio Maravall, op. cit., p. 328.

 

428

Ibidem, p. 346.

 

429

Ibidem, p. 347.

 

430

Ibidem, p. 351.

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