Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

311

Véase el artículo de Electa Arenal.

 

312

Por disciplina se entiende flagelación, castigo común de la época que se daba una persona a sí misma o pedía le dieran como medio de purificación y penitencia, y también así se designaba el instrumento que se usaba para ello. Como se sabe y según se desprende del texto de la monja, las órdenes religiosas las incorporaban en sus regulaciones. Véase el siguiente pasaje del libro de Ricard cuando habla de Fray Antonio de Roa: «Al predicarles (a los indios), mandaba que frente a ellos le dieran disciplina... Cada vez que llegaba a donde estaba una cruz, pedía que le azotaran duramente con la disciplina, que le abofetearan, le injuriaran y le escupieran el rostro» (259-260). Alberto G. Salceda, en las notas a los Ejercicios (664) se refiere al Ceremonial y Ordinario que deben observar las religiosas del convento de N. P. S. Jerónimo de Méjico (México, 1831), que establece los días de Cuaresma y de Semana Santa en que deben hacer disciplina. En Regla, y Constituciones que por máxima autoridad apostólica deven observar las Religiosas del Orden del Máximo Doctor S. Gerónimo, en esta ciudad de México (México, Herederos de la Viuda de Bernardo Calderón, 1702), se mencionan las disciplinas que deben darse por faltas graves, cárcel y otros castigos.

 

313

Cf. Sueño, versos 697-703: «...encumbrada / a merced de amorosa / unión sería. ¡Oh, aunque repetida, / nunca bastantemente bien sabida / merced, pues ignorada / en lo poco apreciada / parece, o en lo mal correspondida!» (Ob. sel. 710). Este es tema esencial para la poeta, en relación con la Encarnación: unión de la divinidad y la humanidad.

 

314

Véase Octavio Paz, quien piensa que Sor Juana perdió el favor del obispo de Puebla después del asunto de las cartas, y mi capítulo de la monja que publicó Cátedra, al hablar de la Respuesta. No pienso que, necesariamente, Fernández de Santa Cruz la hubiera abandonado pero sí que él también tenía que andarse con cuidado para no comprometerse después de haberse fortalecido la posición de su rival, el obispo de México. Véase el artículo de Patricio Lizama.

 

315

La marquesa de la Laguna, condesa de Paredes, se ocupó de la publicación de Inundación castálida, la primera edición de la monja, en 1689. Esta publicación era la coronación a la fama adquirida por Sor Juana en México y fuera.

 

316

La devoción a San José de parte de mujeres escritoras de la época, es significativa. Sor Juana lo menciona siempre entre los santos a quienes tiene devoción, lo mismo hacen Santa Teresa y Sor Marcela de San Félix, la hija poeta de Lope de Vega. Véase a Bénassy, quien considera a «saint Joseph, l"antimacho", l'home dont l'Ecriture n'a conservé aucune parole, qui ne se met jamais en avant, mais qui est toujours là quand on a besoin de lui» (245). Octavio Paz hace notar que en estos últimos escritos Sor Juana no menciona a ninguna santa relacionada con las letras, como, por ejemplo, Santa Catarina (la patrona de la Universidad Pontificia de México). Seguramente Sor Juana se abstuvo por pudor, ya que los villancicos a ella dedicados habían representado un reto; en ellos sí, en varias ocasiones, une la santidad con la intelectualidad (Ob. comp. 2, 172, 180), poniendo, y esto es significativo en relación con el final de la vida de la monja, la primera por encima de la segunda. El modelo de mujer «intelectual» más alto que elaboró la monja, es el de María, el que menciona con más asiduidad.

 

317

En las reprografías que se hallan al final del libro de Abreu Gómez, encontramos, en la última, la reproducción de una inscripción manuscrita de Sor Juana que aparece en Illustrium Poetarum Flores y dónde se llama «la peor» a continuación de su firma.

 

318

Véase lo que se halla al final de la Carta Atenagórica: «Vuelvo a poner todo lo dicho debajo de la censura de nuestra Santa Madre Iglesia Católica, como su más obediente hija, Iterum vale». Así corrobora lo que había dicho antes.

 

319

Recuérdese la mención que se hizo de la Respuesta y lo que aparece en estos Ejercicios sobre la preocupación por sus hermanas. Véase mi artículo: «Autobiografías: Santa Teresa y Sor Juana», N.º 10.

 

320

(Octavio Paz, 602). Dorothy Schons, quien, como hemos dicho, adquirió el Libro de Profesiones del Convento de San Jerónimo, dice que la letra de ella en los últimos documentos se presenta fuerte y firme (Sabat de Rivers, «Biografías», N.º 15).