Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Fragmento



ArribaAbajo

Sobre clasificación de las ciencias

- I -

     La clasificación de las ciencias, a juzgar por el dicho de los hombres más competentes, se halla todavía muy atrasada, ofreciendo un raro fenómeno. En efecto, cuando partimos de principios superiores para esta clasificación, llegamos a deducir ciencias, que no sólo no existen todavía, mas ni aun comienzan a sospecharse; mientras que, si se toma por base la actual constitución del organismo científico, tal como se encuentra, es imposible, poco menos, hallar unidad en él. Ora un mero capítulo de ciencia lo hallamos formando ciencia aparte, ora sucede precisamente lo contrario, confundiéndose en una varias esferas sumamente heterogéneas; y otro tanto puede decirse del antagonismo en métodos, direcciones y demás, que las hace tan discordes unas de otras: hasta el punto de que, mientras la Lógica, por ejemplo, afirma que no se da ciencia completa sin la combinación del método a priori con el a posteriori, pregunte cualquiera qué piensan de esto los químicos, y en general todos los que juzgan que hay ciencias pura y exclusivamente experimentales.

     Ahora bien, ¿qué punto de partida debería tomarse para una clasificación acertada?

     Si la Ciencia es una, como dicen, no cabe negar que esta unidad, ante todo, sólo en la de su objeto puede fundarse y consistir. Pero la unidad del objeto de la Ciencia ¿será, conforme algunos piensan, un ideal inasequible? De hecho, a primera vista por lo menos, no parece tan fácil de hallar. Seguramente, nadie pondrá en duda que, aun atendiendo a lo primero y principal sobre que determinadamente versa todo nuestro pensamiento y discurso, se nos ofrecen más de uno, y también más de dos objetos. Dios, la Planta, el Animal, el Hombre, la Piedra, el Astro, el Espíritu, el Cuerpo, el Bien y el Mal, el Estado, el Arte, la, Religión, etc., etc., y hasta la Ciencia misma, son otros tantos asuntos de que discurrimos y hablamos. Podrán algunos, muchos (todos quizá) de ellos, tener o no una realidad propia y verdadera; podrán ser quimeras, ilusiones; pero lo que no tiene duda es que son pensamientos, puesto que, aun para discutirlos y negarlos, los pensamos: cosa que nadie ha puesto en tela de juicio, Es, pues, evidente que estos y otros muchos asuntos constituyen el fondo determinado de todo nuestro discurso (abstracción hecha de su verdad o error), y por consiguiente, de toda nuestra ciencia, que no es (como cualquiera puede ver con sólo hojear un libro científico) sin la revisión ordenada de esto mismo que todos, sin excepción, comúnmente pensamos.

     ¿Qué se ha hecho, a todo esto, la supuesta unidad del objeto científico? Consideremos, primeramente, que ideamos los términos de esta variedad inagotable, o como subsistentes en sí mismos (seres, sustancias), v. g., Dios, el Hombre, la Nación, el Sol, la Planta, o como cosas de seres y en ellos (propiedades, atributos, cualidades, esencias), v. g., la Bondad, el Color, la Belleza, la Religión, el Arte, cuyos objetos no son en su mera realidad, sino en los seres de que se dicen, ora en sí mismos, como la Bondad o la Belleza, ora en relación unos con otros, como el Color o la Religión, que sólo se dan en la unión de los cuerpos con la Naturaleza y su actividad lumínica, o en la de los seres racionales y finitos con Dios. Mas, pues toda propiedad se sostiene en uno o varios seres, constituyendo su esencia, a éstos vienen en último extremo a reducirse los diferentes objetos; pudiendo decirse con toda exactitud que los objetos son siempre seres, ora pensados en sí mismos y en la unidad de su naturaleza (v. g., cuando hablamos del Hombre), ora en tal o cual determinada de sus propiedades (v. g., cuando pensamos y discurrimos sobre el Conocimiento).



