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¿Necesitaré decir que aquí no se trata de las excepciones?

 

2

El Liberal, 17 Abril 1896.

 

3

Por cierto que en el caso del ariete hidráulico ocurrió una ridiculez excepcional.

-¿Hasta dónde decís que va a subir el agua? preguntó un académico al inventor.

-Hasta allí, respondió MONTGOLFIER.

-¿Conque hasta aquí? dijo el académico encaramándose al lugar designado y sentándose en él. Pues haced funcionar vuestro aparato.

-Pero ¡cómo! ¿He de empaparos en agua?

-Sólo entonces creeré.

La máquina funcionó, y el académico bajó hecho una sopa.

-Pero ¡si esto es imposible!

 

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Leo en un periódico de gran circulación (El Imparcial de 1.º de Agosto de 1895) el siguiente retrato del Consejo de Instrucción pública:

«Rémora de toda innovación, escollo de toda mejora, archivo de la rutina, desesperación de la juventud más culta que siente la vocación de la enseñanza, asilo de medianías astutas, fábrica de compadrazgos, manantial de favoritismo, red en que han quedado presos los propósitos más excelentes de los ministros mejor dispuestos, el Consejo citado venía a ser una de esas instituciones que se petrifican y por lo mismo resisten todos los cambios y prevalecen sobre todas las circunstancias».

Y pregunta La Voz Montañesa de Santander:

«¿No hubiera sido lo más natural suprimirlo?»

No con esas formas vehementes había dicho el SR. FABIÉ al Senado en la sesión de 4 de Diciembre de 1894:

«Aunque parezca extraño que reconociendo, como reconozco, la competencia y los grandes méritos de todos y cada uno de los individuos que componen el consejo de Instrucción pública, para mí esta corporación, en su fundamento actual, adolece de un grandísimo defecto, y es que está en su mayor parte compuesta de catedráticos. ¿No parece cosa extraña que yo estime que el estar casi compuesta de catedráticos es una cosa que en cierto sentido la desfavorece? Pues no lo es, porque se la priva de determinadas condiciones que, en mi concepto, debo tener un Cuerpo de esa clase; porque, señores, las profesiones no sólo crean ciertos hábitos, sino que hasta producen una manera especial de ser intelectual y moral, y es menester que los que formen el Consejo de Instrucción pública tengan más amplios horizontes, y, sobre todo, distintos horizontes».

 

5

Para justificar este aserto, siguen a continuación varios trozos entresacados de los Diarios del Senado y del Congreso, referentes a las cualidades didácticas de los libros, a su idoneidad para la enseñanza y a las miras exclusivas de lucro atribuidas a muelles de ellos, y tal vez reveladas en algunos.

-«El Gobierno debe exigir que se escriban los libros como deben escribirse; pero no formando sólo abultados volúmenes cuya comprensión se hace imposible de toda imposibilidad».

(CALVO Y MARTÍN, Senado, 19 de Diciembre de 1894, pág. 18 del Diario de Sesiones)

-«Refiérese el otro punto a los libros de texto, tan llevados y traídos en los centros oficiales, en la prensa, en las conversaciones familiares, en todas partes... Mi objeto... es que no se consienta libro alguno de texto que no esté escrito en castellano; porque algunos... están escritos en un castellano que provoca náuseas en el entendimiento».

(LÓPEZ MUÑOZ, Congreso, 24 de Mayo de 1895, pág. 12)

«Hay... textos de redacción aparatosa que parecen escritos para marear a los niños: la verdadera ciencia es sobria; sobre todo la claridad y precisión... ¿qué han de hacer los jóvenes con esos libros... sino detestarlos? El que aprende con tales libros tiene que vencer, no sólo las dificultades de la materia, sino las del libro, mucho mayores que las de la materia: esas obras no facilitan, sino que dificultan el estudio».

(BOSCH Y FUSTEGUERAS, Senado, 3 de Diciembre de 1894, pág. 4)

«Siendo 8 las asignaturas en primero y segundo año y en tercero y cuarto (las tienen mis hijos, lo estoy viendo todos los días) necesitan manejar una gramática hispano-latina, un diccionario latino-español, que son cuando menos 2 volúmenes; una gramática francesa, 3; un diccionario francés, 4; un libro de Matemáticas, 5; uno de Geografía, 6; un libro de Historia de España, 7. Cuando menos 7 volúmenes tiene el niño de diez años que estar manejando constantemente durante el primero y segundo año de esa llamada segunda enseñanza, o segunda educación, porque vamos haciendo sinónimas ambas palabras, por más que no lo sean».

(MERELO, Senado, 10 de Diciembre de 1894, pág. 9)

«Para presentaros de una manera que resulte como de bulto el trabajo de esos pobres alumnos, diré que me he entretenido en pesar la masa de libros que llevan entre manos, y pesan los de primer año 3 kilogramos y 125 gramos, es decir, un cuarto de arroba, que es bastante para aplastar las débiles inteligencias de los niños».

(BOSCH Y FUSTEGUERAS, Senado, 1.º de Diciembre de 1894, pág. 9)

«Es cosa muy difícil encontrar textos buenos en la segunda enseñanza.

