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211

Para los paréntesis: (RA): «Razón feita d'amor»; (A): Alexandre; (ME): La vida de María Egipciaca; (BA): Libro de buen amor; y (MS): para las «Canciones y decires» de ese autor, el Marqués de Santillana.

 

212

Cualidad que se impuso en el siglo XIV entre los «rhétoriqueurs» ya que aparece entre las que se exigían en los blasones franceses: «La langue, éloquente (c'est peu dire), et l'haleine chaude». Véase en el V. L. Saulnier, Maurice Scéve, Tome Premier, Paris, 1948, 83.

 

213

En el libro de Saulnier, mencionado en la nota anterior, aparece «la croupe large, la fesse "bien troussée"» como característica de las hermosas del otro lado de los Pirineos. Es, de todos modos, el retrato de la dueña del Buen amor el más distinto, el que más parece apuntar a preferencias personales del autor y en marcha hacia el Renacimiento.

 

214

25Véase el artículo «Variation sur un portrait: de Melibée a Dulcinée» de Pierre Hougas, BH, LXXI, 1969, 5-60, especialmente la p. 7; y el de «On Rojas, Description of Melibea» de Otis H. Green, HR, XIV, 1946, 254-256. Del retrato de Melibea en La Celestina puede decirse, como se dice de la totalidad de la obra, que está entre dos épocas. Guarda características que hemos visto en los retratos medievales: «pestañas luengas», «dientes menudos e blancos», la mención de la «redondez e forma de las pequeñas tetas». Los «labrios colorados é grosezuelos» y la piel que «escurece la nieve» apuntan hacia el Renacimiento además del pelo y los ojos. Edición de Clásicos Castellanos, Madrid, Espasa-Calpe, 1963, 55-56.

 

215

En Amor, poesía y pintura en Carrillo de Sotomayor, Universidad de Granada, MCMLXVII, 33-37.

 

216

Así lo confirma el «Retrato del autor» de Polo de Medina: «Pues no hay dama ni fregona, / zapatero ni pelaire, / que no se retrate y pinte, / Musa mía, retratadme»..

 

217

E1 poeta murió en 1610. El poema se halla en las pp. 23 a 30. Se enumeran: pelo de oro, frente clara y blanca, cejas «arcos», ojos verdes, pestañas negras, mejillas rosa y nieve, nariz «afilada», labios y dientes de coral y perlas, cuello de marfil, manos de nieve, ropaje de oro que encubre bellezas ocultas. Todo lo cual, con otros rasgos, lo ponen dentro de la corriente ya de Sor Juana. Así le pide el poeta a un pintor de su época, Pedro Raxis (Ragis), que pinte a su amada. Orozco Díaz cree en la existencia del retrato, que piensa perdido, y dice que el poeta escribió sus décimas cuando estaba en vías de producirse o al terminarse (133-137; 145-146, passim). Más probable me parece que Carrillo de Sotomayor siguiera la tradición clásica según hemos visto en el poema de Anacreonte del cual éste tiene el mismo tono en su petición al pintor. (Véase en la obra citada de Hagstrum: «Anacreonts lyrics...», 25). Nótese que al dirigirse Carrillo y Sotomayor al pintor en el poema dice: «Y si te saliera tal, / en bronce o tabla más tierna / que merezca ser eterna / copia de este original...» (la cursiva es mía). Lo cual me parece prueba de que al desconocer el poeta el material donde se pintaba el retrato, éste es imaginario. Véase, así mismo, la última décima del poema: «Mi intento, señora, ha sido / En pintar esta deidad...» que establece competencia entre el retrato poético y el imaginario de la tabla o el metal, como era costumbre. Hay muchos ejemplos de poemas de tema parecido. De Pedro Espinosa: «Pues son vuestros pinceles, Hohedano, / [...] / copiad, divino, un ángel a lo humano / de aquella que se alegra en mi tormento...», BAE, Tomo 42, II, 34. El hecho de invocar al pintor para que retrate a la amada es señal de que el retrato pictórico no existe, a menos que se precise lo contrario.

 

218

Cf. de Quevedo: «Tienes a Colón por risa»; es el N.º 874, p. 1269 de la edición de José Manuel Blecua, Barcelona, 1963.

 

219

Véase el minucioso análisis de este poema y el soneto que vimos antes, en la tesis de Emilie Bergmann, Chapter V: «The poet as Painter of Cosmic Harmonies», The Johns Hopkins University, Baltimore, MD., 235-245.

 

220

Me refiero a comentarios como el siguiente: «me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad...» que se encuentra en las primeras páginas de la Respuesta. El gran deseo de Sor Juana de llegar a la sabiduría, a la ciencia, significaba para ella, alcanzar el conocimiento de la verdad. Relacionado con esta preocupación, véase el interesante artículo de Alfredo A. Roggiano: «Conocer y hacer en Sor Juana Inés de la Cruz», RO, 15, 1977, 51-54.