- II -

     Ya en esto se indica cierta unidad, pues sabemos que los objetos son los seres; pero todavía podemos adelantar quizá otro paso. Considerando con alguna atención esa pluralidad tan diversa, hallamos que sus infinitos términos pertenecen todos a ciertos órdenes en que se contienen y pueden clasificarse. Así, por ejemplo, los Astros, los Minerales, las Plantas, los Cuerpos animales y humanos, decimos que son seres físicos, que pertenecen al reino de la Naturaleza, cuyos caracteres esenciales muestran unos y otros, v. g., materia, extensión, gravedad, color, temperatura, etc.; mientras que las almas de los Animales y los Hombres las referimos al mundo del Espíritu, presentando las cualidades características de este género (v. g., conciencia, conocimiento, sentimiento, voluntad). Por último, si hay quien afirma que no hay ser físico alguno que no tenga su alma interior, y viceversa; si otros aseguran que existen cuerpos sin espíritu (v. g., las piedras) y espíritus sin cuerpo, (v. g., los ángeles), en lo que no cabe duda es en que ciertos seres parecen combinar, en la unidad de su naturaleza, cuerpo y espíritu a un tiempo, como acontece en el Animal y el Hombre. Según, pues, el uso diario del pensamiento en la vida, todos los seres que a nuestro alrededor hallamos los referimos a alguno de estos tres órdenes: la Naturaleza, el mundo del Espíritu, el de la composición y combinación de ambos en propios seres característicos, v. g.: la Humanidad.

     Como en esta clase de asuntos toda prevención y circunspección es poca, conviene recordar, aun a riesgo de pasar por importunos, que no se decide aquí si hay real y verdaderamente seres espirituales o es la espiritualidad una propiedad y función elevada de los cuerpos mismos, ni si existe cuerpos o son éstos una creación de la fantasía, ni, por tanto, si nosotros somos seres naturales o espirituales o juntamente una y otra cosa; pues lo que es que somos algo, ninguno ciertamente lo duda, por lo menos de sí propio. Únicamente se trata de recoger los asuntos de que todos sin distinción hablamos, dejando en pié las cuestiones que respecto de su valor objetivo (como suele decirse) puedan, suscitarse, y de hecho se han suscitado. Ahora bien; nadie negará que en estos tres órdenes contienen todos nuestros determinados pensamientos tocante a seres particulares. Aun los genios, los ángeles, demonios, cielos, infiernos, monstruos duendes y endriagos, o pertenecen a la categoría de los Espíritus, o a la de la Naturaleza, o a la de la combinación de un género con otro.

     Un paso más todavía hacia la unidad, podemos dar desde aquí. En primer lugar, los seres todos no se hallan, por decirlo así, hacinados en sus respectivas esferas, sino contenidos ordenadamente, de grado en grado, como el Individuo humano en la Familia, la Familia en la Comunidad local, la Localidad en la Nación, ésta en su Raza, la Raza en la Humanidad, según las leyes de subordinación de la especie al género. Y aun penetrando más íntimamente en estas relaciones, observamos que todos estos seres, así contenidos en sus géneros fundamentales, no los pensamos (sea o no recto este pensar) sin relación entre sí, y en mera yuxtaposición y exterioridad recíproca. Antes, al contrario, decimos que la Naturaleza se abre al Espíritu, en los sentidos del Cuerpo (a lo menos), como el Espíritu se abre a la Naturaleza, mostrando e infundiendo en ella sus creaciones, mediante el Arte. Bien mirado, todos los seres, cualesquiera que sean su género y grado, se necesitan y asisten mutuamente para desenvolver su esencia, como lo muestra, a más de los ejemplos anteriores, nuestra propia vida interna y psíquica, en la cual tanto influye (en bien y en mal) el medio físico que hallamos a nuestro alrededor. Ahora bien; a este compuesto orgánico de todos los seres que nos rodean, y aun de nosotros mismos con ellos, es a lo que llamamos Mundo y también Universo, como complexión ordenada de los géneros fundamentales particulares que forman el asunto de nuestro pensamiento.



- III -

     Pero, ¿es el mundo lo único de que hablamos? Cierto que no. Con razón o sin ella, todos los hombres hallan en el proceso de la conversación humana y en el de su propio pensamiento la idea de un ser Supremo: muchos de ellos afirman que a esta idea corresponde una realidad adecuada; otros la consideran como pura ilusión de la fantasía, o como un bello ideal, o como una mera hipótesis. Pero todos, el teísta más fervoroso, lo mismo que el más acérrimo ateo; el místico más sentimental, al igual del materialista más declarado y prosaico, convienen sin excepción en que esta idea es uno de los objetos fundamentales sobre que viene tejiéndose la trama del discurso humano, no menos que en la necesidad consiguiente de examinarla con la más severa crítica, para ver si lleva o no en sí verdad objetiva: lo cual, hasta entonces, no es lícito a un hombre circunspecto decidirlo de plano en la Ciencia.