»(...) En una aritmética elemental, que se dio de texto a una hija mía, no pude entender la definición de la multiplicación...»

(LAVIÑA, 14 de Mayo de 1895, pág. 18)

«A un hijo mío le dieron para que aprendiera a leer un Catón tan extraordinariamente lógico y filosófico... que yo no hubiera podido aprender por él».

(ÍDEM, íd.)

«Los libros de texto han llegado a constituir una especie de monomanía en el profesorado, fundada (creo yo), en algunos casos, en necesidades que... yo me expreso con dificultad sobre este asunto, porque es materia delicada...

(El SR. SÁNCHEZ PASTOR: No; está bien claro y es verdad)

»En fin, en el deseo de combinar la necesidad del libro con la natural utilidad en mejora de cortos y menguados estipendios. Claro es que esto no quiero decir que los profesores sólo deseen que sus discípulos aprendan en sus ideas y en sus métodos; pero la verdad es que en asignaturas como Historia, Geografía, y algunas otras, llama la atención que cada catedrático ha de tener su libro particular; y esto produce mal efecto. Al propio tiempo, como suelen ser abultados los volúmenes, y, aunque no lo fueran, como la obligación de adquirir estos libros, si no es legal, es una obligación moral, llamémosla así, todos los que para cada año tienen los profesores de todos los años de la segunda enseñanza pueden, con efecto, formar una especie de columna sobre la cual un niño de quince años, que es la edad en que acaban la segunda enseñanza, difícilmente pueda apoyar su brazo; con lo cual se da el caso representado en una fotografía que se presentó en el Senado, en la que abultaban más los libros que había puestos en columna que el tamaño del niño que con ellos estaba retratado. Esto es muy difícil de evitar, porque... aquí no hay energías ni fuerzas bastantes para el remedio de males inveterados».

(CÁRDENAS, Congreso, 15 de Mayo de 1895, pág. 23)

«En Francia no se ha dado libertad a los profesores...»

(ÍDEM, íd.)

Con motivo de las reformas sobre segunda enseñanza ha adquirido un abuso tales vuelos y un carácter tal, que bien puede decirse se trata de una verdadera explotación del discípulo por algunos profesores de instituto; explotación a la cual se le puede dar sin reparo el calificativo de indigna... Lo que esos profesores se proponen al publicar sus textos en esa forma, es sencillamente cobrar a cada alumno un precio grande... Aunque hubiera, por ejemplo, dos hermanos, de los cuales uno había ya estudiado con el mismo profesor y libro; el otro, al cursar la misma asignatura, no podía utilizar el que compró su hermano, y tenía que comprar otro. Dígaseme si esto no es una explotación indigna... Hay que poner remedio en la cuestión de los libros de texto, que ha pasado a convertirse ya en una explotación por algunos profesores del bolsillo de los padres de los alumnos.

(LLORENS, Congreso 16 de Mayo de 1893, págs. 32 y 36)

«Siente el ánimo asombro al observar el crecido número de obras que hay señaladas de texto, la extensión desmedida de la mayor parte y el precio considerable de muchas de ellas, la gran variedad que se observa en el concepto y límites con que en buen número de casos es entendida y aplicada la misma asignatura... Donde la abundancia es tanta, es obvio que han de hallar campo abonado para medrar y propagarse plantas parásitas y nocivas... La diversidad de textos irroga serios perjuicios a los alumnos que, después de comenzado el curso, tienen que trasladar su matrícula a otro establecimiento... El alto coste de algunos libros abruma también con sacrificios pecuniarios de importancia a las familias, sin que haya causa racional para exigírselos».

(Comunicación de la Dirección general de Instrucción pública al Ministro de Fomento, remitiendo la Estadística de los libros de texto. -Congreso, 24 de Mayo de 1895, págs. 31 a 33)

Basta con lo transcrito para dar idea de la hostilidad reinante contra libros y autores, sin que haya necesidad de recurrir a citas de la prensa política; porque, si bien el estilo periodístico, por lo libre, espontáneo y pintoresco, hace muchísima más impresión que el lenguaje hasta cierto punto comedido de los Cuerpos colegisladores, el apasionamiento a veces de la prensa parece quitar razón a sus más justas censuras y sólidos juicios. Y, sin embargo, en las discusiones de las Cámaras no se han denunciado ciertos abusos formulados por la prensa. Inspector ha habido que pasaba anualmente al habilitado nota de los maestros que no habían incluido los libros del inspector en el presupuesto de la escuela, y el habilitado, conforme a la nota, descontaba del exiguo haber de los maestros el importe de los libros compuestos por el inspector. ¡Despotismo intolerable!

Pero baste con lo dicho. Quédense a un lado los periódicos.

 

6

¿Necesitaré declarar que en el profesorado español existían gloriosísimas excepciones?

 

7

SAN AGUSTÍN.

 

8

Impresiones. -Literatura y Arte, pág. 120.

 

9

El Correo, 1.º Enero 1895.

 

10

El Correo, 1.º Enero 1895.