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Capítulo XVI.

Esposición pública. -Fuegos artificiales. -Castillo en la Alameda, en el Mercado, en la plaza de Santa Catalina, en la de Villarrasa, en el Tròs-Alt, en la torre de San Martín. -Cuerda en la calle de Ruzafa. -Toros. -Baile de Torrente. -Función secular de la parroquia de San Martín.

     Celosa e infatigable la Sociedad de Amigos del País, celebró durante los ocho días de las fiestas una esposición solemne de objetos de industria, artes, agricultura e instrucción, en el local que fue del convento de Ntra. Sra. del Carmen, hoy dignísima academia de San Carlos.

     Figuraban en ella las más esquisitas labores de las escuelas y colegios de niñas, que tantos adelantos han introducido en la instrucción del bello sexo de nuestra capital.

     Veinte ricas colecciones de varias especies de aceite de oliva, o común, de alazor, cacahuete, anís, almendras, avellanas, orujo, linaza y de nueces: un soberbio toro cebado, cuyo peso se calculó en quinientas libras de treinta y seis onzas cada una: diferentes clases de vino cosechado: escelentes muestras de cáñamo rastrillado y por rastrillar: aguardiente estraído de algarrobas: muestras de zumo de limón y de naranja: abundante colección de frutas frescas y conservadas del año anterior: ricas grosellas de cuatro especies: diferentes plantas abonadas con el guano artificial, de la fábrica de Ruzafa: una magnífica caña brava, criada en un jardín de la huerta de Gandía: capullos de seda y gran variedad de arroz blanqueado, obtenido por una maquina importada de Bélgica. Seda hilada a seis capullos y otra de tres a ocho capullos: variada y riquísima colección de tafetanes, brocados, espolines, groses, glasés, rasos, sargas, tornés, alamas, y hermosillas de oro, seda y plata: pañuelos de crespón y lisos, cintas de seda de todas clases; chalecos, mantas, cuerdas de cáñamo con destino a la marina, cera natural y elaborada, escelentes bugías de sebo purificado, máquinas para estrujar la uva, y limpiar el trigo, elegantes canastillos y cestas de mimbre pesos y básculas, magníficas muestras de encuadernación, pieles curtidas, cueros, vaquetas y otros curtidos, piedras para litografiar, buena cal hidráulica, objetos de bronce perfectamente labrados, un modelo de buque, magníficos pianos, pastas de todas clases, cajas de guerra de mucho gusto, bellísimos abanicos, sólidas muestras de obra de carpintería y ebanistería y un precioso surtido de tabaco elaborado. El ramo de pintura al óleo, tanto en retratos, como en composiciones y flores, era brillante, y de un progreso, que no permitió dudar de que el genio de Joanes, Ribalta, López y Parra se hallaba todavía entre nosotros: la arquitectura, la escultura, el dibujo, la fotografía y daguerrotipo, la litografía, iluminación y estampación tenían allí preciosísimas muestras, según por estenso puede consultarse en la memoria publicada por la referida Sociedad Económica.

     El concurso a estos salones fue siempre continuo, sin dejarlos vacíos un momento; siendo preciso que las personas más observadoras tuvieran que visitar la esposición en horas, fuera de las señaladas para el público. La Sociedad consiguió dar una verdadera y positiva importancia a nuestros ramos de industria y artes, y vio coronados sus esfuerzos de una manera, que escedió a las más lisongeras esperanzas.

     La academia espuso también por su parte sus suntuosos salones de escuelas y el museo, donde existe tanto bueno, y bello y magnífico en un país, privilegiado para las artes y la poesía.

     Además de estos objetos de observación para el estudio tranquilo del hombre pensador, había dispuestos otros espectáculos para la multitud bulliciosa y alegre. En la noche del 6 de Julio se disparó un vistoso castillo de fuegos artificiales, plantado en la Alameda sobre el malecón del río. La noche era apacible; el Turia, recogido en su álveo, dejaba un estenso espacio para millares de personas que, en pequeños y grandes grupos, se veían sentados en todo el ancho cauce; los puentes del Real y del Mar obstruidos; la Alameda cubierta de espectadores; el pretil del río, que está al pie de la muralla y de la ciudadela, atestado de curiosos; lo alto de la muralla y el glacis de la ciudadela lleno de convidados; la música de artillería tocando piezas escogidas, por un obsequio que sus ilustrados gefes y oficiales dispensaron a las personas que recibieron en la fortaleza. Los fuegos estuvieron dirigidos por los pirotécnicos Vicente Llorens Ponent y Joaquín Minguet. Abundantes luces de colores y fuegos de todas clases, que duraron más de una hora, tuvieron deliciosamente entretenida a la multitud, cuyas cabezas se distinguían en agradable perspectiva al brillo de las grandes luces o bombas voladoras. Gritos continuos de aplauso respondían a cada variación de fuegos, desde los ángulos más apartados de aquella estensa sábana de cuerpos humanos. El público no se fatigó y se retiró tranquilo, sin haber lamentado una sola desgracia.