     Tenemos, pues, que nuestro pensamiento versa sobre estos dos términos: Dios y el Mundo, ora sea esta dirección esencial y legítima, ora fruto de preocupaciones tradicionales que deban desaparecer en su día. Notando en este punto que otro término, a más de estos dos, no lo hallamos, ni en nuestra Conciencia, ni en la cultura y comercio social, ni en los libros científicos; pues la misma relación entre ellos (relación que es también asunto de viva controversia, pero que, por esto mismo, lo es de pensamiento y discurso), como tocante a una propiedad que tanto de Dios como del Mundo se predica, entra de lleno en estos conceptos, aclarados los cuales, podrá únicamente saberse, y suponiendo su realidad, si tienen o no esta propiedad común, si son o no susceptibles de darse en relación.

     En suma, y sin prejuzgar de modo alguno el resultado de una crítica circunspecta de estas cuestiones: al parecer, puede bien decirse que el problema fundamental del pensamiento humano consiste en saber si hay o no Dios y cómo es, si hay o no Mundo y cómo es también, en sí y en relación con Dios.



- IV -

     Mas ¿qué hemos ganado con todo eso para la unidad del objeto del conocimiento? Dios y Mundo son dos conceptos, aun cuando bien mirado resultasen tener un mismo objeto, como afirma el llamado panteísmo; todos los sistemas filosóficos posibles no evitan que el espíritu humano hable de estas dos ideas, como expresión, ora de dos realidades correspondientes, ora de dos relaciones o aspectos de una sola realidad; pero a lo menos siempre como de dos ideas. «Mas -podrá decirse- pues, que el sentido común nos ofrece desde luego estos dos conceptos irreductibles, y sólo una indagación metafísica sumamente prolija podría en todo caso reducirlos a uno solo, resulta que por el camino que hasta ahora hemos venido siguiendo, apelando al simple testimonio de aquél, no hallamos la unidad del objeto científico, que, para la sana razón, aparece, pues, como una bella utopia.» Permítasenos notar que la consecuencia es enteramente ilógica. De que el sentido común afirme como dos ideas, y por tanto como dos objetos, el ser Supremo y el Universo de los seres finitos, ¿se sigue acaso que no pueda darse, más aún, que no se dé, en esta misma esfera otra idea y supuesto de objeto que abrace igualmente a estas dos? También hallamos como conceptos irreductibles los de cuerpo celeste, y planta, y sin embargo, esto no quita que tanto uno como otro se incluyan en el concepto total Naturaleza .-Desde luego no parece difícil admitir que el ser Supremo y el Mundo son dos términos particulares (si se quiere, los dos particulares extremos) de la Realidad, o que a lo menos como tales los pensamos, como dos realidades; en cuyo caso aparecería este término Realidad, la Realidad, como un concepto comprensivo de aquéllos dos, y comprensivo definitivamente no habiendo cosa alguna que pensemos como no-real, como fuera y otra de la Realidad, pues nuestro mismo pensamiento lo tenemos como realidad también, y entra por tanto en ella; aunque a veces, y tomando esta voz, no en su absoluto sentido, sino en el de la Realidad toda, excepto Yo, la opongamos a nosotros y a nuestro pensamiento, como términos relativamente exteriores y aun contrarios: lo cual, es de todo punto imposible en su primera e ilimitada acepción.

     Tenemos, pues, este otro concepto, la Realidad, en el cual se incluyen los anteriores y todos en uno. Pero ¿qué es la Realidad?

     Fácil es comprender que esta pregunta parece pedir una definición por respuesta: y la definición es la declaración de un concepto mediante otro superior y en él, como cuando decimos: «la Estética es la Ciencia de la Belleza,» donde, ante todo, determinamos que es una Ciencia en la Ciencia toda y su interior organismo. De aquí que las cosas sólo pueden definirse en cuanto tienen géneros superiores en que determinar respectivamente sus conceptos; de suerte que el último género, el género supremo, no es susceptible de definición. -Por esto carece de sentido preguntar qué es lo infinito, la unidad, la forma, etc., o, en fin, la Realidad misma, género máximo del que se predican en principio y cabeza aquellas categorías igualmente primeras y totales; no cabiendo sino explicar estos términos, y traducirlos en alguna de sus capitales relaciones. A la pregunta, pues, «¿qué es la Realidad?» cabe responder sólo que real es todo aquello que es y en cuanto es, y la Realidad, por tanto, el todo de lo que es. -U otras explicaciones semejantes.



- V -

     Considerando ahora más de cerca este asunto, vemos que la palabra Realidad indica (no sólo en su estructura y formación lingüística, sino en su mismo sentido usual) propiedad o cualidad, la Realidad de las cosas, que decimos, esto es: la propiedad de las cosas de ser tales y en sí (reales). -Donde se ofrecen dos observaciones no sin interés. Es la una que, pues esta propiedad es la primera y antecedente, es también la comunísima entre todas las cosas que, en cuanto reales, no difieren ciertamente lo más mínimo, sino sólo en la peculiar realidad en que se definen y caracterizan; no pues en que son, donde todas se muestran idénticas, sino en lo que son determinadamente. Expresa por tanto la Realidad una propiedad total y primera que a todo ser corno tal alcanza, desde el Supremo al ínfimo, que en este respecto son de todo punto iguales ambos. Y según esto, son en común todos los seres de una misma primera esencia y cualidad, ante toda distinción particular y ulterior entre ellos.

