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Fuentes impresas para la biografía de Balbuena

-Juan Díez de la Calle. Memorial, y noticias Sacras, y Reales del Imperio de las Indias Occidentales. Escribíale por el año de 1646. Sin fecha ni lugar de impresión, pero seguramente de Madrid y poco posterior a aquel año, 4.º

No pasan de siete líneas las que el autor consagra a Balbuena en el frente de la hoja 19, aunque bien nutridas, como que en   -65-   ellas se contienen la fecha de su presentación para el obispado y la de la muerte de nuestro poeta.

-Theatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias Occidentales, vidas de sus Arzobispos, Obispos y cosas memorables de sus sedes. Por el maestro Gil González Dávila. Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1649, fol., 2 vols.

La mayor parte de la página 292 del tomo I está consagrada a la biografía de Balbuena; de esta fuente procede la noticia de los padres del poeta, la fecha de su elección para la abadía de Jamaica, y el resumen de sus disposiciones testamentarias.

-Bibliotheca Hispana Nova. Auctore don Nicolao Antonio. Matriti, 1783, fol. T. I, p. 221.

Habla del nacimiento de Balbuena, anota que sirvió durante doce años la abadía de Jamaica y que enseguida fue creado obispo de Puerto Rico, sin hacer mención de sus estudios y residencia en México, omisión que no habría tenido lugar, como observaba Beristaín, si el gran bibliógrafo hispalense hubiese leído la Grandeza Mexicana, lo que le habría evitado, a la vez, incurrir en el error de dar a Madrid como lugar de impresión de ese libro, añadiremos nosotros. Como remate al artículo que le dedica, trascribe el elogio de Lope de Vega en su Laurel de Apolo.

-Bibliotheca Mexicana. Authore don Joanne Josepho de Eguiara et Eguren. México, 1755, fol. pp. 434-438.

Contiene cuantos datos biográficos de Balbuena se habían dado hasta entonces, el elogio de Lope y dos de las poesías preliminares de la Grandeza Mexicana. Respecto a las demás obras de nuestro poeta, cree que debe contarse entre ellas el Sínodo Diocesano celebrado por él en Puerto Rico, en 1624, que suponía debía conservarse en el archivo eclesiástico de aquella ciudad.

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-Biblioteca Hispano-Americana Septentrional. La escribía el doctor don José Mariano Beristaín de Sousa. México, 1816, fol. Tomo I, pp. 137-142.

En la segunda edición de esta obra, Amecameca, 1883, 4.º, la biografía de Balbuena ocupa las pp. 122-127.

Se ha aprovechado ampliamente de los biógrafos de Balbuena que hemos citado ya, y se contrae especialmente a reclamar para nuestro poeta el haber estudiado y escrito en México, vindicándolo de la crítica hecha al lenguaje de El Bernardo por un colaborador del Semanario patriótico de Madrid, que lo tildaba de «tener muchos modos de decir bajos y triviales». Transcribe algunos párrafos de la Grandeza Mexicana en apoyo de los estudios de Balbuena en México y de los premios ganados por él en los tres certámenes a que concurrió, y cuatro de las poesías laudatorias de los preliminares de esa obra, sin olvidar tampoco el elogio de Lope.

-Diccionario geográfico histórico de las Indias Occidentales. Escrito por el coronel don Antonio de Alcedo. Madrid, 1788, 4.º Tomo IV, p. 312.

Biografía redactada con vista de la que trae González Dávila. Incurre Alcedo en el error de atribuir a Balbuena una Descripción de Puerto Rico, en verso, confundiéndola, evidentemente, con la Grandeza Mexicana.

-«Noticias del autor», puestas en las pp. I-IV de la edición de El Bernardo, Madrid, 1808, 8.º

Dice el prologuista que las noticias que da de Balbuena proceden de la consulta del archivo de la iglesia parroquial de Valdepeñas, de la Historia de Puerto Rico y la Bibliotheca de Antonio. De la primera de esas fuentes, procede la indicación, generalmente repetida después, de haber nacido nuestro poeta en 1568, de don Gregorio de Villanueva y de doña Luisa de Balbuena, datos todos, lo hemos adelantado ya, que deben de ser inexactos.

En cuanto a la Historia de Puerto Rico a que se alude, es de   -67-   creer que sea la de Abbad, dada a la publicidad en Madrid, en 1788, por don Antonio Valladares de Sotomayor, en la que, en efecto, se hallan, a la página 387, seis líneas consagradas a la biografía del Prelado.

Por fin, cítase también como fuente «tal cual especie que él apunta en su Grandeza Mexicana», siendo, con todo, de dudar que se haya tenido a la vista ese libro, pues se le asigna como fecha de impresión el año de 1609.

-Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico, escritas por don Pedro Tomás de Córdoba. Tomo I, año de 1831, en la Oficina del Gobierno, 4.º

En la página 256, cinco líneas para la biografía de Balbuena.

-Prólogo al Siglo de Oro. Edición corregida por la Academia Española, Madrid, 1821, 8.º

Contiene XVI pp., en su mayor parte destinadas al juicio crítico de aquella obra, y las noticias biográficas de Balbuena que han utilizado después cuantos han pretendido darlas. Más que por ellas, esta edición de aquella obra de nuestro poeta, es digna de recomendación por el retrato suyo con que va encabezada.

-Noticias de Balbuena, sacadas de la edición de El Bernardo de 1808, que ocupan el reverso de la ante-portada de los fragmentos de ese poema, reimpresos por don Manuel Josef Quintana en el tomo II de las Poesías selectas castellanas, Madrid, 1833, 8.º

Sabiendo de dónde proceden, no puede parecer extraño que se hable en ellas de una edición mexicana de la Grandeza, de 1609, que no existe.

-Tesoro de poemas españoles épicos, sagrados y burlescos. Por don Eugenio de Ochoa, París, 1840, 4.º

En la página 257, a la cabeza de los fragmentos de El Bernardo,   -68-   se copió al pie de la letra la noticia biográfica de Balbuena dada por Quintana, por más que Ochoa diga que la sacó de la edición madrileña de 1808 de aquel poema.

-Noticia biográfica de Balbuena, puesta por don Cayetano Rosell en nota a la página 139 de la reimpresión de El Bernardo, en la Colección de Autores españoles, de Rivadeneyra, simple compendio de lo estampado en la edición del Siglo de Oro, de la Real Academia.

-Benefactores y hombres notables de Puerto Rico, por Eduardo Neuman Gandía. Imp. en Ponce, 1896.

Cita esta obra el señor Andrade, diciéndonos que en el tomo I, pp. 235-240, se ocupa el autor de Balbuena; pero nada nuevo a lo que hasta entonces se sabía de nuestro poeta debe contener, en vista de que el bibliógrafo mexicano no hace sino copiar noticias ya conocidas en el artículo suyo de que vamos a dar cuenta.

-Ensayo bibliográfico mexicano del Siglo XVII, por Vicente de P. Andrade. México, 1896,4.º

La página 13 de esta obra de nuestro amigo que fue, está destinada a la biografía de Balbuena. Hay en ella un dato que nos ha intrigado bastante, sin lograr darle solución, cual es, que se diga con referencia a Beristaín, que Balbuena declara en su Grandeza Mexicana que estudió en México «bajo la égida de un tío suyo, don Diego, canónigo de esta metrópoli». Puede que así sea, cosa que no nos atrevemos a negar, por no tener a la vista ninguna de las dos primeras ediciones completas de esa obra, pero sí es lícito asegurar que el dato no se halla en Beristaín.

Esa biografía hecha por Andrade la reprodujimos en la página 15 del tomo II de nuestra Imprenta en México.

-Biblioteca Hispano-Americana, por José Toribio Medina. Santiago de Chile, 1900, 4.º mayor.

Tal es la fecha del tomo II de esa obra nuestra, en la cual, después   -69-   de describir la edición príncipe de El Bernardo, dimos en la página 226 las noticias que de Balbuena y de su padre hallamos en documentos del Archivo de Indias, que habríamos copiado por extenso, a haber pensado entonces en hilvanar una biografía del poeta. El derrotero queda indicado para quien con mejores oportunidades que las que hoy se nos ofrecen, quiera emprenderla.

Como complemento a la enumeración de las fuentes impresas para estudiar la vida de Balbuena, deberán agregarse también las noticias que de ella se contienen en algunos diccionarios, como son, el de Historia y Geografía de México, en cuyo tomo I, p. 431, figura una bastante breve de García Icazbalceta; y el Hispano-Americano editado en España, que nos bastará con recordar; la Bibliografía eclesiástica completa, Barcelona, 1849, fol., en cuyo tomo II se puso también un retrato del poeta en traje episcopal, aunque, conservándole la edad que muestra en el que acompaña a la edición académica del Siglo de Oro.




Bibliografía de las obras de Balbuena

-Grandeza / Mexicana / del Bachiller Ber / nardo de Balbuena, / Dirigida al Ilvs / tríssimo y Reuerendíssimo don fray / García de Mendoza y Zúñiga / Arçobispo de México Del / Cosejo de su Majestad. / Cruz / Con previlegio. / En México Por Melchior Ocharte, / Año De 1604.

8.º -7 hojas de prels. y 140 fols. de texto (comienza en el 9), con reclamos y signts. A-S, de 8 hojas.

Port. orl.- v. en bl.- Dedicatoria al Arzobispo: México, 15 de septiembre de 1604.- Al lector.- Suma de la licencia (por 10 años): 10 de julio de 1603.- Id. del Arzobispo: 14 de septiembre de 1603.- Sonetos de don Antonio de Saavedra y Guzmán, de don Lorenzo Ugarte de los Ríos, del licenciado Miguel Zaldierna de Maryaca, del doctor don Antonio Ávila de la Cadena, del licenciado don Sebastián Gutiérrez Rangel, y quintillas de Francisco de Balbuena Estrada, hermano del autor.- Pág. en bl.- Retrato y escudo de armas del autor.- Texto, que comienza: Al doctor don Antonio de Ávila y Cadena...- En la hoja 61.- Carta / del Bachiller / Bernardo de Balbuena, a la / Señora Doña Isabel de Tobar y Guzmán descriuiendo / la famosa ciudad de México / y sus grandezas.- En la 120: Compendio apologético en alabança de la Poesía, y acaba a la vuelta de la 140.

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-Grandeza Mexicana / Del Bachiller Bernar / do de Balbuena. / Dirigida /Al excelentíssimo don Pedro Fernadez / de Castro, conde de Lemos, y An / drade, marqués de Sarriá, y Pre / sidente del Real Consejo / de Indias. &c. / Con licencia. En México, / Cruz En la Emprenta de Diego López Dáualos. Cruz / Año de 1604.

8.º -14 hojas de prels. y 140 fols., con reclamos y signts. Cruz-A-S, de 10 hojas la Cruz; 4 la A y 8 las restantes.

Port.- v. en bl.- Ded.: México, 24 de abril de 1604.- Retrato y armas del autor.- L. D. Lvdovicid Riego Mendoza preciarissimi doctoris filii Didaci del Riego in Mexicana Curia Regalis Senatus, dignissimi Presidii (seguido de escudo de armas).- Elogio, en verso, de Balbuena al conde de Lemos.- Advertencias.- Al lector.- Suma de la licencia: 14 de sept. de 1603.- Sonetos de Saavedra Guzmán, Ugarte de los Ríos, Gutiérrez Rangel y quintillas de Francisco de Balbuena.- Al doctor don Antonio de Ávila y Cadena, arcediano de la Nueva Galicia, el bachiller Bernardo de Balbuena: México, 20 de octubre de 1602.- Pág. en bl.- Texto.