     Hemos indicado ya el mágico efecto producido por el castillo de fuegos artificiales, sobre la fuente monumental del Mercado, en la noche del gran concierto: y debemos por lo mismo recordar con gusto los castillos que se dispararon en la plaza de Santa Catalina, en la de Villarrasa, en el Tròs-Alt, y en lo alto de la torre de San Martín, lo mismo que la cuerda de la calle de Ruzafa. Todos estos fuegos merecieron los más justos aplausos; y todos ofrecieron variedad, gusto y abundancia de luces y de truenos. En la noche en que se disparó el de la torre de San Martín, presentaba Valencia un vistoso panorama, visto desde una altura. Lanzábanse gritos agudos y penetrantes, chillidos estraños, carcajadas estrepitosas, silbidos alegres y provocativos, desde el seno de la gran capa oscura que cubría las azoteas, miradores y tejados, mientras se veían brillar en mil puntos diferentes luces fijas, o errantes, sin distinguirse las manos que las sostenían. La cabeza de la citada torre, coronada de fuego, penetraba en la oscura atmósfera, y un poeta la habría descrito con admirable entusiasmo.

     Las funciones de toros fueron dignas del gusto que tenemos para esta clase de espectáculos; la plaza estuvo estraordinariamente concurrida, los aficionados quedaron satisfechos; ganó el santo hospital, y no hubo una desgracia.

     Igualmente favorecido estuvo el baile de Torrente; que el público creyó, equivocadamente, de gran novedad; pero se favoreció al establecimiento caritativo, se rió mucho y se pasó la tarde.

     La iglesia parroquial de San Martín celebró en estos días la fiesta secular de la renovación de su templo, destinando los días 6, 7 y 8 a sus obsequios especiales. Además de las solemnes funciones religiosas, verificó una lujosísima y variada procesión que hizo la carrera siguiente:

     Calle de San Martín, San Fernando al Mercado, Flasaders, plaza de la Merced, calle de Cristians Nous al Molino de la Rovella, calle de la Jabonería Nueva, calle de los Angeles, calle Ancha, del Torno del Hospital, del Hospital, plaza de Pellicers, vulgo de la Escurada, calle del Fumeral a San Agustín, calle de San Vicente estramuros, otra vez a la plaza de San Agustín, calle de San Vicente intramuros, calle de la Sangre, plaza y Bajada de San Francisco, plaza de Cajeros a la parroquia.

     La fachada de la casa del Sr. D. Salvador Rubert, uno de los clavarios de esta fiesta, situada en la Bajada de San Francisco, estuvo brillantemente decorada e iluminada, con música por las noches, y otra a la puerta de la misma iglesia parroquial.

     Los vecinos de la calle de las Barcas terminaron la serie de estas funciones con tres tardes de toros, grandes salvas de cohetes voladores o borrachos y algazara estraordinaria.

     No podemos concluir sin dejar consignada la espresión de gratitud que la Asociación depositó en manos del Ilmo. Sr. obispo de Segorbe, llevando la comisión principal de fiestas, presidida por el Sr. alcalde en carretelas descubiertas, un precioso cáliz de plata dorada, trabajado en Barcelona, en. cuyo pie se leía esta inscripción: Canubio, episcopo segobricensi, oratori meritissimo in IV Divi Vincentii sculari festo. S. P. Q. V. Ann. 1855. El ayuntamiento y pueblo de Valencia a Canubio, obispo de Segorbe, orador distinguido, en la celebración del IV siglo de la canonización de San Vicente Ferrer año 1855. El cabildo metropolitano le regaló un magnifico pectoral; recibiendo una y otra espresión aquel prelado con la caballerosidad y modestia que tanto le honra.

     La misma comisión pasó a visitar, para darles gracias, al Sr. arzobispo, Sr. capitán general y Sr. gobernador civil, recibiendo de estos altos dignatarios las más cumplidas enhorabuenas y felicitaciones.

     He contado lo que vi y lo que oí referir a los que vieron y observaron más: las actas de la comisión de fiestas de la Asociación quedan archivadas en la Sociedad Económica de Amigos del País las de la comisión principal y demás documentos, procedentes de la respetable autoridad local, en el archivo de la municipalidad. Allí se conservarán, si el hombre y el tiempo las respetan; y hasta aquí llega la misión del historiador.

     Apresurémonos a concluir este trabajo, porque el soplo mortífero del cólera baña ya nuestras frentes: la epidemia estaba esperando silenciosa que se apagaran las últimas luces de las fiestas y las últimas armonías de sus músicas, para hacer sentir el estridor de sus golpes y los ayes de sus víctimas. La autoridad la hizo empero enmudecer, sofocando sus rugidos; y cubrió con un velo las ataúdes que cruzaban en altas horas la ciudad.

     Concluyamos las fiestas, y empecemos a llorar; el cólera y las tempestades políticas ponen sombría nuestra frente y agobian el corazón. Volvamos a ver, a sentir, a esperar. Dichoso el siglo futuro si lo encuentra todo quieto y distingue otro porvenir más risueño que el nuestro. Le hemos dado egemplo de fe y de religiosidad; y le deseamos paz y bendición!

     NOTA. En el lugar que corresponde a la descripción de los cargos de triunfo y de las jóvenes que representaban las figuras históricas, debimos incluir los nombres siguientes, que han llegado a nuestra noticia concluida ya la impresión. -Concepción Falcó y Bas, representaba a Valencia; y Leonor Salabert y Soler, y Ramona Biguer y Bartual, dos de las Ninfas. Las tres jóvenes eran de Campanar.

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