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Abajo

En el espejo de la memoria

Frank Estévez Guerra



A Mariate








ArribaAbajo- I -


AbajoSoledad del papel
que yace quieto y blanco en su silencio;
solitaria quietud donde las horas
avanzan en la noche hacia el encuentro
de ese verso que anhela ser cautivo.
Veleidad de los signos
que se agolpan buscando el heroísmo;
eclosión de sinónimos que irrumpen
por designar ideas inefables
vagando hacia el misterio del poema.
Así es que la palabra es el espejo
que refleja la voz de la memoria.




ArribaAbajo


ArribaAbajoComo las estaciones, el recuerdo,
el eco del ayer pidiendo paso;
opuestas manos bajo el tiempo erguidas
palpando con urgencia el espejismo.
Abrió la primavera sus ventanas.

Siente calor el arco que se forja
en los dedos que aventan presurosos
abiertos abanicos al verano.

Las lluvias se aproximan,
se abren, en dos, los pétalos del miedo
y la piel va cerrándose
abrigando en su lecho aquella efigie
de un otoño invadido de hojarasca
e impregnado de otoños llameantes.

Ya todo da lo mismo a la añoranza
si hoy precisa refugio la osamenta;
no distingue palacio, cueva o choza,
es invierno, y le basta a todo anhelo
la cómplice caricia que proclama.




ArribaAbajo- III -


ArribaAbajoGemir con el silencio que palpita
por la inminente evasión
que invita a rebelarse al argonauta.

Callar, bajar la voz, dejar de lado
el lado brusco que nos late adentro.

Ceder por concesión de lo invisible,
para buscar en nuevos tactos
el desliz de las manos de otros siglos,
acuñando en el barro,
en la tablilla que se presta
-cuneiforme-
lineales secuencias imperantes.




ArribaAbajo- IV -


ArribaAbajoSilencioso gemido nos persigue
con ávido fulgor esta mañana
entre las simples cosas matutinas
y bajo las tenues voces cotidianas;
advierto tras la sombra otro sentido
que el que otorga este sueño a su morada.
Resisto las pasiones y se angustia
esa frágil ternura que me embarga.

No soy yo quien me obliga a ser yo mismo.

Siento pasos buscando la fragancia
donde emana el aroma enloquecido;
ah, los gestos fugaces nos delatan
por arropar secretos bajo auroras.
En los ojos reposan nuestras voces
y se esconden más voces que le aguardan
agitando el rumor de los silencios
en la noche tenaz que nos abrasa.

Barrio antiguo de casas coloniales,
manantial silencioso de la plaza
donde brilla el latido del deseo
contenido en la esencia que le ampara:
ya se alejan dos sombras por las calles
y en opuestos sentidos van sus ansias.




ArribaAbajo- V -


ArribaAbajoAquí que yace un gesto del olvido
entre rostros ausentes, solitarios;
aquí que recrimino,
aquí que estoy bregando.

Aquí, que estando allá pierdo mi sitio
y otro vive por mí su ajena vida,
como el susto que admito
en la página escrita.

Aquí, que estando aquí tengo mi fiesta
y entre fingidos gestos soy yo mismo
la más temible fiera
y el más cercano amigo.




ArribaAbajo- VI -


ArribaAbajoEn el principio era el logos
porque el logos fue siempre
principio y fin de toda la existencia.

Cuando el verbo se hizo carne
habitó entre nosotros
(rompiéndole al silencio
los labios que declaran)
a través del caudal de la palabra.

Las frases deslumbraron con su voz
porque en él la vida estaba,
siendo luz en la oscura muchedumbre.

Habitó en este mundo
pero no le supimos conocer.
Buscamos el delirio con adornos
y perdimos el tiempo edificando
entre ladrillos: barro de la ausencia.

No escuchó la palabra su razón
ni razona este verso cuando surge,
sólo teme perderse
en la página escrita donde nace
la sonora cadencia que le asiste,
resistiendo al lamento y su aureola
cuando el hombre revive su pasado.