     La segunda observación que ocurre es la de que, siendo la Realidad una propiedad, cualidad, esencia (y esencia primera y fundamental) de las cosas, enlaza a éstas en una unidad indivisa y primordial también, que forma, pues, la primera base (supuesta siempre en nuestro pensamiento) para todo lo determinado que de ellas se diga. Es, pues, la realidad una propiedad. Ahora, esta propiedad se da seguramente como todas en un ser que la es, o del cual se predica como suya; no pensando jamás propiedad alguna, sea la que fuere, nudamente como en sí y sin más, sino siempre en su ser y supuesto, en el que se sostiene: sine ens, nulla essentia.

     Pero ¿cuál es este ser cuyo atributo es la realidad y esencia toda de las cosas, primera y comunísima, y sin el cual ésta se desvanece, y por tanto, el mismo concepto de cosa también? ¿La colección de los seres determinados? Evidentemente que no. Una propiedad pide un ser, y no puede pensarse sin esto. Cuando se dice, pues, que los conceptos ser y esencia tienen puro valor formal o intelectual sin trascendencia objetiva, desde luego se advierte que esto sólo cabe afirmarse si se afirma en general de todos nuestros conceptos: pues con la misma necesidad (por lo menos) pensamos y suponemos el Ser que cualquiera otra idea. Por tanto, y ateniéndonos meramente a la exigencia de nuestro pensamiento (aunque puede ser errado), si nuestros conceptos todos en general carecen de valor superior al de puros conceptos, esto mismo ha de acontecer con los de ser y esencia; si tienen realmente ese valor, lo han de tener éstos también.

     Pensamos, pues, la Realidad como la esencia y propiedad del orden todo de las cosas, en cuanto tales; y como el orden dice relación y conexión entre miembros varios e interiores en un todo de unidad que es su primera condición irremisible, pensamos la Realidad como la esencia de la unidad y todo de unidad que abraza y contiene en sí cuanto hay de particular y determinado: cuya unidad, no pudiendo pensarla, por más esfuerzos que hagamos, como abtracta y en sí, se nos muestra como propiedad de ser, y por tanto de un ser, el Ser mismo, que decimos, como Principio y razón fundamental según esto de todas las cosas, sin excepción alguna.



- VI -

     Aquí debemos notar todavía una relación importante, materia hasta hoy de interminable controversia, a saber: la relación de Dios, como Ser Supremo, con el ser absoluto, o más bien (atendiendo al punto de vista que desde un principio venimos sosteniendo ), de nuestra idea de Dios con la idea del ser absolutamente pensado y supuesto.¿Podemos distinguir entre estas dos ideas? Sin duda, pues que hemos visto que las distinguimos. ¿Es esta distinción tal que concibamos a Dios (según concebimos, por ejemplo, a la Naturaleza) como un Ser particular contenido en el ser absoluto, ni más ni menos que cualquiera de los otros seres del Universo, limitado pues por éstos y fundado en el Ser mismo como su Principio y Razón? Sea lo que quiera lo que se piense tocante al valor objetivo de nuestra idea de Dios, es lo cierto que todas estas notas y limitaciones son incompatibles con ella en el pensamiento. Repugna a la idea de Dios esta subordinación a la del Ser, que en este caso sería verdaderamente el único supremo, viniendo Dios a ser pensado como un ser más, particular y finito, al modo v. g., de la Humanidad o la Naturaleza. Nadie negará que esta cualidad de la supremidad, de la soberanía, es de tal modo inherente a la idea de Dios, que sin ella esta idea es esencialmente contradictoria.

     Para resolver esta cuestión, se ha considerado a Dios puramente como Ser Supremo, y al Ser absoluto como una idea abstracta, formada por el entendimiento mediante una generalización de notas comunes. Pero ya hemos visto que esta hipótesis es incompatible con la idea de ser y aun consigo misma, pues que ¿de dónde viene lo común, si es real y verdaderamente común, sino de la unidad? -Otro camino se ha tomado también, que es el de identificar a Dios con un ser cualquiera del Universo, por ejemplo, con el Espíritu; y así se ha dicho: «Dios es Espíritu.» Pero si Dios es un Espíritu, por grande y elevada que sea su categoría, es uno de tantos Espíritus, esto es, nu ser particular también, sin posible relación además con la Naturaleza, a menos que no la supongamos hija y engendro del Espíritu, que es precisamente su mayor y más extremo contrario (45).