Puesto que en las ediciones posteriores de la Grandeza Mexicana se han suprimido los preliminares, hemos de trascribir aquí algunos párrafos de la carta de Balbuena al doctor Ávila y Cadena en que le recuerda los certámenes en que tomó parte, a que hicimos ya referencia en el texto:

«Fue Delfos un museo y academia de Apolo donde tenía el más famoso oráculo de sus adivinanzas y la conversación ordinaria con las Musas. Y en esta ciudad, en correspondencia de esto, por particular influencia y benignidad de cielo, tiene los mejores espíritus y más floridos ingenios que produce y cría el cielo. Y porque Delfos nos ha ocasionado a esta materia, y el estar fundada en el Parnaso, a tratar de la facultad poética, que es como una influencia y particular constelación de esta ciudad, según la generalidad con que en su noble juventud felicísimamente se ejercita. Dejando ahora para otra ocasión el tratar menudamente sus partes, preceptos y reglas, que pide más desocupación y estudio, porque se conozca el ordinario ejercicio que en ella hay desta curiosidad y letras, pondré aquí como de paso, tres cartas, que siendo colegial de uno de sus colegios me premiaron todas en primer lugar en tres justas literarias que hubo durante el tiempo de mis estudios; y aunque para usted, que fue testigo y de los más aprobados de aquel tiempo, sea superfluo   -71-   renovar estas memorias, no lo será quizá a los que llegaren a verlas de nuevo. Quiero contar una grandeza digna de ser admirada, que ha habido justa literaria en esta ciudad donde han entrado trescientos aventureros, todos en la facultad poética ingenios delicadísimos, y que pudieran competir con los más floridos del mundo. La primera de mis composiciones se premió en la fiesta de Corpus Christi, en presencia de siete obispos que a la sazón celebraban concilio provincial en esta famosa ciudad en compañía del ilustrísimo don Pedro Moya de Contreras, arzobispo de ella. Pidiose una carta en que Cristo consolase al alma en la ausencia que hacía del mundo, en esta manera...»



La segunda composición, «explicando en redondillas la letra del salmo 136», que empieza Super flumina Babylonis, le fue premiada el día de la Asunción de Nuestra Señora, «en una famosa fiesta que se hizo al marqués de Villamanrrique, Virrey de esta Nueva España».

La tercera Carta «fue algunos años después escrita a la Majestad del Rey Filipo II, en agradecimiento de haber enviado a esta ciudad por su virrey al Ilustrísimo don Luis de Velasco, tan deseado de ella, y que con tanta prudencia y gloria suya la gobernó».

«Premiáronle también -añade García Icazbalceta- a quien venimos siguiendo, en primer lugar la exposición de una empresa de tres diademas y siete letras sobre ellas, que decían: Alegría».

Es interesante a nuestro propósito el final de la carta al Arcediano en el que hace referencia a sus demás trabajos:

«Estas apuntaciones me parece que bastan por no dilatar más el discurso y que se pueda imprimir con los otros sin crecer demasiado el volumen y costa, que es grande la que aquí se hace en esto, y sin esperanza de gozar el fruto della más que este estrecho y pequeño mundo de por acá, que aunque de tierra grandísima, es de gente abreviado y corto, y fuera desta rica ciudad, casi de todo punto desierto y acabado en lo que es trato de letras, gustos, regalos y curiosidades de ingenio, por haber tiranizado las granjerías y codicia del dinero los mayores pensamientos por suyos, y así, los demás trabajos míos, si algún día, como estos, merecieren salir a la luz, será gozando de las comodidades de España, enviándolos allá o disponiéndome yo a llevarlos. Entretanto, quiero que esta sombra y ademán de cosa vaya a descubrir tierra y ver el acogimiento que el mundo le hace».



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Estimamos también dignas de conocerse las dos estancias finales, aunque más no sea, de la dedicatoria de Balbuena al conde de Lemos:



   Yo cantaré de tu español Bernardo
las antiguas victorias y hazañas
de aquel siglo furor, del nuestro espanto,
y en honra de su espada y de mi canto,
mientras en veloz curso y brío gallardo
vence las aventuras más extrañas,
y a León humilla las francesas sañas,
no habrá golpe de afrenta,
grandeza, antigüedad, pecho de cuenta
que allí no suene de ambas las Españas.
Y celebrando asombros y portentos,
y a ti por mi Mecenas,
en aulas de oro y de carbunclos llenas,
deste árbol hallarás los fundamentos,
y arrimada ya a él mi humilde rama,
mío será el pregón, tuya la fama.

   Y tú, canción, que donde muere el día
de España, en son perfeto
naciste, ve a los pies del más discreto
príncipe ilustre que en sus cortes cría;
y allí con las grandezas del sujeto
(Si todo no lo pierdes por ser mía)
Le ruega admita ya este amago tuyo
por muestra de mi amor, y a mí por tuyo.



Quédanos respecto de este libro tan interesante para la biografía de nuestro poeta por discutir si los ejemplares que de él se conocen, salidos, respectivamente, de las prensas de Ocharte y López Dávalos, corresponden en realidad a dos ediciones diversas y cuál de ellas sería la príncipe. Por lo que a esto último se refiere, ya en nuestra Imprenta en México adelantamos la opinión de que debía de ser la de Ocharte, en vista de las consideraciones que allí apuntamos, y en esta parte nos hallamos en perfecto acuerdo con García Icazbalceta, cuya disquisición sobre la materia no habíamos tenido oportunidad de ver entonces. Tan distinguido y concienzudo bibliógrafo, con más elementos de comprobación que los que lográramos nosotros, piensa sí, que se trata de una sola edición con modificaciones en la portada y preliminares y una intercalación hecha por López Dávalos, que le obligó a añadir signaturas. Sea esto así o no, no estamos de   -73-   acuerdo en aquello de que la intervención de este último impresor haya ocurrido con posterioridad a 1606, esto es, después del fallecimiento del Arzobispo. Baste tener presente que la dedicatoria al conde de Lemos la dató Balbuena en 24 de abril de 1604 y la que hizo al Arzobispo el 15 de septiembre de dicho año: antecedente que hasta pudiera inducirnos a pensar que los ejemplares de la Grandeza Mexicana en que aquélla se registra salieron con anterioridad a los impresos por Ocharte. Agréguese a esto, el hecho de que nuestro poeta por medio de su apoderado rindió información de sus servicios en Valladolid por los mismos días en que aparece suscribiendo su dedicatoria al conde de Lemos, y la circunstancia bien curiosa de que cuantos ejemplares del libro citaron los autores mexicanos, todos corresponden a los impresos por Ocharte; de ahí, que, a nuestro entender, ambas tiradas (si no se quiere ediciones) hayan coincidido en sus fechas -tal como lo dicen las portadas-, y que la de Ocharte con la dedicatoria al Arzobispo se destinase para circular en el virreinato y la consagrada al conde de Lemos, salida del taller de López Dávalos, se enviase a España.

-Grandeza Mejicana / del doctor / Bernardo de Balbuena, / dirigida / al Ilustrísimo y Reverendísimo / don fray García de Mendoza y Zúñiga, / Arzobispo de Méjico, del Consejo / de Su Majestad.

Portadilla.- v. en bl.- 20 pp. prels., s. f.- Carta / del doctor Bernardo de Balbuena / a la señora / Doña Isabel de Tobar y Guzmán, / describiendo la famosa ciudad de Méjico / y sus grandezas: pp. 21-93.- Pág. bl.- Notas, pp. 95-99 y final bl.

Prels.: -Ded. al Arzobispo Mendoza y Zúñiga: México, 15 de septiembre de 1603.- Al mismo Señor Ilustrísimo celebrando su llegada a México (en verso).- Pág. bl.- Al lector.- Introducción.

Hállase a continuación del Siglo de oro, Madrid, 1821, 8.º, de la edición académica, con foliación y signatura aparte.

-Grandeza Mejicana de don Bernardo de Balbuena. Nueva York, Lanuza, Mendía y Ca. 1828, 16.º, 110 pp.

Edición citada por García Icazbalceta, quien dice que es reproducción de la de la Academia, con una breve introducción de los editores.

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Grandeza / Mejicana / del doctor / Bernardo de Balbuena, /dirigida /al Ilustrísimo y Reverendísimo / don fray García de Mendoza y Zúñiga, / arzobispo de Méjico del Consejo de Su Majestad / (Viñeta). / Madrid, 1829. / Imprenta de don Miguel de Burgos.

8.º de 6 por 10 centímetros.- Port.- v. con cinco tercetos copiados del texto.- Pp. III-VII con la Advertencia sobre esta edición.- 82 pp., las 8 primeras, que cuentan en la foliación, pero que no están numeradas, con las dos dedicatorias del autor, una en prosa y la otra en verso, al Arzobispo de México; al Lector e Introducción.

-En todo como la precedente, salvo la fecha, que es la de 1837, y la indicación de ser cuarta edición.

Va precedida de una Advertencia del editor anónimo, en 6 páginas, en la que expresa haber sido su propósito facilitar la lectura de la obra a poco costo, «y lisonjear algún tanto el orgullo español, patentizando más y más los beneficios inenarrables que debe aquel continente a su metrópoli...».

No he logrado ver esta que parece ser la misma edición, o mejor dicho, simple reproducción de la de 1829.

-Grandeza Mejicana, de don Bernardo de Balbuena. Méjico, Andrade y Escalante, 1860, 4.º, 101 pp.

Tirada aparte de las páginas del periódico La Sociedad, en que se insertó como folletín. «Contiene ese cuaderno la dedicatoria, la Introducción y por vía de Apéndice el trozo de la Carta al doctor Ávila y Cadena en el que el autor refiere los certámenes literarios en que tomó parte, e inserta las composiciones que le fueron premiadas en ellos. La edición es correcta, y pocas las variantes de alguna importancia que se notan en el texto del poema comparado con la edición princeps de Ocharte».- García Icazbalceta.

Este mismo autor observa que por lo dicho no ha vuelto a imprimirse completo el librito de Balbuena. «Todas las reimpresiones se han hecho por ejemplar de Ocharte, pues tienen la dedicatoria al Arzobispo. En ninguna se encuentra el Elogio del conde de Lemos, ni sus Advertencias».

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Ya en los tiempos de Eguiara se había hecho el librito tan escaso, que aseguraba haber logrado ver sólo tres ejemplares, formulando con tal motivo el deseo «ut iteratis typis usui esse multis possit»: voto que no se ha cumplido hasta ahora.

-Siglo de oro / en las Selvas / de Erifile del do- / tor Bernardo de / Balbuena. / En qve se descrive / vna agradable y rigurosa imitación del es- / tilo pastoril de Teócrito, Virgilio, / y Sanázaro. / Dirigido al Excelen = / tíssimo don Pedro Fernández de Cas- / tro, code de Lemos, y de Andrade, mar / qués de Sarriá, y Presidente del Real / Consejo de Indias. / Año 1608. / Con privilegio. / En Madrid, Por Alonso Martín, / A Costa de Alonso Pérez, Mercader / de libros. / (Colofón:) En Madrid. / En casa de Alonso Martín. / Año 1607.

8.º -Port.- v. en bl.- 11 hojas s. f. + 1-6 + 1 s. f. y 1 bl. de preliminares.- Hojas 9-165 de texto.- Sign.: B-Y, de 8 hojas.

Prels.: -Tasa: Madrid, 8 de noviembre de 1607.- Erratas: 26 de octubre de id.- Suma del privilegio: Valladolid, 11 de agosto de 1604.- Aprob. de Tomás Gracián Dantisco: Valladolid, 2 de agosto de 1604.- Sonetos de Lope de Vega Carpio, del doctor fray Miguel Cejudo, primo del autor, de don Francisco de Quevedo, Felipe de Albornoz, Francisco de Lugo y Dávila, Baltasar Eligio de Medinilla, y décima de Dionisio de Vila y Lugo.- Dedicatoria: Madrid, 31 de octubre de 1697.- El doctor Mira de Amescua al lector.

Primera edición.