Voz clamando en el desierto
le anunció;
donde el clima es dolor de tierra yerma,
donde oprime la arena en cada soplo
que acumula el enigma. Petroglifo
del sonoro temor que nos persigue.




ArribaAbajo- VII -


ArribaAbajoCaracol, por el lento caminar
tan paciente y seguro,
envidio su serena condición.

Yo que humano nací, fuente de impulsos,
tropiezo y me confundo de camino.

Y usted, cerebro de babosa esencia,
se acurruca
respirándose
lentamente,
mientras el corazón se me desboca.




ArribaAbajo- VIII -


ArribaAbajoDejar el odio incólume que abunda
en esta sementera
y usar la rabia por seguir la luz
que dirija el sendero al caminante.

Buscar de nuevo el gesto
con sereno ademán
acallando el sentido de lo efímero,
la vana terquedad que nos azota,
para apagar en silencio
la duda que acontece.

Ocultar bajo llave
la idea presurosa
que osa juzgar sin juicio, previamente,
sin reparos ni prudencias
nuestra firme obsesión
de llevar hasta el fin la ardiente ceremonia
que precede al lamento.

Finitud contumaz de verso ausente
donde aflora la luz de otro poema:
has llegado a la voz de las estrofas.




ArribaAbajo- IX -


ArribaAbajoEl poeta se adentra en la espesura
del bosque blanquecino que sortea,
se torna explorador de los espacios
y excava monumentos del pasado.

El poeta convive en la espesura,
destila soledades en silencio
hablando en su interior consigo mismo
para gritar después a los lectores.

El poeta rezuma la espesura
entre tanto ramaje que le acecha,
se enreda entre los árboles y piensa
si acaso no estará dejando paso.

El poeta también es la espesura
porque habita este bosque que le cerca,
no busca ser el lema de las horas
pero inunda de tiempo los minutos.

El poeta fallece en la espesura
porque apenas comprenden sus pesares;
el bosque blanquecino ya se enluta
y hospeda un cementerio de epitafios.




ArribaAbajo- X -


ArribaAbajoUn beso es sólo un beso -me decía.
Un beso es más que un gesto,
-sus labios repetían.
Y en el último duelo
mis labios en sus labios se fundían.
¡Oh, qué sueño!
En los suyos mis labios se crecían.
Al permitir el triunfo de aquel juego
desbocó tanto sueño en la mentira.
Por eso es que tan sólo fue su beso
la fugitiva unión de dos salivas.




ArribaAbajo- XI -


ArribaAbajoEl perfil de estos rasgos hoy designan
sus estériles sentidos
y alimentan los signos y devoran
blancas espumas de rabioso estilo.

Significado a veces inefable
del poema interior,
donde admira el latido su demora
como espejo que irrumpe
del asombro en los rostros de la calle.

Andar con paso lento hacia el avance.

Hundirse en la blancura al desamparo
del oscuro rumor que alberga el miedo
en la lúgubre estancia que nos late.




ArribaAbajo- XII -


ArribaAbajoGolpear en el yunque al son tenaz
de la palabra escrita,
la poética forja
que contiene el misterio del latido.

Ígneo colofón donde se blanden
en bronca lucha misteriosas huestes
del fondo y de la forma,
en versos que se escriben
para extenderse y proyectarse altivos
contra el abismo ignoto de la nada.

Golpear con la letra que acaricia,
derramando sutiles transparencias
que descubran el tácito versículo
escondido en las vísceras del alma.

Prenderse en el fulgor de cada instante
en que yacen oscuras
las pasiones de sílabas vertidas,
forzando las ideas verdaderas
por ser, más que fragancia,
la esencia y néctar de la voz que gime.




ArribaAbajo- XIII -


ArribaAbajoSalieron a jugar los caracoles
después de la tormenta
bajo el sol.
Con temor
en sus ojos-antenas,
quedaron asombrados de las flores.

Un joven caracol
que se encontraba solo y apartado
de los otros,
se murió.