     De suerte que, si pensamos a Dios como el ser Supremo, no podemos menos de identificar las ideas de Dios y de Ser, so pena de negar entrambas. Y esto mismo que se dice del atributo de la soberanía, puede decirse de todos los que de Dios predicamos, v. g., de la infinitud, absoluta seidad (como decían los escolásticos), causalidad, principalidad, etc., etc.

     La distinción antes notada, no se desvanece por esto. Con efecto, cuando pensamos el ser absoluto, en toda razón de tal, consideramos al Ser en sí mismo, sin traer al caso ninguna distinción ni relación determinada. Mas cuando concebimos a Dios como Ser Supremo, y pues este atributo indica relación entre términos, uno de los cuales es superior al otro y con superioridad absoluta, evidentemente aquí el sujeto de esta propiedad es el Ser mismo; pero, considerado ahora como es y existe en su unidad simple, fundamental e infinita, sobre la variedad compuesta de los seres finitos (el Mundo). Sin que necesitemos analizar en este punto la idea de la superioridad, y qué sentido entrañe por tanto para la presente relación del Ser con los seres, de Dios con el Universo.



- VII -

     Resumamos en una ojeada brevísima los resultados de toda la consideración precedente, para cerrarla y caminar con pié firme adelante. La indefinida y confusa variedad de asuntos sobre que recae nuestro pensamiento, no ha desaparecido; únicamente se ha definido y ordenado según los datos del sentido común, sola esfera a que hemos recurrido, y que nos ha mostrado cómo toda esa variedad se contiene gradualmente en ciertas ideas fundamentales, y éstas a su vez en la idea absoluta y total del Ser, que resulta, por tanto, en definitiva, como la clave fundamental de la construcción en la Ciencia. En esta idea, hallamos luego dadas la del ser Supremo (Dios) y, como su relativamente sub contraria, la del compuesto universal de todos los seres finitos (el Mundo). Finalmente, en la idea del Mundo, pensamos las de la Naturaleza, el Espíritu y el orden combinado de ambos seres en grados diversos de combinación, como uno de los cuales (el superior quizá) nos aparece el de los Hombres; todas cuyas tres esferas las concebimos como otros tantos mundos a su vez, que abrazan en sus reinos, clases, familias, etc., una infinita variedad interior. Según lo cual, y supuesto que toda propiedad o esencia la pensamos siempre en el ser a quien la atribuimos, podemos concluir que tal es el plan de los conceptos fundamentales y primarios que constituyen la materia del pensamiento común en todo hombre, sin distinción de raza, tiempo, cultura, opiniones científicas y demás: ideas, más allá de las cuales nada concebimos, y que todas se dan en nosotros, como en los restantes individuos y pueblos, sin que falte ni sobre jamás una sola.

     Recordemos ahora, para terminar esta consideración, que no se trata de mostrar y verificar el valor objetivo de toda esta serie de pensamiento; sino pura y simplemente de reconocer si parece

natural y espontánea de suyo, al recoger los datos y exigencias que, por respecto al objeto científico y su unidad, hallamos en nosotros. El teólogo más fervoroso, lo mismo que el ateo más empedernido; el espiritualista más rústico y sentimental, al igual del materialista más acérrimo y prosaico; el providencialista más exagerado, como el dualista más enemigo del gobierno de Dios sobre el mundo, todos, sin excepción, confiesan que de estas cosas se viene hablando y se habla en diversos sentidos: que constituyen el fondo de otros tantos pensamientos, los cuales, aun para negar que tengan verdad, necesitamos dar por formados en nosotros mismos. Sin examinar la idea de Dios (por ejemplo) y caracterizarla en lo que dice, ¿cómo podemos afirmar ni negar que a esta idea corresponda un objeto real, distinto del pensamiento mismo? Es, pues, evidente que el ateo se ve obligado, ni más ni menos que el teísta, a formar y determinar la idea de Dios, y aun a entenderse con aquél en sus mutuas controversias acerca de ella: controversias de las cuales luego ha de resultar, bien que hay Dios real y verdadero, bien que esta idea es una ilusión sin valor objetivo.