Pérez Pastor, al describir esta obra de Balbuena, insertó la cesión que de ella hizo su autor al librero Alonso Pérez, que reza como sigue:

«En la villa de Madrid, a diez días del mes de setiembre de mil y seiscientos e siete años, ante mí el presente escribano y testigos parecieron presentes, de una parte el doctor Bernardo de Balbuena, clérigo presbítero, residente en esta corte, y de otra Alonso Pérez, mercader de libros, residente en esta corte, y dixeron que por cuanto el dicho doctor Bernardo de Balbuena tiene privilegio y facultad Real para imprimir un libro intitulado Siglo de Oro y por otro nombre Selvas de Erifile, que ha compuesto   -76-   el dicho doctor Bernardo de Balbuena, se han convenido y concertado en esta manera: que el dicho doctor Bernardo de Balbuena, usando del dicho privilegio y merced que por su Majestad se hace, daba y dio poder y facultad cumplida, según le tiene y de derecho en tal caso se requiere y es necesario, al dicho Alonso Pérez para que por el tiempo que falte por correr del dicho privilegio y facultad Real pueda hacer imprimir y imprima y vender y venda el dicho libro, según y de la forma y manera que dicho doctor Bernardo de Balbuena lo podría y puede hacer en virtud del dicho privilegio Real, y le vende, cede, renuncia y traspasa todo el derecho y acción, título, voz y recurso que en virtud del dicho privilegio Real tiene y le pertenece y pertenecer puede, y se le dio y entregó originalmente para que use dél como si con el dicho Alonso Pérez hablara y a él se le concediera; y por razón desta venta, cesión y traspaso, el dicho Alonso Pérez ha de ser obligado y por la presente se obligó en favor del dicho Doctor Bernardo de Balbuena de le dar y entregar y que te dará y entregará ciento y cincuenta cuerpos del dicho libro impresos a costa del dicho Alonso Pérez, los cuales dichos libros le dará y entregará impresos, como está dicho, dentro de dos meses cumplidos primeros siguientes, que corren y se cuentan desde hoy dicho día. Y ambas partes se obligan de cumplir, pagar y haber por firme lo que dicho es, y para lo ansí cumplir, pagar y haber por firme, cada una dellas por lo que le toca obligaron sus personas y bienes... -El doctor Bernardo de Balbuena.- Alonso Pérez.- Ante mí.- Juan Calvo». (Bibliografía Madrileña, Parte Segunda, pp. 131-132).



-Siglo de oro / en las Selvas de Erifile, / compuesto / por don Bernardo de Valbuena, / Obispo de Puerto-Rico. / Edición / corregida por la Academia Española. / (Monograma coronado del Impresor). Madrid / por Ibarra, impresor de Cámara de Su Majestad / 1821.

8.º -Port.- v. en bl.- Retrato de Balbuena, con adornos alegóricos al pie y en el zócalo su escudo de armas en cobre, dibujado por J. Ribelles y grabado por R. Esteve.- Prólogo del editor, XVI pp.- Texto, 240 pp.

Viene enseguida con foliación aparte la Grandeza Mexicana que describe más atrás.

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En el Tesoro del Parnaso Español, de don Manuel José Quintana, París, 1838, 4.º, en las pp. 96-110, se insertaron siete églogas del Siglo de Oro, con una nota biográfica de Balbuena, de seis líneas, y otra con un juicio crítico de la obra.

-El Bernardo, / o victoria de Roncesvalles / Poema heroyco / Del doctor don Bernardo de Balbvena Abad maior /de la Isla de Iamayca / Obra toda texida de vna admirable variedad de cosas. Antigüedades de Espa- / ña, Casas, y linajes nobles della, Costumbres de gentes Geográficas Descripciones dellas / más floridas Partes del mundo, Fábricas de edificios y Suntuosos Palacios, Iardines, Caças / y frescuras, Transformaciones, y Encantamentos De nuevo y Peregrino Arti / ficio, llenos De sentencias, y moralidades, / Al Excelentísimo, señor don Francisco de Castro, conde de Lemos, de Andrade y Villalua, marqués de / Sarriá, conde de Castro, y duque de Tamifano Comendador de la Encomienda de Horna / chos Del Consejo de Estado de su Majestad Virrey y Capitán General que ha sido de los Rey / nos de Nápoles y Sicilia, y Embaxador de Roma / (Gran escudo alegórico). / Con Priuilegio. / En Madrid por Diego Flamenco Año 1624 / Iua de diesa sculpcit.

4.º -Frontis grabado en cobre, dentro de filetes.- v. en bl.- 7 hojas s. f. de prels.- 290 hojas (pero la foliación salta de 24 a 45), a dos columnas.- Tabla de algunas cosas señaladas, 2 hojas. s. f.- Sign.: ¶, A-Z, Aa-LI, de 8 hojas.

Prels.: -Tasa: Madrid, 28 de septiembre de 1624.- Decreto para que examinase el libro el doctor Mira de Amescua: Madrid, último de enero de 1609.- Aprob. del mismo: 9 de febrero de id.- Erratas: 18 de septiembre de 1624.- Real cédula de licencia y privilegio: 9 de julio de 1624.- Dedicatoria.- Prólogo.- P. bl.

Primera edición.

Del privilegio.- «Por cuanto por parte de vos el reverendo in Christo padre don Bernardo de Balbuena, obispo de la isla de   -78-   San Juan de Puertorrico, del nuestro Consejo, nos fue fecha relación que vos habíades compuesto un libro intitulado Bernardo del Carpio, y por nos se os había dado licencia para le poder imprimir, y privilegio por diez años, como del dicho libro y privilegio constaba, de que fue fecha presentación ante los del nuestro Consejo; y porque dicho privilegio se os había dado en once de julio del año pasado de mil y seiscientos y nueve, y el término de los dichos diez años era cumplido sin usar dél, por la ausencia que habíades hecho destos nuestros Reinos, nos fue pedido e suplicado, etc.».

Del Prólogo.- «Y porque el ser los versos de muchas diciones y sinalefas los hace llenos y sonoros, y el tener pocas, floxos y humildes, y dos asonantes juntos disminuyen la suavidad de las cadencias, y los consonantes en verbales humillan mucho el estilo y le descaecen, se ha huido todo lo posible destas dos cosas, procurando llenar los versos, de manera que en cinco mil octavas que tiene este poema, que son cuarenta mil versos, no se hallará uno que sea de solas tres dicciones, sino que el menos lleno tiene cuatro, y de ahí para arriba, de ocho y de nueve, de catorce y quince sílabas, y algunos de catorce dicciones y diez y ocho sílabas, como el último de la octava 138 del Libro Nono, que dice:

Que es bien, que es mal, que es fin, que es vida y muerte».



He aquí cómo juzgaba esta edición quien hizo la segunda: «El desatino repugnante de la antigua sólo es comparable con el abandono inconcebible que se tuvo en su corrección. Balbuena a la sazón se hallaba en América, y los que se encargaron de publicar su obra en España correspondieron muy mal a su confianza. Además de las erratas groseras, fáciles de advertirse por cualquiera lector menos instruido, son innumerables las que destruyen el sentido hasta el punto de hacerlo ininteligible o que vician torpemente la medida y cadencia de los versos».

-El Bernardo, / poema heroyco /del doctor / don Bernardo de Balbuena. / Segunda edición. / Tomo I. / (Viñetita). / Madrid: / En la Imprenta de Sancha. / Año de 1808.

8.º -Port.- v. en bl.- XXII pp. prels., con las Noticias del autor, dedicatoria   -79-   de éste al conde de Lemos, y el prólogo.- 388 pp., incluso el Índice, que ocupa las 3 últimas.

Tomo II: -Port.- v. en bl.- Hoja bl.- 493 pp. y final en bl.- El Índice en las 3 últimas.

Tomo III: -Port.- v. en bl.- 425 pp. y final bl.- El Índice como en los precedentes.

En papel fuerte azulete.

-Poesías / selectas castellanas: / Segunda Parte. Musa Épica: / o / colección de los trozos mejores de nuestros / poemas heroicos. / Recogidos y ordenados / por / don Manuel Josef Quintana. / Tomo II / Madrid 1833: / Imprenta de D. M. de Burgos.

8.º, de 6 por 12 centímetros.- Port.- v. en bl.- Fragmentos / del Bernardo, / p.- pág., s. f., con Noticias de Balbuena.- Texto (en XVII cantos), pp. 5-377.- Notas y observaciones, pp. 378-380.

En esta última parte, advierte el editor, que ha cambiado el título de libros, en que aparece dividido el poema, por el de cantos, y que lo que ha «procurado es que los episodios y trozos escogidos tengan algún enlace y relación entre sí, de modo que produzcan más interés y agrado que el que resultaría de trozos absolutamente aislados y dispersos». Y después de esta advertencia, vienen cinco notas destinadas a aclarar ciertos pasajes del texto del poema.

-Tesoro / de los / Poemas españoles / épicos, sagrados y burlescos, / que contiene: / La Araucana, de don Alonso de Ercilla; / la colección titulada / La Musa Épica, de don M. J. Quintana; / La Mosquea, de don J. Villaviciosa, / &c., &c., &c. / Procedido / de una Introducción en que se da una noticia de todos los poemas españoles, / por don Eugenio de Ochoa. (Monograma del impresor). / París. / Baudry, Librería Europea, / ... / 1840.

4.º -Antep.: Colección de los mejores autores españoles. Tomo XXI.- v. con las señas del impresor.- Retrato, en acero, de Ercilla.- Port.- v. en bl.- Prólogo, seguido de la Introducción de Quintana, del catálogo de los poemas y de las noticias biográficas de Ercilla, XXXVI.- 564 pp., a dos cols.,   -80-   con el texto de los varios poemas. El de El Bernardo, precedido de una noticia biográfica de Balbuena, de poco más de media página, comienza en la 257 y termina en la 374. Reproduce punto por punto el texto dado por Quintana.

-El Bernardo / o / Victoria de Roncesvalles, / del doctor Bernardo de Valbuena.

Hállase en las pp. 139-399 (más una bl. al fin) del tomo XVII de la Colección de Autores Españoles, de Rivadeneyra, tomo impreso por primera vez en Madrid en 1851 y reimpreso, valiéndose de las formas estereotipadas, creemos que en dos ocasiones posteriores. El ejemplar que tenemos a la vista es de la Imprenta de Hernando y Compañía, Madrid, 1905.

Esta edición, dirigida por don Cayetano Rosell, sólo reproduce de los preliminares de la príncipe la dedicatoria y el prólogo de Balbuena. Como ilustración, lleva una nota biográfica tomada de la edición académica del Siglo de Oro.

En el tomo XIX, pp. 170-173, de la citada Colección se registra un juicio crítico del poema, por Quintana.

-Biblioteca ilustrada de Gaspar y Roig. / El Bernardo. / Poema heroico / del / doctor don Bernardo de Balbuena. / (Lámina en madera). / Madrid. / Imprenta de Gaspar y Roig, Editores, / calle del Príncipe, núm. 4. / 1852.

Fol.- Port.- v. en bl.- Pp. III-VI con Noticias del autor (copiadas de la edición de 1808), la dedicatoria de Balbuena al conde de Lemos, y el prólogo (éste, a dos columnas).- Texto, pp. 7-313.- Índice, pp. 314 (s. f.).- 316: todas a dos columnas.- Lleva 57 láminas en madera.

-El Bernardo del Carpio o la victoria de Roncesvalles, poema heroico de don Bernardo de Balbuena.

Nueva edición ilustrada por A. Salo. Sant Feliu de Guíxols, Octavio Viader, 1914, 2 vols. en folio, con viñetas y láminas, papel de hilo.

Tirada de 200 ejemplares numerados, edición de bibliófilo.