El joven feneció pisoteado.

Mientras, los que iban juntos,
también fueron
pisoteados como aquél que, solo,
no lo pudo evitar.

El mismo pisotón mató al aislado.




ArribaAbajo- XIV -


ArribaAbajo¡Despierten de la envidia,
poetas insulares!
y busquen
humildes sentimientos que perduren
también entre los versos.

Destierren al lotófago que habita
en su roca volcánica
donde insisten, bregando en las corrientes,
legiones perseguidas por legiones.

Retomen el bastión arrebatado,
fundando un nuevo hogar
con seres tolerantes que practiquen
el oficio, el sincero compromiso
del hombre con el hombre.

Abracen a los jóvenes poetas
que andan sin rumbo y desfallecen
guiándolos a la fuente
donde antaño bebieron
-con más caudal y menos bocas-
esos labios que afirman ser de ustedes.

(La patria del dolor se desconoce
porque es imaginaria su frontera.)

Despierten del sopor que nos invade
que empiezo a estar cansado de mí mismo.




ArribaAbajo- XV -


ArribaAbajoAlcancé con acero alguna espalda
y entre sangre caliente anduve preso
del indolente horario de la ausencia;
allí nadie te escucha, sólo el viento.
En el mar visitó la muerte al hombre,
al amigo que pudo ser librado;
y se esfumó en las tascas la derrota.
A la patria serví contra corriente
con prudentes razones y evasivas.
Adorné otras puertas con denuedo
olvidando pintar la propia jaula.
Algún árbol planté, pero en la tierra.
Toqué la mansa flauta tristemente
simulando ser música en la noche.
He cargado mochilas de recuerdos
y en los suelos más pulidos dormí
y también en los más degenerados.
Habité con las hierbas clandestinas
y el aroma del ron tuve en las quejas.
Le sustraje pasión a ese derecho
de ser cuerpo y placer libidinoso.
Pero tuve una cruz ante mi lecho
que una noche cayó sobre mi cara;
a raíz de aquel hecho conocí
la siniestra oración de lo pagano.
No fue la religión sino el encuentro
con aquel que cargó con mis pesares
la razón de la luz en estos versos.
Aseguro que aquí se verán muchos
como espejo del alma que llevamos.
Desde aquí gritaré a mi falso aspecto
y al papel permisivo del que educa;
si me admiten el verso quiero hacerlo
que ya tengo hasta ganas de vivir.




ArribaAbajo- XVI -


ArribaAbajoEvanescencia de sombras.
La humeante espuma blanca
tiñe el techo azul del tiempo
entre destellos de plata.

El cielo en quietud se expande
sobre el vaivén de las aguas;
bajo el espejo recrea
su cabellera la playa.

En el rumor del ensueño
se amontonan alboradas
y hacia el umbral de la noche
otra noche se agazapa.

¿Quién es el que no responde?
Más luz el alba derrama
en el oscuro silencio
del gravitar de palabras.

Celeste humedad penetra
en la osamenta del alma,
porque este cuerpo navega
junto a Caronte en la barca.




Arriba- XVII -


ArribaPor la razón cabalgo hacia tu lecho
y esgrimo en esta mano
la lírica misión del arrebato.

Reposo junto a ti
y junto nuestros cuerpos en el tálamo
hurgando en la premura de tus ecos.

Habito en tu interior, con tu permiso;
por entrar y salir, con mil destellos,
derrocho con fervor todas las fuerzas
y emanan nuestros mundos su cansancio.

Te inundo el recipiente
donde aguarda ese brote de la vida
y esparces en la sábana tus huesos
sobre el blanco fulgor donde descansas;
y caigo sobre ti, pero sin fuerzas,
y exhala mi interior algún suspiro
y algún vago ¡te quiero! se desploma
en el último intento de llenarte.

Y al fin desde el silencio que nos mira
se inicia el primer verso del poema.

Llené tu blanco lecho
con la lírica voz del arrebato.





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