     De igual suerte, el positivista y el materialista admiten la realidad de las manifestaciones psíquicas, e intentan formar de ellas propia ciencia, sea cualquiera la relación en que la conciban con la Fisiología, o aun con la Física general y la Energética: ni más ni menos que el idealista, aun cuando niegue la realidad del Cuerpo y la Naturaleza como sustancias diferentes e independientes del Espíritu, escribe de Fisiología, a su modo y según su sentido, que no le impide, por cierto, en ocasiones, prestar a la Ciencia servicios estimables.



- VIII -

     Por si puede parecer que nos hemos desviado un tanto de la cuestión que motivaba el presente escrito, recuérdese que nos preguntábamos cuál debía ser el punto de partida para la clasificación de las ciencias. A este fin, hemos procurado recoger y formular los datos del sentido común, hasta llegar a la unidad que él siempre supone en el asunto y aun en el nombre de la Ciencia. Ahora ya, alcanzado ese punto de partida, y ordenando a tenor de él nuestras ideas de los diversos objetos de nuestro pensamiento, tal vez nos sea dado trazar el plan ideal de aquélla, cuyo valor en el todo y en sus miembros debe luego inquirir el filósofo: ya que, si la Ciencia ha de satisfacer cumplidamente a lo que de ella exigimos, no puede menos de seguir el orden mismo de nuestro pensamiento, con delicada docilidad y para ir discutiendo cada uno de sus supuestos asuntos y decidir luego su realidad o su vanidad e ilusión. A cada uno de los problemas que nuestro pensamiento ofrece, ha de corresponder por necesidad una esfera en la Ciencia consagrada a su indagación y solución (sea ésta cual fuere): constituyendo la composición sistemática y total de dichos particulares, el organismo interior, la Enciclopedia de la Ciencia. -Permítasenos ahora reconocer sumariamente las partes capitales que ésta pide.

     Ante todo, y pues que el ser en su absoluta unidad y existencia esencial, objetiva, es lo total y primero que pensamos, lo que va implícito y supuesto en cuanto discurrimos, aquello de que pende en definitiva la verdad de toda cosa, es también, el primer problema, el fundamental del conocimiento indagar la realidad del Ser, después de bien averiguado y sabido que verdaderamente lo pensamos; y habiendo ya visto que no concebimos esencia sin ser, ni ser sin esencia, por consiguiente (ser que no sea algo -ens nudus), tenga o no legitimidad este pensamiento, debe aquí reconocerse asimismo cuál y cómo sea la esencia del Ser, y por tanto, la esencia primera de las cosas, (de las cosas como cosas); examinando antes en nuestro pensamiento las exigencias y supuestos necesarios que acompañan a aquella idea, y si a ellos luego responden otras tantas propiedades reales del ser en absoluto. Teniendo en cuenta que estas propiedades, y en nuestro pensamiento notas de razón, son las del Ser y todo ser; no pues la de este o aquel objeto determinado, a distinción de los restantes. Ejemplo de tales categorías (como suelen llamarse) son la esencia, la forma, la unidad, la relación, etc. etc., todas las cuales deben tocar sin duda al ser fundamental, pues que de toda cosa se dicen: no pensando ninguna a que no las atribuyamos necesariamente. Esta primera esfera en el sistema del conocimiento y que por esto puede llamarse también ciencia primera en la Ciencia una y toda, o ciencia fundamental, ha recibido en la historia diferentes nombres, tales como los de Filosofía primera, Ontología. y Metafísica, que es hoy el más comúnmente recibido. La Metafísica es, pues, la ciencia del Ser, de la realidad como una y total, de las primeras cosas, de los primeros principios.

     Hemos hallado, después, que la idea de Dios como ser Supremo es la primera en razón entre todas las de seres determinados. Saber cómo concebimos esta idea, qué sentido entraña para nosotros, qué atributos reconocemos en ella, y luego qué realidad tenga en el ser mismo, constituye el asunto de la llamada Teología racional.

     A la idea del ser Supremo se opone, como su relativamente contraria (no contradictoria), la del Mundo, o Universo. Saber qué entendemos por Mundo, y qué sea (si lo hay), es el objeto de la Cosmología.

     Pero, examinados los conceptos Ser Supremo y Mundo, tenemos que indagar el de la relación entre ellos. A esta Ciencia, que se ha llamado Teo-cosmología y también Cosmoteología, se refieren los ensayos hasta hoy existentes de Teodicea, en que se expone la relación de Dios al Mundo, y de Ciencia de Religión. en que se considera la inversa relación de éste a aquél.

     En la idea del Mundo, hemos hallado las de los géneros fundamentales finitos, cada una de las cuales pide especial atención, a saber:

     1.ª La idea del Espíritu y el orden espiritual: a la cual toca, así la del Espíritu, absolutamente hablando, como la del espíritu finito humano (individual y social) y las otras especies (el alma de los animales, por ejemplo). -De aquí la Ciencia del Espíritu, que se ha llamado también Psicología general y Pneumatología.