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ArribaAbajoAlonso de Bonilla

Prestando fe a lo aseverado primeramente por Eguiara54, y enseguida por Beristaín, que parece se limitó a copiar lo dicho por su antecesor, sin aportar dato alguno de cosecha propia55, de haber sido Bonilla «vecino» de México, dimos cabida en nuestra Biblioteca hispano-americana a la descripción de todas las obras suyas que logramos examinar de visu56. Qué fundamento tuvieran aquellos bibliógrafos para afirmar que Bonilla había residido en Nueva España no lo expresan, de tal modo que es fácil persuadirse de que aquél no fue otro que el haberse impreso en México unas Poesías a la Concepción de la Virgen de que Bonilla era autor. Queremos prescindir del hecho de que, hoy por hoy, semejante opúsculo no se halla en librería alguna,   -82-   ni nadie, fuera de Eguiara y Beristaín, le cita siquiera, para afirmar con ellos, en vista de las señas de la impresión que le atribuyen, que no es dado dudar de su existencia, habiendo desaparecido los ejemplares que de él se tiraron por alguna causa que desconocemos, pero que bien pudo ser el tema sobre que versaba el opúsculo, destinado de por sí a tener gran número de lectores, tanto en vista de su mérito poético, que no es aventurado suponerlo por las muestras que del ingenio de Bonilla conocemos, cuanto por versar sobre materia tan del gusto de aquella sociedad eminentemente devota. Pero, ¿basta el hecho aquél para avanzarse a decir que el autor del libro tuvo su residencia en Nueva España? Ciertamente que no, pues en igual caso se hallan no pocas obras de autores que jamás salieron de la Península y que se reimprimieron en México. Además, y este es antecedente de no poca importancia, la fecha que se atribuye a la impresión de las Poesías de Bonilla corresponde al año de 1653, o sea, posterior en 39 al de la fecha en que dio a la luz pública su primera obra57, y en 29 a la última de ellas58. Además, y esta es también circunstancia muy digna de tenerse presente, existen reimpresiones peninsulares de las Glosas a la Inmaculada Concepción de Bonilla, opúsculo cuyo título coincide muy de cerca con el que se da al que se dice impreso en México y que bien pudiera, por esto, ser ese mismo. Más aún: el examen de las obras de Bonilla, diremos con propiedad el de los preliminares que llevan, ya procedentes del mismo autor, ya de sus aprobantes, no contienen alusión alguna a la estancia de Bonilla en México, cosa que resulta no poco extraña, si realmente tal hubiera sido el caso, cuando sabemos que, en igualdad de circunstancias, referencias de esa índole son punto menos que de cajón

Por estas consideraciones, nos creemos, pues, autorizados para negar que Bonilla hubiese estado alguna vez en México, y en consecuencia, no debemos incluirle entre los autores americanos celebrados por Lope en su Laurel de Apolo.



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ArribaAbajo Don Francisco de Borja y Aragón

Más conocido generalmente con el título de príncipe de Esquilache, que obtuvo por su casamiento en 160259 con doña Ana de Borja, condesa de Simari y princesa de Esquilache. Fueron sus padres don Juan de Borja, hijo tercero del que después se canonizó con el nombre de San Francisco de Borja, conde de Mayalde y Ficallo, embajador en Portugal y Alemania, y de su segunda mujer doña Francisca de Aragón y Barreto, nació en Madrid60 y no en Valencia, de donde consta fue originario su padre, hacia los años de 158061. Confiose su educación a Bartolomé Leonardo de Argensola62 y bien temprano dio pruebas de su adelantamiento en las letras, como bien se demuestra por el prólogo que puso a la Dragontea de Lope de Vega, impresa por primera vez en Madrid en 1602, y dos años más tarde en Barcelona. Bien se explica por esto -sin contar, por supuesto, con las obras que escribió más tarde en   -84-   verso-, que aquel insigne ingenio le dedicara en su Laurel el elogio en que, con más exageración que verdad, le llamara el Tasso de España y príncipe del Parnaso. Más parco en su alabanza anduvo, sin duda, Cervantes, al nombrarle en el capítulo II de su Viaje del Parnaso, diciendo de él:


Tú, el de Esquilache príncipe, que cobras
de día en día crédito tamaño,
que te adelantas a ti mismo y sobras:
serás escudo fuerte al grave daño
que teme Apolo, con ventajas tantas,
que no te espere el escuadrón tacaño...



La posteridad, sin embargo, no ha podido aceptarlos sin reservas.

Y tal es la única muestra literaria suya que se conozca anterior a su nombramiento de Virrey del Perú, que Felipe III le extendió en 1614; en cambio, en el orden político y de las dignidades, había alcanzado el de caballero de la Orden de Montesa en 1588, y en ese mismo año la encomienda mayor de ella, de que disfrutó hasta el año de su matrimonio, en que por real cédula se le hizo merced de que pudiese pasar a la de Santiago para obtener la de la Reina y después la de Azuaga, cuya renta y frutos pasaban de cinco mil ducados al año63. En esa misma fecha estaba ya también de gentilhombre de cámara del Monarca.

Muy joven era, pues, cuando hizo su entrada en Lima el 18 de diciembre de 1615, y larga hubiera de ser la cuenta que tuviéramos que dar de su gobierno si tal cosa fuera posible dentro de los límites de este estudio, pero que el lector podrá hallar en la que el propio Príncipe dio a su sucesor y que se halla impresa en el tomo I de las Memorias de los Virreyes que han gobernado el Perú (Lima, 1859) y más por extenso aún   -85-   en el libro del General Mendiburu antes recordado. «Aunque Esquilache sabía, nos dice este autor, que debía venir a relevarlo el virrey de Méjico, marqués de Guadalcázar, no esperó su llegada para retirarse del Perú, y a mérito del fallecimiento del rey Felipe III, se apresuró a regresar a España: él tenía permiso para hacerlo en cuanto cumpliese el período de seis años. Emprendió su viaje, dejando la autoridad el 31 de diciembre de 1621, a la Audiencia, que presidía el oidor decano don Juan Jiménez de Montalvo. No quedó el Príncipe exento de murmuraciones y sátiras a su arribo a España, con motivo del caudal que introdujo de su propiedad particular». Y en verdad que tales murmuraciones no carecían de fundamento, como bien lo dejó de manifiesto la sentencia del Consejo de Indias por la que se le condenó a pagar ciertas sumas64.

De regreso a España se fue a vivir a la misma casa que había ocupado en Madrid antes de su partida para América. Allí, en 1623, se celebró el casamiento de su hija mayor con don Fernando de Borja, su tío; allí falleció también la Princesa, su mujer, en 2 de febrero de 1644, y por fin, él, en 26 de octubre de 1658, bajo testamento que había extendido el 12 de febrero de ese año65.

  -86-  

Por mucha que fuese la preparación literaria con que el Príncipe contara antes de pasar al Perú, el hecho es que mientras vivió en Lima, apenas si dio a la prensa tres decretos u ordenanzas relativas al buen gobierno de las provincias que le estaban confiadas66 todas muy breves, excepción hecha de la que pasamos a describir, de algún más aliento y, trascendencia:

-(Gran escudo de armas reales entre dos viñetas que forman una cruz). Tasa y ordenan- / zas para el Reyno de / Chile, fechas por el Excelentíssimo Senor (sic) / don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, conde de Mayalde, Gentilho / bre de la cámara de su Majestad, virrey, gouernador, y capitán general de las prouincias del Pirú, Tierra firme, y Chile, &c. / en 28 de março, de 1620. / (Gran escudo de armas del Príncipe). Impressas en Lima, por mandado de su Excelencia. Por su Impressor Pedro Merchan Calderón, Año 1620. Está tassado en ocho reales cada volumen.

Fol.- Port.- v. en bl.- 22 pp. foliadas.- Apostillado.

Este impreso lo remitió el Príncipe al Rey con carta de 3 de mayo de 1620, en la que, entre otras cosas, le dice: «Hice las ordenanzas que remito inclusas, habiendo oído al Reyno de Chile y al Gobernador, y tenido largas consultaciones con los jesuitas y teólogos de más ciencia del reino, con cuyo parecer   -87-   y justificación he procurado acertar, poniendo los ojos en el servicio de Dios y de Vuestra Majestad, y descargo de su Real conciencia; y si pareciere que en ellas hay el acierto que se desea, convendría que luego se confirmen, estableciéndolas con severas y graves penas».

Nótese el lugar preferente que concede en su resolución al parecer de los jesuitas, para quienes tuvo siempre completa devoción, que estos le retornaron en la misma moneda, aplaudiendo más tarde en términos elogiosos sus producciones poéticas, como luego hemos de verlo, todo por razones fáciles de explicar, después que sabemos que el abuelo del Príncipe había sido de los más culminantes miembros de la Orden y colocado por la Iglesia entre los santos.

Por este espíritu religioso que animaba al Príncipe, resulta, pues, muy natural que lo veamos estrenarse en el campo de las letras con una obra de puro misticismo, que sacó a luz bastantes años después de haber regresado a España, y que se intitula:

-La Passión / de Nvestro Señor / Iesv-Christo / en tercetos, / segvn el texto de / los Santos qvatro / Evangelistas. / Por / don Francisco de Borja / príncipe de Esqvi- / lache, &c. Con licencia. / En Madrid, / En la Imprenta de Francisco Martínez. / Año M. DC. XXXVIII.

4.º -20 hojas, signadas A-E.- Port.- v. en bl.- Texto.

GALLARDO, Ensayo, t. II, n.º 1433.

He aquí ahora la descripción de las restantes obras de nuestro autor, todas en verso:

-Al Rey / nvestro señor / don Phelipe / Qvarto de este / nombre. / Las obras / en verso / de / don Francisco de Borja / príncipe de Esquilache, / Gentilhombre de la Cámara / de su Majestad. / Con Privilegio / en / Madrid. Por Diego / Díaz de la Carrera. / Año de 1648. / (Colofón:) En Madrid, / Por Diego Díaz de la Carrera, / Año de M. DC. XLVIII.

  -88-  

4.º Antep.- v. en bl.- Frontis grabado por Juan de Noort.- 5 hojas prels. s. f.- 684 pp.- Índice, 11 hojas s. f.- Pág. con el colofón y final blanca.

GALLARDO, Ensayo, t. II, n.º 1434.

SALVÁ, Catálogo, t. I, n.º 592.

Catalogue Heredia, t. IV, n.º 5442.

Rosell, en su citado prólogo, habla de una edición de este libro, que sería la príncipe, publicada en Madrid en 1639, y a ello parece dar pie la circunstancia de que algunos de los preliminares están, en efecto, fechados en Madrid en ese año; pero, ni la hallo citada en parte otra alguna, incluso en la Bibl. Nova de Antonio, ni yo tampoco la he visto.

-Nápoles recvperada / poema heroico / Al Rey Nuestro Señor / Don Phelipe Qvarto de este nombre / de / don Francisco de Borja / príncipe de Esquilache conde de / Mayalde Gentilhombre de la Cám.a de su Majestad. / En Zaragoza / En el Hospital Real, / i General de nues / tra Señora d Gracia, Año 1651.

4.º -Frontis grab. por Juan de Noort.- v. en bl.- 14 hojas prels. s. f.- 398 pp., con un doble filete, como todo el libro.- Hoja final bl.

Prels.: -Juicio del poema, por el padre Francisco de Mazedo.- Censura de fray Diego Niseno: Madrid, 17 de mayo de 1649.- Id. del padre Agustín de Castro: Madrid, 12 de junio de dicho año.- Suma del priv. de Castilla: Madrid, 4 de julio de id.- Censura de fray Jerónimo de San José: Zaragoza, l.º de junio de 1651.- Licencia: Zaragoza, 6 de dicho mes.- Aprob. de fray Juan Pérez de Munebrega: Zaragoza, 14 de junio de 1651.- Suma del privilegio de Aragón: Zaragoza, 15 de id.- Prólogo.

Primera edición.

ANTONIO, Bibl. Hisp. Nova, t. I, p. 410.

GALLARDO, Ensayo, t. II, n.º 1437.

SALVÁ, Catálogo, t. I, n.º 595.

Catalogue Heredia, t. IV, n.º 5443.

-Las obras / en verso / de / don Francisco / de Borja, / príncipe de Esquilache, gentil- /hombre de la Cámara de Su / Majestad, / dedicadas / al Rey / Nvestro Señor / don Philipe IV. / Editión Segunda, reuista / y muy añadida. A Amberes, / En la Emprenta Plantiniana / de Balthasar Moreto. / M.   -89-   DC. LIV. / (Colofón:) En Amberes, / En la Emprenta Plantiniana, / M. DC. LIII.

