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Este estudio se incluye en el proyecto de excelencia Las Cortes de Cádiz y la revolución liberal en Andalucía e Iberoamérica. Un marco comparativo del Plan Andaluz de Investigación (HUM5410).

 

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El sistema mejora notablemente una vez acabada las Guerras Carlistas, lo que permite a mediados de siglo reducir los viajes a la mitad de tiempo. Buena idea de la extensión de esta red rutera tal como la denomina Vicens Vives (1974) es la Guía del viajero en España que publica Mellado en 1845.

 

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Si bien es cierto que en España el primer tren no se inaugura hasta 1848, también lo es como señala Lily Litvak que en 1864 España se situaba después de Inglaterra y Francia, y antes que Prusia y Austria, en la construcción anual de vías férreas, lo que daría una cifra de 5000 kms en 1868. Aun así, una publicación como el Semanario Pintoresco Español incluía un artículo anónimo titulado «Los caminos de hierro» que incluía un grabado de un ferrocarril con tres vagones y la portada del primer número de El siglo pintoresco (junio de 1845) incorpora también una viñeta de un tren (Litvak 1991: 181, 190-191).

 

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El pie de imprenta indica que fue impreso en la oficina de Mariano de Zúñiga y Ontiveros, hijo de Felipe de Zúñiga -impresor por cuenta propia entre 1764 y l793, y antes con su hermano Cristóbal desde 1761 en la imprenta Antuerpiana-, al que sucedería tras un lapso de apenas dos años (1793-95) en el que la firma del taller figuraba como de Herederos de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros. José Medina Toribio añade además que le sucedió, «también en la redacción de la Guía de forasteros y del Calendario, cuyo privilegio pasó a ser suyo junto con la propiedad del taller tipográfico, y de que años más adelante se aprovechó haciéndolo extensivo a los que se necesitaban para la Puebla de los Ángeles. Para la dirección de este estaba ya instruido en el arte desde tiempo atrás, y para la redacción de aquellos opúsculos y del Pronóstico de temporales le abonaban las enseñanzas de su padre y el título de «agrimensor titulado por S. M.» con que se hallaba decorado no sabemos desde cuándo, pero ciertamente en 1795. Su labor tipográfica fue considerable, habiendo tenido a su cargo la impresión del Diario de México desde mediados de 1809 hasta su conclusión en 1812, y de su taller salieron, además, una multitud de opúsculos ascéticos y políticos y muchas, si no casi todas, las tesis de los graduandos en la Universidad». Cf., «Historia de la imprenta en los antiguos dominios españoles de América y Oceanía». Tomo I; complemento bibliográfico de José Zamudio Z., en edición digital, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000, <http://www.cervantesvirtual.com/obra/historia-de-la-imprenta-en-los-antiguos-dominios-espanoles-de-america-y-oceania-tomo-i--0>.

En este sentido, conviene tener en cuenta que el rechazo a Napoleón estaba muy vivo también en América, y que se temía que, si Napoleón conseguía controlar completamente el territorio peninsular, no tardaría en dar el salto al otro lado del Atlántico, de modo que si en la imprenta mexicana se publicaban «opúsculos» de carácter político, como señala Medina Toribio, es lógico considerar que esta obra se reimprimiera en ella.

 

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Ya señalaba Bernardo Riego (2006, 85 n.º 94) que en la obra no hay ninguna referencia a América y la ficha de la Biblioteca Nacional apunta a la posibilidad de que se trate de una reimpresión de la realizada en Sevilla. El dato lo aporta Manuel Chaves Rey, que en su Historia y bibliografía de la prensa sevillana, apunta que en el año 1808 se publicó en Sevilla entre julio y diciembre de ese año la Linterna mágica o semanario..., del que añade que se trata de una publicación rarísima, de la que solo ha podido localizar seis números. Por la descripción que hace de la misma y la reproducción de los sueltos «como muestra del estilo de esta publicación» que considera «en extremo apreciable», resulta evidente que la de México es reimpresión. Añade Chaves que en la Biblioteca Colombina existen ejemplares de la misma publicación sevillana. Cf., Joaquín Guichot. Imp. de E. Rasco, 1896, pp. 12-13.