     2.ª La idea de la Naturaleza y el mundo físico, tanto en su primera esencial unidad y en sus propiedades generales, cuanto en la serie de sus reinos (el Astro y el Mineral, la Planta, el Cuerpo animal y el humano). -A esta idea corresponde la Ciencia de la Naturaleza, a que se han dado,-asimismo otros nombres (Física general, Fisiología universal, y aun el de Cosmología en estricto sentido).

     3.ª La idea del orden psico-físico y sus seres: a cuya esfera corresponden, por lo menos, los conceptos del Animal y el Hombre. La ciencia de este asunto, la cual pudiera llamarse Psico-somatología, no se halla aún formada, sino en uno de sus capítulos: la Antropología.

     Y pues que, más allá de estas ideas y sus relaciones, no hallamos pensamiento de objeto alguno restante, a esto viene a reducirse (partiendo del sentido común y sin perjuicio de rectificarlo, si una indagación concienzuda mostrase su error) la Enciclopedia de las ciencias fundamentales.



- IX -

     Mas desde luego puede advertirse que en cada una de estas ciencias se contienen a su vez otras muchas. Así, la Ontología o Metafísica considera, según hemos visto, las ideas de todas las propiedades del Ser, comunes luego por tanto a todos los seres; donde se nos ofrecen aquellas ideas, a que ya aludimos y que, no refiriéndose en nuestro pensamiento a tal o cual ser, con exclusión de otros, sino a todos igualmente, indican ya en esto su carácter generalísimo. Tales son, por ejemplo, las de forma, cantidad, belleza, vida, principio, etc., que atribuimos a todos los seres y aun a sus propiedades: naciendo de aquí, como ciencias correspondientes, la Matemática, la Estética, la Biología, la Filosofía. Y siendo el objeto de la Teología y la Teocosmología Dios mismo como ser Supremo respecto del Mundo, que le está unido, no obstante, en pura subordinación, puede decirse otro tanto de estas ciencias, que deben aplicar a su peculiar orden de relaciones todas aquellas propiedades del Ser.

     Pero tocante a la Cosmología, no puede omitirse una consideración esencial. La Metafísica y la Teología contienen sólo ciencias de propiedades, no ciencias de seres. La razón es obvia. En la idea, a lo menos, no hay más que un ser absoluto y no hay más que un ser Supremo. Pero, aunque el Mundo es también único, ¡cuán diversas clases de, seres hay en él! De aquí que la Cosmología encierra una doble Enciclopedia: pues que, no sólo del Mundo y de cada uno de sus seres, sí que también las de éstos mismos. Así, v. g., la Ciencia de la Naturaleza incluye las de las propiedades generales que resultan de la aplicación de las categorías a este género (v. g., el tiempo, la vida o individualidad naturales, etc.) las de las propiedades peculiares, inherentes a él (v. g., la materia, el espacio, la gravedad, la luz, el calor); y además, las ciencias de los diversos seres y órdenes de seres que aquí hallamos (v. g., los cuerpos celestes, las plantas, animales, hombres) cada uno de los cuales da lugar a su vez a nuevas ciencias, que nacen, ya considerando especialmente al ser en tal o cual determinada relación (v. g., a la tierra en su espacio y figura, a la planta en su vida, al cuerpo humano en su estructura), ya las especies subordinadas que bajo aquellos reinos se contienen (v. g,, los animales invertebrados, las razas humanas).

     Tenemos, pues, que el organismo de la Ciencia comprende las siguientes especies de ciencias particulares:

     1.º Ciencias de seres (ontológicas).

     2.º Ciencias de propiedades (categóricas)

     3.º Ciencias de seres, según una o más de sus determinadas propiedades.

     Todas las cuales se contienen en estas esferas fundamentales: la Metafísica, la Teología, la Psicología general, la Ciencia de la Naturaleza y la del reino de los seres psico-físicos en sus diversos grados.



- X -

     Si proyectarnos ahora una ojeada sobre el cuadro de las Ciencias que hoy ya existen, y procuramos referirlas a estas esferas, tendremos:

     1.ª Esfera fundamental: Metafísica. -Ciencia del Ser absoluto y total, en la unidad de su esencia y en el organismo de sus propiedades, y como fundamento de los seres particulares en el Mundo.