4.º -Antep.- v. en bl.- Port. grab. en cobre por Th. Galleus y pintada por Rubens.- v. en bl.- 6 hojs. prels. s. f.- 692 pp.- Epitaphium Baltasari Carolo, 1 p. s. f.- Décima al letor, 1 p. s. f.- Índice, 8 hojas s. f., con el v. de la última para el colofón.- Pág. con el escudo del impresor.- Pág. bl.- El impresor al letor, nota y cuatro sonetos, 3 pp. de foliación diversa.- Pág. final bl.

Prels.: -Dedicatoria.- Aprobación de don Antonio de Mendoza: Madrid, 6 de junio de 1639.- Censura del padre Agustín de Castro: Madrid, 27 de mayo de id.- Aprob. del padre Alonso de Heredia: Bruselas, 20 de mayo de 1653.- El impresor al letor: Amberes, 25 de octubre de id.- Suma del privilegio: Zaragoza, 7 de julio de 1646.- Id. Id.: Bruselas, 16 de octubre de 1653.- El Príncipe a su libro, décimas.

ANTONIO, Bibl. Hisp. Nova, I, p. 410.

GALLARDO, Ensayo, t. II, n.º 1438.

SALVÁ, Catalogue, t. II, n.º 594: «Ticknor pretende hay una edición de 1652, pero no menciona el lugar donde se ejecutó: pongo en duda su existencia».

-Nápoles /recvperada / por el Rey / don Alonso, / poema heroico / de / don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, conde de Mayalde, comendador de Azuaga, de la Orden de Santiago, gentil- / hombre de la Cámara de Su Majestad. / (Escudo del impresor). En Amberes, en la imprenta Plantiniana / de Baltasar Moreto. / M. DC. LVIII. / (Colofón:) En Amberes, / en la Emprenta Plantiniana de Balthasar Moreto. / M. DC. LVIII.

4.º -Port.- v. en bl.- Pp. III-XXIIII de prels.-398 pp.

Prels.: -Juicio del libro por el padre Francisco de Macedo.- Censura de fray Diego Niseno. Madrid, 17 de mayo de 1649.- Id. del padre Agustín de Castro: Madrid, 12 de junio del mismo año.- Id. de fray Jerónimo de San José: Zaragoza, 1.º de junio de 1651.- Aprob. de fray Juan Pérez de Munebrega: Zaragoza, 14 de junio de id.- Lic. del Ord. de Zaragoza: 6 de dicho mes.- Suma del priv. de Castilla: Madrid, 4 de julio de 1649.- Id. del de Aragón: Zaragoza, 15 de junio de id.- Privilegio Real: Bruselas, 26 de julio de 1657.- Al lector.

Segunda edición.

SALVÁ, Catálogo, t. I, n.º 596: «Hermosa edición desconocida a Nicolás Antonio». «Sedano, cuyo fuerte no era la   -90-   exactitud bibliográfica, cita en el Parnaso Español, t. IX, p. XXXVI, dos ediciones solas de este poema, una de Zaragoza, 1661, y otra de Amberes, Emprenta Plantiniana, 1685; en ambas fechas hay equivocación, pues es evidente quiso referirse a la de 1651 y a la de 1658».

-Oraciones / y / meditaciones / de la vida / de / Jesu Christo / Nuestro Salvador, / y de los beneficios que nos hizo. / Compuesto por el Venerable Thomas de Kempis, / canónigo regular de la Orden de San Augustín. Con dos Tratados del mismo Author, el uno de los tres Taber- / náculos, y el otro del Soliloquio del alma. / A la Reyna Nuestra Señora. / Traducidos por don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, / gentilhombre de la Cámara del Rey Nuestro Señor. / (Un IHS). En Brusselas. / En casa de Francisco Foppens. Librero / al señal del Espíritu Santo. / (Filete). M. DC. LXI.

4.º -Port.- v. en bl.- 6 hojas prels. s. f.- 536 pp.- Una hoja s. f para el índice del Soliloquio del Alma.- Aprob. del padre Francisco Javier de Fresneda, una hoja.- La página 380 está en blanco.- Apostillado.

ANTONIO, Bibl. Hisp. Nova, t. I, p. 410.

ÁLVAREZ BAENA, Hijos de Madrid, t. II, p. 179.

GALLARDO, Ensayo, t. II, n.º 1439.

Adviértase que Pellicer no cita esta traducción en su Biblioteca.

-Las obras / en verso / de don Francisco de Borja, / príncipe de Esquilache, gentil- / hombre de la Cámara de Su / Majestad; /dedicadas / al Rey / nvestro señor / Philipe IV. / Edición postrera, reuista / y muy añadida. / A Amberes. En la Emprenta Plantiniana / de Balthasar Moreto. / M. DC. LXIII. / (Colofón:) En Amberes, / En la Emprenta Plantiniana. / M. DC. LXIII.

4.º -Port. dibujada por Rubens, y grabada por Th. Galleus.- v. en bl.- 6 hojas prels. s. f.- 736 pp.- Epitaphium al príncipe Baltasar Carlos,   -91-   y décima al letor, una hoja s. f.- Índice, ocho hojas s. f.- Una hoja para el colofón.

Prels.- Dedicatoria.- Aprobación de don Antonio de Mendoza: Madrid.- 6 de junio de 1639.- Censura del padre Agustín de Castro: Madrid, 27 de mayo de 1639.- Aprob. del padre Alonso de Heredia: Bruselas, 20 de mayo de 1653.- Baltasar Moreto al letor: Amberes, 26 de agosto de 1663.- Suma del priv.: Bruselas, 16 de sept. de 1663.- El Príncipe a su libro.

GALLARDO, Ensayo, t. II, n.º 1436.

Comprende los versos que se entregaron al impresor Baltasar Moreto después de la muerte del autor.

-Nápoles recuperada / por el Rey don Alonso. / Poema heroico / que dedica a la Majestad del Rey nuestro señor don Felipe IV, el Grande, / don Francisco de Borja, / príncipe de Esquilache, conde de Mayalde, comendador de Azuaga, de la Orden de Santiago, gentilhombre de su Cámara.

Fol.- Pp. 289-350, a dos columnas, con excepción de las dos primeras, del tomo XXIX de la Colección de Autores españoles de Rivadeneyra, Madrid, 1854.

Tercera edición.

En el Prólogo que precede a ese tomo, dice don Cayetano Rosell, al hablar de la obra de nuestro autor: «El primero que, jugando del vocablo, llamó al príncipe de Esquilache príncipe de la lírica castellana, o ganó el título de ignorante, o quiso ganar las albricias de lisonjero. Mostró el Príncipe ciertamente aptitud e ingenio poco común en las poesías ligeras, en la letrilla, el romance y otras composiciones por el estilo, pero de allí no podía pasar... En su Nápoles recuperada no hay defectos que ofendan al buen sentido, ni desvaríos que exciten risa, pero en cambio no hay tampoco belleza alguna». Y bástenos con este juicio de crítico tan autorizado como apreciación de la obra del que fue virrey del Perú.

Añade por último, que también se atribuye al Príncipe:

-Instrucción de Séneca a Nerón, Plutarco a Trajano, y Sentencias filosóficas del doctor Juan de Olarte, m. s. (p. XV).



  -[92]-     -93-  

ArribaAbajo Don Martín Carrillo de Alderete

Consecuentes con el programa que nos hemos señalado de entresacar del Laurel de Apolo los nombres de los personajes celebrados en él, que nacieron o figuraron por cualquier título en América, debemos poner aquí el de don Martín Carrillo de Alderete, que pasó a México en 1624, nombrado visitador del virreinato después de los disturbios populares ocurridos poco antes en la capital, tal como lo hizo Beristaín al darle cabida en su Biblioteca; pero como en verdad su figuración allí fue tan breve, que dio la vuelta a España en el año inmediato siguiente y sus obras son tan numerosas que su descripción habría de ocupar no pocas páginas, hemos preferido limitarnos a indicar ambos hechos, refiriendo al lector que desee conocer la lista de las obras de Carrillo y algunos de sus rasgos biográficos al libro de Nicolás Antonio y a nuestra Biblioteca hispano-americana.



  -[94]-     -95-  

ArribaAbajo Don Rodrigo de Carvajal y Robles

Ante todo, justo será reconocer que si Lope incluyó en su Laurel a Carvajal y Robles con mucho más fundamento del que tuviera para hacerlo respecto de otros escritores, tal tributo de su parte venía a ser simple retribución del que aquél le había consagrado apenas tres años antes en su Conquista de Antequera, diciendo de él en el canto X:


    Mas, de un Lope de Vega, el campo raso
tan ameno será, que de sus flores
se coronan las nueve del Parnaso
por ver la variedad de sus colores:
pasará del Oriente hasta el Ocaso
la plena suavidad de sus olores,
y a pesar de la invidia, más fragancia
con las flores dará de su elegancia.



Otra observación que ocurre inmediatamente tratando de Carvajal, es cómo después del recuerdo que le consagró Lope, su nombre pasa inadvertido en los anales literarios, a tal punto, que salvo la cita que de él hizo Pellicer de Salas en su Bibliotheca, impresa en Valencia en 1671, con ocasión del Panegírico que le dedicó67, y luego el corto apunte que le consagró Nicolás   -96-   Antonio en la suya, ni siquiera obtuvo alguna mención de Ticknor, y lo que es más, tampoco de Mendiburu, ni de ninguno de los modernos escritores peruanos. Puede todavía agregarse que esa preterición reza no sólo con su persona sino también con su obra capital, el Asalto y conquista de Antequera, a que ya aludimos. Así, el campo biográfico y el literario de nuestro autor, vírgenes hasta hoy, nos van a permitir decir algo de su persona y de su obra.

Don Rodrigo de Carvajal y Robles nació en Antequera68, y era de familia de notoria hidalguía69. No constan sí, ni los nombres de sus padres, ni la fecha en que vino al mundo, ni los estudios que hiciera, que algunos debieron de ser por las reminiscencias clásicas que se registran en sus obras. Con todo, parece lo más probable que abrazara la carrera de las armas, única que él recuerda. Como mílite quizás pasó al Perú, en una fecha que no es posible precisar, si bien anterior al año de 159970, en el que consta que hallándose en el valle de los Maxes fue en compañía de don Fernando Chacón, su tío, y como alférez suyo, al socorro del puerto de Chilca y villa de Camaná para resguardo de un posible ataque de los corsarios ingleses que se supo merodeaban por ese entonces en las costas de Chile.

En 1605, residiendo en la provincia de Carangas, por la noticia que se tuvo de una nueva incursión de corsarios, marchó al puerto de Arica a ofrecerse al corregidor de ese puerto para que le ocupase en servicio del Rey, y allí permaneció   -97-   hasta que, por orden del Virrey, pasado el amago de enemigos, se despidió la gente.

Ocho años más tarde, y hallándose de justicia mayor de la provincia de Cabana y Cabanilla y con ocasión de haber corrido voz de que los indios de los Charcas estaban conjurados para matar allí a todos los españoles, y especialmente a los clérigos, dispuso por bando que todas las milicias de su distrito se reuniesen en el pueblo de Juliaca para acudir en socorro de los amagados, y allí hubo, con ese motivo, de sustentar a su costa a los setenta y cinco soldados que se juntaron y a diez y seis sacerdotes, hasta que llegó aviso de que los amotinados habían sido castigados en La Paz y Potosí y debelada la conspiración.

Por último, en 1622, y con ocasión de un nuevo amago de enemigos extranjeros, marchó al Callao, donde ofreció su persona al Virrey, asistiendo a su lado, en la compañía que se formó de caballeros aventureros, a su costa y sin paga de ninguna especie.

Consta, asimismo, que había sido depositario general en la ciudad de Arequipa, y que fue casado con hija del licenciado don García de Vera, en la que tuvo tres hijos.

