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21

Omito el poco favorable juicio que de él hace Las Casas cuanto a los conocimientos del derecho natural o de gentes; y fuera de esto, no atino por qué el cura de los Palacios, capellán del Arzobispo fray Diego de Deza y amigo de Colón, en cuya casa se hospedó algunos días, diga de él «hombre de muy alto ingenio, sin saber muchas letras». (N. del A.)

 

22

Sin embargo, Martín Cortés trató de explicar la variación de la aguja magnética -descubierta por Colón- suponiendo un polo de atracción distinto del polo del mundo, y acertó; pero colocaba erróneamente al nuevo polo en el cielo. Éste fue el primer paso dado en la teoría del magnetismo. (Navarrete, Historia de la náutica). (N. del A.)

 

23

Por fortuna nadie iba en los navíos, excepto Colón, que supiese medir con exactitud la derrota. (Campe). (N. del A.)

 

24

Colón tenía sobre todos los marinos de su siglo una práctica extraordinaria en el conocimiento de los tiempos, lo cual era el fruto de su atenta observación. Por el aspecto del cielo, por la manera de aparecer y desaparecer las nubes, por el estado atmosférico, color del agua, etc., etc., predecía muchas de las cosas que habían de suceder. (N. del A.)

 

25

«Había entre nosotros muchas razones diferentes, unos sospechando que él mismo fuese en la traición o muerte de los chriptianos, otros les parecía que no... llegó el zurugiano a él e comenzó de desligarle... después que fue desligado, llegamos a tentarle. Es cierto que no tenía más mal en aquella (pierna) que en la otra, aunque él hacía del raposo que le dolía mucho». (Carta del doctor Chanca al cabildo de Sevilla.) (N. del A.)

 

26

Don fray Bartolomé de las Casas, de indiscutible autoridad para los hijos del nuevo mundo, a pesar de lo mucho que se esfuerza de ordinario para sacar boyante a don Cristóbal Colón, al llegar a este punto dice en el capítulo 37, acerca de la disculpa de haber enviado esclavos so pretexto de que instruidos en la fe volviesen a su tierra para enseñar a los otros: «Donosa ignorancia fue la suya, si ignorancia fue y no codicia; la cual tengo ya por cierto que le acarreó las angustias que le vinieron... Pero él (Colón) lloraba el diezmo del oro que sacara y los otros intereses temporales que perdía». Ya antes el mismo Las Casas, en el capítulo 27, tratando de la prisión de Quivia, rey de Veragua, había dicho, refiriéndose directamente al almirante y a su hermano don Bartolomé: «no pretendía sino sacar oro por su propio interese y codicia». (N. del A.)

 

27

No se pase por alto este dato: él dice bastante la pericia de nuestros marinos españoles en la náutica, y nos da pie para desafiar a cuantas naciones han tenido colonias (pobres o ricas) a que presenten una actividad siquiera parecida a ésta. (N. del A.)

 

28

Más adelante veremos la reprensión que por este hecho llevó Colón, y cómo fueron devueltos en libertad los que quisieron regresar a su patria. (N. del A.)

 

29

Los españoles tenían en Italia un gran ejército al mando del gran capitán Gonzalo de Córdoba. La guerra con los franceses ocupaba en la frontera mucha gente, y muchos buques en las costas; más de cien naves con veinte mil personas habían salido de España para Flandes a proteger las operaciones del emperador de Alemania, y las famosas galeras de Aragón, no perdían de vista en el Mediterráneo a la temible escuadra turca que amenazaba el occidente de Europa. (N. del A.)

 

30

En la instrucción que los reyes dieron al almirante para su cuarto viaje se lee acerca de este particular «habéis de procurar de traernos la más complida e larga e entera relación de todo lo que descubriéredes, e de las naciones que falláredes, y no habéis de traer esclavos; pero si buenamente quisiere venir alguno por lengua con propósito de volver, traedle». (N. del A.)

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