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El «Sueño» de Sor Juana Inés de la Cruz: Tradiciones literarias y originalidad, London, Tamesis, 1976.

 

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Para trabajos que no aparecen aquí en los que me ocupo de otras mujeres poetas, véase mi capítulo «Lírica popular y lírica culta», que se escribió para Historia de la literatura hispanoamericana. La Colonia, Vol. II, Editorial Alhambra, y que, según últimas noticias, ya no se va a publicar. También «Contribución de la mujer a la lírica colonial», artículo que preparé para el primer encuentro, en enero de 1986, entre profesores dedicados a la literatura hispanoamericana de la Colonia y profesores de la misma disciplina de la Academia de Ciencias de Moscú. La Editorial Monte Sexto, de Montevideo, lo acaba de publicar, 1990, págs. 57-84.

 

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Dice el crítico europeo que se interesó en los estudios hispanoamericanos: «La independencia de Hispanoamérica -consecuencia necesaria, inevitable [...]- ha traído consigo un fenómeno de suma gravedad que no existe en otros círculos culturales: la negación de todo recuerdo de la época colonial por los mismos intelectuales hispanoamericanos, y con ella, la interrupción en el mundo hispanoamericano de todo contacto, tanto vital como intelectual, con las raíces de la propia existencia». En El «Antijovio» de Gonzalo Jiménez de Quesada y las concepciones de realidad y verdad en la época de la contrarreforma y del manierismo, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1963, pág. 13.

 

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Recientemente se publicó una interesante sección suelta en El País, Madrid, totalmente dedicada al Neo-barroco, «este aire de época», en la que Severo Sarduy, entre otros, tiene un artículo: «La revancha del Barroco». Véase «Temas de nuestra época», en el periódico mencionado, año IV, número 128, jueves 26 de abril de 1990.

 

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La entidad Televisa de México en 1984 se ocupó de coordinar una serie de programas titulados «Conversaciones con Octavio Paz» para celebrar los 70 años de nacimiento del conocido crítico mexicano. Se discurría en ellos sobre aspectos culturales muy variados en los que Octavio Paz exponía sus ideas en conversación con especialistas en las diferentes materias que se trataron. Los dos programas dedicados a Sor Juana, de una hora cada uno, se sacaron al aire en junio-julio de ese mismo año.

 

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Me refiero a los trabajos que se han venido publicando sobre Colón, Cortés, Lope de Aguirre, Guamán Poma, el Inca Garcilaso, Cabeza de Vaca...

 

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En un capítulo: «Lírica popular y lírica culta» que escribí hace ya más de 5 años para una Historia de la literatura hispanoamericana. La Colonia (coordinada por Giuseppe Bellini para Editorial Alhambra; se ha cancelado su publicación por la citada editorial), me ocupaba de conceptos que pueden considerarse relacionados; también en mi artículo «Tiempo, apariencia y parodia: el diálogo barroco y transgresor de Sor Juana» que se publicó en En este aire de América: Homenaje a Alfredo Roggiano el verano de 1990.

 

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Véase lo que dice Rolena Adorno («Nuevas perspectivas...»): «Uno de los resultados significativos del paso de la historia literaria colonial al discurso colonial es la aparición del autor no como hombre de letras o autodidacta sino como colonizador o colonizado, es decir, como sujeto colonial. La historia literaria ha logrado eclipsar la posición del sujeto porque sus intereses pertenecen al foro estético, no al social: ha visto al escritor como productor de discursos artísticos y no las implicaciones políticas y sociales producidas por ellos» (19-20). En otras partes de sus escritos («La construcción cultural de la alteridad: El sujeto colonial y el discurso caballeresco» que se publicará por la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla) abunda en la definición de sujeto colonial apoyada, en el pasaje siguiente, en Mieke Bal y Barthes: «El concepto del sujeto colonial que manejo es el siguiente: El sujeto colonial (europeo o amerindio) que es emisor y destinatario de discursos no se define según quién es sino cómo ve. Se trata de la visión que presenta, y para acercamos a ella, señalamos el concepto de la focalización creado por Mieke Bal: la relación entre la visión presentada, el agente que ve, el que lo comunica y lo que es visto. A esta red de relaciones añadimos, para la situación colonial, otro elemento más: el del trato que el agente que ve y habla ha establecido o quiere establecer con otro. Así no permitimos que la visión, creada y comunicada por un agente determinado, se destaque con la ilusión de ser neutral, universal o inocente». Agradecemos a Rolena Adorno la lectura de este trabajo y sus comentarios así como sus valiosos envíos.

 

9

Véanse, para los dos primeros de estos autores, los capítulos que se refieren a la época barroca, en las obras que se consignan al final.

 

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Los elogios de Gerardo Diego se combinan con un tono despectivo inmerecido, como cuando dice refiriéndose al poema heroico a San Ignacio: «sin duda, la servil imitación de Góngora y la monotonía y desmayo... hacen a menudo enojosa la lectura de estas octavas», pág. 41.