En vista de estos servicios, solicitaba del Monarca, en 1628, que se le nombrara para una de las plazas de contadores mayores de Lima, o de oficial de su Real Caja en esa ciudad, que no obtuvo, si bien se le mandó despachar cédula para que el Virrey le «ocupase conforme a sus servicios».

La última noticia suya que tengamos se reluce a la publicación que en Lima hizo del libro de que luego daremos cuenta, impreso allí, en 1632.

Del elogio que Lope le dedica parece desprenderse que Carvajal y Robles volvió en algún tiempo a España, que no otra cosa importan, a mi entender, los dos versos que dicen:


Tantas regiones penetrando y viendo
que del Betis le trujo a la ribera...



Tiempo es ya de que hagamos cuenta de la obra poética de Carvajal, que le dio lugar a que Apolo, por boca de Lope, le celebrara.

-Poema / heroyco del / assalto y conqvista / de Anteqvera. / A la Majestad Cató- / lica del Rey   -98-   Nuestro Señor don / Felipe Quarto, de las / Españas. Por don Rodrigo / de Caruajal y Robles, natural de / la ciudad de Antequere. (sic). / (Filete). Con licencia. / Impresso en la Ciudad de los Reyes. / Por Gerónymo de Contreras. Año de 1627. / (Colofón:). Con licencia, impresso en Lima (falta lo restante).

8.º -Port.- v. en bl. Retrato del autor (falta).- 22 hojas prels.- 317 hojas.

Prels.: -Décima del capitán Pedro de Reinalte, autor del retrato.- Al Rey, soneto de Diego de Carvajal.- Id. de Diego de Vargas Carvajal.- Escudo de armas Reales.- Dedicatoria a la Ciudad de Antequera: Lima, 14 de junio de 1627.- Censura de fray Francisco de la Serna.- Suma de la licencia: 12 de octubre de 1626.- Id. de la tasa: 13 de junio de 1627.- Erratas.- Dedicatoria al Rey: Lima, 14 de junio de 1627.- Décima del capitán Hipólito de Olivares.- Antonio Maldonado, de Silva al autor.- Soneto de Juan Antolínez de Landecho.- Fray Gabriel Durango Salazar, natural de Antequera, al autor.- Soneto de Manuel de Torres Villavicencio.- El autor a quien leyere.- Soneto de Hipólito Olivares.- Id. de Pedro de Vera Montoya.- Id. de Bernardino de Montoya.- Alegoría del poema.- Soneto de Diego de Sarzosa.- Décimas de Lorenzo Fernández de Heredia.- Décimas de don Diego de Sotomayor y Haro.- Plácido Antolínez de Landecho y Pedro Espinosa de los Monteros.- Soneto del capitán Francisco Maldonado.

Libro tan raro es éste, que de los pocos autores que le han citado, ninguno logró verle, entre ellos el propio Menéndez y Pelayo y, a tal título, creemos que bien vale la pena de que entremos a darle a conocer en algunos de sus detalles.

Consta de veinte cantos, y está escrito en octavas reales. De su contenido da fe la primera de esas estrofas:



   Canto las armas del heroico Infante,
que en el templo inmortal de la memoria
mereció que la Fama el valor cante
de su fe, su lealtad y su vitoria,
que por clara, por noble, por constante
alcanzó la alabanza, honor y gloria
que en el mundo ganó y fijó en la esfera
cuando asaltó los muros de Antequera.



Pues por más que, según este programa, el autor consagrara sus cantos a hechos relacionados con los combates que dieron por resultado la conquista por las armas españolas de aquella ciudad de poder de los moros, en el hecho no pasa así, de tal   -99-   modo, que por una ficción tan común en la epopeya, la intervención de un nigromante, le permite consagrar por entero el Canto X a celebrar al monarca entonces reinante y a los personajes que en su tiempo descollaron en el orden político y en el campo de las letras y especialmente, por lo que toca al Perú, a los capitanes que se hallaron en su defensa contra las invasiones de los piratas extranjeros. Omitiremos los elogios que el autor tributa a los netamente peninsulares, para concretarnos a los que tuvieron alguna figuración en América, siempre en la esfera literaria, enumeración que vendrá a completar así la que de ellos hicieron Cervantes primero, y más tarde Lope en su Laurel de Apolo.

Es el primero de los nombrados, por la intervención que le cupo en la defensa contra los piratas, don Francisco de Alfaro, celebrado jurisconsulto de aquel tiempo, autor del Tractatus de officio Fiscalis, impreso por primera vez en Valladolid, en 1606, y que alcanzó segunda edición en 1639:



    También despedirá la Regia Toga
en aquella ocasión, el varón raro
don Francisco, el Dotor, por quien aboga
la fama para honrar su nombre claro:
será contra la hereje Sinagoga
este farol del apellido Alfaro
un resplandor tan vivo, que la ciegue,
porque huyendo de su luz se anegue.

Un descanso será también süave
del gobierno, al Marqués su diligencia,
porque será su peso menos grave
con tal ejecutor de su prudencia...



Y entrando ya de lleno en el terreno de las letras, canta así:



    También en aquel siglo venturoso
cisnes habrá que vuelen con su pluma
a la esfera del Sol, sin que el rabioso
tiempo su eternidad sacra consuma:
que no hay deste Saturno riguroso
comedor de sus hijos, quien presuma
escapar de sus manos, sino sólo
el Cisne, a quien su aliento inspira Apolo.



  -100-  

Después de recordar a don Luis de Góngora y al mismo Lope de Vega, continúa así:



    El príncipe famoso de Esquilache
don Francisco de Borja dará precio
al canto con su voz, porque no tache
tan divino ejercicio el vulgo necio:
no habrá heroico valor que no despache
para dar a esta ciencia más aprecio,
desde su raro ingenio a su Poema,
porque a su autoridad la envidia tema.



Es de preguntarse, a propósito de la alusión que el autor hace al poema del Príncipe, que no puede ser otro que su Nápoles recuperada, como pudo ser que ya se hablara de él en 1627, siendo que sólo vino a ver la luz pública más de veinte años después. Según eso, estaría ya trabajando en él cuando servía su cargo de virrey del Perú'

Continúa Carvajal con la mención de otro escritor, también celebrado por Lope, don Juan de Solórzano Pereira, de quien dice:



   El varón singular que en cada ciencia
ha de lucir su nombre soberano,
y cada ciencia más en la eminencia
natural de su ingenio soberano,
y que de Lima en la triunfante Audiencia
ha de resplandecer, será el ufano
dotor Juan de Solórzano, que el mundo
no le dará primero ni segundo.



Y entre otros varios cultores de las Musas, cuyos nombres omitiremos por menos conocidos, a nuestro Pedro de Oña, a quien, al igual de Lope, recuerda por su poema del Ignacio de Cantabria, haciendo caso omiso de Arauco domado, que le es por tantos títulos superior, en los cuatro versos siguientes:


También de las Antárticas regiones
al docto Pedro de Oña en el Palacio
Apolo le pondrá de sus blasones,
porque la vida ha de cantar de Ignacio...



Así, de nuevo se nos ofrece aquí el hecho curioso de aludirse a una obra que sólo había de darse a la estampa doce años después de aquel en que Carvajal publicaba la suya.

  -101-  

Durante cuatro años permaneció muda la Musa de nuestro poeta, para dar ligera muestra de ella en unos versos que escribió en loor de don Hipólito de Olivares y Butrón y que se insertaron entre los preliminares de su Concepción de María Puríssima, libro impreso en Lima en 1631, para entregar en el año siguiente a la estampa uno de no escaso valor poético, de cuya portada podemos sacar el dato biográfico de que en ese entonces tenía el grado de capitán y era corregidor y justicia mayor de la provincia de Condesuyo, por nombramiento del Monarca. Se intitula:

-Fiestas / qve celebró la / Civdad de los Reyes del / Pirv, al nacimiento del serenís- / simo príncipe don Baltasar Carlos de Austria / nuestro señor. / A don Francisco Favsto Fernández de / Cabrera y Bobadilla, niño de / dos años, y primogénito, del / Excelentíssimo / señor conde de Chinchón, virrey del Pirú. / Por el capitán don Rodrigo de Car- / uajal y Robles, corregidor, y justicia mayor de la Prouincia de Colesuyo, por su Majestad. / (Gran escudo de armas del Mecenas grabado en madera). Impresso en Lima, (a costa de la Civdad) / Por Gerónymo de Contreras, Año de 1632.

4.º -Port.- v. en bl.- 4 hojas prels. s. f.- 88 hojas.- Apostillado.- En silvas.

Prels.: -Suma de la licencia: 14 de febrero de 1632.- Lic. del Ord.: Los Reyes, l.º de marzo de 1632.- Aprobación del doctor Bartolomé de Salazar: Los Reyes, 12 febrero de 1632.- Id. de fray Lucas de Mendoza: 20 de febrero de 1632.- El dotor fray don Fulgencio Maldonado al autor.- Soneto anónimo al Príncipe, en alabanza del autor.- Página blanca.

Pues Lope hace mención en su Laurel de Apolo de fray Lucas de Mendoza, parece del caso anticipar aquí lo que en aprobación del libro de Carvajal decía: «Grandes fueron las fiestas, mas nunca tan del todo grandes como en la relación de don Rodrigo de Carvajal y Robles, que son por extremo dichosos en crecer los asuntos que este caballero cría al calor de sus manos. Antequera, su patria, debe su inmortalidad a su poema con más verdad que a sus muros. Y estas fiestas, que ya, por   -102-   humanas, pasaron presto, tendrán de divinas la duración, perpetuándose en este libro, en quien he hallado mucho que admirar y nada que corregir».

Comienza así el poema:



    Fiestas de la ciudad, corte de reyes,
reina del Nuevo Mundo, que escondido
halló el afán sufrido
del gallardo Extremeño...



«En estas fiestas es curioso el haber ocurrido un terremoto en medio de ellas, y no menos en el poema su valiente descripción».

Cuando Carvajal publicó este su libro, ya circulaba por América el Laurel de Apolo y a él y especialmente al elogio tributado al antequerano hace referencia uno de los aplaudidores de las Fiestas, no sin cierto dejo de burla a tal producción del Monstruo de la Naturaleza, que no parecerá, por lo mismo, fuera de propósito que demos a conocer aquí:

«El doctor frey don Fulgencio Maldonado, capellán de Su Majestad y chantre de la Catedral de Arequipa, al capitán don Rodrigo de Carvajal y Robles.

»Si vuestra merced, señor don Rodrigo, hecho a que lo tan copioso y crespo de su estilo quiera descender a ver loores de su silva en la humildad del mío que en esta sequedad y desmayo arrastra, como se ve, por esos suelos sin elevaciones, sin círculos, sin enigmas; oiga en buen hora una oración con todos los verbos de su necesidad, y esos, castellanos naturales, domésticos: grande alivio a los comentadores desta epístola, que en tan buen año dellos, y porque me desconfiaré yo de que vuestra merced y yo nos veamos con nuestros mismísimos ojos comentados o adivinados, o hechos unas mayas con todos los dijes del barrio, que es lo mismo.

»Y en verdad que por entrar en el uso, que le he de dar a vuestra merced sus alabanzas en comento, que es como si dijéramos en jigote, el más valido de los platos.

»Pues luego, ¿me faltará texto para salir a la empresa? ¿O no será texto de los que guardará la fama en gavetas de diamante, diáfanas a su gozo, e inmortales a su crédito?


Aquí con alta pluma don Rodrigo
de Carvajal y Robles describiendo
-103-
la famosa conquista de Antequera
halló la fama y la llevó consigo
tantas regiones penetrando y viendo,
que del Betis le trajo a la ribera;
y haciendo por su hijo
festivo regocijo,
las bellas ninfas el laurel partieron,
y como ya sus dulces musas vieron
restituidas a su patria amada,
tomó la pluma Amor, Marte la espada.