     En la Metafísica, como Ciencia del Ser, se contienen los Primeros principios de las siguientes ciencias categóricas hoy ya reconocidas:

     1. Filosofía. -Ciencia de la naturaleza de las cosas, o sea de sus principios, de lo que tienen todas de esencial y absoluto: merced a cuyo concepto, es a su vez la Metafísica, como ciencia particular, la primera esfera de la Filosofía (la Filosofía primera).

     2. Historia. -Ciencia del desenvolvimiento de los seres en la serie de sus estados mudables y temporales, tanto en la unidad de su naturaleza, cuanto en cada una de sus propiedades.

     3.Ciencia filosófico-histórica, que juzga, según principios, lo pasado, y señala lo que conforme a este juicio procede para lo venidero.

     4. Matemática. -Ciencia de lo Infinito, como tal en sí y en su relación formal con lo finito, en sus límites (como cantidad).

     5. Estética o Katología. -Ciencia de la Belleza en todos los órdenes de la realidad.

     6. Biología. -Ciencia general de la Vida, sus leyes, esferas y elementos, así como del destino de todo ser en ella (Teleología).

     7. Ciencia de la Religión, o de la relación universal de todos los seres con Dios, mediante el hombre, como ser racional.

     8. Diceología. -Ciencia general del Derecho, como propiedad de todo ser en sus relaciones de vida con los seres personales y libres.

     9. Lógica. -Ciencia del Conocer, como propiedad de relación de todo ser con los dotados de conciencia.

     10. Ciencia del Arte, como libre producción sistemática de la actividad de todo ser, mediante la de los seres racionales.

     11. Pedagogía. -Ciencia de la Educación o desenvolvimiento, conservación y corrección de la actividad de todo ser, mediante la dirección de los racionales.

     2.ª Esfera fundamental: Teología, -Ciencia de Dios, en cuanto Ser Supremo. Contiene las que resultan de aplicar aquí las categorías absolutas, de las cuales sólo algunas comienzan a estudiarse en esta relación, y son objeto de la Estética y la Biología divinas.

     3.ª Esfera fundamental: Cosmología.-Ciencia del Mundo, como compuesto orgánico de todos los seres particulares finitos. Contiene en su parte especial:

     1. Psicología general o Pneumatología. -Ciencia del Espíritu y su orden universal en el Mundo, a cuya esfera corresponden entre las ciencias ya actualmente reconocidas, la Psicología humana, la

Psicología animal y la comparada entre ambos órdenes de ser; la Ética o ciencia de la Moralidad, etc.

     2. Física general. -Ciencia de la Naturaleza y su orden cósmico, incluyendo ya hoy gran número de ciencias particulares constituidas. Tales son principalmente:

     a) Como ciencias categóricas o de propiedad: la Geometría, la Morfología natural, la Fisiología, la Mecánica, la Física de los procesos, llamada también Energética (a la cual pertenecen, como ramas especiales, la Acústica, la Óptica, la Química general, etc.) con su interiores divisiones y composiciones.

     b) Como ciencias ontológicas, o de ser: la Astronomía, la Geología con la Mineralogía, la Paleontología, la Botánica y la Zoología y la Antropología físicas con sus divisiones y aplicaciones infinitamente diversas: v. g., Química mineral, orgánica, etc. Heliografía, Selenografía, Geografía, Geogenia, etc.; Cristalografía, Histología, Organografía, Fisiología, Teratología, Taxonomía y Descriptiva aplicadas; Patología, Higiene, Terapéutica, Tecnología, etc., etc.

     3. Antropología, en todo su sentido (como ciencia del hombre, en cuanto ser psico-físico), en la cual se reconocen ya hoy principalmente:

     a) Como ciencias categóricas: la Filología y la Literatura, la Economía, la Enciclopedia jurídica y política, la Historia y Prehistoria de la Humanidad y sus esferas de vida, etc.

     b) Como ciencias ontológicas; la Sociología y la Etnografía.

......................................................................................................................................................

     Por último, todas estas ciencias se relacionan entre sí tan íntimamente como lo muestra, por ejemplo, la Filosofía, en la cual entran, según el propio carácter de esta esfera, todo ser y toda propiedad. Así, hay Filosofía de la Naturaleza, del Derecho, de la Vida, del Arte, etc., cada una de cuyas ramas forman a su vez parte de las ciencias totales de estos diversos objetos: ciencias en las que se distinguen, por tanto, una parte filosófica, otra histórica, y otra compuesta.

     Tal es, en informe bosquejo, el cuadro de los principales órdenes, donde pueden tal vez clasificarse las diversas ciencias hoy constituidas, sin que pretendamos ofrecer un verdadero y acabado resumen, ni descender a pormenores que exceden de la índole de nuestro objeto.

1870-76.

Arriba