Hasta pronto
Ramón de Garciasol
Una vez más contigo, don Antonio,
en el tranco final, perdido «todo
lo que yo más quería», lo que nombro
en reverencia íntima que sólo
se dice en confesión y verso novio,
careo con un Dios que desconozco
y busco ansiosamente, que razono
y no llego a entender de modo
sosegador bastante. Poco
me queda por penar, leñoso
tronco
revenido de lágrimas. Invoco
a la muerte materna, si no logro
convencerla. Me pongo
a recordar, el melancólico
menester soledoso
de quien tuvo y perdió lo propio,
lo que le hacía él, preciosos
los días y trabajos, fervoroso
canto y acción, creencias, gozo
de ser inmarchitables en nosotros,
los sueños y los cuerpos en el colmo
de la pasión, el diálogo
y sentido de ser. Y reconozco
la palabra y el rostro
que le llaman al otro
lado del tiempo a mi redrojo.
Mas no me desamarro del estorbo
de mi presencia y navegamos. «Solo,
triste, cansado, pensativo y viejo», apuro sorbo
de respiro, me reconforto
en mis postrimerías, acudo con vosotros,
amigos, a decir en torno
a tu nombre y poemas, silencioso
Antonio,
que hubo un hombre humilde, sobrio,
sabio, fiel a lo hondo
del pulso comunal, y sin el bombo
ni los platillos chinchinosos
de la ira sobre la piel de toro
que llamamos España, unido a todos
los pueblos de la Tierra en el brioso
combate de la mente por saberse. Toco
mis linderos y asombros,
con más años que tú a los hombros,
con mi ceguera ineludible, rotos
los puentes al contento, tan sabroso
el vivir cuando estaba el otro,
había madre, un mundo menos loco,
éramos jóvenes. Y oigo
tus enjambrados chopos melodiosos
riberas de la sangre. Me despojo
de baratijas y retóricos
tropos
para decirte hola y hasta pronto,
hasta nunca, que no dispongo
de certezas, conformo
a decisión ajena, al contradictorio
dictato del azar. No sé cuándo ni cómo
la candela apagada. Y no rompo
la incertidumbre voluntariamente, incorporo
al fluir inconsciente fragoroso
río de la materia, al soplo
tan veletero y decisorio
que nos hace, deshace, cambia el tono,
vendaval seminal insomne, sordo
a lo extraño a la norma, tan incógnito.
¿O desvarío, no me acoplo
a la aparente confusión del Todo
sin la suprema clave? Estorbo
soy en el coro
de los que llegan victoriosos,
mano en la mano, el paso pródigo
concertado del corazón en colmo,
llama que no debe caer el pozo,
iluminados labios mozos,
fértiles brazos, ojos
enamorados, trigos del agosto
candeal, los relinchos potros
y las viñas en flor, el mosto
del futuro ebriedad sin reposo.
Entrego mi testigo. Me coloco
al lado del camino a pensar, si no logro
descifrar el enigma del cosmos,
individuo, no especie, igual y otro,
desconocido, a ratos más, sospechoso
ante mí de mí mismo. Y me tomo
en los brazos al niño bobo
que soy, en el que canto y lloro,
con el juguete de mi tiempo roto,
sin revelar el codicioso
recado prometido, escrupulillo ronco,
perdida consonancia. Ya no rondo
la calle nueva. Pudo sin enojo
ser feliz, sin poniente, lo que añoro
y no llegó. ¿Descorreré cerrojos
y la verdad exenta? ¿Polvo al polvo,
al muladar de olvido, ahogo
en el mar de la nada, soliloquio
de quien me sueña en el insomnio?