»Así sintió, y así dijo de vuestra merced el Homero, el Plauto, el Terencio, el Píndaro español; que en todos estos le hallan el espíritu a Lope de Vega, varones grandes; y yo dijera que tiene el de todos juntos. Ni temería censura de desapasionados, si añadiese que cuanto ameno, cuanto robusto, cuanto florido, cuanto grave se halla repartido de buenas letras en modernos y antiguos, se ve en una admirable armonía en solo este ingenio.

Rumpatur quisquis, rumpitur invidia.



»Ni multipliqué acaso verbos, cuando dije: ‘Así sintió, y así dijo de vuestra merced’. Antes con advertencia supuse que dictó propio sentimiento sus palabras ocurriendo a la tácita.

»¡Mira (dirá alguno) qué calificación, aunque sea del que llaman príncipe de poetas; andar en un libro pepitoria, donde a vueltas de una cabeza salen cien pies! Y añadirá: jactancia fue de Lope derramar tantos aplausos, debidos pocos, graciosos los más, en argumento de lo que quedaba deso en la fuente de su ingenuidad siempre perenne; y en suma, poca cosa para desvanecerse (dirán todos): elogios del Laurel de Apolo, donde los tienen N. N. N.

»Confiésole esta falta al tal Laurel y no la negará su autor, yo lo aseguro. Ni quiero averiguarle el nombre a esta suerte de afectación. Hidalga y libre la oigo llamar a aquel maestro, a aquel de incomparable piedad y erudición, el maestro Valdivieso en su prólogo.

»Corramos con eso, y excusémosle con la memoria de un San Jerónimo, avisado como nuestro abulense y otros, de nimios en   -104-   la credulidad a tradiciones hebreas. Fió Lope su juicio a algunos que le mintieron en la relación enormemente. Como esos andan por ahí mentidos en aplausos, acreditados en aprehensiones contra toda justicia.

»Dígase, pues, con singular gloria de vuestra merced, que en este su elogio fue Lope el que sintió, y Lope el que dijo:

Aquí con alta pluma...



»Alta por el sujeto, por la materia, (va de iluminacioncita) Cicerón: alta et exagerata, Horacio: alta mese, dijo Quintiliano: altiores litterae, Séneca: ni va lejos desta adjetiva Virgilio, ‘III Georg’.

»He aquí, señor don Rodrigo, me tiene usted calificado comentador, sin más costo que dar una ojeada a textos; a la fe, esta es la verdadera manufactura, y el desabrido chirle de que esa turba de atarantados nota a los secuaces de Lope.

»Alta también se llama la pluma de don Rodrigo, porque es suya, y anda en las manos de su calidad, que señala en sus apellidos el verso siguiente:

De Carvajal y Robles...



»Nació don Rodrigo, debiendo esto a la naturaleza que se halló en ella, si no cabeza fantástica y señor de casa y títulos, a lo menos honrado escudero de casas de títulos y señores tan conocidos en toda España, como él, por su ilustre sangre.

La famosa conquista...



»Detuviérame yo aquí contra las estrechas leyes deste elogio, carta, encomiástico, o como fuere su gracia, a no haber hablado antes el L. Antonio Maldonado en el nombre, como muchos, pero donado bien, como muy pocos, de dotes de ingenio y erudición admirable, en quien nacer al magisterio y a la vida pareció una acción y un tiempo mismo.

Halló la fama...



»Halló, no dice en don Rodrigo la dicha de algunos que no la buscaron, y por lo mismo en la verdad no la merecieron; que el   -105-   laurel inmortal, que quiera que halla dicho mi Tasso caduchi allori, inmortales fatigas le producen, y por eso sigue:

Las bellas ninfas el laurel partieron.



»Debidamente, por cierto, que para ingenios como el de don Rodrigo te criaron los dioses en las silvas. Embósquese en ésta el que quisiere sentir como Lope, y hallárase una vez y otra y mil veces cogido de suspensión, causada, ya de lo dulce de sus descripciones, ya de la hermosura y pompa de las voces; y los que entraren más dentro, hallarán más rigurosas observaciones del arte, que basten al mal contexto del Bocaliño, que en este punto halla siempre que desear aún en los Virgilios y Homeros.

»Contentémonos, señor don Rodrigo, con lo dicho, que yo sé de la dificultad con que oye vuestra merced sus alabanzas, que ha rato que aun en esto poco sobra mucho a su modestia. Y yo es bien que me detenga, porque con mucho más no llegará a medio camino el deseo de enviciarme en ellas. Y para lo que falta de epítetos, observación de imitaciones y otros aparatos de prolijos comentos, podremos remitirnos a los Ravisios y a los Eritreos en sus oficinas y concordancias.- Vale».





  -[106]-     -107-  

ArribaAbajoDon Alonso de Ercilla y Zúñiga

De acuerdo con lo que ofrecimos en el comienzo de este estudio, no cabe aquí ni su biografía, ni la enumeración de las diversas ediciones que ha alcanzado La Araucana, ya que todo eso resultaría demasiado extenso y está ya hecho por nosotros en la obra especial que dedicamos a nuestro poeta y a su obra.



  -[108]-     -109-  

ArribaAbajoFray Alonso Franco y Ortega

Henos aquí en presencia de un nombre que para nada aparece vinculado a las letras españolas ni americanas, a pesar de la aureola de ciencia y de gloria con que Lope lo presenta, a tal punto, puede decirse, que ni aún se conserva una simple aprobación que lo lleve siquiera entre los preliminares de obras ajenas. Pero si falta muestra impresa del saber del padre Franco, justo será recordar que por acuerdo del capítulo provincial de la Orden Dominica, a que pertenecía, celebrado en 16 de mayo de 1637, recibió encargo de continuar la Crónica de fray Agustín Dávila Padilla, que había sido impresa en Madrid, en 1597, y que, en desempeño de ese encargo, acometió la empresa y le había dado ya remate en 5 de mayo de 1645, historiando un período de cincuenta y cuatro años, trabajo que no se imprimió, sin embargo, en sus días y que sólo vino a serlo en la ciudad de México en 1900, en un volumen en folio de 572 páginas.

Beristaín nos informa que Franco fue natural de México y que en el convento dominicano de esa ciudad tomó el hábito en 12 de marzo de 1608. Fueron sus padres Alonso Franco, natural de Illescas, en el arzobispado de Toledo, y Francisca de Ortega, sevillana. Después que tal sabemos, ¿estará Beristaín en lo cierto al expresar que el nacimiento de fray Alonso tuvo lugar en Nueva España? Sospechosa resulta, en verdad, aquella afirmación.

  -110-  

En su Orden, Franco tuvo los cargos de maestro de novicios, de vicario de la doctrina de Tacubaya, de predicador general y, por fin, como queda indicado, el de cronista. Falleció en su patria después del año de 1659 y antes del de 1663, pues en la nómina de religiosos difuntos de que se hizo mérito en el capítulo de esa última fecha se le cuenta en dicho número.

Su obra es, ciertamente, de interés para el conocimiento de los sucesos de su Orden en el período que abraza y habrá que reconocer a su autor el mérito de la modestia con que la presentó, diciendo de ella que «proseguir esa historia desde donde la otra dio fin, es querer continuar con hilos de esparto el tejido de seda y oro que tan insigne maestro obró», aludiendo a Dávila Padilla y a su Crónica.



  -111-  

ArribaAbajo Don Gabriel Gómez Sanabria

De este ingenio celebrado por Lope, apenas si sabemos algo más de lo que de él dice. De aquella producción de su lira en tiernos años, no hemos encontrado huella en libro alguno, y del tiempo en que fue «Senador de Lima», digamos oidor de su Real Audiencia, sólo las breves censuras que prestó a las Relectionum canonicarum in Secundum Decretalium Librum; de don Feliciano de Vega, en 1633, y dos años más tarde al Tratado breve de la antigüedad del Linaje de Vera, de don Francisco de la Puente, libros ambos impresos en la ciudad de los Reyes. Todavía, en el año siguiente de 1636, un elogio latino brevísimo de don Lorenzo Ramírez de Prado, sin lugar de impresión, pero seguramente de alguno de España, que el lector podrá ver descrito por extenso bajo el número 955 de nuestra Biblioteca Hispano-americana, y que, por su insignificancia, no vale la pena de reproducir aquí.

Su fama, a juicio de Lope, se fundaría en la traducción que asegura haber hecho de «Marcial en castellano». Su patria, habría sido algún pueblo de Cantabria71.



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ArribaAbajo Luis Ladrón de Guevara

Celebrado por nuestro poeta como marido de doña Jerónima de Velasco, y luego por su erudición tan varia,


Que mejor de Lucano
se pudiera llamar que de Guevara...



Pero de quien nada más sabemos, a no ser que ha debido vivir en Quito, según lo dice también en el Laurel de Apolo.



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ArribaAbajoFray Lucas de Mendoza

Rosell se limitó en su Catálogo a poner el nombre de este autor, siéndole, por consiguiente, del todo ignorado, que no debiera, pues su biografía había sido hecha por fray Diego de Córdoba Salinas en su Crónica del Orden de los Ermitaños de San Agustín, impresa en Lima en 1657. Tal es la fuente a que vamos a ocurrir nosotros para bosquejarla, añadiéndole sí, algunos detalles interesantes relacionados con su carrera literaria.

Nació fray Lucas de Mendoza en el año de 1584 en la ciudad de la Asunción del Paraguay y fueron sus padres Antonio González Dorrego, fidalgo portugués, y doña Catalina de Mendoza, señora «de la más calificada sangre de aquella provincia». A la edad de quince años, enviáronle sus padres a educarse a Lima, a casa de un tío suyo, hermano de su madre, que bien poco satisfecho de la figura desgarbada y nada atrayente y del lenguaje inculto del sobrino, procuró luego de hacerlo ingresar en el convento de San Agustín de aquella ciudad, donde, en efecto, le dieron el hábito en 1599 y la profesión en el año siguiente.

Allí, bajo la inmediata dirección de fray Francisco de la Serna, lector que era de Artes y más tarde obispo de Popayán, hizo rápidos progresos en sus estudios y comenzó a dar pruebas de agudo ingenio en el dominio del latín, en sus réplicas en los actos de teología que solían celebrarse en las aulas del convento,   -116-   no sin que también dejara de aficionarse al cultivo de la poesía; y a tal grado subieron sus adelantos, que cuando se creó allí la Universidad Pontificia de San Ildefonso, se le escogió para que regentara en ella la cátedra de Artes, sacando discípulos tan adelantados, que tres de ellos llegaron a ser provinciales de la Orden y otros tantos catedráticos de teología en la Universidad. De aquel cargo, pasé a desempeñar la regencia de estudios en el Convento del Cuzco, y después le nombraron regente de la Provincia, prior y vicario provincial en aquella ciudad, doctor por la Real Universidad, maestro y visitador de la Provincia, y rector provincial en 1627. Dos años más tarde y con ocasión de haber vacado la cátedra de Sagrada Escritura en la Real Universidad de San Marcos, se opuso a ella y la obtuvo en concurso de distinguidos contradictores. En 21 de julio de 1633 salió electo por provincial, y como en el siguiente vacase su cátedra, se opuso nuevamente a ella y logró alcanzarla.

No todo había de ser triunfos, sin embargo, para el religioso paraguayo, pues habiéndole dejado en Lima por su vicario provincial fray Pedro de la Rúa, y tratándose de establecer en la Orden por primera vez la alternativa, o sea el gobierno de la Provincia entre criollos y españoles, Mendoza, que estaba, de parte de sus compatriotas, tomando pie de que su Provincial ejercía actos jurídicos, apartándose de lo estatuido por las leyes orgánicas, se opuso a su jurisdicción, intentando impedírsela, lo que motivó que el Provincial le excomulgara, le declaró incurso en las penas establecidas por la patente respectiva, le prendió y tuvo en clausura más de veinte días, sin que le valiera el recurso de fuerza que intentó. Su absolución tuvo después graves tropiezos, hasta el punto que fue necesario que el virrey marqués de Guadalcázar se valiera de toda su autoridad y mandase hacer junta de los juristas y teólogos reputados por más doctos en Lima, que se reunieron en casa del inquisidor y visitador de la Audiencia don Juan Gutiérrez Flores, para que resolvieran el caso y se procediera a absolverle, no sin que se le impusiera saludable penitencia. Ocurría esto allá por los años de 1620 y tantos.