 

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Este nombre recibe también en El fin de Napoladrón, por sus mismos secuaces, con una carta del Infierno al Emperador de los diablos, en que le da quejas de su mal proceder: tragedia burlesca en un acto, publicada en Madrid en 1808 bajo las iniciales P. D. J. O. Y, de la que también existe edición de 1814 a nombre de José Hidalgo. La segunda parte de esta obra se publica en Málaga en 1809, con el título de Napoleón y sus satélites residenciados por el Rey del abismo. Fernández Cabezón (2007).

 

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El tío Gironda es un personaje que aparece ya en el periódico burlesco Correo del ejército francés, que se publica en Sevilla en 1808. Cf. Romero Peña (2007). Más tarde, en El tío Tremenda o los críticos del Malecón, n.º 2 (1812), Gironda aparece feminizada con el nombre de «tía Gironda».

 

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En este mismo año se publica un folleto, del que por su carácter no periódico me limito a mencionarlo. Se trata de la Linterna mágica que manifiesta los toros de estos días de Ilustración o de filosofismo, Palma de Mallorca, 1812, en la oficina de Felipe Guasp, un cuadernillo en 4.º (22 cm). Como señala Riego (2006: 87), el procedimiento de la linterna sirve en esta ocasión para identificar a los liberales como los verdaderos enemigos «que quieren destruir el trono y la religión» y abogan, por ese motivo, por abolir el tribunal de la Inquisición. También, a punto de proclamarse la Constitución, el Diario Mercantil (n.º 63, de 3 de marzo de 1812) publica el artículo «Mentiras que son verdades, y verdades que parecen mentiras», que se sirve de un procedimiento alegórico similar. Mediante el recurso a la linterna, el autor revela cómo los que cuentan con el favor de los poderosos ascienden con facilidad en la rueda de la Fortuna mientras ocurre lo contrario con los que solo cuentan con el mérito. En la segunda parte, «se plantean otras posibles proyecciones para la linterna mágica, que también cuentan con el elemento alegórico; así, se recrean escenas protagonizadas por la Hipocresía, la Virtud, la Temeridad, la Ciencia o la Ignorancia» (Martínez Baro 2014).

 

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Me limitaré a señalar aquí que el folleto madrileño se publica en la imprenta de Rosa Sanz y pasa revista al Madrid del Trienio, mientras la Linterna mágica de la Constitución. Carta a los Amantes de la Patria, ve la luz en México, en la Oficina de Alejandro Valdés, y el supuesto encuentro del autor con el italiano que porta la linterna da pie a una reflexión sobre las causas de la decadencia de España: «Il mio carísimo padre lasciome nel suo testamento questa picciola casseta, che é una maraviglia, é che ¡sfortunato jo! per non intenderla non ho trovato fin hora chi la voglia comprare». El cajón, minuciosamente descrito en el texto, resulta ser una «Linterna mágica de la Constitución» e incluye una explicación en inglés del funcionamiento de la máquina, junto a un letrero que descubre al «espejo claro de la verdad». Al encender la linterna se descubre una «Exposición», firmada por «el honrado español L. J. N.», en la que se defiende la tesis de que a pesar de todos los reveses que han sufrido los españoles, sus ciudadanos han trabajado en beneficio de la patria y pone como ejemplo de ellos a Juan Ruiz de Apodaca, virrey de México, que con otros montañeses afincados en México han sufragado el coste de una serie de navíos para evitar la acción de los enemigos del comercio. Tras esto, el autor de la Linterna mágica, «El Amante de su nación. J. M. S. M.», expresa su deseo de haber logrado inspirar a otros patriotas contribuciones similares a la suya, que aumenten la prosperidad de «la antigua y nueva España».

 

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Una tradición que se remonta a los pronósticos y almanaques jocosos del XVIII, donde autores como Torres de Villarroel ponen al descubierto el funcionamiento del «loco» mundo, revelado también en el mundonuevo (Labrador 2007-2008).