En ejercicio del cargo de provincial, para el que había sido electo en 1633, como decíamos, al año siguiente partió en visita hacia el sur y caminando en dirección a Potosí, en una   -117-   ladera cayó la mula que montaba sobre él y le hizo pedazos una pierna. De regreso a Lima, ya su salud siguió resentida, para morir por fin allí en 163672.

Lope le elogia como lumbrera del púlpito y cultor eximio de la poesía. Su biógrafo nos le pinta diciendo que «componía dulces y agudos versos castellanos, y había enriquecido su capacísimo entendimiento de varias y ricas noticias de todas letras; en las escolásticas era sutil, en las expositivas profundo, en los argumentos ardiente y apretante, en las respuestas presto y fundado, en el púlpito, vivo y eficaz».

Veamos ahora que es lo que nos queda de su producción literaria. En párrafo anterior tuvimos ocasión de recordar la aprobación que prestó en 1632 al libro de las Fiestas de Carvajal y Robles, y al año siguiente, en 11 de mayo, suscribía en Lima otra pieza análoga para la Coronica moralizada de fray Antonio de la Calancha, que no se aparta de la vulgaridad de las de su especie, con mezcla de extemporánea erudición y de elogios al autor, bien merecidos, por cierto, cabe observar.

De su estro poético había dado ya muestra mucho antes, en su «canción lírica» al libro de fray Martín de León a las exequias de la reina doña Margarita, impreso en Lima, en 1613, pieza breve y que, por cierto, está distante de merecer el aplauso que le tributa Lope.



  -[118]-     -119-  

ArribaAbajo Cristóbal de La O

De las líneas que Lope dedica a Cristóbal de La O se desprende que fue un poeta «de heroica y dulce pluma» que residió en Lima, si es que no nació en esa ciudad, que ambas cosas pueden suponerse de aquello de «que la fama fue por él a Lima». ¿Dónde pudo Lope descubrir el talento poético de La O? En los libros impresos en la capital del virreinato no figura una sola producción suya siquiera, ni en las bibliotecas se conserva manuscrito rasgo alguno de su pluma. El autor de los Poetas de la colonia en el Perú asevera que Cristóbal de La O fue un poeta repentista, cuyas obras se han perdido; pero de él se sabe que era limeño (?) y muy diestro improvisador de redondillas y décimas, las que, por su escaso valor o por cualquier otra circunstancia, no han llegado a la posteridad». Y tal, lector, como me lo contaron, te lo cuento...



  -[120]-     -121-  

ArribaAbajo Pedro de Oña

Es cosa curiosa que Lope, como antes Carvajal y Robles, al hacer mención de nuestro poeta, sólo se acuerden de su Ignacio de Cantabria, tanto más de extrañar, cuanto que a tiempo que uno y otro escribían, pasaron años antes de que saliera a luz; y luego, que se olviden por completo del trabajo suyo que la posteridad ha sabido apreciar, cual es, su Arauco domado, sin contar, que bien vale la pena, su Temblor de Lima, su Vasauro, inédito hasta ahora, y algunas de sus Canciones. Y aquí es del caso que repita lo que expresé al traer a cuento el nombre de Ercilla, que bien puedo omitir lo que cupiera decir de la vida y obras de Oña, porque anda ya vulgarizado en el prólogo que puse a su Temblor de Lima, y ahora no más con el extenso trabajo que le ha dedicado don Enrique Matta Vial.



  -[122]-     -123-  

ArribaAbajo Luis Pardo

Material para tejer una novela nos ofrece Lope, en la larga tirada que consagra a Luis Pardo, de quien sólo sabemos lo que nos cuenta, de haber ejecutado en Flandes hazañas grandes y tenido cargos prominentes en la milicia, y que después vio perturbada su tranquilidad por una Circe, «dulcemente engañosa» que le obligó a matar en pendencia a dos de los cuatro embozados que halló a la reja de esa dama, y a embarcarse enseguida para las Indias, hasta detenerse en el Paraguay o en Tucumán. «Gran poeta», le llama también, pero inútil empeño resulta para el investigador hallar una muestra siquiera de su numen.



  -[124]-     -125-  

ArribaAbajoEl doctor Matías de Porres

Apellido que Lope cambió en Porras. Sus relaciones con él databan por lo menos desde el año de 1602, en que Porres escribió una quintilla en elogio de la Tercera Parte de las Rimas; pero aún más que simplemente literarias fueron las de una larga amistad, de que el insigne poeta nos ha dejado muestra en una epístola que le dirigió años más tarde cuando el doctor se hallaba en el Perú, y que debemos recordar en la parte en que directamente habla con ese su amigo. Comienza en ella por darle cuenta de sus cosas de familia, hasta referirle cómo era que se había ordenado, y luego le dice:



   No fuera aquí mi soledad tan sola,
como os tuviera a vos, que el tiempo adverso
la fe de los amigos acrisola.

   En la parte mayor del universo
estáis sirviendo ahora aquel Apolo
que honró las Musas con ilustre verso.

   En fin estáis, doctor, en otro polo,
que pudo bien el Príncipe llevar,
como era Sol, aunque me deja solo...

   Pero también de vos saber espero
cómo os halláis en Lima, tierra extraña,
tan lejos ya de vuestro sol primero.

   Yo soy, doctor, vuestro mayor amigo,
vuestra virtud y letras me aficionan,
que sola esta verdad puede conmigo...
-126-

   Ni de tanta amistad antigua nuestra
podéis dar a los hombres de este mundo
más amorosa y evidente muestra.



Y concluye así su epístola:



    Besad por mí las manos a aquel fecundo
   ingenio, cuyos partos dan a España
gloria y honor, y en cuanto el mar profundo
corona, cerca, ciñe, inunda y baña73.



Malas debieron de ser en verdad las noticias que el doctor pudiera enviar a su amigo respecto a su estancia en Lima. Pero no anticipemos los hechos y comencemos por consignar los datos biográficos que nos han quedado de Porres.

Nació en Toledo, en 1583, y allí se crió; estudió medicina en Salamanca, con «buenos maestros», y a los veintiún años empezó ya a ejercer su profesión en la Corte de España, primeramente en Valladolid y luego en Madrid, de donde pasó al Perú en el séquito del príncipe de Esquilache, en compañía del licenciado Diego Calderón, que iba por médico de cámara. Llegado a Lima en los últimos días de 1615, fue nombrado capitán de la Real Sala de Armas, en 1616, cargo que desempeñó más de dos años, familiar de la Inquisición y en 1619 corregidor de la provincia de Canta. Todo parecía que iba muy bien para él hasta entonces, pero no contaba con la conducta de su mujer doña Isabel de Montoya, que entró en amores con un vecino de Lima llamado Alonso del Barrio, quien de tal modo supo habérselas por medio de su letrado, que en prosecución de la querella que Porres había interpuesto contra él en 1618, consiguió que su querellante fuese metido a la cárcel. No sabemos en qué pararía todo aquel lío judicial y doméstico, si bien consta que Porres se ordenó al fin de sacerdote y se regresó a España en 1622, en compañía del magnate que le había   -127-   llevado al Perú74. Es de suponer que viviera aún en 1630 fecha en que se publicó el Laurel de Apolo.

Las letras americanas pueden recordar a Porres por la publicación que hizo en Lima de la siguiente obra:

-Breves advertencias para beber frío con nieve. Al excelentísimo señor don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, conde de Mayalde, comendador de Azuaga, gentilhombre de la Cámara del Rey nuestro señor y su virrey en los riquísimos Reynos del Perú. El dotor Matías de Porres, médico de su Cámara, capitán de la Real Sala de las Armas, familiar de la Santa Inquisición y justicia-mayor de la Provincia de Canta por Su Majestad. Con licencia en Lima, por Gerónymo de Contreras, año de 1621.

8.º -Ocho hojas prels. y 48 de texto.- Licencia: 28 de octubre de 1620.- Aprob. del doctor Melchor de Amusco, protomédico: Lima, 23 de octubre de 1620.- Escudo de armas del autor.- Las Autoridades que se citan en la obra, la que termina en la hoja 31, y sigue el prólogo de un libro que estaba Porres escribiendo con el título de Concordancias medicinales de entrambos Mundos, que se proponía sacar pronto a luz.



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ArribaAbajo Juan Rodríguez de León Pinelo

Celebrado por Lope, juntamente con su hermano Diego de León Pinelo, de quienes hemos hablado largamente en tres de nuestras Bibliografías, y pues aún el sumario de sus vidas y obras resultaría demasiado extenso para estas notas, quiera el lector curioso ocurrir a aquellas fuentes, si desea conocerlas.




ArribaAbajoDon Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza

Uno de los príncipes del arte dramático español y figura tan conocida y estudiada ya, que no puede ser del resorte de un breve artículo como los que informan el presente trabajo.



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ArribaAbajoDon Juan de Solórzano Pereira

Largamente hemos tratado de su persona y obras en nuestra Biblioteca Hispano-Americana y especialmente en las pp. 315-323 del tomo II, y a tal causa, nos limitaremos a estampar aquí algunos de sus principales rasgos biográficos.

Fue hijo del licenciado Hernando Pereyra de Castro, natural de la ciudad de Salamanca y vecino de la que era de la de Madrid, abogado de los Reales Consejos, y de doña Catalina de Solórzano y Vera, oriunda de Valladolid, y fue bautizado, junto con una hermana gemela, en la parroquia de San Ginés de aquella corte el 30 de noviembre de 1575. Estudió durante doce años en la Universidad de Salamanca, ocupado allí desde muy joven a la lectura de ambos Derechos. En 1609, Felipe III le nombró por oidor de la Audiencia de Lima, a consulta del Consejo de Indias, cargo que aceptó a instancias de su presidente el Conde de Lemos, con encargo especial de que fuese allí a imponerse de lo perteneciente a justicia y gobierno y recopilación de sus cédulas y ordenanzas, a cuyo intento se le despacharon las reales cédulas incluidas en el tomo I de su De Indiarum Jure, trabajo que realizó, sin embargo de su gran extensión, sin faltar a sus ordinarias tareas y a las consultas de los Virreyes y otros graves negocios y comisiones que tuvo a su cargo, en especial de la visita y reparos de las minas de azogue de Huancavelica, en que asistió y trabajó casi tres años, haciendo fabricar para ellos estribos firmes de cal y canto. En 1624 fue consultado para   -132-   fiscal del Consejo de Indias, cargo de que no llegó a tomar posesión por no ser posible dejarlo vacante durante tanto tiempo como se requería para su regreso a España, si bien quedó acordado que se le diese el título de oidor de Valladolid o Granada en la primera plaza que vacase, despachándosele al efecto cédula en 26 de marzo de 1626, y concediéndole juntamente dos mil pesos de ayuda de costa para el viaje. Llegó a Madrid en fines de 1627 y luego fue nombrado fiscal del Consejo de Hacienda, por título de 26 de febrero de 1628, en 30 de mayo promovido a la fiscalía del de Indias, y en 15 de octubre del año siguiente a consejero del mismo Tribunal, y en 4 de enero de 1642 a fiscal del de Castilla.

Murió en Madrid el 26 de septiembre de 1655.

Casó en Lima con doña Clara Paniagua de Loaísa, fallecida en 25 de febrero de 1633, de quien tuvo larga y distinguida sucesión.



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ArribaAbajo Fray Gabriel Téllez

O sea, Tirso de Molina, otro de los dii maiores de la literatura dramática española, de quien, a esa causa, nada tenemos que decir.




ArribaDoña Jerónima de Velasco

Tan ensalzada por Lope por sus dotes poéticas, que llega a compararla con Safo, Erina y Pola de Argentaria; pero de quien nada conocemos, ni otra cosa de su vida que el haber estado casada con Luis Ladrón de Guevara y florecido en Quito.





 
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